Carlos Menem

1. Un militante curtido en los avatares del peronismo
2. Llegada a la Presidencia en 1989 y aplicación de un programa neoliberal
3. Escándalos familiares y el lado turbio del poder
4. Una década de reelecciones conseguidas o frustradas
5. Pragmatismo y alineación en política exterior
6. Papel dinamizador del MERCOSUR
7. Visión hemisférica y legado económico del menemismo
8. Procesamiento por tráfico de armas tras la conclusión del mandato
9. Lanzamiento de un nuevo envite presidencial
10. Victoria insuficiente y abandono en la elección de 2003


1. Un militante curtido en los avatares del peronismo

 Hijo de los inmigrantes sirios Saúl Menem y Mohibe Akil, de religión musulmán sunní (si bien él fue bautizado en la fe católica) y llegados a Argentina en la segunda década del siglo XX, realizó los estudios primarios y secundarios en escuelas públicas de La Rioja. En 1951, durante un viaje a la capital del equipo de baloncesto universitario donde jugaba, conoció al presidente Juan Domingo Perón y a su esposa, Eva Duarte de Perón, experiencia que iba a determinar su militancia en el Movimiento Justicialista fundado y acaudillado por el general. En 1955 se licenció en Derecho por la Universidad de Córdoba y comenzó a ejercer la abogacía en su provincia natal como defensor de oficio de los presos políticos encarcelados a raíz del golpe de Estado militar de aquel año. En 1957, al cabo de un período de cárcel de varios meses por apoyar una intentona golpista contra el Gobierno militar de Pedro Eugenio Aramburu, fundó la Juventud Peronista de La Rioja y pasó a asistir legalmente a la Confederación General del Trabajo (CGT), poderosa central sindical justicialista, actividad que ejerció hasta 1970.

Obligado a afiliarse al Partido Unión Popular (PUP) al hallarse el peronismo en su articulación partidista fuera de la ley, en 1962 resultó elegido diputado provincial por el departamento de Castro Barros, aunque el golpe de Estado militar que derrocó el Gobierno radical de Arturo Frondizi le imposibilitó desempeñar el cargo. En 1963 fue elegido presidente en La Rioja del Partido Justicialista (PJ), que entonces cumplía su octavo año de proscripción, pero en 1964, durante la presidencia del radical Arturo Umberto Illia, su carrera sufrió un nuevo revés cuando hubo de retirar su precandidatura a la jefatura del Gobierno riojano en la lista del PUP, en acatamiento del llamamiento hecho por Perón desde su exilio en Madrid a los justicialistas para que se abstuvieran de participar en elecciones tras las siglas de otros partidos.

Aquel mismo año Menem realizó dos viajes al exterior, uno a la tierra de sus antepasados, Siria, donde conoció a su futura esposa, Zulema Fátima Yoma, una paisana riojana perteneciente a una influyente familia de emigrados sirios y que nunca renunció a la religión musulmana, y otro a la capital de España, donde se entrevistó con Perón en calidad de apoderado de la Juventud Peronista riojana. En las elecciones democráticas del 11 de marzo de 1973, primeras con participación directa del peronismo desde 1955 bajo la fórmula del Frente Justicialista de Liberación (Frejuli), Menem ganó con el 67% de los sufragios el mandato de gobernador provincial de La Rioja, una de las provincias más atrasadas y menos pobladas del país.

El 24 de marzo de 1976, día del golpe de las Fuerzas Armadas que derrocó a la presidenta María Estela (Isabel) Martínez de Perón, viuda y sucesora del líder histórico desde julio de 1974, Menem fue desposeído de su cargo y puesto bajo arresto. Permaneció prisionero en un buque anclado en Buenos Aires, y luego en el penal militar de Magdalena, hasta 1978, cuando fue puesto en libertad y autorizado a ejercer la profesión legal en su bufete riojano, que compartía con sus hermanos Eduardo y Munir. El 17 de febrero de 1981 vio levantado el régimen de libertad vigilada. Con la caída de la tercera junta castrense y el inicio de la restauración democrática dos años después, Menem se subió con ímpetu al proscenio político, de manera que el 30 de octubre de 1983 volvió a ser elegido gobernador de La Rioja con el 54% de los votos. A mediados de los años ochenta el Movimiento Justicialista estaba dividido en dos grandes fracciones: por un lado, el sector oficialista, controlado por dirigentes tradicionalistas y sindicales apegados al legado del líder desaparecido y a su viuda; cuestionándoles, alzaban su voz los llamados renovadores, cuadros directivos más jóvenes entre los que Menem ocupó un lugar señero.

Cuando en diciembre de 1985 el ortodoxo Herminio Iglesias, candidato derrotado a gobernador bonaerense en 1983 y ubicado en el ala más derechista del justicialismo, fue elegido secretario general del partido, Menem, Antonio Francisco Cafiero (futuro gobernador de Buenos Aires), Carlos Grosso, Vicente Leonides Saadi y otros renovadores se organizaron en una dirección paralela y meses después boicotearon el congreso nacional en el que Isabel Perón fue elegida presidenta honoraria del partido. En aquella época, las pugnas internas tenían paralizado a la sección partidista del Movimiento Justicialista, hasta el punto que la oposición política al Gobierno de la Unión Cívica Radical (UCR) de Raúl Alfonsín la asumió una fuerza no parlamentaria, la CGT comandada por Saúl Ubaldini.

A raíz de los discretos resultados obtenidos por el peronismo ortodoxo en las elecciones legislativas de septiembre de 1987, el senador Vicente Saadi renunció como presidente de esa fracción. Ello abrió el camino a la unidad de partido y a la elección de Menem, quien justamente ese mes obtuvo la reelección en La Rioja con el 63% de los votos, y de Cafiero como presidente y vicepresidente del Consejo Nacional del PJ, gracias al prestigio cosechado por ambos con sus éxitos electorales en sus respectivas circunscripciones, que salvaguardaban las esperanzas de una victoria sobre los radicales a nivel nacional. Con su personalidad arrolladora, pródiga en gestos optimistas y componedores, Menem suscitó entusiasmos por doquier entre la militancia peronista. Así, el 9 de julio de 1988 se impuso a Cafiero con el 53,5% de los votos en las elecciones primarias del justicialismo para la nominación presidencial en las elecciones del año siguiente. Estas fueron las primeras internas del movimiento que se realizaron con el voto directo de los afiliados.


2. Llegada a la Presidencia y aplicación de un programa neoliberal

El 14 de mayo de 1989, como candidato del Frente Justicialista Popular (Frejupo), una coalición del PJ con diversos partidos menores, Menem se impuso al postulante del oficialismo radical, Eduardo César Angeloz, con el 49,3% de los votos. En los comicios a la Cámara de Diputados, el Frejupo se hizo con el 47% de los votos y 128 escaños. El 8 de julio, con cinco meses de antelación, ya que el traspaso de poderes estaba previsto para el 10 de diciembre, y previa cesión del Gobierno riojano a Alberto Gregorio Cavero, Menem sucedió en la jefatura del Estado a Alfonsín, que deseaba evitar tan prolongada provisionalidad dada la delicada situación económica y social. En efecto, Menem heredó una economía en rápida descomposición, con una previsión de recesión acumulada al final del año del 6% del PIB, una hiperinflación superior al 3.000% anual y deuda exterior totalizando los 63.000 millones de dólares. Con celeridad y poniéndose en las antípodas de los mensajes populistas prodigados en su campaña electoral, el flamante mandatario aplicó un extraordinariamente duro programa de ajuste, cuyo carácter ultraliberal provocó divisiones en la CGT y acusaciones de traición de muchos peronistas por considerarlo contrario al sentido social del Movimiento Justicialista.

Los dos primeros años del Gobierno de Menem fueron singularmente angustiosos, ya que el programa exhaustivo de desregulaciones, privatización general de las empresas públicas, reducción del gasto público y bloqueo de los salarios, que se situaron por debajo del índice de precios, multiplicados varias veces en el caso de algunos servicios públicos, tardaba en generar la deseada estabilidad, y, entre tanto, tenía efectos devastadores sobre el poder adquisitivo de las clases medias y bajas.

Por lo que se refiere a la campaña de privatizaciones, calificada de "salvaje" por quienes se oponían a la venta de los activos del Estado a compañías foráneas, fue de tal magnitud que al final de la presidencia de Menem virtualmente no quedaba ninguna empresa en manos del Estado. La petrolera YPF (vendida a la española Repsol), la operadora de telecomunicaciones Entel (repartida entre France Telecom, Telecom Italia y Telefónica de España), Aerolíneas Argentinas (de cuyo capital la española Iberia pasó a ser el mayor propietario), el Sistema Eléctrico del Gran Buenos Aires (SEGBA, repartida entre la española Endesa, la francesa EDEF y el grupo chileno Enersis), Obras Sanitarias, Ferrocarriles Argentinos, Gas del Estado, Vialidad Nacional y Líneas Marítimas del Estado eran los nombres más emblemáticos de una lista de más de 400 empresas públicas que fueron privatizadas.

Ni siquiera el sistema de seguridad social se libró de la vorágine desreguladora. Con el argumento de que había que sanear sus finanzas y librarlo de la ineficiencia y el despilfarro, el Gobierno de Menem sometió a profundas reformas a los regímenes de jubilaciones y pensiones y a los seguros contra riesgos laborales, enfermedad y desempleo, en un sentido acusadamente regresivo. Recortando las coberturas legales y, trasladando la gestión de los servicios a manos privadas, Menem, siempre en aras de la modernización, la eficacia y la extinción de los abusos del asistencialismo, propició el desmantelamiento del sistema de previsión social y liquidó lo que quedaba del Estado-providencia argentino fundado, precisamente, por el general Perón cuatro décadas atrás. La retirada general del Estado afectó de lleno también al sistema educativo.

Por otra parte, Menem acometió una serie de medidas dirigidas a resolver definitivamente la cuestión militar, en la línea avanzada por el Gobierno de Alfonsín con sus leyes de protección jurídica de los miembros del estamento implicados en la violación de los Derechos Humanos. Las principales actuaciones de Menem en este terreno fueron los polémicos indultos del 5 octubre de 1989 y el 30 de diciembre de 1990, que excarcelaron a los máximos culpables de la represión de la dictadura que permanecían en prisión, entre ellos los ex presidentes Jorge Rafael Videla, Roberto Eduardo Viola y Leopoldo Fortunato Galtieri, así como Mario Eduardo Firmenich, máximo jefe de los Montoneros.

La segunda medida de gracia se aplicó precisamente a las tres semanas de frustrarse la última asonada de militares carapintadas en Buenos Aires, liderados por el coronel ultraderechista Mohamed Alí Seineldín, contumaz reincidencia en este tipo de desafíos al poder civil que obligó a Menem a declarar, por primera y última vez en su largo mandato, el estado de sitio, con una duración de 48 horas. Los indultos de Menem fueron valorados como afrentosos por los familiares de las víctimas y por el general de los comentaristas como una muestra de la debilidad del Gobierno ante las presiones castrenses. Pero el presidente, hostil a toda investigación tendente a depurar responsabilidades por la guerra sucia, justificó sus decisiones en aras de la superación del pasado. En ese sentido, el reemplazo de mandos y la abolición por decreto, el 31 de agosto de 1994, del Servicio Militar Obligatorio, que había durado casi un siglo, favorecieron la profesionalización y la despolitización de las Fuerzas Armadas argentinas, finalizando la tradición, sistemática entre 1955 y 1983, de entrometerse en la vida política nacional. En lo sucesivo, los uniformados iban a atenerse estrictamente a su función constitucional, sin importar el grado de crispación social o política reinante fuera de los cuarteles.

En 1991 la tensión social comenzó a aminorar a la par que el programa de choque, capitaneado por el ministro de Economía (desde el 31 de enero) Domingo Felipe Cavallo, empezaba a dar sus frutos macroeconómicos. Luego de fijar la cotización del austral en razón de 10.000 unidades por dólar, el año se cerró con un crecimiento positivo del PIB, del 4,5%, y una inflación promedio de sólo el 172%, frente al 2.314% de 1990 y el 3.080% del fatídico 1989. El 1 de enero de 1992 entró en vigor la última previsión del Plan de Convertibilidad lanzado en abril del año anterior. Tildado en algunos medios de "monetarista heterodoxo", el Plan recuperaba el peso como unidad de cuenta nacional sobre la paridad exacta (muy sobrevalorada, de hecho) y fija con el dólar, y prohibía toda emisión de moneda sin el debido respaldo en las reservas internacionales de divisas.

Beneficiada la actividad económica por la caída de los tipos de interés a unos valores racionales, la tendencia al crecimiento se sostuvo en los años siguientes salvo en 1995, cuando sobrevino una repentina recesión del -4,4%, en parte debida a la crisis financiera y monetaria sufrida por México el año anterior. Entre 1990 y 1999 la economía nacional creció un promedio del 3,3% anual, un resultado realzado por la fortísima tasa registrada en 1997, el 8,4%. Al comportamiento positivo del PIB se añadió una evolución inflacionaria espectacular; en 1996 esta variable se contrajo nada menos que hasta el 0,1% anual, el índice más bajo del mundo aquel año, y a lo largo de la década se registraron trimestres con inflación negativa o deflación.


3. Escándalos familiares y el lado turbio del poder

A la tolerancia por la población de la terapia de choque y la paulatina desasistencia del Estado no ayudó la sucesión de escándalos económicos aderezados con turbulentos episodios de intrigas y conflictos conyugales, que dejaban entrever una corrupción de grandes proporciones en el mismo seno de la Casa Rosada. A mediados de 1990 el país asistió entre estupefacto y regocijado a la reyerta entre la primera dama Zulema Yoma, mujer temperamental y poseedora de su propio círculo social y de amistades -entre las que figuraban oficiales carapintadas- y su esposo, a quien la prensa atribuía una agitada vida sentimental, con numerosas aventuras extramaritales que interfirieron en su matrimonio prácticamente desde el día siguiente de celebrarse (por el rito musulmán) en 1966, dando lugar a períodos alternativos de separación y armonía.

El 11 de junio de 1990, culminando varias semanas de profundas desavenencias que empujaron a Menem a irse a vivir fuera de la quinta de Olivos, Zulema y los dos hijos de la pareja, Zulema María Eva y Carlos Facundo, alias Junior o Carlitos, vieron impedido su acceso a la residencia oficial por el jefe de la Casa Militar de la Presidencia, quien actuó ordenado por su superior. Encolerizada, Yoma se despachó a gusto en declaraciones periodísticas donde reprochaba a su marido haber "traicionado los principios más sagrados del peronismo" y aseguraba que "no tenía intención de terminar su vida como la esposa del dictador rumano Ceausescu". Pero también acusó a su cuñado, el senador Eduardo Menem, de estar involucrado en actos de corrupción. El presidente se enredó con su mujer en un cruce de acusaciones de todo tipo, si bien cuidándose de no polemizar públicamente. La trifulca adquirió ribetes políticos al tiempo que se trasladó al terreno más práctico de un proceso de divorcio.

La interminable porfía entre Menem y la todavía su esposa, que obtuvo el apoyo de organizaciones feministas, ni siquiera experimentó una tregua cuando el 15 de marzo de 1995 Carlitos, de 26 años y protagonista habitual de las revistas del corazón por su desenfrenado ritmo de vida entre vehículos de competición y las discotecas porteñas, se mató en un accidente de helicóptero mientras coordinaba la campaña presidencial de su padre en la provincia de Buenos Aires. La tragedia familiar aceleró la sentencia de divorcio, pero Zulema volvió a la carga y difundió a los cuatro vientos la teoría de que su hijo había sido víctima de un atentado pergeñado en el entorno de su ex marido.

Pero del terreno personal de Menem emergieron otras piedras de escándalo, estas ya con implicaciones penales. Desde principios de 1991 el juez Baltasar Garzón de la Audiencia Nacional de España (el mismo que siete años después iba a iniciar un proceso criminal contra el ex dictador chileno Augusto Pinochet y que iba a incriminar a los propios ex dictadores argentinos, con la irritación añadida de Menem), en cooperación con la judicatura argentina, investigó a varios familiares y colaboradores directos del presidente por su presunta pertenencia a una banda internacional de blanqueo de dinero procedente del negocio de la droga.

Entre los imputados y procesados estuvieron una cuñada de Menem, Amalia Beatriz Yoma, más conocida por Amira, responsable de protocolo y agenda en la Casa Rosada, otros dos hermanos de Zulema, Karim y Emir Yoma, Ibrahim Al Ibrahim, ex esposo de Amira y director de aduanas del aeropuerto internacional de Ezeiza -colocado por Menem en ese puesto no obstante ser ciudadano sirio y apenas hablar una palabra de español- y Mario Caserta, vicepresidente del PJ de la provincia de Buenos Aires. Principal protagonista de lo que la prensa vino en llamar el Yomagate, Amira Yoma fue detenida y enviada a prisión bajo fianza en julio de 1992 con la acusación de introducir en el país maletas llenas de narcodólares. Su caso ante la justicia argentina fue sobreseído por un magistrado federal en abril de 1994, aunque las cuentas con la justicia española siguieron pendientes, con una orden internacional de captura de por medio.

Al principio del turbador asunto, Menem hizo una defensa cerrada de sus familiares y amigos y presentó la actuación judicial de Garzón como una conspiración internacional contra él y contra Argentina, pero luego se fue distanciando de la suerte que pudieran correr los Yoma. Obligado a prescindir de los servicios de su cuñada cuando fue procesada en julio de 1991, el presidente encomendó la Dirección de Audiencias de la Presidencia a su otro hermano, Munir, que venía sirviendo de embajador de Argentina en Damasco. La promoción para tan sensible puesto de Munir Menem, controvertido personaje relacionado con el famoso traficante internacional de armas Monzer Al Kassar, no ayudó a remover la sombra de deshonestidad que flotaba sobre el presidente y su círculo de íntimos.

Todas estas peripecias, más las manifestaciones exuberantes e incluso frívolas de un presidente carismático aficionado a codearse con la jet set o a jugar al fútbol con su amigo e incondicional Diego Armando Maradona, fueron pasto interminable para la prensa sensacionalista. Cuando comenzó la etapa del crecimiento y el optimismo consumista de toda una clase social ambiciosa de prosperidad, los sociólogos acuñaron la expresión "farandulización de la política" para referirse al estilo de gobierno de quien era llamado despectivamente por sus fustigadores El Turco.


4. Una década de reelecciones conseguidas o frustradas

Y sin embargo, en todo este tiempo Menem había conseguido imponer un poco de orden en las filas justicialistas y pronto se benefició de la relativa calma social. El PJ confirmó su primacía en las legislativas parciales del 8 de septiembre de 1991 y el 3 de octubre de 1993, aunque, con el 43,1% de los votos y los 126 escaños obtenidos en la última convocatoria, siguió privado de la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. El mandatario se apuntó un extraordinario éxito personal cuando consiguió que la UCR, por el denominado Pacto de Olivos con Alfonsín, anunciado el 14 de noviembre de 1993 y firmado el 13 de diciembre siguiente, aceptara sacar adelante una revisión de la Constitución para introducir, evitando el referéndum nacional, una importante reforma política y de las instituciones cuyo punto más llamativo era la reelección presidencial para un segundo período cuatrienal consecutivo en lugar del mandato sexenal no prorrogable.

Ésta era la segunda ocasión en la historia argentina en que un presidente disponía lo necesario para sucederse a sí mismo, y es que Menem se inspiró en la Constitución de 1949, que permitió a Perón presentarse de nuevo a las elecciones en 1951. El 22 de diciembre de 1993 la Cámara de Diputados aprobó el proyecto reformista con 188 votos a favor, 53 en contra y tres abstenciones, el 10 de abril de 1994 fue elegida la preceptiva Asamblea Constituyente y el 23 de agosto siguiente quedó promulgada la nueva Carta Magna, que sustituía a la vigente desde 1853.

Menem culminó con éxito su estrategia continuista en las elecciones generales del 14 de mayo de 1995. Él fue reelegido en las presidenciales con el 49,6% de los votos sobre el 29,2% de su inmediato rival, José Octavio Bordón, del Frente País Solidario (Frepaso), una pujante amalgama de centro-izquierda formada por socialistas y disidentes de los dos partidos principales, donde se sucedían las voces críticas al "peronismo traidor" y al "radicalismo light". En los comicios a la Cámara de Diputados, el PJ consiguió, con el 43% de los sufragios y 134 escaños, remontar el 37,6% obtenido en las constituyentes del año anterior y, de paso, su primera mayoría absoluta desde 1951. En el discurso de toma de posesión el 8 de julio, Menem anunció que en su segundo mandato iba a concentrarse en "aniquilar" el paro y en atender el malparado capítulo social.

Si bien Menem consiguió en estas consultas un respaldo electoral que reconocía sus éxitos en la estabilización de la economía, no dejó de ser objeto de duras acusaciones desde diversos colectivos considerados agraviados por su gestión, desde los sindicatos movilizados contra el ajuste hasta las organizaciones de víctimas de la dictadura, pasando por asociaciones populares de base y el gremio de periodistas. Estos últimos fueron objeto de repetidas agresiones físicas y atentados por individuos no identificados y supuestamente auspiciados desde el poder, que intentaría amedrentar a los profesionales de la información dedicados a investigar y aventar los trapos sucios del menemismo.

En el verano de 1996 se reactivó la protesta sindical por el incremento del desempleo, que alcanzó en 1995 su cota máxima del 18,4%, la reforma liberalizadora de la legislación laboral, la desarticulación de los servicios sociales y, en definitiva, por las tremendas penurias de una población que en un 25% se situaba ya por debajo del umbral de la pobreza. Este descontento quedó bien de manifiesto en las elecciones legislativas del 26 de octubre de 1997, en las que la nueva Alianza entre la UCR, el Frepaso y pequeños partidos regionalistas batió con el 45,7% de los votos al PJ, que sólo obtuvo el 36,2% y perdió la mayoría de diputados por primera vez desde 1987. La oposición, una de cuyas primeras medidas legislativas fue la revocación, el 24 y el 25 de marzo de 1998, de las leyes de Punto Final (1986) y Obediencia Debida (1987) -votación simbólica, ya que la derogación no tenía carácter retroactivo y por lo tanto no afectaba a los varios centenares de militares que se beneficiaron de la impunidad-, advirtió que tenía en la punta de los dedos la capacidad de desalojar al peronismo del poder en las presidenciales de 1999.

De cara a esta convocatoria, Menem expresó su deseo de postularse de nuevo, mediante una segunda reforma constitucional ad hoc si era preciso, lo que levantó una corriente de oposición interna liderada por Eduardo Alberto Duhalde, popular gobernador de la provincia de Buenos Aires desde 1991 tras cesar en la Vicepresidencia de la Nación e identificado como su principal rival en el justicialismo. A pesar de que la cláusula transitoria 9 de la Constitución puntualizaba que el mandamiento del presidente en ejercicio en el momento de sancionarse la reforma era ya el primer mandato cuatrienal, los llamados "ultramenemistas", partidarios indeclinables del presidente, insistieron en buscar un resquicio jurídico que permitiera considerar el período presidencial iniciado en 1995 no el segundo, sino el primer cuatrienio.

Ante las resistencias suscitadas por doquier, el 21 de julio de 1998 Menem anunció que renunciaba a pugnar por la "re-reelección", dejando en apariencia el camino libre para la nominación de Duhalde, pero en febrero de 1999 reactivó la ofensiva política en busca de apoyos para su propósito. A esas alturas, una parte considerable de la militancia ni siquiera deseaba que se presentara a las elecciones primarias (para lo que sí le declaró hábil un magistrado), y el 10 de marzo la aspiración de Menem fue definitivamente anulada al rechazar la Cámara de Diputados la segunda reelección presidencial por 159 votos sobre 257. En ese momento, el grado de aceptación del mandatario en los sondeos, que tras su elección en 1989 había alcanzado el 65%, no llegaba al 15%.

El 9 de mayo de 1999 Menem cosechó una nueva derrota al perder las primarias para el candidato peronista a la gobernación de Buenos Aires su apuesta personal, Cafiero, ante el hombre de Duhalde, Carlos Federico Ruckauf, a la sazón vicepresidente de la Nación desde 1995, que arrasó con el 80% de los votos. Por su parte, Duhalde, una vez desembarazado de su archirrival, fue proclamado candidato presidencial el 16 de junio sin necesidad de someterse a las urnas internas del PJ.


5. Pragmatismo y alineación en política exterior

Durante la presidencia de Menem las relaciones entre Argentina y Estados Unidos alcanzaron la plena normalización tras medio siglo de desencuentros desde que el general Perón explorara una tercera vía en política internacional y sus sucesores se prodigaran en el Movimiento de países No Alineados. Con este viraje histórico en la política exterior del país sudamericano, Menem buscaba el anclaje de Argentina en el grupo de países occidentales para no quedarse desconectado del flujo de decisiones y tendencias globales que nacen en el Norte, renunciando a la identificación exclusiva con las problemáticas del Tercer Mundo. Alfonsín había considerado compatible la pertenencia de Argentina a Occidente, por cultura y vínculos históricos, con su exclusión del concierto de los países más desarrollados, tanto en los aspectos económicos como en los de seguridad; para Menem, por contra, la identidad occidental dejó de ser un hecho ético-cultural y la reinterpretó en términos de alineamiento político con el grupo de países liderados por Estados Unidos.

Luego de enviar en 1990 unidades navales al golfo Pérsico para la vigilancia del embargo a Irak y de posicionarse del lado de Estados Unidos en enfoques estratégicos como el caso de Cuba, Menem, que a lo largo de su mandato realizó diversas visitas a la superpotencia norteamericana (la primera, el 27 de septiembre de 1989, marcando un precedente en un mandatario peronista), recibió en Buenos Aires a un agradecido Bill Clinton el 16 de octubre de 1997. En el curso de su visita a la nación austral, Clinton anunció la concesión del estatus de Aliado Importante No de la OTAN (MNNA), una condición que fue efectiva el 6 de enero de 1998 y que convirtió a Argentina en el primer representante americano de un restringido grupo de países en relaciones especiales con Washington, siendo los otros Israel, Egipto, Japón, Corea del Sur, Australia y Jordania.

También con el Reino Unido, enemigo bélico en 1982, los tratos entraron por la senda de la normalización. El 15 de febrero de 1990 se reanudaron las relaciones diplomáticas y el 27 de octubre de 1998 Menem inició la primera visita a Londres de un presidente argentino desde la guerra de las Malvinas, durante la cual, el día 29, firmó con el primer ministro Tony Blair una declaración de reconocimiento mutuo de las respectivas reclamaciones de soberanía sobre las islas. Además, el 27 de septiembre de 1995 los países adoptaron una Declaración Conjunta de Cooperación sobre Actividades Costa Afuera en el Atlántico Sudoccidental para la exploración y explotación de hidrocarburos. Por otro lado, el 25 de junio de 1998 Menem realizó la primera visita también de un mandatario de su país a Rusia, cuyo Gobierno se refirió a Argentina como su principal socio en Latinoamérica. Asimismo, dentro de esta línea de cooperación y de plena inserción en la comunidad internacional, Argentina renunció el 28 de noviembre de 1990 a desarrollar armas nucleares.


6. Papel dinamizador del MERCOSUR

El 26 de marzo de 1991 Menem fue firmante, junto con sus colegas de Brasil, Fernando Collor de Mello, Paraguay, Andrés Rodríguez, y Uruguay, Luis Alberto Lacalle, del Tratado de Asunción que puso en marcha el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), ambicioso proyecto de integración regional cuyos objetivos centrales eran la liberalización total del comercio interior y la creación de una unión aduanera sobre la base de un arancel externo común (AEC). Estos instrumentos entraron en vigor el 1 de enero de 1995 con una serie de excepciones arancelarias, a eliminar progresivamente hasta 2001 en el caso de las transacciones con el exterior y hasta 2006 para los intercambios internos. Menem se manifestó como un vehemente valedor del MERCOSUR y fue el anfitrión de varias de sus cumbres de presidentes: la II, en Las Leñas, Mendoza, el 27 de junio de 1992; la VI, en Buenos Aires el 5 de agosto de 1994; la X, en Potrero de los Funes, San Luis, el 25 de junio de 1996; y la XIV, en Ushuaia, Tierra del Fuego, el 24 de julio de 1998.

No obstante, a lo largo de 1999 Menem mantuvo un enfrentamiento con su colega brasileño Fernando Cardoso al exigirle compensaciones por las pérdidas que la devaluación a comienzos de año de la moneda brasileña, el real, estaba causado en las exportaciones argentinas al MERCOSUR, ya que aquella medida fue seguida de una avalancha de mercancías brasileñas muy competitivas a la vez que se elevaba el arancel interno para los bienes procedentes de Argentina. La pugna comercial adquiría una relevancia máxima teniendo en cuenta que Brasil ya era entonces el origen de una cuarta parte de las importaciones argentinas y el destino de la tercera parte de sus exportaciones. Con una divisa nacional anclada en el dólar, Argentina malamente podía colocar sus exportaciones en los mercados vecinos.

Con Paraguay, el Gobierno de Menem entró en otro conflicto en abril de 1999 al conceder asilo al general Lino César Oviedo, implicado en el asesinato del vicepresidente paraguayo Luis María Argaña, y luego, en septiembre, al negarse a conceder la extradición reclamada por el Gobierno de Luis Ángel González Macchi en Asunción. Por otro lado, Menem fue el anfitrión de la VI Reunión del Grupo de Río, en Buenos Aires, el 1 y 2 de diciembre de 1992, y de la V Cumbre Iberoamericana, en San Carlos de Bariloche, Río Negro, el 16 y 17 de octubre de 1995.


7. Visión hemisférica y legado económico del menemismo

El Gobierno de Menem asistió con nerviosismo a la evolución de la crisis monetaria en Brasil, ya que un derrumbe financiero allí como el sucedido en México en diciembre de 1994 tendría consecuencias catastróficas para Argentina. De hecho, el peso se libró del temido efecto tequila en 1995 gracias a la concesión por el FMI de un préstamo de 6.700 millones de dólares condicionado a la aplicación de un nuevo plan de ajuste. El enésimo recurso a las capacidades externas puso en tela de juicio la solidez estructural del reciente crecimiento argentino. El caso fue que, como el futuro inmediato se iba a encargar de mostrar con toda crudeza, Menem legaba un edificio económico absolutamente socavado por el déficit de las cuentas públicas, consecuencia de un sistema tributario ineficiente que su Gobierno, a diferencia de otras reformas estructurales no más urgentes, rehusó modernizar.

Sin sistematizar los impuestos, sin taponar la hemorragia de fondos hacia fines improductivos relacionados con las tramas clientelistas del justicialismo, y sin conculcar su asumido monetarismo, el problema del déficit lo afrontó la administración Menem cargándose con obligaciones financieras, bien tomando créditos externos, bien emitiendo deuda pública, y para enjuagar el primer monto de débitos confió en los ingresos obtenidos de venta de las empresas del Estado. En realidad, el déficit fiscal y la deuda externa no hicieron más que crecer en todo el período, de manera que a finales de 1999 la primera variable superaba los 7.000 millones de dólares y la segunda, sumando los montos públicos y privados, alcanzaba los 170.000 millones, más del doble que en 1989.

El 22 de enero de 1999, coincidiendo con la acumulación de noticias económicas negativas, salvo el comportamiento de la casi inexistente inflación, que auguraban una importante recesión para ese año (en efecto, el último año de ejercicio presidencial conoció una caída productiva del 3,1%), Menem propuso sustituir el peso por el dólar como moneda de cambio a fin de demostrar a las claras a los inversores el saludable estado de la economía argentina. Ello, argüía, ayudaría a consolidar la estabilidad de los precios y los tipos de interés bajos, permitiría reducir drásticamente el índice de riesgo-país e incentivaría la entrada de capitales e inversiones directas desde el exterior, necesarios para financiar el desarrollo económico.

Esta dolarización total de la economía argentina, que convertiría en oficial lo que ya venía sucediendo con los intercambios en la calle, se produciría en un hipotético tercer mandato suyo, y, según estimaba, podría extenderse a toda Sudamérica hacia 2005, paralelamente al desarrollo del Área de Libre Comercio de Las Américas (ALCA), el proyecto de desarme arancelario continental auspiciado por Estados Unidos; para entonces, el MERCOSUR bien podría decidir su desaparición, ya que habría sido subsumido por el ALCA. Según la argumentación que Menem fue desarrollando en los meses siguientes, Argentina tenía la oportunidad de mostrar "lucidez estratégica" para adelantarse a unos acontecimientos que, de todas maneras, eran inevitables, y negociar un tratado de unión monetaria con Estados Unidos, país que, sin embargo, acogió con escepticismo la propuesta.

Las inesperadas palabras de Menem, por un lado, soliviantaron a la oposición y las filas duhaldistas, y, por el otro, asombraron a los estudiosos y defensores del MERCOSUR, hablándose de "capitulación sin precedentes" que "pondría en riesgo el desarrollo de América Latina". Cardoso encontró, por tanto, un nuevo motivo de discusión con Menem, ya que el mandatario brasileño venía propugnando la consolidación y la profundización del MERCOSUR a mucho más allá de los aspectos meramente librecambistas antes que hacer cualquier progreso decisivo en el ALCA, entidad de ámbito geográfico mucho mayor pero con metas de integración bastante más modestas.

En las elecciones generales del 24 de octubre de 1999 el candidato aliancista Fernando de la Rúa Bruno batió a Duhalde con el 48,5% de los votos, más de diez puntos de diferencia, y por lo tanto a él entregó Menem la banda presidencial el 10 de diciembre. En el momento de su salida, Menem, exceptuando el sempiterno dictador cubano Fidel Castro, era el presidente más veterano de Latinoamérica, y, por lo que respecta a Argentina, se convirtió en el primer presidente civil desde Marcelo Torcuato de Alvear (1922-1928) que completó su ejercicio constitucional sin novedad.


8. Procesamiento por tráfico de armas tras la conclusión del mandato

La salida de la Casa Rosada desprotegió a Menem frente a las pesquisas judiciales tras la pista de determinados manejos sospechosos de constituir delito. El 24 de abril de 2001 el fiscal federal Carlos Stornelli solicitó al juez instructor Jorge Urso la citación indagatoria del ex presidente como presunto "jefe de una asociación ilícita" dedicada al contrabando de armas a Croacia y Ecuador. El fiscal apreció también indicios de "falsedad ideológica" en tres decretos firmados por Menem que permitieron el desvío de 6.500 toneladas de material militar a aquellos países, coincidiendo respectivamente con las guerras en los Balcanes contra Yugoslavia (1991) y en los Andes contra el Perú (1995). La venta de armas a Croacia supuso, además, una violación del embargo de la ONU.

El asunto venía coleando desde hacía tiempo. Ya en 1996 Menem declaró como testigo por escrito respondiendo de una reunión del gabinete fechada el año anterior en la que habría ordenado al procurador de la nación una investigación sobre los teletipos que alertaron de la venta ilegal de armas a Ecuador. En septiembre de 2000 el mandatario hizo una segunda declaración por escrito, pero sin abrírsele cargos en su contra. En este proceso, cuando el juez Urso ordenó el embargo de sus bienes Menem se declaró insolvente, no obstante haber declarado al fisco la posesión de una fortuna dineraria de 1,8 millones de dólares y un cuantioso patrimonio de bienes inmuebles, vehículos, caballerías y acciones empresariales.

Estas imputaciones acentuaron la sensación de cerco judicial contra el ex presidente, que en los días previos y siguientes presenció los arrestos por presunta implicación en la trama de su cuñado Emir Yoma, de su amigo íntimo Antonio Erman González, que fuera ministro de Economía (1989-1991), de Defensa (1991-1993) y de Trabajo (1997-1999), y del general Martín Balza, ex comandante en jefe del Ejército y responsable en abril de 1995 de una histórica declaración reconociendo en nombre de las Fuerzas Armadas las violaciones de los Derechos Humanos cometidas durante la dictadura de 1976-1983. Al principio, Menem, que seguía presidiendo el Consejo Nacional del PJ, recibió una defensa cerrada de sus correligionarios por encima de las diferencias faccionarias mientras que para el Gobierno aliancista el espinoso asunto constituía una preocupación añadida en medio de la tribulación económica que zarandeaba al país, ya que una actitud de no defensa de la honorabilidad del estadista podría malograr la tramitación en el Senado, último bastión federal del menemismo, de unas leyes consideradas imprescindibles para atajar la crisis.

La justicia siguió con sus diligencias y el 7 de junio de 2001 Menem, desposado el 26 de mayo en La Rioja con la ex modelo y Miss Universo chilena Cecilia Bolocco, fue puesto bajo arresto domiciliario en una finca en las afueras de Buenos Aires en lugar de la prisión preventiva, de no aplicación en esta fase procesal por rebasar el encausado la edad máxima (70) para ello. El 26 de junio Menem tramitó por escrito su testimonio al juez Urso negando todo conocimiento de la venta de equipos bélicos a Croacia y Ecuador y vinculándola a redes delictivas convencionales. Los únicos suministros de armas reconocidos fueron unos efectuados a Panamá y Venezuela.

El 4 de julio el magistrado formuló la acusación formal contra Menem por asociación ilícita, así como contra Balza, González y el ministro de Exteriores entre 1991 y 1999, Guido di Tella. De ser hallado culpable en el juicio que comenzaba, Menem se exponía a una sentencia de hasta 10 años de prisión. A pesar de la difícil travesía que tenía ante sí, el ex presidente hizo saber a través de sus leales, con su hermano Eduardo a la cabeza, que no renunciaba a recuperar algunas opciones políticas, como inscribir su candidatura a un mandato de senador suplente, dejado vacante por Eduardo Menem a tal fin.

Dado que la Constitución argentina, sobre la base de la Convención Americana sobre Derechos Humanos incorporada en su articulado, faculta a los acusados por la justicia pero no condenados el ser candidatos electorales, de prosperar aquella operación Menem ganaría automáticamente fuero parlamentario y por tanto obtendría la libertad hasta el inicio del juicio. Sin embargo, Menem salió bien parado del trance, rotunda y tempranamente. El 20 de noviembre la Corte Suprema de Justicia presidida por Julio Nazareno, un jurista riojano que fue socio del bufete del ex presidente y que presidía el alto tribunal desde 1994, falló que no había indicios de los delitos de asociación ilícita y falsedad ideológica, tal que Menem recuperó su libertad ese mismo día. Emir Yoma, acusado de ser el organizador de la banda de venta ilegal de armas, salió también de prisión.


9. Lanzamiento de un nuevo envite presidencial

Con su energía y optimismo habituales, Menem, cumplidos ya los 71 años, se lanzó de lleno a la batalla interna justicialista para la nominación presidencial en las elecciones de 2003, las cuales prometió ganar frente a todo contrincante, ya fuera del PJ, la UCR o el Frepaso. En un momento crítico para el Gobierno aliancista por el gravísimo deterioro del sistema financiero nacional, el cual, como medida desesperada para detener la avalancha de reintegros de caja, decretó (1 de diciembre) el corralito o inmovilización de todos los ahorros y depósitos bancarios, Menem alzó su voz para descargarse de toda responsabilidad en el presente estado de cosas, que terminó precipitando el temido estallido social el 19 de diciembre, con su balance de decenas de muertos y saqueos en todo el país, y el hundimiento del presidente de la Rúa al día siguiente.

Según Menem, la crisis fiscal que había llevado al país al borde de la bancarrota y el corte de las líneas de crédito exteriores no tenía que ver con la situación dejada en herencia por él, sino con una "estrategia económica equivocada" del Gobierno delarruísta, que frustró unas expectativas de reactivación económica y de obtención de ingresos, fundamentales para evitar el fantasma de la iliquidez, apuntadas en el último trimestre de 1999, año que, se recordará, fue gobernado casi íntegramente por Menem y que registró una recesión del 3,1% del PIB, mientras que 2000 cerró con un descenso productivo del 0,5%.

En sus análisis reivindicativos, el ex presidente hizo hincapié en las altas tasas de crecimiento durante su administración y dio la vuelta al dato del crecimiento desaforado de la deuda externa presentándola en relación con el PIB, con un ratio considerablemente menor entre 1989 y 1999. A través de una serie de gestos, Menem dio la sensación de apostar por la continuidad de de la Rúa en la Presidencia hasta el final de su mandato en diciembre de 2003, tiempo que él necesitaba para ir superando el elevado índice de rechazo popular que su persona concitaba y para sortear el fuerte movimiento de oposición planteado en su propio partido, donde los principales barones provinciales, como el cordobés José Manuel de la Sota, el santafesino Carlos Alberto Reutemann y el bonaerense Ruckauf, habían terminado por hacerle el boicot.

Así, aun achacándoles la calamidad económica, Menem aplaudió la decisión tomada por de la Rúa y su ministro de Economía, que no era sino Domingo Cavallo, de mantener la Ley de Convertibilidad del peso contra viento y marea, ya que una devaluación de la moneda argentina traería consecuencias "desastrosas". Luego de la Rúa cayó y la Presidencia fue asumida con carácter interino, mediando la efímera titularidad del gobernador peronista de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá, por el senador Duhalde, que tomó posesión el 2 de enero de 2002.

Precisamente, lo primero que hizo Duhalde fue liquidar la convertibilidad del peso junto con una devaluación controlada de la moneda y la pesificación de los préstamos bancarios, en la creencia de que una desdolarización de la economía traería repercusiones positivas para los sectores productivos y exportadores. Menem salió inmediatamente a descalificar estas medidas como "pésimas" y tildó a Duhalde y su gabinete de "ineptos para gobernar", agregando que las medidas proteccionistas sólo iban a contribuir a aislar a Argentina y hacer retroceder la inserción en las dinámicas de integración mundial lograda por su administración. El 17 de octubre hizo la presentación oficial de su aspiración presidencial en su terruño, bastión político y lugar de residencia, La Rioja.

Menem no tenía ninguna duda, y esta apreciación la avalaban los sondeos, que él sería el ganador en una elección primaria interna del PJ que primero se anunció para noviembre de 2002 y que luego se postergó hasta febrero de 2003, a dos meses de las elecciones presidenciales adelantadas. Sin embargo, Duhalde, que se había autodescartado para la renovación en el cargo con mandato electoral, diseñó una estrategia antimenemista que en primer lugar pasó por la apuesta personal por un candidato peronista capaz de batir a un ex presidente que seguía contando con muy importantes apoyos dentro del movimiento. Los señalados para este fin fueron sucesivamente Reutemann, de la Sota y, finalmente, un gobernador provincial con influjo ascendente y conocidas posturas críticas con Menem y su labor de Gobierno, el santacruceño Néstor Carlos Kirchner, considerado un justicialista de centro-izquierda partidario del modelo económico expansionista y el gasto social.

Entre tanto, Menem continuó impertérrito con su proyecto, que hizo peligrar una acusación de la Oficina Anticorrupción del Gobierno por "omisión maliciosa", elevada a los tribunales después de que el ex presidente se viera obligado a admitir, contradiciendo declaraciones juradas sobre su patrimonio como jefe del Estado, que tenía 600.000 dólares depositados en un banco suizo. La existencia de dicha cuenta secreta salió a colación en el testimonio al periódico New York Times de un antiguo agente de inteligencia iraní que acusaba a Menem nada menos que de cobrar 10 millones de dólares por desviar las investigaciones sobre la responsabilidad del régimen de Teherán en el atentado contra la sede en Buenos Aires de la Asociación Mutua Israelí Argentina (AMIA), el 18 de julio de 1994, que causó 95 muertos.

Toda vez que el oficialismo duhaldista seguía sin tenerlas todas consigo con respecto a las posibilidades de Menem, el 24 de enero de 2003 el Congreso del PJ aprobó una moción que suspendía la elección interna partidaria y trasladaba la liza de los tres precandidatos oficiales, Menem, Kirchner y Rodríguez Saá -quien durante varios meses encabezó las encuestas de favoritos-, directamente a la elección presidencial del 27 de abril. La decisión fue tomada pese al fallo de una juez federal con competencia electoral prohibiendo la reforma de la Carta Orgánica del PJ con aquel objeto, y con el boicot de Menem y sus partidarios, que pusieron el grito en el cielo ante la maniobra.

Con el argumento de que los tres aspirantes, de hecho, presentaban programas contrapuestos, el aparato del partido controlado por Duhalde y sus aliados resolvió que Menem y los otros dos concurrieran bajo un régimen llamado de neolemas, es decir, con la autorización de exhibir los símbolos partidarios comunes y los lemas específicos de cada lista, pero sin adjudicación de todos los sufragios justicialistas al más votado de entre ellos, de suerte que, desde el principio hasta el final, los tres iban a enfrentarse como si pertenecieran a partidos diferentes. El extraño artificio era una variedad, teóricamente pergeñada para esta ocasión excepcional, de la tradicional ley de lemas, concebida para dar satisfacción a una pluralidad de ambiciones presidenciales en un partido difuso y fraccionado doctrinal y orgánicamente, pero que al mismo tiempo favorecía la dispersión del voto justicialista. Menem se tragó el sapo y siguió adelante en su carrera presidencial. Intacta la confianza en su carisma, empuje mediático y porte de estadista avezado, el riojano hizo hincapié en que si en 1989 había "recibido un país en ruinas" y lo "había reconstruido", ahora, y sólo él, estaba en condiciones de hacer lo mismo.


10. Victoria insuficiente y abandono en la elección de 2003

Bajo el lema Los argentinos merecemos una segunda oportunidad y con el gobernador de Salta Juan Carlos Romero di Gangi como compañero de fórmula, la lista presidencial de Menem, el Frente por la Lealtad, presentó el programa electoral titulado Por una nueva Argentina, el cual, en realidad, no era muy disímil del elaborado por Kirchner (que era como decir de la política económica aplicada por el Gobierno Duhalde) y el tercer candidato mejor situado, el ex ministro delarruísta Ricardo López Murphy, valedor de una plataforma liberal. Por de pronto, Menem ya no defendía a capa y espada la dolarización y aceptaba como un hecho consumado la inconvertibilidad del peso, si bien insistía en la imperiosa necesidad de ajustar lo más posible el valor de la moneda nacional con la estadounidense, en una paridad entre 2,40 y 2,50 pesos por dólar, y de evitar las emisiones de bonos provinciales como valores de pago en situaciones de iliquidez.

Sobre el acuciante problema de la deuda pública, proponía emprender negociaciones con los compradores privados para obtener plazos de vencimiento más largos y rebajas sustanciales en las tasas de interés pactadas, con el objeto de no incurrir de nuevo en el infausto default, o insolvencia a la hora de cancelar, y de normalizar las relaciones con los acreedores de bonos ya vencidos sin devolución. También preveía alcanzar un acuerdo plurianual con el FMI y los demás organismos multilaterales de crédito con los que Argentina estaba empeñada para reprogramar los vencimientos de deuda al menos a tres años vista.

Cumplir los abrumadores compromisos financieros, exigía, a su juicio, gozar de un superávit fiscal primario permanente, así que habría que convertir en estructural lo que ya era un logro coyuntural. Para ello, Menem proponía una descentralización tributaria cuyo concepto clave era el de la corresponsabilidad fiscal en el gasto y la recaudación, de manera que las provincias y los municipios fueran liberando al Estado de la responsabilidad de recaudar y avanzaran en la financiación de su propio gasto público. Ahora bien, las perspectivas de un fuerte superávit fiscal, incluso por encima del 4% del PIB, las hacía compatibles Menem con una vigorosa rebaja de los impuestos, como un descuento del IVA del 21% al 17%, y la supresión de otros impuestos gravosos para los empresarios. Para compensar la pérdida de ingresos por esas vías, el candidato justicialista habló de eliminar diversas exenciones de tributación y de aumentar ésta metiendo mano al fraude y la evasión fiscales. El alivio de cargas, de paso, produciría un rebote del consumo y las actividades productivas, produciendo fulminantes efectos dinamizadores en el mercado interno.

Menem precisó que el país padecía situaciones de emergencia que debían "atenderse con extrema celeridad", fundamentalmente, la pobreza (afectando ya a 20 millones de argentinos, el 54% de la población), el hambre (dramática expresión del alcance de la regresión social y económica en provincias como Misiones y Tucumán, donde población infantil estaba empezando a morir, literalmente, de desnutrición) y la inseguridad ciudadana. Para combatir estos azotes, Menem esbozó un plan nacional para la emergencia alimentaria y sanitaria, una ley de emergencia de seguridad y un pacto federal de justicia y seguridad. Sobre el trabajo, el ex presidente opinaba que la competitividad de la economía no debía basarse en los sueldos más bajos, como afirmaba que había ocurrido tras la devaluación del peso, y proponía generar empleo sin recurso a los subsidios públicos, los cuales deberían concentrarse en la emergencia alimentaria y sanitaria.

En cuanto al orden internacional, Menem anticipó que, de retornar a la Presidencia, pondría en marcha una política de mayor dureza contra Cuba y ratificaría la "alianza histórica" de Argentina con Estados Unidos. Acuñó la expresión de "relaciones carnales" para definir el grado deseado de vínculo con Washington. También, se avanzaría en la conversión de Argentina en el país bisagra de las relaciones entre el MERCOSUR y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), con la mirada puesta en la puesta en marcha del ALCA. Menem afirmó que a lo largo de su carrera había triunfado en todas las elecciones en las que se había presentado y ésta no iba a ser la excepción, expresó su convicción de que ganaría directamente en la primera vuelta y preguntado sobre su futuro político en caso de caer derrotado respondió que, entonces, lo intentaría de nuevo en la elección de 2007. La segunda vuelta en las presidenciales o balotaje era un mecanismo novedoso contemplado en la Constitución de 1994. Se activaba para los dos candidatos más votados si ninguno reunía el 45% de los votos válidos o más del 40% y una diferencia de 10 puntos porcentuales sobre el siguiente.

Lo que sucedió el 27 de abril fue que Menem, ciertamente, fue el más votado, pero quedó lejos de la mayoría preceptiva para ser proclamado presidente en la primera vuelta. El estadista obtuvo el 24,3% de los votos, seguido por Kirchner (22%), López Murphy (16,3%), Rodríguez Saá (14,2%) y Elisa María Carrió (14,1%), esta última una diputada escindida de la UCR, con un discurso izquierdista y que había alcanzado celebridad por las denuncias de corrupción que salpicaron de lleno al antiguo inquilino de la Casa Rosada. Menem arrasó en La Rioja con el 81,3%, pero en Buenos Aires no lo hizo tan bien, siendo así que Kirchner le superó tanto en la provincia como en el conurbano, donde cosechó la quinta parte de las papeletas, mientras que en la Capital Federal Menem sólo alcanzó el cuarto lugar tras López Murphy, Carrió y Kirchner, con el 16% de los sufragios.

Satisfecho, Menem declaró que la segunda vuelta del 18 de mayo iba a ser "un paso formal, nada más", en su camino a la Presidencia, y que iba a ganar a Kirchner "rotundamente", con "ocho o diez puntos" de diferencia. De todas maneras, los primeros sondeos publicados tras la ronda de abril indicaban que el rechazo a Menem era muy elevado, tal que Kirchner aparecía como fácil ganador de la segunda vuelta con una cuota de voto de entre el 60 y el 70%. Se oteaba un desenlace similar al de las presidenciales francesas de 2002, cuando Jacques Chirac fue reelegido abrumadoramente gracias al cierre general de filas, por encima de partidos e ideologías, contra Jean-Marie le Pen.

Discursos propagandísticos al margen, Menem era plenamente consciente de sus grandes dificultades en la segunda vuelta, así que intentó desgastar a su adversario presentándole como un títere de Duhalde y acusándole de instigar un "golpe institucional" que derribó a de la Rúa en diciembre de 2001. También arrojó una sombra de sospecha sobre todo el proceso electoral denunciando las "maniobras" y "trampas" tendidas contra él por el duhaldismo desde el momento en que fueron anuladas las primarias justicialistas. Sin embargo, la victoria de Kirchner se antojaba inevitable, y Menem decidió cortar por lo sano. El 14 de mayo (una fecha de honda significación en su Carrera, asociada al éxito en las urnas), al cabo de una jornada de rumores y desmentidos y a cuatro días de la segunda vuelta, el ex presidente anunció desde el hotel riojano que le servía de residencia y cuartel general de campaña que se retiraba del proceso con el argumento de que no se reunían las condiciones para que Argentina pudiera contar "con un poder político imbuido de la más plena y transparente legitimidad democrática".

Menem revistió su renuncia de un cariz patriótico, en aras de dejar atrás la "política de las falsas antinomias" y, no obstante lanzar un buen número de dardos contra Duhalde y Kirchner, se comprometió a colaborar con el futuro Gobierno "para defender a rajatabla la estabilidad del sistema democrático". Precisó que ahora la principal amenaza contra la democracia argentina no provenía de "la acción de los enemigos del sistema democrático, sino del peligro de la ingobernabilidad", así que recomendó a Kirchner ejercer su autoridad "sin odios ni rencores" y asumir como urgente la tarea de "la búsqueda de consensos y la superación de los antiguos enfrentamientos". La espantada le acarreó a Menem la lluvia de censuras y descalificaciones más intensa de su vida, lanzada desde todos los sectores políticos, la prensa nacional y los medios internacionales. "Desprecio al electorado", "irresponsabilidad política", "golpe a las instituciones", "acto de soberbia" o "gesto de cobardía" fueron algunas de las expresiones utilizadas para describir una decisión que no tenía precedentes en la historia electoral del país.

Se habló de un intento de Menem de deslegitimar y debilitar en origen a Kirchner, que quedaba convertido en presidente electo a la espera de la toma de posesión el 25 de mayo y que no se mordió la lengua, a la par que Duhalde, en sus valoraciones sobre lo sucedido. Pero otra lectura sugería que Menem se habría plegado a las presiones de los caudillos provinciales que le seguían, como el salteño Romero, el pampeano Rubén Marín y el riojano Ángel Maza, los cuales habrían aconsejado la no participación en la segunda vuelta en el convencimiento de que una derrota abultada como la pronosticada ensombrecería sus expectativas de reelección en sus respectivos feudos.

El ex presidente argentino es autor de los libros Argentina Ahora o Nunca, Argentina año 2000, La Revolución Productiva, Reforma del Estado y Transformación Nacional y Universos de mi tiempo. De sus abundantes condecoraciones se mencionan las siguientes: Collar del rey Abdulaziz en el Primer Grado (Arabia Saudí), Orden Nacional de Cruzeiro do Sul (Brasil), Collar de la Orden del Mérito (Chile), Collar de la Orden del Nilo (Egipto), Collar de la Orden de Isabel la Católica (España), Gran Cruz de la Legión de Honor (Francia), Orden del Mérito de la República Italiana, Gran Cordón de la Suprema Orden del Crisantemo (Japón), Soberana Orden de Malta, Collar de la Orden del Águila Azteca (México), Orden del Sol (Perú), Caballero de la Orden Pianna (Vaticano), Insignia del Gran Cordón de la Orden de los Omeyas (Siria) y Orden del Libertador Simón Bolívar (Venezuela). Es asimismo doctor honoris causa por las universidades de Beijing, Houston, Loyola y Keio, entre otras distinciones académicas. Perteneció al Consejo de Presidentes y Primeros Ministros del Programa de las Américas del Centro Carter de Atlanta, Estados Unidos.

(Cobertura informativa hasta 23/5/2003)