Donald Tusk
Primer ministro (2007-2014, 2023-); presidente del Consejo Europeo (2014-2019)
Donald Tusk, quien fuera primer ministro (2007-2014), presidente del Consejo Europeo (2014-2019) y presidente del Partido Popular Europeo (2019-2022), retornó el 13 de diciembre de 2023, con 66 años, a la jefatura del Gobierno de Polonia. Su partido liberal conservador y democristiano, la Plataforma Cívica (PO), núcleo de la Coalición Cívica (KO), quedó segundo en las elecciones generales del 15 de octubre, al igual que en los comicios de 2015 y 2019, pero con una ganancia sustancial de escaños que fue pareja a la pérdida de la mayoría absoluta por la formación ultraconservadora en el poder, Ley y Justicia (PiS), cabeza del bloque Derecha Unida (ZP).
Mientras que el primer ministro del PiS, Mateusz Morawiecki, vio desvanecerse la confianza del Sejm, requerida para seguir gobernando, su adversario de la KO forjó con las alianzas Tercera Vía (TD, centrista) y La Izquierda (Lewica, socialdemócrata) una coalición alternativa de 248 diputados —157 de la PO— que sí aseguraba ese aval parlamentario. El 11 de diciembre, sin sorpresas, Morawiecki se sometió al preceptivo voto de confianza del Sejm y perdió; acto seguido, los diputados invistieron a Tusk en su lugar. El Gabinete Tusk III, que presenta un 33% de mujeres frente al 53% del Gabinete saliente de Morawiecki, concede carteras a seis partidos y cuenta con dos viceprimeros ministros, Wladyslaw Kosiniak-Kamysz, jefe del Partido Popular Polaco (PSL) y responsable de Defensa, y Krzysztof Gawkowski, de la Nueva Izquierda (NL) y encargado de Asuntos Digitales. Radoslaw Sikorski, de la PO, vuelve a ser ministro de Exteriores con la tarea de reparar las muy dañadas relaciones con Alemania.
En su regreso al Ejecutivo polaco, donde encara una incómoda cohabitación con el presidente de la República procedente del PiS, Andrzej Duda (el cual volvió a nombrar primer ministro a Morawiecki el 6 de noviembre a sabiendas de que su nuevo Gobierno iba a ser efímero), Tusk promete "devolver a la escena europea" a Polonia, el quinto país de la UE por población y su sexta economía, cuya importancia estratégica ha aumentado sobremanera a raíz de la invasión de Ucrania por Rusia en 2022. Este mayor dimensionamiento regional se advierte muy especialmente en el ámbito de la OTAN: las alarmantes implicaciones que la guerra ruso-ucraniana tienen para su seguridad obligan a la fronteriza Polonia a incrementar considerablemente su gasto en defensa.
Urge, insiste Tusk, revertir las políticas "populistas", "antidemocráticas" y "antieuropeas" del PiS, que según él han supuesto una grave erosión de las libertades civiles y el Estado de derecho. Del mismo parecer es la Comisión Europea; esta viene reteniendo un total de 112.000 millones de euros asignados a Polonia en el plan de recuperación post-covid y en los fondos de cohesión porque las autoridades de Varsovia, invocando su soberanía, han dando hasta ahora prelación al derecho nacional sobre el derecho de la Unión, y vulnerado el principio de la independencia judicial. Este y otros contenciosos acarrearon una serie de multas del Tribunal de Luxemburgo cuyo impago la Comisión, con su inédita sanción, ha buscado hacer cobrar. Desbloquear cuanto antes estos fondos europeos es meta prioritaria para Tusk, lo que pasa por despolitizar ("des-PiSizar", dicen sus partidarios) y restituir la neutralidad del Tribunal Constitucional, la televisión pública, instituciones culturales y otros entes y organismos del Estado. Durante la campaña electoral, Tusk desmintió que contemplara reponer el retraso de la edad de jubilación, reforma impopular adoptada por su anterior Gobierno pero luego derogada por el PiS. Por otro lado, propone el reconocimiento de las uniones civiles de las parejas del mismo sexo con plenos derechos y despenalizar el aborto durante las 12 primeras semanas del embarazo. Este último punto es una concesión del católico Tusk a sus socios izquierdistas.
El nuevo gobernante hereda una situación económica positiva, con un crecimiento sustancialmente mayor que en la mayoría de socios europeos y una tasa de paro ínfima (el 2,8%), aunque lastrada por una todavía alta inflación (el 6,5%) y acompañada de un déficit público (del 4,1% del PIB) superior a lo permitido por las reglas fiscales de la UE, que tras cuatro años congeladas por la pandemia volverán a regir en breve. El otro asunto clave que enfrenta Tusk, denunciante incisivo del belicismo de Rusia, es el de las relaciones con Ucrania, que al principio de la invasión estuvieron marcadas por una solidaridad y un apoyo absolutos, bien expresos en la admisión de millones de refugiados y en el suministro de tanques y aviones, pero que en los últimos meses se han resentido por la disputa sobre las exportaciones por tierra de cereales ucranianos, competidoras con el agro polaco. Por lo pronto, Tusk, saliendo desdeñosamente al paso de la "fatiga" apreciada en varias capitales euro-atlánticas y señalando a la vez la actitud contra Kyiv del primer ministro húngaro Viktor Orbán, ha instado a la "plena movilización del mundo libre, el mundo occidental, para ayudar a Ucrania a ganar esta guerra".
(Texto actualizado hasta 13 diciembre 2023)
EL PRIMER PERÍODO AL FRENTE DEL GOBIERNO POLACO (2007-2014): ENFOQUES LIBERALES, FORTALEZA ECONÓMICA Y AFIRMACIÓN EURO-ATLÁNTICAEste dirigente de ideas moderadas de centro-derecha, con un perfil intelectual y un estilo razonable y tranquilo pero siempre asertivo y en ocasiones punzante (él describe su verbo como "breve, directo y franco"), militó en el sindicato Solidaridad y animó dos agrupaciones liberales antes de fundar en 2001 la PO, empresa partidista que consiguió aglutinar a casi todo el centro-derecha polaco. Tras encabezar la oposición parlamentaria durante dos legislaturas, primero a los socialdemócratas y luego a la derecha radical de los hermanos Kaczynski, la PO se hizo con la victoria en los comicios de octubre de 2007 y su líder formó un Gobierno de mayoría, en coalición con el Partido Popular o Campesino (PSL), el 16 de noviembre de aquel año. Un cuatrienio después, en octubre de 2011, los cívicos hicieron historia al imponerse de nuevo en las urnas con mayoría simple al PiS, lo que convirtió a Tusk en el más duradero primer ministro en 25 años de democracia polaca.
En su primer mandato, pródigo en éxitos, Tusk cumplió su promesa de devolver al corazón de la integración europea a Polonia, sacándola de la periferia a la que la había arrastrado el tradicionalismo reaccionario y euroescéptico de los gemelos Kaczynski, tan propensos a las estridencias nacionalistas, recobrando con ello la credibilidad y la influencia del país más grande de los ingresados en la UE desde 2004. Consiguió que Lech Kaczynski, el presidente de la República, con quien había contendido sin éxito en las elecciones de 2005, ratificara el Tratado de Lisboa antes de perecer en la catástrofe aérea de Smolenks en abril de 2010. Este trágico accidente, y en concreto las interpretaciones que del mismo hizo el Kremlin, puso a prueba el deshielo iniciado con la Rusia de Putin, que fue simultáneo a la superación de resquemores con la Alemania de Merkel.
Además de procurar cancelar polémicas estériles, Tusk, atlantista sin reservas, aceptó la configuración revisada del escudo antimisiles de Estados Unidos, pese a renunciar a la instalación en Polonia del componente de intercepción, y dejó atónitos a los socios europeos con la fortaleza excepcional de la economía polaca, única de la UE que capeó, y sin problemas, las dos recesiones registradas entre 2008 y 2013. El gobernante hizo un uso eficaz de los fondos comunitarios, destinándolos a modernizar las infraestructuras de transportes con la consiguiente creación de empleo. Con sus reformas estructurales, más bien cautelosas (salvo el retraso de la edad de jubilación, posteriormente revertida por el Gobierno del PiS), y su querencia por la consolidación fiscal se ganó el favoritismo del FMI y la confianza de los mercados. Sin embargo, el llamado "milagro polaco" no llegó al punto de hacer realidad el plan de Tusk de meter a su país en la Eurozona en 2012: la tormenta de las deudas soberanas del euro, el incumplimiento nacional de los criterios de convergencia y las dudas de la opinión pública frustraron las expectativas de jubilar el zloty a corto o medio plazo.
En su segundo mandato de 2011-2014, Tusk, nuevamente coaligado con los popular-campesinos, hubo de afrontar una serie de controversias y escándalos ministeriales —como el de las grabaciones secretas a miembros del Gabinete, motivo en junio de 2014 de una moción de confianza ganada por el oficialismo— que ensombrecieron su legado de estabilidad política. También, las manifestaciones de descontento social por las medidas de austeridad y ajuste, acometidas con un regusto de ortodoxia germana, para podar el déficit y la deuda públicos; se trató de una tarea muy complicada por la deceleración del crecimiento, que tocó fondo en 2013 para luego rebotar. Irónicamente, quien fuera paladín de un inviable flat tax del 15% para el impuesto sobre la renta, el impuesto de sociedades y el IVA, al final, tendió a subir la presión fiscal más que a reducirla. El primer ministro fue acusado de arrogancia e insensibilidad social.
Por otro lado, desde principios de 2014 resultó inexorable el deterioro de las relaciones con Rusia por sus agresiones a la vecina Ucrania (injerencia militar en apoyo de los separatistas rusófonos del Donbás, despojo territorial de Crimea), luego de que la revuelta del Euromaidán derrocara al presidente Yanukovych e instalara en el Gobierno de Kyiv a unas nuevas autoridades ansiosas del viraje geopolítico proeuropeo. Esta situación elevó el tono de firmeza de Tusk, anteriormente nunca identificado con la retórica antirrusa, y de su incisivo ministro de Exteriores, Radoslaw Sikorski, sustituido por Grzegorz Schetyna al terminar el verano. Más aún, empujó a Varsovia, súbitamente insegura en su condición de principal capital en la frontera oriental del bloque aliado, a aceptar de buena gana el despliegue en territorio polaco de cazas F-16 y de soldados de la Fuerza Operativa Conjunta de Muy Alta Disponibilidad (VJTF), la nueva "punta de lanza" de la Fuerza de Respuesta de la OTAN, aprobada por la Alanza Atlántica en su cumbre de Gales. La decisión sobre la VJTF, presentada como una medida "disuasoria", en septiembre de 2014 vino a profundizar las relaciones bilaterales con la Administración Obama.
UNA AGITADA PRESIDENCIA DEL CONSEJO EUROPEO (2014-2019) El 30 de agosto de 2014 Tusk fue elegido por sus pares de la UE próximo presidente del Consejo Europeo, posición en la que el polaco tomaba el relevo al democristiano belga Herman Van Rompuy. El 9 de septiembre Tusk dimitió en el cargo de primer ministro tras casi siete años de ejercicio y 13 días después Ewa Kopacz, lugarteniente de confianza, le sucedió para conducir el Gobierno doméstico en paralelo a la dirección de la PO. Con esta designación, Tusk, poseedor del prestigioso Premio Carlomagno, veía coronada su trayectoria de europeísta constructivo cimentada a la par de una de las gestiones gubernamentales mejor valoradas de Europa. El 1 de diciembre de 2014, semanas después del estreno también del socialcristiano luxemburgués Jean-Claude Juncker en la presidencia de la Comisión Europea, el dirigente polaco asumió el puesto institucional creado en 2009 por el Tratado de Lisboa cuando más falta hacía subrayar el liderazgo político, de cara a los ciudadanos y ante el mundo, de una UE en horas bajas.
Además de la prolongada anemia económica, que suscitaba el fantasma de una tercera recesión, y del inquietante epílogo griego de las insolvencias deudoras de la Eurozona, la UE estaba expuesta a dos turbulencias periféricas con un elevado potencial de violencia y desestabilización: la pugna ruso-ucraniana, todo un conflicto bélico a sus puertas, y la irrupción brutal del Estado Islámico, alimentado por las guerras civiles de Siria e Irak y capaz de lanzar agresiones terroristas desde dentro de Europa. Como presidente del Consejo Europeo, Tusk tenía las responsabilidades de dar continuidad y cohesión a los trabajos y conclusiones de las cumbres periódicas de jefes de Estado y de Gobierno, decisorias de la dirección global de la Unión, y de representar a la UE en las áreas de política exterior y seguridad común, labor esta compartida con la jefa de la diplomacia, la italiana Federica Mogherini, nueva Alta Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Su principal labor, dijo entonces Tusk, del que se destacaban como puntos flacos su pobre conocimiento del idioma inglés y su nulo francés (a cambio, dominaba el alemán, aunque luego iba a aprender a toda velocidad un excelente inglés), sería "construir compromisos". Europa necesitaba "proteger sus valores fundamentales" de "libertad" y "solidaridad", y eso requería "liderazgo y unidad políticos", diagnosticó.
Esta tarea de promover y coordinar la respuesta unificada de la UE, un bloque supranacional y a la vez intergubernamental, con mecanismos híbridos de toma de decisiones, frente a los desafíos y "enemigos", internos y externos, que la ponían a prueba resultó incluso más ardua de lo imaginado. Además de la crisis en las relaciones con Rusia por la guerra del Donbás y la anexión de Ucrania —un frente llamado a ser permanente— y el embate terrorista de los musulmanes radicalizados que habían jurado lealtad al Estado Islámico, Tusk y sus colegas de la dirección europea se toparon con el agravamiento de la crisis financiera de Grecia y dos trances más o menos inesperados, a cual más perturbador: la crisis de los migrantes y refugiados en 2015 y el resultado del referéndum sobre el Brexit en 2016.
Sobre el atolladero de Grecia, que en el verano de 2015 puso al rojo vivo todo el edificio de la Unión Económica y Monetaria, Tusk reclamó al primer ministro Alexis Tsipras que no pusiera en peligro "la unidad dentro de la UE" con su resistencia a aceptar un tercer programa de rescate crediticio en las condiciones de ajuste marcadas por la Troika y el Eurogrupo, ya que el colapso total de la deuda helena y la salida desordenada del país del euro serían un escenario "dramático". Con todo, no dejó de llamar al diálogo respetuoso entre Atenas y Bruselas, evitando "humillaciones" y "ofensas" en los tratos recíprocos. Tusk convocó tres cumbres especiales del Euro en junio y julio 2015; en el último encuentro, Tsipras, puesto por sus socios europeos contra la espada y la pared, se resignó a solicitar un durísimo tercer rescate por valor de 86.000 millones de euros que sería financiado por el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) y el FMI.
Con el expediente de Grecia abierto de par en par, sobre la mesa de Tusk en Bruselas se amontonaron los documentos relativos al más del millón de refugiados y migrantes que, procedentes de Oriente Medio y África (sirios sobre todo) y cruzando el Mediterráneo, arribaban a Grecia, Bulgaria e Italia para, de manera caótica, atravesar sucesivas fronteras nacionales e intentar llegar a los países ricos del norte de la UE, fundamentalmente Alemania, con la esperanza de obtener el asilo y asentarse. El presidente del Consejo se involucró en la búsqueda de soluciones "genuinas" para este formidable desafío humanitario y de orden público, respuestas que no fueran el cierre unilateral de fronteras internas, con el consiguiente peligro de "desmantelamiento" del Espacio de Schengen sobre la libre circulación de personas. Tusk trabajó en la fórmula del reparto "voluntario" de decenas de miles de demandantes de asilo, en lo que tendría que ser un ejercicio compartido de "solidaridad" europea, y posteriormente, en marzo de 2016, estuvo entre los artífices de un muy polémico acuerdo con Turquía para, como mínimo parcialmente, externalizar la gestión de los inmensos flujos humanos, susceptibles en adelante de devoluciones sistemáticas estudiadas caso por caso.
Así, a cambio de un paquete de 6.000 millones de euros y el visado de la UE para sus ciudadanos, Turquía se comprometió a "readmitir" en su territorio a todos los "migrantes irregulares no necesitados de protección internacional" que llegasen a Grecia por la ruta de los Balcanes Occidentales y a luchar contra las mafias del tráfico de personas que operaban en sus costas. Por cada sirio readmitido por Ankara, la UE aceptaba "reasentar" en los estados miembros a otro sirio venido desde Turquía que sí satisficiera los requisitos de la protección internacional y el asilo europeo, pero hasta un número máximo de 72.000. Frente al coro de críticas desde sectores políticos y las ONG, Tusk defendió que el acuerdo con los turcos "cumplía con las leyes europeas e internacionales". De todas maneras, el mensaje básico era que esta ola de inmigrantes y refugiados no era bienvenida y que las fronteras exteriores de la UE se reforzaban al tal efecto. Aquel mismo mes, Tusk publicó un tuit contundente que no admitía interpretaciones: "Llamamiento a los posibles migrantes económicos ilegales: no vengáis a Europa. No creáis a los traficantes. Ningún país europeo será país de tránsito".
Más tarde, Tusk tachó de "ineficaz" el sistema, igualmente controvertido y motivo de fuertes fricciones en el Consejo, de las cuotas nacionales de refugiados obligatorias adoptado por una mayoría de jefes de Estado y de Gobierno y defendido por la Comisión Europea. Asimismo, tuvo sus más y sus menos con el presidente Erdogan, al que, después de alabarle la gestión por su Gobierno de los vastos campos de refugiados sirios instalados en suelo turco, conminó a abstenerse de realizar operaciones militares antikurdas en el norte de Siria capaces de exacerbar todavía más la crisis migratoria.
La primera reacción de Tusk frente a la traumática victoria del Leave en el referéndum de junio de 2016 sobre la pertenencia del Reino Unido a la UE fue instar a la calma ("soy plenamente consciente de lo grave, o incluso dramático, que es políticamente este momento (...) Es un momento histórico, pero seguro que no para las reacciones histéricas", repuso). Antes de la consulta, convocada por el primer ministro conservador David Cameron sobre la base del acuerdo de concesiones arrancado a Bruselas por Londres, Tusk ya invocó el fantasma del "caos" si el Remain resultaba perdedor.
En el proceso de negociaciones post-referéndum, bastante más embrollado y tortuoso de lo esperado (tras tres prórrogas, la retirada británica no iba a materializarse hasta el 1 de febrero de 2020), el alto responsable europeo adoptó en ocasiones un tono áspero y pesimista, patente por ejemplo en la advertencia a la sucesora del dimitido Cameron, Theresa May, sobre los efectos perniciosos de un "Brexit duro", cuya "única alternativa real" era el "no Brexit". En otras palabras, Tusk, viejo admirador del thatcherismo, no descartaba la hipótesis posibilista, ya que los "amigos británicos" debían saber que las puertas de la UE "seguían abiertas" por si "cambiaban de opinión".
Al mismo tiempo, Tusk tuvo palabras desalentadoras para quienes, de entre los 27, sostenían que la crisis existencial que acosaba a la UE debía combatirse con un enérgico empuje del elemento supranacional, es decir, con una construcción federalista más ambiciosa. Al calor de las refriegas por el Brexit, el presidente del Consejo, propenso a los análisis sombríos, sostuvo que la UE debía abandonar sus "sueños utópicos", las "visiones entusiastas líricas e ingenuas", sobre una integración política total. A cambio, la UE tenía que concentrarse en combatir la "amenaza" que entrañaba el auge de las fuerzas euroescépticas y "antiliberales" en su seno, y avanzar en "actividades prácticas" como podían ser el refuerzo de las fronteras externas y la compleción de la unión bancaria.
Tusk subrayaba que los "peligros" externos de la UE cobraban impulso también, y desde múltiples direcciones: en 2017 irrumpió en Estados Unidos el nacional-populismo de la Administración Trump, fenómeno "demagógico" que venía a sumarse a la nueva China asertiva, a la Rusia belicista y a las "guerras, el terrorismo y la anarquía" que proliferaban en Oriente Próximo y África. Volviendo al flanco europeo oriental, el presidente causó alguna irritación en Alemania por su rechazo al proyecto del gasoducto submarino Nord Stream 2, que como el ya operativo Nord Stream 1 puenteaba a Polonia en el suministro del vital hidrocarburo desde Rusia, a su vez objeto al mismo tiempo de sanciones por parte de la UE.
RETORNO A LA POLÍTICA PARTIDARIA EN LA OPOSICIÓN AL PiSEl 9 de marzo de 2017 Tusk fue reelegido para un segundo mandato de dos años y medio que se iniciaba el 1 de junio de este año y terminaba el 30 de noviembre de 2019. En la votación efectuada en Bruselas por el Consejo Europeo solo se posicionó en contra de renovarle como presidente de la institución la primera ministra de su propio país, Beata Szydlo, jefa del Gobierno del PiS desde noviembre de 2015. Así, menos de un año después de trasladar Tusk sus funciones institucionales de Varsovia a Bruselas, su partido, con la primera ministra Kopacz de cabeza de cartel, había perdido rotundamente las elecciones legislativas frente a la formación derechista que lideraba el anterior primer ministro Jaroslaw Kaczynski. Previamente, en mayo de 2015, el PiS ya le había metido un primer gol electoral a la PO con la victoria de su candidato presidencial, Andrzej Duda, sobre el jefe del Estado en ejercicio, Bronislaw Komorowski, otro lugarteniente de Tusk que en 2010 había batido a Jaroslaw Kaczynski en la elección para cubrir el vacío dejado por la muerte del hermano de este último, Lech.
Desde el sonado encontronazo a propósito de su reelección en marzo de 2017 y hasta el final de su ejercicio europeo, Tusk no dejó de intercambiar pullas y críticas con Szydlo y con su sucesor a partir de diciembre de 2017, Mateusz Morawiecki, a propósito de varios aspectos de las políticas doméstica y exterior del PiS. En particular, Tusk criticaba la negativa radical de Varsovia a acoger refugiados y, sobre todo, las decisiones que suponían "el abandono del Estado de Derecho y la independencia judicial", y sendos "ataques al sector no gubernamental y a la libertad de los medios de comunicación".
En la recta final de su mandato en la UE, Tusk fue testigo de los nuevos fracasos de la PO en las elecciones europeas (mayo de 2019) y en los siguientes comicios legislativos (octubre de 2019); en estos últimos, la nueva Coalición Cívica (KO), formada con la compañía de cinco pequeños partidos de las tendencias liberal, social liberal y eco-agraria, perdió una treintena de escaños, mientras que la Derecha Unida (ZP) del PiS repitió mayoría absoluta en el Sejm. En esta contienda electoral, fallaron clamorosamente la cabeza de lista de los liberales, Malgorzata Kidawa-Blonska, y el presidente del partido sucesor de Kopacz, el ex ministro de Exteriores Grzegorz Schetyna, quien en enero de 2020 desistiría de seguir para dejar paso a Borys Budka.
El 1 de diciembre de 2019 el hasta hacía poco primer ministro belga Charles Michel, de la familia liberal, tomó posesión de la Presidencia del Consejo Europeo y Tusk asumió la dirección orgánica del Partido Popular Europeo (PPE), sucediendo al francés Joseph Daul. Como presidente del PPE, Tusk se encontró más cómodo para arremeter contra el Gobierno polaco, aunque su problema más acuciante era qué hacer con el partido del "iliberal" primer ministro húngaro Viktor Orbán, el Fidesz, suspendido de membresía meses atrás por "apartarse de los valores europeos" y que aportaba 13 de los 182 diputados del grupo popular en el Parlamento Europeo (más reducido que en la legislatura 2014-2019, aunque todavía el primero de la Eurocámara, muy por delante de socialistas y liberales).
Muchos reclamaban la expulsión del ultraconservador Fidesz de la familia popular-democristiana y en marzo de 2021 el propio Orbán tomó la decisión de romper con el grupo del PPE en el Parlamento Europeo. Entonces, Tusk, sin ocultar su alivio, declaró que el Fidesz "en realidad" ya hacía "muchos años" que había abandonado el PPE. Implícitamente, Tusk se había referido a Orbán (y al PiS, entre otros muchos más) en el discurso con motivo de su elección el 20 de noviembre de 2019 para presidir el todavía mayor partido transnacional europeo, aunque lejos de sus mejores momentos. Entonces, el político polaco aleccionó a sus colegas con estas palabras: "Bajo ninguna circunstancia podemos dejar la esfera de la seguridad y el orden a los populistas, manipuladores y autócratas que llevan a las personas a creer que la libertad no puede conciliarse con la seguridad. Que proteger nuestras fronteras y territorio no puede conciliarse con la democracia liberal ni una gobernanza consecuente con el Estado de derecho".
"Después de cinco años siendo el burócrata europeo en jefe estoy dispuesto a luchar", declaró Tusk cuando cesó como presidente del Consejo Europeo. Este aviso de intenciones cobró todo su significado al zambullirse el ex primer ministro en el debate político polaco pese a no ostentar ningún cargo o mandato político en casa. La posibilidad de candidatear a presidente de la República en las elecciones de tocaban en 2020 la descartó Tusk, visto por muchos como la única figura del campo progresista y proeuropeo capaz de doblegar al poderoso PiS, días antes de dejar su alta posición europea (la postulación de la PO/KO recaería finalmente en el alcalde de Varsovia, Rafal Trzaskowski, quien en el balotaje del 12 de julio de 2020 iba a perder por solo dos puntos ante el reeleccionista Duda). Esta autorrestricción de Tusk, empero, vino a confirmar que su plan era retomar las riendas de su partido y presentarse a primer ministro en las legislativas del otoño de 2023.
Borys Budka, el presidente de la PO desde enero de 2020, carecía de tirón electoral y el 3 de julio de 2021, en la reunión del Consejo Nacional de la agrupación, aceptó ceder el puesto de mando a Tusk, quien, irradiando determinación y combatividad, llamó a sus huestes a tener "motivación" y a "creer en la victoria". Budka siguió en la ejecutiva de la PO como vicepresidente. A partir de entonces, el ex primer ministro, a falta de la tribuna parlamentaria, canalizó su estrategia de oposición frontal en los medios de comunicación, las redes sociales y, muy señaladamente, las calles, donde encabezó varias manifestaciones europeístas contra la "parodia de democracia" que representaba el Gobierno nacionalista del PiS. "Vamos a estas elecciones para ganar, a pedir cuentas a los culpables, a reparar los males cometidos y, en consecuencia, a reconciliar a las familias polacas. Y os hago una promesa: victoria, arreglo de los errores, reparación de los agravios y reconciliación", proclamó Tusk en la multitudinaria manifestación opositora del 4 de junio de 2023 en Varsovia. Previamente, el primero de junio de 2022, el dirigente entregó la presidencia del PPE al socialcristiano alemán Manfred Weber.
(Cobertura informativa hasta 1/9/2023)
1. Un estudiante de historia activo en el sindicato Solidaridad
2. Artífice de dos partidos liberales en la primera década de la democracia polaca
3. El proyecto centroderechista de la Plataforma Cívica: segunda fuerza del Sejm y la candidatura presidencial de Tusk en 2005
4. Triunfo electoral en 2007 sobre el oficialismo de los hermanos Kaczynski
5. El primer Gobierno Tusk (2007-2011): regreso al núcleo de la UE, deshielo con Rusia, aceptación del escudo antimisiles y sorteo de la Gran Recesión
6. El segundo Gobierno Tusk (2011-2014): escándalos en el poder, descontento social y reacción defensiva frente a Moscú
1. Un estudiante de historia activo en el sindicato Solidaridad
Los padres de Donald Tusk, carpintero él y enfermera ella, al igual que millones de polacos supervivientes de la Segunda Guerra Mundial, sufrieron el yugo alemán entre deportaciones forzosas y campos de trabajo. Tío del muchacho era el famoso escultor y ceramista Bronislaw Buni Tusk (1935-2000). Su abuelo paterno, Józef Tusk, ferroviario de profesión, estuvo movilizado como soldado en la Wehrmacht en los últimos días de la guerra antes de desertar al frente occidental, donde se unió a las Fuerzas Armadas Polacas que combatían junto con los aliados. Este último dato fue revelado por los adversarios políticos de Tusk en la campaña de las elecciones presidenciales de 2005, y los divulgadores subrayaron entonces el supuesto matiz de un alistamiento voluntario de Józef Tusk en las tropas de la potencia ocupante al que indagaciones posteriores restaron toda credibilidad; en realidad, el abuelo del político se encontraba en un campo de prisioneros cuando le obligaron a ponerse el uniforme de soldado del Ejército alemán.
Hasta la invasión por Hitler en 1939, los Tusk fueron ciudadanos de la Ciudad Libre de Danzig, donde la población era mayoritariamente alemana y pronazi, aunque ellos pertenecían a la minoría eslava local de los casubios, muchos de los cuales fueron enviados al cercano campo de concentración de Stutthof o ejecutados en el bosque de Piasnica. La anexión al Tercer Reich de un territorio, dominando la salida al Báltico de la antigua provincia imperial de Prusia Occidental y la región histórica de Pomerania oriental o Pomerelia, que los ocupantes consideraban culturalmente alemana, conllevó una limpieza étnica de la que los padres del muchacho consiguieron salir con vida.
En la rebautizada ciudad de Gdansk de la República Popular de Polonia recibió Tusk, nacido aquí en 1957, toda su formación académica. Cursó la educación secundaria en el liceo Mikolaj Kopernik y tras completar el bachillerato en 1976 emprendió estudios de Historia en la Universidad local. La materia que más le gustaba era la Arqueología. En la urbe portuaria el futuro primer ministro se empapó del conflictivo ambiente que atizaban las reivindicaciones estudiantiles y obreras por un lado, y la represión del Gobierno comunista de obediencia soviética por el otro. Tusk explica que su atracción por el activismo político le surgió a los 13 años cuando las protestas antigubernamentales de diciembre de 1970 en las ciudades bálticas; en Gdansk, el muchacho fue testigo de cómo el Ejército abría fuego contra los trabajadores de los astilleros en huelga.
Relacionado con el Comité de Solidaridad de los Estudiantes (SKS), organización que en 1977 rompió el monopolio que ejercían las juventudes del Partido Obrero Unificado Polaco (PZPR), al comenzar la década de los ochenta Tusk tomó parte en la fundación de la Unión Independiente de Estudiantes (NZS) y cooperó con la Unión de Sindicatos de la Región Costera (WZZW), para la que organizó grupos de estudio y publicó prensa clandestina. En 1980, como tantos jóvenes trabajadores, estudiantes, economistas e intelectuales que en el futuro iban a desempeñar cargos de responsabilidad política en la Polonia democrática, Tusk se unió al movimiento sindical de Solidaridad, cuyo líder más carismático era Lech Walesa, y participó en las luchas reivindicativas de los obreros de las fábricas y los astilleros, lo que no le impidió terminar sus estudios en la Facultad de Historia con una tesina sobre el mariscal Jozef Pilsudski, fundador y primer presidente de la II República Polaca tras la Primera Guerra Mundial.
Durante unos meses, el joven hizo de enlace de Solidaridad en la Wydawnictwo Morskie (Casa de Publicaciones Marítimas), una reputada editorial de Gdansk, y ejerció el periodismo y la publicidad en el semanario que el sindicato imprimía en la ciudad, Samorzadnosc. Pero en diciembre de 1981, la declaración de la ley marcial y la prohibición de Solidaridad por el general Wojciech Jaruzelski, primer ministro y primer secretario del PZPR con poderes reforzados al frente de una junta militar, pusieron término a estas actividades. Expulsado al paro por su militancia política, el historiador de formación hubo de ganarse la vida como obrero de la construcción antes de fundar con otros socios una cooperativa —una de las pocas formas de empresa privada toleradas por aquel entonces— en el ramo de la pintura. Durante siete años, Tusk se dedicó a pintar chimeneas, puentes e instalaciones industriales para los clientes que le contrataban, una experiencia que le convenció de las virtudes de la economía de libre mercado y la iniciativa privada.
2. Artífice de dos partidos liberales en la primera década de la democracia polaca
1989 marcó el comienzo de una nueva era política en la historia de Polonia con la legalización pactada de Solidaridad y la celebración de unas elecciones semidemocráticas que llevaron a los representantes del sindicato al Gobierno, con el católico progresista Tadeusz Mazowiecki a su frente, poniendo término a la dictadura del partido único comunista. El vasto campo de Solidaridad comenzó a disgregarse en una pléyade de agrupaciones y protopartidos que iban desde la socialdemocracia reformista y proeuropea hasta la derecha conservadora, clerical y proteccionista. Tusk se zambulló en la efervescencia política del momento y tiró por un camino intermedio, el centroderecha liberal, que sin embargo tenía más puntos en común con la plataforma progresista y reformista de Mazowiecki.
La experiencia del KLD (1990-1994)
Así, en compañía de los economistas Jan Krzysztof Bielecki, Janusz Lewandowski y Jacek Merkel, Tusk organizó el Congreso Liberal Democrático (Kongres Liberalno-Demokratyczny, KLD). Los cuatro creadores del KLD compartían formación universitaria en Gdansk y familiaridad con el emergente sector privado, al que estaban vinculados profesionalmente como empresarios o consultores; Bielecki, además, había ejercido también de cooperativista durante la férula de Jaruzelski y ahora ganó el acta de diputado en el Sejm o Cámara baja de la Asamblea Nacional. Constituido formalmente en partido el 30 de junio de 1990 y con Tusk al frente de su Consejo Ejecutivo, el KLD esgrimía un "liberalismo pragmático" que en realidad se inspiraba en las reformas liberales radicales emprendidas años atrás por Margaret Thatcher en el Reino Unido y por Ronald Reagan en Estados Unidos. El programa partidario defendía una resuelta transición a la economía de mercado mediante la privatización general del sector público e incorporaba los principios del rigor presupuestario, la liberalización de los precios, la descentralización del Gobierno y la Administración, y la inserción de Polonia en las estructuras euro-atlánticas, en particular en la Comunidad Económica Europea.
Tusk y sus compañeros no pudieron menos que respaldar la puesta en marcha por el Gobierno Mazowiecki, en enero de 1990, del polémico Plan Balcerowicz, un paquete de medidas de choque diseñado por el viceprimer ministro y ministro de Finanzas Leszek Balcerowicz y que perseguía yugular la hiperinflación, sanear las cuentas públicas, desestatalizar y desregular la economía, convertir el zloty y, en definitiva, meter a Polonia en el capitalismo de mercado por la vía rápida. El apoyo dado por el KLD a la candidatura presidencial de Walesa en las elecciones de noviembre de 1990 fue premiado por el antiguo líder sindical, luego de alcanzar en diciembre la jefatura del Estado, con el nombramiento de Bielecki para el puesto de primer ministro. En enero de 1991 Bielecki formó un gobierno de coalición que integró como socios a la Unión Democrática (UD) de Mazowiecki, el Acuerdo de Centro (PC) de los hermanos gemelos Jaroslaw y Lech Kaczynski, la Unión Nacional Cristiana (ZChN) de Wieslaw Chrzanowski y el pequeño Partido Social Demócrata (SD) de Jan Janowski.
Además de Bielecki, el KLD colocó a tres ministros en el nuevo Gobierno —incluido Lewandowski, que tomó la sensible cartera de Transformación de la Propiedad, es decir, las privatizaciones—, pero entre ellos no figuró Tusk, quien prefirió reservarse para la dirección orgánica del partido y el encabezamiento de la lista liberal en las próximas elecciones legislativas, que esta vez serían enteramente competitivas, sin escaños reservados. Celebrados el 27 de octubre de 1991 en un contexto partidista en extremo fragmentado, los comicios depararon al KLD un discreto séptimo lugar con el 7,4% de los votos, cuota que, en virtud del sistema electoral proporcional entonces vigente, le dio derecho a 37 diputados, Tusk entre ellos. Los liberales, y en menor medida los demócratas de Mazowiecki y Bronislaw Geremek, fueron penalizados por el electorado por su insistencia en priorizar el ajuste estructural y la lucha contra la inflación sobre la creación de empleo y el gasto social.
La incapacidad de los partidos del Gabinete saliente para renovar la coalición dio lugar en diciembre siguiente a un Gobierno de minoría encabezado por el centrista Jan Olszewski. Desde la oposición, Tusk se dedicó a fustigar a Olszewski por su abandono de la ortodoxia monetaria, ya que proponía imprimir dinero fresco para estimular el crecimiento económico, y por su campaña demagógica de desenmascaramiento de supuestos confidentes de la policía política de la dictadura. A principios de junio de 1992 el KLD se unió a otros partidos opositores para, haciéndole el juego al presidente Walesa, que quería defenestrar a Olszewski por haberse atrevido su ministro de Justicia a acusarle de ser un antiguo chivato de los comunistas, presentar una moción de censura en el Sejm que precipitó la dimisión del gobernante.
En julio de 1992 Tusk pactó el regreso de su partido al Ejecutivo en asociación con la UD, la ZChN, la Alianza Campesina (PL), el Partido Cristiano Demócrata (PChD), el Partido Cristiano Campesino (SLCh) y el Programa Democrático Polaco (PPG), bajo la jefatura de Hanna Suchocka, de la UD. Los liberales obtuvieron cuatro ministros, entre ellos Bielecki y Lewandowski. KLD, UD y PPG, únicos partidos que propugnaban abiertamente el reformismo liberal en economía, formaban la llamada "pequeña coalición", cuya capacidad de consenso con las otras cuatro formaciones del Gobierno, representativas de la derecha católica y rural, se reveló sumamente escasa.
El Gobierno Suchocka, minado por las disputas ideológicas, se sostuvo precariamente hasta las elecciones generales del 19 de septiembre de 1993. Entonces, la coincidencia de un sistema electoral que reducía la proporcionalidad y el enfado del electorado con los partidos herederos de Solidaridad debido a sus políticas económicas liberales y sus constantes peleas se tradujo en una ruda sanción para el KLD, que se quedó a 1,1 puntos del umbral del 5% de los votos y por lo tanto no obtuvo representación parlamentaria. De hecho, la formación de Tusk quedó en una remota décima posición. Los comicios de 1993 fueron ganados por la oposición de centroizquierda que conformaban la Alianza de la Izquierda Democrática (SLD, ex comunistas reconvertidos en socialdemócratas) y el Partido Popular (o Campesino) Polaco (PSL), los cuales formaron Gobierno a finales de octubre con la adición de la Unión del Trabajo (UP).
La experiencia de la UW (1994-2001)
La lección que Tusk, por un lado, y los demócratas (los cuales habían preservado su condición de partido parlamentario con 74 diputados), por el otro, extrajeron de las votaciones de 1993 fue que debían sumar sus menguadas fuerzas para garantizar la presencia de la opción liberal reformista y proeuropea entre el bloque socialdemócrata-campesino ahora dominante y los sectores de la derecha con diferentes acentos nacionalistas, religiosos y sociales que ahora mismo estaban fuera del Parlamento y completamente dispersos, pero que se aprestaban a reorganizarse. Meses de negociaciones para una fusión orgánica culminaron con la celebración el 23 y el 24 de abril de 1994 del congreso fundacional de la Unión de la Libertad (Unia Wolnosci, UW), que aunaba el liberalismo clásico del KLD y los enfoques social liberales de la UD. A la elección por el millar de delegados constituyentes del presidente del nuevo partido se presentaron los jefes de las dos formaciones fundadoras, Tusk y Mazowiecki.
El ex primer ministro se llevó el puesto cimero por la mínima, pero a cambio Tusk fue nombrado vicepresidente de la UW. Para el cargo de secretario general fue escogido Bronislaw Komorowski, quien ya venía desempeñando esa función en la UD. La UW inició su andadura en 1994 con el fichaje de una personalidad del prestigio de Balcerowicz, enriqueciendo una plana mayor donde destacaban otros políticos de talla como Geremek y Jacek Kuron, dos historiadores y antiguos animadores de la intelligentsia fundadora de Solidaridad. Posteriormente iba a sumárseles Zbigniew Bujak, otro de los grandes nombres de Solidaridad, que abandonó la UP y aportó a la UW sus credenciales socialdemócratas. Hasta el final de la legislatura, la UW, presidida por Balcerowicz desde abril de 1995, planteó una oposición enérgica a los gobiernos de la SLD y el PSL, a los que reprochaba el exceso de gasto público, y alardeó de tener el único programa económico solvente, capaz de conciliar crecimiento económico y cuentas saneadas.
En las elecciones generales del 21 de septiembre de 1997 la UW vio frustradas sus expectativas de crecimiento ante la briosa irrupción de la Acción Electoral de Solidaridad (AWS), conglomerado de más de 30 partidos del centro y la derecha procedentes del semillero de Solidaridad, que tenía como líder al también mandamás del ala sindical, Marian Krzaklewski. Mientras que la AWS ganó las elecciones con una mayoría simple de 201 diputados, los liberales debieron conformarse con el 13,3% de los votos, 60 diputados y ocho senadores, entre ellos Tusk, que regresó al Parlamento como miembro de su Cámara alta. Cuando el hemiciclo se constituyó el 21 de octubre, el anterior pintor de brocha gorda y publicista fue elegido vicemariscal, o vicepresidente, del mismo.
Tusk y Balcerowicz dirigían una fuerza política con vocación de partido bisagra, así que aceptaron formar con la AWS un Gobierno de coalición sustentando en el bagaje común de las raíces históricas del sindicato Solidaridad y la vieja lucha contra el poder comunista. Entonces, se creyó que las marcadas diferencias ideológicas entre los de Tusk y los de Krzaklewski eran salvables. Como resultado, el 31 de octubre de 1997, los liberales volvieron a sentarse en el Ejecutivo, a cuyo frente se puso un hombre de la AWS, Jerzy Buzek. La pretensión inicial de la UW, a todas luces osada a la luz de los resultados electorales, de confiar a Balcerowicz la jefatura del Gobierno no fue aceptada por la AWS, pero a cambio los liberales recibieron cuatro ministerios de peso vinculados a la doble apuesta de ingresar en la Unión Europea y la OTAN: los de Finanzas, Exteriores, Justicia y Defensa, que fueron respectivamente para el propio Balcerowicz —también viceprimer ministro—, Geremek, Suchocka y Janusz Onyszkiewicz.
3. El proyecto centroderechista de la Plataforma Cívica: segunda fuerza del Sejm y la candidatura presidencial de Tusk en 2005
La experiencia de la alianza con la AWS resultó profundamente decepcionante para Tusk, que consideraba insuficientes las reformas estructurales (liberalización del sobreprotegido sector agrícola, reconversión de los astilleros y la minería), socialmente dolorosas y lanzadas por Buzek en aras de la homologación con las normas comunitarias, si no iban acompañadas de una decidida lucha contra el déficit presupuestario, del levantamiento generalizado de los subsidios y de la aplicación de un tipo fiscal único sobre las rentas.
Al senador le desagradaba también la constante injerencia de Krzaklewski y otros políticos derechistas de la AWS a la hora de fijar las políticas del Gobierno, al que por ejemplo presionaban para que priorizara las desnacionalizaciones (es decir, la restitución de propiedades expropiadas a sus titulares originales, medida que tenía un regusto de revanchismo anticomunista) frente a las privatizaciones con venta al mejor postor. Las desavenencias se hicieron insuperables y el 6 de junio de 2000 la UW dio portazo al Gobierno, dejando a la AWS en franca minoría. Tusk estaba frustrado con el, a su entender, poco nervio del reformismo liberal de Buzek, pero también lo estaba con su limitada influencia personal en la ejecutiva de la UW. Sus ambiciones políticas trascendieron públicamente a últimos de 2000 con motivo de la baja en la presidencia del partido por Balcerowicz, quien se marchaba para asumir el cargo de gobernador del Banco Nacional de Polonia. El vicepresidente del Senado lanzó su candidatura a la sucesión, pero en el congreso celebrado el 16 de diciembre, con 261 votos, fue derrotado por el veterano Geremek, quien mereció el apoyo de 338 delegados.
Tusk encajó mal esta derrota, pero no únicamente porque echara por tierra sus ambiciones de liderazgo, pues creía que con Geremek al timón la UW giraría hacia el centroizquierda y podría incluso coaligarse con los socialdemócratas después de las elecciones legislativas. Los contrastes doctrinales, nunca superados del todo, entre el liberalismo clásico aportado por los antiguos miembros del KLD, quienes estaban instruidos en las teorías económicas de Friedrich von Hayek y Milton Friedman, y las preocupaciones sociales de ex dirigentes de la UD que, como el propio Geremek, habían sido miembros del PZPR, afloraron con fuerza inesperada. Además, ahora mismo, los sondeos de intención de voto no concedían más que el 10% de los sufragios a la UW, al que marcharse del Gobierno con antelación no iba a ahorrarle su parte del castigo que el electorado tenía reservado para todo el arco del centro-derecha.
Puesta en marcha de la PO
Por todo ello, el 11 de enero de 2001, Tusk, secundado por el independiente Andrzej Olechowski, ex ministro de Exteriores con la SLD, hombre del círculo de Walesa y segundo en las elecciones presidenciales de octubre de 2000 que habían otorgado la reelección al socialdemócrata Aleksander Kwasniewski, y por su amigo Maciej Plazynski, presidente del Sejm y desertor de la AWS, anunció el lanzamiento de una "iniciativa política" capaz de formar una "amplia plataforma de centro" que podría dar pie tanto a una agrupación electoral como a un partido político permanente. El manifiesto de los Tres Tenores, como empezó a llamarles la prensa polaca, arrancó las adhesiones inmediatas de otros altos cuadros de la UW, sin faltar los viejos compañeros de Tusk en la fundación del KLD, Bielecki, Lewandowski y Merkel, así como el alcalde de Varsovia, Pawel Piskorski. También cambiaron de bando Jan Maria Rokita, antiguo miembro de la UW y que hasta ahora presidía el Partido Popular Conservador (SKL), uno de los integrantes de la AWS, y su conmilitón Bronislaw Komorowski, ministro de Defensa en el Gobierno de Buzek tras marcharse de la UW.
En las semanas siguientes, cientos de cargos públicos y cuadros medios de la UW y la AWS engrosaron las filas del proyecto Tusk-Olechowski-Plazynski, unas deserciones masivas que llegaron a amenazar la supervivencia del primer partido y que aceleraron la desbandada general ya en curso en el segundo. La convención fundacional de la Plataforma Cívica (Platforma Obywatelska, PO), que así se llamó la iniciativa política de Tusk, tuvo lugar el 24 de enero de 2001 en la emblemática Gdansk. En una atmósfera de exultación, el liderazgo colectivo fue formalmente instituido como triunvirato y se dio aprobación al manifiesto doctrinal, que era nítidamente liberal, conservador en materia fiscal y partidario de suprimir todas las "leyes estúpidas", en expresión de Olechowski, que estorbaban a la libre empresa. En particular, la PO proponía introducir un tipo de impuesto directo de tipo único (flat tax) del 15%, exonerar de la declaración fiscal a las rentas más bajas y desmantelar el proteccionismo agrícola, sin olvidar las metas de un crecimiento económico robusto, la creación de empleo y el desmoche de la frondosa corrupción. Los dirigentes cívicos descartaron cualquier colaboración con la AWS antes de las elecciones y únicamente se mostraron abiertos a pactar con la UW y el SKL.
A la zaga de los socialdemócratas en los comicios de 2001
Tusk y sus compañeros afrontaron las legislativas del 23 de septiembre de 2001 con un razonable optimismo; confiaban en sacar hasta un 20% de los votos y en frustrar el auge de los socialdemócratas, que intentarían regresar al Gobierno sin tener que coaligarse con los populares. Se decidió que el aspirante a primer ministro de la PO fuera Plazynski. Sin duda, la crisis terminal que vivía la AWS del primer ministro Buzek, reducida a una federación de tres partidos, iba a liberar un cuantioso botín de votos centristas y moderados que tenía a la PO por lógica destinataria, pero por la derecha surgió un duro competidor: el nuevo partido formado por los hermanos Kaczynski luego de romper con la AWS, Ley y Justicia (PiS), que presentaba un discurso polemista, a ratos demagógico y radical. El PiS alzó las banderas del Estado fuerte y protector, el esclarecimiento del colaboracionismo con la dictadura comunista y la defensa de los valores tradicionales de familia, moralidad católica, patria y orden.
Tusk recuperó el escaño en el Sejm, representando a la circunscripción de Gdynia-Slupsk, en unas elecciones que convirtieron a su formación primeriza en la segunda fuerza del país. Sin embargo, el 12,7% de los votos y los 65 diputados ganados por la PO no satisficieron las expectativas de su presidencia colectiva. Y es que del colapso cantado de la AWS sacaron réditos también el igualmente debutante PiS y otras dos formaciones situadas aún más a la derecha y decididamente antieuropeas: la sección partidista del sindicato agrario Autodefensa de la República Polaca (Samoobrona), liderado por el carismático Andrzej Lepper y exponente de un conservadurismo rural anarquizante, populista y con asomos xenófobos —un cóctel ideológico que igual admitía la etiqueta de izquierdista—, y la muy reaccionaria Liga de las Familias Polacas (LPR) de Marek Kotlinowski, de corte ultranacionalista y clerical. En cuanto a la UW, solo sacó el 3,1% de los votos y como la AWS quedó excluida del Sejm. El partido del que Tusk había sido cofundador se sumió en una profunda crisis de identidad cuya primera víctima fue Geremek, quien presentó su dimisión irrevocable.
Los cívicos descartaron participar en el nuevo Gobierno que los ganadores de las elecciones sin mayoría absoluta, la SLD y su adlátere habitual, la UP, se propusieron formar con o sin socios —finalmente recurrieron al PSL, pese a las malas experiencias comunes— y con el presidente socialdemócrata Leszek Miller de primer ministro, aunque no la prestación de apoyo parlamentario a determinados proyectos de ley sobre cuestiones críticas como los presupuestos generales o las reformas necesarias para el ingreso de Polonia en la UE, si bien se reservaban la libertad de hacerlo caso por caso, sin el compromiso que conllevaba un pacto de legislatura.
El 19 de octubre de 2001 Tusk fue investido como uno de los cuatro vicemariscales del Sejm y semanas después encajó la negativa del grupo de diputados del SKL, que habían sido elegidos en las listas de la PO, a materializar la fusión parlamentaria de las dos agrupaciones, lo que sustrajo siete escaños al grupo cívico. Al principio de la cuarta legislatura de la III República Polaca, Tusk forjó su reputación de político razonable y dialogante en la relación dialéctica, habitualmente áspera, de Gobierno y oposición. En noviembre de 2002, a diferencia de los dirigentes del PiS (y del PSL, pese a sentarse en el Ejecutivo, aunque por poco tiempo), Tusk accedió a firmar con Miller un pacto de colaboración parlamentaria para ayudar al Ejecutivo en todas las tareas relacionadas con la integración de Polonia en la UE.
A continuación, la PO realizó la más vehemente campaña de todos los partidos polacos a favor del sí en el referéndum nacional del 8 de junio de 2003 sobre el Tratado de Adhesión, firmado en Atenas el 17 de abril, y cuyo resultado afirmativo allanó el camino a la culminación de la histórica aspiración polaca el 1 de mayo de 2004. Por otro lado, Tusk entabló un duro enfrentamiento parlamentario con el agrario Lepper, quien era otro de los vicepresidentes del Sejm, cuyos procedimientos de agitador y su radical euroescepticismo le parecían propios de un "bárbaro de la política". En realidad, Tusk temía el crecimiento electoral del Samoobrona que anunciaban las encuestas.
La conversión de Tusk en uno de los más conspicuos dirigentes políticos del país tuvo su reflejo dentro del partido, donde la fórmula del liderazgo compartido, útil en la fase fundacional, se tornó insostenible desde el momento en que se planteó la posibilidad de conquistar el Gobierno a través de las urnas. Plazynski, que ejercía como único presidente orgánico desde el 5 de marzo de 2002, fecha del registro de la PO como un partido político propiamente dicho, renunció el 9 de abril de 2003 tanto a dicha presidencia como a la jefatura del grupo parlamentario, tras lo cual anunció su baja en la agrupación. El aparato del partido designó inmediatamente a Tusk para la segunda función, que según los estatutos era inseparable de la primera. En consecuencia, el 1 de junio siguiente un congreso celebrado en Varsovia elegía a Tusk presidente ejecutivo y líder indiscutible de la PO.
A partir de entonces, y ya con la mirada puesta en la doble cita electoral, legislativa y presidencial, del otoño de 2005, Tusk elevó el tono de sus exigencias a Miller, quien se encontraba enfrascado batallando en Bruselas para asegurar las cuotas de poder institucional que el Tratado de Niza concedía a Polonia pero que el borrador del Tratado de la Constitución Europea rebajaba sustancialmente, a cambio de su respaldo parlamentario. Los cívicos llegaron a reclamar a Miller que dimitiera si no era capaz de poner orden en sus propias filas, donde un sector izquierdista se declaró en rebeldía contra el retroceso de la inversión social del Gobierno y donde la corrupción, según revelaba el reguero de escándalos, campaba por sus respetos. Tusk conminó también al primer ministro a que sometiera al Parlamento un riguroso paquete de austeridad financiera que combinara los recortes en las pensiones, las jubilaciones anticipadas y las ayudas al campo con una bajada de los impuestos, invirtiendo un esfuerzo supremo para podar el abultado déficit público y hacer viable la futura adopción del euro.
Doble fracaso frente al PiS y Lech Kaczynski en las votaciones de 2005
En las elecciones al Parlamento Europeo del 13 de junio de 2004, celebradas poco después de arrojar la toalla Miller y de traspasar la jefatura del Gobierno a Marek Belka, la PO saboreó un éxito resonante al convertirse en el primer partido del país con el 24,1% de los votos y 15 eurodiputados, aventajando en nueve puntos a su competidor más adelantado, la LPR, y más que duplicando las cuotas obtenidas por el PiS, el Samoobrona y la SLD, esta hundida al 9,3%. Tamaña victoria desató la euforia en la PO, que vio el Gobierno y la Presidencia de la República al alcance de la mano. Tusk presentó su candidatura presidencial confiado en su imagen atractiva de político pragmático y honesto, con un discurso moderno y libre de miradas rencorosas al pasado, que gustaba mucho a las clases medias urbanas.
Sus posibilidades de convertirse en jefe del Estado se vieron reforzadas al recibir el respaldo del ex presidente Walesa, y de hecho una serie de encuestas le situaban como favorito. Sin embargo, desde marzo de 2005 esta primacía fue seriamente disputada por el alcalde de Varsovia, Lech Kaczynski, quien supo canalizar a su favor la proliferación de sentimientos euroescépticos y en general el corrimiento de la mayoría del electorado hacia posiciones derechistas y tradicionalistas. Las elecciones presidenciales se le complicaron a Tusk con las subidas también en las encuestas del candidato de la SLD, Wlodzimierz Cimoszewicz, antiguo primer ministro y actualmente presidente del Sejm, y del cardiólogo Zbigniew Religa, presidente honorario del Partido de Centro (PC).
Para contrarrestar estas dificultades, Tusk, con abundantes dosis de oportunismo y llevando cierta incoherencia a su programa, hasta entonces bastante homogéneo, derechizó el discurso, que adquirió semejanzas con el manifiesto nacionalista del PiS. Así, el opositor puso límites a su europeísmo con el rechazo a la ratificación por Polonia del Tratado Constitucional Europeo, entre otras razones porque el texto recortaba poder decisorio del país en el Consejo de la UE y porque no hacía referencia a los fundamentos cristianos de Europa. Además, apeló a la creación de "una nueva Polonia con cimientos reforzados y raíces preservadas".
Otras de sus proclamas electorales se enmarcaban en el conocido repertorio de la PO: reducción "radical" del peso del Estado en la economía; unificación de las cargas tributarias sobre las rentas (donde el tipo máximo era del 40%), las actividades empresariales (impuesto de sociedades del 19%) y el consumo (IVA del 22%) en el tipo de retención reducido del 15%, el llamado "impuesto del 3x15"; supresión de los "privilegios del poder" que conllevaba el ejercicio de la alta política; y rechazo total del "fundamentalismo" político y religioso del que hacían gala el Samoobrona y la LPR, lo que no obstaba al "desacuerdo" de los cívicos con la liberalización de la legislación sobre el aborto, la eutanasia y el matrimonio homosexual. Precisamente, Tusk decidió que era un buen momento para volver a casarse con la que era su esposa desde 1978, Malgorzata, madre de sus dos hijos, Michal y Katarzyna, pero esta vez por la Iglesia, como gesto de aproximación a la fe que profesaban más del 90% de sus paisanos.
El candidato presidencial se esforzó en explicar que su rechazo al proceso constituyente europeo era más de forma —un texto que no le convencía— que de fondo, y que no tenía nada que ver con el expuesto por el PiS, el cual traslucía un euroescepticismo congénito. Él, puntualizó, era un entusiasta de la transición monetaria al euro en el más corto plazo posible. El líder de la PO sistematizó su credo político y sus propuestas de gobierno en el libro Solidarnosc i duma (Solidaridad y orgullo), que fue lanzado al mercado en el mes de junio y que se sumó a tres ensayos publicados anteriormente, Dawny Sopot (1998), Gdansk 1945 y Byl sobie Gdansk (2003). Las retiradas de la contienda presidencial de Religa, quien llamó a votar por el candidato de la PO, y Cimoszewicz, que representaba a un votante progresista y laico susceptible de decantarse por la opción liberal solo para frenar el avance de la derecha tradicionalista, no fueron sin embargo suficientes para relanzar decisivamente la aspiración de Tusk, quien perdió ante los Kaczynski en los dos envites electorales.
Primero, el 25 de septiembre, contradiciendo las últimas encuestas, la PO cayó derrotada ante el PiS en las legislativas: los cívicos fueron la segunda fuerza más votada con el 24,1% y 133 diputados, siendo superados por los justicialistas en tres puntos y 22 escaños. El partido de Tusk se había estancado en relación con las europeas de 2004, cuando obtuvo exactamente la misma cuota de votos. Jan Maria Rokita podía despedirse de la jefatura del Gobierno para la que Tusk le había reservado. El PiS, galvanizado por su cruzada anticorrupción, basó en buena medida su sensacional rebote en la succión del voto previamente destinado a la LPR, que ahora dirigía Roman Giertych (notorio antiabortista y homófobo), y a la UW, cuyo sucesor, el Partido Democrático (PD, puesto en marcha en mayo por Wladyslaw Frasyniuk), siguió fuera del Parlamento y vio arruinada su efímera reviviscencia.
A continuación, el 9 de octubre, tuvo lugar la primera vuelta de las presidenciales. Tusk, recién electo en el Sejm como diputado por Gdansk, se puso en cabeza con el 36,3% de los votos y pasó a disputar la segunda vuelta en un duelo final con Lech Kaczynski. En la estacada quedaron Lepper, el socialdemócrata escindido de la SLD Marek Borowski, el popular Jaroslaw Kalinowski y otros siete aspirantes. Tusk y Kaczynski se convirtieron entonces en protagonistas de una situación harto extraña: mientras sus partidos entraban en conversaciones para formar un gobierno de coalición presidido por el justicialista Kazimierz Marcinkiewicz (en sustitución de Jaroslaw Kaczynski, quien prefirió limitar su cometido a la dirección del PiS para no perjudicar las posibilidades de su hermano en las presidenciales), ellos se dedicaron a embestirse verbalmente, sobre todo por parte del segundo, quien no dudó en echar mano del muestrario más acerbo de la retórica de derechas.
Los guiños populistas de Kaczynski a los seguidores del Samoobrona y la LPR no cayeron en saco roto, y los virulentos ataques contra Tusk por parte de la emisora ultracatólica Radio Maryja, animada por el padre Tadeusz Rydzyk y con un alto nivel de audiencia en Polonia, hicieron el resto. En consecuencia, el 23 de octubre el candidato liberal perdió la Presidencia con el 45,9% de los votos. El último acto de este desencuentro entre dos formaciones que tenían en común menos cosas de las que los separaban no se hizo esperar: las negociaciones para la formación del Gobierno fracasaron por la incapacidad de las partes para consensuar el programa económico, siendo la reforma fiscal el obstáculo más rocoso, y el reparto de los puestos clave del Gabinete y el Parlamento.
Tusk creó una situación insoluble cuando exigió que el primer ministro fuera Jaroslaw Kaczynski, pero éste respondió que su decisión en el sentido contrario era irrevocable, máxime desde el momento en que su hermano era presidente electo de la República. El PiS contribuyó a la ruptura al imponer a uno de los suyos, Marek Jurek, para presidir el Sejm. Así que el 31 de octubre, al filo del plazo legal superado el cual el presidente saliente, Kwasniewski, tendría que convocar nuevas elecciones, Marcinkiewicz formó un Gobierno de minoría integrado solo por miembros del PiS; días después, el nuevo Ejecutivo la confianza del Sejm gracias al respaldo de la LPR, el Samoobrona y el PSL.
4. Triunfo electoral en 2007 sobre el oficialismo de los hermanos Kaczynski
Tusk, que abandonó la vicepresidencia del Sejm al arrancar la legislatura, y su partido continuaron en la oposición, pero en una situación confortable y con promesas de futuro. En los meses que siguieron, los cívicos fueron testigos del caótico desarrollo del Gobierno del PiS, que terminó naufragando prematura y estrepitosamente debido a las políticas sectarias impulsadas por los Kaczynski, a su tormentosa relación con el Samoobrona y la LPR, y a su nacionalismo obstruccionista en el seno de la UE. En enero de 2006, unas conversaciones entre la PO y el PiS con vistas a probar una gran coalición de centroderecha tropezaron en las mismas piedras que habían frustrado el acuerdo tres meses atrás.
En tan solo año y medio, entre mayo de 2006 y septiembre de 2007, el curso político polaco se sobresaltó sucesivamente con las entradas de Lepper y Giertych en el Gobierno de Jaroslaw Kaczynski; la defenestración de Marcinkiewicz y el nombramiento por el presidente Lech Kaczynski de su propio hermano como nuevo primer ministro; una primera crisis con el Samoobrona, el veto a las negociaciones comerciales y energéticas entre la UE y Rusia, que el PiS consiguió subsanar; el rechazo también (hasta que los hermanos transigieron en el Consejo Europeo de Bruselas de junio de 2007, a cambio del retraso hasta 2014-2017 de la entrada en vigor del nuevo sistema de votación por mayoría cualificada) al borrador del Tratado de Reforma de las instituciones de la UE que sustituía al fracasado Tratado Constitucional; y, por último, en agosto de 2007, la ruptura definitiva del PiS con sus díscolos socios extremistas, sumiendo al Gobierno en la minoría y forzando a Kaczynski a convocar elecciones generales anticipadas para el 21 de octubre.
Todo ello, además, entreverado de dimisiones ministeriales, escándalos de corrupción y de espionaje telefónico, palabras subidas de tono con Alemania y Rusia, y picos de crispación por los efectos de la nueva ley de lustración, que facilitaba las purgas de funcionarios y representantes políticos involucrados en la vigilancia social de la antigua policía comunista, así como las acusaciones sensacionalistas. La caza de brujas anticomunista, la "revolución moral" y la negatividad sistemática emprendidas por los Kaczynski en casa y en la UE, donde cayó en picado la credibilidad e influencia de Polonia, fueron percibidas por Tusk como un inmenso error político de los estadistas gemelos, los cuales, con su gusto por la confrontación y la estridencia, estaban sirviendo a los cívicos, decididos a dar carpetazo al revisionismo histórico y al ajuste ideológico de cuentas con el pasado, un triunfo electoral en bandeja de plata.
Reelegido el 21 de mayo de 2006 en la presidencia de la PO, en un congreso donde se refirió al Gobierno de Kaczynski como la "coalición de la vergüenza", Tusk torpedeó en el Sejm una moción presentada por el oficialismo para disolver la Cámara y acudir a elecciones anticipadas. Pero luego, en septiembre, con Lepper y Giertych convertidos en viceprimeros ministros, el líder cívico, harto de la "incompetencia" del Ejecutivo, cambió de parecer y presentó su propia moción reclamando precisamente aquel desenlace.
En las elecciones municipales del 12 y el 26 de noviembre de 2006 la PO se impuso ampliamente al PiS en las grandes ciudades; en Varsovia, su candidata, Hanna Gronkiewicz-Waltz, antigua gobernadora del Banco Nacional, batió a Marcinkiewicz en la batalla por la alcaldía. Semanas más tarde, Tusk ofreció al PiS sostén parlamentario a un Gobierno de minoría a condición de que despidiera del Gabinete a agrarios y católicos. Cuando este divorcio se consumó en agosto del año siguiente, ya no fue necesario reeditar la oferta, pues Kaczynski, con el aplauso del jefe opositor, se decantó por las elecciones anticipadas.
El programa elaborado por la PO para los comicios adelantados del 21 de octubre de 2007 no presentaba grandes novedades. Los ejes de la propuesta económica, en una coyuntura positiva por el fuerte crecimiento del PIB, superior al 6% anual, la creación de empleo y el control de la inflación, en torno al 2%, siguieron siendo las privatizaciones masivas, la simplificación de las normas, la desburocratización del Estado, la adopción del euro (para la que Polonia podría estar lista en 2012 o 2013, estimaba Tusk, si hacía bien sus deberes en relación con el déficit y la deuda públicas)y la bajada de los impuestos. Aunque en esta ocasión se retiró el IVA, actualmente del 22%, una tasa muy alta, del paquete fiscal del 3x15.
En política exterior, un Gobierno de la PO recompondría las relaciones con los socios comunitarios y acudiría a los Consejos Europeos con un talante más constructivo, pero sin dejar de velar por los intereses nacionales. También, mejoraría las relaciones con Alemania y Rusia, manejadas de manera negligente por el PiS. En cuanto a las relaciones con Estados Unidos, aliado en el seno de la OTAN, estas mantendrían su excelencia. En la confianza transatlántica se fundaba la deseada participación por Polonia en el programa del escudo antimisiles balísticos de largo alcance (National Missile Defence, NMD) diseñado por Washington para ser instalado en el flanco centro-oriental de Europa, proyecto de seguridad global que sin embargo concitaba las iras de Moscú, al presentir el Kremlin que este ambicioso sistema defensivo estaba dirigido contra él.
Ahora bien, de las palabras de los dirigentes cívicos se desprendía que las tareas en la UE, por la necesidad que había de adherirse a la Carta de los Derechos Fundamentales y de ratificar el Tratado de Reforma que el Consejo Europeo se disponía a aprobar en Lisboa, recibirían prioridad sobre la instalación en suelo polaco de interceptores del sistemas antimisiles, que no se haría a espaldas de los aliados europeos y sin un cuidadoso análisis de los pros y los contras que una apuesta estratégica de esta naturaleza entrañaba. Además, Tusk prometió repatriar a los 900 soldados polacos que servían en Irak "porque su misión allí ya ha sido realizada".
Tusk libró una campaña más agresiva que en 2005. Esta vez fue él quien llevó la iniciativa en los ataques y críticas al PiS, denunciando sus promesas incumplidas y obligando a Kaczynski a ponerse a la defensiva. La actitud pugnaz del líder opositor no podía flojear desde el momento en que las encuestas indicaban que los justicialistas llegaban a las urnas mucho menos desgastados de lo que se había pensado en un principio, creándose una situación de virtual empate. En la recta final de la campaña, Tusk, sin que los sondeos lo reflejaran, consiguió romper este impasse, de manera que el 21 de octubre la PO se adjudicó una victoria nítida con el 41,5% de los votos y 209 diputados, a falta, sin embargo, de 22 para la mayoría absoluta. Tusk ganó su cuarto mandato en el Sejm, esta vez en representación de Varsovia. El PiS, con el 32,1% de los votos y 166 escaños, aunque derrotado, aguantó el tipo y de hecho mejoró notablemente sus resultados de 2005.
Los platos rotos del fracaso del Gobierno Kaczynski los pagaron el Samoobrona y la LPR, que vieron evaporarse la práctica totalidad de sus votos y se quedaron fuera del Parlamento. Tercera, con 53 escaños, fue la coalición cuatripartita Izquierda y Demócratas (LiD, formada por la SLD, la UP, el PD y la escisión de Marek Borowski, la Social Democracia de Polonia, SdPL) del ex presidente Kwasniewski, y cuarto, con 31 actas, el PSL del ex primer ministro Waldemar Pawlak. Como había sucedido en todas las elecciones desde 1991, los polacos negaron la reválida al gobierno saliente y forzaron su relevo por la oposición. Con este reparto de fuerzas, los únicos socios gubernamentales factibles para los cívicos eran los popular-campesinos, que en los últimos años habían aligerado su discurso de carga clasista agraria y ya no planteaban objeciones insuperables al reformismo liberal y proeuropeo. El nuevo gobierno iba a devolver a Polonia a la corriente mayoritaria de la UE; lo reiteraron Tusk y su número dos en el partido, Komorowski, presidente en ciernes del Sejm, quien aseguró gráficamente: "Queremos movernos decididamente de la periferia al corazón de la integración europea".
Las negociaciones entre Tusk y Pawlak para articular una coalición que en el pasado habría parecido contra natura se desarrollaron con presteza gracias a que los popular-campesinos asumieron todas las metas económicas, financieras y de política exterior planteadas por los cívicos. El PSL obtuvo tres de los 18 puestos ministeriales, Agricultura, Trabajo y Economía, cartera esta última que fue para Pawlak, convertido de paso en viceprimer ministro, rango compartido con el cívico Grzegorz Schetyna, puesto al frente de Interior. El crucial Ministerio de Exteriores fue para Radoslaw Sikorski, un proatlantista preclaro que a principios de año había cesado como ministro de Defensa y miembro del PiS por desavenencias con el primer ministro Kaczynski.
La elección de Sikorski por Tusk elevó alguna ceja en el flanco europeo occidental, donde no se olvidaban sus ásperas palabras, pronunciadas en 2006, comparando el acuerdo germano-ruso para la construcción de un gasoducto submarino en el mar Báltico, el proyecto conocido como Nord Stream, con el Pacto Ribbentrop-Molotov que permitió la invasión y el reparto de Polonia en 1939. El nombramiento de Sikorski fue acogido con patente desagrado por el presidente de la República. Kaczynski estaba resuelto a preservar su cota de potestad en política exterior y poco después iba a mostrar su rechazo a la disposición de Tusk a levantar el veto polaco a las negociaciones para el ingreso de Rusia en la OCDE, aplicado en paralelo al bloqueo de la renovación del Acuerdo de Asociación y Cooperación suscrito por el vecino eslavo con la UE y que se remontaba 1997, siempre que Moscú hiciera lo mismo con el boicot a las importaciones de carne polaca impuesto en noviembre de 2005.
El 5 de noviembre Jaroslaw Kaczynski presentó la dimisión a su hermano presidente, quien cuatro días después encargó el mandato institucional a Tusk. El Gobierno de la PO y el PSL tomó posesión el 16 de noviembre y el 24 de ese mes obtuvo la preceptiva confianza del Sejm con 238 votos a favor, 204 en contra y dos abstenciones. En su discurso de investidura, Tusk oficializó su decisión de retirar a las tropas de Irak a lo largo de 2008 y expresó su determinación de jubilar el zloty en 2012. En la víspera, el primer ministro, en una decisión que parecía destinada a apaciguar al presidente Kaczynski, anunció que, por el momento, Polonia renunciaba a firmar la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE, pareja aunque no parte del Tratado de Lisboa.
5. El primer Gobierno Tusk (2007-2011): regreso al núcleo de la UE, deshielo con Rusia, aceptación del escudo antimisiles y sorteo de la Gran Recesión
El nuevo gobernante polaco se puso manos a la obra con su cargada agenda exterior sin perder un minuto.
Superando tiranteces con Moscú
El 27 de noviembre Tusk indicó que su Gobierno estaba abierto a incorporar a Rusia a las conversaciones con Estados Unidos y los aliados de la OTAN relativas al componente europeo del NMD, cuyas dos patas eran las baterías de misiles interceptores, a instalar en Polonia, y una base de radar, a instalar en Chequia. Indirectamente, el líder polaco reconocía la legitimidad de los temores de Rusia, a la que Estados Unidos no terminaba de convencer de que su escudo europeo estaba concebido para proteger a los miembros de la Alianza Atlántica de eventuales amenazas nucleares procedentes de Irán o Corea del Norte. Pero Tusk le tenía reservada otra grata sorpresa a Moscú: le comunicó que Varsovia levantaba su veto a las negociaciones para el ingreso de Rusia en la OCDE. Los gestos encaminados, según Tusk, a producir "un impacto para la mejora de las relaciones ruso-polacas" hallaron un rápido eco positivo y el 12 de diciembre el ministro de Agricultura ruso, Aléksei Gordéyev, de visita en Varsovia, anunciaba la próxima anulación por su país de las severas restricciones impuestas hacía dos años a las importaciones cárnicas polacas debido a sus presuntas deficiencias sanitarias.
El nuevo clima bilateral de deshielo, alimentado con sus encuentros por los ministros Sikorski y Serguéi Lavrov, prometía ser de lo más fructífero. En febrero de 2008 Tusk, en la primera visita de estas características desde 2001, fue recibido en Moscú por el presidente Vladímir Putin y el primer ministro Víktor Zubkov, con quienes abordó el finiquito de la "era glacial" que había llegado a adueñarse de las relaciones bilaterales. A continuación, en marzo, puesto que las exportaciones agropecuarias volvían a afluir sin trabas aduaneras al mercado ruso, Polonia canceló la medida de retorsión aplicada en noviembre de 2006, el bloqueo de la negociación del nuevo marco jurídico UE-Rusia.
Los obstáculos a la ratificación del Tratado de Lisboa y las vicisitudes del escudo antimisiles
Simultáneamente, Tusk dialogaba con Bruselas y Washington. En diciembre de 2007, coincidiendo con la aprobación por el Consejo de la UE del ingreso de Polonia (y de otros ocho países) en el espacio de Schengen sobre la libre circulación de personas, lo que convertía al Estado eslavo en el principal guardián de la frontera oriental de la UE, el primer ministro realizó una visita de trabajo a las instituciones comunitarias y a la sede de la OTAN. Su deseo, expresado en su reunión con el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, de que Polonia volviera a "jugar un papel responsable en las acciones creativas y positivas de la Unión" tuvo confirmación inmediata el día 13 en Lisboa, en la cumbre especial de los jefes de Estado y de Gobierno de los 27 para la firma del Tratado de Reforma.
Ahora bien, ahora había por delante un complicado proceso de ratificación país por país, y en Varsovia, los Kaczynski, molestos por los gestos de apertura y colaboración que el Gobierno estaba dirigiendo a Bruselas y a Moscú, se mostraban dispuestos a bloquear los satisfécit del Parlamento y la Presidencia al Tratado de Lisboa a menos que la UE reconociera ciertos derechos de soberanía específicos de Polonia. El gobernante tuvo que emplearse a fondo para que los hermanos, en realidad ya solo Jaroslaw, más intransigente que Lech, quien cedió antes a la componenda ofrecida por Tusk, dieran su brazo a torcer. Al final, los Kaczynski aceptaron ratificar el Tratado a condición de que el documento fuera tramitado junto con una resolución que declaraba la supremacía de la Constitución polaca frente a la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE.
Además, Polonia aceptaba la propia Carta, que entraría plenamente en vigor junto con el Tratado de Lisboa, pero con la adenda de un Protocolo de clarificación, en cierta medida una cláusula opt-out, que condicionaba la aplicación aquí de los derechos y principios recogidos por la Carta a su reconocimiento expreso por el derecho nacional. La llamada "cláusula de moralidad" era una imposición del anterior Gobierno del PiS, temeroso de que la UE, a través de la Carta, forzara la equiparación legal de las parejas hetero y homosexuales. Removidos estos obstáculos, el 1 de abril de 2008, el Sejm, con los votos del PiS, imprescindibles para alcanzar la mayoría requerida de dos tercios, dio luz verde al Tratado de Lisboa, el Senado hizo lo propio en la jornada siguiente y el jefe del Estado validó en ley la ratificación parlamentaria el 9 de abril. Ya solo restaba la firma de puño y letra por Kaczynski del instrumento de ratificación específico de la Presidencia de la República, estipulado por la Constitución.
Mientras se iba despejando el panorama europeo, Tusk negociaba con Estados Unidos la participación polaca en el escudo antimisiles, con la dificultad que entrañaba la toma en consideración de las aprensiones rusas. A principios de febrero, tras varias expresiones públicas de dudas y titubeos, Sikorski anunciaba un "principio de acuerdo" para la instalación en Polonia de una decena de vectores de intercepción de misiles largo alcance a cambio de asistencia estadounidense para reforzar el sistema de defensa del espacio aéreo polaco. El pacto fue confirmado por Tusk en marzo en su visita de trabajo en Washington y en abril siguiente el Consejo Atlántico, reunido al nivel de jefes de Estado y de Gobierno en Bucarest, aprobó de manera oficial la instalación en Polonia y Chequia de dispositivos del escudo antimisiles.
A mediados de 2008, sin embargo, dos acontecimientos externos inesperados vinieron a enturbiar los progresos hechos por la Polonia de Tusk en las relaciones con los socios europeos y con Rusia. Primero, el 12 de junio, los electores irlandeses se pronunciaron en contra de la ratificación del Tratado de Lisboa por Dublín. Este inesperado revés a nivel europeo hizo resurgir en el presidente Kaczynski sus nunca superados recelos con el Tratado y el 1 de julio, para consternación de Tusk, el mandatario anunció que no tenía la intención de estampar su rúbrica a un texto que tras el rechazo irlandés "ya no tenía sentido". El primer ministro pidió al presidente que reconsiderara su posición, pero Kaczynski iba a mantenerse firme durante más de un año, tiempo en el cual Tusk puso sobre la mesa la necesidad de eliminar de la Constitución la prerrogativa del jefe del Estado de aplicar el veto suspensivo a las leyes aprobadas por el Sejm.
Al poco, en agosto, sobrevino la invasión rusa de Georgia, Estado ex soviético transcaucásico y demandante del ingreso en la OTAN, al que Moscú quiso dar un escarmiento por reprimir el separatismo de la República de Osetia del Sur. A lo largo de esta crisis, Tusk acomodó su tono a las comedidas expresiones de rechazo de la UE, que apostó por el diálogo con el Kremlin, mientras que Kaczynski elevó duras denuncias de la "agresión" rusa así como críticas a la "blandura" de que hacían gala Bruselas y el eje franco-alemán. Por otra parte, la crisis de Georgia tuvo el efecto de agilizar los planes para el despliegue del componente principal del escudo antimisiles en Polonia, luego de las reticencias resurgidas en Varsovia, que consideraba insuficiente las compensaciones estadounidenses dirigidas a modernizar la capacidad defensiva del Ejército polaco.
La nueva premura del Gobierno Tusk, compartida por la Administración Bush, que aceptó situar en Polonia una batería de misiles Patriot para la defensa antiaérea, soliviantó al Gobierno de Moscú, el cual, en respuesta, amenazó con desplegar misiles en el enclave báltico de Kaliningrado. Este trajín acontecía cuando Polonia ultimaba la repatriación del contingente militar que desde 2003 había servido en Irak (la retirada concluyó el 4 de octubre con la entrega al Ejército de Estados Unidos del control de la seguridad en el área de Diwaniyah) y se planteaba incrementar sustancialmente el número de tropas, en estos momentos 1.200, asignadas a la ISAF de la OTAN en Afganistán.
En mayo de 2009 Tusk asistió puntualmente a la I Cumbre, en Praga, de la Asociación Oriental (Eastern Partnership, EaP), un nuevo foro de consultas institucionalizado entre los 27 países de la UE y las repúblicas ex soviéticas de Armenia, Azerbaidzhán, Bielarús, Georgia, Moldova y Ucrania. Complementaria de la Unión por el Mediterráneo y de la Dimensión Septentrional, la EaP había surgido en 2008 como una iniciativa diplomática polaca a la que luego se sumó Suecia, dando lugar a una propuesta formal al Consejo de la UE. Dos años después, en septiembre de 2011, Tusk iba a orquestar en Varsovia la II Cumbre de la EaP.
El primero de septiembre de 2009 Tusk y Kaczynski, quien seguía sin ratificar el Tratado de Lisboa, encabezaron en el puerto de Gdansk la conmemoración del septuagésimo aniversario de la invasión de Polonia por Alemania y el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Entre la veintena de estadistas asistentes a la ceremonia estaban la canciller Angela Merkel y Putin, quien decepcionó a sus anfitriones porque, aunque condenó como "moralmente inaceptable" el Pacto nazi-soviético de 1939 y calificó de "crimen" la matanza en 1940 en Katyn, por orden de Stalin, de 22.000 oficiales polacos prisioneros de guerra, no pidió perdón por tales hechos como representante del principal heredero estatal de la URSS.
A los pocos días, el 17 de septiembre, Tusk se encontró con un escenario desagradable que la diplomacia polaca ya había previsto antes de las elecciones presidenciales de noviembre de 2008 en Estados Unidos si el ganador de las mismas era el demócrata Barack Obama. Alegando que su coste económico era desmedido aunque buscando ante todo sosegar a Rusia, Obama anunció la cancelación del proyecto de extender a Polonia y Chequia el NMD, que respondía a la estrategia clásica de la defensa estática avanzada, y su sustitución por una alternativa más modesta pero más versátil enfocada a repeler ataques de misiles no de largo alcance, sino de medio y corto, categoría de armas de destrucción masiva que ahora mismo sí nutrían los arsenales operativos de países bajo sospecha como Irán y Corea del Norte. La nueva arquitectura de la NMD, denominada Sistema de Defensa Antimisiles Balísticos Aegis (Aegis BMD), iba a consistir en componentes móviles de rastreo e intercepción montados en buques de la Armada y en países costeros del sur de Europa como Turquía y Rumanía.
El drástico cambio de estrategia de Obama hizo saltar como un resorte al Gobierno ruso, que se apresuró a ofrecer su participación en el nuevo sistema antimisiles a fin de hacerlo más efectivo y global, pero generó vivos desconcierto y malestar en los países de la antigua Europa del Este y en particular en Polonia, que se tenía por uno de los más leales aliados de la OTAN y que ahora se sentía repentinamente desnudo y abandonado. Sin embargo, el Departamento de Defensa estadounidense salió a aclarar que Polonia y Chequia no quedarían desguarnecidas. Tusk, con su prudencia habitual, se cuidó de entonar lamentaciones en público a la espera de conocer los detalles de los nuevos planes de Washington.
El 7 de octubre de 2009 Tusk aceptó las dimisiones del viceprimer ministro y ministro del Interior, Grzegorz Schetyna, el ministro de Justicia y fiscal general, Andrzej Czuma, y el titular de Deportes y Turismo, Miroslaw Drzewiecki, en relación con un escándalo de presunta colusión de intereses entre la PO y un grupo de hombres de negocios interesados en que el Gobierno cancelara su plan de subirle los impuestos a la industria del juego. Schetyna pasó a liderar el grupo de diputados cívicos en el Sejm en sustitución de Zbigniew Chlebowski, quien había renunciado previamente por el mismo asunto. También fue cesado por Tusk, resuelto a hacer una demostración contundente de autoridad para disipar las sospechas de que el Ejecutivo toleraba las prácticas irregulares, el jefe de la Oficina Central Anticorrupción (CBA), Mariusz Kaminski. Simultáneamente, Tusk celebró la decisión del presidente Kaczynski de firmar el instrumento de ratificación del Tratado de Lisboa luego de la victoria del sí, el 2 de octubre, en el segundo referéndum irlandés.
El 10 de octubre Kaczynski puso su firma sobre el pie del documento en Varsovia, teniendo a sus espaldas a Tusk, al presidente de la Comisión Europea, Durão Barroso, al primer ministro sueco y presidente de turno del Consejo Europeo, Fredrik Reinfeldt, y al presidente del Parlamento Europeo, el ex primer ministro Buzek. La resolución por fin del largo embrollo que había supuesto la ratificación del Tratado de Lisboa precedió en unos días la respuesta oficial positiva de Tusk a la reformulación por Estados Unidos del escudo antimisiles. Así se lo comunicó el gobernante polaco al vicepresidente Joseph Biden, de visita en Varsovia, el 21 de octubre. Polonia consideraba "muy interesante y necesaria" la nueva configuración, por de pronto basada en buques, de la defensa antimisiles y seguía dispuesta a acoger en su territorio elementos de la misma. En cualquier caso, Estados Unidos estaba dispuesto a instalar en breve una batería de misiles tierra-aire (SAM) del tipo Patriot en la base de Morag, al este de Gdansk, en la región de los Lagos Masurianos, a unas decenas de kilómetros de la frontera rusa de Kaliningrado.
Polonia se ahorra los estragos de la Gran Recesión
Paralelamente a todos estos movimientos estratégicos, el Gobierno Tusk pilotaba con tino la navegación por las aguas embravecidas de la economía europea, desde 2008 golpeada sucesivamente por la crisis bancaria, la recesión y la tormenta de las deudas soberanas de la Eurozona. Con un aguante excepcional que el análisis retrospectivo iba a valorar en toda su dimensión, la economía polaca eludió la Gran Recesión de 2008-2009, desastrosa para los restantes socios comunitarios, al anotar su PIB en 2009 un espectacular crecimiento positivo del 2,9%, frente al retroceso del -4,3% sufrido por el conjunto de la UE. De hecho, en aquel año infausto, salvo la polaca, no creció ninguna economía nacional de la UE, ni las de los países europeos no miembros con los que más estrechas relaciones tenía aquella, ni por supuesto las grandes economías desarrolladas de Estados Unidos y Japón. En la OCDE, que experimentó una recesión media del -3,5% en esos doce meses, solo Australia, Israel y Corea del Sur ofrecieron cifras positivas al igual que Polonia. En 2008 la tasa de crecimiento en el país europeo había sido del 4,2% y en 2007 del 7,1%.
El desempleo, que en el momento de subir la PO al poder marcaba el 8,1%, uno de los índices más altos de la UE, iba a aumentar, según los datos de la Oficina de Estadística Europea (Eurostat), no más de dos puntos al término de la legislatura a finales de 2011, situándose ahora entre las medias de la UE de 27 miembros (el 9,8%) y de la Eurozona de 17 (el 10,3%). Sin embargo, el paro juvenil, de los menores de 25 años, rozaba el 28% y excedía con creces los promedios europeos.
Aunque no estaba agobiado por la necesidad de acudir al rescate de una banca insolvente o de lanzar masivos programas de estímulo económico, el Gobierno polaco se acogió a la Línea de Crédito Flexible del FMI, siendo el segundo país tras México en hacerlo, para proteger al zloty de la fuerte depreciación que estaba sufriendo en los mercados de cambio. En mayo de 2009 el FMI aprobó para Polonia una línea de crédito de 20.580 millones de dólares válido por un año. Transcurrido este período, en julio de 2010, Varsovia se acogió a un segundo programa crediticio de 20.430 millones. En enero de 2011 el FMI abrió una tercera línea de crédito, esta vez por dos años, que ascendía en total a los 30.000 millones de dólares.
La naturaleza de esta copiosa asistencia era precautoria, para enviar a los mercados el mensaje de que las finanzas polacas gozaban del sólido respaldo y aval del FMI, que premiaba así las reformas macroeconómicas emprendidas aquí, no teniendo el Gobierno polaco la intención de acceder realmente a dichos fondos. De haber sido así, la deuda pública, que avanzó de 45% del PIB al 55% en 2011, se habría disparado, y la calificación crediticia A2 (obligaciones de deuda en grado de inversión y nivel de riesgo bajo) de la agencia Moody's, adjudicada en 2002, habría quedado en entredicho. Aunque Polonia proyectaba una imagen de solvencia, no puedo evitar, por un efecto de contagio europeo, la escalada del riesgo país, que de los 86 puntos básicos de junio de 2007 saltó a los 442 de septiembre de 2011.
En este sentido, se daba por sentado que el fuerte aumento del déficit público, desde el 1,9% en 2007 hasta el 7,6% en 2010, era una tendencia coyuntural que las medidas de austeridad adoptadas por el Gobierno conseguirían recortar paulatinamente. Instituciones y mercados coincidían en el análisis de que, pese a las dinámicas negativas, la "consolidac