Fernando Lugo Méndez

La victoria del candidato del grueso de la oposición paraguaya en las elecciones presidenciales del 20 de abril de 2008, el ex obispo católico Fernando Lugo, ha puesto fin al más añejo ejercicio en el poder en todo el mundo de un partido, el Colorado, que venía gobernando sin interrupción desde 1948. El protagonista de este histórico relevo democrático colgó los hábitos clericales en 2006 para desarrollar por cauces políticos sus anhelos de reforma social, que le sitúan en la izquierda; su dimisión eclesial no fue aceptada por la Santa Sede, que a cambio le suspendió en su ministerio, pero permitió su nominación por la Alianza Patriótica para el Cambio, una amplia coalición de partidos y movimientos de todas las tendencias ideológicas. Ya dispensado por Roma, Lugo ha tomado posesión el 15 de agosto con las promesas de luchar contra la pobreza y la corrupción, acometer una reforma agraria, ingresar más por las exportaciones de hidroelectricidad y realzar la posición de Paraguay en el ámbito sudamericano.

(Texto actualizado hasta agosto 2008)

1. Un sacerdote de ideas progresistas
2. La crítica eclesiástica a los gobiernos del Partido Colorado
3. Candidato de un amplio frente opositor en las presidenciales de 2008


1. Un sacerdote de ideas progresistas

De extracción humilde y oriundo del departamento sureño de Itapúa, sus mayores eran miembros activos de –paradójicamente- la misma formación política de corte conservador y nacionalista cuyo prolongado predominio él iba a poner democrático final medio siglo más tarde: la Asociación Nacional Republicana (ANR), mejor conocida como Partido Colorado, fundado en 1887, gobernante por primera vez hasta 1904 y de nuevo a partir de 1947, en tiempos del presidente Higinio Morínigo Martínez, cuando lideró las fuerzas oficialistas que vencieron a los revolucionarios febreristas en la breve pero mortífera guerra civil librada aquel año. En el año de su nacimiento, 1951, el presidente colorado del país era Federico Chaves Careaga, un político reformista que tres años después fue derrocado por el comandante en jefe del Ejército, el general Alfredo Stroessner Matiauda, miembro también de la ANR y caudillo de su sector más reaccionario, quien de inmediato se hizo proclamar candidato electoral único a la Presidencia. Comenzó entonces, en 1954, una larga dictadura personalista y una era de represión y persecución políticas que se abatió tanto sobre la oposición liberal y febrerista como sobre las facciones coloradas disidentes contrarias a la férula de Stroessner y los militares.

La familia del muchacho fue particularmente golpeada por el stroessnerismo: los padres, los señores Guillermo Lugo Ramos y Maximina Pérez Fleitas, sufrieron períodos de cárcel, mientras que tres hermanos mayores tomaron el camino del exilio siguiendo los pasos del ilustre tío materno, don Epifanio Méndez Fleitas (1917-1985), intelectual polifacético y alto funcionario del Estado durante las administraciones de Felipe Molas López y Federico Chaves, convertido luego en el mayor enemigo del dictador dentro de la ANR y por esa razón obligado a refugiarse en Uruguay, donde años después fundaría el Movimiento Popular Colorado (MOPOCO) y la Asociación Nacional Republicana en el Exilio y la Resistencia (ANRER), de orientación centroizquierdista. Precisamente, para ahorrarle las desdichas experimentadas por los miembros mayores de la familia, los padres del joven encauzaron sus pasos fuera del activismo político, en una época en que todo signo de contestación al régimen, singular híbrido de dictadura militar y sistema político de partido-Estado, estaba condenado al fracaso y se pagaba con la cárcel, la tortura o la vida. Interesado primero en el magisterio, Lugo completó en 1969 en el Centro Regional de Educación de Encarnación la formación secundaria iniciada en el Colegio Nacional de la capital departamental, con lo que se cualificó para ejercer de profesor escolar.

Su biografía oficial informa que llegó a dar clases en un colegio público de primaria, pero esta experiencia profesional, a la temprana edad de 18 años, fue breve: en marzo de 1970, surgida en él la vocación religiosa, ingresó en el noviciado de los Misioneros del Verbo Divino, una congregación católica fundada en 1875 por el sacerdote alemán Arnold Janssen (canonizado en 2003) centrada en las labores pastorales, catequizadoras y formativas, y activa en muchos países de América Latina. Los misioneros verbistas le proporcionaron en la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción (UCNSA) la formación superior multidisciplinar que su extracción social y apellidos le tenían vedada en el ámbito secular. En septiembre de 1972 profesó sus primeros votos sacerdotales y en agosto de 1977, una vez culminados sus estudios universitarios con la licenciatura en Ciencias Religiosas, hizo los votos perpetuos y recibió el sacramento del orden.

Acto seguido, sus superiores le asignaron su primera misión apostólica fuera de Paraguay, en la provincia ecuatoriana de Bolívar. En los cinco años siguientes, el sacerdote-misionero regentó parroquias y educó a niños en las poblaciones de Guaranda y Echeandía, viviendo los problemas diarios de una feligresía golpeada por la pobreza, la precariedad laboral y los abusos del gobierno autoritario de turno. En esta comarca de la región de la Sierra del Ecuador, el presbítero paraguayo trabajó bajo la jurisdicción y el estímulo de monseñor Leonidas Proaño Villalba, obispo diocesano de Riobamba, un eclesiástico militante de las causas sociales cuya valiente defensa de los derechos de sus paisanos pobres le acarreó las represalias de los regímenes militares que por aquellos años detentaban el poder en el país andino y le hizo merecedor del sobrenombre de Obispo de los Indios, reconocido por el Papa Juan Pablo II en 1985.

El activismo del prelado ecuatoriano se inscribía en los postulados prácticos de la Teología de la Liberación, movimiento que, sin recibir nunca su adhesión explícita, influyó poderosamente en el pensamiento progresista de Lugo, quien procedía de un país subyugado por la dictadura, profundamente represiva, corrupta y conservadora, de Stroessner, sus colegas uniformados y el coloradismo civil que le era afecto. En 1982 el misionero retornó a Paraguay y comenzó a desarrollar tareas formativas de los novicios de la congregación, pero las autoridades políticas, que conocían perfectamente su historial y le consideraban un potencial oposicionista, no tardaron en importunarle. Irritado por los "sermones subversivos" del verbista, el Gobierno obligó a la congregación a expatriar al hermano, que en 1983 partió para Roma con un plan de estudios destinado a ampliar su currículum académico.

En la capital italiana, Lugo pasó cuatro años estudiando en la Pontificia Universidad Gregoriana, prestigiosa casa lectiva colocada bajo la autoridad de la Santa Sede y rectorada por los jesuitas. En 1987 egresó con la licenciatura en Sociología y la especialidad en Doctrina Social de la Iglesia, y una vez de vuelta en Asunción se puso a dar clases en el Instituto Superior de Teología de la UCNSA. Asimismo, integró la Comisión Doctrinal de la Conferencia Episcopal Paraguaya y el equipo de Reflexión Teológica del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Desde estas palestras, el sacerdote fue testigo de la caída en febrero de 1989, tras casi 35 años de dictadura y seis reelecciones presidenciales de tipo plebiscitario, del septuagenario Stroessner, derrocado en un golpe de palacio encabezado por su propio consuegro, el general Andrés Rodríguez Pedotti, quien activó un proceso acelerado de apertura política y de renovación institucional y constitucional vía elecciones.

Mientras Paraguay, uno de los países más atrasados y aislados del continente, se adentraba por el ambiguo sendero de la democracia férreamente dictada desde arriba, donde la ANR movía las palancas burocráticas y clientelistas requeridas para perpetuar su hegemonía en el nuevo contexto formalmente competitivo, Lugo continuó consagrando su vida al sacerdocio con un pie siempre puesto en la formación de clérigos y laicos. El 11 de septiembre de 1992, en reconocimiento a sus méritos pastorales, la congregación nombró superior provincial de los Misioneros del Verbo Divino en Paraguay al itapuense, que de paso se convirtió en vicepresidente de la Confederación de Religiosos de Paraguay (CONFERPAR). Para Lugo, éste fue el penúltimo ascenso de una trayectoria eclesiástica que llegó al culmen el 17 de abril de 1994 con su ordenación, a los 42 años, como obispo de la Diócesis de San Pedro, uno de los departamentos menos desarrollados del país, con una estructura económica eminentemente agropecuaria, donde tomó el relevo a monseñor Óscar Páez Garcete.


2. La crítica eclesiástica a los gobiernos del Partido Colorado

En la década siguiente, Lugo adquirió renombre al frente de las Comunidades Eclesiales de Base (CEB), punta de lanza del sector más progresista de la Iglesia Católica paraguaya y volcadas en el trabajo social en favor de grupos indígenas y el campesinado pobre, colectivos vulnerables a los que ofrecían solidaridad cristiana y, cooperando con otras organizaciones sociales y ONG, marcos incluyentes de desarrollo integral. Pero el obispo no se limitaba a obrar; también, realizó numerosos pronunciamientos públicos en los que instaba al Gobierno de la nación a adoptar una política agraria orientada a solucionar los graves problemas del campo paraguayo, que adquirieron agudeza con las ocupaciones de latifundios por campesinos sin tierras, detenidos por centenares por las fuerzas del orden.

Existían serios déficits socioeconómicos a lo largo y ancho del país, pero la atención del público tendió a ser captada por los fragores políticos en Asunción. Y es que la joven y frágil democracia paraguaya sufrió en estos años una serie de convulsiones ocasionadas, no por la clásica dialéctica entre Gobierno y oposición, sino por las crónicas pendencias fácticas en el seno de la ANR, que terminaron dirimiéndose a tiros. Las sucesivas crisis políticas ahondaron el desgarro interno del coloradismo y amenazaron con destruir la misma legalidad democrática. Así, en 1996 y 1997 sostuvieron peligrosos forcejeos el sucesor de Rodríguez en la Presidencia, el empresario Juan Carlos Wasmosy Monti, y el general Lino César Oviedo Silva, que ambicionaba la candidatura presidencial del partido. Oviedo, un caudillo populista a la antigua usanza, fue arrestado por sedicioso y quedó políticamente proscrito, pero su factótum civil, Raúl Cubas Grau, ganó las elecciones presidenciales de mayo de 1998. Nada más tomar posesión en agosto de 1998, Cubas excarceló a su mentor e intentó exonerarle de todos los cargos penales, concitando duras reacciones en el coloradismo no oviedista y la oposición.

El asesinato en marzo de 1999 de Luis María Argaña Ferraro, vicepresidente de la República, presidente nominal de la ANR, viejo rostro del stroessnerismo más intransigente y enemigo jurado de Oviedo, dio lugar a sangrientos disturbios y a la dimisión de Cubas en adelanto a su destitución por el Congreso. El nuevo presidente, Luis Ángel González Macchi, adscrito al derechismo argañista, vio desintegrarse su Gobierno de unidad nacional en febrero de 2000, encajó un intento de golpe de Estado de militares oviedistas en mayo del mismo año y hubo de vérselas con una votación de destitución por el Congreso en febrero de 2003. El frustrado impeachment de 2003 tuvo lugar poco antes de las elecciones generales que llevaron a la Presidencia a, de nuevo, un colorado, Nicanor Duarte Frutos, un antiguo ahijado político de Argaña ahora convertido en adalid de la modernización, sobreponiéndose a los encasillamientos fácticos, de un partido esclerotizado y corrompido en grado sumo, aunque con el suficiente ascendiente social todavía como para ganar una elección más.

Ya desde finales de la década de los noventa empezó a ser frecuente escuchar o leer a Lugo opinando sobre cuestiones nacionales que excedían los marcos de las CEB y la problemática del agro. Aunque la forma de sus mensajes, nunca agresiva, destilaba un deseo de mediar y reconciliar, el prelado se ponía invariablemente del lado de los desfavorecidos y deslizaba matices críticos con el oficialismo y con el coloradismo en su conjunto, a los que acusaba de irresponsables e incompetentes. Pronto comenzó a vérsele como el principal portavoz de la oposición no partidista, hasta el punto de ser sondeado seriamente por personas de todos los lados del espectro político –incluida la ANR- sobre su disposición a presentarse candidato a la Presidencia con un programa de regeneración política, reforma agraria y combate a fondo contra la pobreza y el desempleo, que afectaban a dos de cada tres paraguayos.

En septiembre de 2001 Lugo salió al paso de las especulaciones con un mentís que sonó rotundo: "Estar con la gente y cumplir con mi misión es mucho más atractivo y confortante para mí; el ajetreo de una vida política no me atrae en absoluto", afirmó en aquella ocasión. Sin embargo, tres meses después, el obispo dio una campanada con su llamamiento a la movilización popular contra el Gobierno de González Macchi porque éste era incapaz de ofrecer soluciones "a los grandes problemas del país, como la deshonestidad, la impunidad, la pobreza, la falta de educación y la reactivación económica, sobre todo en el campo". Las reiteradas exhortaciones del cabeza de la Diócesis de San Pedro a la ciudadanía para que saliera a las calles a manifestarse y protestar "contra los malos políticos" fueron el principal motivo de la tensión vivida por las relaciones entre la Conferencia Episcopal y el Gobierno de la ANR. Uno de los dirigentes del oficialismo más irritados con el discurso politizado de monseñor Lugo era Nicanor Duarte, que en mayo de 2003, aún como presidente electo, arremetió contra los "hipócritas y falsos predicadores" que anidaban en la Iglesia Católica.

En los meses siguientes, el obispo volvió a la carga instando al Gobierno a que no enviara a la Policía y el Ejército a desalojar por la fuerza a los invasores de haciendas privadas –aunque también reclamó a los campesinos que se abstuvieran de basar sus reivindicaciones en esos métodos-, justificando las movilizaciones agrarias contra la eventual adhesión de Paraguay al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), y denunciando el creciente clima de violencia, inseguridad y descrédito por la corrupción que afectaba a policías y militares. Según él, existía una "violencia institucional y estructural que a su vez se traduce en violencia personal", en alusión a la ola de delincuencia común y al auge de los secuestros por rescate, que tuvo como víctima más preclara a una hija del ex presidente Cubas.


3. Candidato de un amplio frente opositor en las presidenciales de 2008

El 11 de enero de 2005 Lugo convocó una rueda de prensa para anunciar su dimisión como obispo de San Pedro de Ycuamandiyú tras una década larga de ministerio. El religioso explicó que su debilitada salud, tras cuatro intervenciones quirúrgicas y varios ataques de trombosis, no le permitía seguir encabezando la Diócesis que se había convertido en el epicentro de los conflictos agrarios, aunque continuaría llevando el alzacuellos como superior del Verbo Divino y cura de parroquia, acompañando en sus luchas sociales a sus feligreses sanpedranos. Aceptada su resignación por la Santa Sede, Lugo conservó la condición de obispo emérito de San Pedro.

La renuncia por Lugo a su alta dignidad eclesial apenas ocultaba, en realidad, un sentimiento de frustración por los nimios resultados de sus intentos de propiciar un cambio profundo en Paraguay desde los ámbitos religioso y social. Convencido de que sólo con instrumentos políticos podrían abrirse camino la reforma del sistema y la justicia social, y de que la consecución de tales metas pasaba por desalojar a la ANR del poder que ostentaba ininterrumpidamente desde 1947, Lugo adentró decididamente por un terreno que muchos –empezando por sus superiores jerárquicos en Roma- podían considerar incompatible con los hábitos clericales. El banderazo de salida a su nueva condición de opositor esencialmente político lo dio Lugo el 29 de marzo de 2006, cuando encabezó en Asunción una marcha de decenas de miles de personas convocada por Resistencia Ciudadana, una plataforma cívica que reunía a un centenar largo de partidos –entre ellos, todos los principales de la oposición-, centrales sindicales y organizaciones sociales, movilizados al unísono contra el deseo expresado por Duarte de optar a la reelección presidencial en 2008, lo que requeriría una reforma constitucional.

Tras este acto de masas, el todavía clérigo señoreó todos los sondeos de valoración de líderes del campo opositor, superando en carisma y popularidad a experimentados profesionales de la política como Julio César Franco Gómez, líder del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), vicepresidente de la República en 2000-2003 y candidato presidencial en las últimas elecciones, el empresario Pedro Nicolás Fadul Niella, jefe del Partido Patria Querida (PPQ) y tercero en la liza presidencial de hacía tres años, y Emilio Camacho, presidente del centroizquierdista Partido Encuentro Nacional (PEN). A todos ensombreció el liderazgo al alza del sacerdote verbista, único beneficiario del hastío acumulado en extensas capas de la población por la larguísima supremacía colorada y el espectáculo de desunión que los citados jefes opositores habían dado en las pasadas elecciones. Entonces, Duarte había retenido para su formación el poder ejecutivo con el 37,1% de los votos, el porcentaje más bajo nunca sacado por un candidato de la ANR; de haber postulado un aspirante común, la oposición, probablemente, habría ganado las presidenciales de 2003. Tras estos comicios, el desánimo y el derrotismo habían cundido en las filas opositoras.

El 14 de junio de 2006 Pedro Fadul, en nombre de su partido, que era la tercera fuerza parlamentaria tras la ANR y el PLRA –aunque empatada en escaños con la Unión Nacional de Ciudadanos Éticos (UNACE), el instrumento democrático del oviedismo-, tomó la iniciativa de solicitar a Lugo que liderara la convocatoria de una "amplia concertación nacional" que incluyera a todos los sectores políticos y sociales ya encontrados bajo el paraguas de Resistencia Ciudadana y fuera capaz de poner en 2008 un colofón democrático a las seis décadas de gobierno de la ANR, ahora mismo el partido que más tiempo llevaba en el poder en todo el mundo. En efecto, el caso paraguayo se había tornado excepcional luego de concluir en 2000 el aún más longevo dominio –comenzado en 1929- del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México. Fuera del continente americano, sólo las dictaduras de los partidos comunistas en Corea del Norte y China Popular, iniciadas formalmente en 1948 y 1949, podían rivalizar con el registro de la ANR, sólo que allá regía el partido único y la mudanza en el poder era imposible.

A las pocas horas de recibir la misiva del PPQ, el obispo emérito respondió afirmativamente con la indicación de que estaba listo para desarrollar un "trabajo mancomunado" con miras a alumbrar en Paraguay "una dirigencia idónea, honesta y sensible con los problemas del pueblo". El 29 de agosto iniciaba su andadura la Concertación Nacional, cuyo núcleo original lo componían el PLRA, el PPQ, la UNACE y el PEN. En los meses siguientes, una pléyade de partidos y movimientos engrosó las filas de la Concertación, convertida en la más vasta plataforma opositora de la historia paraguaya. Dos de sus integrantes surgieron en diciembre de 2006 exclusivamente para impulsar la flamante carrera política de Lugo y sostener su posible candidatura presidencial. Se trataban del Movimiento Popular Tekojojá (MPT), animado por católicos de base, sindicalistas, organizaciones campesinas, indígenas y activistas de izquierda, y con el médico Aníbal Carrillo Iramaín de director, y el Movimiento Paraguay Posible (MPP), puesto en marcha por Pompeyo Lugo Méndez, que no era sino un hermano, dos años mayor, del religioso. Compositor, poeta y ensayista laureado, Pompeyo Lugo se había mantenido fiel a su militancia en la ANR, pese a costarle 17 años de exilio en Suecia, y ahora mismo lideraba la facción disidente Resistencia Colorada, enfrentada al oficialismo leal a Duarte.

Lugo insinuaba su candidatura presidencial, pero antes tenía que superar un serio obstáculo jurídico: la inhabilitación para el cargo que la Constitución de 1992, en su artículo 235, punto 5, aplicaba expresamente a los "ministros de cualquier religión o culto". El Ejecutivo y la ANR salieron en tromba a denunciar la incursión en la alta política del prelado, que recibió advertencias y reproches también desde la Conferencia Episcopal. Lo único que Lugo podía hacer era separarse de su ministerio eclesial. El 17 de diciembre, en el acto de recogida en la sede del Verbo Divino de una carpeta con más de 100.000 firmas en apoyo a su eventual candidatura presidencial, Lugo anunció su decisión de transmitir a la Santa Sede su renuncia al estado clerical. La carta que debía devolverle a la condición de laico fue enviada al día siguiente. El 21 de diciembre, coincidiendo con el reconocimiento por Duarte de que su plan reeleccionista no tenía futuro, el dimisionario se reunió con el nuncio apostólico, monseñor Orlando Antonini, quien le comunicó una amonestación canónica, y el día 25, Navidad, proclamó en Encarnación el final de su etapa sacerdotal y episcopal, pérdida que quedaba sobradamente compensada, ya que "mi gran catedral, a partir de hoy, será todo un país".

El 4 de enero de 2007 llegó de Roma la respuesta a la solicitud de dimisión eclesial, y en la forma negativa de una admonición o advertencia, ya adelantada por la Nunciatura: a la luz del Derecho Canónico, no se daban las circunstancias que justificarían la pérdida del estado clerical por dimisión o dispensa, además de que la condición de sacerdote, al ser investida por un sacramento que imprimía carácter, era, en términos espirituales, de por vida. En consecuencia –siempre desde el punto de vista canónico-, Lugo no podía participar en política partidaria ni aspirar a un cargo público de elección popular, y de persistir en su propósito, se exponía a ser sancionado con una suspensión a divinis, es decir, que, sin menoscabo de su condición clerical, quedaría privado de ejercer ministerio y administrar sacramentos.

Lugo reconoció el problema canónico, pero se consideró desligado de su condición clerical en términos jurídicos civiles, luego prácticos, para lo que invocó el artículo 42 de la Constitución paraguaya, que regula la libertad de asociación. La decisión de colgar los hábitos le resultaba "dolorosa y gozosa al mismo tiempo", confesó, pero su decisión era firme y el arbitrio de la Iglesia no podía imponerse sobre su voluntad y sobre las leyes del Estado. Puesto que el religioso incurría en rebeldía, el Vaticano cumplió su amenaza y el 20 de enero la Congregación para los Obispos le impuso la pena canónica de la suspensión a divinis. En la Conferencia Episcopal de casa llegó a insinuarse una sanción mucho más grave: la excomunión.

El paraguayo seguía así los pasos de un conocido precursor, no lejano en el tiempo, en América Latina: el sacerdote salesiano Jean-Bertrand Aristide de Haití, quien fuera expulsado de su congregación a causa de su actividad política, también influenciada por la Teología de la Liberación, en 1988, antes de convertirse en 1991 en el primer presidente de Haití elegido democráticamente. Ahora bien –y contrariamente a lo dicho habitualmente-, Aristide nunca fue suspendido por el Vaticano y de hecho siguió siendo sacerdote sin oficio hasta 1994, cuando, precisamente por presiones de la Santa Sede, dimitió como clérigo.

Ni porque quería él, ni porque se lo permitía la Iglesia, podía Lugo ejercer el ministerio sacerdotal, así que, haciendo una interpretación de la letra, ya satisfacía el requisito constitucional. Con todo, sectores oficialistas de la ANR, temerosos del rendimiento electoral del "obispo de los pobres", insistieron en lo irregular de su probable postulación. Duarte aprovechó la controversia para ofrecer al opositor una reforma de la Carta Magna que, de un plumazo, zanjara las dudas que afectaban a su candidatura oficiosa y de paso le permitieran a él mismo optar a la reelección, pero encontró un no por respuesta. Irritado, Duarte arremetió contra Lugo, al que describió como "un ensotanado que no sabe si es obispo o qué", y cuya candidatura tachó de "inconstitucional".

Lugo se ausentó llamativamente de la firma en Asunción el 5 de febrero de 2007 del Acuerdo Político de la Concertación Nacional. Ya lo había advertido en la víspera, cuando aventuró la posibilidad de presentar su candidatura presidencial fuera de la Concertación. Los medios locales aventuraron que el monseñor –fórmula de tratamiento que se le seguía dispensando sin objeciones por su parte- estaba molesto por las dificultades para alcanzar el más amplio consenso posible en torno a su candidatura unitaria de la oposición. Justamente, este fue el pretexto esgrimido por el MPP y el MPT, las dos organizaciones luguistas, para posponer su firma del Acuerdo Político.

Mientras aguardaba a que las agrupaciones partidarias y simpatizantes arreglasen sus diferencias y aclarasen el escenario de su candidatura, cuya impugnación en los tribunales por el oficialismo podría, era su "gran temor", desatar una "revuelta de graves consecuencias", Lugo se puso a desgranar sus ideas, intenciones y propuestas con un tono presidencial, para lo que visitó todos los departamentos del país, emprendió una gira internacional de presentación que le llevó a Estados Unidos, Argentina y España, y concedió numerosas entrevistas. El ex obispo aseguró que él no era "ni de izquierda ni de derecha", que se veía "en el centro, como la boca del poncho", y que "el hambre no tiene ideologías". Lugo se mostraba reacio a las etiquetas ideológicas, pero la orientación izquierdista, asumida por todo el mundo y subrayada por el oficialismo colorado, que empleó el discurso del miedo al "radicalismo" apenas embozado del "obispo rojo", brotaba implícitamente en sus palabras cuando aseguraba que Paraguay era "como una isla entre gobiernos progresistas" y que este aislamiento debía terminar "porque en Latinoamérica hay un giro a la izquierda".

Sus detractores acusaban a Lugo, con sus constantes apelaciones a los pobres, de fomentar el revanchismo y la confrontación, de haber mantenido contactos con la banda criminal, vinculada a su vez a la guerrilla colombiana de las FARC, que en febrero de 2005 había asesinado a Cecilia Cubas tras tenerla cinco meses secuestrada y, sobre todo, de ser el abanderado del socialismo del venezolano Hugo Chávez en Paraguay. El interpelado rechazó todas las acusaciones y de paso la consideración de "mesías", "Cristo salvador" y "enviado de Dios" que sus seguidores más fervientes ya le estaban tributando. Con respecto al modelo chavista y su estrategia de exportación de la revolución bolivariana a toda Sudamérica, Lugo marcó unas distancias que a muchos les parecieron poco convincentes. Por un lado enfatizó que las circunstancias de Venezuela y Paraguay eran diferentes, y que la importación de modelos políticos de países vecinos no tenía sentido, pero también expresó su "admiración" por Venezuela, y de paso por Bolivia y Ecuador, por la "valentía" de sus gobernante a la hora de hacer "rupturas históricas", que era precisamente lo que hacía falta en Paraguay. El "experimento" socialista venezolano le parecía "interesante" y "estimulante" por su énfasis en una "mejor distribución de la riqueza para beneficio de la mayoría pobre", aunque rechazaba su "fuerte dosis de estatismo, totalmente al servicio de una persona", y su "falta de pluralismo, peligrosa para una verdadera democracia".

Él, lo que constataba era el evidente giro a la izquierda en el conjunto de la región, sin hacer distinciones entre modelos moderados y abiertos al consenso parlamentario, asimilables a la socialdemocracia o el centroizquierda, y modelos socialistas proclives a las decisiones expeditivas con acentos revolucionarios y populistas. La lista de gobernantes que Lugo manejaba incluía los nombres de Chávez en Venezuela, Lula da Silva en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Michelle Bachelet en Chile, Rafael Correa en Ecuador y Tabaré Vázquez en Uruguay. Preguntado por qué vía se decantaba más, por la de Chávez y Morales o por la de Lula y Bachelet, Lugo respondió que por una "línea intermedia", la suya propia.

Finalmente, Lugo y sus partidarios no fueron capaces de convertir la Concertación Nacional en la coalición unitaria de la oposición que habían concebido. El ex general Oviedo (que recobró la libertad y quedó absuelto tras servir una parte de su condena a 10 años de prisión como reo de homicidio y sublevación), por la UNACE, y Pedro Fadul, por el PPQ, resolvieron concurrir por su cuenta en las presidenciales después de que el PLRA, en junio, anunciara su decisión de no presentar candidato propio y hacer suya la postulación de Lugo a cambio de aceptar éste a un liberalradical como compañero de fórmula para la Vicepresidencia.

En consecuencia, las fuerzas favorables a la candidatura de Lugo se reagruparon como Alianza Patriótica para el Cambio (APC). El 9 de septiembre de 2007 Lugo lanzó oficialmente su candidatura con el respaldo de la APC y el 18 del mismo mes ocho partidos firmaron el acuerdo político de la Alianza. Estos eran: el PLRA, el PEN, el Revolucionario Febrerista (PRF), el Demócrata Cristiano (PDC), el Demócrata Progresista (PDP), País Solidario (PPS), Frente Amplio (PFA) y el prochavista Movimiento al Socialismo (P-MAS); los dos últimos eran miembros del Bloque Social y Popular (BSP), agrupación de fuerzas que se había mantenido al margen de la ahora disuelta Concertación Nacional. Además de la APC, Lugo contaba con el apoyo del MPP, el MPT, el Movimiento Fuerza Republicana, los partidos Comunista, Socialista Paraguayo, Socialista Comunero, Social Demócrata, de Unidad Popular y así hasta una treintena de partidos, movimientos y organizaciones sociales.

Dos requisitos le restaban por cumplir a Lugo para poder inscribirse en el Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE): afiliarse a un partido, que se lo reclamaba la ley, y disputar en su seno una elección primaria, conforme a lo acordado por la APC. La formación elegida fue el PDC, presidido por Gerardo Rolón Posee, y el acto de afiliación tuvo lugar el 30 de octubre. El 9 de diciembre los democristianos le eligieron por unanimidad candidato presidencial. Finalmente, el 31 de enero de 2008, Lugo fue registrado ante el TSJE por cuenta de la APC. Su compañero de plancha era Federico Franco Gómez, un político conservador, hermano de Julio César Franco y sucesor suyo en la jefatura del PLRA.

Dirigiéndose al electorado, según fuera el auditorio, en español o en guaraní, el candidato de la APC presentó un programa electoral que, al hilo de lema político-religioso Yo tengo fe, presentaba cuatro grandes ejes: una "reforma agraria integral", que incluiría la expropiación, acogiéndose al derecho constitucional, de tierras improductivas para destinarlas al usufructo por 300.000 familias campesinas sin tierra propia; la "recuperación de la soberanía energética", lo que pasaba por renegociar al alza, hasta ajustarlas a precios de mercado, las tarifas de la hidroelectricidad –de la que Paraguay, gracias al caudal del río Paraná, alimentador de las gigantescas centrales de Itaipú y Yacyretá, es el mayor productor mundial per cápita y que sólo en una mínima parte destina al autoconsumo debido a la poca población y al limitado desarrollo industrial- vendida a Brasil y Argentina; el "acceso universal a la salud, la educación y la justicia"; y el "destierro de la corrupción y la impunidad para siempre".

El aspirante de la APC contemplaba también una reforma constitucional, a introducir en 2009, cuyo principal objetivo sería asegurar la despolitización e independencia del poder judicial, y apostaba por un modelo económico mixto con garantías para la propiedad privada, la libertad de empresa y la inversión extranjera. En política exterior, expresó la necesidad de mantener buenas relaciones con todos los vecinos sudamericanos, de fortalecer y ampliar el MERCOSUR para que, además de un bloque comercial y de integración económica, fuera un bloque "social y cultural", y de replantearse las relaciones diplomáticas con Taiwán (Paraguay era el único país de Sudamérica que las mantenía) con vistas al reconocimiento de China Popular.

El antiguo eclesiástico llegó a la cita electoral del 20 de abril de 2008 animado por unos sondeos ampliamente favorables que le presentaban como el prácticamente seguro ganador, pero transmitiendo sus temores a una materialización de las "amenazas" contra su vida recibidas en los últimos meses y a que la ANR cediera a la tentación del pucherazo electoral en favor de la candidata gubernamental, Blanca Ovelar de Duarte. Si tal fuera la intención del oficialismo, lo tendría más que difícil, ya que los comicios iban a ser vigilados por 5.000 observadores de los partidos políticos, autorizados por primera vez a presenciar el conteo rápido de votos, y de misiones extranjeras como las enviadas por la OEA y la Fundación Internacional para Sistemas Electorales (IFES).

Al final, los pronósticos de las encuestas se cumplieron y, además, las votaciones tuvieron lugar en ausencia de incidentes y con unos altos estándares democráticos: con una participación del 65,6%, Lugo se proclamó presidente con el 40,8% de los votos, derrotando a Ovelar (el 30,7%), Oviedo (21,9%), Fadul (2,4%) y otros tres candidatos menores. En las legislativas, la ANR preservó la mayoría simple con 29 escaños en la Cámara baja, seguido por el PLRA (26) y la UNACE (16). En total, las listas pro Lugo sumaron 30 diputados sobre 80 y 17 senadores sobre 45, conformando una minoría parlamentaria que iba a obligar al ejecutivo entrante a buscar apoyos fuera de la APC. En la misma noche electoral, al poco de cerrarse las urnas, Ovelar primero y Duarte después salieron a reconocer la derrota del coloradismo y el triunfo de la oposición. En la madrugada del 21 de abril, el TSJE, con el 92% de los votos escrutados, declaró a oficialmente presidente electo a Lugo, quien tras conocer los primeros resultados se dirigió a sus partidarios para decirles: "ustedes son culpables de la alegría de la mayoría del pueblo paraguayo".

El debut internacional de Lugo como presidente electo se produjo el 16 mayo en Lima, en el marco de la V Cumbre América Latina-UE-Caribe. En la capital peruana sostuvo entrevistas con los presidentes Morales, Lula y Correa, e intercambió saludos con Chávez. Un día más tarde, Pompeyo Lugo anunció su candidatura a la presidencia de la Junta de Gobierno de la ANR con la doble pretensión de "apuntalar el proceso democrático" y apoyar el próximo gobierno de su hermano, a quien consideraba "el único presidente de Paraguay elegido de forma democrática y transparente".

En el improbable caso de que el mayor de los Lugo se hiciera con la dirigencia de su partido (perseguida también por el más potente Luis Alberto Castiglioni Soria, ex vicepresidente de la República, líder de la corriente Vanguardia Colorada y el precandidato derrotado por Ovelar en las primarias internas, que él consideraba escandalosamente fraudulentas), se plantearía a una situación insólita, con un sector del coloradismo (presumiblemente, las facciones enfrentadas a Resistencia Colorada no dejarían de hacer oposición) apoyando a quienes acababan de desbancar al centenario partido del poder, y con dos hermanos liderando ambas partes, a la sazón. La hermana de los dos políticos, Mercedes Lugo, miembro también de Resistencia Colorada, declinó hacer campaña en favor de Pompeyo, ya que ella iba a convertirse en "la primera dama de todos los paraguayos", en ausencia de pareja femenina en la vida del célibe Fernando.

El 15 de agosto de 2008 Lugo se convertirá en el primer presidente no colorado de Paraguay desde 1948, en el segundo de perfil izquierdista desde el efímero mandato de Rafael Franco en los años treinta del pasado siglo, y en el primer antiguo obispo (a la luz del Derecho Canónico interpretado por la Iglesia, sigue siéndolo, bien que suspendido) en ejercer el poder ejecutivo nacional en el continente americano, así como el segundo ex clérigo, luego del haitiano Aristide. En el resto del mundo, en tiempos contemporáneos, pueden señalarse no pocos casos de miembros ordenados de las distintas confesiones cristianas que se pasaron a la política y alcanzaron puestos de responsabilidad en el ámbito secular, pero sólo en muy raras ocasiones llegaron a ostentar las supremas magistraturas de sus respectivos estados.

Deben citarse en este capítulo al sacerdote católico Fulbert Youlou, primer presidente de Congo-Brazzaville de 1960 a 1963, al arzobispo ortodoxo Makarios III, presidente de Chipe entre 1960 y 1977, al obispo protestante metodista Abel Muzorewa, primer ministro de Zimbabwe-Rhodesia en 1979, y, más lejanos en el tiempo, a los curas católicos Ignaz Seipel, dos veces canciller de Austria en la segunda década del siglo XX, y Jozef Tiso, quien fuera presidente de la Eslovaquia autónoma y pronazi en los años de la Segunda Guerra Mundial. El noruego Kjell Magne Bondevik, primer ministro del país europeo en 1997-2000 y 2001-2005, fue ordenado pastor luterano después de iniciar su carrera política. Regresando a América Latina, el sanguinario dictador guatemalteco (1982-1983) Efraín Ríos Montt compaginó su vida militar con la función de pastor laico de una secta evangélica pentecostal. Y, ya fuera del ámbito cristiano, el presidente de Guatemala desde enero de 2008, Álvaro Colom, posee la dignidad de sacerdote de la religión maya.

(Cobertura informativa hasta 1/6/2008)