Igor Dodon

La elección en el balotaje del 13 de noviembre de 2016 del dirigente socialista prorruso Igor Dodon como presidente de Moldova podría ser la antesala de un giro de 180 grados en las prioridades estratégicas de esta república ex soviética, junto con la vecina Ucrania en el meollo del forcejeo geopolítico que vienen librando Bruselas y Moscú. Antiguo ministro en los gobiernos del Partido Comunista del anterior jefe del Estado Vladimir Voronin, con el que rompió en 2011 para encabezar un partido, el Socialista de la República de Moldova (PSRM), al que sacó de la insignificancia y convirtió en la primera fuerza del Parlamento (pero sin posibilidad de gobernar) en las elecciones legislativas de 2014, Dodon, tras azuzar la ola de manifestaciones antigubernamentales iniciada en 2015, ha basado su exitosa campaña en tres ejes: la denuncia de la corrupción de los partidos del centro-derecha liberal y proeuropeo que, entre escándalos y dimisiones, gobiernan desde 2009; la defensa de la protección social en el país menos desarrollado de Europa; y, sobre todo, la apuesta por las relaciones preferenciales con Rusia, lo que necesariamente sería a costa del curso de integración en la UE.

En concreto, el sucesor del desgastado Nicolae Timofti, quien no optaba a la reelección, y vencedor sobre la aspirante centrista proeuropea Maia Sandu propone someter a referéndum la continuidad del Acuerdo de Asociación suscrito con la UE en 2014 y que solo lleva unos meses en vigor, y su eventual reemplazo por la entrada en la Unión Aduanera Euro-Asiática que Rusia apadrina en la Comunidad de Estados Independientes (CEI). Con todo, el presidente electo se aferra a cierta ambigüedad cuando subraya que su objetivo básico es conseguir el levantamiento de las sanciones comerciales que Moscú impuso a Chisinau precisamente por su elección europea, pero procurando al mismo tiempo no sacrificar el régimen de tránsito sin visado de los ciudadanos moldavos por el Área de Schengen ni las ventajas del libre comercio con la UE. Además de euroescéptico y admirador declarado de Vladímir Putin, Dodon se muestra muy hostil a las tesis panrumanas de algunos sectores de la derecha nacionalista (el grueso del país, al oeste del río Dniéster, es fundamentalmente rumanófono y hasta 1940 formó parte de Rumanía) y propone la federalización de Moldova como una fórmula, harto improbable, de arreglar el conflicto con la secesionista República del Transdniéster, independiente de facto desde la guerra civil de 1992 y que se mira en el espejo de Crimea.

La llegada de Igor Dodon a la Presidencia de Moldova, que coincide con la victoria en el flanco este de la UE de otro candidato presidencial favorable al Kremlin a pesar de sus injerencias en Ucrania, el búlgaro Rumen Radev, supone un fracaso estrepitoso del establishment político liberal, que ha mezclado la meta nacional de ingresar en la UE con unas prácticas corruptas a gran escala y una patente incapacidad para mejorar las condiciones de vida de la población. La mudanza en la jefatura del Estado no debería implicar por sí sola el cambio de rumbo exterior de Moldova y su aproximación al área de influencia rusa, pues el líder socialista asume un cargo con atribuciones limitadas dentro de un sistema de tipo parlamentario; el timón aquí lo lleva el Gobierno. Pero el Gabinete instalado en enero de este año se encuentra bajo acoso social y la complicada cohabitación en el Ejecutivo que ahora comienza seguramente agudizará su debilidad. El PSRM ya se opuso con ahínco a la investidura del primer ministro, Pavel Filip. De hecho, Dodon ha sido explícito en que, como presidente, propiciará la conclusión de la legislatura antes de 2018 y el anticipo de unas elecciones legislativas que podrían deparar otro fuerte ascenso a su formación.


(Texto actualizado hasta noviembre 2016)

1. Líder socialista y portavoz de la izquierda prorrusa moldava
2. Ganador de las elecciones presidenciales de 2016 en un contexto polarizado sobre la orientación exterior de Moldova

1. Líder socialista y portavoz de la izquierda prorrusa moldava

Igor Dodon nació en 1975, así que el período histórico de la desintegración de la URSS y la emancipación nacional de Moldova lo vivió siendo aún un adolescente. Entre 1997 y 1998 se formó como economista en la Universidad Agraria Estatal de Moldova (UASM) y en la Academia de Estudios Económicos de Moldova (ASEM), para posteriormente trabajar durante unos años como gerente y directivo departamental en la Bolsa nacional de Valores. Paralelamente, desarrolló una actividad docente en la ASEM, la Universidad Estatal de Moldova, la Universidad Libre Internacional de Moldova y el Instituto Internacional de Gestión IMI-NOVA, donde se sacó el título de doctor en Ciencias Económicas. Entre 2001 y 2005 ascendió en los escalafones funcionariales del aparato financiero del Estado al asumir, aún en la treintena de edad, los cargos de presidente del Depósito Nacional de Valores Mobiliarios y de la Bolsa de Valores.

En el terreno político, Dodon estaba firmemente adherido a las tesis de la izquierda prorrusa deseosa de que Moldova reconstruyera unas estrechas relaciones de cooperación con la potencia heredera de la URSS, pese a que un acercamiento de este tipo podría debilitar la identidad nacional específicamente moldava, y militaba en el Partido de los Comunistas de la República de Moldova (PCRM). Esta fue la formación ganadora con mayoría absoluta de las elecciones legislativas de febrero de 2001, éxito en las urnas al que en abril siguiente siguieron la elección por el Parlamento como presidente de la República del secretario general y líder del partido, Vladimir Voronin, y la subida al Gobierno, llevando de primer ministro a Vasile Tarlev.

El economista debutó en las labores gubernamentales en mayo de 2005, al cabo de las elecciones legislativas de marzo, vueltas a ganar por el PCRM aunque con pérdida de escaños, cuando el partido le confió el puesto de viceministro de Economía y Comercio en el segundo Gabinete Tarlev. En septiembre de 2006 Dodon se convirtió en titular de la cartera y en marzo de 2008 la nueva primera ministra, Zinaida Greceanii, le mantuvo al frente de ese departamento y además le confirió el rango de primer viceprimer ministro, es decir, el número dos del Ejecutivo.

Elegido diputado del Parlamento en las votaciones generales del 5 de abril de 2009, que supusieron la cuarta victoria consecutiva del PCRM, tercera con mayoría absoluta, aunque no sin la impugnación de las fuerzas opositoras del centro-derecha liberal, y de nuevo en los comicios anticipados del 29 de julio del mismo año, convocados a raíz de la incapacidad del Legislativo para elegir al presidente que debía suceder a Voronin y saldados para el PCRM con el retroceso a la mayoría simple, Dodon se mantuvo en el Gobierno hasta el 25 de septiembre de 2009, fecha en que tomó posesión el nuevo Gabinete de coalición encabezado por el liberal Vlad Filat. Fue reelegido por segunda vez en las legislativas de noviembre de 2010, un nuevo adelanto electoral, ahora debido al fracaso del referéndum constitucional de septiembre. Meses después, en las municipales de junio de 2011, el diputado fracasó en su intento de arrebatar la alcaldía de la capital del país, Chisinau, a Dorin Chirtoaca, miembro del Partido Liberal (PL, uno de los socios de la coalición del primer ministro Filat, la Alianza por la Integración Europea) y cabeza del consistorio desde 2007, quien la retuvo por un mínimo puñado de votos en un proceso a doble vuelta.

Para entonces, el diputado y ex ministro ya venía expresando su malestar por el rumbo tomado por Voronin y la cúpula del PCRM, los cuales habían plegado las banderas de los vínculos especiales con Rusia en favor de una estrategia más ponderada, si no opuesta, que miraba con buenos ojos a Occidente y que concedía "prioridad absoluta" a la integración en la Unión Europea. Más aún, Voronin, remando en la misma dirección que el Gobierno de las formaciones liberales, había jugado un rol activo en la articulación en el seno de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) de un alineamiento prooccidental de estados miembros que desconfiaban de la supremacía regional de Rusia y que deseaban profundizar las relaciones de asociación y cooperación con la UE y la OTAN. Como presidente de Moldova hasta septiembre de 2009, el líder comunista también había mostrado una actitud intransigente con respecto a la región oriental rebelde del Transdniéster (de la que de hecho era oriundo), donde desde el conflicto armado de 1992 operaba un Estado republicano independiente de facto que contaba con la protección militar -aunque no con el reconocimiento diplomático- de Rusia.

El 4 de noviembre de 2011 Dodon y la ex primera ministra -y frustrada candidata presidencial en 2009- Greceanii resolvieron abandonar el PCRM y antes de terminar el mes solicitaron y obtuvieron su ingreso en una colectividad muy minoritaria, el Partido de los Socialistas de la República de Moldova (PSRM), cuyos planteamientos, adheridos al socialismo democrático, el nacionalismo de izquierda y una marcada rusofilia, encontraban más próximos a los suyos. La presidenta nominal del PSRM era Veronica Abramciuc, quien sin embargo había sido elegida diputada en la lista del PCRM y que aceptó desempeñar en adelante un rol secundario en el PSRM. Encantados con estos fichajes, los socialistas eligieron a Dodon su presidente el 18 de diciembre en el marco del X Congreso de la agrupación.

La entrada en el PSRM era para Dodon, sin embargo, un paso arriesgado, pues se trataba de un grupúsculo extraparlamentario con una influencia casi nula en la política nacional. Fundado en 1997 como una escisión del Partido Socialista de Moldova (PSM), el PSRM no había llegado ni al 1% de los votos en las elecciones de 1998 y 2001. En las de 2005, formando el Bloque Electoral de la Patria con el PSM, había rozado el 5%, porcentaje insuficiente para obtener representación. A los tres comicios disputados entre 2009 y 2010 ni siquiera había concurrido. Ahora, el PSRM constituyó su primer grupo parlamentario, consistente justamente en los tres diputados tránsfugas del PCRM.

El caso fue que la nueva empresa partidaria del economista prorruso tuvo unos resultados espectaculares. Convertido en imán de descontentos en el país europeo con el índice más bajo de desarrollo humano y en el beneficiario masivo del descrédito compartido tanto por el PCRM de Voronin en la oposición como por el Partido Liberal Democrático de Moldova (PLDM) de Filat y de su sucesor (abril de 2013) en la jefatura del Gobierno, Iurie Leanca, a causa de los escándalos de corrupción, las crónicas turbulencias políticas y la incapacidad de las fuerzas mayoritarias durante medio lustro para cerrar la vacancia dejada por Voronin en la jefatura del Estado (hasta marzo de 2012 el Parlamento no consiguió elegir a un presidente en la persona del juez independiente Nicolae Timofti, quien mereció la confianza de los socialistas), el PSRM dio la campanada en las elecciones legislativas del 30 de noviembre de 2014 al alzarse a la primera posición con el 20,5% de los votos y 25 escaños sobre 101.

Se trató, con todo, de una mera mayoría simple que no les abrían las puertas de la subida al Gobierno a Dodon y los suyos, pues los socialistas carecían de socios potenciales. De entrada, Dodon y Voronin, rivales enconados en el campo de la izquierda, rehusaron explorar un acuerdo entre ellos. El PSRM, que había realizado la campaña electoral bajo el eslogan inequívoco de Moldova puede ser más fuerte al lado de Rusia, también descartó de plano una aproximación a los partidos liberales proeuropeos. En estas circunstancias, solo cabía la prolongación de la coalición de los últimos, si bien achicada y en precario, pues el nuevo Gobierno de Chiril Gaburici se basó en dos formaciones, el PLDM y el Partido Democrático de Moldova (PDM), que no sumaban más que 42 escaños, nueve por debajo de la mayoría absoluta.

El curso político que siguió, de lo más agitado, no podía sino magnificar el interés de los electores en los mensajes de la principal fuerza de la oposición, que hacían hincapié en el socorro social de una población castigada por las privaciones cotidianas y la recaída de la economía en la recesión, y en la lucha sin cuartel contra la corrupción, mal que, así lo percibía el indignado ciudadano de pie, gangrenaba la política y las instituciones del Estado de principio a fin.

El Gabinete Gaburici cayó en junio de 2015, a los cuatro meses de formarse, y su sucesor, el de Valeriu Strelet, que debutó con unas perspectivas de durabilidad en apariencia más razonables porque se apoyaba en una mayoría absoluta, fue defenestrado en octubre de 2015 mediante una moción de censura parlamentaria lanzada por el PSRM y secundada por el PCRM y el PDM, uno de los tres partidos que componían tal Gobierno. Dodon y los socialistas, que desde marzo anterior estaban aplaudiendo y alentando la más vasta campaña de manifestaciones antigubernamentales vivida en Moldova desde la independencia, cuyos organizadores eran diversos movimientos de base de la sociedad civil, justificaron su moción de censura por las serias sospechas de corrupción que gravitaban sobre Strelet. En enero de 2016 el Parlamento, con los votos del PLDM, el PDM y el PL, invistió el nuevo Gobierno de Pavel Filip, que al contar con ministros solo de los dos últimos partidos técnicamente podía considerarse de minoría.

La selección por el presidente Timofti de Filip para el puesto de primer ministro fue criticada en duros términos por Dodon, quien se apresuró a recordar los estrechos lazos de Filip con una figura bastante denostada de la vida pública, Vlad Plahotniuc, vicepresidente del PDM, magnate empresarial y uno de los oligarcas de mala reputación señalados por los manifestantes como grandes corruptores de la política nacional y perturbadores de la legalidad democrática. Los socialistas no pudieron impedir la asunción del Gabinete Filip, pero junto con la plataforma cívica Dignidad y Justicia (DA) y el grupo de la izquierda populista prorrusa Nuestro Partido (PN) no se privaron de tomar parte en la violenta acción de protesta desarrollada por 20.000 furibundos manifestantes ante las mismas puertas del Parlamento de Chisinau, donde los más exaltados consiguieron irrumpir saltándose el cordón policial, mientras en su interior se desarrollaba la sesión de investidura.


2. Ganador de las elecciones presidenciales de 2016 en un contexto polarizado sobre la orientación exterior de Moldova

Esta sucesión de acontecimientos situó a Dodon en excelentes condiciones para disputar y ganar la elección presidencial del 30 de octubre de 2016, a la que Timofti, con sus cotas de popularidad por los suelos, descartó presentarse, pese a que legalmente estaba facultado para ello. Las opciones de victoria de Dodon, inscrito como candidato el 29 de septiembre, eran bien reales porque él era el político nacional que mejores notas recibía de los encuestados y porque estas iban a ser las primeras elecciones presidenciales directas, por sufragio universal y a doble vuelta, desde las celebradas en 1996, cuando el ganador fue Petru Lucinschi. La anterior modalidad electoral había sido restablecida en marzo anterior por el Tribunal Constitucional en virtud de una sentencia contraria a la reforma aplicada a la Carta Magna en 2000.

Dodon, favorito en los sondeos, fue muy claro en su enfoque de una reorientación prorrusa de las prioridades nacionales: Moldova debía hacer estratégicas sus relaciones con Rusia teniendo en cuenta su alto grado de dependencia energética (los vitales suministros de gas) y la vulnerabilidad de sus escasas ventas al exterior, pues Moscú, en represalia por las aspiraciones europeístas de las autoridades de Chisinau, había empezado a vetar productos del campo moldavos como el vino, su exportación más afamada, incluso antes de firmarse en junio de 2014 el Acuerdo de Asociación (AA) con la UE. Hasta entonces, Rusia había sido el principal mercado de exportación de Moldova.

Ahora, para contentar a los rusos y conseguir que estos levantaran sus barreras aduaneras colocadas con unos criterios exclusivamente políticos, punitivos, el candidato socialista se mostraba favorable a cancelar el AA, que estaba vigente solo desde el 1 de julio del año en curso. Se trataba de una cuestión de gran trascendencia y lo mejor sería, continuaba explicaba Dodon, someterla a un referéndum, para que los moldavos tuvieran la oportunidad de decidir si mantener este nexo jurídico con la UE, que incluía un régimen de movimientos por el Área de Schengen libres de visados y un Área de Libre Comercio Profunda y Completa (DCFTA), o bien desembarazarse del mismo para a cambio insertar al país en la Unión Aduanera Euro-Asiática de Rusia, Bielarús, Armenia, Kazajstán y Kirguizistán.

En suma, se trataría de escoger entre dos direcciones estratégicas que, y en esto coincidían Bruselas y Moscú, no eran compatibles entre sí. Ahora bien, el candidato hizo su propia interpretación interesada de las reglas del juego al indicar que a Moldova, aun prescindiendo del AA, lógicamente, le interesaba seguir disfrutando del régimen sin visados para sus nacionales en viaje por los países de Schengen y del comercio sin aranceles con la UE. Por otra parte, Dodon lanzaba advertencias contra el activismo de los círculos nacionalistas panrumanos de extrema derecha, que sostenían que Moldova (esto es, salvo el territorio del Transdniéster, la antigua Besarabia rumana, invadida y anexionada a la URSS por Stalin en 1940) y Rumanía eran en esencia la misma nación por etnicidad, idioma, cultura e historia, lo que según aquellos hacía imperiosa una unión estatal. Con respecto a la delicada cuestión de la fractura nacional, arrastrada desde la guerra civil de 1992, en dos entidades estatales a todo lo largo del río Dniéster, Dodon procuró ser constructivo.

Así, él pensaba que ofrecer a los rebeldes rusófonos del Transdniéster una fórmula federal podría poner fin al petrificado conflicto secesionista, pero el Gobierno de Tiraspol avisó que de ninguna manera iba a ceder en su determinación de preservar la independencia de hecho como antesala de una eventual incorporación a la Federación Rusa, que era el escenario aprobado de manera casi unánime por los votantes del Transdniéster en el referéndum celebrado en 2006. En este terreno, Dodon podía fácilmente quemarse los dedos, ya que si por una parte afirmaba, para indignación del Gobierno vecino de Kíev, que la República de Crimea -anexionada unilateralmente por el Kremlin en 2014 a petición de las fuerzas secesionistas locales- pertenecía "de hecho" a Rusia, también era cierto, reconocía, que sostener esa tesis podía alentar a "alguien" a reconocer la soberanía del Transdniéster moldavo, país que, a diferencia por ejemplo de las georgianas Abjazia y Osetia del Sur, no contaba con el reconocimiento diplomático oficial de Rusia ni de cualquier otro Estado con asiento en la ONU.

El tema ultrasensible de la posición internacional de Moldova, país neutral y de frontera que podía integrarse en la UE o bien orbitar a Rusia, era el capítulo programático que distinguía radicalmente a Dodon, admirador confeso de Vladímir Putin, merecedor de las bendiciones de la Iglesia Ortodoxa Moldava (subordinada al Patriarcado de Moscú) y autor de ciertos comentarios de tintes homófobos, de su principal adversario: la economista Maia Sandu, hasta el año anterior ministra de Educación y miembro del PLDM, la cual, descontenta por los escándalos de corrupción que golpeaban a los liberaldemócratas, había formado en fechas recientes una agrupación centrista propia de carácter proeuropeo, prorrumano y proestadounidense, el Partido Acción y Solidaridad (PAS).

En otros aspectos, Dodon y Sandu, que se lanzaron mutuamente trapos sucios sobre presuntas venalidades y connivencias con potencias extranjeras -Rusia en el caso de él, Estados Unidos y Rumania en el caso de ella-, no eran en realidad antagónicos: ambos prometían fortalecer las instituciones republicanas, luchar contra la corrupción, investigar el saqueo en 2014 de casi 1.000 millones de dólares de fondos bancarios puestos bajo la supervisión del Estado, aumentar las partidas del gasto social y revertir la crisis económica. Ahora bien, en estos dos últimos cometidos el jefe del Estado, con su limitado repertorio de atribuciones, básicamente tenía que someterse a lo que dispusieran el Gobierno y el Legislativo, pues desde 2000 Moldova funcionaba como una república parlamentaria.

Junto con los cabezas del PSRM y el PAS contendían por la Presidencia otros siete postulantes, que ofrecían diversas versiones de las plataformas esenciales, es decir, la proeuropea y la prorrusa. Pero lo realmente significativo era que tanto Dodon como Sandu, así como el tercer candidato mejor situado, el líder del PN Dumitru Ciubasenco, eran figuras de la oposición. Los partidos que daban vida al Gobierno Filip, el PDM, el PL y el PLDM, con su credibilidad seriamente malparada, no tenían ninguna posibilidad de ver como sucesor de Timofti a un presidente identificado con sus intereses. En cuanto a los comunistas del ex presidente Voronin, relegados a la marginalidad política nacional, optaron por boicotear la elección alegando que la misma no reunía las debidas garantías.

Las perspectivas de Sandu parecieron cobrar brío en las dos semanas previas a la cita con las urnas al anunciar dos candidatos relevantes, Andrei Nastase, el líder de la plataforma cívica DA y principal cabecilla de la protesta social, y Marian Lupu, el jefe nominal del PDM y supuesto "títere" del oligarca Vlad Plahotniuc, su retirada de la competición y su apoyo a la ex ministra de Educación, que ya disponía de los respaldos del Partido Liberal Reformador (PLR), el Partido Verde Ecologista (PVE) y su anterior colectividad, el PLDM. Claro que los avales del PDM y el PLDM tanto podían aportar votantes como retraerlos. Sin embargo, el 30 de octubre de 2016 Dodon se puso en cabeza con un potente 48% de los votos; por poco, el socialista no se proclamó presidente en la primera vuelta. Sandu, receptora del 38,7% de los sufragios, pasó a disputar con él el balotaje. Eliminados quedaron Ciubașenco, Iurie Leanca, el que fuera primer ministro del PLDM en 2013-2015 pero que ahora conducía el Partido Popular Europeo de Moldova (PPEM), y Mihai Ghimpu, el líder del gubernamental PL. La segunda vuelta tuvo lugar el 13 de noviembre, siendo el resultado la victoria definitiva de Dodon con el 52,1% de los votos.

Igor Dodon está casado y tiene tres hijos

(Cobertura informativa hasta 18/11/2016)