Imran Khan

El triunfo electoral y la llegada al Gobierno del opositor Imran Khan en el verano de 2018 han supuesto para Pakistán un hito de trascendencia histórica ya solo por la mudanza institucional en sí, a la espera de que los cambios profundos que el nuevo primer ministro promete se sustancien. Con su investidura parlamentaria el 17 de agosto, Khan interrumpió una alternancia en el poder civil entre dos tradiciones partidarias, mandadas por sendos clanes y dinastías familiares, que, no sin abundantes crisis, se remontaba a 1988. Dicho de otra manera, el relevo en el Gobierno Federal de Islamabad mete a Pakistán en la tendencia en boga en todo el mundo de dar una oportunidad electoral a outsiders independientes con formas populistas y de escarmentar a los representantes del cuestionado statu quo. El mismo que Khan llama a "erradicar" en este gran Estado asiático zarandeado por incontables déficits e ineficiencias y de rápido crecimiento demográfico. Tras el éxito del multimillonario Khan, más allá de sus habilidades personales, está una enorme desilusión colectiva.

El fundador y líder del Movimiento por la Justicia de Pakistán (PTI) es una carismática ex estrella del críquet que tras retirarse del deporte en el cenit de la fama prolongó su notoriedad como filántropo y, desde 1996, como político neófito, empeñado en la empresa, durante años considerada poco menos que utópica, de derrotar en las urnas al poderoso duopolio conformado por la Liga Musulmana de Pakistán de Nawaz Sharif (PML-N) y el Partido Popular de Pakistán (PPP) del matrimonio Bhutto-Zardari; según él, ellos eran los máximos responsables del "feudalismo" y el "cáncer" de la corrupción que drenaban las energías del país y lastraban su desarrollo. Su plataforma para un "Nuevo Pakistán", una confusa amalgama de "Estado islámico del bienestar", consignas de justicia social e imperio de la ley, liberalismo económico y repudio de las castas políticas y sus esquemas clientelistas, no halló un eco masivo hasta las elecciones de 2013, cuando el castigado por su mala gestión fue el PPP. Cinco años después, ha sido el hundimiento en el descrédito de la PML-N, con su líder inhabilitado, condenado y encarcelado por corrupción, lo que ha puesto en órbita al PTI y su programa de reformas modernizadoras en profundidad.

Khan, que asegura conectar con los principios guía del reverenciado padre de la independencia, Ali Jinnah, sobre una república islámica democrática, igualitaria y tolerante, hace gala de un nacionalismo matizado y de un sentir antibelicista. Una de sus grandes metas, además de traer la regeneración al sistema y de conseguir el despegue socioeconómico, es llevar la paz a la turbulenta provincia noroccidental de Khyber Pakhtunkhwa y más concretamente a la región tribal de Waziristán, donde operan la organización talibán TTP y otras insurgencias yihadistas, desde 2004 combatidas por el Ejército pakistaní en batalla campal, hasta la fecha con un balance alentador pero no resolutivo. Así, se muestra abierto al diálogo directo con los TTP y quiere que Estados Unidos ponga fin a sus polémicas operaciones de bombardeos antiterroristas mediante drones. Para detractores domésticos y observadores internacionales, las credenciales democráticas y progresistas de Khan quedan en entredicho a la luz de una trayectoria donde afloran una serie de vínculos con sectores musulmanes radicales y, hecho llamativo, el estamento militar, siempre dispuesto a inmiscuirse en la esfera civil. Por ejemplo, no se olvida que el hoy primer ministro aplaudió el golpe de Estado de 1999 y luego, durante un tiempo, apoyó la dictadura del general Pervez Musharraf.


(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 29/8/2018. El Gobierno de Imran Khan fue derribado en una moción de censura parlamentaria el 10/4/2022; al dia siguiente, la Asamblea Nacional de Pakistán invistió nuevo primer ministro al líder de la oposición, Mian Mohammad Shahbaz Sharif).

1. Un ídolo del críquet metido a político
2. El reto de derrotar en las urnas a los partidos tradicionales
3. Triunfo en las elecciones de 2018 y llegada al Gobierno con un discurso regeneracionista


1. Un ídolo del críquet metido a político

El vigésimo segundo primer ministro de Pakistán procede de una familia de clase acomodada de Lahore y recibió la esmerada educación escolar propia de los jóvenes de su posición social. El padre, de etnia pashtún, ejercía de ingeniero civil y procuró un entorno desahogado a su esposa y sus cinco hijos, cuatro de ellas chicas, siendo Imran su único varón. Unos orígenes pudientes compartidos con la mayor parte de los notables políticos de la provincia de Punjab, pero las analogías terminan aquí. Tras completar los cursos, con excelentes calificaciones, en el Aitchison College de Lahore, la Royal Grammar School de Worcester y el Keble College de Oxford, donde aprendió Filosofía, Política y Economía, el joven Khan se dedicó en exclusiva a la pasión de su vida, jugar al críquet, práctica deportiva que le venía de estirpe y que ya en su etapa de estudiante le reportó una considerable fama en Pakistán.

Muy bueno tanto para batear la pelota como para bolearla, Khan valía como all-rounder (literalmente, todoterreno), es decir, un jugador especialmente valioso para el equipo por su versatilidad, pues la mayoría de los jugadores de críquet están especializado en uno u otro rol. Desde los 16 años Khan empezó a jugar en los equipos locales de Lahore, siguió con el deporte en sus años escolares en Inglaterra y en 1971, con 18 años, debutó en la selección nacional de críquet en un partido internacional contra, precisamente, Inglaterra.

Fue el comienzo de una sobresaliente carrera deportiva con acentos gloriosos, a partir de 1976 disfrutando de plaza permanente en el equipo de Pakistán y desde 1982 en calidad de capitán. Carismático y bien parecido, Khan seducía por su atractiva personalidad además de por sus talentos deportivos, ganándose la reputación de ser uno de los boleadores más rápidos del mundo, con lanzamientos de la pelota a velocidades rayanas en los 140 km/h., y un all-rounder excepcional por su elevadísimo número de bateos, carreras y golpes al wicket del equipo contrario.

En 1987, decepcionado porque la selección nacional no hubiese pasado de las semifinales en la Copa del Mundo que Pakistán había organizado junto con India (el torneo fue ganado por Australia en la final disputada con Inglaterra), el jugador anunció que se retiraba del críquet internacional. Pero meses después, a principios 1988, el dictador militar derechista de la época, el presidente-general, Mohammad Zia ul-Haq -quien poco después iba a perecer en un misterioso accidente de aviación, siniestro que deparó el retorno de la democracia a Pakistán-, haciéndose eco del clamor popular, le pidió que reconsiderada su decisión, ante lo cual Khan comunicó que retornaba al equipo. Por otro lado, el jugador declinó el ofrecimiento de Zia de participar en política del lado del oficialismo.

El 25 de marzo de 1992 el Kaptaan (capitán, en urdu) activó su adiós al deporte profesional a los 39 años y por la puerta más grande, en el partido victorioso, frente a la selección inglesa y en el césped de Melbourne, que otorgó a Pakistán su primera Copa Mundial de Críquet. Tras este florón a su trayectoria en el críquet, Khan, considerado una leyenda del deporte en su país, muy rico y con cuatro libros de tinte autobiográfico publicados, se volcó en las actividades sociales y filantrópicas. Ya el año anterior, el jugador, que seguiría vinculado al críquet como comentarista deportivo en varios medios de comunicación, había lanzado una campaña internacional de captación de fondos para levantar una institución de atención médica dedicada a la memoria de su madre, el Shaukat Khanum Memorial Trust, cuya clínica de Lahore, el Shaukat Khanum Memorial Cancer Hospital & Research Centre, única en su género en Pakistán, se especializó en el tratamiento de enfermos de cáncer.

El éxito de esta empresa animó a Khan a multiplicar las iniciativas personales en favor de sus paisanos y el trabajo social con los desfavorecidos. Los esfuerzos en tal sentido fueron centralizados por la Imran Khan Foundation (IKF). Con sede en Lahore, la IKF se ocupó de atender preferentemente a los damnificados, por lo general campesinos pobres, de las frecuentas calamidades naturales sufridas por Pakistán, dotándoles de asistencia de emergencia en las zonas de desastre y luego de servicios básicos en la fase de reconstrucción. Khan, además, ejerció de representante especial del UNICEF para los Deportes, y participó en la implementación de programas sanitarios y de vacunación en Bangladesh, Sri Lanka, Tailandia y, por supuesto, Pakistán.

Las inquietudes sociales, la vocación de servicio público y su enorme popularidad doméstica terminaron empujando a Khan al terreno de la política y a título de independiente. El 25 de abril de 1996, cuando la República estaba gobernada, en su segunda ejecutoria como primera ministra, por Benazir Bhutto, hija de Zulfiqar Ali Bhutto (ejecutado por Zia ul-Haq en 1979) y líder del centroizquierdista Partido Popular de Pakistán (PPP), el jugador retirado presentó en la capital de Punjab el Movimiento por la Justicia de Pakistán (Pakistan Tehreek-e-Insaf, PTI).

Movimiento de corte socio-político y no un partido propiamente dicho, al menos por el momento, el PTI marcaba rigurosamente las distancias de las organizaciones de notables, a veces mandadas por dinastías familiares, que dominaban la política nacional y decía portar las genuinas aspiraciones del pakistaní común, entre las que estaban el acceso a oportunidades de desarrollo personal, la mejora de las condiciones de vida, la justicia y la paz sociales, el buen gobierno y la honradez de los funcionarios públicos. El PTI abogaba por trabajar en pro de una democracia avanzada que conjugase con criterios modernos la república islámica que constitucionalmente Pakistán era, la tolerancia con las minorías y el bienestar de todos los ciudadanos por igual sin distingos de religión, etnia, idioma o comunidad.

A falta de una definición ideológica propia, el protopartido de Khan podía ubicarse en el centro moderado y, no obstante su confesionalismo musulmán, el hincapié que hacía en los mensajes antidiscriminación le ponía en contacto con los planteamientos seculares. Según Khan, su agenda para Pakistán no hacía más que retomar los principios, valores y aspiraciones de los padres de la independencia en 1947, sobre una nación islámica comprometida con la democracia, el igualitarismo, las libertades, la seguridad social y el imperio de la ley. La bandera del PTI se basaba en la enseña nacional de Pakistán, pero al verde del Islam añadía el rojo del compromiso social.

A pesar de la fama de su fundador, los inicios del PTI, decidido a hacer fortuna en el juego político, fueron bastante complicados. Khan estaba convencido de las posibilidades electorales de su proyecto reformista, indudablemente fresco y atractivo, pero en contra tenía el peso formidable de los numerosos partidos del establishment, dos fundamentalmente: el PPP de la familia Bhutto y su rival por la derecha, la conservadora Liga Musulmana de Pakistán (PML), que desde la restauración democrática de 1988 venían alternándose, aunque tumultuosamente, en la conducción del Gobierno Federal. Las del PPP, con feudos principales en la provincia sureña de Sindh y la megápolis de Karachi, y la PML, casi la dueña del Punjab e influyente en las áreas tribales y montaraces del norte, eran unas maquinarias bien engrasadas que ganaban elecciones nacionales y provinciales con arreglo a sólidas fidelidades regionales y entramados clientelistas, habitualmente trufados de corruptelas. El líder del PTI describía esta situación como "feudal".


2. El reto de derrotar en las urnas a los partidos tradicionales

El discurso político, más que proselitista, pedagógico, de Khan sobre que en Pakistán tenían que cambiar casi todas las cosas tuvo una penetración en las urnas muy lenta. En su debut electoral, las generales de febrero de 1997, el PTI no atrajo más que al 1,7% de los votos, lo que no se tradujo en ningún escaño. Khan, acogiéndose a esta opción del sistema electoral, se presentó candidato a la Asamblea Nacional en siete circunscripciones repartidas por toda la geografía nacional, pero no alcanzó mayoría en ninguna. Aquellos comicios devolvieron al poder en Islamabad al líder de la PML, Mian Mohammad Nawaz Sharif, ya primer ministro entre 1990 y 1993 (y quien, por cierto, había invitado al archipopular Khan, infructuosamente, a integrarse en su formación), y mandaron a la oposición al PPP de Bhutto, a la que el presidente de la República, Farooq Leghari, había apartado del cargo en noviembre de 1996 por unos supuestos de corrupción, prevaricación y mala gestión.

En el siguiente examen electoral, las generales de octubre de 2002, celebradas con las cortapisas del régimen dictatorial inaugurado por el general Pervez Musharraf tras el golpe de Estado militar que derrocó el Gobierno civil de Nawaz Sharif y que Khan recibió con alegría en la creencia de que el quiebre constitucional de 1999 barrería a las "mafias políticas" y sus endémicas corruptelas, le fue algo mejor porque pudo hacerse con un escaño de diputado por la circunscripción punjabí de Mianwali. Claro que el partido sufrió un retroceso, no llegando esta vez ni al 1% de los votos. De hecho, él fue el único representante catapultado por el PTI a una Asamblea donde nadie mostraba interés en colaborar con la ex estrella del críquet metido a político regeneracionista látigo de las élites civiles y próximo a los militares, y donde la mayoría quedó en manos de la facción Quaid e Azam de la PML (PML-Q), convertida en instrumento dócil de los designios autoritarios de Musharraf y enfrentada a la disminuida PML que permanecía leal a Nawaz Sharif (PML-N). El nuevo primer ministro pasó a ser el dirigente de la PML-Q Mir Zafarullah Khan Jamali, en quien Musharraf delegó la dirección del Gobierno para quedarse él como presidente de la República.

En el otoño de 2007 el presidente nacional del PTI, nombrado a finales de 2005 canciller de la británica Universidad de Bradford, a la que posteriormente iba a asociar su flamante Namal College, puesto en marcha en 2008 en Mianwali bajo sus auspicios, veía próximo a concluir su primer mandato legislativo, transcurrido sin pena ni gloria. En una decisión que muchos seguidores no acabaron de comprender, Khan, que últimamente había cambiado su opinión sobre Musharraf al comprobar las artimañas del dictador para perpetuarse en el poder, optó por boicotear los comicios del 18 de febrero de 2008, a los que Nawaz Sharif, retornado del exilio, y Asif Ali Zardari, aupado al liderazgo del PPP tras el asesinato de su esposa Benazir el 27 de diciembre del año anterior, acudían con planes de formar un Gobierno de gran coalición con el único propósito de desalojar a Musharraf de la Presidencia.

Khan, primero, relacionó su boicot con el estado de emergencia decretado por el dictador a principios de noviembre de 2007 y que a él le había costado unas peligrosas semanas de arresto domiciliario y cárcel. Tras el levantamiento del estado de emergencia en diciembre, el opositor argumentó que los partidos del sistema, ya estuvieran con o contra Musharraf, se disponían a cometer todo tipo de fraudes e irregularidades en sus feudos, haciendo del proceso electoral un mero trámite pseudodemocrático para hacer valer los intereses endogámicos de siempre. El PPP ganó con mayoría simple y su candidato, Yousaf Raza Gilani, alineó un Gobierno de coalición con la PML-N que solo aguantó hasta agosto de 2008. Luego, en septiembre, Zardari fue elegido por los parlamentarios presidente de la República.

La decepcionante labor del Gobierno del PPP, zarandeado por los escándalos de todo tipo, las arremetidas del terrorismo integrista y talibán en las Áreas Tribales del noroeste y la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, el marasmo económico y el mal tono de las relaciones con Estados Unidos, mereció el castigo de los electores en las generales del 11 de mayo de 2013, cuyos triunfadores fueron Nawaz Sharif y Khan. El veterano caudillo liguista ganó 77 escaños más que en 2008, uno más de los perdidos por Zardari, y el 5 de junio estuvo de vuelta en el Gobierno de Islamabad, mientras que el PTI rebotó hasta el 16,9% de los sufragios y reunió 35 diputados. De golpe, el PTI se convirtió en la tercera fuerza de la Asamblea, pero en cuanto a votos populares, 7,6 millones, ahora era el segundo partido del país, por delante del PPP. El de Khan fue el segundo partido más votado en Punjab (tras la PML-N) y Karachi (tras el PPP), y el primero en Khyber Pakhtunkhwa, donde el 31 de mayo siguiente Pervez Khattak tomó posesión como el primer jefe de Gobierno provincial del PTI.

El caso fue que días antes de las legislativas, el PPP llegó a ofrecer a Khan un Gobierno de coalición colocado bajo su jefatura con el fin de bloquear a Nawaz Sharif. Al parecer, ya en 2002 el ex jugador había rechazado una oferta de Musharraf de ser el primer ministro. Esta vez, Khan, por lo que se veía cortejado desde diferentes bandas, volvió a decir que no a quienes deseaban explotar su gancho político en beneficio propio.

El éxito del PTI en las elecciones legislativas federales y provinciales de 2013 no fue un mero efecto de rebote por la desafección de millones de anteriores votantes del PPP de orientación moderada o centrista. Obedeció ante todo a la plataforma confeccionada por Khan, que sedujo con un programa mixto de características social liberales con énfasis en la providencia del Estado, las mejoras integradoras en el sistema educativo, la reversión de las medidas económicas estatistas del Ejecutivo del PPP, el desarrollo del Gobierno electrónico y la lucha anticorrupción. Otro punto señalado en su plan era el compromiso de retirar al país de la lucha global contra el terrorismo comandada por Estados Unidos, cuya táctica de ataque en Pakistán se basaba en las misiones de bombardeos quirúrgicos con drones teledirigidos, y de paso pacificar por la vía de las conversaciones la turbulenta región noroccidental de Waziristán, epicentro de la insurgencia islamista en las Áreas Tribales linderas con Afganistán. El programa-manifiesto del PTI tomó el nombre de Nuevo Pakistán (Naya Pakistan).

Durante la campaña electoral, el 23 de marzo, en el Día nacional de Pakistán, Khan formuló en un multitudinario mitin en Lahore seis solemnes promesas. Como primer ministro, aseguró, él siempre se atendría a los siguientes mandatos personales: "decirle la verdad al pueblo"; "librar una yihad contra la injusticia"; "proteger" los impuestos pagados por la gente de los gastos abusivos y el despilfarro; "no sacar" del país ni una rupia de su dinero personal; "no obtener beneficios personales injustos" del paso por el Gobierno ni favorecer a sus familiares y allegados; y "mantenerse al lado" de todos los pakistaníes, incluidos los emigrados. Manifestaciones como la presente espoleaban a sus detractores para tachar a Khan de populista, recordándole de paso que su apoyo inicial al golpista Musharraf restaba credibilidad a sus convicciones democráticas. Al retornar a la Asamblea Nacional, el adinerado dirigente opositor, con un patrimonio valorado en 13 millones de dólares, se sentó en el escaño por la circunscripción de Rawalpindi-VII, si bien había salido elegido en otras dos, Peshawar-I y Mianwali-I, de las cuatro donde se había presentado.

Tras las elecciones generales tocó la investidura parlamentaria del presidente de la República que debía suceder a Zardari tras sus cinco años de mandato. El PTI optó por avalar la candidatura del juez retirado Wajihuddin Ahmed, quien el 30 de julio de 2013 fue derrotado por el postulante de la PML-N, Mamnoon Hussain.


3. Triunfo en las elecciones de 2018 y llegada al Gobierno con un discurso regeneracionista

A lo largo de 2014 Khan mostró su rostro más contestatario y beligerante con el sistema controlado por los partidos predominantes. Primero, alegó que las elecciones de 2013 habían estado amañadas y que por consiguiente el Gobierno de la PML-N era ilegítimo. En agosto, el opositor elevó su desafío y movilizó a sus partidarios en una gran marcha motorizada desde Lahore hasta Islamabad con la pretensión de presionar a Nawaz Sharif hasta obligarle a dimitir. Con él al frente, la columna de manifestantes del PTI protagonizó diversos incidentes y el vehículo del diputado fue tiroteado por desconocidos. Tras entrar en la capital federal, los enardecidos seguidores de Khan intentaron asaltar la residencia oficial del primer ministro y llegaron a ocupar el edificio de la televisión pública pakistaní, la PTV, obligando a intervenir a las fuerzas policiales y desatando un escenario de gran violencia en el que tres personas resultaron muertas y varios cientos más heridas.

En esta arremetida con tintes insurreccionales, Khan se conchabó con el intelectual coránico Muhammad Tahir-ul-Qadri, otro destacado fustigador de Nawaz Sharif y cabeza del partido islámico, teóricamente moderado, Movimiento Popular de Pakistán (PAT). El Gobierno acusó a Khan de buscar un cambio de régimen por la fuerza. Sin embargo, Nawaz Sharif estaba en una situación de debilidad y, para desactivar la crisis, accedió a la exigencia de Khan de formar un panel judicial independiente puesto bajo la jurisdicción de la Presidencia de la República y con la tarea de investigar las alegaciones de fraude en las elecciones del año anterior. Por cierto que su acción directa en las calles contra Nawaz Sharif le costó a Khan la ruptura con Javed Hashmi, un importante dirigente de la PML-N al que había fichado en 2011 para luego otorgarle el rol de número dos del PTI

Por esta vía legalista Khan no obtuvo satisfacción para su objetivo fundamental que era desalojar a Nawaz Sharif del poder. Pero el estallido de un macroescándalo de corrupción con derivaciones internacionales vino a sellar el destino del Gobierno de la PML-N. La polvareda comenzó en abril de 2016 al aparecer indirectamente el primer ministro en los famosos Papeles de Panamá, una colección de millones de documentos electrónicos confidenciales de la firma de abogados panameña Mossack Fonseca filtrados por una mano anónima al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación. Allí, los hijos de Nawaz Sharif figuraban como propietarios de varias sociedades en paraísos fiscales junto con los suegros del hermano menor del primero, Shahbaz Sharif, el ministro-jefe de Punjab, sociedades en apariencia empleadas para esconder haberes y evadir impuestos.

A Khan y a otros dirigentes opositores les faltó tiempo para exigir la renuncia inmediata de un gobernante (antes de hacerse político, Nawaz Sharif había hecho fortuna como empresario privado) incapaz de dar explicaciones convincentes sobre un esquema mercantil y financiero que mantenía oculto a las instituciones y el pueblo pakistaníes un creso patrimonio familiar de inmuebles y capital. El escándalo enfureció a la opinión pública y activó un papel de escrutinio judicial cuyas demoledoras conclusiones pre-penales condujeron al Tribunal Supremo a declarar a Nawaz Sharif inhabilitado para el desempeño de cargos públicos por haber falseado su declaración de haberes ante el Parlamento, abriendo de paso la puerta a su procesamiento criminal. El auto judicial fue notificado el 28 de julio de 2017. Hundido, Nawaz Sharif dimitió de manera automática y su partido preparó la investidura de Shahid Khaqan Abbasi como primer ministro de reemplazo. Tras conocer el veredicto del Supremo, Khan, solemne, declaró: "Hoy ha ganado Pakistán. Históricamente, siempre ha habido dos tipos de leyes que prevalecen en el país, una para los débiles y los pobres, y otra para los ricos y poderosos".

La caída y oprobio de Nawaz Sharif, y con ellos el mazazo a la credibilidad de la PML-N, mientras que el PPP de los Bhutto no se encontraba en situación de rentabilizar nada, abrieron, a un año de las elecciones generales del 25 de julio de 2018, un vacío político que solo el PTI de Khan podía llenar.

El 21 de mayo de 2018 Khan presentó una ambiciosa "agenda" de medidas para los primeros cien días de gobierno. Si llegaba al poder, lo primero que haría, entre otras cosas, sería: decretar la fusión de las Áreas Tribales Federalmente Administradas (FATA) con la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, reforma territorial que de todas maneras el Ejecutivo actual, enmienda constitucional mediante, ya estaba a punto de realizar; dividir Punjab, cuyos 110 millones de habitantes representaban la mitad de la población nacional, en dos entidades, Punjab del Norte y Punjab del Sur, con el fin de reducir los desequilibrios geográficos; dialogar con las fuerzas sociales de la sureña Beluchistán permeables a la vieja causa secesionista; lanzar un plan de desarrollo específico para Karachi; lanzar otro programa antipobreza para el conjunto del país; y acometer un plan de relanzamiento económico enfocado en la manufactura industrial y las pymes privadas, sectores productivos con gran capacidad de generar empleo.

El vuelco electoral que aventuraban los sondeos se materializó con todo vigor: el PTI se aupó a la condición de primer partido de Pakistán con el 31,8% de los votos y 149 asientos en la Asamblea Nacional, 23 por debajo de la mayoría absoluta. Khan, en un registro sin precedentes, renovó su escaño por quintuplicado, al imponerse en cinco circunscripciones de Punjab, Sindh, Islamabad y Khyber Pakhtunkhwa; para esta legislatura, el parlamentario optó por representar, como en 2002-2007, a Mianwali.

La PML-N, ahora conducida por Shahbaz Sharif (días atrás, su hermano caído en desgracia había sido condenado por un tribunal federal a 10 años de prisión como culpable de corrupción, pena a la que se sumaron otra condena a siete años para su hija Maryam y una multa para ambos de 10 millones de libras), retrocedió severamente, aunque tampoco podía hablarse de colapso. En cuanto al PPP del joven Bilawal Bhutto-Zardari, se limitó a aguantar el tipo, confirmándose en su tercera posición, tanto electoral como parlamentaria. El rendimiento del PTI fue asimismo sobresaliente en las elecciones a las asambleas de Punjab, donde por poco arrebató la primera posición a la PML-N, y Khyber Pakhtunkhwa, donde arrasó con una holgada mayoría absoluta. En Sindh, los de Khan se convirtieron en líderes de la oposición al PPP, desplazando al Muttahida Qaumi Movement (MQM), mientras que en la poco poblada Beluchistán, coto de una pléyade de partidos regionales mal encarados con las autoridades federales, adelantaron con creces a los liguistas.

En su discurso de la victoria, mientras los derrotados, en especial los candidatos de la PML-N, elevaban denuncias de irregularidades fraudulentas, acompañadas de una supuesta intromisión de las Fuerzas Armadas y sus servicios de inteligencia en el escrutinio y de una supuesta connivencia tendenciosa de la judicatura, todo, aseguraban, para favorecer al PTI, Khan pasó revista a los ejes de su particular concepto del "Estado del bienestar islámico", que daba prioridad a la elevación de los estándares de vida de los ciudadanos con menos recursos y perseguía unas metas de equidad y justicia, en lo social y en lo legal. Estos serían los cimientos del "Nuevo Pakistán", el cual empezaba a construirse desde ya con la aplicación de las medidas exprés pensadas para los primeros cien días de gobierno.

El 6 de agosto, cumpliendo con el formalismo de la democracia parlamentaria, el PTI nominó oficialmente a su líder candidato a primer ministro y el 17 del mismo mes Khan fue investido por la Asamblea con el respaldo de 176 diputados, cuatro más de los necesarios, derrotando sin novedad al liguista Shahbaz Sharif, quien recibió 96 votos. Previamente, Khan había negociado el apoyo de un ramillete de partidos pequeños: el MQM-P (facción Pakistán del MQM), la PML-Q (la escisión del liguismo que había dado soporte partidario al régimen de Musharraf, en su momento la primera fuerza política del país y hoy testimonial), el Partido Popular de Beluchistán (BAP), la Gran Alianza Democrática (GDA), la Liga Popular Musulmana (AML), el Partido Nacional de Beluchistán-Mengal (BNP-M) y el Partido Nacional Republicano (JWP).

En la jornada siguiente, Khan prestó juramento como jefe del Gobierno, donde se reservó para sí las carteras de Interior y Energía. En el Gabinete, dominado por el PTI, obtuvieron una representación menor cinco de los siete partidos reclutados para la investidura, el MQM-P, la PML-Q, el BAP, la GDA y la AML. Muchos de los ministros eran oficiales civiles que anteriormente habían servido a las órdenes del general Musharraf, mientras que otros habían tomado parte en el último Gobierno del PPP. La histórica mudanza en el Ejecutivo pakistaní puso fin al Gabinete interino de Nasir ul-Mulk, instalado el 1 de junio en lugar del equipo del liguista Abbasi con el fin de garantizar la imparcialidad de las autoridades en el buen desarrollo del proceso electoral. En sus primeras palabras como primer ministro, Khan prometió realizar una "estricta auditoría" del "saqueo" que ciertos responsables políticos habían cometido en el país, implantar un sistema tributario progresivo, hacer justicia con las víctimas infantiles de abusos sexuales y trabajar sin descanso para traer la paz y la seguridad en las provincias conflictivas de Khyber Pakhtunkhwa y Beluchistán. "Sin restablecer la paz Pakistán no puede prosperar", advirtió.

Desde siempre, Imran Khan ha arrastrado una reputación de mujeriego impenitente, digna de un playboy internacional, perfil un tanto lúdico y frívolo que él ha insistido en contrarrestar con una imagen de musulmán piadoso sinceramente preocupado por los desfavorecidos. Durante décadas, la prensa pakistaní se ha hecho eco de la intensa vida amorosa y sentimental del jugador y político, al que se le atribuyen romances con muchas modelos, actrices, artistas, periodistas y otras socialites de Pakistán, India, el Reino Unido y Hollywood. El autor Christopher Sandford incluso le adjudica una relación estrecha, de unos meses de duración, con la mismísima Benazir Bhutto, en la época en que ambos eran estudiantes en Oxford.

Khan tuvo al menos dos emparejamientos formales prolongados con jóvenes de la alta sociedad británica en la década de los ochenta. Una de ellas fue Sita White, rica heredera del industrial y barón Gordon White, quien en 1992, ya una vez rota la relación, dio a luz una hija suya, Tyrian-Jade. El jugador no quiso reconocer a la niña, lo que llevó a Sita a demandarle ante los tribunales para que asumiera su paternidad. Años después iban a aflorar informaciones sobre otros hijos extraconyugales de los que Khan se habría desentendido.

En 1995 Khan, a los 43 años, puso fin a su soltería contrayendo matrimonio en París con la futura productora de la televisión británica Jemima Goldsmith, a la que doblaba la edad. Jenina era la hija del magnate empresarial James Goldsmith, uno de los hombres más ricos de Inglaterra, y al casarse con Khan se convirtió al Islam. La pareja tuvo dos vástagos, Sulaiman Isa y Kasim, antes de divorciarse en 2004. Casi una década más tarde, en enero de 2015, saltó la noticia sorpresa de las segundas nupcias del político con la periodista anglo-pakistaní Reham Khan; antes de terminar el año, ambos anunciaban el final de su matrimonio. En febrero de 2018 Khan estrenó su tercera relación conyugal con Bushra Bibi, una seguidora del sufismo punjabí, madre de cinco hijos fruto de un anterior matrimonio con el notable regional Khawar Maneka, que venía siendo la mushid o guía espiritual del político.

(Cobertura informativa hasta 1/9/2018)