Faustin-Archange Touadéra
Presidente de la República (2016-)
Tras tres años de violencia salvaje y caos, una puerta para la esperanza se ha abierto en la República Centroafricana con las elecciones presidenciales de diciembre de 2015 y enero de 2016. Desarrolladas en un ambiente de tranquilidad que el tiempo dirá si es el principio de un nuevo tiempo de paz o solo un mero paréntesis en el terror, las votaciones han dado la victoria a Faustin-Archange Touadéra, un antiguo primer ministro (2008-2013) del partido del depuesto presidente François Bozizé (víctima política en 2013 de Michel Djotodia, a su vez forzado a la renuncia y el exilio en 2014) pero que ahora se presenta como independiente.
La empresa de este matemático de profesión, que recoge el testigo al Ejecutivo transitorio de Catherine Samba-Panza, puede considerarse titánica: ni más ni menos que volver a poner en marcha un Estado medio colapsado por las oleadas de pillajes y masacres, y sentar las bases de la reconciliación nacional, enterrando la dinámica de ataques y represalias de milicias musulmanas (Séléka) y cristianas (Anti-Balaka) que han causado miles de muertos, desterrado de sus hogares a una quinta parte de la población, desarticulado mercados y destruido multitud de infraestructuras básicas, todo ello en un país muy rico en recursos naturales pero crónicamente subdesarrollado, débil y convulso.
La reciente efusión de odio ciego con componente religioso y la espiral de asesinatos puramente sectarios vinieron a rematar una singladura nacional plagada de golpes de Estado, revueltas militares e insurgencias guerrilleras. Esta crisis dramática en el corazón del África negra, de la que los medios de comunicación occidentales se han ocupado muy poco, ha amenazado con dividir la geografía de la paupérrima República Centroafricana por unas líneas étnicas y confesionales, con los musulmanes agrupados en el norte -en diciembre de 2015 la Séléka autoproclamó una entidad autónoma, la "República de Logone"- y los cristianos, que componen la mayoría de la población, en el sur. Se calcula que hasta la mitad de los 4,7 millones de centroafricanos se han visto directamente damnificados por el conflicto.
El Gobierno de Touadéra, quien difunde los mensajes de la paz, la seguridad y la cohesión social, e invoca el llamado proceso DDRR (desarme, desmovilización, reintegración y repatriación), va a depender vitalmente de la asistencia a todos los niveles de la comunidad internacional, la cual, muchas veces guiada por intereses particulares contrapuestos (con mención destacada de las implicaciones tendenciosas e injerencias de Francia y Chad, actualmente en reflujo), se ha mostrado hasta ahora incapaz de atajar el ciclo de inestabilidad y anarquía comenzado en 1996, fracaso que magnifica la impresionante sucesión de misiones de pacificación y estabilización que desde entonces la ONU, la Unión Europea, la Unión Africana y otras organizaciones regionales han mandado al país: la MISAB, la MINURCA, la BONUCA, la fuerza de la CEN-SAD, la FOMUC, la MINURCAT, la Eufor Chad-RCA, la MICOPAX, la BINUCA, la MISCA, la Eufor RCA y, con 11.000 cascos azules y policías desplegados desde 2014, la MINUSCA.
(Texto actualizado hasta febrero 2016)
1. Primer ministro del derrocado presidente Bozizé
2. Ganador de las elecciones presidenciales de 2016 en un país desgarrado por la violencia sectaria
1. Primer ministro del derrocado presidente Bozizé
Nacido en Bangui tres años antes de la independencia de Francia en 1960 y miembro de una familia de diez hermanos formada por un conductor y una campesina, cursó la secundaria en el Lycée Barthélémy Boganda de la capital del país y luego estudió Matemáticas en las universidades nacional de Bangui, nigeriana de Abidján, y de Ciencia y Tecnología de Lille, en la antigua metrópoli colonial, centro este último por el que se doctoró en su especialidad científica en 1986. Una vez de vuelta en la República Centroafricana, por aquel entonces gobernada por el régimen de partido único del antiguo general golpista André Kolingba, Touadéra, miembro de la Asociación Nacional de Estudiantes Centroafricanos (ANECA), emprendió una carrera docente en la Universidad de Bangui, donde empezó siendo profesor auxiliar de Matemáticas para luego convertirse en el vicedecano de la Facultad de Ciencias en 1989 y en el director del Colegio de Magisterio en 1992.
En 2001 el profesor pasó a hacerse cargo del Comité Interestatal para la Estandarización de Programas de Matemáticas en los Países de Lengua Francesa y el Océano Índico (CIEHPM). En 2004, año en que se sacó un segundo doctorado en Matemáticas por la Universidad de Yaoundé, Camerún, reanudó las funciones directivas en la Universidad de Bangui desde el puesto de vicecanciller y en 2005, finalmente, alcanzó la posición de rector de su alma máter. En todo este tiempo, Touadéra se desenvolvió estrictamente en los ambientes académicos. Como mero ciudadano privado, fue testigo del turbulento desarrollo político de un país del África negra muy rico en recursos naturales, sometido a diversas injerencias extranjeras y profundamente subdesarrollado que en 1993 protagonizó una ejemplar mudanza democrática, la sucesión electoral de Kolingba por Ange-Félix Patassé, pero que luego se sumió en la anarquía de los motines militares, las insurgencias armadas y, de nuevo, como en las primeras dos décadas de la independencia, los golpes de Estado.
En marzo de 2003 se apoderó del poder, mediante un fulminante ataque a Bangui con las coberturas de Chad -indisimulada- y Francia -subrepticia-, el general rebelde François Bozizé, el cual, siguiendo la suerte del derrocado Patassé, no tardó en hacer frente a una serie de peligrosas rebeliones, concentradas en las prefecturas del norte, tradicionalmente desasistidas por el Estado y con significativos porcentajes de población musulmana, que aunaban confusamente la subversión de signo político y el simple bandidismo. Los enfrentamientos entre el batiburrillo de grupos guerrilleros y las débiles Fuerzas Armadas de la República Centroafricana (FACA), asistidas desde el aire por la Aviación francesa, sumieron al país en un estado de guerra civil de baja intensidad pródigo en pillajes y devastaciones. A lo largo de 2007 y 2008, una serie de acuerdos de paz, fundamentalmente el suscrito en Libreville, Gabón, por el Gobierno y tres grupos rebeldes, la UFDR, el APRD y el FDPC, en junio de 2008, consiguió reducir los niveles de violencia y desorden, pero el país distó de recuperar la estabilidad, meta que el régimen autoritario y corrupto de Bozizé ponía muy cuesta arriba.
El 18 de enero de 2008, aún en plena efusión de luchas e inseguridad, Élie Doté, el primer ministro colocado por Bozizé tras hacerse legitimar en las polémicas elecciones presidenciales de marzo de 2005, presentó la dimisión en vísperas de votarse en la Asamblea Nacional una moción de censura contra su persona que seguramente iba a perder. Bozizé aceptó la renuncia y el 22 de enero sacó del anonimato al profesor Touadéra nombrándole nuevo jefe del Gobierno. El matemático, que no pertenecía a ningún partido, estaba considerado un independiente, aunque luego se vinculó, llegando a convertirse en su vicepresidente orgánico, al nuevo partido del oficialismo surgido de la fusión de varias formaciones progubernamentales, la Convergencia Nacional Kwa Na Kwa (KNK), que decía abrazar una ideología socialdemócrata pero cuya única seña de identidad clara era la lealtad personal de sus miembros a Bozizé.
En enero de 2009 Touadéra, siguiendo las instrucciones de Bozizé, formó un Gobierno de unidad nacional que incorporó a representantes de la UFDR y el APRD, dos de las insurgencias desmovilizadas y reconvertidas en partidos políticos legales, así como de sectores de la oposición civil que se habían mantenido al margen del reciente conflicto armado.
El segundo Gobierno Touadéra alentó las esperanzas de que la maltrecha República Centroafricana, país de sabana enclavado en el corazón del continente, fronterizo con cinco estados (tres de los cuales, Chad, Sudán y la República Democrática del Congo, estaban azotados por sus propios conflictos bélicos internos) y escasísimamente poblado para su extensión (623.000 km² y menos de cinco millones de habitantes, a su vez encasillados en 80 grupos etnolingüísticos), pudiera ser capaz de dejar atrás una década larga de convulsiones, mientras la seguridad era vigilada, con más que dudosa efectividad, por el dispositivo militar francés y los contingentes multinacionales de las misiones EUFOR Chad-RCA de la Unión Europea, MINURCAT de la ONU y MICOPAX de la Comunidad Económica de Estados de África Central (CEEAC). Un movimiento guerrillero que se había marginado del Acuerdo de Libreville, la CPJP, seguía empuñando las armas y sosteniendo choques con las FACA.
Bozizé siguió confiando en las capacidades de Touadéra para capear la crisis financiera que acuciaba al erario y facilitar el diálogo político después de las elecciones generales de enero de 2011, vueltas a ganar por el anterior militar golpista y su partido, la KNK. En agosto de 2012 la CPJP, el más importante de los grupos violentos que seguía en activo, accedió a firmar la paz con el Gobierno, pero en diciembre del mismo año cristalizó en la prefectura septentrional de Vakaga, lindera con Chad y Sudán, una nueva rebelión integrada por combatientes no desmovilizados o vueltos a las armas de anteriores guerrillas y sediciones a los que unía la solidaridad étnica norteña, la fe musulmana -ampliamente minoritaria en un país cristiano o animista en más de sus cuartas quintas partes- y el odio común al régimen de Bozizé. Al frente de los facciosos se puso un oscuro dirigente de la UFDR Michel Djotodia, quien había pasado los últimos años exiliado en Benín.
La coalición rebelde, presentándose con el nombre de Séléka CPSK-CPJP-UFDR y reforzada con mercenarios chadianos y sudaneses, lanzó desde su cuartel general en la ciudad de Birao una potente ofensiva hacia el sur que en pocas semanas llegó hasta la localidad de Damara, a 70 km de Bangui, obligando a retroceder una y otra vez a unas FACA a punto de desmoronarse. Acorralado, Bozizé imploró, en vano, el socorro militar de la potencia hasta ahora tutelar, Francia, pero en enero de 2013 el rosario de conquistas de la Séléka quedó frenado en seco por la decidida implicación política de Chad, la CEEAC y la Unión Africana, que obligaron a las partes a sentarse en una mesa de negociaciones en la capital de Gabón.
El 11 de enero Bozizé y Djotodia firmaron en Libreville un acuerdo de alto el fuego con efecto inmediato por el que la Séléka detenía las hostilidades -pero no se retiraba de las ciudades ocupadas- a cambio del nombramiento de un primer ministro de la oposición, la formación de un Gobierno de unidad con una agenda de reformas, la celebración de elecciones legislativas en el plazo de un año, la integración de los maquis rebeldes en las FACA y la liberación de todos los prisioneros políticos, así como la repatriación de las tropas extranjeras salvo las estrictamente encuadradas en la MICOPAX.
Le tocó, pues, a Touadéra, un servidor moderado y hacendoso, dedicado plenamente a la gestión de unas estructuras estatales minadas por la falta de recursos y los brotes de anarquía, al que nadie podía acusar de sectarismo político, ser sacrificado en nombre de la paz y la reconciliación nacional. Al día siguiente del acuerdo, el 12 de enero, el matemático recibió la orden de cese y cinco días después el presidente nombró en su lugar a Nicolas Tiangaye, un experto constitucionalista y abogado especializado en Derechos Humanos, militante de la oposición pero no perteneciente a ningún partido, quien resultaba del agrado de la Séléka. Touadéra desapareció de la escena, pero la República Centroafricana, lejos de recobrar la calma, entró en la antesala del caos total.
2. Ganador de las elecciones presidenciales de 2016 en un país desgarrado por la violencia sectaria
Los Acuerdos de Libreville de enero de 2013 fueron rápidamente papel mojado. Los combatientes de la Séléka reactivaron su insurgencia, Djotodia desertó del Gobierno, donde había obtenido los puestos de viceprimer ministro y ministro de Defensa, y el 24 de marzo los rebeldes, con el beneplácito del único gobierno de la zona que habría podido evitar este desenlace, el chadiano, entraron en tromba en Bangui sin hallar apenas resistencia de las FACA, obligando a Bozizé y su camarilla a escapar a la carrera. Djotodia se arrogó las funciones de presidente de la República con plenos poderes, suspendió las instituciones republicanas y anunció un "período de transición" hasta la celebración de elecciones en tres años.
Pese a prometer la continuidad del llamado proceso DDR, es decir, el desarme, la desmovilización y la reintegración de los combatientes irregulares, el nuevo hombre fuerte de la República Centroafricana no hizo nada para impedir la salvaje ola de pillajes, violaciones y asesinatos desatada por sus huestes en Bangui desde el primer momento de la captura del poder. El recrudecimiento de la violencia arbitraria por los milicianos musulmanes del bando de Djotodia, obligado por los alarmados gobiernos regionales a poner en marcha unas instituciones de transición y a conformarse con el puesto de jefe interino del Estado, degeneró en la comisión de auténticas matanzas sectarias de paisanos cristianos en aldeas aisladas del interior.
Estas atrocidades empezaron a ser contestadas con igual saña por unas milicias de autodefensa cristianas conocidas como anti-balaka (anti-machete). Para empeorar las cosas, entraron en escena los partidarios cristianos de Bozizé, que abrieron un frente de combate particular contra la Séléka. La República Centroafricana se sumió en una espiral de asesinatos de ciudadanos indefensos víctimas del odio religioso, mientras que cientos de miles de personas, una parte sustancial de la población nacional, abandonaban aterrorizadas sus hogares, convirtiéndose en desplazados internos o en refugiados transfronterizos.
La cínica pasividad de Djotodia, quien aseguraba que las Séléka ya estaban oficialmente disueltas y que él no tenía responsabilidad en los crímenes perpetrados por unos indisciplinados que no eran "sus hombres", colmó la paciencia de la comunidad internacional, a la que las ONG, por cierto, acusaban de ser corresponsable de la calamitosa situación por el "abandono humanitario y sanitario" que sufría el pueblo centroafricano.
En diciembre de 2013, con Bangui convertido en un caótico campo de batalla librada por múltiples contendientes, con decenas de cadáveres en las morgues o tendidos en las calles y en los arrabales, y casi medio millón de residentes, la mitad de la población capitalina, huidos de sus casas, el riesgo de que el conflicto alcanzara dimensiones genocidas precipitó la intervención militar de Francia (Operación Sangaris) en apoyo de las ineficaces tropas de pacificación africanas con la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, el cual aprobó también el despliegue de una fuerza de la Unión Africana, la Misión Internacional de Apoyo (MISCA), llamada a recoger el testigo de la MICOPAX en el reto de restablecer el orden, reto que iba a desbordar a la MISCA a las primeras de cambio. El 10 de enero de 2014, por último, una conferencia regional de presidentes africanos reunida en N'Djamena sentenció políticamente a Djotodia, quien, estigmatizado y sin la confianza ya de su anterior valedor, el presidente Idriss Déby de Chad, no tuvo más salida que la renuncia y el exilio.
Automáticamente, la jefatura transitoria del Estado en funciones recayó en el presidente del Consejo Nacional de Transición (CNT, órgano creado en abril), Alexandre Ferdinand Nguendet. El 20 de enero el CNT eligió como jefa interina del Estado a la alcaldesa de Bangui, la independiente Catherine Samba-Panza, cuya primera decisión fue reemplazar al primer ministro Tiangaye por el también cristiano André Nzapayeké, al que en agosto siguiente iba a tomar el relevo el musulmán Mahamat Kamoun. Los constantes llamamientos al final de la violencia interreligiosa elevados por las nuevas autoridades del país, carentes de fuerzas armadas significativas dispuestas a acatar sus órdenes sobre el terreno, no surtieron efecto. En julio, los representantes de los milicianos Séléka y Anti-Balaka adoptaron en Brazzaville, bajo la mediación del presidente congolés Denis Sassou Nguesso, un acuerdo de alto el fuego que tampoco sirvió para pacificar un país destrozado donde el Estado solo funcionaba, y muy precariamente, en Bangui y algunas otras poblaciones del sur.
La inseguridad más absoluta campaba a lo largo y ancho de la República Centroafricana, escenario diario de asesinatos colectivos, violaciones, incendios y saqueos. Barrios y aldeas con núcleos de población musulmana eran atacados por partidas de cristianos armados sedientos de venganza, acciones que a su vez daban pie a la Séléka para cometer nuevas y sangrientas represalias. Varios cientos de miles de personas seguían arrojadas de sus hogares, intentando sobrevivir escondidas en parajes boscosos o arracimados en improvisados campos de refugiados en todos los países vecinos. De una manera clamorosa, ni el contingente francés, ni la nueva fuerza militar de la UE, EUFOR RCA, ni los 11.000 cascos azules y agentes policiales de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Centroafricana (MINUSCA), que en septiembre recibió el mando de la MISCA de la Unión Africana, realizaron un labor fructífera para revertir este catastrófico estado de cosas.
Como tantísimos paisanos, Touadéra asistió al hundimiento de su país con espanto. Temeroso por su seguridad y la de los suyos, optó por tomar refugio en una base de la ONU junto con su esposa y sus tres hijos. Transcurridos seis meses, la familia pudo tomar un avión y volar a Francia, fijando su residencia temporal en Lille, la ciudad donde él se había formado como matemático. El 4 de agosto de 2015 el ex primer ministro reapareció para anunciar su intención de presentarse a las elecciones presidenciales previstas para el 18 de octubre, al tiempo que trazaba un diagnóstico rápido sobre la "muy crítica" situación que afligía al país.
Su candidatura, explicó, sería a título independiente, desligado del partido KNK, aunque estaría dispuesto a retirarla si su anterior jefe, Bozizé, con quien mantenía "mucha confianza", se decidía a concurrir. A los pocos días, la Convergencia Nacional Kwa Na Kwa anunció que Bozizé, en efecto, estaba listo para cancelar su exilio en Benín y regresar a la República Centroafricana para presentarse a las elecciones, que los estragos de la violencia en Bangui obligaron a posponer hasta el 27 de diciembre, tras el referéndum que aprobó la nueva Constitución. El 8 de diciembre, sin embargo, el Tribunal Constitucional vetó la inscripción de la candidatura del ex presidente al considerar que no cumplía los requisitos.
Al cabo de un nuevo retraso, las elecciones generales tuvieron lugar por fin el 30 de diciembre de 2015. En las presidenciales, Touadéra, de manera harto sorprendente por cuanto estaba considerado un aspirante outsider para el que sus lazos con el desacreditado Bozizé supondrían supuestamente un pesado lastre, se colocó en segundo lugar con el 19% de los votos y pasó a disputar la segunda vuelta con el también ex primer ministro (1999-2001) Anicet-Georges Dologuélé, un antiguo colaborador del presidente Patassé, precedido por una reputación de enemigo jurado de la corrupción y ahora al mando de su propio partido, la Unión para la Renovación Centroafricana (URCA). Además, por Dologuélé se decantó la KNK, posicionamiento que vino a certificar la credencial de Touadéra como candidato independiente.
En la estacada quedaron, nada menos, otros 28 aspirantes al cargo, los más destacados de los cuales eran Désiré Kolingba, hijo del ex dictador André Kolingba y cabeza del que fuera partido único Reagrupamiento Democrático Centroafricano (RDC), Martin Ziguelé, otro primer ministro (2001-2003) de Patassé y su heredero político al frente del Movimiento por la Liberación del Pueblo Centroafricano (MLPC), Jean-Serge Bokassa, retoño del sanguinario dictador y autoproclamado emperador de Centroáfrica Jean-Bédel Bokassa, y Sylvain Patassé, tercer hijo de presidente que optaba a la Presidencia. La Autoridad Nacional de Elecciones (ANE) tardó varios días en anunciar los resultados de la primera vuelta correspondientes al conjunto del país, pero, milagrosamente, los comicios pudieron celebrarse en un clima de razonable tranquilidad. El baldón afectó a las elecciones a la Asamblea, que la ANE decidió declarar nulas ante el alto número de irregularidades detectadas.
En la segunda vuelta del 14 de febrero de 2016 Touadéra, difundiendo los mensajes de "reconciliación", "recuperación", "paz", "cohesión social" y "seguridad", y dando énfasis al proceso DDRR (desarme, desmovilización, reintegración y repatriación), necesariamente acompañado de la reconstrucción de las FACA, se impuso a Dologuélé con un contundente 62,7% de los votos. Los porcentajes fueron ratificados por el Tribunal Constitucional. El perdedor no se privó de denunciar un "fraude masivo" en su contra, pero aclaró que aceptaba los resultados y que reconocía al ganador "en aras de la paz". La misión de observadores de la Unión Africana elogió el proceso electoral, que se había desarrollado "con calma, serenidad y transparencia". El mandatario electo, al que le llegó la felicitación y la promesa de asistencia financiera de Francia, tenía previsto tomar posesión del cargo el 11 de marzo. Para preservar la estabilidad del país, que parecía haber entrado en una etapa de reflujo de la violencia, Touadéra iba a poder contar con los pacificadores de la MINUSCA. Los 900 soldados a que reducía el operativo galo, en cambio, tenían previsto evacuar el territorio centroafricano en los próximos meses.
(Cobertura informativa hasta 24/2/2016)