Hasina Wajed
Primera ministra (1996-2001, 2009-2024)
La arrolladora victoria electoral de su partido de centroizquierda, la Liga Awami, devolvió en enero de 2009 a la jefatura del Gobierno de Bangladesh a la jequesa Hasina Wajed, hija del asesinado padre de la independencia nacional, Mujibur Rahman. En las urnas se impuso a la begum Khaleda Zia, líder del conservador Partido Nacionalista, viuda de otro presidente asesinado y cabeza de una dinastía política rival cuya mutua animosidad desde 1991, cuando las dos empezaron a alternarse en el poder, escribió un funesto historial de huelgas indiscriminadas, violencia callejera y abundantes pérdidas humanas y económicas. Ahora, finalizado el período de emergencia declarado por un Gobierno provisional con sostén militar que intentó desterrarla de la vida política y del país, Hasina personaliza la normalización democrática con las promesas de superar la era de confrontación partidista y de concentrar sus esfuerzos en luchar contra la pobreza, la corrupción y el terrorismo islamista.
Nota de actualización: esta biografía fue publicada el 18/2/2009. Tras su triunfo en las elecciones generales del 29/12/2008, el partido de la jequesa Hasina Wajed, la BAL, fue declarado vencedor de las elecciones generales del 5/1/2014 con el 72,1% de los votos y una mayoría absoluta de 234 escaños. Los comicios tuvieron lugar en un escenario de violencia política y persecución revanchista de la oposición; la principal formación opositora, el BJD, practicó el boicot tras la detención y arresto de su líder, Khaleda Zia. La Gran Alianza de la BAL volvió a ganar las elecciones del 30/12/2018 (257 escaños) y el 7/1/2024 (224 escaños), estas últimas con el boicot nuevamente del BJD. Dichos procesos electorales fueron ampliamente considerados fraudulentos, no libres y no democráticos.
Los gobiernos segundo, tercero, cuarto y quinto de Hasina Wajed estuvieron caracterizados por el crecimiento económico fuerte (basado en la industria textil de manufactura intensiva volcada a la exportación) aunque profundamente desequilibrado, una mejora sustancial de los estándares de desarrollo humano de la población, los elevados niveles de corrupción, las buenas relaciones con las principales potencias internacionales y el endurecimiento de la actitud autoritaria y represiva de la primera ministra, devenida una dictadora de facto y responsable de violaciones masivas de los derechos humanos.
En 2022 comenzó un ciclo de grandes protestas populares con reclamaciones sociales y económicas a las que el régimen autocrático de la jequesa Hasina respondió con brutalidad policial. En 6/2024 las protestas tomaron un cariz más político por las reclamaciones de democracia y el rechazo, sobre todo por parte de los estudiantes universitarios, a la restitución del sistema de cuotas laborales en el sector público, que concedía una prioridad no meritocrática a los blangladeshíes descendientes de los combatientes en la guerra de independencia nacional (1971). Las autoridades reprimieron las manifestaciones con extrema violencia, provocando cientos de muertos.
El gesto de Hasina de ofrecer diálogo no aplacó a los manifestantes, que el 4/8/2024 lanzaron una movilización multitudinaria en Dhaka para forzar la caída de la primera ministra. En la jornada siguiente, Hasina, desvalida por el Ejército, presentó la dimisión y huyó a India, mientras los manifestantes asaltaban su residencia oficial. El 6/8 el presidente ceremonial de la República, Mohammad Shahabuddin Chuppu, miembro de la BAL, disolvió el Parlamento y un día más tarde nombró asesor jefe, puesto equivalente a un primer ministro provisional, al Premio Nobel de la Paz Mohammad Yunus.
Huérfana y heredera política del padre de la independencia de Bangladesh
Hija mayor del padre de la independencia del Bangladesh, Bangabandhu, el jeque (Sheikh) Mujibur Rahman, del que heredaría el segundo de sus títulos, Hasina inició sus estudios en Dhaka en las escuelas femeninas Nari Shikkha Mandir y Eden College de Azimpur. Tras superar el examen de secundaria en 1965 pasó a un centro preuniversitario, donde se destacó como representante estudiantil, antes de ingresar en la Universidad de la capital, por la que se graduó en 1973.
En el cambio de década comenzó sus actividades políticas como dirigente de la sección estudiantil de la Liga Popular de Bangladesh (Bangladesh Awami League, BAL), el partido izquierdista fundado por su padre y que, como fuerza predominante en el escenario de soberanía nacional abierto por la secesión violenta de Pakistán en 1971, presentaba un marcado ideario nacionalista, socialista y laico, si bien terminó cayendo en el autoritarismo y en la intolerancia con la oposición.
En 1968, con 20 años, la joven contrajo matrimonio con el renombrado científico nuclear M. A. Wajed Miah, del que tomó su apellido de casada y con el que durante unos años vivió en Alemania. La pareja tuvo a su primogénito, Sajeeb, en julio de 1971, en plena guerra de liberación nacional contra el Ejército pakistaní, la cual ella pasó en situación de arresto domiciliario mientras su padre el jeque padecía prisión en Pakistán Occidental; tras el triunfo de la causa independentista en diciembre de 1971 gracias a la intervención militar de India, el niño recibió de sus padres el sobrenombre de Joy, victoria en el idioma local. Más tarde nacería una niña, Saima.
El 15 de agosto de 1975, mientras se encontraba en el país europeo realizando una misión de relaciones públicas en compañía de su hermana Rehana, Hasina sufrió la tragedia del asesinato de su padre, su madre, la begum Fazilatnesa, sus tres hermanos —uno de ellos con sólo 10 años— y dos cuñadas durante un golpe de Estado dirigido por oficiales del Ejército. El magnicidio se produjo poco después de endurecer Mujibur su régimen erigiéndose en presidente de la República Popular con supremos poderes y decretando el partido único, medidas que exacerbaron las acusaciones de autocracia, arbitrariedad, mal gobierno y corrupción en su contra.
Tras la confusa matanza, perpetrada en la residencia que la familia tenía en los suburbios de Dhaka y a la que los militares rebeldes habían acudido supuestamente sólo con unas órdenes de arresto, tomó las riendas del poder una alianza cívico-militar de talante conservador, proislámico y antiindio que, entre otras disposiciones, prohibió a las hermanas Rahman retornar a Bangladesh.
Hasina inició su forzado exilio en el Reino Unido y más tarde se trasladó a India, acogida a la protección de la primera ministra Indira Gandhi, gran amiga de su malogrado padre. A comienzos de 1981 continuaba en el país vecino junto con su esposo e hijos cuando la BAL, que de mal talante se había sumado al proceso de normalización constitucional abierto en Bangladesh tras las grandes perturbaciones del año 1975, la eligió su presidenta. El 17 de mayo de ese año aterrizó en Dakha en olor de multitudes para encabezar la oposición al régimen autoritario del general Ziaur Rahman, posible cerebro del golpe de agosto de 1975, luego administrador jefe de la ley marcial y desde 1977 presidente de la República.
Trece días después de poner término Hasina a su exilio de seis años, Ziaur sumó su nombre a la lista de magnicidios del joven Estado asiático al ser asesinado en una intentona golpista. El 15 de noviembre del mismo 1981 tuvieron lugar unas elecciones presidenciales que la jefa opositora boicoteó al considerarlas amañadas. Durante la dictadura del general Hossain Mohammad Ershad, aupado al poder en el golpe de marzo de 1982, Hasina sufrió diversos períodos de arresto domiciliario por sus actividades antigubernamentales: en febrero de 1983, en diciembre de 1983, entre febrero y marzo de 1984, de marzo a mayo de 1985 y, por quinta vez, de noviembre a diciembre de 1987.
La BAL, que desde septiembre de 1983 auspiciaba un Movimiento por la Restauración de la Democracia (MRD) integrado por una veintena de formaciones representativas de todos los sectores del espectro político y con una estrategia de manifestaciones, huelgas generales (hartal) y otras formas de desobediencia civil, participó en las elecciones legislativas del 7 de mayo de 1986, en las que obtuvo 73 escaños y quedó en un distante segundo puesto tras el Partido Nacional (Jatiya Dal) de Ershad. Pero se sumó al boicot general de la oposición en las presidenciales del 15 de octubre del mismo año, que confirmaron a Ershad en el poder, así como en las nuevas legislativas del 3 de marzo de 1988.
Ershad dimitió el 4 de diciembre de 1990 bajo la formidable presión de la coalición opositora y la jequesa se dispuso a jugar un papel de primacía en el nuevo curso político. Comenzó entonces una dura pugna con la otra jefa de la oposición, la begum Khaleda Zia, cabeza del conservador Partido Nacionalista de Bangladesh (Bangladesh Jatiyatabadi Dal, BJD) y viuda de Ziaur Rahman.
Desde planteamientos ideológicos muy diferentes, Hasina había colaborado con ella en el seno del MRD para echar a Ershad del poder, pero ahora las desconfianzas y los resentimientos mutuos afloraron sin tapujos: el marido de la viuda había sido el principal beneficiario del asesinato del padre de la huérfana, en tanto que la primera podía percibir que la animosidad de la segunda contra Ershad se quedaba corta al no tener Hasina, a diferencia de ella, motivos puramente personales para oponérsele, ya que el BJD siempre albergó la sospecha de que tras el asesinato de Ziaur en la enésima sublevación militar se escondió el autor del golpe de 1982.
En la campaña de las elecciones legislativas del 27 de febrero de 1991, organizadas por el Gobierno provisional dirigido por el presidente en funciones Shahabuddin Ahmed y que debían asentar la democracia parlamentaria en el país, ambas dirigentes reivindicaron con exclusividad la restauración de los modelos institucionales contrapuestos impulsados por el padre y el marido violentamente fallecidos, para lo que recurrieron a argumentos de legitimidad histórica y a las descalificaciones personales.
Esta dialéctica sañuda, muy centrada en las filiaciones familiares de las líderes, pero no menos azuzada por las grandes diferencias entre los programas de sus partidos, iba a impregnar la turbulenta vida parlamentaria bangladeshí en la década siguiente. Por el momento, en los comicios que alumbraron la primera institucionalidad democrática convincente en la historia del país, la BAL resultó perdedora con el 28% de los votos y 92 escaños sobre 300 a manos del BJD. Zia ganó el primer turno de Gobierno y Hasina, no sin denunciar pucherazo electoral y amagar con dimitir al frente del partido, hubo de conformarse con el escaño de diputada por su distrito solariego de Gopalganj.
La mutua animadversión entre la jequesa y la begum revivió con fuerza en el nuevo contexto democrático. En los años siguientes, Hasina, que representaba la defensa del sistema parlamentario, la concepción laica del Estado, una aproximación progresista a los problemas sociales y económicos y el esclarecimiento de los sucesos de 1975, capitalizó el descontento de amplios sectores de la población por la política económica liberal y los intentos de islamización de la sociedad practicados por el Gobierno de Zia.
La BAL fue la principal atizadora de las huelgas y manifestaciones que desde 1994 tuvieron al país prácticamente paralizado. Hasina, al igual que otros jefes opositores, boicoteó las elecciones del 15 de febrero de 1996 tras rechazar su enemiga las exigencias de dimisión del Gobierno y su sustitución por otro provisional y neutral encargado de organizar las votaciones. Libre de competidores en las urnas, el partido en el poder cosechó una avasalladora mayoría en la Jatiyo Sangshad o Asamblea Nacional, resultado que desencadenó violentísimos disturbios. Hasina insistió en no reconocer al Parlamento electo y llamó a la huelga general. Los actos de violencia sin precedentes que devastaron Chittagong y otras ciudades forzaron a Zia, el 30 de marzo, a renunciar en favor de un Gobierno provisional, encabezado por el magistrado jefe saliente del Tribunal Supremo, Mohammad Habibur Rahman, y a convocar nuevas elecciones.
Triunfo electoral de la Liga Awami y primer período de Gobierno
En los segundos comicios de 1996, celebrados el 12 y el 17 de junio, la BAL conquistó una mayoría de 146 escaños —a los que luego se sumaron 27 de los 30 puestos reservados a mujeres— con el 33,9% de los votos frente a los 116 escaños sacados por el BJD. El 23 de junio Hasina juró como primera ministra de un Gobierno apoyado por el Jatiya Dal, el partido derechista del ex presidente Ershad, que, con sus 32 escaños, robusteció la mayoría absoluta parlamentaria del oficialismo y cuyo jefe, como gratificación, iba a ser amnistiado y excarcelado en enero de 1997. Los observadores internacionales certificaron que, a diferencia de lo sucedido en febrero, las elecciones de junio de 1996 se desarrollaron con limpieza.
Hasina se convirtió así en la segunda mujer de la historia en recibir el poder político por vías democráticas de otra mujer; el precedente se había producido dos años antes en la vecina Sri Lanka, entre Chandrika Kumaratunga y su madre Sirimavo Bandaranaike, con el doble salvedad de que entonces se trató de una transferencia directa, sin mediación de un gobierno interino, y entre miembros del mismo partido. La flamante primera ministra se hizo cargo también de los ministerios de Defensa, Medio Ambiente y Recursos Forestales, Trabajo, Aviación Civil y Turismo, y Planificación, Información y Textiles, lo que reafirmó su posición dominante en un sistema republicano revisado donde el presidente y jefe del Estado disponía ahora de unas atribuciones sólo ceremoniales.
La primera ejecutoria de Hasina se caracterizó por sus esfuerzos para asentar un crecimiento económico sostenido, tarea tremendamente complicada en un país superpoblado (con 127 millones de habitantes registraba, exceptuando los microestados, la densidad demográfica más elevada del mundo), con serios déficits humanos y sacudido periódicamente por inundaciones catastróficas: apenas elevado una decena de metros sobre el nivel del mar la mayor parte de su territorio, un vasto delta fluvial, Bangladesh es particularmente vulnerable a los anegamientos, cuyo poder destructivo se multiplica cuando la temporada del monzón se combina con la llegada de ciclones tropicales desde el océano Índico.
En octubre de 1998, tras el paso del último ciclón en el mes de mayo, el Gobierno solicitó y consiguió del FMI un préstamo de emergencia para costear las labores de reconstrucción. Para este objetivo, Hasina confió en la capacidad exportadora del sector textil, punta de lanza de los esfuerzos de industrialización, por lo que se mostró muy activa en la promoción de iniciativas de cooperación con los países ribereños del golfo de Bengala y los vecinos de la península indostánica, siendo la más prometedora el área de libre comercio que la Asociación de Asia del Sur para la Cooperación Regional (SAARC, integrada además por India, Pakistán, Sri Lanka, Nepal, Maldivas y Bután) planeaba inaugurar en 2001; sin embargo, esta Área de Libre Comercio de Asia del Sur (SAFTA) no iba a empezar a articularse, con considerable retraso, hasta 2006.
Además, Bangladesh, país extraordinariamente fértil gracias a su suelo aluvial —el reverso positivo de la superabundancia hídrica— registró esos años una serie de buenas cosechas que prácticamente aseguraron su autosuficiencia alimentaria, mérito más que notable ante tanta precariedad climatológica y con una población tan abultada. Pero, no obstante el despegue económico y la contenida inflación, Bangladesh repitió puntualmente su registro anual como el país de Asia con el Índice de Desarrollo Humano más bajo, de acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Una de las situaciones más alarmantes detectadas por los estudios era el consumo por unos 20 millones de bangladeshíes de aguas con altas dosis de arsénico, extraídas de un sistema de pozos construidos con la ayuda de UNICEF para evitar, precisamente, el consumo de aguas contaminadas por las inundaciones.
Hasina aplicó una política económica liberal no muy diferente de la practicada por su predecesora, si acaso más ordenada y menos identificada con las prácticas ilícitas, (si bien la organización Transparency International siguió situando a Bangladesh entre los países más corruptos del mundo), con el objetivo central de atraer las inversiones productivas y los vitales créditos al desarrollo. Las reformas financieras, administrativas y estructurales fueron consideradas, no obstante, insuficientes por los agentes internacionales.
Las dinámicas de remoción de tensiones incluyeron tratados bilaterales con India, como el que delimitó la frontera en el delta del Ganges, y una acción positiva para distender el ambiente regional tras la escalada de pruebas nucleares indias y pakistaníes de mayo de 1998, y decisiones de índole interna, como el acuerdo de paz suscrito en diciembre de 1997 con los separatistas jhum de los Chittagong Hill Tracts (estas guerrillas tribales entregaron las armas al Gobierno el 10 de febrero de 1998 después de 25 años de insurgencia), y la abrogación parlamentaria en noviembre de 1996 de la ley que confería inmunidad a los asesinos confesos de Mujibur Rahman; en consecuencia, los procesos, conducidos por un tribunal civil de Dhaka, comenzaron en marzo de 1997 y en noviembre de 1998 concluyeron con la condena a muerte de 15 antiguos oficiales del Ejército, 12 de ellos in absentia, si bien la aplicación de la sentencia a los reos no prófugos quedó en suspenso al iniciar éstos un proceso de apelación.
Este proceso de justicia histórica, empero, aceleró el final del corto período de gracia que el BJD le había concedido a la BAL. Así, desde comienzos de 1997, recurriendo a la misma táctica de desgaste mediante algaradas callejeras, huelgas indiscriminadas y boicot parlamentario que le había derribado a ella, Zia acusó a Hasina de dirigir un gobierno corrupto, ineficiente, antidemocrático y sumiso a India; en otras palabras, las mismas imputaciones que los golpistas de 1975 formularon contra el padre.
Un memorándum de entendimiento hizo retornar a los diputados del BJD a sus escaños en la Sangshad el 9 de marzo de 1998, poniendo fin a ocho meses de boicot parlamentario, pero el 12 de abril siguiente Zia regresó a la confrontación con el pretexto de que le resultaban inaceptables algunos aspectos legales del acuerdo de paz con los insurgentes de los Chittagong Hill Tracts. Los problemas de gobernabilidad para la primera ministra se incrementaron en diciembre de 1998 cuando el Jatiya Dal se pasó al bando opositor.
Aunque las censuras a su Gobierno provinieron también del exterior (según Amnistía Internacional, aun constatando mejoras, siguieron produciéndose violaciones significativas de los Derechos Humanos, como los casos de ejecuciones extrajudiciales por elementos policiales), en este ámbito se hizo notar un apoyo a Hasina en eventos como la concesión del Premio Félix Houphouët-Boigny de la Unesco en 1999 o la visita de Bill Clinton en marzo de 2000, primera de un presidente de Estados Unidos a Bangladesh.
La presencia en Dhaka de Clinton, quien alabó la sobresaliente implicación de Bangladesh en los esfuerzos multilaterales en pro de la paz y la seguridad, como atestiguaban su generoso aporte de cascos azules a las misiones la ONU —era el tercer Estado miembro que más contribuía— y su ratificación, días antes de arribar el alto huésped, del Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares (CTBT) —una adhesión importantísima para la vigencia del tratado, ya que Bangladesh, al poseer reservas mineras de uranio, pertenecía al grupo de 44 países con teórica capacidad nuclear, y el Anexo 2 del mismo requería la ratificación por 13 de estos países para la entrada en vigor del instrumento—, y que presentó a sus anfitriones como "ejemplo de democracia musulmana moderada", se enmarcó en la participación de empresas de Estados Unidos en unas extracciones preliminares de gas en tierra y en mar.
Sondeadas desde 1996, estas reservas se estaban revelando de enorme magnitud y constituían en potencia una fuente de ingresos tan importante que el Gobierno, cortejado por las compañías occidentales de cara a las licitaciones, dudó entre destinar el gas a la exportación, a través de una red de oleoductos aún por construir, o aprovecharlo para levantar industrias subsidiarias que favoreciesen del deseado desarrollo. Finalmente, se decantó por la segunda opción.
Con arreglo a la estipulación constitucional, introducida en la Carta Magna en 1996, de la formación de un gabinete técnico neutral en la transición entre legislaturas, el 15 de julio de 2001 Hasina entregó el Gobierno a un magistrado apolítico, el ex juez supremo Latifur Rahman, que dirigiría provisionalmente el Ejecutivo en calidad de "asesor principal", hasta la celebración de las elecciones legislativas el 1 de octubre. El de Hasina fue, por tanto, el primer gobierno que completó una legislatura democrática en la historia de Bangladesh.
La transferencia de poderes tuvo lugar en un clima político enrarecido por una serie de sangrientos atentados con bomba contra personas y bienes de la BAL. Hasina, que aspiraba a la reelección, acusó al BJD y sus aliados islamistas de pretender desestabilizar la campaña en ciernes, la cual iba a estar sembrada de las habituales actividades criminales del pistolerismo sectario practicado por grupos armados partidistas, y se acogió al dispositivo de protección especial aprobado por la Sangshad para ella y su hermana con carácter vitalicio y que estaba regulado por un marco jurídico de nombre expreso, la Ley para la Seguridad de los Familiares del Padre de la Nación. Hasina tenía un genuino temor a ser muerta a manos de los mismos autores intelectuales del exterminio de sus familiares en 1975.
Por otro lado, en los últimos meses se habían deteriorado enormemente las relaciones con Pakistán, a raíz de la crítica implícita a la férula militar implantada por el general Pervez Musharraf en el país del que había emergido, que la primera ministra formuló en septiembre de 2000 en la Asamblea General de la ONU, y luego al calor de una amarga controversia sobre el número de víctimas que produjo la guerra de independencia de 1971: sólo 26.000, según un diplomático de Islamabad, quien fue expulsado por realizar esta afirmación, contra casi tres millones, según las autoridades de Dhaka. El Gobierno bangladeshí exigió una disculpa formal por los crímenes cometidos entonces por el Ejército pakistaní y las milicias islamistas antiindependentistas, que a su entender alcanzaron proporciones de genocidio.
Por si fuera poco, las simpatías proindias de Hasina y los acuerdos de delimitación de fronteras fueron seriamente puestos en entredicho en abril de 2001 por unas graves escaramuzas entre los ejércitos bangladeshí e indio en las áreas lindantes con los estados de Assam y Tripura, que dejaron una veintena de muertos, llevándose la peor parte las tropas del país vecino. Hasta las elecciones, el Gobierno de la BAL sufrió otro baldón: Transparency International, en su último informe, colocó a Bangladesh en la infamante última posición de su índice de percepción de corrupción, es decir, lo consideraba el país más corrupto de los 91 analizados.
En la campaña electoral, la jequesa declaró que necesitaba un segundo mandato para llevar a cabo sus proyectos de desarrollo y prosperidad, hasta convertir Bangladesh en un país libre de pobreza y confiado en su porvenir, y para tal fin ofreció formar un gobierno de amplio consenso. El manifiesto de los populares contenía medidas políticas concretas para fortalecer la democracia nacional, como la dotación de más atribuciones a la Sangshad, el nombramiento de un ombudsman, y la creación de sendas comisiones independientes para monitorizar la situación de la corrupción y los Derechos Humanos.
En el capítulo social, Hasina prometió en la siguiente legislatura hacer gratuita la educación primaria, llevar la electricidad a todos los núcleos habitados del país y levantar centros de salud por cada 6.000 habitantes, planteamientos cuando menos ambiciosos en un país donde sólo un habitante de cada cinco tenía acceso a la red eléctrica, el 43% de la población no era atendido por un ningún servicio sanitario y existía un médico por cada 13.000 habitantes. Sobre el tema crucial de la explotación gasífera, la política reiteró su rechazo a las exportaciones del hidrocarburo a corto o medio plazo en tanto no se subviniese la demanda interna de energía.
Sin embargo, los comicios del 1 de octubre de 2001, lastrados por los inextinguibles episodios de violencia, con un saldo de seis muertos y 300 heridos (que engordó la cuenta luctuosa hasta los 157 muertos y los 2.500 heridos desde la asunción del Gobierno provisional en julio), decidieron un drástico cambio de mando y un nuevo curso en el sistema de turnos de gobierno que empezaba a ser característico de la particular democracia bangladeshí. La BAL sufrió un estrepitoso desplome, hasta los 63 escaños, y el BJD y sus tres asociados islamistas se adjudicaron una abultada mayoría absoluta de 215 diputados. El sistema electoral bangladeshí, mayoritario de circunscripciones uninominales, enmascaraba el verdadero nivel de apoyos de cada lista, ya que el partido gobernante, en realidad, con el 40% de los votos, había mejorado notablemente su rendimiento de cinco años atrás, siendo superado por el BJD por tan sólo un punto porcentual largo.
Wajed, que se aseguro su presencia en la Sangshad gracias a la victoria personal en dos circunscripciones, encajó mal la inesperada debacle en el reparto de escaños y reaccionó con beligerancia. La todavía primera ministra acuso al Gobierno provisional de parcialidad favorable al BJD, impugnó los resultados por supuesto fraude y, pese a certificar la Comisión Electoral y los observadores internacionales la limpieza de la consulta y la victoria inapelable de los nacionalistas —más allá de ciertas irregularidades en algunas circunscripciones—, amenazó con desatar una campaña nacional de protestas y con boicotear el Parlamento electo hasta que no se convocaran nuevas elecciones. La segunda amenaza fue materializada tan pronto como la Cámara se constituyó. Esta actitud desafiante cuestionó crudamente sus exhortaciones a la reconciliación pregonadas en la víspera, cuando Hasina se comprometió a desterrar las prácticas de sabotaje político fuera de las instituciones, y presagió una nueva etapa de la crónica disfunción parlamentaria.
El 10 de octubre de 2001 Zia tomó posesión en este panorama de aguas turbulentas, de cuya agitación no eran ajenos sus aliados islamistas. Es más, éstos salieron a la calle para solidarizarse con el terrorista árabe Osama bin Laden, responsable de los ataques terroristas del 11 de septiembre, y para condenar la campaña militar de Estados Unidos contra el régimen talibán afgano. Precisamente, la colaboración anunciada por el Gobierno provisional de Latifur Rahman con la coalición internacional antiterrorista liderada por Estados Unidos, ofreciendo espacio aéreo y facilidades logísticas, había enfurecido a unos sectores integristas que tras unos años de reflujo se sintieron súbitamente vindicados.
Nuevo pulso político con Khaleda Zia desde la oposición
Incapaces siquiera de ponerse a dialogar en aras de un acuerdo nacional básico, que el país necesitaba urgentemente para no ver comprometidas sus posibilidades de desarrollo económico y, más importante, para evitar más muertes por venganzas políticas, Hasina y Zia no tardaron en enzarzarse en otra batalla personal, arrastrando a un porvenir más que sombrío a sus huestes partidistas y al conjunto de la nación.
El primer golpe lo descargó la nuevamente primera ministra semanas después de su asunción al aprobar el Gobierno un decreto ley por el que declaraba nula y sin efecto la Ley para la Seguridad de los Familiares del Padre de la Nación. La líder opositora puso el grito en el cielo por una decisión del Ejecutivo que, a sus ojos, era poco más o menos que una invitación a que la asesinaran. En marzo de 2002 Hasina acusó al oficialismo de practicar el sectarismo islámico y de perseguir a la minoría hindú —cantera de votos tradicional de la BAL—, y amenazó con la dimisión en bloque de los diputados de su partido, lo que obligaría a celebrar unas elecciones parciales. El acto que desató su indignación fue la retirada del retrato de su padre de la Sangshad. En respuesta, el Gobierno, a través de la fiscalía, le abrió una serie de cargos por presunta corrupción.
En septiembre de 2002 Hasina se lanzó a la desestabilización sin ambages del Gobierno acogotándolo con una huelga general. Ese mismo mes, la elección como presidente de la República del emérito profesor de agronomía y funcionario Iajuddin Ahmed brindó otro motivo para la bronca política, ya que Hasina refutó el perfil apartidista del nuevo jefe del Estado, al que descalificó como un hombre próximo al BJD. Ahmed sustituía a A. Q. M. Badruddoza Chowdhury, forzado a dimitir por Zia tras rehusar rendir homenaje a Ziaur Rahman en un acto público, actitud que había merecido el elogio de Hasina; Chowdhury, en realidad, se había negado a verse arrastrado al forcejeo particular de las herederas de dos dinastías políticas que se disputaban la primacía en la memoria y la legitimidad históricas para sus respectivos deudos asesinados.
Las hostilidades se prolongaron a lo largo de 2003, con nuevos cruces de imputaciones de corrupción, que obligaron a Hasina a testificar ante los jueces y a pagar fianzas para eludir la prisión preventiva, y, desde el otro lado, de agitaciones huelguísticas. El movimiento antigubernamental se puso en marcha y el secretario general de los populares, Abdul Jalil, se permitió pronosticar la caída de Zia antes del 30 de abril de 2004. El Gobierno replicó con redadas masivas de militantes de la BAL.
En 2004 Hasina no consiguió expulsar del poder a su archienemiga y, al contrario, experimentó crudamente la asechanza criminal de un rampante terrorismo de oscuras filiaciones islamistas que la puso en el punto de mira junto con la plana mayor de su partido. En mayo, unos anónimos pistoleros acabaron con la vida del parlamentario Ahsanullah Master. El 7 de agosto, un atentado con coche bomba mató al dirigente local Ibrahim Ali en la ciudad de Sylhet, acción que Hasina atribuyó a "terroristas patrocinados por las más altas instancias del Gobierno".
Para repudiar este ataque, la jequesa convocó un acto de masas en Dhaka para el 21 de agosto. Ese día, cuando la líder arengaba a 20.000 manifestantes congregados frente al cuartel general del partido en la capital, el mitin fue atacado con granadas, pudiéndose escuchar una docena de explosiones; Hasina fue evacuada a toda prisa por sus escoltas y la precipitada comitiva recibió varios disparos de armas automáticas antes de conseguir ponerse a salvo. Ella escapó ilesa (más tarde iban a presentársele problemas auditivos y de visión, así como hipertensión arterial, por efecto de onda expansiva), pero 22 de sus seguidores resultaron muertos, entre ellos Ivy Rahman, secretaria de Asuntos de la Mujer del partido y esposa del antiguo secretario general Mohammad Zillur Rahman, la cual falleció horas más tarde en el hospital tras destrozarle las piernas una de las deflagraciones. Los heridos superaron los 300.
A la ola de disturbios desatada inmediatamente después del atentado en distintos puntos del país le siguió el llamamiento a la huelga general realizado por Hasina, que volvió a dirigir su dedo acusador al Gobierno y despreció la apelación de Zia a resistir juntas "semejantes actos de cobardía y subversión". 2004 terminó con 22 convocatorias de hartal contra el Gobierno, que recibió varios toques de atención desde el extranjero por su aparente ineptitud en la investigación de unos atentados altamente políticos mantenidos en la impunidad. El 27 de enero de 2005 un nuevo ataque con granadas mató en Sylhet a Shah Abu Mohammad Shamsul Kibria, ex funcionario de la ONU, ministro de Finanzas en el Gobierno de Hasina y uno de los más respetados dirigentes de la BAL, quien perdió la vida junto con otras cuatro personas. Encolerizados, sus conmilitones convocaron huelgas generales en cadena acompañadas de su habitual cohorte de disturbios, tiroteos y destrucción de bienes.
Para empeorar la situación, arreciaba la ofensiva terrorista contra instancias del Estado, representantes de la sociedad secular y las ONG por parte de las organizaciones islamistas fundamentalistas Jamaat-ul-Mujahideen Bangladesh (JMB), Jagrata Muslim Janata Bangladesh (JMJB) y Harkat-ul-Jihad-al-Islami (HuJI), que el Gobierno de Zia vinculó a Al Qaeda y los talibanes antes de declararlas proscritas y objeto de persecución policial.
Aunque sospechosos, no estaba mínimamente clara la implicación de cualquiera de estos grupos en los atentados contra Hasina, Master, Ali y Kibria. Para la BAL, los autores debían ser buscados en sectores extremistas del BJD y su principal aliado islamista comprometido con el sistema parlamentario, el Bangladesh Jamaat-e-Islami (BJI, antes llamado Jamaat-e-Islami Bangladesh), partido muy odiado por los populares por haberse opuesto en 1971 al movimiento de liberación nacional y estar involucrado en las atrocidades cometidas entonces contra los Mukti Bahini (luchadores por la libertad) y la población civil bengalí.
Intervención del presidente Ahmed y persecución judicial
En 2006, el principal caballo de batalla de Hasina fue un paquete de reformas de la legislación sobre la Comisión Electoral y del apartado constitucional sobre los gobiernos provisionales que permitiera disputar las próximas elecciones generales con las máximas garantías. En febrero, como gesto propiciatorio, la jefa opositora levantó su boicot parlamentario y luego la primera ministra aceptó emprender un inédito diálogo multipartito para consensuar la reforma reclamada por la BAL.
El país contempló esperanzado este indicio de normalización. Pero las expectativas del final de la era de confrontación bipolar inaugurada a la vez que la restauración democrática en 1991 tardaron muy poco en verse decepcionadas. Las conversaciones sobre la reforma legal encallaron nada más comenzar y a continuación, populares y nacionalistas no se pusieron de acuerdo sobre la personalidad que debía conducir la administración neutral hasta las elecciones de enero de 2007: el candidato natural al rol de asesor principal, el más reciente ex magistrado jefe del Supremo, K. M. Hasan, era inaceptable para Hasina por su pasado como militante del BJD. La jequesa amenazó con no participar en los comicios y el 27 de octubre, día en que expiró el mandato quinquenal del Gobierno de Zia, desató una cruda protesta nacional con el objetivo confeso de aislar Dhaka del resto del país.
El deslizamiento del país hacia el caos político y el riesgo manifiesto de un baño de sangre —las algaradas organizadas por la BAL se cobraron una veintena de muertos en las primeras 72 horas— empujaron al presidente Ahmed, el 29 de octubre, a autoinvestirse como asesor principal y jefe del Gobierno provisional sin descargarse de la jefatura del Estado, maniobra excepcional que la Constitución amparaba. Hasina no había aceptado a Ahmed como presidente, así que menos aún lo aceptó como asesor principal. Zia sí se plegó al movimiento presidencial.
Ahmed intentó negociar con la beligerante dirigente opositora, pero ésta exigió la remoción inmediata de una serie de altos cargos burocráticos en el aparato del Estado encargado de organizar las votaciones del 22 de enero, empezando por el presidente de la Comisión Electoral, M. A. Aziz —acusado por los populares de estar preparando un pucherazo a gran escala a favor de su antiguo partido, el BJD—, y su sustitución por oficiales de probada neutralidad. La insatisfacción de sus demandas impelió a Hasina a ordenar el bloqueo del transporte en todo el país por tiempo indefinido. El 23 de noviembre Aziz, presionado por los preocupados agentes económicos, se resignó a dimitir, pero la BAL y los 13 partidos de partidos que la secundaban no se dieron por satisfechos. Todos ellos anunciaron su boicot a los comicios con los argumentos de que el Gobierno provisional no estaba siendo imparcial y ponía trabas a la reforma electoral. Es más, Hasina exigió a Ahmed que dimitiera también.
Llegado este punto, el 11 de enero de 2007, el mandatario, tras asegurarse el respaldo del Ejército, anunció a la nación una serie de drásticas decisiones: su renuncia al cargo de asesor principal, la formación de un nuevo Gobierno provisional, la cancelación de las elecciones al Sangshad y la declaración del estado de emergencia. Los arrestos masivos de militantes de su partido —y del BJD— practicados por la Policía y el Ejército recortaron la capacidad de maniobra de Hasina, que se guardó de plantar cara al golpe de mano de Ahmed, al que se limitó a reclamar la restauración de la normalidad democrática en el más breve plazo y que no permitiera la persecución de responsables políticos al socaire de la campaña anticorrupción, que ella decía respaldar, desatada por el nuevo Gobierno provisional encabezado por el antiguo gobernador bancario Fakhruddin Ahmed.
En marzo, precavidamente, Hasina inició una estancia temporal en Estados Unidos que al cabo de un mes devino exilio forzoso al confirmarse sus temores: el Gobierno emprendió contra ella una investigación criminal que dio lugar a la apertura de unos cargos judiciales por unos supuestos de extorsión —a un empresario, quien la había denunciado por haberle reclamado en 1998 30 millones de takas a cambio de concederle la contrata para la construcción de una central nuclear— e incitación al asesinato –en relación con la muerte de cuatro militantes islamistas en unos enfrentamientos con militantes populares registrados en octubre de 2006 en Dhaka.
Hasina amagó con regresar al país desde su nueva parada, Londres, en desafío a la prohibición gubernamental de presentarse en Dhaka so pena de ser detenida en el acto. Ella insistía en poderse defender personalmente de las "falsas" acusaciones que se le hacían, pero las autoridades provisionales expresaron su temor a que su vuelta diera pie a una nueva andanada de disturbios. Sin embargo, el 23 de abril, inesperadamente, la orden de arresto fue levantada y dos días después sucedió lo mismo con la prohibición de retornar.
El 7 de mayo la jequesa aterrizó en Dhaka entre los vítores de sus partidarios y dirigiendo palabras conciliadoras al Gobierno. Las buenas maneras no surtieron efecto. El 16 de julio, la Policía, siguiendo un mandamiento judicial, se personó en la vivienda de la ex primera ministra en la capital, detuvo a su moradora y arrestada la condujo ante el tribunal capitalino que la procesaba por extorsión; allí, el juez comunicó a Hasina su ingreso en prisión por un mes. El penúltimo día de julio el Alto Tribunal de Dhaka ordenó la anulación del proceso y la puesta en libertad de la acusada bajo fianza. El 2 de septiembre la Comisión Anticorrupción formuló un segundo cargo de extorsión contra la política, esta vez por el presunto cobro de otra comisión millonaria a una compañía eléctrica en 1997.
Hasina defendió en todo momento su inocencia y sus lugartenientes hablaron de persecución política. Las denuncias de una conspiración para decapitar a la BAL urdida por sectores derechistas movidos por el resentimiento tendrían fundamento si no fuera porque a la archienemiga de la encausada, Zia, no le fue mejor con los gobernantes provisionales: en paralelo a las vicisitudes de Hasina, la jefa del BJD sufrió un virtual arresto domiciliario, la detención temporal de sus dos hijos, duras presiones para que se exiliara en Arabia Saudí y finalmente la detención y el cautiverio bajo unas acusaciones de extorsión y evasión fiscal. Irónicamente, la jequesa y la begum compartieron infortunio carcelario en la misma instalación especialmente acondicionada para acoger a tan ilustres presas: un edificio perteneciente al complejo del Parlamento.
Lo que realmente estaba sucediendo en el país asiático era un intento por parte del Gobierno provisional, férreamente respaldado por los institutos armados —hasta el punto de poder hablarse de una alianza entre tecnócratas y uniformados—, de reestructurar la baqueteada democracia bangladeshí antes de celebrar las pospuestas elecciones mediante la liquidación política de las que consideraba máximas responsables de la corrupción, el desgobierno y el sectarismo que tantos estragos habían provocado desde 1991. Pero el hecho de que otros 200 políticos, ex ministros, hombres de negocios y funcionarios estuvieran también encarcelados con cargos de corrupción y a espera de juicio, que el Sangshad no sesionara y que las garantías constitucionales estuvieran en suspenso, alentaba las denuncias de purgas indiscriminadas y el temor a una férula castrense en la sombra.
El 30 de enero de 2008 se abrió en Dhaka el juicio contra Hasina por el cargo de extorsión a la compañía eléctrica, pero el 6 de febrero las vistas fueron suspendidas por auto del Alto Tribunal de Dhaka, que consideró ilegal un juicio basado en un sumario instruido al amparo de un estado de emergencia no vigente cuando tuvieron lugar los hechos imputados. La fiscalía presentó recurso al Tribunal Supremo de Bangladesh y el 8 de mayo esta instancia ordenó reanudar el juicio.
Las cosas empezaron a enderezársele a Hasina el 11 de junio, día en que el tribunal especial que la juzgaba le concedió la libertad condicional bajo fianza y por espacio de ocho semanas con el fin de recibir en el extranjero tratamiento médico para las secuelas del atentado de 2004; al día siguiente, la ex primera ministra se embarcó en el avión que la conducía a una clínica de Estados Unidos, donde se reuniría con su hijo Sajeeb, convertido en un exitoso empresario informático, tras obtener de sus colaboradores la promesa de mantener unido el partido en su ausencia y garantizar que estaría de vuelta para participar en las elecciones, convocadas para diciembre. En septiembre, fue Zia la beneficiada por la medida de gracia judicial con una igualmente oportuna necesidad de atender ciertos achaques de salud. Resultaba evidente que el Gobierno provisional había alcanzado un pacto posibilista con ambas dirigentes: su libertad personal y la reanudación de sus actividades políticas a cambio de su participación pacífica en el proceso electoral.
Gran victoria electoral tras el período de emergencia y retorno al poder
El 6 de noviembre de 2008 Hasina estuvo de vuelta en Dhaka, donde fue recibida por 200.000 seguidores. Los cargos criminales en su contra seguían en pie, pero las perspectivas de enjuiciamiento parecían difuminarse. El 12 de diciembre, tres días antes de levantar Ahmed el estado de emergencia, Hasina presentó el manifiesto electoral de la BAL, la Carta por el Cambio, que pivotaba sobre seis grandes promesas.
Estas eran: acelerar el crecimiento económico hasta alcanzar los ritmos del 8% anual hacia 2013 y el 10% hacia 2017, pero impidiendo el encarecimiento de los precios al consumo; elevar la producción energética y conseguir el acceso universal al suministro de electricidad; erradicar a largo plazo la desnutrición, el analfabetismo y la pobreza, que se reduciría del 45% al 25% en los próximos cinco años; combatir la corrupción, aplicar reglas de buena gobernanza y asegurar el cumplimiento del Estado de derecho; tomar pasos para "materializar los compromisos de la guerra de liberación", como la "rehabilitación de la dignidad de los Mukti Bahini" y la "restauración de la verdadera historia" de aquella lucha; y, en relación con lo anterior, la ejecución de las sentencias aplicadas a los asesinos de Bangabandhu, amén de la repetición de los juicios a los autores de los otros magnicidios nacionales, el enjuiciamiento también de los responsables de los atentados de 2004 y 2005 contra su partido, y, en general, el procesamiento de los "criminales de guerra" y la "supresión con mano de hierro" del "terrorismo religioso".
2021, cuando se cumpliera el quincuagésimo aniversario de la independencia nacional, sería un buen año para contemplar un Bangladesh "desarrollado". "Estamos determinados a salvar al país de su actual estado crítico y a transformarlo en una tierra de democracia real, con imperio de la ley, seguridad alimentaria, rápido desarrollo y existencia pacífica", proclamó.
La BAL partía como ligera favorita en las elecciones gracias al espaldarazo dado a Hasina por Ershad. Los dirigentes acordaron concurrir coaligados bajo la etiqueta de la Gran Alianza, que era como venía llamándose la amplia plataforma de centro-izquierda opuesta al Gobierno provisional. Frente a ellos se organizó la Alianza de los Cuatro Partidos, capitaneada por el BJD. Todos los pronósticos se quedaron cortos. El 29 de diciembre, al cabo de una campaña bastante más tranquila de lo habitual —aun y todo, hubieron de lamentarse cuatro muertos—, el bloque de Hasina y Ershad obtuvo un triunfo arrasador con 263 de los 300 escaños elegidos directamente; la BAL por sí sola sacó 230 diputados, en tres de los cuales salió elegida su líder, con el 49% de los votos. La participación alcanzó un espectacular 86,3% del censo y los comicios fueron unánimemente calificados por la Comisión Electoral y los observadores internacionales de limpios y democráticos.
Tras conocer su apabullante triunfo, que traía al recuerdo la hegemonía disfrutada por los populares en los años del Gobierno de Mujibur Rahman, Hasina empleó un tono lleno de moderación y concordia, prometiendo finiquitar la inveterada confrontación partidista y tendiendo la mano de la cooperación a la gran derrotada, Zia, en aras del fortalecimiento de la democracia y de una "nueva cultura política" en el país. La jefa del BJD no dejó de formular las casi automáticas denuncias de fraude, e incluso reveló un "complot" en su contra urdido por el Gobierno provisional, pero notificó la asistencia de una delegación de su partido a la ceremonia de jura del nuevo Gabinete y su disposición a dar una oportunidad a su rival para demostrar que podía ser una gobernante solvente.
De acuerdo con el formalismo constitucional, el 5 de enero de 2009 el presidente Ahmed invitó a Hasina a formar el nuevo Gobierno, cosa que ésta hizo en la jornada siguiente. Al mismo tiempo, la Policía anunció la retirada del cargo de extorsión al empresario del sector energético tras desestimar como "falsas y fabricadas" las acusaciones contra la política, aunque por el momento seguían vigentes otros cargos por corrupción así como el de complicidad en asesinato.
Luego de jurar como primera ministra, Hasina tomó para sí las carteras de Defensa, Electricidad, Petróleo y Recursos Minerales, Vivienda y Obras Públicas, Asuntos Religiosos, Establecimientos, y Asuntos de la Mujer y la Infancia. Como gran novedad, dos mujeres se hicieron cargo de los ministerios de Asuntos Exteriores e Interior. Sólo dos puestos fueron a parar a los socios de coalición de la BAL, uno para el Jatiya Dal y otro para el Partido Comunista de Bangladesh. Ershad se había conformado con tan exigua cuota en el Gobierno porque confiaba en salir elegido presidente de la República con el respaldo de los populares. Pero ahora Hasina insistió en presentar la candidatura de uno de los suyos, Zillur Rahman, quien había fungido de presidente del partido en funciones durante los meses en que ella había permanecido presa.
(Cobertura informativa hasta 18/2/2009).
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