Ellen Johnson-Sirleaf

Veterana política, antigua ejecutiva bancaria y funcionaria de la ONU, Ellen Johnson-Sirleaf, quien ya probara suerte en las urnas en 1997, cuando fue derrotada por el ex señor de la guerra Charles Taylor, se impuso en las elecciones presidenciales de Liberia de octubre y noviembre de 2005 siendo la candidata del Partido de la Unidad. En enero de 2006, al término del período de transición de más de dos años surgido del derrocamiento y exilio de Taylor, Johnson-Sirleaf tomó posesión con un mandato sexenal como la primera presidenta de una república africana y con una misión descomunal: reconstruir un país devastado, humana y materialmente, tras las dos guerras civiles que padeció entre 1989 y 2003.

(Nota de actualización: esta biografía fue publicada en 1/2006. Ellen Johnson-Sirleaf ganó un segundo y definitivo mandato como presidenta de Liberia en las elecciones del 11/10 y el 8/11/2011. Concluido aquel el 22/1/2018, fue sucedida en la jefatura del Estado por George Weah, su rival en las elecciones de 2005).

1. Ministra de un dictador y opositora de otro
2. Nuevo exilio y actitud cambiante con respecto a Charles Taylor
3. Prolongación del ascendiente en la política liberiana
4. Segundo y exitoso envite presidencial en 2005


1. Ministra de un dictador y opositora de otro

Aunque los medios de comunicación suelen presentarla como perteneciente al muy minoritario colectivo (el 2,5% de la población) de los américo-liberianos, ella misma, en una alocución que dirigió a los compatriotas de la diáspora en la Conferencia Nacional Panliberiana (ALNC) reunida en Columbia, Estados Unidos, en abril de 2005, reveló que su ascendiente era aborigen en tres cuartas partes. Los américo-liberianos son los descendientes de los esclavos manumitidos y embarcados por las sociedades abolicionistas de Estados Unidos que en 1847 fundaron Liberia como la primera república negra de África, más de un siglo antes de acceder las colonias europeas a la independencia.

Por el lado paterno, su abuelo era un jefe tribal gola, una de las etnias autóctonas sojuzgadas por los américo-liberianos, quienes no tuvieron reparos en establecer un sistema de segregación y esclavismo no muy diferente del que ellos habían padecido en Estados Unidos antes de disfrutar de la libertad en la tierra de sus antepasados; dicho sea de paso, desde 1878, el poder omnímodo ejercido por esta oligarquía negra quedó cimentado a través del True Whig Party (TWP), que fue, ni más ni menos, el primer partido único y partido-Estado del mundo.

Según este relato personal, el jefe Jahmale, natural del condado de Bomi, estableció una relación de amistad y pleitesía con el líder del TWP, Hilary Johnson, que entre 1884 y 1892 fungió como el primer presidente nacido en Liberia, y, por consejo de éste, envió a su hijo, el padre de la futura presidenta, a Monrovia, donde se le dio el apellido Johnson en honor al dirigente y fue dejado al cuidado de una familia de américo-liberianos, los McCritty. Johnson-Sirleaf relata que su padre sufrió las servidumbres y los tratos humillantes inherentes a su extracción étnica y social, pero que se las arregló para recibir educación, hasta convertirse en abogado y luego "en el primer diputado nativo" del Parlamento liberiano. En cuanto a la madre, ésta era hija de un comerciante alemán y de una tendera de etnia local que, luego de ser expulsado el progenitor del país a raíz de declarar Liberia la guerra a Alemania en 1914, fue adoptada por una dama capitalina sin hijos y de estirpe américo-liberiana.

Los padres se casaron y establecieron su hogar en Monrovia, y cuando ella vino al mundo la familia ya gozaba de un estatus acomodado, constituyendo un ejemplo, muy raro todavía en aquellos tiempos, de vernáculos socialmente emancipados. Ellen recibió una educación privilegiada con la que no podían ni soñar los jóvenes —los varones, no ya las mujeres— de las tribus. Desde 1948, detentando la Presidencia William Tubman, tomó clases de contabilidad y economía en el College of West Africa de Monrovia, uno de los pocos centros de educación superior con que contaba el país. En 1955, a los 17 años, tomó por esposo a James Sirleaf, un hombre del que virtualmente no se sabe nada, aunque cabe presumir que se trataba de otro vástago de la élite burguesa, así como que el matrimonio tuvo características de concierto entre familias dentro de un círculo social más bien estanco.

Ellen iba a tener cuatro hijos (quienes al día de hoy le han dado seis nietos) con James Sirleaf antes de terminar la relación conyugal en divorcio. Aunque este punto no está claro, parece que fue en 1961 cuando, acompañando a su esposo, viajó por primera vez en Estados Unidos. Allí, mientras el marido, supuestamente, desempeñaba actividades profesionales, retomó los estudios que el casamiento había interrumpido. En 1964 se sacó el título de Bachelor of Business Administration por la Escuela de Negocios de Madison, Wisconsin, y seis años después obtuvo un diploma en Economía por la Universidad de Colorado. En 1971 coronó su currículum académico con la licenciatura en Administración Pública por la Universidad de Harvard.

En 1972 retornó a Liberia y sin solución de continuidad fue reclutada para el Gobierno por el entonces presidente, William Tolbert, un autócrata represivo y venal a manos llenas tras una fachada de afabilidad que el año anterior había sucedido a Tubman, fallecido al cabo de 27 años de ejercicio despótico y patriarcal, en la férula del partido y el Estado. Tolbert la nombró secretaria de Estado de Finanzas con la misión de ayudar a vivificar el erario crónicamente anémico de un país sumido en el atraso y la miseria, que confiaba sus ingresos en las exportaciones de productos naturales y en los fletes marítimos bajo el famoso pabellón de conveniencia liberiano, pero no duró mucho en el cargo: en 1973, confrontada con el despilfarro de los gastos públicos y personales del presidente, que no contento con usar a su albedrío los magros recursos del Estado se dedicaba a traficar con oro, pasaportes y vehículos de lujo, dio portazo al Ejecutivo.

Cuatro años después, Tolbert, acuciado por los apuros contables, volvió a reclamarla para el mismo puesto gubernamental. Ella aceptó, siendo como era entonces una miembro de la clase dirigente del TWP, ajena a las actitudes oposicionistas. En 1979 se convirtió en titular del Ministerio en un momento de gran malestar social por el marasmo económico y la cerrazón del régimen en todos los aspectos. En abril de 1979, Johnson-Sirleaf fue corresponsable de la decisión del Gobierno de subir el precio del arroz, medida temeraria que provocó violentos disturbios saldados en decenas de muertos.

La dictadura centenaria del TWP fue destruida en un abrir y cerrar de ojos el 12 de abril de 1980, en el sangriento golpe de Estado perpetrado por un grupo de soldados krahn, una de las etnias del interior selvático tradicionalmente sometidas por los américo-liberianos de la costa, cuyo cabecilla era un sargento mayor semianalfabeto de 28 años, Samuel Doe. El Consejo de Redención Popular presidido por Doe forzó un drástico cambio de tornas con sabor a revolución social y a revancha tribal.

Tolbert cayó asesinado dentro del palacio presidencial en el primer momento del golpe, y en los días siguientes, trece ministros y altos funcionarios del Gobierno derrocado fueron fusilados, para regocijo popular, en las playas de Monrovia. La vida de Johnson-Sirleaf en estos días de procesos sensacionalistas y ejecuciones sumarias pudo pender de un hilo, y es posible que sólo su condición de mujer le salvara de lo peor. El 14 de abril fue arrestada junto con otros 19 dignatarios acusada de corrupción, aunque no llegó a ser enjuiciada. Al cabo de un tiempo en prisión, fue puesta en libertad y no tuvo impedimentos para abandonar el país e iniciar un primer período de exilio. Su primer servicio profesional en el extranjero fue como funcionaria del Banco Mundial, se supone que en Washington.

En 1984 se encontraba en Nairobi, Kenya, trabajando en el sector privado como vicepresidenta de la Oficina Regional para África del Citibank, cuando le llegó la noticia de la decisión de Doe de disolver la junta militar y de levantar las proscripciones que pesaban sobre los partidos políticos. Al punto regresó al país y se unió a un grupo de hombres de negocios, activistas políticos y figuras prominentes de la sociedad civil para la puesta en marcha del Partido de Acción de Liberia (LAP), una formación liberal que se propuso disputar el poder en las urnas al partido fundado por Doe y los militares, el Democrático Nacional de Liberia (NDPL). Asimismo, asumió la presidencia del Liberian Bank for Development and Investment (LBDI).

El LAP fue uno de los pocos partidos opositores autorizados a competir con el NDPL en las elecciones generales del 15 de octubre de 1985. Johnson-Sirleaf presentó su candidatura a senadora, pero el 31 de julio, antes de arrancar la campaña electoral, fue sometida a arresto domiciliario por haber tachado de "inversión improductiva" el programa de obras públicas de Doe, y de "idiotas" a los miembros del Gobierno, en un discurso pronunciado días atrás en Filadelfia, durante un encuentro de la Unión de Asociaciones Liberianas de las Américas (ULAA).

En agosto, la ejecutiva bancaria fue llevada ante una corte marcial bajo la acusación de haber puesto en peligro "la paz y la estabilidad del país", y el mes siguiente el tribunal la declaró culpable y la condenó a diez años de cárcel. Sin embargo, antes de terminar septiembre, Doe, amenazado por el Gobierno estadounidense con el corte de la ayuda económica si no amnistiaba a los prisioneros del LAP, decretó su inmediata puesta en libertad.

En las elecciones que debían asentar la democracia en Liberia, el nuevo oficialismo copado sectariamente por los krahn se impuso de manera fraudulenta al LAP y a su candidato presidencial, Jackson Doe (sin parentesco con el dictador). Johnson-Sirleaf fue uno de los candidatos a senadores del LAP que obtuvo el escaño, frente a los 21 adjudicados al NDPL (en la Cámara de Representantes de 64 miembros, el principal partido de la oposición ganó, o la autoridad electoral decidió que ganara, 8 representantes), pero ella misma se encargó de anunciar que ningún candidato electo del partido iba a tomar posesión de su escaño porque los comicios habían sido cualquier cosa menos limpios.

Las represalias de Doe, y ya era la tercera vez, no se hicieron esperar. A finales de noviembre, Johnson-Sirleaf, Jackson Doe y otros dos responsables del LAP fueron detenidos por su presunta conexión con una intentona golpista que el 12 de ese mes había sido ahogada en sangre por fuerzas leales al presidente. A la política se la acusó de ser uno de los cerebros financieros de la conspiración, que, supuestamente, habría orquestado con la plana mayor del LAP y liberianos exiliados en Estados Unidos. A finales de enero de 1986 Johnson-Sirleaf y Doe fueron formalmente acusados de alta traición y su juicio dio comienzo el 5 de febrero.

El 2 de abril el jurado la halló culpable, pero en junio acudió a su rescate la misma providencia que la había auxiliado hacía menos de un año: la presión directa de Estados Unidos, donde los liberianos de la diáspora y los lobbies afroamericanos y religiosos de las iglesias protestantes (ella era metodista) movieron sus resortes de influencia sobre el Departamento de Estado y la Casa Blanca. Nada más recobrar la libertad, Johnson-Sirleaf retomó el activismo político y, pese a que se exponía a terminar en la cárcel al menor desafío, se puso a encabezar manifestaciones y a pronunciar discursos de protesta.

El 8 de septiembre de 1986 saltó la noticia de que la ex ministra había huido del país en dirección a Estados Unidos, a bordo de una avioneta y haciendo la primera escala en algún país africano occidental. Días después reapareció en Nueva York, donde explicó que había decidido escapar tras ser amenazada de muerte por un alto cargo del régimen de Doe y tras sufrir su residencia en Monrovia un asalto intimidatorio.


2. Nuevo exilio y actitud cambiante con respecto a Charles Taylor

Johnson-Sirleaf rehizo su vida en Estados Unidos, aunque sin dejar de seguir atentamente los acontecimientos de Liberia, que se encaminaba inexorablemente hacia el desastre. En Washington fue contratada por el Equator Bank, para el que trabajó desde el puesto de vicepresidenta ejecutiva. También, participó en la fundación del Instituto Internacional para el Liderazgo Político de la Mujer (IIWPL), cuya primera presidenta fue la política del Partido Demócrata estadounidense Geraldine Ferraro. En añadidura, en 1990 tomó asiento en la Junta de Directores del Instituto Synergos, una organización sin fines de lucro dedicada al desarrollo de programas de lucha contra la pobreza en países del Tercer Mundo, con sede en Nueva York.

Para entonces, Liberia ya ardía en guerra civil. El conflicto había comenzado en diciembre de 1989 con la invasión desde Côte d'Ivoire por una tropa de guerrilleros comandados por Charles Taylor, un antiguo hombre de confianza y ministro de Doe que venía dispuesto a ajustar viejas cuentas pendientes con el dictador. La subversión de Taylor, que tomó un cariz tribal al reclutar a miles de gíos y manos ávidos de venganza por las purgas a que les habían sometido Doe y sus krahns, y que se organizó como Frente Nacional Patriótico de Liberia (NPFL), alcanzó Monrovia en julio de 1990.

En los meses siguientes, el país se sumió en un caos de violencia y barbarie sin precedentes en esta parte del continente. El NPFL se escindió en facciones rivales, las masacres tribales y los saqueos se sucedieron sin desmayo, Doe fue capturado y asesinado por los rebeldes y la capital quedó devastada por los combates. Sólo el desembarco de un fuerte contingente del Grupo de Monitorización (Ecomog) de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO, o ECOWAS en su sigla inglesa), soldados nigerianos en su mayoría, impidió la desintegración de toda estructura estatal o administrativa en el país.

Johnson-Sirleaf comunicó que estaba dispuesta a apoyar la ambición de Taylor de convertirse en presidente provisional de Liberia, pero a condición de que formara un gobierno de unidad nacional y convocara elecciones generales. Sin embargo, Taylor, debido a la salvaje indisciplina de sus huestes, a la defección del grupo de Prince Johnson y, sobre todo, a la potencia militar del Ecomog, fracasó en su pretensión de hacerse con el control de Monrovia, viéndose obligado a volver grupas y a instalar su baluarte en la ciudad norteña de Gbarnga, desde donde pasó a dominar la mayor parte del territorio nacional. Este ostensible alineamiento de la exiliada con el temible señor de la guerra fue un paso en falso que posteriormente, en la siguiente etapa de su carrera política, iba a echársele en cara con frecuencia.

En marzo de 1991, al poco de fracasar una conferencia nacional de paz organizada por la CEDEAO, Taylor propuso a Johnson-Sirleaf como el tercer miembro "neutral" de un Consejo de Gobierno que integrarían también él mismo y un representante del Gobierno Interino de Unidad Nacional (IGNU), precaria instancia de poder apuntalada en Monrovia por el Ecomog y que contaba con reconocimiento internacional. La oferta no fue atendida por el Gobierno nigeriano, pero además, a estas alturas del conflicto, Johnson-Sirleaf ya se había distanciado del turbulento caudillo guerrillero. El 8 de diciembre de 1991 la financiera se presentó en Monrovia, y en declaraciones a los periodistas desmintió que hubiese facilitado ayuda económica al NPFL y justificó su anterior respaldo a Taylor porque había creído que éste "lideraría un cambio político y ordenado".

Johnson-Sirleaf no vino para quedarse en un país que estaba lejos de dejar atrás la guerra civil. De vuelta a Washington, en marzo de 1992, obtuvo el nombramiento de adjunta al administrador en jefe y directora de la Oficina Regional para África (RBA) del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), sustituyendo al burkinabés Pierre Claver-Damiba. Durante un lustro, Johnson-Sirleaf se mantuvo políticamente al margen del conflicto que azotaba Liberia, dedicada solamente a su trabajo como alta funcionaria del organismo de la ONU encargado de proporcionar a los países menos desarrollados asistencia técnica en los ámbitos de la administración y la formación de cuadros directivos, de coordinar los programas de reducción de la pobreza y de promoción social lanzados por la ONU o por iniciativa regional, y de confeccionar anualmente el Informe sobre Desarrollo Humano de todos los países del mundo. Por otra parte, en los dos primeros años de la década de los noventa Johnson-Sirleaf publicó los libros From Disaster to Development y The Outlook for Commercial Bank Lending to Sub-Saharan Africa.

En el ínterin, Liberia avanzó tortuosamente hacia una paz y una normalización política sumamente inciertas. Los principales acontecimientos de este período fueron: la ofensiva militar lanzada por Taylor contra el Ecomog y dos facciones guerrilleras enemigas (octubre de 1992); el acuerdo de alto el fuego de Cotonou, Benín (julio de 1993); la instalación en Monrovia de las primeras instituciones multipartitas, fundamentalmente el Gobierno Nacional de Transición Liberiano y un Consejo de Estado de cinco miembros (marzo de 1994); el nuevo acuerdo militar y político adoptado en Abuja, Nigeria (agosto de 1995); el estallido de fuertes combates en Monrovia enfrentando a Taylor y a los señores de la guerra Roosevelt Johnson, Alhaji Kromah y George Boley (abril de 1996); otro acuerdo de alto el fuego y de desmovilización de los contendientes alcanzado en Abuja (julio de 1996); y, al poco, la aprobación de un nuevo Consejo de Estado presidido por la ex senadora Ruth Perry, que entró en funciones el 3 de septiembre de 1996.

El denominado Acuerdo de Abuja II clausuró, por fin, una guerra civil de seis años que había asolado Liberia (sobre una población inferior a los tres millones de habitantes, se contaron entre 150.000 y 200.000 muertos, decenas de miles de heridos y mutilados, y 800.000 desplazados y refugiados) y pergeñó un calendario político coronado con la celebración el 30 de mayo de 1997 de elecciones generales, las primeras en 12 años. Taylor no perdió el tiempo en anunciar su candidatura y la transformación del NPFL en el Partido Patriótico Nacional (NPP). En Washington, su en adelante más acerba detractora decidió subirse también al proscenio electoral.

El 18 de abril de 1997 Johnson-Sirleaf aterrizó en el aeródromo Spriggs Payne de Monrovia y allí anunció a los miles de enfervorizados simpatizantes que habían acudido a recibirla que estaba lista para competir con Taylor por la Presidencia de la República bajo la bandera del Partido de la Unidad (UP). Ésta era una formación de orientación centrista y liberal animada por antiguos cargos del TWP y cuyo presidente, Joseph Kofa, ya había pactado con Johnson-Sirleaf todos los detalles de su postulación. Así, el 19 de abril, la convención del UP proclamó a la repatriada su candidata presidencial.

La todavía funcionaria del PNUD centró su campaña presidencial en la denuncia de las violaciones de los Derechos Humanos cometidas por Taylor y su gente durante la guerra civil y en la consideración de que Liberia debía votar por alguien —ella misma— que no tuviera las manos manchadas de sangre o jugado la carta del odio tribal, y que fuera capaz de obtener de la comunidad internacional toda la ayuda necesaria para reconstruir el país. La candidata del UP advirtió que si ganaba, Taylor gobernaría Liberia "como su propiedad particular", "haciéndose más y más rico junto con un puñado de compinches, mientras el país permanece empobrecido".

Aunque congregó multitudes y recibió los parabienes de los gobiernos occidentales, que la consideraban una personalidad altamente fiable y competente, Johnson-Sirleaf, con todo su prestigio de candidata de lujo para Liberia, no pudo contrarrestar la agresiva propaganda de Taylor, que con una mezcla de desparpajo y astucia, gastando a manos llenas de la fortuna embolsada por las depredaciones bélicas y el tráfico de minerales, voceando sus mensajes populistas a través de una red privada de radio y televisión, e intimidando con amenazas sutiles se las arregló para convencer al general de una población traumatizada de que sólo él estaba en condiciones de garantizar la paz y la estabilidad del país.

Taylor no tuvo ambages en reconocer que su guerrilla había matado a mucha gente, pero hizo abstracción de los estragos de la guerra civil. Consideró más inquietante para el país la posibilidad de que llegara a presidirlo una mujer que se había pasado la mayor parte de los últimos 17 años en el extranjero, supuestamente, desconectada de la realidad nacional y vinculada hasta un grado sospechoso a grupos de influencia alóctonos. Resultó así que muchos miles de liberianos que bien podían culpar a Taylor de sus desdichas se apresuraron a votarle por temor a que, en un arranque de mal perder, empuñara las armas de nuevo y reanudara la guerra civil. De todas maneras, en ningún momento pareció que la postulación de Johnson-Sirleaf entrañara un peligro serio para la ambición presidencial de Taylor, que contaba con una base de apoyos genuina, no oportunista, y por cierto que numerosa.

La ansiedad por el futuro del país y el recuerdo del terrible pasado reciente fueron dos emociones que, paradójicamente, penalizaron a una candidata que ofrecía unas perspectivas razonablemente positivas en el primer capítulo y que no había tenido que ver con el segundo (aunque su apoyo inicial a Taylor, quizá incluso económico, no facilitaba la exoneración de toda culpa): el 19 de julio de 1997 —la fecha anteriormente prevista fue atrasada por dificultades técnicas— Taylor arrolló con el 75,3% de los votos.

Ella, con el 9,6%, quedó como la mejor situada de los once contrincantes del jefe del NPP, entre los que estaban los ex señores de la guerra Kromah, por el Partido de la Coalición Pan-Liberiana (ALCOP), y Boley, por el Partido Nacional Democrático de Liberia (NDPL). El siguiente candidato civil más votado fue, con el 2,6% de los sufragios, Cletus Wortorson, por la la Alianza de Partidos Políticos (APP) que integraban el LAP y el Partido de la Unificación de Liberia (LUP). En los comicios a la Cámara de Representantes de 64 miembros, el UP metió siete diputados.


3. Prolongación del ascendiente en la política liberiana

Tras su derrota en las elecciones presidenciales de 1997, Johnson-Sirleaf permaneció en el país como líder de la oposición a un gobierno que no tardó en mostrar el comportamiento censurable que ella había pronosticado, aunque se quedó corta en el mal presagio. En septiembre de ese año, los puestos dejados vacantes en el PNUD fueron ocupados por otra liberiana, Thelma Awori. Por cierto que Taylor ofreció el puesto de presidente del Banco Nacional de Ahorro y Vivienda a uno de sus hijos, Charles Sirleaf, que trabajaba en Londres como ejecutivo del Citibank. Sirleaf, en una decisión que sin duda no agradó a su madre, aceptó el nombramiento. Ella continuó siendo la figura política liberiana con mejor prensa y mejor relacionada en los altos círculos internacionales. En junio de 1998, la Organización para la Unidad Africana (OUA) la escogió para integrar el Panel Internacional de Personas Eminentes, seis miembros, con la misión de investigar el genocidio rwandés de 1994 y elaborar un informe de conclusiones.

En agosto de 2000, tras pasarse tres años criticando la incapacidad del Ejecutivo para presentar un plan creíble de recuperación económica, Johnson-Sirleaf fue involucrada por Taylor en una subversión armada que había comenzado a finales del año anterior en el condado de Lofa y que parecía estar azuzada por el Gobierno de Guinea. La política no esperó a que se repitieran las represalias carcelarias y procesales sufridas en los años de Doe, así que puso tierra de por medio. Se instaló en Abidján, la capital económica de Côte d’Ivoire, donde fue reclutada como alta ejecutiva por la Kormah Development and Investment Corporation (KODIC). La justicia liberiana no tardó en acusarla de traición.

En julio de 2001 Taylor concedió a todos los exiliados contra los que había órdenes de arresto por presunta traición una amnistía general con motivo del 154 aniversario de la independencia. La clemencia presidencial fue más bien una medida de distensión política urgida por la sensación de cerco tanto exterior, con la imposición por el Consejo de Seguridad de la ONU de un embargo de armas y un boicot a las exportaciones de diamantes para obligar a Taylor a cortar sus vínculos con la guerrilla antigubernamental de Sierra Leona, como interior, con el agravamiento de la rebelión en Lofa, que adquirió nombre propio: la guerrilla Liberianos Unidos por la Reconciliación y la Democracia (LURD), cuyos jefes eran Sékou Damate Conneh, yerno de un hombre de confianza del presidente de Guinea, y Chayee Doe, hermano menor del difunto Samuel Doe. Para finales de año, ya podía hablarse de otra guerra civil en Liberia, que volvió a asomarse al abismo.

Johnson-Sirleaf realizó una visita a Monrovia en septiembre de 2001, pero la negativa de Taylor a reunirse con ella y el clima de inseguridad que allí imperaba le animaron a adelantar su regreso a Côte d’Ivoire. En diciembre, el presidente volvió a acusarla, completamente a la ligera, de estar conchabada con el LURD. El 29 de abril de 2002 vino para quedarse, pero el ambiente que encontró fue francamente hostil: el mismo día de su llegada, Taylor, al amparo del estado de emergencia impuesto en febrero, ordenó la suspensión de todas las actividades políticas partidistas en los 18 meses que restaban hasta la celebración de las elecciones generales, comicios que no iban a tener lugar.

A lo largo de 2002 y la primera mitad de 2003, la líder opositora simultaneó sus compromisos internacionales, como la redacción para el Fondo de Naciones Unidas para el Desarrollo de la Mujer (UNIFEM), y junto con la finlandesa Elisabeth Rehn, del informe Women, War and Peace. The Independent Experts’ Assessment on the Impact of Armed Conflict on Women and Women’s Role in peace building (que constituyó el primer volumen del trabajo Progress of the World's Women en 2002), con una participación muy activa en las numerosas reuniones y conferencias que, sentando en una misma mesa a representantes del Gobierno, partidos de la oposición democrática, organizaciones sociales y los propios insurgentes armados, y con la mediación en ocasiones de la CEDEAO, tuvieron lugar en Nigeria, Burkina Faso, Ghana y Estados Unidos para intentar solucionar la grave crisis liberiana.

Todas las iniciativas de paz y diálogo fracasaron, y el LURD, al que al parecer no le faltaban ni hombres ni pertrechos procedentes de Guinea y Côte d’Ivoire, redobló su ofensiva bélica contra Monrovia. El 4 de junio de 2003 Taylor encajó un golpe letal para su credibilidad como gobernante cuando la fiscalía del Tribunal Especial encargado de perseguir los crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos durante la contienda de Sierra Leona le acusó formalmente de tener una responsabilidad en aquellos por haber apadrinado a la guerrilla local, tal que emitió en su contra una orden internacional de captura. Los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido apostaron ostensiblemente por la caída de Taylor y su enjuiciamiento criminal en Freetown.

Colocado contra las cuerdas y con el baño de sangre ya iniciado en Monrovia, donde los soldados que le eran fieles libraban duros combates con los guerrilleros, Taylor se acogió a la oferta de exilio que le hizo el Gobierno de Nigeria. El 11 de agosto, ya iniciado el despliegue de una fuerza militar de interposición, la Misión de la CEDEAO en Liberia (ECOMIL), el autócrata hizo efectiva su dimisión, traspaso sus funciones con carácter interino al vicepresidente Moses Blah y partió en avión hacia Nigeria. El 18 de agosto, delegados del Gobierno, el LURD y el Movimiento por la Democracia en Liberia (MODEL), una escisión del anterior producida en el apogeo de la batalla de Monrovia y liderada por Thomas Yaya Nimely, alcanzaron en Accra un acuerdo de paz que se presumía global y definitivo.

En la capital de Ghana, las delegaciones partidistas y de la sociedad civil liberianas propusieron para presidir el Gobierno Nacional de Transición (GNT) a Johnson-Sirleaf por el UP, Rudolph Sherman por el TWP —el antiguo partido único subsistía como un grupúsculo insignificante— y el empresario Charles Gyude Bryant por el LAP, de entre un elenco de once precandidatos.

La ex aspirante presidencial, más prestigiosa y de largo más conocida que los otros dos, partía como la clara favorita para pilotar los dos años de la transición, hasta la celebración de elecciones generales en 2005, pero el 21 de agosto, poniendo colofón a 78 días de tumultuosas negociaciones, el llamado "colegio electoral" formado por el Ejecutivo liberiano, el LURD y el MODEL se decantó por Bryant, que traía una fama de hombre forjador de consensos y carente de enemigos, tal como parecía indicar el hecho de que nunca hubiese estado exiliado. El GNT, que no incluyó a ministros del UP y que quedó bajo el control del NPP y los dos movimientos guerrilleros en sus tres cuartas partes, inició la andadura el 14 de octubre.


4. Segundo y exitoso envite presidencial en 2005

Johnson-Sirleaf, sin menoscabo de su rica agenda internacional, arrimó el hombro en el proceso transitorio, que no estuvo exento de peligrosas tensiones. Así, fue presidenta de la Comisión de Reforma Gubernamental —una de las cinco comisiones nacionales nombradas por el GNT—, jefa del Comité Especial del Arroz y miembro de la delegación oficial que en febrero de 2004, con la participación también de Bryant, negoció en Estados Unidos la concesión por el Banco Mundial y los gobiernos comprometidos en la reconstrucción de Liberia de un total de 520 millones de dólares.

Una ayuda que el país necesitaba desesperadamente, toda vez que carecía prácticamente de escuelas, hospitales e infraestructuras de todo tipo. La mayoría de los edificios que alojaban recursos económicos y servicios públicos habían sido destruidos durante la guerra. La electricidad y el agua corriente eran un preciado lujo, incluso en Monrovia. El cuadro de desarrollo humano era uno de los más desoladores del planeta: el 85% de los liberianos no tenía ocupación fija, el 80% era pobre y el 43% era analfabeto. Tocaba a 900 dólares de PIB por habitante y la tasa de mortalidad infantil alcanzaba el 162 por mil.

Ya a comienzos de 2004 Johnson-Sirleaf dejó claro que su intención era presentarse a las elecciones presidenciales. Esta vez, quien, con sus declaraciones vehementes y el estilo acometedor que a menudo desplegaba, se había ganado el sobrenombre de la Dama de Hierro liberiana, a sus 66 años, parecía tener todas las de ganar. El 29 de marzo de 2005, el Comité Ejecutivo Nacional del UP nominó a la veterana servidora pública su candidata presidencial. Ahora bien, las posibilidades de ella se tornaron inciertas al salirle un competidor de peso, el ex futbolista internacional e ídolo local George Weah, de 39 años, quien sedujo a los jóvenes con su historia personal de éxitos deportivos y un discurso radicalmente populista.

Los perfiles de los dos favoritos no podían contrastar más entre sí. La cualificación presidencial de Weah fue puesta en solfa por sus detractores, que dieron relieve a su escasa formación escolar y a su nula experiencia en asuntos de administración pública. Él, por el contrario, se presentó como un genuino representante del pueblo —aunque millonario— y se discriminó positivamente de Johnson-Sirleaf y los demás aspirantes pertenecientes a las élites políticas y empresariales, unos notables a los que, en un rapto de populismo, se podía descalificar colectivamente como cómplices de todos los desastres padecidos por el país desde el golpe de Estado de 1980. Durante la campaña, la aspirante presidencial reconoció tener un "sentimiento de culpa" por los fracasos de los gobiernos de los que había sido ministra, pero aseguraba que había aprendido de los errores: "Ahora, ya sé cómo formular las soluciones correctas para corregir aquellos defectos del pasado", afirmó.

A la prueba electoral del 11 de octubre de 2005 se sometieron 22 candidatos presidenciales. La jornada fue supervisada y vigilada por un nutrido plantel de observadores internacionales y los 16.000 cascos azules y policías civiles de la Misión de Naciones Unidas en Liberia (UNMIL), que había tomado el relevo a la ECOMIL y cuya misión más importante, realizada ya en parte y con muchas dificultades, era asistir al GNT en el desarme, desmovilización, rehabilitación y reintegración en la sociedad de los más de 100.000 combatientes de la pasada guerra civil. En éso consistía el llamado Programa DDRR. Si bajo el GNT se había ejecutado la mayor parte del primer componente del programa, el desarme y la desmovilización, al Gobierno que saliera de las elecciones le iba a tocar llevar a cabo el segundo componente, que desde ya se prometía extraordinariamente complicado y costoso en términos económicos.

El 11 de octubre, con una participación elevada, del 75%, Weah se puso en cabeza con el 28,3% de los sufragios. La impresión general fue que el astro del balompié habría sacado muchos más votos si no hubiese recibido el público respaldo de un buen número de antiguos señores de la guerra y cabecillas guerrilleros. Johnson-Sirleaf recibió el 19,8% y pasó a disputar la segunda vuelta con Weah el 8 de noviembre. En la estacada se quedaron, con más del 4% de los votos, Charles Brumskine, un ex taylorista, por el Partido Liberal (LP), Winston Tubman, sobrino de William Tubman, por el NDPL, Varney Sherman por la Coalición por la Transformación de Liberia (COTOL, que incluía al LAP y el TWP) y Roland Massaquoi por el NPP. Dos destacados cabecillas facciosos de la primera y la segunda contiendas civiles, Kromah, por el ALCOP, y Conneh, por el Partido Democrático Progresista (PRODEM, fundado tras la disolución del LURD), no llegaron al 3%.

Los comicios legislativos depararon unas cuotas bastante más repartidas. El UP obtuvo 8 de los 64 diputados y 3 de los 30 senadores. En la Cámara de Representantes, la lista más beneficiada fue, con 15 escaños, el Congreso por el Cambio Democrático (CDC) de Weah, mientras que en el Senado, con 7 puestos, la primacía simple correspondió a la COTOL. La fragmentación del Parlamento significaba que el próximo presidente de Liberia iba a tener que gobernar en coalición y basar sus decisiones en el consenso.

Finalmente, el 8 de noviembre, Johnson-Sirleaf ganó la Presidencia con un contundente 59,4% de los votos. El análisis poselectoral hacía notar que la graduada en Harvard había conseguido el respaldo masivo del electorado femenino y de los pocos liberianos de clase alta y cultivados que no habían huido del país o que habían regresado después de las dos guerras civiles, los cuales estimaban que sólo ella, quien no era sino una de los suyos, iba a ser capaz de atraer las inversiones, preservar la estabilidad y controlar la corrupción.

Weah, a pesar del respaldo recibido de varios de los candidatos apeados en la primera votación, perdió con el 40,6%. El aspirante del CDC no encajó bien su derrota y denunció que había sido víctima de un fraude, tanto en la primera como en la segunda vuelta, pero ni la Comisión Nacional de Elecciones, ni las misiones de observadores de la Unión Europea y las ONG de Estados Unidos, ni la UNMIL, ni la Unión Africana, ni ningún gobierno exterior concedió crédito a esa especie. Los monitores destacaron el carácter pacífico, ordenado y transparente de las elecciones, ofreciendo un ejemplo casi excepcional en el continente y que en un país demolido como Liberia era doblemente meritorio. Weah llamó a la calma a sus exaltados partidarios, muchos de los cuales eran antiguos milicianos, pero continuó insistiendo en que le habían estafado y amenazó con bloquear la transmisión del poder en enero.

El 23 de noviembre, la Comisión Nacional de Elecciones certificó los resultados ya avanzados y proclamó la victoria de Johnson-Sirleaf, quien anunció: "El día de hoy marca el comienzo de un nuevo viaje en la historia de nuestra nación, una historia que tiene un significado que excede nuestras fronteras: el de la primera elección democrática de una mujer presidente en África". Y así era. Antes que ella, sólo tres mujeres, Carmen Pereira en Guinea Bissau, durante dos días en mayo de 1984, Sylvie Kinigi en Burundi, entre octubre de 1993 y febrero de 1994, y Ruth Perry en la misma Liberia, en las circunstancias arriba explicadas, habían desempeñado la jefatura del Estado en una república africana, pero sólo en funciones y de manera interina, cubriendo sendas vacancias en la titularidad.

En el continente negro, el puesto de primer ministro sí que tenía un historial de titulares femeninas; además de la burundesa Kinigi, lo habían ocupado Elisabeth Domitien en la República Centroafricana (1975-1976), Agathe Uwilingiyimana en Rwanda (1993-1994), Mame Madior Boye en Senegal (2001-2002), Maria das Neves de Sousa en São Tomé y Príncipe (2002-2003) y, más recientemente, Luísa Dias Diogo en Mozambique, desde 2004, y Maria do Carmo Silveira, en, de nuevo, São Tomé y Príncipe, desde junio del año en curso. Aparte, podrían citarse los casos de las tres reinas regentes de Swazilandia —una monarquía absoluta— y Lesotho —una monarquía parlamentaria— durante cortos períodos entre 1970 y 1996. Y, más lejano en el tiempo, el singular registro de la emperatriz Zauditu, que rigió despóticamente en Etiopía de 1916 a 1930.

Tras mucho porfiar, Weah, presionado por todo el mundo, terminó por reconocer su derrota el 21 de diciembre, poniendo término a seis semanas de inquietantes agitaciones callejeras y amenazas veladas que concitaron el rechazo general. El ex futbolista se retractaba para dar a los liberianos "la oportunidad de llevar a cabo la empresa de la recuperación y la redención nacional en una atmósfera de tranquilidad".

El 16 de enero de 2006 Johnson-Sirleaf prestó juramento en el Capitolio, el edificio monroviano que alberga el Parlamento, como presidenta de Liberia por un período de seis años, ante docenas de personalidades y mandatarios extranjeros, y de miles de compatriotas que quisieron estar presentes en este día histórico.

En su alocución inaugural, Mama Sirleaf prometió hacer una "ruptura fundamental con el pasado", asumió que "la tarea de reconstruir nuestra devastada economía" era "imponente" y se refirió explícita o implícitamente a los principales retos que la aguardaban, que eran todos los imaginables en un país exangüe: cimentar la paz y la seguridad, así como la reconciliación nacional; en cuanto al Programa DDRR, rematar lo que quedaba pendiente del primer componente e implementar la totalidad del segundo, lo que implicaba escolarizar, dar trabajo y reinsertar en la sociedad a la legión de ex combatientes, 20.000 de los cuales eran antiguos niños soldado; construir unas Fuerzas armadas y de seguridad profesionales y vacunadas contra el cáncer del tribalismo; combatir la corrupción; ejecutar el Programa de Gobernanza y Gestión Económica (GEMAP), por el que Liberia sería ayudada generosamente por los donantes de fondos a cambio de rigor y transparencia en los gastos del Estado; traer de vuelta a los todavía 400.000 desplazados y refugiados de guerra; y, tarea tan imprescindible y abrumadora como las demás, dotar a la población de los servicios más elementales.

Aparte, Johnson-Sirleaf fue un tanto esquiva cuando se le preguntó por lo que su Gobierno podía y debía hacer en relación con su inculpado predecesor, Taylor, que continuaba a resguardo en Nigeria en virtud de los acuerdos de 2003, aunque dio a entender que vería con buenos ojos su entrega al Tribunal Especial de Sierra Leona. En relación con este punto, el 20 de febrero la presidenta inauguró una Comisión de la Verdad y la Reconciliación de siete miembros, con la misión de documentar los crímenes políticos cometidos en Liberia entre 1979 y 2003. Durante la campaña, ya había manifestado que Liberia tenía que afrontar su pasado y saber la verdad sobre las masacres y las violaciones, pero que no consideraba prioritario y ni siquiera conveniente llevar a juicio a los señores de la guerra.

(Cobertura informativa hasta 15/3/2006)