Horst Köhler

Tras cuatro años como director gerente del FMI, el economista y financiero Horst Köhler fue elevado en 2004 a la Presidencia de la República Federal de Alemania en virtud de un pacto entre su partido, la Unión Cristiano Demócrata (CDU), los socialcristianos bávaros (CSU) y los liberaldemócratas (FDP), entonces en la oposición al Gobierno del socialdemócrata Gerhard Schröder. Hijo de colonos alemanes instalados en la Polonia ocupada por los nazis, Köhler fue investido por la Asamblea Federal titular de un alto puesto institucional dotado de funciones básicamente protocolarias y envuelto de un prestigio apolítico, aunque ello no le disuadió de elevar demandas reformistas a los partidos y apelaciones al patriotismo. En 2009 fue reelegido por otros cinco años, pero el último día de mayo de 2010, en un hecho sin precedentes en la RFA, el jefe del Estado presentó la dimisión de resultas de unas polémicas declaraciones en las que había dado a entender que la misión de la Bundeswehr en Afganistán respondía a los intereses comerciales de Alemania más que a las necesidades de seguridad del país asiático.

(Texto actualizado en mayo 2010)

1. La peripecia de un niño de la guerra
2. Ejecutivo bancario y director gerente del FMI
3. Elección como presidente federal de Alemania
4. Un jefe del Estado inconformista: discursos críticos y bloqueos legislativos
5. Inesperada dimisión en el segundo mandato


1. La peripecia de un niño de la guerra

Perteneciente a una familia de granjeros de religión protestante y séptimo de ocho hermanos, vino al mundo en 1943 en el condado de Zamosc, al sur de Lublin, en la Polonia oriental ocupada por la Alemania nazi. Los Köhler, Eduard y Elisabeth, eran unos alemanes étnicos pero con ciudadanía rumana que hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial habían estado asentados en Ryschkanowka, una colonia germana fundada en 1860 en la antigua Besarabia y que hoy es la población moldava de Rîscani. En 1940, merced al pacto suscrito con Alemania del año anterior, la URSS se anexionó de Rumanía la Besarabia, territorio comprendido entre los ríos Prut y Dniéster, pero en 1941 la invasión nazi de la URSS colocó a Besarabia de nuevo, amén de las áreas ucranianas al este del Dniéster, bajo la soberanía de Rumanía, aliada de Hitler.

En 1942, dentro del llamado Plan General para el Este, que contemplaba la germanización forzosa de los territorios eslavos (polacos, ucranianos, bielorrusos y rusos) ocupados en Europa oriental sin reparar en brutalidades y recurriendo a la deportación o el exterminio físico de poblaciones autóctonas enteras, los Köhler fueron transferidos en calidad de colonos al voivodato de Lublin sito en el Gobierno General, una suerte de protectorado del III Reich en suelo polaco al que le quedaba apenas un bienio de vida. En el verano de 1944, el avance soviético desató una estampida de residentes alemanes en dirección al oeste y simultáneamente al repliegue de las tropas alemanas. El futuro presidente tenía dos años cuando sus padres buscaron refugio en Markkleeberg-Zöbigker, una localidad próxima a Leipzig, en el norte de Sajonia. Fue en estas dramáticas circunstancias que los Köhler empezaron a vivir en territorio estatal alemán por primera vez en sus vidas. Allí sobrevivieron al catastrófico hundimiento del III Reich y a las terribles violencias que acompañaron la embestida del Ejército soviético, el cual, en venganza por las atrocidades cometidas por los nazis en su país, se ensañaba con la población civil que encontraba a su paso.

El niño recibió su primera educación escolar en centros de la que a partir de 1949, terminada formalmente la ocupación militar soviética, fue la República Democrática Alemana (RDA). En abril de 1953, poco antes de la insurrección obrera en Berlín Oriental contra el Gobierno comunista prosoviético y cuando el Muro que iba a sellar herméticamente la frontera entre las dos Alemanias todavía no existía y las fugas en masa eran posibles, sus padres se lo llevaron a él y sus hermanos a Berlín Occidental para desde allí huir a la República Federal de Alemania (RFA). Los Köhler salieron indemnes una vez más de un arriesgado lance y en 1957, tras pasar por varios campos de refugiados, consiguieron rehacer sus vidas en Ludwigsburg, pequeña ciudad al norte de Stuttgart, en Baden-Württemberg. Atrás quedaban para el muchacho 14 años, los primeros de su vida, de precaria existencia, amenazada por la guerra, los desplazamientos forzosos y los gobiernos dictatoriales.

Köhler terminó la formación secundaria en su patria chica de adopción y en 1965, luego de prestar el servicio militar obligatorio de dos años en la Bundeswehr o Ejército de la RFA con el rango de teniente en la reserva, accedió a la Facultad de Economía de la Universidad Eberhard Karls de Tübingen. En 1969, con el título de licenciado, se puso a trabajar de asistente en el Instituto de Investigación de Economía Aplicada (IAW) de la Universidad. En 1976 dejó los pasillos académicos al salirle una plaza en el Directorio General de Políticas del Ministerio Federal de Finanzas; entonces, el Gobierno estaba en manos del Partido Socialdemócrata (SPD), con Hans Eberhard Apel al frente del Ministerio y Helmut Schmidt en la Cancillería.

En 1977 se sacó el doctorado en Economía y Ciencias Políticas por la Universidad de Tübingen y en 1981 le reclamó para su servicio el ministro-presidente del estado de Schleswig-Holstein, Gerhard Stoltenberg, uno de los pesos pesados de la Unión Cristiano Demócrata (CDU). Köhler asesoró en cuestiones económicas y financieras a Stoltenberg en la Cancillería estatal de Kiel hasta octubre de 1982, cuando, merced a una alianza parlamentaria con el Partido Liberal Demócrata (FDP), la CDU precipitó la caída del Gobierno socialdemócrata de Schmidt. El presidente de la formación conservadora, Helmut Kohl, se convirtió en el nuevo canciller federal y nombró ministro de Finanzas a Stoltenberg, quien se hizo acompañar por su protegido en su nuevo despacho en Bonn.

Köhler tenía el carné de miembro de la CDU desde diciembre de 1981 y sirvió en el gabinete de Stoltenberg, a partir de 1987 con el rango de jefe de departamento, hasta que éste, el 21 de abril de 1989, fue trasladado al frente del Ministerio de Defensa. El nuevo titular de Finanzas, Theo Waigel, líder de la Unión Social Cristiana (CSU, el partido bávaro hermanado a la CDU), no sólo le renovó la confianza del Ministerio, sino que le promovió a secretario de Estado, puesto equivalente a viceministro de Finanzas, con efecto el 1 de enero de 1990.

Mientras sus superiores libraban las grandes batallas de naturaleza política, Köhler se ciñó a sus funciones de índole tecnocrática, como coordinador y tramitador de las disposiciones elaboradas por el Consejo de Ministros y el Ministerio. Así, formuló los términos de la propuesta de Bonn al Gobierno poscomunista de la RDA sobre una rápida unión económica y monetaria –la sustitución del marco de la RDA por el de la RFA con un tipo de cambio paritario- como antesala de la unificación de los dos Estados alemanes el 3 de octubre de 1990, y formó parte del equipo negociador que arregló con la URSS la retirada de sus tropas del suelo germanooriental en un plazo de cuatro años.

Köhler encabezó la parte alemana en la Conferencia Intergubernamental que de diciembre de 1990 a diciembre de 1991, esto es, entre los Consejos Europeos de Roma y Maastricht, elaboró el esquema de una Unión Económica y Monetaria (UEM) de tres etapas a culminar en 1999; la UEM, junto con el proyecto de Unión Política (elaborado por una Conferencia Intergubernamental específica), quedó incorporada al nuevo Tratado de la Unión Europea (TUE), el cual fue firmado en febrero de 1992 y entró en vigor en noviembre de 1993. Por otro lado, el alto funcionario germano llevó las negociaciones técnicas multilaterales, la confección de los portafolios y demás trabajo opaco previo a las participaciones de Kohl en las cumbres anuales del G-7 y de Waigel en los consejos de Ministros de Finanzas (Ecofin) de la CEE y su sucesora, la UE.


2. Ejecutivo bancario y director gerente del FMI

En agosto de 1993 Köhler decidió abandonar el Gobierno y pasar al sector privado, atraído, seguramente, por unas condiciones laborales menos fatigosas y mejor remuneradas. En los cinco años siguientes, fungió de presidente de la Asociación Alemana de Cajas de Ahorros (DSGV). En agosto de 1998, a instancias de Kohl y en vísperas de las elecciones generales que iban a desalojar a la CDU, la CSU y el FDP del Gobierno federal y catapultar al mismo al SPD de Gerhard Schröder y Los Verdes de Joschka Fischer, Köhler recibió una oferta en el terreno de la alta función financiera internacional que no podía rechazar: hacerse cargo del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD), entidad dedicada desde 1991 a invertir en las reformas estructurales conducidas por las nuevas democracias de Europa central y oriental que deseaban desarrollar el sector privado y dotarse de una economía de mercado. El 1 de septiembre de 1998 Köhler se estrenó en Londres como el tercer presidente titular del BERD y el primero no francés, después de Jacques Attali y Jacques de Larosière.

En febrero de 2000 el Gobierno de Schröder se enzarzó en una porfía con el estadounidense de Bill Clinton sobre la persona que debía suceder al francés Michel Camdessus como director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI). El día 14, tal como había avisado con suficiente antelación, Camdessus puso fin a sus trece años al frente del principal organismo multilateral de crédito y el puesto quedó vacante por el momento. Berlín consensuó con los socios de la UE la candidatura del alemán Caio Koch-Weser, secretario de Estado federal de Finanzas, pero el Gobierno de Washington la vetó.

A la vez, terceros países, como Japón, protestaron porque se estuviera a punto de aplicar de nuevo una regla no escrita pero respetada a rajatabla desde que en 1946 se pusieran en marcha las decisiones adoptadas en la célebre Conferencia de Bretton Woods de julio de 1944, la cual alumbró el nuevo orden internacional de posguerra: que el director gerente del FMI había de ser europeo y el presidente del Banco Mundial (BM), el organismo mellizo, estadounidense. Los países asiáticos fueron los que con más vehemencia denunciaron el carácter "anacrónico" de este acuerdo tácito entre las dos potencias occidentales.

La UE postuló entonces a Köhler. Aunque el nuevo candidato alemán seguía sin gustarle, Estados Unidos prefirió ahorrarse más quebraderos de cabeza con los aliados europeos por esta cuestión y, de mala gana, dio luz verde al nombramiento. Una vez puestos de acuerdo Washington y las principales capitales comunitarias –básicamente, Berlín, París y Londres-, las opiniones del resto de países miembros resultaban de hecho irrelevantes, así que el 23 de marzo el Directorio Ejecutivo del FMI resolvió "por unanimidad" otorgar el puesto de director gerente del organismo y, de paso, el de presidente del propio Directorio, al responsable del BERD. El 18 de abril Köhler cesó al frente del banco europeo y el 1 de mayo siguiente se posesionó de su despacho de la Calle 19 de Washington, convirtiéndose en el octavo máximo responsable de la organización desde 1946: era el primero de su país, habiendo sido precedido por un belga, un holandés, dos suecos y tres franceses.

Los observadores económicos apreciaron en la trifulca que precedió la elección de Köhler la enésima representación de la creciente rivalidad estratégica que venía enfrentando a la UE y Estados Unidos, con varios contenciosos comerciales abiertos, mutuas acusaciones de proteccionismo, competición por el acceso preferencial a los mercados emergentes en los países en desarrollo y enfoques diferentes en terrenos como la preservación del medio ambiente, el tratamiento de los alimentos o la consideración librecambista de los productos culturales, y eso que bajo Clinton las divergencias resultaron ser un pálido reflejo del áspero enfrentamiento que se instaló en las relaciones entre las dos orillas del Atlántico tras la llegada de los republicanos de George W. Bush a la Casa Blanca en enero de 2001. Así que el desenlace del forcejeo bien pudo ser reclamado como una victoria por los europeos.

Por su parte, los grupos antiglobalización, que en diciembre del año anterior, mediante una potente movilización popular, habían contribuido en Seattle al fracaso de la III Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC), denunciaron la falta de transparencia y el carácter exclusivista del proceso de selección del director gerente y los otros altos cargos del organigrama del FMI (adjuntos a la dirección gerente, directores departamentales, directores ejecutivos, consejeros), que mayormente consistió en una serie de reuniones de los países miembros con mayor cuota de participación económica, traducida automáticamente en fuerza decisoria.

Así, Estados Unidos, aportador del 17,5% de los recursos financieros del FMI, disponía de 371.743 votos, el 17,1% del total. A gran distancia le seguían Japón (6,1% de los votos), Alemania (6,0%), Reino Unido (4,9%), Francia (4,9%), Italia (3,3%) y Arabia Saudí (3,2%). Las ONG, secundadas por gobiernos pequeños, demandaban un procedimiento de designación del director gerente abierto y más democrático, en el que candidatos de cualquier nacionalidad fueran invitados a postularse y el conjunto de los países miembros, un poco al estilo de lo que sucede con la Asamblea General de la ONU, que vota la confirmación del secretario general de la organización propuesto por el Consejo de Seguridad, tuviera la última palabra sobre la persona llamada a ocupar un puesto de tan alta importancia, cerciorándose de que fuera el candidato más idóneo por sus cualificaciones profesionales y su visión no sesgada o parcial de los problemas y necesidades de los países solicitantes de crédito.

El caso era que Köhler se hizo cargo del FMI cuando en los medios de comunicación se hablaba de "crisis" en el llamado consenso de Washington, después de la sucesión de tormentas monetarias y financieras, ligadas al descontrol de los movimientos especulativos, en México (1994-1995), Asia oriental (1997-1998), Rusia (1998), Brasil (1999) y la que ya se cernía sobre Argentina, amén de la articulación del movimiento antiglobalista, dispuesto a respirarles en la nuca a las grandes conferencias económicas intergubernamentales allá donde se celebraran.

La expresión consenso de Washington se refería a la estrecha coordinación entre el FMI y el BM para, a la par que promover la estabilidad del régimen de tipos de cambio flotante existente desde 1973 (cuando la devaluación y la inconvertibilidad del dólar decretados por el Gobierno estadounidense precipitó el abandono del patrón monetario de cambios-oro y el sistema de tipos fijos acordados en Bretton Woods), asegurar la liquidez del sistema monetario internacional, corregir los desequilibrios en las balanzas nacionales de pagos (propiamente el FMI), financiar los programas de desarrollo de los estados (función cardinal del BM), y extender y fortalecer el modelo del capitalismo de mercado, si bien éste era un objetivo no explícito.

Invariablemente, el FMI y el BM condicionaban el otorgamiento de sus préstamos y ayudas a la adopción por los estados en apuros contables de una batería de medidas de ajuste y reforma, a saber: disciplina fiscal y control del gasto público para recortar o suprimir los déficits y obtener presupuestos equilibrados; fijación de la inflación como el parámetro central de la economía, valorándose la salud del sistema en función del índice de precios; preferencia del mercado como el agente regulador de los tipos de cambio monetario y de interés bancario; lanzamiento de programas de desregulación normativa, descongestión administrativa y privatización de empresas de servicios básicos; y liberalización del sector exterior, con apertura de los mercados internos a las importaciones y el desarme arancelario.

El saneamiento de las macromagnitudes y la racionalización del sistema productivo con criterios de eficiencia y competitividad los defendía implícitamente el FMI como los cimientos de un crecimiento económico robusto y el desarrollo de las sociedades, si bien eran legión (antiglobalistas, partidos de izquierda, sindicatos, organizaciones sociales de todo tipo y, por supuesto, los colectivos directamente afectados por los temidos programas de ajuste estructural) quienes denunciaban las recetas fondomonetaristas como socialmente regresivas, generadoras de pobreza en lugar de aliviarla, ponedoras del dogal de la deuda externa y no democráticas en el sentido de que otorgaban a los flujos impersonales de capital libre de controles y a los agentes del mercado un enorme poder para condicionar el curso de todo un país.

Los detractores sociales del FMI le achacaban apatía a la hora de valorar el impacto que sus políticas tenían sobre los niveles de desarrollo humano, democracia y derechos individuales en los países miembros que solicitaban asistencia. Estas voces presentaban las recomendaciones y exhortaciones del FMI a los gobiernos endeudados como aspectos de una "agenda neoliberal" que respondería sobre todo a los intereses de unas élites nacionales e internacionales, o a las necesidades de los países ricos.

Ahora bien, cabe señalar que el FMI estaba lejos de merecer la aprobación universal en los medios economicistas. Por una parte, algunos partidarios del monetarismo y la escuela neoliberal de Chicago y, por la otra, los defensores de la llamada economía de la oferta (supply-side economics, que propugna la liberación de recursos tributarios para favorecer la inversión productiva y mejorar la oferta de bienes) llevaban años quejándose de que la organización mostraba su rostro keynesiano cuando accedía a devaluaciones controladas de moneda con el objeto de relanzar las exportaciones, lo que era visto como inflacionista, o, más frecuente, cuando preceptuaba una política fiscal agresiva, incluso en un momento de anemia económica, con el fin de elevar los ingresos del Estado y corregir el déficit presupuestario.

El FMI que encontraba Köhler no era impermeable a todos los toques de atención, las críticas y las demandas de cambios en su forma de operar. Ya en octubre de 1998 había elaborado el llamado concepto de una nueva arquitectura financiera, que establecía cuatro reglas de oro para afrontar con éxito los problemas de la economía internacional, aplicables por los gobiernos y los organismos multilaterales de crédito, empezando por el propio FMI, a saber: más transparencia en el manejo de los recursos, mayor supervisión de las operaciones financieras, liberalización cautelosa de los movimientos de capital y una colaboración leal entre el sector público y el sector privado.

Posteriormente, el 22 de noviembre de 1999, el FMI puso en marcha el Servicio para el Crecimiento y la Reducción de la Pobreza (PRGF, en su sigla en inglés), dirigido a los Países Pobres Altamente Endeudados (PPAE/HIPC) y que reemplazaba al Servicio Reforzado de Ajuste Estructural (ESAF). El PRGF hacía hincapié en la noción de que no podía disociarse la obligación de los estados de estabilizar sus finanzas de la necesidad de asegurar modelos de crecimiento sostenibles y elevar los estándares de vida de las poblaciones. En añadidura, en los meses inmediatamente anteriores a la asunción de Köhler, el FMI decidió suprimir una serie de mecanismos (Fondos de Estabilización Monetaria, Operaciones de Reducción del Servicio de Deuda, el elemento de contingencia del Servicio Financiero de Compensación y Contingencia) para agilizar y simplificar los procesos de asistencia crediticia. Los créditos del PRGF tenían un interés del 0,5% y eran pagaderos a 10 años.

Köhler tomó el testigo a Michel Camdessus dispuesto a continuar con las reformas moderadas en el modus operandi del FMI, si bien los antiglobalistas entendieron que el cambio de director gerente no alteraba un ápice la filosofía de una organización "de y para ricos". En las Reuniones conjuntas de Primavera del FMI y el BM en 2000, celebradas en Washington del 11 al 17 de abril, el Directorio Ejecutivo decidió crear una oficina independiente para evaluar las actuaciones del FMI, en paralelo a las actividades de evaluación interna y externa ya en curso; mientras, en el exterior, 30.000 activistas intentaban sabotear la conferencia. La 55ª edición de las Reuniones de Otoño, de más nivel que las de Primavera al convocar a la Junta de Gobernadores (integrada por los ministros de Finanzas y o los gobernadores de los bancos centrales de cada país miembro) del FMI y que reciben el nombre de Reuniones Anuales, tuvo lugar en Praga del 19 al 28 de septiembre en similares circunstancias de denuncias por extraños y de insistencias de propios en que se estaba trabajando duro para conciliar macroeconomía y socioeconomía.

Los cuatro años de dirección gerencial de Köhler produjeron un rosario de decisiones que pivotaron sobre cuestiones tales como la transparencia informativa de la institución, la prevención eficaz de las crisis financieras internacionales, la lucha contra la pobreza y la lacra rampante del terrorismo, y lo que él llamó una "aproximación política" al fenómeno de la globalización de los intercambios.

Así, en marzo de 2001 el FMI anunció la creación del Departamento de Mercados de Capital Internacional para reforzar la vigilancia de las turbulencias financieras. En noviembre siguiente, al socaire de medidas de seguridad especiales debido a los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington (que motivaron la cancelación de las Reuniones Anuales), una asamblea restringida adoptó en Ottawa una serie de compromisos para secar las fuentes de financiación del terrorismo internacional y combatir el lavado de capitales procedentes de actividades criminales y otros delitos económicos. Y en abril de 2003, el Comité de Desarrollo aprobó un proyecto conjunto con el BM para supervisar las políticas y acciones emprendidas o requeridas en aras del cumplimiento de los objetivos trazados por la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (CNUCED) y por la reciente Cumbre de la ONU sobre Desarrollo Sostenible en Johannesburgo, principalmente el de reducir a la mitad de aquí a 2015 el número de habitantes del planeta que malviven bajo el umbral de la pobreza.

Por otra parte, Köhler participó en la Reunión Anual de 2002 del Foro Económico Mundial (FEM) o Foro de Davos, celebrada en febrero en Nueva York, y en la 29ª Cumbre del G-8 en Evian, Francia, en junio de 2003, como interlocutor del llamado Diálogo Alargado entre los gobiernos del G-8, Suiza y once países en desarrollo, más el FMI, el BM, la OMC, la UE y la ONU. En octubre de 2003 su alma máter, la Universidad Eberhard Karls, le otorgó una cátedra honorífica.


3. Elección como presidente federal de Alemania

El 4 de marzo de 2004 Köhler presentó la dimisión como director gerente del FMI tan pronto como se le comunicó desde Berlín que era el candidato conjunto de la CDU, la CSU y el FDP para el puesto de presidente federal de Alemania, en sustitución del socialdemócrata Johannes Rau. La elección del noveno jefe de estado de la RFA desde 1949 le correspondía a la Asamblea Federal o Bundesversammlung, colegio electoral formado por los 603 diputados del Bundestag o Cámara baja del Parlamento federal y otros tantos delegados seleccionados por los landtag de los estados, que enviarían a Berlín delegaciones proporcionales a la situación de fuerzas en sus hemiciclos, si bien cierto número de asambleístas regionales iban a ser personalidades públicas sin cargo representativo e incluso ajenas a la profesión política, aunque con adscripción partidista.

La elección de Köhler, bien al primer intento, bien al segundo, era prácticamente segura, ya que los partidos que le patrocinaban reunían la mayoría absoluta merced a la sucesión de derrotas encajadas por el SPD en las elecciones estatales en los últimos años. Claro que al consenso sobre su candidatura no se llegó sino después de zanjar un recio regateo los respectivos cabezas de facción, Angela Merkel por la CDU, Edmund Stoiber por la CSU y Guido Westerwelle por el FDP. Fue Merkel quién convenció de la idoneidad de Köhler al bávaro Stoiber, que había propuesto al ex presidente democristiano Wolfgang Schäuble, y a Westerwelle, que incluso había llegado a reunirse con Schröder con la aparente intención de hacer almoneda con la elección presidencial.

En la mal llamada "campaña de las presidenciales", dada la inexistencia de liturgia preelectoral y de confrontación o propaganda de programas propiamente dichos, Köhler deslizó confidencialmente críticas a Estados Unidos por su "arrogancia" y su incapacidad para "ganar la paz" en Irak. El 23 de mayo, el avezado economista y financiero, aunque poco conocido por el alemán de a pie, fue proclamado presidente en la primera votación del Bundesversammlung con 604 votos, uno por encima de la mayoría absoluta –luego no contó con la preferencia de 18 asambleístas de la tripleta opositora-, frente a los 589 recibidos por la candidata de Schröder y Fischer, Gesine Schwan, catedrática de Ciencias Políticas y rectora de la Universidad Viadrina de Frankfurt del Oder, afiliada al SPD.

El 1 de julio, en su discurso inaugural ante el Bundestag, Köhler se presentó como un patriota alemán que no veía contradicción entre "amar a Alemania" y defender la globalización, siempre que ésta contara con una "dirección política". Expresó su preocupación por las "dificultades económicas", el "dramático envejecimiento de la población" y el "riesgo de crear sociedades paralelas" en las ciudades, afirmó que el país necesitaba "cambiar de mentalidad", estableciendo un "nuevo equilibrio entre la responsabilidad individual y la solidaridad colectiva", y advirtió de la emergencia de "nuevas grietas" en la sociedad alemana. El tono de confianza en el devenir nacional dominó cuando el orador apeló a los jóvenes a desarrollar sus compromisos personales y así convertir a la Alemania del siglo XXI "en un genuino país de ideas", a la vez que en "un país de niños".

Köhler –que se instaló provisionalmente en el Palacio de Charlottenburg mientras duraron, hasta 2005, las obras de renovación en el Palacio de Bellevue, desde 1994 la residencia berlinesa del presidente federal- arrancó su mandato quinquenal al frente de una oficina de naturaleza fundamentalmente ceremonial, institucional y representativa, desprovista de poderes ejecutivos, pero que brindaba a su titular una nada desdeñable proyección en la arena internacional. Además, venía siendo frecuente en los presidentes federales la proyección de una influencia sobre los debates políticos, donde su voz contaba con autoridad moral. El tacto, la circunspección y una tendencia a formular valoraciones generalistas o abstractas conformaban la actitud que los partidos políticos esperaban del presidente federal en la democracia parlamentaria alemana.

Así que cuando en septiembre de 2004 Köhler, en una entrevista concedida al semanario Focus, sostuvo que en la RFA había habido y seguía habiendo "grandes diferencias en las condiciones de vida, tanto del norte al sur como del oeste al este", y que intentar allanarlas echando mano de las subvenciones públicas legaría a las futuras generaciones "una carga de deudas insoportable", se organizó un pequeño alboroto en la que terciaron las reacciones negativas de los partidos principales. Las diversas fuerzas políticas reprocharon al presidente tanto su "resignación" frente al foso socioeconómico que desde la unificación separaba a los alemanes del oeste y del este, como la inoportunidad de sus comentarios en vísperas de las elecciones estatales en Sajonia y Brandeburgo, donde el agudo descontento social hacía pronosticar importantes subidas del voto de los ex comunistas y la extrema derecha (como así fue).

Poco después, el 3 de octubre, dentro de los actos conmemorativos del 14º aniversario de la unificación, el estadista pronunció en Erfurt, capital de Turingia, un primer discurso oficial en el que volvió a referirse al pasado reciente y al presente alemanes con acentos críticos. Según él, los gobernantes del Oeste y el Este –entre los que se incluía él mismo, entonces secretario de Estado- habían actuado rápidamente en 1990 para aprovechar la oportunidad histórica que se les brindaba tras la caída del Muro de Berlín, pero "carecieron del tiempo o de la visión de futuro para estimular, al menos en el Oeste, algunas de las reformas pendientes", se quejó. Como consecuencia, la Alemania de hoy hacía frente a serios problemas estructurales, económicos y sociales, entre los que citó el desempleo, la pérdida de calidad del sistema educativo, el exceso de regulación y burocracia, y la demasía de gastos improductivos. Su conclusión: la necesidad urgente de que "todos los alemanes nos renovemos para asegurarnos un buen futuro".


4. Un jefe del Estado inconformista: discursos críticos y bloqueos legislativos

En marzo de 2005, un mes después de expresar ante el Parlamento israelí en Jerusalén su "vergüenza" por los crímenes del nazismo y de solemnizar el compromiso de la RFA en la lucha contra el antisemitismo al cumplirse el 40º aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos estados, Köhler insistió en romper los moldes protocolarios de su cargo y en leer la cartilla a los actores políticos y económicos sin dejar de invocar la "responsabilidad patriótica" de todos. En una alocución a un foro de la patronal alemana en Berlín, el presidente instó a los partidos del Gobierno, a los de la oposición y a los empresarios a ponerse de acuerdo sobre las reformas estructurales necesarias para dinamizar la estancada producción y crear empleo, lo que a su entender pasaba por abaratar los costes laborales, desmantelar aparatos burocráticos, simplificar el sistema tributario e invertir más en innovación y educación.

El 8 de mayo siguiente, en el discurso presidencial ante el Bundestag con motivo del aniversario de la rendición de Alemania y el término en Europa de la Segunda Guerra Mundial, Köhler tampoco dejo a nadie indiferente al señalar que la mayoría de los alemanes, aquel día, se habían sentido "aliviados" además de "liberados" con la capitulación nazi; la fórmula liberación venía siendo la interpretación oficial de la histórica fecha desde que la acuñara en la década anterior el entonces presidente federal, Richard von Weizsäcker.

El 21 de julio de 2005 Köhler, agotando el plazo legal que tenía para ello, accedió a los deseos de Schröder de disolver el Bundestag y convocar elecciones federales anticipadas. La mudanza institucional se produjo luego de que el canciller, con el pretexto de que necesitaba una mayoría parlamentaria sólida para sacar adelante las reformas pendientes de su Agenda 2010, forzara la conclusión de la legislatura presentando contra su propio Gobierno una moción de confianza que hizo fracasar deliberadamente con el voto abstencionista de parte de los diputados socialdemócratas. La tortuosa maniobra de Schröder suscitó algunas dudas de constitucionalidad, pero el presidente no se hizo eco de las mismas. Los comicios tuvieron lugar el 18 de septiembre y el 22 de noviembre, al cabo de un formidable barullo poselectoral por el virtual empate del SPD y la CDU/CSU, Köhler nombró canciller a la líder democristiana, ya investida por el Bundestag, Merkel, quien se puso al frente de un Gobierno de gran coalición.

En el nuevo curso político, Köhler volvió a generar titulares informativos con acentos de controversia. El 24 de octubre de 2006, haciendo uso de una prerrogativa constitucional raras veces ejercitada desde 1949, el presidente rehusó firmar -y por tanto bloqueó su promulgación- la ley aprobada por el Bundestag que daba luz verde a la privatización al 75% del Deutsche Flugsicherung (DFS), el organismo federal encargado del control del tráfico aéreo civil. Köhler justificó su decisión, que frustraba una operación con la que el Gobierno esperaba embolsar 1.000 millones de euros, alegando que la ley en cuestión vulneraba el artículo 87 de la Ley Básica. Muy poco después, en diciembre, Köhler volvió a aplicar el veto presidencial de hecho, ahora a la Ley de Información del Consumidor. Tal como lo veía él, las autoridades federales no podían obligar a los entes municipales a divulgar información útil a los consumidores recogida por las agencias de seguridad alimentaria; eso sólo lo podían hacer los gobiernos de los länder.

Que el presidente protagonizara en el lapso de dos meses dos bloqueos de esta naturaleza, cuando sus ocho predecesores habían dado ese paso únicamente seis veces en 57 años, causó estupor e irritación por igual en los grupos parlamentarios de la CDU y el SPD, donde se acusó a Köhler de extralimitarse en su mandato y de interferir en las decisiones políticas de la mayoría parlamentaria. Algunos opinaron que Köhler, si no estaba a gusto con algunas leyes, bien podía hacer lo que Rau, quien en estos casos prefería involucrar al Tribunal Constitucional para que librara la batalla jurídica por él. Merkel, sin embargo, se atuvo a una norma de mutuo respeto entre la Cancillería y la Presidencia, y rehusó entrar en la polémica.

En mayo de 2007 Köhler provocó un considerable revuelo al visitar en su prisión al reo de terrorismo Christian Klar, encarcelado desde 1982 por su implicación en varios asesinatos cometidos por la Fracción del Ejército Rojo (RAF), delitos por los que le habían caído cinco cadenas perpetuas. Klar había solicitado el perdón presidencial a Köhler, pero se negaba a colaborar con la justicia para esclarecer los crímenes perpetrados por la extinta organización terrorista y tampoco mostraba arrepentimiento personal. Sometido a fuertes presiones políticas, en particular por los dirigentes de la CSU, Köhler resolvió no otorgarle la gracia a Klar, quien de todas maneras obtuvo la libertad en diciembre de 2008.

En este episodio, Merkel salió a defender los privilegios constitucionales de Köhler, pero ello no le ahorró una nueva andanada de críticas presidenciales a su labor de gobierno, que hacían hincapié una vez más en la necesidad de reformas generadoras de empleo. En mayo de 2008 el semanario Stern se hizo eco de la locuaz sinceridad del mandatario, quien se despachó contra un capitalismo que debía ser algo más que "ganar beneficios"; por ejemplo y sobre todo, debía también "manejar riesgos". En su opinión, si había una lección que podía sacarse de la crisis financiera en curso ésta era que "los mercados financieros globales se han convertido en un monstruo que debe ser sojuzgado"

El 22 de mayo de 2008 Köhler expresó su intención de optar al segundo mandato. Aunque estaba lejos de ser el presidente dócil y acomodaticio deseado por todo gobierno, Köhler obtuvo el respaldo de su partido y de paso el del FDP. La opinión pública seguía considerando al presidente un aliado objetivo de Merkel, y su no reelección sería interpretada como un fuerte revés para la canciller, quien era consciente de la notoriedad y la popularidad ganadas por el estadista a golpe de declaración punzante y de gesto de independencia. El SPD del vicecanciller y ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, en una decisión que puso de manifiesto las tiranteces de la gran coalición, salió a postular de nuevo a Gesine Schwan.

El 23 de mayo de 2009 el democristiano ganó la reelección por otro quinquenio con una mayoría de 613 votos, los mínimos necesarios para evitar la segunda votación, frente a los 503 idos a Schwan y los 91 recabados por Peter Sodann, el candidato presentado por el partido La Izquierda (Die Linke). El 28 de octubre siguiente, como resultado de las elecciones federales del 27 de septiembre, Merkel instaló su segundo Gobierno, ahora de coalición con los liberales de Westerwelle. Köhler, fiel a su estilo exhortatorio, emplazó al nuevo Ejecutivo de centro-derecha a reducir la deuda pública y a enfriar las "irreales expectativas de crecimiento".

A las pocas semanas, el presidente, por tercera vez en tres años, se negó a firmar una norma aprobada por el Bundestag. Esta vez se trataba de la Ley del Impedimento del Acceso (Zugangserschwerungsgesetz), que ponía más difícil el acceso por los usuarios de Internet a páginas web con contenidos de pornografía infantil. Con un razonamiento puramente jurídico, Köhler se hizo eco de las dudas de muchos expertos legales sobre la constitucionalidad de una ley que había sido impulsada por el anterior Gabinete de gran coalición. El nuevo Gobierno, por imposición del vicecanciller Westerwelle, había decidido no aplicar esta norma susceptible de alentar la censura, pero sin la ayuda presidencial no habría podido frenar la promulgación de una ley ya aprobada por el Parlamento. Sin embargo, el 17 de febrero de 2010, Köhler cambió de opinión y estampó su firma a la ley, dejando al Gobierno en una situación comprometida.


5. Inesperada dimisión en el segundo mandato

El 21 de mayo de 2010 Köhler se desplazó por sorpresa a Mazar-i-Sharif, Afganistán, en un viaje concebido para fortalecer la moral de las tropas alemanas destacadas en la misión internacional de seguridad comandada por la OTAN, la ISAF. En los últimos meses, el papel de la Bundeswehr en Afganistán venía alimentando un fogoso debate político en Berlín a causa de los elevados riesgos de la misión, que estaban ocasionándole bajas de combate en los enfrentamientos con los rebeldes talibán, y por su implicación en una serie de muertes de paisanos civiles, los llamados daños colaterales, el más grave de los cuales había sido, en septiembre de 2009, la masacre cerca de la ciudad de Kunduz de varias decenas de personas en el bombardeo por un avión estadounidense en respuesta a una solicitud de un oficial alemán para que se destruyera un objetivo talibán. Esta matanza había provocado en noviembre la dimisión del ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, el democristiano Franz Josef Jung, titular de Defensa en el momento de los hechos y convertido en la cabeza política que Merkel hubo de cortar para aplacar la tormenta política.

Al día siguiente de su arribada al país asiático, 22 de mayo, el presidente germano, en una entrevista a la cadena Deutschland radio, empezó explicando que Alemania se encontraba en Afganistán junto a sus aliados para asegurar su seguridad. Luego añadió: "Pero considero que, en general, vamos camino de comprender, incluso de manera amplia entre la sociedad, que un país de nuestro tamaño, con su orientación hacia el comercio exterior y por lo tanto también dependiente del comercio exterior, tiene que ser consciente de que en ciertos casos, en situaciones de emergencia, la intervención militar es necesaria para proteger nuestros intereses; por ejemplo, para asegurar la libertad de las rutas comerciales, o para prevenir la inestabilidad en toda una región, lo que podría tener un impacto negativo en nuestras oportunidades de salvaguardar puestos de trabajo e ingresos a través del comercio. Todo esto debería discutirse y creo que no lo estamos hacienda demasiado mal", añadió el entrevistado.

Al insinuar que el despliegue de 4.300 soldados alemanes en Afganistán obedecía a intereses económicos más que a razones oficiales de seguridad nacional –impedir que Afganistán cayera de nuevo en manos de los extremistas talibán y se convirtiera en base de operaciones de organizaciones terroristas islámicas que, como Al Qaeda, eran capaces de atentar contra Alemania-, Köhler desató una fenomenal polémica nacional.

El SPD en la oposición le criticó duramente, acusándole de haber "dañado el consenso sobre las misiones de la Bundeswehr en el exterior". La Izquierda aprovechó el aparente desliz verbal del jefe del Estado para replantear la cuestión de la constitucionalidad de la misión afgana, cuya impopularidad crecía de día en día. Merkel guardó silencio y el ministro de Defensa, el socialcristiano Karl-Theodor zu Guttenberg, se distanció ostensiblemente de las declaraciones. Köhler, a través de un portavoz, intentó asentar la polvareda asegurando que cuando hablaba de proteger las rutas comerciales se refería a mandatos como la Operación Atalanta, con la que la UE defiende sus barcos de los ataques de los piratas somalíes en las costas del Cuerno de África, pero fue en vano.

Como consecuencia, el 31 de mayo, Köhler, en una improvisada y emocional comparecencia ante los periodistas en el Palacio de Bellevue y flanqueado por su esposa Eva Luise, anunciaba su dimisión inmediata e irrevocable, "lamentando" de paso que sus declaraciones del día 22 hubieran "dado lugar a malentendidos". La canciller Merkel, informada por el dimisionario de su decisión vía telefónica justo antes del anuncio público, confesó su sorpresa y su pesar por la marcha de un presidente que se había "ganado los corazones de la gente".

Entre los medios políticos y periodísticos predominaron las valoraciones críticas, en el sentido de que Köhler había "sobrerreaccionado" y se había dejado vencer por la susceptibilidad y las emociones, lo que no sería propio de un estadista. El diario liberal-conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung describió a Köhler como una "figura trágica" que había fracasado en su intento de ampliar las dimensiones de su cargo, llevándolo más allá de su estrecho marco formal, a pesar de su gran aceptación popular. Para el tabloide sensacionalista Bild, la dimisión era un acto "irresponsable", mientras que el centroizquierdista Süddeutsche Zeitung destacó que nunca antes alguien había causado tanto daño a la oficina de la Presidencia, donde todos los titulares anteriores habían concluido sus mandatos sin novedad, simplemente porque Köhler "se había sentido insultado". Más indulgente fue el conservador Die Welt: "Quiso ser el presidente de todos los alemanes, en cuerpo y alma. Pero al final debió darse cuenta de que estaba sentado en el lugar incorrecto".

Era, por tanto, la primera vez que se aplicaba el artículo 57 de la Ley Básica, que faculta al presidente rotatorio del Bundesrat, ahora mismo el socialdemócrata Jens Böhrnsen, alcalde de la ciudad-estado de Bremen, a desempeñar las funciones del presidente federal en caso de vacancia prematura. Böhrnsen iba a fungir como presidente en funciones hasta la elección de un nuevo titular en el plazo de 30 días.

Horst Köhler es miembro de la Iglesia Evangélica en Alemania y desde 1969 está casado con Eva Luise Köhler, apellidada de soltera Bohnet, una profesora de Lengua Alemana y antigua militante del SPD. El matrimonio tiene dos hijos treintañeros, Ulrike y Jochen. La hija mayor es ciega desde la infancia, cuando perdió la visión a causa de una retinitis pigmentosa.

(Cobertura informativa hasta 15/6/2010)