António Guterres

El dirigente socialista António Guterres encabezó entre 1995 y 2002 dos gobiernos que para Portugal supusieron una época de bonanza económica, muy bajos niveles de paro y esfuerzos de convergencia para la adopción del euro, que en 1999 permitieron al país meterse en el pelotón de los cumplidores de la tercera etapa de la Unión Económica y Monetaria. En el terreno internacional, Guterres puso en marcha la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa, fue un actor fundamental para la compleción del complicado proceso emancipador de la antigua colonia lusa de Timor Oriental, ocupada por Indonesia hasta 1999, y entregó a la soberanía de China Popular, también en 1999, la provincia ultramarina de Macao, último vestigio del antiguo imperio colonial portugués. En 2002, una abultada derrota en las elecciones municipales que tenía como telones de fondo la desaceleración de la economía y el deterioro de las finanzas públicas empujó a Guterres a dimitir como jefe del Gobierno y secretario general del PS.

Guterres siguió siendo presidente de la Internacional Socialista hasta 2005, año en que resultó elegido Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Como responsable del ACNUR, oficina de la que se despidió el último día de 2015, el funcionario portugués tuvo que enfrentar los efectos devastadores de las guerras de Oriente Medio, que han elevado el número de personas desplazadas por la fuerza de sus hogares hasta los 65 millones y el de refugiados -incluidos en el número anterior- a los 21 millones en todo el planeta, unas cifras sin precedentes desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Con su labor incansable en defensa de las víctimas civiles de los conflictos armados y las persecuciones políticas, Guterres se ha hecho merecedor del cargo de secretario general de la ONU, el noveno desde 1946, otorgado por los países miembros al cabo de una serie de votaciones secretas desarrolladas en el Consejo de Seguridad y concluidas el 5 de octubre de 2016.

El 1 de enero de 2017 Guterres, precedido por una reputación de hombre amable, concienzudo y honesto sin tacha, y llevando un programa que tiene como eje la prevención de conflictos, sucederá al surcoreano Ban Ki Moon en la jefatura de una organización que no pasa por sus mejores momentos. La ONU, entre cuyas misiones fundamentales figuran el mantenimiento de la paz y la seguridad, y la promoción de los Derechos Humanos, asiste impotente, ninguneada por gobiernos locales y potencias extranjeras más pendientes de sus intereses estratégicos particulares, a la prolongación de las guerras civiles que desangran Siria, Afganistán, Irak, Yemen y Libia, países todos ellos golpeados en mayor o menor grado por el terror del Estado Islámico y otras expresiones del yihadismo, amén del bloqueo de la situación en Palestina.

Varias de sus operaciones de protección y estabilización sobre el terreno, como puede advertirse en Sudán del Sur, Haití y la República Centroafricana, escenarios de tensiones y violencias, tampoco están resultado efectivas. Es más, algunos contingentes de cascos azules vienen recibiendo sólidas acusaciones de graves negligencias y hasta de cometer abusos sexuales contra población civil, con el consiguiente escándalo de descrédito. En tanto que organización, la ONU también ha sido marginada de procesos negociadores de alto nivel como el que ha conducido al acuerdo nuclear con Irán. 


(Texto actualizado hasta octubre 2016)

1. Los años al frente del Gobierno de Portugal
2. El alto funcionario de la ONU: del ACNUR a la Secretaría General
3. Aspectos personales, membresías y distinciones

1. Los años al frente del Gobierno de Portugal

Hijo de un funcionario de la compañía del gas y electricidad, la familia estaba afincada en Lisboa, aunque él nació en el distrito de Castelo Branco. En 1966, una vez concluidos los estudios secundarios en el lisboeta Liceu Camões, una de las más escuelas más prestigiosas del país, ingresó en el Instituto Superior Técnico (IST) de la Universidad Técnica de Lisboa y cinco años después se licenció en Ingeniería física y electrónica con altas calificaciones. En 1972 completó su formación con un curso de Economía mientras ejercía como auxiliar de docencia en la IST, concretamente en la asignatura de Teoría de Sistemas y Señales de Comunicaciones. En la época de la liberalización moderada de la dictadura salazarista bajo el Gobierno del primer ministro Marcelo Caetano (1968-1974) Guterres participó en grupos de reflexión cristiana que debatían sobre cuestiones políticas, sociales y religiosas, y se mostró activo en diversas organizaciones de servicio ciudadano.

Entre 1968 y 1972 fue miembro de la Juventud Universitaria Católica, en 1970 ingresó en la Asociación para el Desarrollo Económico y Social (SEDES), de 1971 a 1972 presidió el Centro de Acción Social Universitario, dedicado a labores de formación de personas sin recursos en barrios marginales de Lisboa, y entre 1973 y 1974 fue vicepresidente fundador de la Asociación Portuguesa de Defensa del Consumidor. En el ámbito profesional, se integró en la administración pública y desempeñó puestos de funcionario en organismos tales como el Instituto de Participaciones del Estado y el Gabinete del Área de Siles, donde de 1973 a 1974 fue jefe de la sección de planificación técnica e industrial.

Nada más producirse la Revolución de los Claveles que liquidó el régimen del Estado Novo, el 25 de Abril de 1974, Guterres se afilió al Partido Socialista (PS), fundado por Mário Soares el 19 de abril de 1973. Inicialmente, entró en la Comisión Nacional del PS, donde asumió labores como la coordinación de la recién instituida Federación del área de Lisboa, y desde de 1976 dirigió las campañas del partido para las elecciones legislativas, a las que aportó sus dotes de organizador. Desde el I Gobierno Provisional, el formado el 16 de mayo de 1974 por Adelino da Palma Carlos, Guterres figuró en los escalafones técnicos del Ejecutivo luso, al principio como jefe de gabinete en la Secretaría de Estado de Industria. Entre 1975 y 1976 fungió de adjunto al ministro de Finanzas y hasta 1979 fue miembro de la Comisión que negociaba con las autoridades de Bruselas el ingreso de Portugal en las Comunidades Europeas (CEE), solicitado por Soares en marzo de 1977.

Guterres se enfrentó al 25 años mayor Soares en 1980 al discrepar de la consigna dada por el secretario general a los socialistas para que en las elecciones presidenciales de diciembre votaran por ex general y candidato independiente Ramalho Eanes, enfrentado en las urnas al también general retirado António Soares Carneiro, quien contaba con el respaldo de la alianza conservadora del fallecido primer ministro Francisco de Sá Carneiro, y de nuevo en junio de 1983, cuando Soares regresó a la jefatura del Gobierno en coalición con el Partido Social Demócrata (PSD), la formación, pese a su nombre, de centroderecha liberal fundada por Sá Carneiro, luego liderada por Francisco Pinto Balsemão, a la sazón el primer ministro saliente, y ahora por Nuno Rodrigues dos Santos.

En los comicios de abril de 1976, que echaron a andar la fase constitucional de la III República Portuguesa, 1976, Guterres gano el mandato de diputado de la Asamblea de la República y en diciembre de 1979 resultó elegido presidente de la Asamblea Municipal de Fundão, ayuntamiento del distrito de Castelo Branco, puestos ambos que, exceptuado la legislatura 1983-1985 en lo tocante a su escaño en la Asamblea de la República, desempeñó hasta 1995. Como diputado nacional, entre 1981 y 1983 fue miembro de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, cuya Comisión de Migraciones, Refugiados y Demografía presidió. Relegado durante unos años a labores de organización interna, debido a sus reiterados desacuerdos con Soares, en el aparato del Secretariado Nacional del PS, del que fue miembro en el período 1977-1981 y de nuevo desde 1986 siendo el secretario general Vítor Constâncio (en sustitución de Soares, elegido aquel año presidente de la República), a partir de 1988, con la llegada de Jorge Sampaio a la Secretaría General, Guterres recuperó notoriedad como líder del grupo parlamentario socialista, en esos momentos en la oposición al Gobierno del socialdemócrata Aníbal Cavaco Silva

El 23 de febrero de 1992, finalmente, Guterres salió elegido secretario general del PS en el X Congreso Nacional de la formación. Tomaba el relevo a Sampaio, dimitido días atrás por las críticas internas a su liderazgo que venían acumulándose desde las elecciones generales de octubre de 1991, en las que el PS, pese a la ganancia de votos y escaños, había sido incapaz de quebrar la mayoría absoluta del PSD de Cavaco.

Tras tres derrotas consecutivas, en las elecciones legislativas del 1 de octubre de 1995 el PS con Guterres de capitán se impuso finalmente al PSD, el cual llevaba a Fernando Nogueira de cabeza de lista, con el 43,9% de los votos y 112 escaños. Se trataban de los mejores resultados de su historia, que situaron al PS al borde de la mayoría absoluta. El 28 de octubre Guterres tomó posesión al frente de un Gobierno monocolor, el primero de este signo en Portugal (si se exceptuaba el breve ejecutivo en funciones de 1985) desde el primer Gabinete Soares de 1976-1978.

Favorecido por un clima político más benigno que en los años precedentes y por la renovación, en enero de 1996 y en la figura de Sampaio, del control socialista de la Presidencia de la República, Guterres inauguró una gestión económica que apostó por un mayor aumento de la producción y la riqueza nacionales en plena coyuntura de bonanza, pero sin renunciar a los criterios de convergencia a la moneda única europea, que se centraban en el rigor financiero, el control de la inflación y la estabilidad monetaria. Más de estilo que de fondo, los cambios que Guterres imprimió en los meses siguientes incluyeron un pacto social con los sindicatos y la patronal para la reducción de las horas de trabajo semanales y la elevación del salario mínimo.

Guterres tampoco detuvo el programa de privatizaciones ejecutado por Cavaco, pues los ingresos que aportaban al Estado permitían al Gobierno enjuagar una parte de deuda pública y corregir el déficit presupuestario sin recurrir a la reducción de las partidas sociales, como las destinadas a generar empleo. Finalmente, la buena evolución de todas las variables permitió a Portugal figurar entre los once estados miembros de la Unión Europea que el 1 de enero de 1999 culminaron la tercera etapa de la Unión Económica y Monetaria y accedieron al euro. Este logro, más la sensible reducción del paro, hasta situarse al filo del 4%, tasa que solo superaba levemente a las de los países más ricos de la UE, como Austria, Luxemburgo y Holanda (y que contrastaba con el 15% que había en la vecina España), y la imagen de modernidad del país, proyectada en la Exposición Universal de Lisboa de 1998, contribuyeron a hacer un balance positivo del primer Gobierno Guterres.

No obstante, el primer ministro sufrió en el mismo 1998 una doble derrota en las urnas, los referendos adversos sobre los proyectos de ley de liberalización del aborto (28 de junio) y de reforma de la ordenación territorial (8 de noviembre), que fueron tumbados respectivamente con el 50,9% y el 63,5% de los votos. De haberse aprobado, la primera ley habría permitido a las mujeres interrumpir voluntariamente los embarazos hasta la décima semana de gestación. En cuanto a la segunda norma, habría supuesto la regionalización de Portugal, con la creación de asambleas regionales elegidas directamente por los ciudadanos y la dotación de más autonomía a las corporaciones locales. El alivio para Guterres llegó meses después cuando las elecciones al Parlamento Europeo del 13 de junio de 1999, en las que el PS se mantuvo en cabeza con el 43,1% de los votos. Las elecciones europeas sirvieron de termómetro de las generales: el 10 de octubre de 1999 los socialistas revalidaron su éxito electoral con el 44% de los sufragios y 115 escaños, entre ellos el de Guterres, que el 25 de octubre alineó su segundo Gabinete.

El crédito internacional de Guterres quedó cimentado por los sucesivos eventos de los que el primer ministro fue organizador y anfitrión: la cumbre en Lisboa en julio de 1996 con las seis antiguas colonias portuguesas de África y América, encuentro que supuso la puesta en marcha de la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP); la V Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la OSCE, celebrada en Lisboa en diciembre de 1996; y la VIII Cumbre Iberoamericana, celebrada en Oporto en octubre de 1998. Como presidente nacional de turno del Consejo Europeo en el primer semestre de 2000, Guterres copresidió la I Cumbre UE-África, celebrada en El Cairo en abril, y el 31 de mayo dirigió en Lisboa la cumbre anual Estados Unidos-UE. Al igual que los Consejos ordinarios de Lisboa, el 23 y 24 de marzo, y Santa María de Feira, el 19 y 20 de junio.

De la primera cita de los jefes de Estado y de Gobierno de la UE salió la denominada Estrategia o Agenda de Lisboa, que se marcaba el objetivo estratégico de convertir la economía de la Unión de la próxima década en "la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer económicamente de manera sostenible con más y mejores empleos, y con mayor cohesión social". El segundo Consejo alumbró un acuerdo para la puesta en marcha de un cuerpo de policía europeo enfocado a misiones de pacificación en conflictos regionales, y declaró a Grecia apta para adoptar el euro al haber cumplido los criterios de convergencia para la moneda única. Además, la presidencia portuguesa del Consejo de la UE defendió con vigor la aplicación de sanciones a Austria tras la formación en el país centroeuropeo (febrero de 2000) de un Gobierno que incluía al partido ultraderechista de Jörg Haider.

Durante la crisis de 1999 en Timor Oriental, la antigua provincia lusa de ultramar invadida y anexionada por Indonesia en 1975-1976, el Gobierno de Guterres condenó con la máxima dureza a su homólogo del país asiático por la resistencia violenta de los paramilitares antisecesionistas a reconocer el resultado del referéndum, acordado el 5 de mayo en unas negociaciones tripartitas entre Portugal, Indonesia y la ONU, y celebrado el 30 de agosto, en el que los timoreses habían rechazado masivamente el estatuto de amplia autonomía que Yakarta les ofrecía y optado por la independencia nacional. Una vez pacificado el territorio tras la intervención de la fuerza militar internacional, INTERFET, en la que Portugal contribuyó con un millar de soldados (además de dos fragatas, un avión de transporte y cuatro helicópteros) luego transferidos a la misión de Naciones Unidas, UNTAET, que en febrero de 2000 tomó el relevo a INTERFET, y completada la retirada de las tropas de ocupación indonesias, Guterres recibió el 1 de octubre en Lisboa a Xanana Gusmão, el líder del movimiento independentista timorés y presidente en ciernes del próximo Estado de Timor-Leste, y en abril de 2000 realizó una histórica visita a la isla.

También en 1999, el 19 de diciembre, Guterres supervisó en Macao la transferencia de la soberanía de este territorio, hasta ahora provincia ultramarina, a China, poniendo fin a 442 años de presencia portuguesa en el país asiático y liquidando el último vestigio del antiguo imperio colonial iniciado con las exploraciones oceánicas en el siglo XV. En adelante, Macao gozaría de un estatus autonómico como Región Administrativa Especial de la República Popular China. En otro aspecto internacional, el 10 de noviembre de aquel mismo año Guterres fue elegido presidente del Presidium de la Internacional Socialista, donde desde septiembre de 1993 venía siendo vicepresidente. La decisión fue adoptada por el XXI Congreso de la IS celebrado en París y supuso la conclusión del ejercicio del ex primer ministro francés Pierre Mauroy.

La cómoda reválida electoral de 1999 dio pronto paso en 2000 a signos de desazón y pesimismo por el aflojamiento de la actividad económica y el consumo, las subidas de los tipos de interés, el encarecimiento de los precios y la percepción de que había una mayor inseguridad ciudadana en las calles del país, preocupación esta última que la tercera agrupación política del país, el derechista Centro Democrático y Social-Partido Popular (CDS-PP), vinculó a la afluencia de inmigrantes extranjeros. Después de crecer durante años por encima de la media de la UE con una tasa superior al 4%, el PIB portugués cayó al 1,9% en 2001, mientras que la inflación trepó al 4,2%.

Además, agentes sociales y observadores foráneos coincidieron en señalar que el país atlántico aún tenía pendientes de acometer vigorosas reformas en las estructuras sanitaria, educativa, tributaria y judicial, todo lo cual hizo a la oposición conservadora poner el grito en el cielo por el "descontrol financiero" del Gobierno socialista y por la "pérdida del tren europeo", ya que si proseguía la tendencia alcista del déficit público, situado por el Gobierno en algo más del 2% del PIB, Portugal corría riesgo de sobrepasar el tope del 3% fijado por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) de la UE. De hecho, la Comisión Europea lanzó a Lisboa un aviso preventivo al respecto. Por el contrario, el desempleo oficialmente registrado se mantenía en sus niveles francamente bajos, oscilando entre el 4% y el 5%.

El descontento con la gestión de Guterres se expresó crudamente con motivo de las elecciones autárquicas (municipales) del 16 de diciembre de 2001, en las que los socialistas vieron arrebatadas por el PSD de José Manuel Durão Barroso las alcaldías de Lisboa, Oporto, Coimbra y otras ciudades principales. En total, el PS pasó de controlar 127 ayuntamientos a 98, frente a los 144 obtenidos por los socialdemócratas. En la misma noche electoral y tan pronto como los datos del escrutinio confirmaron la debacle, Guterres presentó la dimisión irrevocable como jefe del Gobierno y el partido para "evitar el marasmo político" y permitir el "necesario restablecimiento de la confianza entre gobernantes y gobernados", creando las condiciones para que el presidente Sampaio convocara elecciones generales anticipadas. Su anuncio de retirada del primer plano político incluyó la baja como diputado de la Asamblea de la República.

No dejó de causar sorpresa la abrupta decisión de Guterres, ya que constitucionalmente no estaba obligado a renunciar con la mitad de la legislatura por cumplir, y más porque el PS gozaba de una mayoría casi absoluta en la Asamblea. Él mismo había desligado el futuro de su Gobierno del resultado de los comicios locales, pero, al parecer, el veredicto de las urnas superó sus cálculos más pesimistas. La espantada de Guterres situó al PS en la tesitura de elegir a un nuevo secretario general y candidato a la jefatura del Gobierno en plena vorágine preelectoral. El elegido por la dirección del partido, el 22 de diciembre y previas autoexclusiones para el puesto del ministro de Asuntos Exteriores Jaime Gama, y del comisario europeo António Vitorino, el titular de Obras Públicas y Equipamientos, Eduardo Ferro Rodrigues, un dirigente del ala izquierda del PS y con tirón popular.

Las encuestas no erraron y el 17 de marzo de 2002 el PSD se adjudicó la mayoría simple con el 40,1% de los votos y 102 escaños, frente al 37,8% y los 95 escaños sacados por el PS. El 6 de abril terminó la jefatura del Gobierno en funciones de Guterres con la toma de posesión del equipo de Durão Barroso, que finalmente fue de coalición con el CDS-PP y que apostaba por una cura de austeridad para acabar con los desequilibrios presupuestarios y domeñar la inflación.


2. El alto funcionario de la ONU: del ACNUR a la Secretaría General

Tras abandonar el primer plano de la política nacional portuguesa, Guterres siguió estrechamente relacionado con los líderes europeos en tanto que presidente de la Internacional Socialista. Además, se incorporó como asesor al Consejo de Administración de la Caixa Geral de Depósitos, el segundo banco público del país después del Banco de Portugal.

El 24 de mayo de 2005 el secretario general de la ONU, Kofi Annan, propuso ante la Asamblea General de la organización al anterior gobernante portugués como el candidato ideal para ocupar el cargo de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Se trataba de cubrir la baja dejada el 24 de febrero anterior por el ex primer ministro holandés Ruud Lubbers, salpicado por un escándalo de presunto acoso sexual a una empleada del ACNUR y dimitido por esta razón el 20 de febrero; desde entonces, el ACNUR venía estando encabezado en funciones por la estadounidense Wendy Chamberlin. Al defender la opción de Guterres, Annan elogió la "extensa carrera académica y política" de quien, además, estaba "largamente comprometido con el mundo de las organizaciones no gubernamentales" y era miembro fundador en 1991 del Consejo Portugués para los Refugiados (CPR). Desde Lisboa, el recién elegido primer ministro de Portugal, el socialista José Sócrates, felicitó a la ONU por la elección de una personalidad que ofrecía al ACNUR "un alto nivel de competencia profesional, una gran experiencia de gobierno y un fuerte sentido de solidaridad y vocación humanitaria".

La selección hecha por Annan se trató en realidad de un nombramiento final que tuvo un acatamiento automático por parte de la Asamblea General y que fue efectivo el 15 de junio, momento en que Guterres cesó como presidente de la Internacional Socialista, una función que meses más tarde iba a recaer en el griego Georgios Papandreou. Annan descartó las postulaciones alternativas de: el ex ministro australiano de Exteriores Gareth Evans; el diplomático danés Søren Jessen-Petersen, actualmente jefe de la Misión de la ONU en Kosovo, la UNMIK; el conocido político y activista francés Bernard Kouchner, quien fuera ministro de Salud de su país y predecesor de Jessen-Petersen en Kosovo, amén de fundador de la ONG Médicos Sin Fronteras; Hans Dahlgren, secretario de Estado de Exteriores del Gobierno sueco; el ministro belga de Economía, Mark Verwilghen; el tunecino Kamel Morjane; y, por Italia, la ex comisaria europea y europarlamentaria en ejercicio Emma Bonino.

Al estrenar su despacho en Ginebra, Guterres, que hacía el undécimo titular del puesto, tomó las riendas de una agencia con 55 años de existencia presente en 116 países, con 6.500 trabajadores en plantilla y que manejaba un presupuesto anual cercano a los 1.000 millones de dólares, tratándose de hecho de la organización humanitaria más grande del mundo. Su misión, brindar protección y asistencia, directamente o supervisando y coordinando la acción internacional de terceros, a los millones de personas que se veían obligadas a abandonar sus casas a causa de la guerra y otras formas de violencia, la persecución política, el hambre o las catástrofes naturales. El ACNUR clasificaba a las personas bajo su mandato como refugiados (ahora mismo, 17 millones en todo el mundo, estimaba la agencia), solicitantes de asilo, retornados, desplazados internos y personas apátridas, dependiendo de las circunstancias.

Guterres hizo su debut en el ACNUR con "convicción, humildad y entusiasmo", e indicó que su prioridad iba a consistir en garantizar que la protección de los refugiados no se viera "perjudicada por la nueva agenda centrada en la seguridad o por políticas migratorias restrictivas", puesto que los refugiados "no son terroristas, sino sus primeras víctimas". A partir de entonces, el alto comisionado no se cansó de pedir a los gobiernos, en particular a los europeos, que hicieran una rigurosa distinción entre inmigrantes por motivos económicos y refugiados candidatos al asilo político o humanitario, un derecho amparado y definido por la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 junto con su Protocolo de 1967, de los que eran signatarios 146 países.

En opinión del portugués, la mayor parte de los movimientos de población foránea que intentaban entrar en Europa eran "flujos legales migratorios legales o ilegales", gente que buscaba "una vida mejor", por lo que era "merecedora de todo nuestro respeto". Pero en el seno de esos flujos había además "personas con necesidad de protección internacional". Estas personas eran ciertamente "refugiados que huyen de la persecución o sufren situaciones de vulnerabilidad que deben entenderse desde la perspectiva de los Derechos Humanos".

Los reiterados llamamientos y advertencias de Guterres sobre que los gobiernos, sin menoscabo de su derecho soberano a gestionar sus fronteras y definir sus propias políticas de inmigración, debían hacer el esfuerzo de identificar y asistir a quienes objetivamente tuvieran derecho a protección y asilo, y estaban obligados a "tratar de una forma humana y digna" a todos, fueran inmigrantes o refugiados, y sobre que la UE no debía sucumbir a las presiones del populismo y sí poner en marcha un sistema común de asilo, se estrellaron contra el enorme drama humanitario, y el consiguiente vendaval de medidas unilaterales adoptadas por los estados afectados, que provocó el recrudecimiento de las guerras civiles que asolaban varios países de Oriente Medio, desde Afganistán a Libia pasando por Yemen, Irak y, sobre todo, Siria.

El devastado país árabe fue el origen de una estampida de varios cientos de miles de refugiados que entre 2015 y 2016 se lanzaron a la desesperada hacia Europa por su flanco mediterráneo, las costas de Grecia en especial, en su gran mayoría partiendo desde Turquía, país que ya acogía a más de dos millones y medio de sirios. Estas muchedumbres de hombres, mujeres y niños escapados del terror de la guerra se sumaron a los flujos regulares de inmigrantes clandestinos y refugiados procedentes de Afganistán y de varios países africanos.

La política de puertas abiertas aplicada por el Gobierno alemán aduciendo motivos humanitarios se tradujo en un efecto llamada que condujo al cerrojazo y bloqueo de fronteras por parte de algunos gobiernos europeos, como el húngaro y el austríaco, y a la severa restricción de las acogidas en otros países. Los que eran territorio de paso a lo largo de la llamada ruta de los Balcanes experimentaron graves trastornos logísticos. Además, el esquema de reparto de refugiados demandantes de asilo, 120.000 ciudadanos sirios arribados a Grecia, Italia y Hungría y asignados a los países conformes con arreglo a unas cuotas nacionales, decidido por el Consejo de la UE en septiembre de 2015, fue rechazado de plano por algunos gobiernos y empezado a aplicar con suma lentitud por los demás.

En marzo de 2016 el ACNUR acogió con "preocupación" el acuerdo alcanzado por la UE y Turquía por el que este país se comprometía a aceptar la devolución sistemática de todos los migrantes irregulares que llegasen a Grecia desde sus costas, incluyendo a los refugiados, y cuya petición de asilo fuera desechada, pero previo estudio individual de cada caso, quedando descartadas las expulsiones-readmisiones colectivas. Según el plan, cuya adecuación a la legalidad internacional suscitaba serias dudas, por cada refugiado sirio devuelto a Turquía sería recolocado en la UE un refugiado sirio establecido en Turquía, preferiblemente individuos que no hubiesen entrado ilegalmente en la UE en el pasado, hasta 72.000 personas como máximo.

El ACNUR avisó que, puesto que no había tenido nada que ver con este acuerdo entre gobiernos, no se implicaría en ningún operativo de identificación y traslado forzoso de refugiados sirios desde la UE hasta Turquía. De todas maneras, Guterres iba a reconocer los esfuerzos invertidos por Turquía, que se había convertido en el país del mundo que más refugiados cobijaba y a la que la comunidad internacional había dejado "un largo tiempo sola". A su entender, la solución para la crisis de los refugiados, sirios y de otros países en conflicto o sometidos a dictaduras de Oriente Medio y África, pasaba por una mayor ayuda a los países de "primera acogida", como Turquía, Jordania, Líbano, Etiopía o Kenia.

Llegado el momento de la terminación de su mandato en el ACNUR en 2015, Guterres no podía menos que lamentar el agravamiento de los problemas a que hacía frente su organismo. Para empezar, la agencia de la ONU había visto descender las donaciones humanitarias y estaba recibiendo menos de la mitad de la suma que había solicitado para atender a los refugiados de Siria. De hecho, el ACNUR y el Programa Mundial de Alimentos estaban reduciendo personal y recortando proyectos clave vinculados a la crisis siria debido a la falta de financiación.

En 2005 el ACNUR había presupuestado 982 millones de dólares para atender a 17,1 millones de refugiados en todo el mundo. En octubre de 2015 el Comité Ejecutivo de la agencia aprobó un presupuesto de 6.546 millones correspondiente al ejercicio de 2016 cuando en el mundo había 21,3 millones de refugiados, de los que 16,1 millones quedaban bajo su mandato y 5,2 millones recibían ayuda a través de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en Oriente Próximo (UNRWA). A esa enorme cifra de refugiados había que sumar nada menos que 40,8 millones de personas desplazadas internas, en sus propios países, y otros 3,2 millones solicitantes de asilo. El ACNUR cuantificaba en 65,3 millones el total de personas desplazadas por la fuerza en el planeta a consecuencia de la persecución, los conflictos y la violencia generalizada, las violaciones de los Derechos Humanos en definitiva. Eran 5,8 millones más que el año anterior, 2014. Se trataba, en suma, de un panorama en extremo dramático, sin precedentes desde el epílogo de la Segunda Guerra Mundial.

El 31 de diciembre de 2015 Guterres, luego de declinar la invitación hecha por el PS de António Costa (primer ministro desde noviembre con el sostén parlamentario de la extrema izquierda) de presentarse a la Presidencia de Portugal en las elecciones de enero del año siguiente y de las que debía salir el sucesor de Aníbal Cavaco Silva, traspasó el testigo en el ACNUR al italiano Filippo Grandi y el 29 de febrero de 2016 presentó, en cambio, su candidatura al puesto de secretario general de la ONU, del que el último día del año se despediría el surcoreano Ban Ki Moon al agotar su mandato de dos lustros. Comenzó entonces la cuenta atrás para el parsimonioso, intrincado y hasta abstruso proceso de selección del máximo representante de las Naciones Unidas por parte de los 15 miembros del Consejo de Seguridad. La elección debería quedar ventilada en octubre como muy tarde, al cabo de una serie de rondas de voto de tanteo (straw polls, o "encuestas extraoficiales") efectuadas a puerta cerrada y, supuestamente, en secreto. Cada país miembro del Consejo depositaba una papeleta para cada uno de los candidatos y sus opciones eran tres: favorable, desfavorable o sin opinión. El propósito era acabar perfilando al nuevo secretario general, si no de manera indiscutiblemente unánime al menos sí con un alto grado de consenso.

Por primera vez en los 71 años de historia de la ONU, la elección del secretario general venía aparejada de pequeños cambios. Así, los miembros de la Asamblea General podrían preguntar a los aspirantes en una sesión y el Consejo de Seguridad se reuniría con cada uno de ellos para conocer qué impronta querían llevar al organismo. Estas modificaciones en favor de una mayor transparencia en el proceso, dadas las críticas a la opacidad del mismo formuladas en las ocasiones anteriores, no alteraban el procedimiento de elección final determinado por la Carta de las Naciones Unidas: los 15 miembros del Consejo de Seguridad -los cinco permanentes con derecho de veto y los 10 no permanentes- eran los que proponían un candidato a la Asamblea General, el órgano de representación de todos los estados miembros, y esta luego ratificaría el nombramiento.

Basando su programa en la prevención de conflictos, pues "gastamos bastante más en solucionar los conflictos que en prevenirlos", y representando al grupo regional conocido como Europeo Occidental y Otros (WEOG, que incluía a los países europeos occidentales más Turquía, Australia, Canadá, Nueva Zelanda e Israel, con Estados Unidos de observador), el aspirante portugués no tardó en destacarse de entre un nutrido pelotón de candidatos.

Siguiendo el orden de nominación, aquellos eran: Srgjan Kerim, ex ministro de Exteriores de Macedonia y representante del Grupo Europeo Oriental (EEG), el cual, por cierto, era el único de los cinco bloques regionales de votación articulados en la ONU que nunca había tenido a un representante suyo como secretario general de la organización; Vesna Pusic, ministra de Exteriores de Croacia (EEG); Igor Luksic, ex primer ministro de Montenegro (EEG); Danilo Türk, ex presidente de Eslovenia (EEG); la diplomática búlgara Irina Bokova, actual directora general de la UNESCO (EEG); Natalia Gherman, ministra de Exteriores de Moldova (EEG); Helen Clark, ex primera ministra de Nueva Zelanda y actual administradora del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (WEOG); Vuk Jeremic, ex ministro de Exteriores de Serbia (EEG); Susana Malcorra, ministra de Exteriores de Argentina y representante del Grupo Latinoamericano y Caribeño (GRULAC); Miroslav Lajcák, ministro de Exteriores de Eslovaquia (EEG); y la costarricense Christiana Figueres, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (GRULAC).

Pusic, Luksic y Figueres se retiraron de la competición a lo largo de agosto y septiembre, mientras que el 28 de septiembre, dos días después de la quinta votación, ganada como las anteriores por Guterres, Bulgaria agregó a la parrilla de candidatos a Kristalina Georgieva, vicepresidenta de la Comisión Europea y comisaria de Programación Financiera y Presupuestos, nominación que no supuso la salida de su compatriota Bokova. De acuerdo con una regla de rotación geográfica no escrita, se suponía que el cargo de secretario general tendría que corresponder esta vez, después de tres europeos occidentales (Trygve Lie, Dag Hammarskjöld y Kurt Waldheim), dos asiáticos (U Thant y Ban Ki Moon), un latinoamericano (Javier Pérez de Cuéllar) y dos africanos (Boutros Boutros-Ghali y Kofi Annan), a una personalidad del EEG. En paralelo, venía realizándose una intensa campaña para que el próximo secretario general fue, por vez primera, una mujer. Ambas consideraciones jugaban teóricamente en contra de las posibilidades de Guterres, pero el portugués mantuvo la condición de favorito hasta el final.

El 5 de octubre de 2016, una vez celebrada la sexta ronda de straw polls, ganada igualmente por el portugués al recabar 13 papeletas favorables y dos del tipo sin opinión, el Consejo de Seguridad, a través de su presidente rotatorio, el representante permanente ruso Vitaly Churkin, anunció que el "claro favorito" era Guterres toda vez que ya disponía de un respaldo a todos los efectos unánime entre los estados miembros. Al día siguiente, mediante su resolución 2311 (2016), el Consejo recomendaba a Guterres a la Asamblea General para su nombramiento como secretario general por el período comprendido entre el 1 de enero de 2017 y el 31 de diciembre de 2021.

En sus primeras palabras como virtual secretario general electo, transmitidas el 5 de octubre por la red social Twitter, Guterres celebró su elección describiéndose "honrado y feliz" con la misma. Este su fue último mensaje a través de su vieja cuenta de Twitter, la cual fue cancelada y reemplazada ese mismo día por una nueva asociada a la condición de secretario general de la ONU, y desde la que Guterres envió mensajes de "gratitud y humildad", y de "paz, justicia, dignidad humana, tolerancia y solidaridad". El 6 de octubre, desde Lisboa, Guterres aceptó su nominación, formulando la promesa de "servir a los más vulnerables, las víctimas de los conflictos, del terrorismo, la pobreza, la violación de los Derechos y las injusticias de nuestro mundo", así como su deseo de que el Consejo de Seguridad, igual que había sido ágil en seleccionarle a él haciendo gala de "unidad y consensos", encarara con igual talante "los enormes desafíos de nuestro tiempo" y tomara las medidas necesarias para acometer "las muy difíciles tareas en un mundo que enfrenta problemas terribles".

Desde Roma, Ban Ki Moon, sumándose al coro internacional de felicitaciones, se congratuló por la "super elección" de su sucesor, un hombre del que, estaba seguro, iba a "portar la antorcha en toda una gama de desafíos clave, desde el fortalecimiento de las operaciones de paz hasta la consecución del desarrollo sostenible, defendiendo los Derechos Humanos y aliviando el sufrimiento humanitario".


3. Aspectos personales, membresías y distinciones

En 1998 António Guterres enviudó, tras 26 años de vida conyugal, de Luísa Amélia Guimarães e Melo, madre que fue de sus tres hijos biológicos, Pedro, Melo y Mariana. En 2001 el político volvió a casarse con Catarina Marques de Almeida Vaz Pinto, madre de un niño de tres años, Francisco, sobre el que adquirió la paternidad legal. El próximo secretario general de la ONU es miembro del Club de Madrid, la Clinton Global Initiative, el European Council on Foreign Relations (ECFR) y el también think tank Friends of Europe, con sede en Bruselas.

Es doctor honoris causa en Ciencias Sociales y Humanas por la Universidad de Beira Interior, y se halla en posesión de un amplio elenco de condecoraciones nacionales, entre las que caben destacar: las grandes cruces de las portuguesas Orden de Cristo (2002) y Orden de la Libertad (2016); la Gran Cruz y el Collar, respectivamente, de las españolas Orden de Carlos III (2000) y Orden de Isabel la Católica (2002); la Gran Cruz (1996) y el Gran Collar (2002) de la Orden Nacional de Cruzeiro do Sul de Brasil; la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la República de Polonia (1997); la Banda de la Orden del Águila Azteca de México (1999); el Gran Cordón de la Orden de Leopoldo de Bélgica (2000); la Gran Cruz de la Orden del Mérito de Chile (2001); la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la República Italiana (2001); el Gran Cordón de la Orden del Sol Naciente de Japón (2002); y la Gran Cruz de la Orden Nacional del Mérito de Francia (2002). En 1999 publicó el ensayo Pensar Em Portugal.

(Cobertura informativa hasta 6/10/2016)