Fatos Nano
Albania
Primer ministro (1991, 1997-1998, 2002-2005)
Fatos Thanas Nano
Mandate:
-
Birth:
Tirana, condado de Tirana
Political party:
Partido Socialista de Albania (PSS)
Profession:
Economista y politólogo
(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente en 2002. El tercer Gobierno de Fatos Nano concluyó el 11/9/2005 con la constitución del Gabinete de Sali Berisha, cuyo Partido Democrático resultó vencedor en las elecciones del 3/7/2005 en Albania. Nano renunció también a la jefatura del Partido Socialista, que pasó a manos de Edi Rama). |
Perteneciente a una familia de religión cristiana ortodoxa (fe profesada por la quinta parte de los albaneses, mayoritariamente musulmanes) e hijo del periodista Thanas Nano, un informador adicto al Gobierno comunista que llegó a dirigir la radio y la televisión estatales, recibió una variada formación en la Universidad de Tirana que incluyó estudios en Ciencias, Economía Política, Macroeconomía y Relaciones Económicas Internacionales. No obstante estar llamado a desarrollar su carrera en la intelligentsia del régimen, trabajó tres años como economista en la industria metalúrgica, en una suerte de toma de contacto de la realidad obrera indispensable en el historial de quien era un militante del Partido del Trabajo Albanés (PPS), soporte político del dictador estalinista Enver Hoxha.
Desde mediados de los años setenta Nano impartió docencia en la Universidad y en el Instituto de Estudios Marxistas-Leninistas de Tirana, un centro de capacitación ideológica de los cuadros del partido que estaba supervisado por la influyente esposa del autócrata, Nexhmije Hoxha. En 1987, llevando las riendas del partido y el Estado Ramiz Alia como sucesor de Hoxha (fallecido en 1985), el régimen concedió el Premio de la República en tercer grado a Nano, quien, según las biografías oficiales divulgadas, era ya un cualificado políglota que hablaba inglés, francés, italiano, ruso, español y serbocroata.
Desde mayo de 1990, Alia dispuso una serie de reformas políticas, al principio sumamente vacilantes, para intentar apaciguar la demanda social de una transición democrática para Albania en la línea de lo sucedido en los demás países comunistas de Europa. En diciembre, el malestar popular por la resistencia del PPS a terminar con su monopolio político y a transformar una estructura económica a punto de desplomarse cristalizó en una ola de manifestaciones masivas, forzando a Alia a hacer concesiones decisivas: el multipartidismo fue aprobado -aunque el PPS siguió reservándose el control absoluto del Ejecutivo-, se prometieron elecciones libres y el primer ministro Adil Çarçani presentó un Consejo en el que los ministros antirreformistas fueron depurados en favor de jóvenes cuadros menos asociados al pasado. Nano fue uno de los promovidos, a los puestos de secretario general del Consejo, primero, y vicepresidente del mismo, después.
Los cambios no satisficieron a una población, cada vez más desesperada por la calamitosa situación económica, y a comienzos de febrero los disturbios, los saqueos y los intentos masivos de alcanzar Italia por mar sumieron a Albania en una situación próxima al caos. El 22 de febrero de 1991 cayó el Gobierno de Çarçani y Alia nombró otro Consejo presidido por Nano con la misión de restaurar el orden y preparar las elecciones generales. Los históricos comicios, celebrados a tres vueltas el 31 de marzo y los días 7 y 14 de abril, otorgaron al PPS una mayoría absoluta de 169 diputados en la Asamblea Popular de 250 miembros, lo cual tuvo el efecto de renovar las protestas de la oposición que capitaneaba el Partido Democrático de Albania (PDS) de Sali Berisha. El 12 de mayo, el Gabinete de Nano fue renovado.
Sin embargo, el 4 de junio, siendo incapaz de contener la nueva ola de agitación y al cabo de 20 días de huelga general atizada por el PDS, Nano dimitió y dejó paso a un gobierno de gran coalición presidido por el también comunista Ylli Bufi. Dos semanás más tarde, Albania era admitida en la Conferencia para la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE). Nano se aseguró una presencia señera en la vida política nacional desde su escaño de diputado y, sobre todo, a raíz de su elección como presidente del nuevo Partido Socialista de Albania (PSS) en su congreso fundacional a partir del PPS, celebrado el 12 y el 13 de junio de 1991. Con Nano a su frente, el PSS hizo un esfuerzo por desligarse del dogmatismo ideológico e hizo profesión de fe en la socialdemocracia, con aceptación del pluralismo parlamentario y los principios de la economía de mercado, pero la catastrófica situación del país, social y económicamente, empujó al electorado a votar por el cambio en las nuevas elecciones del 22 y el 29 de marzo de 1992, en las que el PSS se hundió y sólo cosechó 38 de los 140 escaños de la nueva Asamblea de la República.
El nuevo Ejecutivo constituido por el PDS en abril, con Sali Berisha en la Presidencia de la República y Aleksander Meksi en la jefatura del Gobierno, lanzó una política de exigencia de cuentas a los antiguos jerarcas comunistas que presentó también un fuerte matiz de revanchismo puramente personal, poniendo en marcha una secuencia de vindictas sectarias que iba a polarizar la vida política nacional durante años; a los ojos de todos, la animadversión indeclinable entre Nano y Berisha era la piedra angular de este frentismo partidista, tan pernicioso para la normalización política.
En julio de 1993 el líder socialista fue despojado de la inmunidad parlamentaria para hacer frente a diversos cargos de presunta corrupción cometidos cuando estuvo en el Gobierno, y el penúltimo día del mes fue arrestado y encarcelado junto con otros antiguos responsables comunistas. El 3 abril de 1994 un tribunal de Tirana halló culpable a Nano de los delitos de apropiación indebida de fondos del Estado, abuso de poder y falsificación documental en relación con la desaparición de una partida de ayuda humanitaria italiana por valor de 72 millones de leks (unos 7 millones de dólares), por lo cual le impuso una pena de 12 años de cárcel, a servir en la prisión de Tepelena, y la obligación de devolver al Estado el dinero sustraído. El PSS mantuvo a Nano como líder y declaró que la sentencia judicial contra él estaba "políticamente motivada".
Berisha decretó luego varias amnistías que redujeron a cuatro años la pena de cárcel de Nano, pero desoyó las demandas de organismos como la Unión Interparlamentaria y Amnistía Internacional (AI) de que se revisara el caso y se pusiera en libertad al reo aduciendo la detección de violaciones en sus derechos elementales desde el arresto hasta el procesamiento. Para AI, Nano era un prisionero de conciencia. El propio Consejo de Europa condicionó el ingreso de Albania en su seno a la amnistía total de Nano. Al amparo del nuevo código penal, el 19 de junio de 1995 Nano recurrió su sentencia ante el tribunal de Tepelena, pero la demanda fue desestimada. Un mes después, el fiscal general de la República solicitó su liberación a la Corte de Apelaciones de Tirana, con idéntico resultado negativo.
En enero de 1996 Berisha volvió a recortarle la condena a Nano hasta dejarle en algo más de dos años el período de prisión por servir, pero la nueva Ley sobre Genocidio y Crímenes contra la Humanidad cometidos en Albania durante el Régimen Comunista por Razones Políticas, Ideológicas o Religiosas, que inhabilitaba a miembros del antiguo régimen para desempeñar cargos públicos hasta 2002, afectó especialmente al ex primer ministro. En los meses siguientes Nano desarrolló una campaña de denuncia del Gobierno del PDS para mantener la atención internacional sobre su caso y de paso siguió transmitiendo instrucciones y recomendaciones a sus camaradas del partido en un sentido reformista; así, les emplazó a que eliminaran de los estatutos toda referencia al marxismo y que expulsaran a dirigentes con larga trayectoria en el extinto PPS (el secretario general Gramoz Ruci se sintió aludido y dimitió el 8 de julio).
En las elecciones legislativas del 26 de mayo, 2 de junio y 16 de junio de 1996 el PDS volvió a adjudicarse la victoria, pero Nano y su partido denunciaron ser víctimas de un fraude. Los observadores internacionales confirmaron la comisión de múltiples irregularidades y forzaron la repetición del voto en algunas circunscripciones. Nano no se dio por satisfecho y desde su celda acordó con los dirigentes en libertad del partido boicotear la Asamblea electa. Posteriormente, el 25 de agosto, el congreso del PSS reeligió a Nano como su presidente y de paso aprobó la remoción de las nociones marxistas, condenó expresamente los regímenes dictatoriales de Hoxha y Alia y reafirmó su compromiso con los valores socialdemócratas. Al despuntar 1997 el dirigente socialista seguía teniendo su futuro hipotecado aun después de salir de prisión, fecha que volvió a anticiparse en enero con motivo de la enésima reducción de pena -seis meses- ordenada por Berisha, pero su estatus legal cambió drásticamente al socaire de las revueltas populares que asolaron la nación a partir de febrero.
El 13 de marzo Nano, Alia y otros presos vieron levantadas sus custodias y salieron en libertad; en realidad, lo que sucedió es que las fuerzas de seguridad abandonaron sus puestos y las prisiones se quedaron vacías, elocuente testimonio de la anarquía que se adueñó del país en aquellas dramáticas jornadas, cuyo desencadenante fue el colapso de unas estructuras de ahorros privadas que dejaron en la ruina a cientos de miles de albaneses. El caos fue tal que la ONU hubo de aprobar el envío urgente de una Fuerza de Protección Multinacional (FPM) de 7.000 soldados liderada por Italia cuya avanzada desembarcó en Durres y Vlora el 14 de abril. Políticamente contra las cuerdas, Berisha otorgó el perdón oficial a Nano dos días después.
Reincorporado a la dirección efectiva del partido, Nano expresó su apoyo al recién constituido gobierno de emergencia nacional en el que participaban todos los partidos y cuya jefatura recayó en un socialista, Bashkim Fino, y además, el 9 de abril, levantó el boicot del PSS al Parlamento. En un acelerado y, hasta hacía bien poco, inimaginable cambio de tornas, Nano llevó al PSS a una gran victoria en las elecciones legislativas anticipadas del 29 de junio y el 6 de julio, obteniendo el 52,8% de los sufragios y 101 escaños, esto es, una mayoría absoluta de casi dos tercios.
El 23 de julio Berisha dimitió y un día después la Asamblea electa eligió como nuevo jefe del Estado al candidato del PSS, Rexhep Meidani, quien a su vez el mismo día 24 nombró primer ministro, en tanto que cabeza de la lista más votada, a Nano. El dirigente socialista formó un gobierno de coalición con el Partido Social Demócrata de Albania (PSDS), el centrista Partido de la Alianza Democrática de Albania (PADS), el liberal Partido de la Unión por los Derechos Humanos (PBDN, representante de la minoría griega) y el Partido Agrario (PAS), y el 29 de julio la Asamblea le otorgó el voto de confianza. Días después, los soldados italianos, franceses y españoles de la FPM procedieron a retirarse.
En su toma de responsabilidades, Nano se fijó como más urgentes tareas la reconstrucción del devastado país y la imposición de la ley y el orden públicos. Asimismo, expresó su intención de coordinar la política económica con el Banco Mundial y el FMI, acelerar las privatizaciones en el sector público, culminar la adopción de los mecanismos que rigen la economía de libre mercado y avanzar en la meta, a muchos años vista aún (cuando no utópica de momento), del doble ingreso de Albania en la Unión Europea y la OTAN. Nano apeló especialmente a la consolidación de las relaciones con Estados Unidos, cuya asistencia financiera se requería para el restablecimiento de un mínimo de operatividad de las Fuerzas Armadas, prácticamente desintegradas en el estallido de marzo.
Su Gobierno pilotó con cierto tino el proceso de recuperación económica, consiguiendo atemperar los vaivenes monetarios y sentar las bases para la vuelta al crecimiento con las tasas vigorosas previas a la calamidad de la primavera, si bien 1997 aún terminó con una inflación del 40% y una recesión masiva, del 7% del PIB. El respeto que tenía Nano en el exterior (donde se le prefería con mucho al turbulento Berisha), sobre todo en la consideración de su experiencia carcelaria, favoreció la liberación de una importante ayuda de urgencia de la Unión Europea y la asistencia de los organismos multilaterales de crédito, ésta última condicionada a la ejecución de reformas estructurales como la desregulación del sector bancario, la austeridad presupuestaria y la lucha contra la corrupción, fenómeno absolutamente desaforado en el pequeño país balcánico y frecuentemente imbricado en tramas más complejas de bandidaje y criminalidad.
En los meses en que se mantuvo una relativa calma, el Gobierno de Nano encaró su porvenir inmediato con moderado optimismo, pero la prevalencia de los feudos partidistas, con los socialistas bien asentados en el sur del país y los demócratas fuertes en el norte, y los antagonismos personales terminaron por derribarlo transcurrido algo más de un año. El PDS de Berisha planteó desde el comienzo un obstruccionismo sistemático al Ejecutivo que tomaba como argumentos las purgas de sus partidarios en la administración, la universidad y la seguridad del Estado, y luego la actitud cautelosa mostrada por el primer ministro ante la insostenible situación de los albaneses étnicos en la provincia serbia de Kosovo, donde las fuerzas de seguridad enviadas por Belgrado aceleraron la represión de los grupos soberanistas que en su mayoría seguían al líder pacifista Ibrahim Rugova.
Inicialmente, Nano demandó la restauración del abolido estatuto autonómico de Kosovo dentro de la República Federal de Yugoslavia, la entrada de tropas de la OTAN en Albania para sellar la frontera e impedir el desbordamiento del conflicto, y, sobre todo, diálogo entre los líderes albanokosovares y el Gobierno de Serbia. Posteriormente, confrontado con la escalada de violencia en el enclave, la irrupción en escena del mitad guerrillero, mitad terrorista Ejército de Liberación de Kosovo (UCK) y la afluencia masiva de refugiados a un país que hacía todo lo posible por acogerles pero que apenas podía cubrir las necesidades de su propia población, el estadista endureció su discurso, exhortando a la intervención militar de los aliados en la provincia y a los bombardeos aéreos contra Serbia como primeros pasos para la creación de un protectorado internacional en Kosovo. Con todo, aclaró que no apoyaba un Kosovo independiente, sino la concesión del estatus de república dentro de Yugoslavia.
Berisha acusó a su archienemigo de desvincularse de las vicisitudes de los hermanos raciales del otro lado de la frontera y, como los dirigentes independentistas albanokosovares, le echó en cara su fallida reunión con el presidente yugoslavo Slobodan Milosevic en Creta el 3 de noviembre de 1997 con motivo de una cumbre de líderes balcánicos; en aquella ocasión, que supuso el primer encuentro entre los máximos dirigentes de Albania y Serbia en medio siglo, Nano fue acusado por sus detractores de intentar conseguir de Milosevic, al que sin duda temía, algún compromiso de no agresión a Albania por el Ejército serbo-yugoslavo y la salvaguardia de los derechos elementales de la población albanokosovar, a cambio de considerar el conflicto un asunto interno de Yugoslavia.
A lo largo de 1998, la debilidad del Gobierno de Nano quedó de manifiesto con el incremento de la tensión con Yugoslavia por sus operaciones militares en la frontera, llegándose en julio a una situación verdaderamente prebélica. Esta preocupación acontecía cuando el PDS radicalizaba su oposición con la retirada de la Asamblea y la llamada de boicot al Gobierno. Una serie de arrestos en agosto de antiguos ministros de Berisha y, sobre todo, el asesinato a tiros del diputado demócrata Azem Hajdari el 12 de septiembre (después de sufrir dos ataques de esa naturaleza, el primero de los cuales había sido perpetrado hacía justo un año nada menos que dentro de la Asamblea y por un diputado socialista, quien dirimió sus diferencias con el demócrata a punta de pistola, dejándole malherido), desencadenaron la arremetida del principal partido de la oposición contra el Gobierno socialista.
La beligerancia de la gente de Berisha, quien estaba resuelto a pagarle a Nano con la misma moneda por los sucesos del año anterior -según aquel, orquestados por los socialistas-, llegó al extremo de intentar, en apariencia, la toma violenta del poder en dos jornadas, el 13 y el 14 de septiembre, de violentos motines y asaltos a edificios oficiales en los que ardieron la oficina de trabajo y la residencia particular del primer ministro. Nano sopesó arrestar a Berisha bajo la acusación de golpismo, pero el 28 de septiembre, confrontado con un alud de diferencias con sus socios de coalición, optó por dimitir. El PSS escogió entonces como sustituto a su joven secretario general, Pandeli Majko, considerado afín al mandatario saliente, quien tomó posesión el 2 de octubre. El 20 de enero de 1999 Nano renunció a la presidenciai del PSS, pero la mudanza más pareció una finta para recobrar el control total del partido.
Pronto se distanció Nano de su sucesor en el Gobierno, reprochándole en particular su aceptación de la solución independentista para Kosovo y el puente de diálogo que tendió al PDS. Abierto el duelo por la jefatura del partido, el 10 de octubre de 1999, en el III Congreso socialista, Nano le ganó a Majko la elección interna por un estrecho margen y el 26 de octubre éste renunció como primer ministro. Consciente de que no contaba esta vez con los parabienes internacionales para reasumir su antiguo puesto, Nano delegó la tarea de formar gobierno al viceprimer ministro Ilir Meta, como Majko, un exponente (pero aún más joven) de la nueva generación de políticos albaneses, partidarios de superar la época de las camarillas y los feudos personales y comprometidos con las reformas económicas.
En las elecciones del 24 de junio y los días 8, 22 y 29 de julio de 2001, que fueron avaladas por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) como, a pesar de las imperfecciones detectadas, "las mejores" de las realizadas en Albania hasta la fecha, el PSS conservó una mayoría absoluta de 73 escaños con el 42% de los votos, pero la segunda victoria consecutiva de los socialistas en unas elecciones parlamentarias no canceló sus disputas intestinas en torno a las parcelas de poder e influencia, tanto en el partido como en el Gobierno.
Atizadas por Nano, estas pendencias provocaron el 29 de enero de 2002 la renuncia de Meta, acusado por el anterior de dirigir el país con "métodos fascistas" y de financiar su base política con "dinero negro", imputaciones que parecieron totalmente injustificadas e irresponsables a los partidarios, domésticos y foráneos, de un joven primer ministro que había intentado encauzar el maltrecho país por la senda de la recuperación económica, la estabilidad política y el diálogo interpartidista. En opinión de los medios regionales, la razón última de la retirada del apoyo a Meta fue la negativa del primer ministro a apoyar la candidatura de Nano a la Presidencia de la República en sustitución de Meidani, cuyo mandato quinquenal expiraba en julio. Meta, por su parte, se deshizo en invectivas contra Nano y su círculo de fieles, que tachó de "puñado de estalinistas y mafiosos".
El Comité Ejecutivo del PSS se decantó de nuevo por Majko para dirigir el Gobierno en lugar de los aspirantes más del gusto de Nano, Kastriot Islami y Ermelinda Meksi. Ahora bien, el pugnaz presidente socialista recuperó la iniciativa política con un inesperado consenso con Berisha y los demás cabezas de facción, el 23 de junio, para llevar a la Presidencia al ex ministro de Defensa Alfred Moisiu, un personaje moderado sin enemigos conocidos. A cambio de renunciar a la jefatura del Estado, Nano presentó al partido su aspiración a encabezar el Gobierno y forzó la reforma de los estatutos para remover la incompatibilidad entre los cargos de presidente del partido y primer ministro.
El 15 de julio de 2002 el Comité Ejecutivo del PSS aprobó la nominación de su jefe y de paso destituyó al secretario de Organización, Petro Koçi, que se oponía a la operación. Impotente, Majko dimitió el 25 de julio y el mismo día Moisiu, recién posesionado de su oficina, nombró a Nano en su lugar. El 31 de julio la Asamblea dio el visto bueno al cuarto Gobierno en una década de Nano, que como gesto conciliador retuvo a Majko en calidad de ministro de Defensa y recuperó a Meta como viceprimer ministro y ministro de Asuntos Exteriores. La coalición cuatripartita con el PSDS, el PBDN y el PAS, vigente desde el segundo Gobierno Majko, fue también renovada.
(Cobertura informativa hasta 1/10/2002)