Fernando Collor de Mello

1. Joven promesa de las élites derechistas tradicionales
2. Operación política para el salto a la Presidencia
3. Un proyecto modernizador de Brasil en entredicho
4. Caída en desgracia espoleada por la corrupción
5. Proceso de destitución parlamentaria y dimisión


1. Joven promesa de las élites derechistas tradicionales

Nacido en el seno de una influyente familia de políticos y empresarios, recibió la formación escolar en centros privados; en 1967 se matriculó en Ciencias Económicas por la Universidad de Brasilia y en 1971 inició estudios de periodismo en la Universidad Federal del estado de Alagoas. Participó en los negocios familiares y en 1978 pasó a dirigir Gazeta de Alagoas Ltda., el canal de televisión que junto con una veintena de emisoras de radio y dos cabeceras de prensa componía el práctico monopolio que los Collor tenían sobre los medios de difusión en Alagoas.

Al prometedor vástago le pusieron también al frente de la organización que mantenía vivo el nombre del abuelo materno, Lindolfo Collor de Mello, uno de los protagonistas de la revolución de 1930 que llevó a Getúlio Vargas al poder y que luego sirvió en el gobierno de éste como ministro de Trabajo. Por lo que respecta al padre, Arnon Affonso de Farias Mello, empezó siendo un modesto reportero que llegó a magnate de la comunicación regional y luego se metió en política para oponerse precisamente al Estado Novo de Vargas; estuvo entre los fundadores en 1945 del partido conservador Unión Democrática Nacional (UDN) y ganó dos altos mandatos representativos, los de gobernador estatal de Alagoas, entre 1951 y 1956, y senador federal.

Un hermano de éste y tío del joven, José Affonso Farias de Mello, sirvió también como diputado federal con la misma formación, que durante unos años funcionó como el principal contrapeso de las formaciones del centro y la izquierda a nivel nacional y que en 1961 se sentó efímeramente en el Ejecutivo de la mano de Jânio da Silva Quadros, un populista cuyas tendencias progresistas desagradaron a los sectores mas conservadores de la UDN y precipitaron su dimisión forzada.

Fernando Collor fue preparado concienzudamente para proseguir la prosapia de sus ascendientes en Alagoas y en 1979 hizo el salto a la política como prefecto (alcalde) de Maceió, la capital de este pequeño y atrasado estado atlántico encajonado entre Pernambuco y Bahia, en las filas de la Alianza para la Renovación Nacional (ARENA), el partido derechista que, nutriéndose de los cuadros de la extinta UDN, servía de soporte al Gobierno militar vigente desde 1964 y que en enero de 1980 dio lugar al Partido Democrático Social (PDS) en el contexto de un pluripartidismo renaciente. En las elecciones legislativas del 15 de noviembre de 1982 Collor fue, representando a Alagoas, uno de los 235 candidatos del PDS a diputado federal que obtuvo escaño. Ese mismo año publicó el libro Maceió: vinte anos en trés, que se sumó a O desafio de Maceió, aparecido en 1981.

Tras la victoria del opositor Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) en las elecciones presidenciales indirectas de enero de 1985 y la restauración de la democracia civil en la persona de José Sarney, Collor cambió de chaqueta política -práctica habitual en el fluido sistema brasileño de partidos- y se unió a esta fuerza mayoritaria y de centro en la que, en realidad, convivían sensibilidades ideológicas diversas. Siguiendo los pasos de su padre, el 15 de noviembre de 1986 ganó la elección a gobernador de Alagoas con un mandato de cuatro años al frente de una coalición de la que, asombrosamente, por pertenecer él a la plutocracia que regía el estado, formaban parte los estalinistas del Partido Comunista de Brasil (PcdoB).

La administración de Collor en Alagoas, iniciada el 15 de marzo de 1987, fue calificada en general de eficaz, aunque surgieron acusaciones de apaños en las concesiones de obras e irregularidades en la designación y retribuciones de los altos cargos. Collor gestionaba el estado con talante empresarial, gozaba de popularidad local y era un político ambicioso. Así que cuando sectores políticos y económicos tradicionales empezaron a movilizarse para impedir que en las elecciones presidenciales de 1989 ganara -lo cual parecía inevitable- un candidato de la izquierda, toda la atención recayó en el joven regidor alagoano.


2. Operación política para el salto a la Presidencia

Arrancó entonces una operación de auténtico marketing electoral, sin precedentes en la historia de Brasil y novedosa incluso para el conjunto del subcontinente, que consistía en la fabricación, prácticamente desde cero, de un aspirante presidencial capaz de batir a los más experimentados políticos del país cuya ideología causaba inquietud y rechazo a estos círculos conservadores. El 14 de mayo de 1989 Collor dimitió como gobernador de Alagoas para preparar su aspiración, con la que sus poderosos padrinos no iban a reparar en gastos. Por otro lado, según parece, Collor rechazó la invitación del PMDB, que no las tenía todas consigo en estas elecciones por la impopularidad del Gobierno saliente de Sarney, de secundar al líder y candidato presidencial de la formación, Ulysses Guimarães, para el puesto de vicepresidente.

La plataforma de Collor puso primero en marcha el Partido de la Juventud, pero el experimento no cuajó. Sin pérdida de tiempo, surgió como reemplazo el Partido de Reconstrucción Nacional (PRN), que aunque tampoco iba a ser capaz de articular ninguna implantación social sí captó el interés de poderosos círculos financieros y empresariales, los cuales vertieron ingentes cantidades de dinero en la promoción del precandidato. Dos pequeñas formaciones centroderechistas (a pesar de sus nombres), el Partido Laborista Renovador (PTR) y el Partido Social Laborista (PST), se adhirieron a la candidatura de Collor, al igual que el muy influyente senador Antônio Carlos de Magalhães, el político más poderoso del estado de Bahía y miembro del conservador Partido del Frente Liberal (PFL). Entre los auspiciadores dinerarios estaban el emporio mediático O Globo, el senador João Lyra, considerado el hombre más rico de Alagoas, y el también multimillonario alagoano Paulo César Farias, convertido en el tesorero de campaña.

Los responsables de la campaña de Collor reclutaron a expertos en comunicación audiovisual que compusieron una imagen atrayente del candidato divulgada por las televisiones hasta la saturación: sonriente, atildado, bien parecido, amante de los deportes de velocidad y el karate, Collor explotaba el perfil de un posible presidente para Brasil lleno de apostura, vigor y osadía, millonario para más señas (su patrimonio incluía varios vehículos de lujo y una treintena de inmuebles repartidos por el país) y capaz de trasladar los éxitos de su vida profesional privada a la conducción del Gobierno. Las mujeres, los jóvenes y las masas populares más azotadas por la penuria eran los destinatarios prioritarios de la propaganda electoral.

Los rivales a la izquierda y a la derecha, sorprendidos por la briosa irrupción de quien les parecía un advenedizo, descargaron sus ironías y críticas contra Collor, tildándole de "producto de la dictadura militar" y de "videoclip", pero el caso es que su candidatura, marginal en el arranque de la campaña, remontó espectacularmente hasta poner en serio peligro las aspiraciones de pesos pesados de la política nacional como Leonel Brizola, del socialdemócrata Partido Democrático Laborista (PDT), el socialista Luiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (PT), y el derechista Paulo Maluf, del PDS.

Collor trazó un discurso populista centrado en la denuncia de la corrupción y en las promesas de reducir los gastos suntuarios del Estado y asistir a las capas más desfavorecidas de la sociedad, poniendo el ejemplo de cómo había recortado los emolumentos de los prebostes de la función pública en Alagoas, conocidos por el público como los marajás. Pero su programa, presentado como social liberal, ofrecía también soluciones concretas para confrontar el desbarajuste económico y la abrumadora deuda social que iba a legar la administración de Sarney. En definitiva, un plantel de propuestas destinado a recolectar votos de electorados muy diversos por parte de quien decía situarse en el centro ideológico y auspiciar unas políticas que iban a "indignar a la derecha y asombrar a la izquierda".

En la primera vuelta del 15 de noviembre, Collor dio la campanada y fue el más votado con el 28,5% de los votos, seguido por Lula da Silva, un líder obrerista que, por orígenes y talante, no podía contrastar más con él. Antes de la segunda vuelta, el PRN divulgó el testimonio de una antigua compañera del dirigente socialista acusándole de haberle presionado en su momento para abortar una niña ilegítima tenida con él. La artimaña liquidó las ya escasas expectativas de Lula y el 17 de diciembre Collor zanjó la liza con el 53% de los votos. Para dotarse de un sostén en el Congreso bicameral, el presidente electo llegó a acuerdos con cinco fuerzas parlamentarias: el PFL, el PDS, el Partido Laborista Brasileño (PTB), el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y el Partido Liberal (PL), conformando una mayoría progubernamental de nítida impronta derechista.


3. Un proyecto modernizador de Brasil en entredicho

El 15 de marzo de 1990 Collor tomó posesión con un mandato quinquenal como el más joven presidente de Brasil y el primero elegido por sufragio directo y libre desde 1960. Nada más hacerlo anunció la puesta en marcha de un ambicioso plan de estabilización que debía traer la "modernidad económica" a Brasil sobre los parámetros de la racionalidad liberal y que se acercaba bastante a la terapia de choque, método radical del que había renegado insistentemente durante la campaña.

La solución ideada para erradicar la hiperinflación, que para el conjunto de 1989 había sido del 1.323%, y reducirla hasta el 3% mensual, fue, sencillamente, laminar la demanda de bienes mediante la confiscación por 18 meses de los depósitos de ahorro de particulares y empresas por encima de los 50.000 cruzados (un antecedente del corralito argentino una década más tarde), la congelación temporal de precios y salarios y el incremento de las tarifas de los servicios públicos. Simultáneamente, se restableció el cruzeiro como divisa nacional en sustitución del nuevo cruzado creado por Sarney, con un valor de canje de uno por uno mientras durara el período de retención de activos.

Aparte esta medida coyuntural de emergencia, el Gobierno de Collor decretó un rosario de cambios estructurales, insertos en el Programa de Reconstrucción Nacional, como el comienzo de las privatizaciones de las empresas del Estado (con USIMINA, la mayor siderúrgica de Latinoamérica, a la cabeza), la liberalización de los controles de cambios, la mejora del sistema tributario con el endurecimiento de penas para los evasores fiscales y la reducción del peso del Estado con la supresión de órganos gubernamentales y ministerios enteros, la extinción de subvenciones, la liquidación de bienes inmuebles y despidos masivos en la función pública federal. Varias de estas medidas perseguían de paso aumentar los ingresos del Estado, ya que Collor estaba decidido a cumplir los compromisos financieros asumidos con los acreedores internacionales de Brasil.

En definitiva, Collor insertó al gigante sudamericano en la corriente de desregulación y liberalización económicas que ya batía con fuerza en todo el continente. Pero sus ambiciones excedían con mucho el anclaje en el sosiego monetario y la bonanza financiera: vislumbraba un país lo suficientemente capitalizado, desarrollado y competitivo como para solicitar la conversión del G-7, el grupo de los siete países más desarrollados de Occidente, en un G-8 con Brasil. Sin embargo, antes de terminar su primer año en el poder Collor afrontaba ya tal riada de dificultades que empezó a hablarse de presidencia fracasada.

En primer lugar, el plan de estabilización fracasó clamorosamente en su primer propósito, la lucha contra la hiperinflación. En diciembre, los precios presentaron un crecimiento acumulado del 1.657%, dejando la inflación media anual en el 2.558%, mientras que las súbitas caídas del consumo y la inversión por la intervención financiera del Gobierno aparejaron una recesión del 4,4% del PIB para el conjunto de 1990, cuando 1989 había registrado una tasa de crecimiento del 3,3%. Desde la toma de posesión de Collor, más de 200.000 trabajadores habían sido despedidos y la deuda externa había sumado otros 10.000 millones de dólares hasta situarse el montante en los 120.000 millones. En resumidas cuentas, el plan de Collor sumió a Brasil en la peor coyuntura económica en décadas.

Por otra parte, las numerosas iniciativas de Collor para invertir en la juventud y la infancia tropezaron con la dramática situación de millones de niños en las grandes urbes, donde engrosaban los colectivos sin hogar (meninos da rua) y eran víctimas de escuadrones de la muerte dedicados a exterminar a quienes consideraban una molesta plaga en las calles, así como en el interior rural, donde estaban expuestos a enfermedades típicas del subdesarrollo como el cólera. El vasto espacio agrícola y forestal de Brasil era escenario también de masivas violaciones de los Derechos Humanos que se inscribían en la defensa violenta por los terratenientes de sus inmensas haciendas improductivas frente a las movilizaciones de los campesinos sin tierra.

En las elecciones legislativas federales y estatales del 3 de octubre y el 25 de noviembre de 1990, que produjeron un Congreso extraordinariamente fraccionado, la coalición de ocho partidos que sostenía a Collor sumó una precaria mayoría de 245 diputados sobre 513 y de paso perdió a manos de los partidos de izquierda los gobiernos de todos los estados con poder político o económico. El PRN, por su parte, no pasó del quinto lugar en el Congreso con 40 diputados y 4 senadores.

El 30 de enero de 1991, cuando la inflación crecía al ritmo del 70% mensual, Collor presentó un segundo plan de estabilización que, parecido al anterior, fue acogido con desconfianza y resignación en Brasil, pero positivamente por los operadores financieros del exterior, tal que en abril Collor llegó a un acuerdo con los bancos privados para el levantamiento de la moratoria de la deuda y el reescalonamiento del servicio de las amortizaciones y los intereses. La confianza en Brasil regresó también al FMI y el Club de París (éste formado por los países acreedores de deuda pública), que reanudaron a su vez las negociaciones con el Gobierno.

La actitud de los agentes foráneos para con Collor contrastaba grandemente con la creciente dificultad para entenderse con los líderes partidistas de casa. Algunos observadores señalaron que el carácter arrogante e impetuoso del mandatario, al parecer poco diestro con los imprescindibles cabildeos de alta política federal, tuvo mucho que ver con el fracaso de sus conversaciones con el PMDB y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que representaban el centro político, para incorporarles a la mayoría de Gobierno y evitar convertirse en un rehén del PFL, toda vez que entre los demás partidos de la derecha cundía el nerviosismo y trascendían las dudas sobre la capacidad del presidente para manejar la inclemencia económica.


4. Caída en desgracia espoleada por la corrupción

Las algaradas, las huelgas y las manifestaciones contra la política económica del Gobierno minaban la popularidad de Collor como minaron las de otros presidentes antes y después que él, pero la bomba de relojería contra su continuidad en el poder vino desde otro frente.

En octubre de 1991 el presidente del monopolio estatal Petrobrás presentó la dimisión como protesta por haber sido presionado por Paulo Farias para hacer una operación irregular. Meses después, el 10 de mayo de 1992, saltó el escándalo con la publicación de un dossier elaborado por el propio hermano menor del presidente, Pedro Collor de Mello, en el que denunciaba con todo lujo de detalles una red de tráfico de prebendas, contratos ilícitos y desvío de fondos, orquestada por el ex tesorero de campaña y amigo íntimo del mandatario. Dicho entramado, parasitario de la administración federal, habría estado enriqueciendo a un círculo de colaboradores alagoanos del presidente, colocados en puestos cimeros del Gobierno, y al mismo Fernando Collor. Pedro Collor informó de paso que su hermano fue, como él, un consumidor habitual de cocaína en su juventud, que intentó seducir a su esposa (esto es, la cuñada de Collor) y que convirtió el palacio del gobernador en escenario de sus numerosas infidelidades conyugales.

El reguero de revelaciones de los medios de comunicación salpicó gravemente a la primera dama, Rosane Malta (segunda esposa de Collor desde 1984 luego de divorciarse de Lilibeth Monteiro de Carvalho, madre de sus dos hijos), acusada de apropiarse de dinero de la Legión Brasileña de Asistencia, un organismo público de asistencia social. Collor, que presentaba un físico extenuado (disparando los rumores sobre su estado de salud), emprendió acciones legales contra su hermano por calumnias, en marzo forzó la dimisión en pleno del gabinete después de un goteo de renuncias de ministros por escándalos económicos y en junio firmó la nueva Ley Anticorrupción. Pero estos intentos de reparar su imagen nada pudieron contra una bola de nieve que la prensa alimentaba implacablemente con titulares sensacionalistas y diarios.

El 26 de mayo de 1992 la Cámara de Diputados abrió contra Collor una investigación que confirmó y sacó más a la luz el sinfín de ilegalidades cometidas por el "esquema de Paulo Farias", como la aceptación de sobornos de empresarios a cambio de favores políticos, el depósito de dinero negro a nombre de empresas ficticias en paraísos fiscales y su transferencia regular a cuentas bancarias de testaferros brasileños para el uso y disfrute de los verdaderos titulares. Según la comisión de investigación congresual, en los dos años largos de Gobierno el patrimonio de Collor se habría multiplicado con creces gracias a la maña delictiva de Farias. Una de las mudanzas más sospechosas fue la fastuosa reforma de Casa da Dinda, la quinta privada del presidente en Brasilia, cuyo importe, cinco veces superior al salario correspondiente al jefe del Estado, Collor aseguró haber podido cubrir gracias a un préstamo personal de un banco uruguayo.

Entretanto, en las calles se generó un enorme movimiento de repudio popular, que superó incluso las grandes movilizaciones prodemocráticas de principios de los años ochenta, que, al grito de Fora Collor !, exigía la inmediata renuncia del presidente. Éste, calibrando mal la dimensión de su descrédito, convocó a los brasileños a que se manifestaran en apoyo de la Presidencia vistiendo los colores nacionales, el verde y el amarillo; en respuesta, millones de ciudadanos, con alcaldes, gobernadores y legisladores federales en las primeras filas, tomaron las principales ciudades del país vestidos de negro como símbolo del apoyo a la destitución por el Congreso. La incertidumbre política resultó fatal para la economía, y si 1991 registró un crecimiento del PIB del 0,9% y una tasa de inflación del 425%, 1992 conoció una nueva recesión, del -0,9%, y el remonte de la hiperinflación hasta el 991%.

Convulsiones domésticas aparte, en el haber exterior de Collor merecen destacarse su anuncio el 27 de septiembre de 1990 ante la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York de la renuncia por Brasil a realizar investigaciones nucleares con finalidad militar, la firma en Viena en diciembre de 1991 del Acuerdo Cuatripartito de Salvaguarda Nuclear con Argentina y la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), y la participación en una cumbre en Asunción el 26 de marzo de 1991 con sus colegas de Paraguay, Uruguay y Argentina para la firma del Tratado constitutivo del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), ambicioso proyecto de integración regional cuyos objetivos centrales eran la liberalización total del comercio interior y la creación de una unión aduanera sobre la base de un arancel externo común

Collor fue el anfitrión en Brasilia de la I Cumbre de Presidentes del MERCOSUR, el 17 de diciembre de 1991, y en Río de Janeiro de la II Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (UNCED), del 3 al 14 de junio de 1992. Más conocido como la Cumbre de la Tierra, el evento reunió al mayor número de jefes de Estado y de Gobierno hasta la fecha (103) y produjo las convenciones sobre Cambios Climáticos y sobre Diversidad, así como la llamada Agenda 21. El presidente brasileño realizó visitas de Estado a Italia (junio de 1990), Argentina (julio de 1990), Portugal (octubre de 1990), España (mayo de 1991 y julio de 1992) y Estados Unidos (junio de 1991). En añadidura, asistió a la I Cumbre Iberoamericana, en Guadalajara, México, el 18 y el 19 de julio de 1991.


5. Proceso de destitución parlamentaria y dimisión

El 26 de agosto de 1992 la comisión de investigación concluyó que había suficientes indicios de delito para procesar a Collor y el 29 de septiembre la Cámara de Diputados aprobó separarle temporalmente del cargo por 441 votos a favor, 38 en contra y 23 ausentes, un resultado que dejaba a las claras la soledad política del presidente; al día siguiente, el Senado instauró el proceso de enjuiciamiento y eventual destitución, o impeachment.

La decisión del poder legislativo brasileño, que provocó un estallido de alegría popular y el alivio de los responsables políticos y los operadores económicos, no tenía precedentes en Latinoamérica. La sorprendida opinión pública internacional lo valoró como un paso histórico para la consolidación de la democracia brasileña al haberse conducido esta grave crisis política por los cauces constitucionales y sin violencias, destacando de paso la madurez cívica de una ciudadanía que se movilizó para exigir la dignificación de las instituciones y el final de la impunidad en los casos de corrupción.

El 2 de octubre la Cámara baja resolvió que el vicepresidente Itamar Franco (quien se había distanciado ostensiblemente de su superior desde el comienzo del escándalo) asumiera las funciones presidenciales hasta que el Congreso concluyera el proceso de impeachment contra Collor, el cual se rodeó de abogados dispuesto a dar batalla legal, aunque apenas había dudas de que su suerte política estaba echada. La crisis institucional terminó el 29 de diciembre cuando Collor, anticipándose en unos minutos al comienzo de la votación de destitución en el Senado, dimitió formalmente y Franco asumió la titularidad de la Presidencia para completar el mandato que expiraba el 1 de enero de 1995. La renuncia de Collor no impidió que la Cámara alta siguiera con el procedimiento del día y, por 76 votos contra 3, le inhabilitó para el desempeño de cargos públicos por un período de ocho años.

Collor juzgó prudente ausentarse del país con su familia y pasó largas temporadas en Estados Unidos, en Miami y en la estación invernal de Aspen, Colorado, elevando su voz de cuando en cuando para denunciar que se sentía víctima de un complot y que no desistía de retomar la carrera política. El 28 de abril de 1993 el Tribunal Supremo Federal (TSF) dio luz verde a su procesamiento por corrupción pasiva y asociación para delinquir junto con Farias y otras siete personas acusadas por el fiscal general de la República, Arístides Junqueira. No obstante, el 12 de diciembre de 1994 la suprema instancia judicial de Brasil resolvió descargar al ex presidente de todo cargo por falta de pruebas válidas en un juicio penal, si bien confirmó su inhabilitación política temporal.

Para entonces, los otros dos protagonistas del escándalo que tumbó al presidente habían muerto: Pedro Collor de Mello falleció en diciembre de 1994 a causa de un tumor cerebral, mientras que Paulo Farias, luego de su fuga a Tailandia, captura, encarcelamiento y condena a servir seis años de arresto domiciliario, fue hallado muerto en junio de 1996 en su residencia cerca de Maceió en compañía su amante, con dos disparos los dos y días antes de que el intrigante personaje testificara ante el TSF; aparentemente, un caso de asesinato con suicidio de índole pasional, pero para la opinión pública Farias había sido eliminado por quienes temían que revelara a la justicia determinados trapos sucios de la clase política.

En septiembre de 1997 Collor solicitó la restitución de sus derechos políticos al TSF, que no aceptó a trámite la apelación. Cambiando de táctica, el 24 de mayo de 1998 anunció su intención de concurrir a las elecciones presidenciales de octubre de aquel año; llegó a inscribir su candidatura, pero este intento de retornar al proscenio político también fue frustrado, el 1 de septiembre, por el TSF, que le recordó que a su evicción le restaban dos años para ser levantada. Cuando este momento llegó el 29 de diciembre de 2000, Collor pronunció un discurso en el que reivindicó su honestidad como gobernante e hizo un balance positivo de su gestión tanto en Alagoas como en Brasilia.

Se vio en esta alocución una declaración de intenciones para el retorno a la política de Alagoas en las filas del Partido Renovador Laborista Brasileño (PRTB), fuerza nacida en noviembre de 1994 a partir de una disidencia del ya desaparecido PTR y liderada por José Levy Fidelix da Cruz. Ciertamente, meses después Collor lanzó su candidatura a gobernador en las listas del PRTB, a la sazón, la sexta sigla partidaria en la que milita el ex presidente en algo más de dos décadas. Llegado el día de las elecciones, el 6 octubre de 2002, Collor fue, sin embargo, batido con el 40,2% de los votos por el titular del puesto que se sometía a la reelección, Ronaldo Lessa Santos, del Partido Socialista Brasileño (PSB), quien obtuvo el 52,9%.

(Cobertura informativa hasta 1/11/2002)