Bingu wa Mutharika

Uno de los nueve hijos de un maestro de escuela que impartía su magisterio en misiones atendidas por religiosos protestantes, recibió la educación primaria en las escuelas estatal de Chingoli y misionera de Ullongwe, y la secundaria en la misión de Malamulo y en el Instituto Henry Henderson de Blantyre, la capital regional de esta parte del extremo sur de la entonces colonia británica de Nyasalandia. Aunque su familia pertenecía a una iglesia presbiteriana (el abuelo paterno era predicador de esa confesión), el muchacho iba a abrazar años después el catolicismo, que en Malawi actualmente profesan la quinta parte de sus cerca de 12 millones de habitantes, sobre un fondo mayoritariamente cristiano.

Graduado en la localidad de Dedza por la Overseas School Leaving Certificate de Cambridge, un extensión académica escolar de la prestigiosa universidad británica, consiguió ser admitido en la Universidad india de Delhi y allí se sacó el bachillerato con mención en Comercio, y posteriormente la licenciatura en Economía. Retornó a su país en 1963 para integrarse en el servicio civil y tras la obtención de la independencia, en julio de 1964, continuó trabajando en el funcionariado del flamante Estado que durante tres décadas iba a regir con mano de hierro el doctor Hastings Kamuzu Banda, jefe del Partido del Congreso de Malawi (MCP), déspota profundamente conservador y autoproclamado en 1971 presidente vitalicio tras un manto paternalista y tradicionalista.

En 1965 Mutharika fue contratado para prestarle servicios por el Gobierno de la vecina Zambia, primer jalón de una larga trayectoria profesional que, hasta su inopinado salto a la Presidencia de la República en 2004, tuvo en el extranjero sus cometidos más destacados. De acuerdo con la biografía oficial, su "oposición" a la dictadura del partido único instaurada por Banda le puso en conflicto con las autoridades y fue "forzado al exilio durante muchos años", si bien sus prolongadas ausencias del país parece que tuvieron que ver más con sus responsabilidades profesionales que con un activismo político que no emergería a las claras hasta mucho más tarde.

Mientras trabajaba, completó su formación con un doctorado en Economía por la Universidad Pacific Western de Los Ángeles y sendas asistencias a cursillos de especialización en las áreas de comercio, integración aduanera, finanzas y administración de empresas, e impartidos por las universidades de Makerere (Uganda), Uppsala (Suecia) y las estadounidenses de Georgetown y George Washington. A principios de la década de los setenta se remonta su faceta de autor de ensayos, informes y artículos relacionados con su disciplina.

Miembro por tanto de la élite ilustrada y tecnocrática de este pequeño e intensamente empobrecido país del sudeste de África, Mutharika desempeñó diversas funciones públicas hasta que en 1978 entró a formar parte del personal de la ONU. A finales de los años ochenta fue nombrado director de Comercio y Desarrollo Financiero de la Comisión Económica de Naciones Unidas para África (UNECA), con sede en Addis Abeba, y como tal quedó a su cargo la organización de conferencias de expertos y la coordinación con los gobiernos de los países miembros de iniciativas de desarrollo social y económico del continente. Cuestiones como las reformas estructurales que demandaba el FMI para salir al rescate de las maltrechas balanzas de pagos, el manejo de la agobiante deuda contraída con los países ricos y las posibilidades de la integración regional estaban a la orden del día en la agenda de Mutharika.

Las dinámicas comerciales intraafricanas captaron la atención del funcionario malawi, que en 1990 abandonó la ONU para trabajar con las organizaciones intergubernamentales propiamente africanas. En 1991 fue elegido secretario general de la Zona de Intercambios Preferenciales (PTA, en su sigla en inglés), creada en 1981 y con cuartel general en Lusaka, Zambia. Bajo su titularidad, la PTA completó su transformación en el Mercado Común del África Meridional y Oriental (COMESA), después de fracasar unas negociaciones de fusión con la Conferencia de Coordinación del Desarrollo de África Meridional (SADCC, hoy Comunidad de Desarrollo de África Meridional, SADC) y de firmarse –noviembre de 1993- un tratado de mercado común entre los dos grupos con fecha de arranque en 2000.

Entretanto, el panorama político en Malawi, fosilizado durante tres décadas, empezaba a animarse. En 1992, incapaz de zafarse de las tremendas presiones internas y externas para que sumara a Malawi al proceso de democratización que recorría toda África subsahariana, y no sin disparar un último cartucho de brutal represión, el ya nonagenario dictador anunció la introducción del multipartidismo y la celebración de elecciones libres. La oposición civil no perdió el tiempo en organizarse y en el verano de 1993 nació el Frente Democrático Unido (UDF), una amalgama de grupos que se erigió en la principal alternativa electoral al MCP. Sin renunciar a su puesto en la PTA, Mutharika se unió al UDF y puso un pie en el activismo político.

De cara a las históricas elecciones del 17 de mayo de 1994, el UDF barajó varios candidatos de consenso para batirse con Banda, y Mutharika fue uno de los nombres que se propusieron. Sin embargo, la proclamación se la llevó el mismo presidente de la coalición, Bakili Muluzi, un antiguo mandamás del régimen, varias veces ministro, que había roto con Banda en 1982 antes de convertirse en un próspero hombre de negocios y en el principal vocero de las demandas prodemocracia.

Mutharika se postuló entonces para acompañar a Muluzi, de religión musulmana, en su papeleta para la vicepresidencia de la República, pero los mutuos recelos y antipatías desembocaron en ruptura. En enero de 1994 el economista anunció que se marchaba del UDF alegando que en el shadow cabinet montado por Muluzi a guisa de Gobierno nacional in péctore –y en cuyo seno él ostentaba la secretaría de planificación y desarrollo rural- había personas indignas de confianza. En las elecciones Muluzi se impuso con autoridad a Banda y al tercero en discordia, Chakufwa Chihana, de la Alianza por la Democracia (AFORD), tal que el 21 de mayo juró como presidente de Malawi con un mandato de cinco años.

Mientras su país se adentraba en una etapa democrática trufada de expectativas, las preocupaciones de Mutharika tuvieron que ver con su función al frente del COMESA, que oficialmente no se llamó así hasta diciembre. Por un lado, fue urgido a que explicara la situación financiera de la organización, al que algunos medios situaban al borde de la quiebra. Por otra parte, sus reiterados llamamientos a la SADC para proceder a la fusión de ambos grupos en aras de unas mejores perspectivas de crecimiento en toda la región cayeron en saco roto. Se daba la circunstancia de que entre los 20 miembros del COMESA estaban todos los componentes de la SADC, a excepción de Sudáfrica y Botswana.

Peor aún, en enero de 1997 recayeron sobre él unas denuncias de corrupción que el protagonista rechazó de plano y situó en una supuesta campaña de difamación urdida desde Lilongwe por el Gobierno del UDF, que atisbaba ambiciones presidenciales en su antiguo miembro. Según Mutharika, la comisión de investigación de las presuntas irregularidades nombrada por el Consejo de Ministros del COMESA y la decisión de éste de suspenderle cautelarmente en sus funciones eran fruto de las manipulaciones del presidente de turno de dicho órgano, que no era sino el ministro de Comercio de su país, Chakakala Chaziya. Sea como fuere, Mutharika no dio una explicación convincente sobre qué se había hecho de determinadas partidas presupuestarias y en abril siguiente se vio obligado a dimitir como secretario general, sin dejar de defender en todo momento su honorabilidad.

Las sospechas de que Mutharika acariciaba un proyecto político de calado fueron confirmadas en agosto de 1997 con la presentación del Partido Unido (UP), al que el ex ejecutivo internacional colocó en oposición frontal al UDF y con la mirada puesta en las elecciones generales de 1999. Ciertamente, el 15 de junio de ese año Mutharika y su pequeña formación concurrieron con un manifiesto muy crítico con la política de ajuste económico del mandatario que aspiraba a la reelección, y en particular con el modo de distribuir las ayudas del Banco Mundial, en un contexto de fuertes agitaciones laborales, constantes acusaciones al poder de dar rienda suelta a su autoritarismo y graves pérdidas económicas por las malas cosechas, en un país donde el sector agropecuario representa el 40% del PIB y donde casi el 90% de su fuerza laboral es campesina.

Incapaz de encontrar su espacio en un sistema de partidos que dominaban el UDF, el MCP y la AFORD, Mutharika cosechó un estrepitoso fracaso y con 22.000 votos, el 0,47% de los emitidos, quedó el último de los cinco pretendientes de la Presidencia. Ni que decir tiene que el UP no obtuvo representación en la Asamblea Nacional. La reacción de Mutharika fue retirarse a la vida privada, pero sus ambiciones políticas no desaparecieron. El medio para darles cauce fue, como en otros muchos casos de la política africana, dejarse asimilar por el poder y entrar en el oficialismo por la puerta grande.

En enero de 2001 Mutharika disolvió el UP y se dio de alta como miembro del UDF. El 7 de marzo siguiente se conoció la otra parte del pacto: Muluzi le nombraba vicegobernador del Banco de la Reserva de Malawi, el banco central. Pero la promoción de Mutharika en el entorno que otrora había vituperado no iba a detenerse ahí y pronto quedó de manifiesto que Muluzi confiaba en él más que en la mayoría de los colaboradores que habían permanecido a su lado desde la transición a la democracia.

El arranque del nuevo siglo en Malawi conoció el agravamiento de todos los problemas de fondo heredados en 1994, por más que el país gozaba de un régimen de libertades públicas incomparablemente mejor que en tiempos de Banda y de un marco pluralista y semicompetitivo: deriva autoritaria de los gobernantes, corrupción administrativa, gestión inepta o irresponsable de los magros recursos públicos, dependencia absoluta de los donantes foráneos de fondos, subdesarrollo crónico y nuevos desastres naturales provocados por un régimen pluviométrico muy irregular, que igual podía agostar las cosechas con sequías que arrasarlas con inundaciones.

La destrucción de las plantaciones de cereales y otros productos básicos en un país con buena parte de su población endémicamente pobre tuvo efectos devastadores y en 2002 tanto el Gobierno como las agencias de la ONU cifraron en millones los malawis directamente afectados por la penuria alimentaria o acuciados por la inanición, que estaría cobrándose vidas por centenares. Por si esto no fuera suficiente calamidad, el desastre humanitario se vio agravado por el estallido de brotes de cólera y de malaria, enfermedades que resultaban tanto más mortíferas por cuanto que en muchos casos atacaban a organismos indefensos por el SIDA. Y hete aquí el azote más letal de Malawi: la pandemia del SIDA, que estaba diezmando a una de las poblaciones mundiales con mayor tasa de individuos portadores del virus HIV, nada menos que el 15% de los habitantes.

En un panorama económico y social desolador, Muluzi dio varias muestras de destemplanza política. Su marcaje a los dirigentes opositores y a los propios cuadros del UDF que empezaban a disentir y a elevar críticas se hizo más férreo. El clima político se calentó extraordinariamente cuando el presidente, primero subrepticiamente y luego a las claras, promovió una campaña destinada a remover el impedimento constitucional a su tercer mandato quinquenal consecutivo y poder presentarse a la elección de 2004. A pesar de la ola de intimidaciones contra diputados, magistrados y periodistas, el proyecto de enmienda constitucional, que requería la aprobación por la mayoría de dos tercios, se estrelló en el Legislativo, y los partidos de la oposición, las influyentes iglesias cristianas, las organizaciones sociales y no pocos responsables del UDF, que entró en una etapa de sonadas defecciones, redoblaron sus protestas.

En enero de 2003 una segunda versión del proyecto de reforma volvió a naufragar y Muluzi, presionado también por los gobiernos acreedores y cooperantes en los programas de desarrollo, se avino a arrojar la toalla. Fue entonces cuando Mutharika, que continuaba como vicegobernador del Banco de la Reserva, empezó a ponerse en boca de algunos comentaristas como su posible sustituto para las presidenciales del año siguiente.

El 11 de marzo, en una mudanza que dejó perplejos a los donantes bilaterales, que tenían retenidos 75 millones de dólares en ayuda financiera hasta que el FMI diera el visto bueno a los presupuestos generales –el organismo multilateral, a su vez, condicionaba la entrega de 47 de los 55 millones de un paquete propio ya aprobado-, el Gobierno malawi anunció la creación del Ministerio de Planificación Económica y Desarrollo, oficina que hasta la fecha venía funcionando como un departamento del Ministerio de Finanzas y a cuyo frente fue puesto Mutharika. El nuevo ministerio hacía el 39 del gabinete y sus funciones no fueron claramente definidas. La comunidad internacional pidió a Muluzi que explicara la oportunidad de esta novedad, que a primera vista sólo iba a servir para generar más gasto en una administración gubernamental hipertrofiada hasta el absurdo.

Los observadores políticos señalaron que la creación del ministerio respondía sobre todo a una estrategia de promoción política de Mutharika, que necesitaba apoyarse en una alta oficina ejecutiva de aquí a las elecciones. Así que cuando el 30 de marzo Muluzi anunció a la nación que renunciaba a perseguir el tercer mandato y que el Comité Ejecutivo Nacional del UDF y el Gobierno habían "propuesto" a Mutharika como candidato presidencial del partido en 2004, la sorpresa fue relativa.

La designación a dedo del presidente no sentó nada bien en un UDF ya agrietado por las disidencias, pero Muluzi, en apariencia, prefirió correr el riesgo de un mayor desgaste de sus filas (de hecho, en los meses siguientes, disgustados por la elección de Mutharika, al que veían como un advenedizo de última hora que les había pisado sus propias ambiciones sucesorias, se pasaron al campo opositor el vicepresidente Justin Malewezi, el ex ministro de Agricultura Aleke Banda y el ex ministro de Salud Harry Thompson) a dejar de confrontar un sureño de toda confianza al aspirante opositor Brown Mpinganjira, un potentado que había figurado entre los fundadores del UDF y fungido como ministro antes de caer en desgracia y poner en marcha un pujante partido antigubernamental, la Alianza Democrática Nacional (NDA).

Mpinganjira era popular entre sus paisanos del sur y amenazaba con succionar mucho electorado regional que hasta la fecha había permanecido fiel al UDF. El poco conocido y gris Mutharika se antojaba un candidato débil, de perfil político desdibujado, que en ese ámbito debía todo a Muluzi. Pero jugaban a su favor su imagen de economista perito y, sobre todo, la maquinaria del poder, que no iba a regatear los medios para catapultarle a la Presidencia.

A las elecciones generales del 20 de mayo de 2004 se llegó en un clima enrarecido por las maniobras de hostigamiento desde el oficialismo y las denuncias de la oposición de flagrantes irregularidades en los padrones electorales, donde se echaron a faltar cientos de miles de nombres y cuya fecha de publicación, a escasos días de la cita con las urnas, resultó ser inconstitucional por exigua. En realidad, los comicios debieron haberse celebrado el día 18, pero la Comisión Electoral los retrasó dos jornadas para que los electores que desearan ejercer este derecho tuvieran más tiempo para comprobar si estaban registrados correctamente en las hojas censales.

El día de las elecciones transcurrió sin incidentes y, con una participación del 54,3%, Mutharika se adjudicó la victoria con el 35,9% de los votos (el sistema electoral malawi no exige la segunda vuelta si ninguno de los candidatos supera el 50%), seguido de John Tembo por el MCP, Gwanda Chakuamba por la Coalición Mgwirizano (Unidad) y Mpinganjira por la NDA. En la Asamblea Nacional, sin embargo, el MCP le dio la vuelta a la situación de fuerzas y, con 60 de los 194 diputados, aventajó al UDF en 11 actas. El partido del Gobierno fracasó en el intento de mantener su mayoría parlamentaria.

Mutharika fue proclamado presidente, pero sus rivales perdedores presentaron protestas de mayor o menor calado. Chakuamba, en particular, aseguró haber sido el "claro vencedor", mientras que militantes de los seis partidos de la Coalición Mgwirizano provocaron en vísperas de la toma de posesión en Lilongwe unos disturbios y saqueos que fueron atajados sin contemplaciones por las fuerzas del orden, las cuales, según testigos oculares, abatieron a cuatro revoltosos. Los observadores internacionales avalaron con ciertas reservas el proceso electoral; en particular, criticaron el desbarajuste en la identificación de los electores y la flagrante parcialidad de los medios de comunicación públicos.

El 24 de mayo, Mutharika, a los tres meses de cumplir los 70 años y respaldado por varios presidentes de la región que acudieron a la ceremonia, prestó juramento como tercer presidente de Malawi con mandato hasta 2009. En el discurso inaugural, afirmó que se comprometía a hacer de Malawi, uno de los países menos desarrollados de África y, por ende, del mundo (según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, en Malawi en 2001 la esperanza de vida al nacer, debido a los estragos del SIDA, había descendido a los 38 años, mientras que el PIB por habitante al tipo de cambio corriente se situaba en los 146 dólares), una nación "libre del hambre y próspera".

"Drásticas medidas" iban a ser aplicadas para "ganarle la guerra" a la pobreza, y en cuanto a las cuentas del Gobierno, serían escrutadas por auditores independientes, ya que "la inestabilidad económica ha sido causada por nuestra propia incapacidad de reducir el gasto público". La lucha contra la corrupción y los derroches presupuestarios perseguían generar un clima atractivo para las inversiones y los negocios, a la vez que vencer las reticencias de los donantes internacionales.

Mutharika se trazó también el objetivo de diversificar la economía y superar la omnipresencia del tabaco en la canasta de las exportaciones (la planta solanácea representa el 65% de las ventas al exterior). Sobre este tema, afirmó: "No vamos a comer tabaco. No estamos más que produciendo humo". Aparte, en entrevistas, el presidente se mostró muy optimista en lo referente a la captación de capitales y recordó que sus muchos años de funcionario internacional le habían permitido tejer una amplia red de contactos y amistades en los cenáculos financieros. Mutharika asumía el principio de disciplina fiscal que venía demandando el FMI y sus intenciones apuntaban en derechura a la estabilidad de las macromagnitudes y la promoción del libre mercado.

En los días y semanas posteriores a la inauguración de Mutharika las polémicas políticas arreciaron desde diversos frentes. Por una parte, Chakuamba y Tembo insistieron en arrojar serias dudas sobre el proceso electoral y rechazaron la invitación al consenso hecha por el flamante presidente, quien confidencialmente les ofrecía sendos puestos ministeriales. En las filas del UDF continuaban las trifulcas y se extendió la especie de que Muluzi, que continuaba como presidente nacional del partido, estaba resuelto a marcarle el terreno a su antiguo delfín.

La sensación de que el ex mandatario pretendía interferir en la labor de Mutharika se incrementó en los prolegómenos de la presentación, el 13 de junio, del nuevo Gobierno reducido de 21 ministros y 8 viceministros. Por composición y tamaño, este gabinete resultó ser menos complaciente de lo esperado con los deseos de Muluzi y confirió cierta credibilidad a Mutharika cuando decía que iba a gobernar en aras del interés nacional, no de un partido en particular.

Imposibilitada la fórmula inicialmente propuesta de un ejecutivo de unidad nacional que incluyese al MCP, Mutharika se las arregló, sin embargo, para convencer a Chakuamba de que retirara su impugnación electoral e integrara a su Partido Republicano (RP) en el Gobierno. Otro integrante de la Coalición Mgwirizano, el Movimiento por un Cambio Democrático Genuino (MGODE), secundó al RP. También obtuvieron carteras la AFORD –su líder, Chihana, se hizo cargo de Agricultura, Irrigación y Seguridad Alimentaria-, que ya estaba asociado con el UDF antes de las elecciones, y un pequeño partido extraparlamentario, el Congreso Nacional por la Democracia (NCD).

Con esta astuta maniobra, que recordaba la propia captación de Mutharika por Muluzi en 2001, el presidente arrojó la discordia en la Coalición Mgwirizano. Pero los éxitos de Mutharika no se detuvieron ahí. Dos días después de jurar los ministros fue Mpinganjira quien anunció que sumaba su partido al bloque oficialista. Los medios informaron incluso que Mutharika y el líder de la NDA ya habían pactado la designación del segundo como el candidato presidencial del UDF en 2009.

Y el 30 de junio se supo que 26 de los 38 diputados que habían sido elegidos con la etiqueta de independientes se pasaban a la bancada del UDF. Todas estas adquisiciones conformaban una mayoría progubernamental de 107 escaños, suficiente para sacar adelante los proyectos de ley, pero generaron honda preocupación en ONG, movimientos sociales y otros representantes de la sociedad civil por lo que pudiera suponer de falseamiento de la dialéctica Gobierno-oposición en democracia.

(Cobertura informativa hasta 1/9/2004)