Annegret Kramp-Karrenbauer

En octubre de 2018, siete meses después de inaugurar su cuarto Gobierno desde 2005, una Angela Merkel erosionada por los últimos descalabros electorales y las crecientes divisiones políticas y sociales en Alemania anunció su marcha como presidenta de la CDU tras 18 años de ejercicio y su renuncia a aspirar de nuevo a la Cancillería en las elecciones federales de 2021. En diciembre siguiente, la 31ª Conferencia de la CDU celebrada en Hamburgo eligió como nueva líder orgánica a Annegret Kramp-Karrenbauer, secretaria general desde febrero y, a falta de un pronunciamiento expreso de la renunciante, la preferida de Merkel para sucederla al mando de la formación.

FAVORITA DE ANGELA MERKEL PARA PROLONGAR LA LÍNEA CENTRISTA Llamada por los medios AKK y a veces apodada también mini-Merkel, Kramp-Karrenbauer era una política adiestrada en el aparato de la CDU que durante siete años había gobernado con habilidad el estado federado de Sarre. Su perfil orientado al centro flexible (pasaba por conservadora en cuestiones sociales y al mismo tiempo progresista en materia fiscal, hasta el punto de considerársela del ala izquierda del partido en materia económica), su alergia al populismo y su estilo sobrio y discreto a la vez que tenaz la acercaban mucho a la mentora que a su vez fuera la protegida de Helmut Kohl. Así que su elección interna, por cierto que bastante ajustada, frente a dos críticos del merkelismo partidarios de virar hacia la derecha, Friedrich Merz y Jens Spahn, fue presentada como un triunfo del oficialismo y la continuidad.

De sus primeras declaraciones como jefa de la CDU, se desprendía que Kramp-Karrenbauer buscaría un equilibrio entre la preservación del legado socioeconómico de Merkel, respetado y valorado en casa, y la satisfacción de las demandas, intensas en las filas democristianas, de autocrítica y cambios en el ámbito de Interior. Eso iba a suponer acelerar la ya iniciada revisión en un sentido restrictivo de la polémica política de puertas abiertas a los cientos de miles migrantes y refugiados que querían entrar y afincarse en Alemania cuando la crisis de 2015. Aunque ella, a diferencia de otros dirigentes de la CDU y la CSU, no criticó en su momento las directrices liberales de asilo dadas por Merkel, en los últimos tiempos sí venía reclamando condiciones más exigentes para los foráneos residentes en el país. Igualmente, defendía el refuerzo de las fronteras y mostraba plena conformidad con la nueva estrategia europea de obstaculizar y externalizar los flujos de migración irregular.

Puesto que no tenía responsabilidades de Gobierno y Merkel seguiría siendo canciller hasta las próximas elecciones, la capacidad de Kramp-Karrenbauer para modificar políticas que perjudicaban electoralmente a la CDU parecía limitada, más porque la sintonía y la confianza caracterizaban sus relaciones con la canciller. AKK estaba identificada con los dos grandes tabús de su maestra: la colaboración con la Alternativa para Alemania (AfD), el pujante partido de la extrema derecha euroescéptica y antiimigración, y el gobierno en minoría.

Mientras que Merkel podía concentrarse en preservar la armonía, una tarea bastante complicada, con sus dos socios del gastado Gobierno de Gran Coalición, los socialcristianos bávaros y los socialdemócratas, y en el arduo trabajo europeo, donde manejaba junto con Emmanuel Macron un plan de reforma de la Eurozona al que la francofilia de la anterior ministra-presidenta del bilingüe Sarre (quien había estado personalmente involucrada en la cooperación bilateral franco-germana) podía venirle muy bien, Kramp-Karrenbauer tenía como misión básica revertir el declive electoral de la CDU, pírrica ganadora, con sus peores resultados desde 1949, de las últimas elecciones federales de 2017. Los democristianos venían sufriendo una hemorragia de votantes captados por la AfD, capitalizadora del rechazo a la llegada masiva de migrantes musulmanes y cuya descollante irrupción en el Bundestag con 94 escaños vino a quebrar el monopolio que la CDU/CSU tenía del centro-derecha alemán. Claro que peor era la situación del SPD, encabezado también por una mujer, Andrea Nahles, sumido en el momento más bajo de su historia y en riesgo de hundirse aún más. En el horizonte político alemán de 2019 ya asomaban las elecciones europeas y los comicios a las asambleas de cuatro länder.

Lo que sucedió fue que Kramp-Karrenbauer no consiguió asentar su liderazgo y que su autoridad en la CDU quedó irremediablemente en entredicho en poco más de un año. En otras palabras, el plan de sucesión ordenada activado por Merkel en 2018 fracasó estrepitosamente.

EMPEORAMIENTO DE LAS FORTUNAS ELECTORALES DE LA CDU EN 2019 El primer aviso lo dio la votación de mayo de 2019 al Parlamento Europeo, que deparó a la CDU/CSU un retroceso adicional en relación con las federales de 2017 (del 33% al 29%). El 17 de julio Merkel metió a Kramp-Karrenbauer en el Gobierno para cubrir la baja de Ursula von der Leyen, designada presidenta de la Comisión Europea, en el Ministerio de Defensa. A partir de septiembre Kramp-Karrenbauer encajó la secuencia de fuertes caídas electorales en los estados orientales de Sajonia, Brandeburgo y Turingia. En los dos últimos länder la CDU sufrió la humillación de ser desplazada al tercer puesto por una AfD imparable; en el caso de Turingia, el 27 de octubre, los democristianos se despeñaron directamente desde la primera posición, arrebatada por La Izquierda (Die Linke). El desaguisado electoral en las circunscripciones de la antigua RDA municionó a los críticos internos del tándem Merkek-AKK, acusado por el ala derecha de tibieza ideológica, de no diferenciarse mucho de los socialdemócratas en la práctica y de falta de reflejos frente al empuje de la AfD.

Los rumores de rebelión inminente contra la presidenta partidaria y hasta de una pérdida de confianza por parte de la canciller quedaron neutralizados en el 32º Parteitag de la CDU, el 22 de noviembre en Leipzig. En este cónclave, Kramp-Karrenbauer, totalmente arropada por Merkel, quien descartó un sistema de primarias para elegir al futuro candidato a la Cancillería, sacó su lado más brioso para vindicar su liderazgo y zanjar que el partido tenía que continuar por el carril del centro. La arenga en pro de la unidad de la familia democristiana incluyó el recuerdo de la imposibilidad de cooperar en modo alguno con la extrema derecha (y tampoco con la extrema izquierda). Semanas después, Kramp-Karrenbauer y Merkel fueron tajantes sobre la intangibilidad de la Große Koalition, arriscada por la llegada a la presidencia del SPD de un binomio de dirigentes de su sector más a la izquierda, Saskia Esken y Norbert Walter-Borjans.

La ministra de Defensa de Alemania concluyó 2019 proyectando una aparente sensación de control, pero un sondeo de la firma británica de análisis de mercado YouGov la situó relegada a una tercera posición en las preferencias de los encuestados para suceder a Merkel en la Cancillería, por detrás del punzante Friedrich Merz, en ese momento vicepresidente del Consejo Económico de la CDU y nada dispuesto a sepultar sus ambiciones tras su derrota por muy poco en la elección interna de 2018, y del líder de la CSU y ministro-presidente de Baviera, Markus Söder. Ambos irradiaban unos rasgos que ni los propios defensores de Kramp-Karrenbauer detectaban en ella: pugnacidad y carisma. En las quinielas de hipotéticos aspirantes del cancillerato estaban también el ministro federal de Salud, Jens Spahn, y el ministro-presidente de Renania del Norte-Westfalia, Armin Laschet; el primero, como Merz, representaba la derecha de la CDU descontenta con la línea oficialista, mientras que el segundo era un merkelista cómodo en el pragmatismo de centro.

EL TERREMOTO DE TURINGIA SEPULTA EL LIDERAZGO DE AKK El 5 de febrero de 2020 el curso político de Alemania experimentó una sacudida de enorme magnitud cuando el Landtag de Turingia, donde desde 2014 venía gobernando la coalición tripartita roja-roja-verde presidida por Bodo Ramelow, de Die Linke, invistió como nuevo ministro-presidente al candidato del FDP, Thomas Kemmerich, con los votos de la CDU y, en un hecho sin precedentes, la AfD. El FDP, con el 5% de los sufragios y cinco escaños, había quedado sexto en las elecciones regionales de octubre, en tanto que Die Linke se había alzado como la primera fuerza del estado con 29 diputados. Los puestos segundo, tercero, cuarto y quinto correspondían respectivamente a la AfD de Björn Höcke (22 diputados), la CDU de Mike Mohring (21), el SPD de Wolfgang Tiefensee (8) y Los Verdes (5) de Anja Siegesmund y Dirk Adams.

La ruptura en Turingia del cordón sanitario (expresión que, dicho sea de paso, no suele emplearse en Alemania en relación con la extrema derecha) impuesto a la AfD fue inmediatamente condenada por los partidos de la Gran Coalición. En el caso de la CDU, la desautorización de su presidenta sonó menos contundente que las transmitidas por el secretario general, Paul Ziemiak, y, sobre todo, por Merkel, quien desde Sudáfrica describió lo sucedido como "acto imperdonable", amonestó a los democristianos turingios por haber ignorado las directrices de la Ejecutiva federal y reclamó nuevas elecciones en el land. Para la opinión pública, solo la severa llamada al orden de la canciller surtió el efecto de la retractación de la CDU de Turingia. En los días siguientes se produjeron la dimisión del presionado Kemmerich, el anuncio de retirada de Mohring y, el 10 de febrero, el comunicado de su renuncia también por Annegret Kramp-Karrenbauer, debilitada a ojos vista, quien declinaba ser candidata a la Cancillería en las elecciones de 2021 y, descartando una bicefalia, dejaría asimismo la presidencia de la CDU a la persona que el partido eligiera para ser su cabeza de cartel.

El gran escándalo de Turingia desató, con impredecible resultado, la competición por el liderazgo en una CDU profundamente dividida y vapuleada en las encuestas. Kramp-Karrenbauer seguía siendo ministra de Defensa y, por el momento, presidenta del partido también, en principio hasta después del verano, si bien una segunda tormenta política volvió a trastornar la agenda del primer partido de Alemania: esta vez se trató del enésimo varapalo electoral, el 23 de febrero, en las regionales de Hamburgo, donde los conservadores, con un raquítico 11,2% de los votos, quedaron terceros por detrás del SPD y Los Verdes. De inmediato, la CDU adelantó a un Parteitag extraordinario que tendría lugar el 25 de abril la elección de su nuevo líder. Los candidatos oficiales a recoger las riendas de Kramp-Karrenbauer eran tres: el hombre del volantazo a la derecha, Merz; el partidario de perseverar en la moderación, Laschet —al que salió a respaldar Spahn—; y un postulante sorpresa, el centrista Norbert Röttgen, ex ministro y actualmente diputado del Bundestag.

(Nota de actualización: esta versión de la biografía fue publicada el 2/3/2020. La dimisión de Annegret Kramp-Karrenbauer como presidenta de la CDU a raíz de escándalo de Turingia no se hizo efectiva hasta el 22/1/2021, momento en que tomó las riendas del partido Armin Laschet, ministro-presidente de Renania-Westfalia. Kramp-Karrenbauer continuó como ministra federal de Defensa en el cuarto Gobierno Merkel hasta el 8/12/2021, cuando asumió el nuevo Gobierno de coalición SPD-Verdes-FDP presidido por Olaf Scholz).

1. Jefa de los democristianos de Sarre
2. La heredera de Angela Merkel para remontar el declive electoral de la CDU


1. Jefa de los democristianos de Sarre

Annegret Kramp nació en 1962, en el penúltimo año de mandato del canciller Konrad Adenauer, en Völklingen, pequeña población de Sarre, a escasos kilómetros de la frontera francesa. Criada junto con sus cinco hermanos en la vecina localidad de Püttlingen, el suyo era el clásico hogar de clase media provinciana y fe católica. Tras completar la enseñanza secundaria en 1982, la joven consideró seguir los pasos de su padre, maestro de educación especial y director de una escuela local, y cursar la carrera de Magisterio, pero acabó decantándose por las Ciencias Políticas y el Derecho, disciplinas que estudió en la Universidad de Tréveris y la Universidad de Sarre, centro este último por el que obtuvo una licenciatura en 1990. Para entonces, ella ya llevaba seis años casada con Helmut Karrenbauer, ingeniero de minas de profesión, con quien formó una familia en Püttlingen. El matrimonio Kramp-Karrenbauer tuvo tres hijos entre 1988 y 1998.

La futura líder partidaria no llegó a ejercer profesionalmente ni en el sector privado ni en el público, ya que desde temprana edad se dedicó en exclusiva a la actividad política en las filas de la Unión Cristiano Demócrata (CDU). Militante del partido desde 1981, cuando aún iba a la escuela, ya en 1984, a los 22 años, salió elegida concejala en el Ayuntamiento de Püttlingen. Poco después, entró en la ejecutiva regional de la Junge Union Deutschlands (JU), las juventudes de la CDU, y en 1991 accedió al aparato del partido en Sarre, land que por entonces tenía de ministro-presidente al socialdemócrata Oskar Lafontaine, donde sirvió como oficial de planificación y políticas. En aquellos años de adiestramiento en los escalafones bajos de la CDU, Kramp-Karrenbauer tuvo como preceptor político a Klaus Töpfer, presidente del partido en Sarre entre 1990 y 1995 así como ministro de Medio Ambiente y de Planificación Regional en los ejecutivos federales de Helmut Kohl.

En febrero de 1998 Töpfer se despidió del Gobierno Federal y el Bundestag para fungir de director del Programa de las Naciones Unidas para el Ambiente, y su protegida de Sarre le tomó el relevo en el hemiciclo de Bonn. Este primer —y, a la postre, último— mandato legislativo federal le duró muy poco a Kramp-Karrenbauer, ya que en las elecciones del 27 de septiembre de 1998 el suyo fue uno de los 49 escaños perdidos por el bloque oficialista de la CDU/CSU; aquellos comicios fueron ganados por el SPD de Gerhard Schröder y marcaron el final de la era Kohl.

Tras esta breve experiencia en la política federal, Kramp-Karrenbauer retornó a la política regional de Sarre, que ya no abandonaría hasta pasados 20 años. En Saarbrücken, la treintañera se puso a las órdenes del sucesor de Töpfer, Peter Müller, al que primero sirvió como asesora particular y desde septiembre de 1999, a raíz de ganarle la CDU al SPD las elecciones al Landtag y de convertirse Müller en el nuevo ministro-presidente, como jefa del grupo parlamentario en la Asamblea regional, donde había obtenido el escaño. Transcurridos unos meses, en 2000, Kramp-Karrenbauer fue integrada en el Gobierno regional como titular de la cartera de Interior y Deportes. El nombramiento causó sensación en su momento, ya que nunca antes, ni a nivel federal ni en ninguno de los 16 länder de Alemania, una mujer se había hecho cargo del departamento responsable de la policía y la seguridad.

Ese mismo año, en abril, la presidencia de la CDU federal recayó en Angela Merkel, anterior discípula de Helmut Kohl y dirigente procedente de la antigua RDA. Merkel estaba llamada a convertirse no solo en la líder poderosa de Alemania, sino también en la mentora y patrocinadora política de Kramp-Karrenbauer, devenida asimismo presidenta de la sección femenina del partido, la Frauen-Union, en Sarre y vicepresidenta de su organización federal.

Las responsabilidades gubernamentales de Kramp-Karrenbauer en Saarbrücken se vieron incrementadas tras las elecciones de septiembre de 2004, vueltas a ganar por la CDU. Al constituir Müller su segundo Gabinete de mayoría monocolor, la ministra de Interior y Deportes asumió también las áreas de Familia y Mujeres. En septiembre de 2007, en virtud de una remodelación ministerial, Kramp-Karrenbauer cambió Interior por el reorganizado departamento de Educación, Familia, Mujer y Cultura. Entre tanto, Merkel ya llevaba dos años en la Cancillería Federal, gobernando en gran coalición con los socialdemócratas.

El panorama político del segundo estado federado (tras la ciudad libre de Bremen) menos poblado de Alemania se vio alterado por las elecciones de agosto de 2009, que dibujaron un Landtag fraccionado por la irrupción con fuerza de Die Linke, el partido izquierdista de Lafontaine. Entonces, Müller, como remedio a la pérdida por la CDU de la mayoría absoluta, forjó una inédita coalición con los liberales del FDP y Los Verdes. En la llamada, que así pasó a los anales de la política germana, coalición Jamaica, puesta en marcha en noviembre de 2009, siguió presente Kramp-Karrenbauer como ministra de Trabajo, Familia, Asuntos Sociales, Previsión y Deporte. Días antes, Merkel había estrenado su segundo Gobierno Federal, esta vez coaligada con el FDP.

2010 fue el año en que Kramp-Karrenbauer empezó a trabajar cerca de Merkel en la dirección federal de la CDU. Así, el 23º Congreso (Parteitag) de los democristianos, celebrado en noviembre en Karlsruhe, sentó a la delegada de Sarre en el Comité Ejecutivo o Presidium con un 57% de apoyos. La promoción interna de Kramp-Karrenbauer se anticipó en unos meses a su salto al liderazgo del poder regional. El cambio de jefatura en Saarbrücken se planteó en 2011 al optar Müller a una plaza de juez del Tribunal Constitucional de la República Federal. La transferencia de funciones partidarias e institucionales a Kramp-Karrenbauer se realizó en dos tiempos: primero, el 28 de mayo, Müller cedió a su colaboradora la presidencia del partido en Sarre y posteriormente, el 10 de agosto, hizo lo propio con el cargo de ministro-presidente del land. Kramp-Karrenbauer se convirtió así en la cuarta gobernante de un estado federado alemán, tras Heide Simonis (SPD) en Schleswig-Holstein entre 1993 y 2005, Christine Lieberknecht (CDU) en Turingia desde 2009 y Hannelore Kraft (SPD) en Renania del Norte-Westfalia desde 2010.

La nueva dirigente de Sarre heredó la coalición Jamaica, pero en enero de 2012 su jefa la declaró caducada porque, según ella, las relaciones entre democristianos, liberales y verdes adolecían de desconfianza, lo que lastraba la acción de gobierno. El anuncio de ruptura de Kramp-Karrenbauer desencadenó el adelanto al 25 de marzo de 2012 de unas elecciones que para la CDU supusieron repetir sus resultados de 2009, es decir, 19 escaños. Esta vez, Kramp-Karrenbauer se puso de acuerdo con su homólogo del SPD, Heiko Maas, y el 9 de mayo inició su andadura un Gobierno de gran coalición. Tras las elecciones federales de septiembre de 2013, vueltas a ganar por Merkel con una fuerte ganancia de votos pero sin alcanzar la mayoría absoluta —la CDU/CSU se quedó a cinco escaños de poder prescindir de socios de gobierno—, Kramp-Karrenbauer participó en las negociaciones que el 17 de diciembre alumbraron la segunda gran coalición federal desde 2005.


2. La heredera de Angela Merkel para remontar el declive electoral de la CDU

La ministra-presidente de Sarre, land cuyos bilingüismo y biculturalismo germano-franceses ella fomentaba con entusiasmo, cobró notoriedad en Alemania a lo largo del tercer Gobierno Merkel. Como miembro del Presidium de la CDU, Kramp-Karrenbauer se pronunció sobre una serie de temas de interés nacional, por lo general suscribiendo las tesis de Merkel.

Así, su conservadurismo de matriz católica la inducía a rechazar el aborto, a defender la noción de la familia tradicional en materia de adopciones y a objetar el matrimonio igualitario, llegando a comentar que si ese marco se legalizaba en Alemania (el Bundestag, en efecto, iba aprobarlo en 2017 con los votos del SPD, Die Linke, Los Verdes y 75 diputados de la CDU/CSU, dividida sobre el tema), entonces cabría esperar la apertura de nuevos debates sobre la normalización del incesto y la poligamia. La polémica reflexión fue hecha en junio de 2015 en una entrevista para el periódico Saarbrücker Zeitung, a cuya pregunta sobre si no le parecía más bien simbólico el hecho de llamar matrimonios a las ya vigentes uniones civiles de personas del mismo sexo, ella respondió: "Eso es más que un simbolismo. Se plantea la cuestión de si queremos cambiar las definiciones básicas de nuestra sociedad, posiblemente con consecuencias de gran alcance. Hasta ahora, en Alemania hay una definición clara del matrimonio como una comunidad entre un hombre y una mujer. Si abrimos esa definición a una asociación responsable a largo plazo entre dos adultos, no se pueden descartar otras demandas, como poder casarse con parientes cercanos o con más de dos personas ¿Realmente queremos eso?"

Sus enfoques, en cambio, eran más liberales, o mejor dicho, progresistas, en cuestiones de economía, en particular los impuestos a las rentas altas, que ella era partidaria de subir. También, veía bien las cuotas de mujeres en las plantillas laborales y la subida del salario mínimo interprofesional. Cuando la crisis de los refugiados y migrantes de Oriente Próximo en 2015, la gobernante de Sarre salió a respaldar la política de puertas abiertas adoptada por Merkel. Después, la canciller, ante los enormes problemas logísticos, políticos y sociales que la afluencia masiva de peticionarios de asilo estaba creando en Alemania y los países vecinos del sur, empezó a revisar su estrategia y a introducir restricciones, viraje que Kraft también suscribió, pero incidiendo en el endurecimiento de las condiciones del asilo y en la expulsión de quienes violaran las condiciones de la estancia en Alemania.

La posición de Kramp-Karrenbauer, apodada por los medios AKK, en la CDU ganó muchos puntos por los buenos resultados de su partido en las elecciones del 26 de marzo de 2017 a la Asamblea regional. Entonces, los democristianos de Sarre crecieron un 5% de voto y sumaron cinco escaños. Puesto que se necesitaban dos escaños para gobernar con mayoría absoluta, la ministra-presidenta revalidó la gran coalición con el SPD, ahora dirigido por Anke Rehlinger, previo descarte de plano de una alianza con la Alternativa para Alemania (AfD), el pujante partido de la extrema derecha euroescéptica y antiinmigración.

Los comicios de Sarre no fueron el termómetro, al menos por lo que respectaba a las fortunas de la CDU y el SPD, del ambiente político que se estaba cociendo en Alemania. En las elecciones federales del 24 de septiembre de 2017 los socios de la gran coalición, tan poco compenetrada como erosionada, encajaron unos resultados que iban de lo pésimo a lo desastroso: para el bloque de democristianos y socialcristianos bávaros, su 34,7% de los sufragios igualó su suelo histórico, el obtenido en las primeras elecciones de la RFA, las de 1949; en cuanto a los socialdemócratas de Martin Schulz, con un paupérrimo 20,5%, tenían que remontarse a tiempos de la República de Weimar para encontrar un nivel de respaldo popular tan bajo. En conjunto, la gran coalición, cuyos miembros no sentían el menor deseo de continuar, vio evaporarse 105 diputados. Como había sucedido en Saarbrücken pocos meses atrás, en el Bundestag berlinés hizo su aparición vigorosa la AfD, tercera fuerza parlamentaria de Alemania con 94 diputados.

Tras una serie de vicisitudes, principalmente la derrota de la CDU por el SPD en la elección regional de Baja Sajonia, revés que vino a subrayar el momento de debilidad de la canciller, y el colapso de las conversaciones de democristianos, socialcristianos, liberales y verdes para llevar al Gobierno Federal la coalición Jamaica que ya había funcionado en Sarre y últimamente en Schleswig-Holstein, Merkel y Schulz, el cual decidió apartarse del liderazgo del SPD para allanar un acuerdo que concitaba mucho rechazo entre sus huestes, se resignaron a continuar con la fórmula de gobierno en vigor.

Como en 2013, Kramp-Karrenbauer, ya barajada por los quinielistas políticos como una de las personalidades favoritas del banquillo para la sucesión, hoy por hoy sin fecha, de Merkel, se integró en el equipo del partido encargado de negociar con el SPD, pero su lustre estaba a punto de recibir un bruñido especial. El 19 de febrero de 2018, una vez firmado el documento de la renovada gran coalición y sabido, para malestar de muchos cuadros democristianos, que la CDU iba a ceder al SPD importantes cuotas de poder en el Gabinete (además del Ministerio de Exteriores, el siempre capital Ministerio de Finanzas), Merkel anunció que AKK era su favorita para desempeñar la Secretaría General del partido, cargo del que se marchaba por la vía dimisionaria Peter Tauber.

La propuesta por Merkel de Kramp-Karrenbauer, retratada por la prensa como una figura centrista muy parecida a la canciller en cuanto a las formas y el fondo, hasta el punto de endilgarle el remoquete humorístico de mini-Merkel, fue aceptada sin discusión por el partido en su cónclave berlinés del 26 de febrero, que aprobó la candidatura con el 98,9% de los votos. La virtual unanimidad suscitada por Kramp-Karrenbauer contrastaba con la impresión, nítida desde las elecciones federales, de que en la CDU estaban adquiriendo fuerza las voces críticas que presionaban a Merkel para que propiciara una renovación de caras, un replanteamiento del programa, dando eventualmente un giro a la derecha a fin de detener la sangría de votos en favor de la AfD, y un plan de sucesión en el liderazgo. En el mismo Parteitag, que hacía el trigésimo en la historia de la formación, los democristianos dieron luz verde también al acuerdo de gran coalición con los socialdemócratas. Dos días después, Kramp-Karrenbauer se despidió de la jefatura del Gobierno de Sarre, en la que fue investido Tobias Hans, y renunció también a su escaño en el Landtag. Luego, el 14 de marzo, Merkel inauguró su cuarto Gabinete.

En los meses que siguieron, Merkel encajó nuevos contratiempos domésticos. Para empezar, afloró una desavenencia sin precedentes con la CSU, el partido hermano de Baviera, cuyo líder, Horst Seehofer, exigía un endurecimiento drástico de la política migratoria de Alemania y asumida a nivel europeo. En julio, Merkel y Seehofer llegaron a un acuerdo y el peligro cierto, impensable hasta hacía bien poco, de una ruptura histórica entre la CDU y la CSU quedó conjurado, pero el 14 de octubre la CSU cayó 10 puntos en las elecciones al Landtag de Múnich y el ministro-presidente desde marzo (en sucesión de Seehofer), Markus Söder, perdió la mayoría absoluta.

14 días después, tocaron las elecciones en Hesse y la CDU del ministro-presidente Volker Bouffier se apuntó otra victoria pírrica: aquí, el retroceso para el centro-derecha fue de 11 puntos. Entre tanto, reverberaban los ecos de la proliferación durante el verano de las manifestaciones de carácter xenófobo y antiinmigración celebradas por grupos de ultraderecha y neonazis en distintos puntos del país. En mucha mayor medida en los estados del este, resultando especialmente preocupantes los incidentes violentos sucedidos en agosto en la ciudad sajona de Chemnitz, donde grupos de extremistas se dedicaron a perseguir y agredir a migrantes y ciudadanos de aspecto extranjero.

El desaguisado electoral en Hesse actuó como el detonante de un movimiento trascendental que Merkel, al parecer, tenía meditado desde tiempo atrás. El 29 de octubre de 2018, para sorpresa general dentro y fuera de Alemania, la veterana estadista salió a anunciar que, tras 18 años al frente de la CDU y casi 13 en la Cancillería, y debido a la "inaceptable" imagen dada por su Gobierno, escenario de "persistentes tensiones", y a los "amargos" resultados cosechados en Hesse, ella desistía de presentarse a la reelección como líder del partido en el próximo Parteitag, previsto para diciembre, y tampoco sería candidata a canciller o a diputada en las votaciones federales de 2021. Su retirada gradual de la vida política era fruto de unas "largas reflexiones" sobre la conveniencia de "pasar página".

Aunque la renunciante se abstenía de señalar a un aspirante a tomarle relevo, todas las miradas se volvieron a la considerada su predilecta, Kramp-Karrenbauer, sin duda uno de sus lugartenientes más leales. En efecto, la secretaria general confirmó que estaba en la carrera y el 19 de octubre traspasó a su hombre de confianza en el land, Tobias Hans, la presidencia de la CDU de Sarre. A AKK le salieron dos contrincantes de peso, ambos ubicados en el ala derecha del partido: Jens Spahn, ministro federal de Sanidad y dentro de la familia democristiana uno de los más vehementes críticos de la controvertida decisión de abrir las fronteras a los refugiados sirios en 2015; y Friedrich Merz, viejo adversario de la canciller, quien en 2002 le apartara de la dirección de la bancada de la CDU/CSU en el Bundestag; Merz contaba con el apoyo del siempre influyente Wolfgang Schäuble, actualmente presidente del Bundestag y antes ministro de Finanzas, ministro del Interior y líder del partido por un bienio a caballo entre Kohl y Merkel.

El 31º Parteitag de la CDU transcurrió en Hamburgo el 7 y el 8 de diciembre de 2018 con la asistencia de un millar de compromisarios. Tras escucharse el mensaje de despedida de Merkel, quien llamó a la cohesión en las filas democristianas, a la unidad y a la defensa de los "valores democráticos" en tiempos de "polarización social" en Alemania, y los discursos de presentación de los candidatos, que en el caso de Kramp-Karrembauer destiló europeísmo y preocupación social, se procedió a la elección del nuevo presidente. En la primera votación Kramp-Karrembauer se puso en cabeza con 450 votos, seguida de Merz con 392 y, con 157, de Spahn, quien quedó eliminado. A continuación, Kramp-Karrembauer y Merz libraron su duelo particular, del que salió vencedora la actual secretaria general, pero por un margen estrecho: 517 votos para ella frente a los 482 conseguidos por el antiguo jefe parlamentario.

La primera decisión de Kramp-Karrembauer fue nombrar para sucederla en la Secretaría General a Paul Ziemiak, el hasta ahora líder de la Junge Union, de marcada tendencia conservadora. En el nuevo Presidium del partido retuvieron sus posiciones los cinco vicepresidentes que venían sirviendo con Merkel desde el Parteitag de 2012: Volker Bouffier (ministro-presidente de Hesse), Julia Klöckner (ministra federal de Alimentación y Agricultura y líder de la CDU de Renania-Palatinado), Armin Laschet (ministro-presidente Renania del Norte-Westfalia), Ursula von der Leyen (ministra federal de Defensa) y Thomas Strobl (líder de la CDU de Baden-Württemberg y viceministro-presidente del land).

(Cobertura informativa hasta 12/12/2018)