Antti Rinne

En Finlandia, democracia parlamentaria de la UE donde las amplias coaliciones de gobierno son la norma más que una costumbre, el líder socialdemócrata Antti Rinne formó el 6 de junio de 2019 un Gabinete mayoritario en compañía de centristas, verdes, izquierdistas y populares suecos. Se trata del primer jefe de Gobierno del SDP desde la época de Paavo Lipponen (1995-2003), ya que los seis primeros ministros sucedidos entre uno y otro pertenecieron bien al Partido de Centro (Keskusta), bien al Partido Conservador (KOK). El hecho de que los socialdemócratas tuvieran ministros en la mitad de esos gabinetes testimonia perfectamente la alta capacidad de compromiso y el pragmatismo de los políticos fineses.

Rinne es un abogado laboralista que adquirió fama nacional como dirigente sindical combativo y que solo en 2014 hizo el salto a la alta política, convirtiéndose de golpe en líder del SDP, viceprimer ministro y ministro de Finanzas. En 2015 encajó unos resultados electorales históricamente pésimos para su partido y desde la oposición fustigó las medidas de austeridad, tan positivas para la reducción del déficit y la deuda como impopulares, practicadas por el Ejecutivo orientado a la derecha del jefe del Keskusta, Juha Sipilä.

Tras recobrar para su formación en las legislativas del 14 de abril el primer puesto perdido en 1999 (aunque solo por unos pocos miles de papeletas, pudiéndose hablar de un virtual empate en el 17% de los votos con la extrema derecha del Partido de los Finlandeses y el KOK), Rinne, que insiste mucho en los conceptos de equidad y sociedad sostenible, fue capaz de consensuar con cuatro socios de diferentes ideologías un plan de gobierno que establece un aumento notable del gasto público con el margen que da la coyuntura económica positiva, pero sin arriscar la consolidación fiscal lograda por el Gabinete Sipilä. El programa gubernamental pone énfasis en la protección del amplio estado del bienestar finlandés y en la generación de empleo como instrumento para contrarrestar el envejecimiento de la población, que acarrea crecientes costes a la sanidad pública y la seguridad social. Esto supone aparcar por el momento una reforma estructural del sistema que el anterior Gobierno ya abordó sin éxito.


(Nota de actualización: esta biografía fue publicada el 11/6/2019. Antte Rinne presentó la dimisión el 3/12/2019 tras retirarle la confianza el partido KESK por su manejo de la huelga del servicio de correos; siete días después fue sucedido como primer ministro por Sanna Marin, quien el 23/8/2020 le tomó el relevo también en el liderazgo del SDP).

Formado como abogado por la Universidad de Helsinki, donde cursó la carrera de Leyes en el tiempo récord de año y medio, su interés en el Derecho estuvo enfocado desde un principio en las demandas de los trabajadores y los conflictos del mundo laboral. En los primeros años ochenta se ganó la vida con una serie de trabajos de operario y en 1987 empezó a ejercer la abogacía para el sindicato de transportistas AKT. En 1988, además, se estrenó en la política municipal como concejal de Lohja, municipio próximo a Helsinki. En 1992 concluyó este mandato local, pero cuatro años después salió elegido en Mäntsälä, un ayuntamiento más al norte. Fue también aquel año, 1996, cuando Rinne dejó la AKT y montó su propio despacho de abogados laboralistas. Su cliente principal en este período fue el Sindicato de Guardias de Fronteras (Rajavartioliitto Ry).

La defensa legal de las uniones de trabajadores finlandeses empujó a Rinne a convertirse en un sindicalista propiamente dicho. En 2002 salió elegido presidente de la ERTO, gremio de trabajadores de servicios y especialistas del sector privado, y en 2005 presidente del Sindicato de Asalariados (Toimihenkilöunioni, TU), con presencia mayoritaria de empleados de puestos industriales técnicos, económicos y de las tecnologías de la información. Asimismo, asumió la vicepresidencia de la Confederación Finlandesa de Profesionales (STTK), central que afiliaba a cientos de miles de trabajadores de cuello blanco de múltiples ramos y de la que la ERTO era integrante.

Durante una década más, Rinne desarrolló actividades directivas en otros sindicatos y asociaciones laborales de Finlandia. Entre 2006 y 2014 fue presidente o vicepresidente de los Trabajadores Industriales (TP), Pro (el principal miembro de la STTK) y el Fondo de Desempleo Pro. Desde 2013 desempeñó también una de las vicepresidencias de la Federación de Sindicatos Industriales de los países nórdicos Nordic IN. Adicionalmente, estuvo en los consejos directivos, entre otros, de la Federación Europea de Trabajadores del Metal (EMF) y el Consejo de Sindicatos Nórdicos (NFS).

La notoriedad nacional de Rinne subió muchos puntos tras constituirse en 2011 el Gobierno de gran coalición arco iris comandado por el conservador Partido de la Coalición Nacional (KOK) de Jyrki Katainen y el Partido Socialdemócrata (SDP) de Jutta Urpilainen, primer ministro y viceprimera ministra y ministra de Finanzas respectivamente, cuyas recetas de austeridad para podar déficit público y reducir las deudas del Estado el jefe sindicalista fustigó enérgicamente. Duro interlocutor en las discusiones interconfederales sobre la negociación colectiva de los trabajadores y en el diálogo con el Gobierno, Rinne llegó a ser tildado desde las centrales patronales de "bandido del mercado laboral" y de "gángster sindical" por su seco estilo combativo y su propensión a amenazar con huelgas para obligar a los empresarios a ceder en sus posiciones.

Rinne era desde su juventud militante del SDP, pero hasta ahora se había mantenido bastante apartado de la acción partidaria. En 2012 fue elegido uno de los vicepresidentes del SDP, aunque durante un tiempo siguió ausente de la primera línea. Este bajo perfil político tocó a su fin en los primeros meses de 2014 al calor de la polémica nacional sobre el marcado conservadurismo fiscal del Ejecutivo, que estaba teniendo repercusiones muy negativas en la actividad económica, hasta el punto de caer Finlandia en su tercera recesión desde 2008; como resultado, el déficit público, en vez de alejarse de la línea roja del 3% del PIB, la rebasó.

El presidente del sindicato Pro acusó a Urpilainen de no ponerle un contrapunto izquierdista a Katainen y su formación, centrados como estaban en la estrategia de recortes del gasto público y subidas de impuestos a las rentas medias para estabilizar las finanzas, y de arrastrar al SDP fuera de la esfera propia de la socialdemocracia escandinava, tradicionalmente comprometida con la implicación intensa del Estado en la generación de crecimiento y empleo, y la defensa de las clases trabajadoras. Así las cosas, Rinne salió a desafiar el liderazgo de Urpilainen en el próximo congreso del SDP y el 9 de mayo de 2014, con un resultado muy ajustado, por 257 votos contra 243, le arrebató el mando del partido.

El golpe de mano de Rinne en el SDP iba a tener necesariamente consecuencias de calado para el Gobierno de gran coalición, que afrontaba también una reconfiguración desde su otro pilar, el KOK, ya que Katainen, el 5 de abril, había anunciado su deseo de renunciar a todos sus puestos políticos en casa para aspirar a un alto cargo en la Unión Europea.

El reemplazo de Urpilainen por Rinne como número dos del Gobierno tuvo lugar el 6 de junio y no esperó hasta la elección del nuevo líder de KOK. Este fue Alexander Stubb, hasta entonces el ministro de Asuntos Europeos y Comercio Exterior, quien se mostró receptivo a la idea de matizar la vigilancia prioritaria de la situación financiera con la aprobación de una partida de gasto en estímulos económicos y una posible bajada de impuestos para empujar la demanda interna. El 24 de junio de 2014 Stubb constituyó un Gabinete de cinco partidos —además del KOK y el SDP, el Partido Popular Sueco (RKP/SFP), la Liga Verde (VIHR) y los cristianodemócratas (KD), es decir, los mismos socios del Gabinete Katainen salvo la Alianza de Izquierda (VAS), que se había marchado ya en abril— y donde Rinne debutaba a lo grande en las funciones gubernamentales desde los puestos de viceprimer ministro y ministro de Finanzas.

La fulminante subida al Ejecutivo finés de Rinne, el beligerante y temido líder sindical convertido, de golpe y porrazo, en la segunda persona del Gobierno, abrió un breve capítulo personal con ecos decepcionantes. Su exigua mayoría sobre Urpilainen en la elección interna de mayo dio lugar a un liderazgo socialdemócrata débil. Además, su discurso nítidamente de izquierdas quedó difuminado por los compromisos de la renovada coalición con el KOK, que dejaron intactas las metas de disciplina financiera ajustadas al Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE, es decir, la compresión de la deuda y el déficit públicos por debajo de los umbrales del 60% y el 3% del PIB. Las cosas no marcharon mejor para el primer ministro Stubb, blanco igualmente de críticas por el mal curso de la economía y que en septiembre de 2014 encajó la defección de los ministros de la VIHR.

El 19 de abril de 2015 tocaban las elecciones generales y Rinne afrontó con inquietud su primer examen en las urnas por partida doble: estos eran sus primeros comicios como líder del SDP y también se trataba de su primera postulación a un escaño del Eduskunta o Parlamento. Él ganó ese mandato, pero el partido compartió sanción electoral con el KOK, un retroceso de más de dos puntos de voto que dejó su cuota en el 16,5%, y perdió ocho escaños, quedándose con 34 sobre 200. El SDP cayó de la segunda a la cuarta posición en el Eduskunta y de hecho encajó los peores resultados desde su fundación en 1899, cuando Finlandia todavía era parte del Imperio Ruso.

El 28 de mayo fue investido primer ministro Juha Sipilä, líder del partido más votado, el de Centro (Keskusta), en coalición mayoritaria con el KOK de Stubb y, hecho inédito en la historia del parlamentarismo finlandés, el Partido de los Finlandeses o Verdaderos Finlandeses (PS) de Timo Soini, potente partido de la derecha nacional-populista euroescéptica, la segunda fuerza del Eduskunta. Al día siguiente, Rinne cesó oficialmente en el Ejecutivo, donde el puesto de viceprimer ministro pasó a Soini y el Ministerio de Finanzas a Stubb.

Primer ministro de un Gobierno pentapartito con un programa antiausteridad
Desde la oposición, Rinne se encontró más cómodo para expresar sus convicciones socialdemócratas clásicas ahora que tenía en frente un Gobierno orientado a la derecha y partidario de endurecer el rigor fiscal tirando de recortes sociales. Sin embargo, su patente falta de gancho personal, con un aire plomizo y funcionarial que contrastaba incluso para los estándares de la política finesa, caracterizada por los liderazgos partidistas pobres en carisma, limitaba un tanto los réditos electorales que para el SDP pudiera tener la constante erosión de la popularidad de Sipilä. Por contra, su fuerte ascendiente sindical era visto como una ventaja indiscutible de cara a las próximas elecciones.

En junio de 2017, cuando la gestión del primer ministro centrista ya acumulaba una serie de frutos en términos macroeconómicos, el Gabinete tripartito se vio sacudido por el cambio de guardia en el PS, cuyo liderazgo capturó Jussi Halla-aho, perteneciente a la extrema derecha del partido y con un discurso crudamente antiinmigración. El Keskusta y el KOK (desde junio de 2016 liderado por Petteri Orpo) declararon que, en tales circunstancias, el PS no podía formar parte del Gobierno, pero al poco Soini y sus partidarios anunciaron su ruptura con Halla-aho y su desgajamiento orgánico para formar una nueva agrupación, ideológicamente más moderada, de nombre Reforma Azul (SIN), la cual vino a sustituir al PS como integrante del Gobierno.

En marzo de 2019, faltando menos cinco semanas para las elecciones generales, Sipilä llegó a presentar la dimisión, respondida por el presidente de la República, Sauli Niinistö con la petición de que continuara liderando el Ejecutivo en funciones. El gesto del primer ministro obedecía al fracaso de una reforma sanitaria pensada para asegurar la sostenibilidad del sistema, entre los más protectores del mundo, ante el aumento imparable del gasto en sanidad y en pensiones, en un contexto de envejecimiento poblacional a un ritmo muy superior al de la creación de empleo. Esta secuencia de tropezones en el oficialismo, se suponía, tenía que favorecer al SDP de Rinne.

A las elecciones de abril de 2019 el SDP llegó encabezando tímidamente los sondeos y con su líder defendiendo un programa de preservación de los cimientos del estado del bienestar y subidas del gasto público financiadas con alzas de impuestos para las rentas altas, las empresas y los beneficios de capital. El jefe socialdemócrata, que en el arranque del año sufrió una complicación coronaria a raíz de una infección neumónica contraída en diciembre, hacía constantes alusiones a la equidad social, la cual según él debía imperar en el sistema tributario, necesitado de más progresividad, en la paridad salarial, hoy por hoy inexistente también en la altamente desarrollada Finlandia, y en las opciones de la conciliación laboral y familiar.

Sin embargo, Rinne no era un político especialmente apreciado en los ambientes feministas desde que en agosto de 2017 exhortara a las mujeres finlandesas a cumplir con sus "deberes patrióticos" y dar más al país, resolviendo así el problema demográfico. Aquel comentario, formulado con tono imperioso, desató ácidas críticas y llegó a ser comparado con las urgencias natalistas de la Alemania nazi, viéndose obligado el dirigente opositor a pedir disculpas.

El 14 de abril de 2019 el SDP recuperó la condición de primer partido del país, perdida en los comicios de 1999, cuando su líder era el primer ministro de la época, Paavo Lipponen, pero la victoria fue por la mínima y dejó un poso de decepción, que Rinne no pudo evitar evocar en sus primeras palabras para los medios. Los socialdemócratas se encaramaron primeros con el 17,7% de los votos y 40 escaños, seis más que en 2015, seguidos muy de cerca por el PS de Jussi Halla-aho (el 17,5% y 39) y el KOK del viceprimer ministro y ministro de Finanzas Petteri Orpo. Por menos de 8.000 votos, la extrema derecha, a la que apenas había afectado la escisión de la SIN (el partido de Soini no llegó ni al 1%), no se alzó primera. En cuanto al Keskusta, el partido del primer ministro Sipilä intercambió con el SDP las posiciones obtenidas cuatro años atrás y se hundió a los 31 escaños con el 13,8% de los sufragios, sus peores resultados en un siglo.

Correspondía a Rinne el primer turno para intentar formar gobierno, tarea que se antojaba complicada pero perfectamente factible, en un país donde forjar coaliciones de múltiples partidos con ideologías diversas formaba parte de la cultura política, tan proclive al compromiso. La aritmética parlamentaria, con un Eduskunta fraccionado en un ramillete de fuerzas sin grandes diferencias de tamaño entre sí, imponía que el próximo Gabinete contara con cuatro partidos como mínimo. De hecho, nunca antes en los 112 años de historia electoral nacional ningún partido había superado el 20% de los votos.

Los primeros movimientos del dirigente socialdemócrata, que el 24 de abril fue investido presidente del Eduskunta en una especie de mandato puramente temporal, se encaminaron a descartar al PS y el KOK como socios de coalición, y a alcanzar un entendimiento con los centristas de Sipilä, los verdes de Pekka Haavisto, los izquierdistas de Li Andersson y los populares suecos de Anna-Maja Henriksson. La suma de SDP, Keskusta, VIHR, VAS y RKP/SFP daría una mayoría absoluta de 117 diputados.

El 26 de mayo las conversaciones a cinco bandas marchaban a buen ritmo, y animadas por la propuesta hecha a los partidos en materia fiscal por la Federación Finlandesa de Sindicatos (SAK), deseosa de influenciar a su viejo colega Rinne, cuando Finlandia celebró sus elecciones al Parlamento Europeo. Esta vez, el SDP, pese a subir en votos (aunque sin ganancia de escaños), hubo de conformarse con ser tercero, a la zaga del KOK y la VIHR.

Días después, Rinne y los otros cuatro cabezas de facción ultimaron un pacto de gobierno que enterraba cualquier atisbo de ajuste o austeridad en favor de una expansión del gasto social por valor de 1.230 millones de euros en los próximos cuatro años, a invertir en las coberturas y ayudas que recibían los parados, los pensionistas, los trabajadores con pocos ingresos y las familias con hijos. Otros 3.000 millones se destinarían a obras de infraestructuras, en particular la red de ferrocarriles. La expansión fiscal era fiada a los ingresos tributarios del crecimiento económico, que en 2018% había sido del 2,3% y que este año, se preveía, anotaría una tasa positiva de entre el 1,5% y el 1,9%. Además, habría una subida de impuestos, directos e indirectos, equivalente a 730 millones de euros y el Gobierno sacaría 2.500 millones más de la venta a compradores privados de activos y propiedades del Estado.

Los partidos del próximo Gobierno creían disponer de margen suficiente para tal volumen de gasto porque el déficit público era solo ya del 0,7% del PIB y la deuda pública, por primera vez desde 2013, había caído por debajo del 60%. Esta notable consolidación fiscal era el resultado de las políticas económicas del Gobierno saliente de Sipilä, de cuya impopularidad el Keskusta había sido el único damnificado electoral. Rinne y sus socios se fijaron además una meta de empleo del 75%, frente al índice del 72,4% actual —la tasa de paro andaba en el 6,6%, un poco por encima de la media de la UE pero por debajo del promedio de la Eurozona—, lo que entrañaba crear 60.000 nuevos trabajos hasta 2023.

En cuanto a los compromisos con el medio ambiente, capítulo lógicamente central en el programa de la VIHR pero muy presente también en los demás partidos, el nuevo Gabinete de centro-izquierda hacía votos por descarbonizar completamente la economía finlandesa en el año 2035. En añadidura, el grueso de la subida de los impuestos indirectos afectaría a los combustibles fósiles. Para Rinne, este programa gubernamental se dirigía a "construir una sociedad social, económica y ecológicamente sostenible", haciendo de Finlandia un "estado del bienestar nórdico del futuro" guiado por el concepto de inclusividad.

El 6 de junio de 2019 el Eduskunta eligió primer ministro a quien todavía era el presidente de la Cámara con el respaldo de 111 diputados. 74 legisladores votaron en contra y los demás se ausentaron de la sesión de investidura. El Gabinete Rinne se componía de 18 ministros con cartera, de los que seis eran para el SDP, cinco para el Keskusta (incluidos Mika Lintilä, viceprimer ministro y ministro de Finanzas, y Antti Kaikkonen, ministro de Defensa), tres para la VIHR (que se llevó tres puestos de relieve, los de Exteriores, para su líder, Haavisto, Interior y, como era previsible, Medio Ambiente y Cambio Climático), dos para la VAS y otros dos para el RKP/SFP. De los 19 miembros del Gobierno, 11 eran mujeres. Al día siguiente, Matti Vanhanen, anterior primer ministro y líder del Keskusta (2003-2010), fue elegido presidente del Eduskunta.

Antti Rinne está casado en terceras nupcias con Heta Ravolainen. Sus cuatro hijos, dos biológicos y dos adoptados, los tuvo con su anterior esposa, Merja.

(Cobertura informativa hasta 11/6/2019)