Dmitri Medvédev

Rusia ha iniciado el 7 de mayo de 2008 un nuevo curso con la transmisión de la Presidencia de la Federación al jurista Dmitri Medvédev, ganador de las elecciones de marzo con tintes plebiscitarios, por Vladímir Putin, que concluye su segundo mandato cuatrienal. Hasta ahora primer viceprimer ministro, presidente de Gazprom y antes jefe de la Administración del Kremlin, Medvédev es un político sin filiación partidista, de corte tecnocrático y atribuido talante liberal crecido a la sombra de Putin, quien sólo en diciembre le desveló como su candidato a sucederle en premio a su lealtad. Asume el mando, pero formando un tándem con su mentor, en adelante primer ministro y jefe del partido oficialista Rusia Unida. Este ejecutivo dual, inédito en Rusia, ya ha expresado su intención de continuar la línea de reafirmación nacional de cara al exterior y de avanzar en el desarrollo económico y social del país, pero no despeja las dudas que rodean a los bajos estándares democráticos y una incógnita fundamental: si las inmensas atribuciones institucionales de Medvédev y las ganas de Putin de seguir mandando confluirán en un bloque armonioso de poder.

(Texto actualizado hasta mayo 2008)

1. Un joven jurista de San Petersburgo
2. Aterrizaje en el Kremlin de la mano de Vladímir Putin
3. Designación como sucesor y elección presidencial en 2008


1. Un joven jurista de San Petersburgo

Hijo único de un matrimonio perteneciente a la intelligentsia leningradense, su padre, Anatoli Medvédev, era profesor de matemáticas en el Instituto Tecnológico y su madre, Yulia Shaposhnikova, impartía clases de lengua rusa en el Instituto Pedagógico Hertzen antes de emplearse como guía en un museo local. La familia vivía en un pequeño apartamento de 40 metros cuadrados en el suburbio de Kupchino. Chico serio y aplicado en sus estudios, asistió a la Escuela de Secundaria 301 de su ciudad natal para después matricularse en la Facultad de Derecho de la Universidad Estatal de Leningrado, un centro prestigioso que surtía de cuadros especializados en cuestiones legales y jurídicas a los distintos escalafones burocráticos del Estado y el Partido, aunque a la codiciada plaza de apparatchik sólo se accedía mediante rigurosa recomendación, algo que por el momento Medvédev no tenía a su alcance.

Corrían los primeros años ochenta y Medvédev, como otros muchos jóvenes de su generación, y más los habitantes de Leningrado, de siempre la urbe soviética más receptiva a las influencias extranjeras, se sentía vivamente atraído por la música rock occidental, que primero tenía que comprar a elevados precios en el mercado negro y luego, a partir de 1985, con más facilidad al socaire de la liberalización informativa y cultural impulsada por el nuevo secretario general del PCUS, el reformista Mijaíl Gorbachov. En su caso, era un entusiasta de grupos de heavy metal, como Led Zeppelin, Black Sabbath y Deep Purple, amén de los psicodélicos Pink Floyd, según ha explicado en entrevistas. También, era un aficionado de la fotografía y practicaba la halterofilia.

En 1987 Medvédev terminó la carrera de Derecho pero continuó estudiando dentro de un programa de posgrado, hasta 1990, año en que obtuvo el doctorado y la plaza de profesor auxiliar en la especialidad de Derecho Civil. El año anterior a la conclusión de su formación, 1989, el doctorando contrajo matrimonio con su novia desde la escuela infantil, Svetlana Linnik, una paisana de su misma edad, graduada en Economía y Finanzas, hija de militar y con genealogía judía. Precisamente el mismo origen, de creer un rumor extendido en su posterior etapa como político, que tendría él mismo por parte de los abuelos maternos, aunque el interesado ha negado implícitamente esta filiación familiar al precisar que los padres de su madre eran oriundos del óblast de Belgorod y portaban dos apellidos típicamente rusos, Shaposhnikov y Kovalyov. Por otra parte, el bautismo de él en la fe cristiana ortodoxa meses antes de la boda es comúnmente achacado a la influencia de Linnik, una mujer de convicciones religiosas. La pareja iba a tener su primer y único retoño, un niño, Iliá, en 1996.

1989 fue también el año en que Medvédev tuvo su primer contacto con la política participativa, al hilo de sus actividades en el Komsomol, la organización juvenil del PCUS, en la órbita de su profesor de Derecho, el carismático Anatoli Sobchak, un jurista muy popular entre los alumnos de la Universidad Estatal por su discurso reformista y sus maneras liberales, que le convirtió en una de las figuras más influyentes en los años de la perestroika. Entonces, Sobchak, con Medvédev de ayudante, se presentó con éxito a las elecciones directas al primer Congreso de Diputados Populares de la URSS, el nuevo superparlamento soviético ideado por Gorbachov, que estaba abierto a candidaturas no comunistas.

Ya en 1990, coincidiendo con la terminación del doctorado, Medvédev prolongó la colaboración con su mentor desde el Consejo Municipal de Leningrado. Tras convertirse en junio de 1991 en el primer alcalde democráticamente elegido de la capital del Neva, en lo sucesivo vuelta a llamar San Petersburgo, Sobchak retuvo a Medvédev en su entorno en calidad de experto legal asignado al Comité de Relaciones Internacionales del Ayuntamiento; allí, el jurista se puso a las órdenes directas de Vladímir Putin, un paisano y condiscípulo de Sobchak en la Facultad de Derecho, trece años mayor que él, quien desde su licenciatura en 1975 había servido en el KGB durante década y media y que a partir de 1994 iba a ejercer de primer teniente de alcalde.

Su encuentro con Medvédev determinaría, años después, la entrada del joven doctor en Derecho en el escalafón de altos funcionarios del Kremlin, primer jalón de un vertiginoso ascenso institucional sólo superado por el fulgurante salto al poder del propio Putin, convertido en el protegido y el heredero del primer presidente de la Rusia independiente, Borís Yeltsin.

En 1991 Medvédev fue también coautor de un denso y muy elogiado manual de texto para universidades dedicado monográficamente al Derecho Civil ruso. En 1992, sin dejar de impartir clases en la Universidad y asesoría legal en el Ayuntamiento, prestó servicios legales a la compañía de seguros Rus, propiedad del empresario Borís Reznik, y probó fortuna en los negocios privados de tipo corporativo como socio fundador de una procesadora de celulosa llamada Fintsel. Un medio tan bien documentado como Radio Free Europe/Radio Liberty (RFE/RL) indica que el futuro estadista aportó la mitad del capital societario de Fintsel, dando a entender la tenencia de un confortable colchón financiero que no casa bien con la humildad económica que otros informes de prensa adjudican a los Medvédev en sus primeros años de casados.

Se asegura que la señora Medvédeva, una mujer de fuerte personalidad, dinámica y emprendedora -si bien abandonó pronto una prometedora carrera como economista-, animó a su marido a no conformarse con su agradable pero escasamente remunerada plaza de profesor y con sus servicios asesores al consistorio, y a hacer también lucrativos negocios en un sector privado lleno de posibilidades. Gracias a sus múltiples contactos conseguidos en veladas sociales y actividades benéficas que absorbían su quehacer, y en las cuales se codeaba con personalidades de la renacida Iglesia Ortodoxa Rusa, Svetlana allanó la briosa incursión empresarial de su esposo. En 1993 Fintsel constituyó con capitalistas suecos la compañía Ilim Pulp, que, con Medvédev de director de asuntos legales a la vez que dueño del 25% del capital societario, creció rápidamente hasta convertirse en la principal empresa papelera del país. En 1998 el jurista tomó asiento en la junta directiva de Bratskiy LPK, una planta procesadora del óblast de Irkutsk adquirida por Ilim Pulp el año anterior.

La pérdida por Sobchak de la alcaldía de San Petersburgo, como colofón a un dilatado período de acusaciones de corrupción y mala gestión del personal bajo su cargo, en las elecciones municipales de junio de 1996 puso término a la trayectoria de Putin como edil y de paso a la de Medvédev como asesor del Comité de Relaciones Internacionales del Ayuntamiento. Pero la amistad y la confianza entre los dos coterráneos ya estaban cimentadas, y al cabo de tres años iban a generar un importante fruto.


2. Aterrizaje en el Kremlin de la mano de Vladímir Putin

En agosto de 1999 Putin, en su penúltima promoción antes de su encumbramiento definitivo por Yeltsin, que en el último año ya le había entregado la dirección del Servicio Federal de Seguridad (FSB) y la secretaría del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa (SBRF), fue nombrado por el achacoso jefe del Estado primer viceprimer ministro y, sin solución de continuidad, primer ministro en sustitución de Serguéi Stepashin. Putin empezó a colocar en los puestos clave del Gobierno a toda una serie de paisanos, amigos y antiguos colaboradores de confianza, algunos de los cuales procedían del extinto KGB y los aparatos de seguridad –los informalmente llamados siloviki, u hombres de fuerza-, y otros del servicio civil y el mundo de los negocios de San Petersburgo.

Simplificadamente, cabía detectar en el primer grupo, del que Putin mismo era un perfecto exponente, una serie de enfoques políticos duros, con matices promilitares, nacionalistas y filosoviéticos, propios de antiguos uniformados amantes de la disciplina y el control social del Estado. Los segundos, en cambio, ofrecían un perfil más tecnocrático y pragmático que les haría interesarse sobre todo por los aspectos administrativos, económicos y puramente civiles de la cosa pública, dando pie a posicionamientos reformistas y liberales. Medvédev pertenecía obviamente a la camarilla petersburguesa de bagaje civil, pese a la ambigüedad que desprendía su desdén por las etiquetas de corte político, como en lo sucesivo iba a poner de manifiesto en comentarios y entrevistas.

En noviembre de 1999 Medvédev fue nombrado por Putin vicejefe del aparato administrativo del Gobierno ruso. Poco después, el 31 de diciembre, nada más convertirse en presidente de la Federación en funciones en virtud de la dimisión voluntaria de Yeltsin, Putin alineó una nueva Oficina Ejecutiva Presidencial o Administración Presidencial de la Federación Rusa (APRF) en la que el todavía joven doctor en Derecho -34 años- figuraba ostentando el puesto de adjunto a su renovado jefe, Aleksandr Voloshin.

Medvédev, acompañado por su esposa e hijo, se despidió de sus actividades docentes y empresariales en San Petersburgo e inauguró despacho oficial en Moscú. Siguiendo los pasos de su promotor, él mismo vicejefe de la APRF durante unos meses en 1998, el jurista se hizo cargo de la oficina de personal y de la agenda de trabajo de Putin, quien además le encomendó la dirección de su campaña para las elecciones presidenciales del 26 de marzo de 2000. Una vez ganadas éstas y convertido, el 7 de mayo, en presidente titular, Putin premió generosamente a Medvédev: el 3 de junio le convirtió en primer vicejefe de la APRF y el 30 de junio dispuso su elección como nuevo presidente de la Junta de Directores de Gazprom, la empresa más poderosa del país, primera productora mundial de gas y poseedora en Rusia del práctico monopolio sobre la explotación de este hidrocarburo, en la que el Estado ruso poseía una cuota mayoritaria del 38,8%. Medvédev reemplazaba en este relevante cargo al veterano Viktor Chernomyrdin, quien fuera durante seis años primer ministro con Yeltsin.

En añadidura, el presidente puso bajo su supervisión una comisión presidencial dedicada a estudiar la reforma de la administración pública con el fin de mejorar la profesionalidad y atajar los comportamientos corruptos de los funcionarios del Estado. El 9 de abril de 2001 Putin sumó a su elenco de funciones la presidencia de un grupo de trabajo de 15 miembros con la misión de liberalizar el mercado de acciones de Gazprom; la idea era elevar el tope legal de participación de capital extranjero, preferentemente europeo, del 20% al 40% y beneficiar a la compañía con inversiones productivas. Pero a medio plazo el resultado iba a ser justamente el inverso: una disminución de la presencia foránea en el capital societario del gigante energético por debajo del 11% existente en 2001.

El 29 de junio Medvédev cedió la presidencia de la Junta de Directores de Gazprom a Rem Vyajírev, un preboste del círculo de Chernomyrdin, quien de esta manera era compensado por su no reelección como presidente ejecutivo de la compañía, cargo en el que había sido reemplazado por otro hombre de confianza de Putin, Aléksei Miller. Medvédev tomó una de las vicepresidencias, pero el 28 de junio de 2002 la Junta volvió a confiarle su presidencia de resultas de la dimisión de Vyajírev, cuya gestión no terminaba de gustar a los capitostes del Kremlin.

Lejos de internacionalizar la propiedad de Gazprom, Putin y el Gobierno concibieron una estrategia de afianzamiento del control estatal de la compañía para que ésta expandiera su poder económico más allá del sector energético y de paso sirviera a los intereses geopolíticos de Rusia. Dúctil a los deseos de su superior político y convencido él mismo de la necesidad de esta reestructuración, Medvédev orquestó toda una campaña de adquisiciones por Gazprom de medios de comunicación con fama de liberales e independientes, como el canal de televisión NTV –que había pertenecido al oligarca caído en desgracia Vladímir Gusinski y cuya mayoría accionarial la compañía terminó de arrebatar en abril de 2001-, la emisora de radio Eco de Moscú y el diario Izvestia, todos los cuales fueron integrados en la subsidiaria Gazprom-Media.

Para una parte de la opinión pública nacional y para multitud de observadores extranjeros, esta enérgica irrupción de la corporación gasífera en un terreno bien distinto del energético supuso un golpe mortal al pluralismo informativo en la nueva Rusia, formalmente democrática, de Putin, quien, alentado por el respaldo mayoritario de una población satisfecha con la estabilidad política, el aplastamiento de la secesión chechena y la prosperidad económica, y de un Parlamento enteramente sometido a sus designios, empezó a acumular ejemplos prácticos de su concepción vertical, acaparadora e intolerante del poder.

Más aún, bajo la presidencia de Medvédev, Gazprom adoptó una línea más agresiva en las relaciones comerciales con sus clientes de la antigua URSS, destacando por su conflictividad el caso de Ucrania, a los que se subió las tarifas de venta, y en la competición con multinacionales occidentales por la entrada en proyectos de explotación y la ganancia de cuotas de mercado. El refuerzo del componente estatal de Gazprom llegó al culmen en junio de 2005, cuando la Junta de Directores aprobó vender el 10,7% de las participaciones de la compañía a Rosneftegaz, una empresa rusa totalmente pública; con esta operación, el Estado pasó a poseer el 50% del capital de Gazprom. En septiembre del mismo año, el gigante compró el 72,6% de la petrolera Sibneft. Por el contrario, los proyectos de fusión con Rosneft y de adquisición de la parte del león de una tercera firma petrolera, Yukos -puesta en subasta en 2004 tras ser declarada en bancarrota- no prosperaron.

De todas maneras, Medvédev era, ante todo, el número dos de la intendencia del Kremlin, aunque no por mucho tiempo. El 30 de octubre de 2003 el todavía treintañero, sin menoscabo de su potestad en Gazprom, fue ascendido por Putin a jefe de la APRF en sustitución de Voloshin, quien había asistido con patente desagrado al arresto días atrás del patrón de Yukos, el magnate Mijaíl Jodorkovski, y al embargo por el Estado del 44% de las acciones bursátiles de la petrolera, hechos sin consultarle.

El apartamiento de uno de los últimos dignatarios de la época yeltsinista en beneficio de Medvédev, que recibía una oficina repleta de atribuciones y que de hecho era más poderosa que la del primer ministro, titularizada en estos momentos por Mijaíl Kasyánov (un economista de corte liberal que, siguiendo los pasos de Voloshin, iba a ser cesado en febrero de 2004 por sus críticas al golpe de mano contra Yukos), fue retratado como la enésima conquista del clan de San Petersburgo, el círculo de oficiales del Kremlin más allegados a Putin, aunque no podía hablarse de una camarilla homogénea; al contrario, Medvédev, como su nuevo primer adjunto, Dmitri Kozak, representaría un cierto liberalismo proempresarial y cosmopolita mal sintonizado con los recelosos siloviki, facción que tenía como miembros más conspicuos a los también vicejefes de la APRF Igor Sechin y Víktor Ivanov. Además, no se conocían enfrentamientos entre Medvédev y Voloshin.

Otra característica de Medvédev, que contribuía a desdibujar su personalidad, era su condición de hombre sin militancias: no pertenecía a partido alguno, ni constaba en su historial activismo a favor de unos colores más allá de su etapa juvenil en el Komsomol y su breve experiencia electoral con Sobckak en 1989. Ni siquiera había estado ligado a Unidad (Yedinstvo), el partido sin ideología y casi sin programa organizado a toda velocidad en 1999 para disputar con éxito las elecciones a la Duma celebradas aquel año y meses después para sostener la candidatura presidencial de Putin, como ahora mismo tampoco lo estaba a Rusia Unida (Yedinaya Rossiya), la gran formación oficialista fundada en 2001 a partir de la fusión de Unidad y la centroizquierdista Patria-Toda Rusia, que ganó con mayoría absoluta las elecciones legislativas celebradas el 7 de diciembre de este 2003.

Especulaciones sobre el verdadero pensamiento de Medvédev aparte, el jurista petersburgués sí ofrecía un perfil indudable: el de un subalterno del mandamás del Kremlin extremadamente leal, servicial y laborioso, menos interesado en las intrigas políticas y los movimientos fácticos que en su trabajo institucional; tales eran las características que más valoraba Putin en sus colaboradores, entre los que éste, a menos que la Duma enmendara dócilmente la Constitución y le facultara para optar al tercer mandato cuatrienal –extremo que no parecía contemplar-, tendría que escoger a su sucesor designado de cara a las elecciones presidenciales de 2008.

El refuerzo de las facultades de Medvédev en el organigrama del Estado continuó a buen ritmo. El 12 de noviembre de 2003 Putin le dio asiento en el SBRF y el 21 de abril de 2004, luego de ser reelegido aquel por aplastante mayoría en los comicios del 14 de marzo, la APRF estrenó una reordenación y delimitación de tareas que para su jefe supuso concentrar en sus manos toda la logística burocrática y la labor de análisis en las diversas áreas de las políticas doméstica y exterior, y la responsabilidad de elaborar los documentos de trabajo del presidente y su programa de actividades. Aunque seguía las instrucciones de Putin, la reestructuración de la oficina presidencial fue decretada por el propio Medvédev. Por otro lado, la sustitución de Kasyánov en la jefatura del Gobierno por un tecnócrata gris y exclusivamente funcional, Mijaíl Fradkov, vino a realzar el peso político adquirido por el edecán del Kremlin.

El siguiente y más sonado nombramiento se produjo el 14 de noviembre de 2005, cuando Putin le introdujo por la puerta grande en el Gobierno con el puesto de primer viceprimer ministro. Institucionalmente, Medvédev se ponía por delante del viceprimer ministro –desde marzo de 2004- Aleksandr Zhúkov y de uno de los pesos pesados del Ejecutivo y notorio silavik del clan de San Petersburgo, Serguéi Ivanov, antiguo general del Servicio de Inteligencia Exterior (SVR), ministro de Defensa desde 2001 y, desde ahora mismo, viceprimer ministro también. En lo sucesivo, el "liberal" Medvédev y el "halcón" Ivanov, quien compensaba con creces no ser técnicamente el número dos del Gobierno con un ascendiente político y una influencia pública muy potentes, encabezaron a la par, en incierta competición, todas las quinielas de los delfines más probables de Putin. En cuanto a la APRF, la vacancia de Medvédev fue cubierta por Serguéi Sobyanin, hasta ahora gobernador del óblast de Tyumen.

En la asignación de tareas en el Gabinete anunciada por Fradkov, a Medvédev, que continuó al frente de la Junta de Directores de Gazprom, le tocaron las áreas de competitividad económica, normativa antimonopolios, gestión de recursos naturales, protección del medio ambiente, relaciones con el poder judicial y desarrollo de medios de comunicación de masas, esto es, un variopinto elenco de funciones. En los meses siguientes, Medvédev, con su característico estilo sobrio y sutil, fue desplegando un activismo gubernamental que en buena parte canalizó a través del Consejo para la Implementación de los Proyectos Nacionales Prioritarios, lo más parecido a un gobierno paralelo, cuyo Presidium presidía (y del que Fradkov no era miembro).

La misión de este órgano estatal adscrito a la Presidencia era valorar los déficits nacionales en los ámbitos de la enseñanza, la sanidad, la vivienda, la familia y la agricultura, y coordinar la ejecución de los proyectos de desarrollo correspondientes, para los que el Estado reservaba importantes partidas presupuestarias. Problemas concretos de mucha seriedad eran el bajísimo índice de natalidad, que condenaba al vasto país euroasiático al crecimiento demográfico negativo, el fracaso y el absentismo escolar, o la mezquindad general del sistema público de salud, que contrastaba con la bonanza de la macroeconomía.

El puesto de primer viceprimer ministro dio mucha visibilidad a Medvédev, que realizó varias decenas de viajes a los entes territoriales de la Federación mientras seguía personal y públicamente allegado a Putin. Estas giras le permitieron tejer buenas relaciones con los diversos centros del poder regional. Unos vínculos cordiales que ya poseía con el disminuido pero aún influyente campo liberal del poder moscovita, y que hizo extensibles también a la élite empresarial de los oligarcas dejados en paz por el Kremlin y bien encarados con él, como Román Abramovich, Alisher Usmanov y Oleg Deripaska. Incluso se llevaba bien con varios destacados siloviki, único grupo de poder donde, en apariencia, podrían surgirle enemigos.

Aunque a la luz de los gestos externos esa impresión resultaba dudosa, los comentaristas de prensa no dudaban en hablar de rivalidad soterrada entre los dos jerarcas petersburguenses por su común ambición sucesoria. A favor del ministro de Defensa, 12 años mayor, jugaban su mayor conocimiento por el público y su imagen, indudablemente popular, de hombre enérgico preocupado sobre todo por la paz social, el orden territorial y la fortaleza de Rusia. Ivanov era conservador, pero de línea dinámica, y ante los medios mostraba mucha más soltura y simpatía que el cerebral Medvédev, captado a veces en poses taciturnas o abstraídas, aunque por lo menos se mostraba más afable que el casi siempre granítico Putin. Ivanov era también un comunicador brillante, en ruso y en inglés, mientras que el otro primer viceprimer ministro tendía al discurso plano e inexpresivo, y su inglés era menos fluido. Eso sí, cuando hablaba, sus palabras sonaban a moderación, no detectándose en ellas el áspero tono chekista caro a Putin e Ivanov.

De puertas adentro, Ivanov contaba con el apoyo de la cúpula militar, los cuerpos de seguridad, la industria armamentística y los abundantes nostálgicos del extinto poderío soviético. En este sentido, el ex oficial del KGB llevaba la voz cantante en el recobrado discurso de dureza frente a los aliados occidentales, que incluía en su repertorio de rechazos la expansión de la OTAN en el antiguo espacio soviético, el proyecto de defensa antimisiles de Estados Unidos y el Tratado de Antimisiles Balísticos (ABM) de 1972, entre otros motivos de discordia. Medvédev, en cambio, apenas venía pronunciándose sobre estos temas.

En opinión de multitud de observadores, Ivanov tomó la delantera a Medvédev el 15 de febrero de 2007 al ser designado por Putin primer viceprimer ministro, igualando el rango de su paisano, aunque al precio de desprenderse de la cartera de Defensa, que fue para Anatoli Serdyukov, el jefe del Servicio Federal de Impuestos. Pero los dos primeros viceprimeros ministros no estarían solos en esta competición. Así, las cábalas de periodistas y analistas alcanzaron a otros candidatos potenciales a la sucesión de Putin, aunque teóricamente con menos posibilidades. Éstos eran Serguéi Sobyanin, Serguéi Naryshkin, viceprimer ministro desde el 15 de febrero, Vladímir Yakunin, presidente de los Ferrocarriles de Rusia, y Borís Gryzlov, presidente de Rusia Unida y de la Duma.

Putin se reservaba el momento adecuado para hacer pública su elección, que seguramente tenía ya decidida, y sólo soltaba prenda en su reiterada confirmación de que en mayo de 2008 dejaría la Presidencia. En febrero indicó que no iba a proponer un sucesor de entrada, y que respaldaría a un candidato manifiesto una vez iniciada la campaña de las elecciones que debían celebrarse en marzo del año siguiente. Una interpretación literal de sus palabras sugería el escenario, completamente ficticio, de un estadista saliente que daba luz verde a la democrática confrontación de postulaciones en el campo oficialista, propiciando una especie de proceso de primarias que quedaría dirimido cuando él señalara a su favorito, tras las elecciones legislativas, que tocaban en diciembre.

La incertidumbre se disparó el 12 de septiembre de 2007 al producirse la dimisión de Fradkov, quien solicitaba la disolución del Gobierno con el objeto de "estructurar el poder" en consonancia con el período preelectoral del curso político, y nombrar Putin como nuevo primer ministro a Víktor Zubkov, el sexagenario responsable del Servicio Federal de Supervisión Financiera, un bregado alto funcionario procedente del aparato leningradense, tan poco conocido por el público como respetado en los círculos del poder. La renuncia de Fradkov era esperada, pero no así su reemplazo por un oficial como el oscuro Zubkov, que tenía un perfil demasiado burocrático, amén de estar bastante entrado en años. Y es que los observadores habían dado por hecho que quien dirigiera el Gobierno durante las elecciones legislativas sería el heredero de Putin, quien de esta manera reproduciría para su sucesor el escenario que Yeltsin había dispuesto para él una década atrás. Así que el desconcierto fue general. Por si fuera poco, nada más tomar posesión, Zubkov declaró que no descartaba postularse él mismo para la Presidencia.

Esta afirmación, que necesariamente debía de contar con la previa aquiescencia de Putin, estimuló ahora la suposición de que el presidente, que con 54 años no era todavía un hombre mayor para la política, podría estar acariciando un plan de continuidad en el poder consistente en la promoción de Zubkov a la jefatura del Estado en 2008, lograda la cual, aquel le nombraría primer ministro para dirigir el Gobierno hasta el final del cuatrienio; en 2012, una vez vencido el período en blanco prescrito por la Constitución, Putin se presentaría a las elecciones presidenciales para –otra presunción en este hipotético cronograma- ganarlas y volver a tomar posesión del Kremlin. Si el escogido ahora para dirigir el Gobierno hubiese sido Ivanov o Medvédev, semejante proyecto no habría merecido mucha credibilidad, al menos en su integridad, incluyendo la mudanza de 2012, ya que resultaba difícil de creer que cualquiera de los dos primeros viceprimeros ministros llevara a este extremo de docilidad instrumental su cacareada lealtad. En el caso de Ivanov, con su personalidad más marcada, la perspectiva se antojaba particularmente inverosímil.

El 14 de septiembre Putin estimuló el suspense al pronunciar desde Sochi las siguientes palabras: "Ahora hay al menos cinco personas que pueden competir por la Presidencia y pueden ser elegidas. Es bueno que otra persona haya aparecido, y que los ciudadanos rusos dispongan de una selección de candidatos donde elegir". El presidente se refería a seis candidatos representativos de todo el espectro político, no sólo del oficialismo. La mención de Zubkov estaba implícita, y los otros cinco podrían ser tanto Medvédev, Ivanov, Naryshkin y Gryzlov, como el ex primer ministro Kasyánov, que jugaba ya en el campo opositor y que había deslizado sus ambiciones al respecto, así como los incombustibles líderes de los partidos Yábloko, Grigori Yavlinski, y Comunista, Guennadi Zyugánov.

De hecho, el presidente, inquirido por los académicos con los que se reunía para que fuera más preciso sobre su particular quiniela, mencionó expresamente a Ivanov, a Yavlinski, a Zyugánov, y según uno de los presentes, también a Zubkov. El nombre de Medvédev no apareció. Putin, además, confirmó que quería mantenerse "políticamente activo" tras su retirada presidencial en mayo de 2008 y no descartó presentarse de nuevo a la Presidencia "en 2012 o 2016". Pese a todo, no pocos observadores seguían apostando por Ivanov como el verdadero hombre en la antesala presidencial. Se equivocaban.


3. Designación como sucesor y elección presidencial en 2008

El 2 de diciembre de 2007 tuvieron lugar las quintas elecciones a la Duma. El nuevo sistema electoral, exclusivamente proporcional, facilitó la obtención por Rusia Unida, con su incierta adscripción centrista-conservadora y sus acentos nacionalistas, centralistas y dirigistas, de una victoria apabullante con el 64,3% de los votos y 315 de los 450 escaños. Sólo otras tres formaciones –los comunistas de Zyugánov, los liberaldemócratas de Vladímir Zhirinovski y Rusia Justa, una agrupación de izquierda creada recientemente y presidida por el presidente del Consejo de la Federación, Serguéi Mirónov- sacaron representación.

La oposición (de la que sólo los comunistas, y no sin alguna reserva, podían considerarse parte en la nueva Duma), más menguada que nunca, denunció un sinfín de irregularidades, las fuertes cortapisas al pluralismo informativo y el ambiente general de presión a los electores, incluso coercitiva, para que votaran por el partido propresidencial, pudiéndose oír en este campo duras expresiones de descalificación. La OSCE certificó que los comicios habían incumplido los estándares democráticos requeridos debido sobre todo a la tendenciosidad de los medios de comunicación controlados por el Estado y a la ausencia de unas condiciones que permitieran la libre competición. Sin embargo, los monitores internacionales (muy pocos, sólo 400, la mayoría de la OSCE, para un país con 95.000 colegios electorales) no detectaron indicios de fraude generalizado. A Putin, en la cima de su renombre, no le hacía la menor falta: más de la mitad de los electores votaría a pies juntillas al partido o al candidato presidencial que él dijera, sin importar sus nombres, credenciales y programas.

Éstos eran los ecos triunfalistas que Putin estaba aguardando para dar a conocer su elección para la sucesión, que decoró con una escenografía democrática, el 10 de diciembre de 2007. Ese día, los líderes de Rusia Unida (Gryzlov), Rusia Justa (Mirónov), Poder Civil (Mijaíl Barshchevski) y el Partido Agrario (Vladímir Plotníkov) se personaron en el Kremlin para entregar al inquilino su "propuesta" de presentar a Medvédev como candidato presidencial del oficialismo.

Tras escuchar una descripción elogiosa de su favorito de boca de Gryzlov, Putin comunicó su respaldo a la opción ofrecida por cuatro partidos "que se apoyan en un amplia plataforma y representan los intereses de la mayoría de la población". En cuanto al personaje del día, manifestó: "Le conozco a fondo desde hace más de 17 años. Hemos trabajando juntos muy estrechamente y apoyo completamente su candidatura". A las pocas horas, un sondeo demoscópico confería al primer viceprimer ministro un índice de popularidad del 35%, 11 puntos más que en un chequeo realizado días antes de las legislativas y una ventaja de 14 puntos sobre Ivanov.

Subido al estrado-colchón reservado a los seguros ganadores y con toda la maquinaria del oficialismo –política, institucional y mediática, tanto pública como privada- trabajando a su servicio, con aspecto saludable, relajado y sereno –el fruto de varias horas semanales de gimnasia, yoga y natación, aseguraban los boletines promocionales-, Medvédev, colocado ante la primera prueba electoral de su vida, realizó una campaña que, al no serle necesario polemizar con otros candidatos o confrontar programas, destinó a fijar su imagen entre el electorado y a desgranar sus visiones de país y sus intenciones de gobierno.

El candidato partía de un balance positivo de los ocho años de presidencia de Putin, tiempo en el que Rusia había logrado estabilidad en todos los aspectos, un ritmo alto y sostenido de crecimiento económico (con una tasa del 8,1% en 2007, aunque se trataba de un crecimiento inflacionista y además excesivamente ligado a la fuerte demanda internacional de hidrocarburos y otras materias primas que el país exportaba, habiéndose generado una coyuntura de precios muy positiva que bien podía cambiar), arreglar su deuda financiera con el exterior, elevar el nivel de vida de la población, fortalecer su defensa militar y hasta "evitar la guerra civil", peligro conjurado y que había dado paso a la "esperanza de una larga evolución pacífica".

Apoyado en estos cimientos, Medvédev trazó una serie de mejoras prioritarias para los próximos años y décadas, en cuestiones tales como la disminución de la pobreza, la calidad de los servicios sanitarios y educativos del Estado, la cobertura del sistema público de pensiones, el desarrollo de la industria y la agricultura, la corrupción administrativa y la demografía declinante. La prosperidad de la economía debía continuar sin pausa, hasta meter a Rusia en el selecto club de las grandes potencias económicas en 10 o 15 años, igualando el poderío ya obtenido en el terreno militar. Un nuevo sistema fiscal no confiscatorio, "competitivo", que recaudara a las corporaciones lo que el Gobierno necesitase para cuadrar sus presupuestos pero no más, debería ayudar a las empresas más dinámicas -invariablemente, las del sector energético- pero necesitadas de capital inversor a expandir sus negocios y aumentar su producción.

El Medvédev más legalista asomó cuando expresó su pesar por los niveles de "nihilismo jurídico" y "desprecio al derecho" existentes en Rusia, que la alejaban de los vecinos europeos, y su intención de preservar la independencia del sistema judicial de las ramas ejecutiva y legislativa del poder. Igualmente, estaba comprometido con la salvaguardia de la libertad "en todas sus formas: libertades personales, libertad económica y, finalmente, la libertad de expresión". Con respecto a las políticas de seguridad, defensa y exterior, Medvédev fue más escueto, aunque lo que dijo resultó significativo. Contrastando con la retórica más o menos amenazadora de Putin, el candidato propugnó una actitud abierta y dialogante con los países de la OTAN, y afirmó que Rusia y Estados Unidos, puesto que compartían "valores comunes", no tenían "otra opción que cooperar", a pesar de las diferencias en cuestiones fundamentales como el escudo antimisiles y la independencia de Kosovo, que rechazó categóricamente.

Por lo que se refiere a la organización de la estructura del poder, Medvédev dejó clara su intención de cumplir su parte del pacto con Putin ya el 11 de diciembre, en su primera alocución televisada como aspirante oficial. En aras del "mantenimiento de la capacidad de actuación del equipo formado por el actual presidente", Medvédev se dirigió a Putin para "pedirle" que diera "su consentimiento en principio para dirigir el Gobierno de Rusia tras la elección del nuevo presidente". El 17 de diciembre, ante los 483 delegados del Congreso de Rusia Unida reunidos para aclamar a mano alzada la candidatura de Medvédev, Putin comunicó su disposición a dirigir el Gobierno si los electores se decantaban por quien era "la opción óptima", "un experto y excelente jurista", un "brillante administrador con visión de estadista" y "una persona extremadamente honesta" que "cumplirá dignamente su labor en el más alto cargo del Estado". A continuación, el agasajado tomó la palabra para agradecer la nominación y señalar que había que seguir trabajando para "construir una Rusia moderna, próspera y orientada socialmente".

Putin aceptaba ser el primer ministro, pero puntualizó que asumiría tal función "sin cambiar las competencias de poder entre el presidente y el Gobierno". Si esto se cumplía, Medvédev, por lo menos de iure, se convertiría en el supremo e indiscutido dirigente del país a fuer del vasto elenco de atribuciones ejecutivas fijado por la Constitución de 1993, que otorgaba al jefe del Estado ruso las capacidades de determinar las orientaciones fundamentales de la política interior y exterior, nombrar al primer ministro de acuerdo con la Duma, destituirlo, presidir las sesiones del Gobierno, presentar iniciativas legislativas al Parlamento, elaborar la doctrina de seguridad y defensa, y comandar las Fuerzas Armadas.

En la práctica, en tanto que responsable del Consejo de Seguridad, el presidente ejercía una jurisdicción directa sobre los ministerios de Exteriores, Defensa, Interior, Justicia y Emergencia, y sobre el FSB. Además, de acuerdo con la nueva legislación introducida por Putin en 2005, nombraba y cesaba a su discreción a los gobernadores de los oblasts y a los presidentes de las repúblicas de la Federación, anteriormente elegidos en las urnas. Siempre en teoría, Putin limitaría sus prerrogativas a la gestión gubernamental, fundamentalmente en las áreas económica, financiera y presupuestaria, social y administrativa, y a la ejecución de las directrices presidenciales en las políticas exterior y doméstica.

Siguiendo con los formalismos, Medvédev registró su candidatura ante la Comisión Electoral Central el 20 de diciembre y la misma fue aceptada como válida por el organismo el 21 de enero de 2008. Sólo otros tres aspirantes pasaron la criba de la Comisión: Zyugánov, que lo intentaba por tercera vez tras su autoexclusión en la edición de 2004, Zhirinovski, que concurría por cuarta ocasión, y Andrei Bogdánov, líder del extraparlamentario y diminuto Partido Democrático de Rusia, único de los cuatro que esgrimía un discurso liberal y europeísta, aunque la mayoría de los observadores se inclinaba por adjudicarle un papel de mera comparsa con falso programa, para dar una fachada de pluralismo a unas elecciones cuyo ganador, y por muy abultada mayoría, era conocido de antemano.

Tal sería la intención del Kremlin luego de echar a pique la candidatura de un político liberal con más fuste como el ex primer ministro Kasyánov, opositor manifiesto y beligerante, postulante por su nuevo partido El Pueblo por la Democracia y la Justicia, quien fue retirado del registro por la Comisión Electoral con la explicación de que había falsificado muchas de las firmas de su aval popular. Otros tres candidatos de diverso signo fueron vetados a posteriori, mientras que cinco más no satisficieron los requisitos para la inscripción. El más notorio de ellos era el ex campeón mundial de ajedrez Garry Kaspárov, impulsor del movimiento social Frente Unido Civil y colíder junto a Kasyánov de la coalición de fuerzas opositoras La Otra Rusia. Kaspárov, con sus conflictivos actos públicos de denuncia, que recordaban los desafíos de los disidentes en la etapa soviética, se había convertido en el más enérgico detractor de la "dictadura" de Putin, pero su respaldo social era ínfimo.

Sin verdadera oposición y con un gigantesco despliegue estatal reclamando el voto para él, Medvédev afrontó la jornada electoral del 2 de marzo de 2008 como un trámite más, el último y necesario antes de alcanzar la cima del poder. Con una participación, según datos oficiales, del 69,7%, el candidato oficialista se proclamó ganador con el 70,3% de los votos –sólo un punto menos que Putin en 2004- frente al 17,7% de Zyugánov, el 9,3% de Zhirinovski y el 1,3% de Bogdánov. En las horas y días siguientes, los escasos observadores internacionales enviados a cubrir los comicios confirmaron la legitimidad de los mismos. El equipo del Consejo de Europa –la OSCE, en cambio, dejó a sus monitores en casa en protesta por las "severas restricciones" impuestas a su labor por las autoridades- concluyó que no se habían producido episodios de fraude ni violaciones o incidentes de importancia, pero puso sobre el tapete el tratamiento groseramente desequilibrado de los candidatos en los medios de comunicación y el abuso de la propaganda institucional.

Al final de la jornada, Medvédev y Putin, intentando transmitir una cierta informalidad pero sin salir de su rigidez habitual, hicieron su aparición estelar en el concierto de rock que celebraba en la Plaza Roja moscovita la victoria del primero; subidos al escenario y con los músicos detrás, los dirigentes discursearon con tonos triunfalistas a una entregada muchedumbre formada mayoritariamente por jóvenes.

En sus primeras declaraciones a los medios, el presidente electo confirmó su decisión de nombrar primer ministro a Putin, con el que iba a mantener una relación de "compañero y socio" en los próximos cuatro años, y enfatizó que las directrices de la política exterior rusa iban a partir de él, aunque sin menoscabo de la necesaria continuidad con respecto a la Administración saliente. Hasta la inauguración en el cargo, Medvédev sostuvo reuniones con dos altos dirigentes internacionales de visita en Rusia, la canciller alemana Angela Merkel, en Moscú el 8 de marzo, la cual le sondeó sobre qué había de cierto en el aviso lanzado horas antes por Putin de que los socios occidentales "no lo iban a tener más fácil" con su sucesor, y el presidente estadounidense George W. Bush, el 6 de abril en Sochi, quien salió del encuentro gratamente impresionado con la "rectitud" y la "inteligencia" de un hombre que, así se lo parecía, "dice lo que piensa".

El 7 de mayo tuvo lugar la ceremonia de toma de posesión presidencial, celebrada con todo fasto y solemnidad, ante 2.500 invitados, en la sala del trono del Kremlin. El flamante mandatario prometió trabajar en pro del "desarrollo de las libertades cívicas y económicas" de sus conciudadanos, de "un verdadero respeto a la ley" y de una modernización económica que situase a Rusia "entre los líderes del desarrollo tecnológico e intelectual". Su primera decisión presidencial fue, previa recepción de la dimisión de Zubkov, emitir el nombramiento de Putin, quien simultáneamente tomó las riendas partidistas de Rusia Unida, formación a la que Medvédev rehusaba afiliarse por el momento por no parecerle "correcto". Al día siguiente, 8 de mayo, la designación de Putin para presidir el Gobierno fue aprobada por la Duma con 392 votos a favor y sólo 56 en contra.

(Cobertura informativa hasta 8/5/2008)