Ange-Félix Patassé

Miembro de los sara-kaba, grupo étnico noroccidental que iba a ser marginado por las élites sureñas de las regiones ribereñas del río Ubangui en el reparto de poderes que precedió y sucedió a la independencia de Francia en 1960, se formó en la metrópoli colonial, en la Escuela Superior de Agricultura Tropical de Nogent-sur-Marne, y en 1959 regresó al país para integrarse en la administración autónoma local como inspector agrícola. En diciembre de 1965 fue nombrado director de Agricultura y ministro de Desarrollo por el presidente David Dacko.

Siguió en el Gobierno con el dictador Jean-Bédel Bokassa, llegado al poder a través de un golpe de Estado el 1 de enero de 1966, y sirvió sucesivamente como ministro de Transportes (1969-1970), Desarrollo y Turismo (1969-1970), Agricultura, Ganadería, Recursos Hídricos, Forestales y Cinegéticos, Turismo y Transporte (1970), Desarrollo (1970), Transporte y Comercio (1970-1972), Desarrollo Rural (1972-1973), Salud y Asuntos Sociales (1973-1974) y Turismo y Recursos Hídricos, Pesqueros y Cinegéticos (1974-1976).

En premio a su lealtad, el 8 de diciembre de 1976 Bokassa le nombró primer ministro y entre sus cometidos figuró la organización de la fastuosa ceremonia de entronización de aquel como emperador, el 4 de diciembre de 1977. Asimismo, desempeñó funciones directivas en el partido único del régimen, el Movimiento de Evolución Social del África Negra (MESAN). Pero Patassé terminó cayendo en desgracia ante Bokassa, que se encontraba crecientemente inseguro en su satrapía, de manera que el 14 de julio de 1978 fue destituido del Gobierno y hubo de escapar a París, desde donde llamó al derrocamiento del dictador. Cuando tal mudanza se produjo a instancias del Gobierno francés el 20 de septiembre de 1979, Patassé retornó tras los paracaidistas galos que se hicieron con el control en Bangui.

Al mes siguiente, Patassé fue puesto bajo arresto domiciliario por Dacko, restaurado en el poder por los franceses. Dado a la fuga con la intención de llegar a Chad y vuelto a arrestar en noviembre, poco después fue definitivamente liberado por razones de salud. En representación de su recién fundado partido, el Movimiento por la Liberación del Pueblo Centroafricano (MLPC), participó en las negociaciones interpartidistas para abrir un proceso democrático, de manera que pudo presentar su candidatura a las elecciones presidenciales del 15 de marzo de 1981.

Según las autoridades electorales Patassé obtuvo un 38% de los votos, aunque Dacko, mediante el fraude, se aseguró la reelección. El 1 de septiembre Dacko fue derrocado en un golpe de Estado por el general André Kolingba, cuya proscripción de los partidos políticos forzó a Patassé a otro de sus regulares exilios en Francia.

Internacionalmente reconocido como líder de la oposición centroafricana, el 27 de febrero de 1982 Patassé retornó para participar en una rebelión contra Kolingba, pero, cuatro días después, al no conseguir de las Fuerzas Armadas la deslealtad al general, tuvo de refugiarse en la embajada francesa, de donde al cabo de un mes fue transferido a Togo, quedando bajo la protección de la delegación local del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), y posteriormente regresó a Francia. Tras varios años de residencia en la antigua metrópoli, en 1993 regresó al país con la transición democrática en curso para retomar la actividad política.

Participó en las elecciones a dos vueltas del 22 de agosto y 19 de septiembre de 1993; en las legislativas, el MLPC se colocó como el partido más votado, con 34 de los 85 escaños de la Asamblea Nacional y superando ampliamente al ex partido único del oficialismo, el Reagrupamiento Democrático Centroafricano (RDC), mientras que en las presidenciales, él se impuso en las dos rondas con el 37,3% y el 52,4% de los sufragios, respectivamente, sobre el ex primer ministro Abel Goumba, del Frente Patriótico para el Progreso (FPP), Dacko, del Movimiento por la Democracia y el Desarrollo (MDD), y Kolingba, que quedó en un inesperadamente mediocre cuarto puesto. El 22 de octubre Patassé reemplazó a Kolingba como el primer presidente libremente elegido en la historia de la nación.

Entonces nadie lo habría imaginado, pero en el curso de la década en que rigió la República Centroafricana, Patassé terminó convirtiéndose en un caso extremo de presidente legítimo salido de un esperanzador proceso democrático para luego ser zarandeado por una retahíla sin precedentes de rebeliones, complots e intentonas golpistas salidos de las exiguas (3.500 hombres) Fuerzas Armadas Centroafricanas (FACA), haciendo de su Gobierno un ejercicio de supervivencia permanente. La contumacia de estas insidias fue minando su base de poder, y finalmente, un híbrido de invasión guerrillera y de golpe militar convencional acabó con su régimen en marzo de 2003 después de haber superado embates que se antojaron más formidables.

Los levantamientos contra Patassé comenzaron como insubordinaciones de militares enfurecidos por la retención de sus pagas, pero más tarde adquirieron la traza de verdaderos movimientos políticos para removerle del poder. Esta percepción se nutrió del hecho de que la mayoría de los amotinados pertenecían a la tribu sureña ngbandi-yakoma, de la que Kolingba era su más conspicuo representante y valedor. Los hechos mostraron a las claras que el ex dictador había acatado su rotunda derrota electoral de 1993 sólo como antesala de una hostilidad obsesiva contra Patassé, al que intentó defenestrar una y otra vez.

Preludiado por una suerte de ensayo en el mes de abril, entre el 18 y el 27 mayo de 1996 un violento motín de soldadesca descontenta provocó la intervención de las tropas francesas estacionadas en el país y una operación militar de Estados Unidos para evacuar a los ciudadanos extranjeros. Para mitigar la tensión política, ya que en esta ocasión los partidos opositores celebraron una manifestación antigubernamental, y el clima popular antifrancés, Patassé ofreció formar un gobierno de unión nacional, pero la concesión fue rechazada por la mayoría de sus adversarios civiles.

En noviembre se declaró la tercera asonada de militares con reclamaciones salariales en el último medio año. Las motivaciones políticas contra Patassé cobraron más nitidez, a la par que los desmanes violentos de los rebeldes. Un segundo despliegue de unidades francesas en la capital tuvo la virtud de detener los enfrentamientos, con el balance de varias decenas de muertos.

El 8 de diciembre las partes alcanzaron una precaria tregua, pero el 5 de enero de 1997 una nueva sublevación, muy peligrosa para Patassé, tuvo que ser sofocada con una firme reacción conjunta de efectivos leales de las FACA y los franceses, lo que abundó en la sensación de debilidad de un presidente totalmente dependiente de la ex metrópoli colonial, que durante años había considerado a la República Centroafricana su portaaviones estratégico en África central.

El 25 de enero de 1997, las partes, urgidas por la mediación conjunta de varios países de la región, adoptaron los denominados Acuerdos de Bangui, en torno a la formación de un nuevo Gobierno de unidad nacional, la amnistía de los alzados y el despliegue de una fuerza de interposición panafricana, la Misión Interafricana de Monitorización de la Implementación de los Acuerdos de Bangui (MISAB), formada por 800 soldados de Burkina Faso, Chad, Gabón, Malí, Senegal y Togo. Estas tropas comenzaron su despliegue en la capital del país el 8 de febrero y en el mes de junio, junto con unidades francesas, sostuvieron violentos choques con los soldados rebeldes, hasta la firma el día 28 de otro alto el fuego.

El 27 de marzo de 1998 el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Misión de Naciones Unidas en la República Centroafricana (MINURCA), compuesta por 1.350 soldados, fundamentalmente africanos, si bien Francia aportó el soporte logístico y financiero. El 15 de abril siguiente la MISAB transfirió el mando de la operación de paz a la MINURCA, que, tras constatar el Consejo de Seguridad la normalización de la situación, abandonó el país el 15 de febrero de 2000 y fue sustituida por una misión sin la categoría de operación de mantenimiento de la paz, la Oficina de Naciones Unidas de Apoyo a la Consolidación de la Paz en la República Centroafricana (BONUCA).

El pacto de reconciliación nacional del 5 de marzo de 1998, que reunió a todos los sectores sociales y políticos del país, coincidió con la salida del dispositivo militar francés, presente desde el tratado de protección franco-centroafricano de 1966. El cierre en abril de las bases francesas en Bangui y Buar, y la consiguiente retirada de los 1.800 militares de esta nacionalidad, unida a la de los cascos azules de la ONU, parecieron mermar la posición de Patassé frente a futuros contratiempos.

Basada fundamentalmente en la exportación de diamantes y algodón, la economía centroafricana conoció ese año una lenta e incierta recuperación gracias al aumento de las cotizaciones internaciones de aquellos productos y a la concesión por el FMI de una ayuda financiera, postergada durante años por el desorden y la inestabilidad reinantes, que fue condicionada a la privatización de las empresas públicas y la liberalización del sector petrolero. De paso, se esperaba superar los graves problemas de iliquidez que habían dado alas a los motines militares de 1996 y 1997.

En las elecciones legislativas del 22 de noviembre y 13 de diciembre de 1998 el MLPC mantuvo su posición mayoritaria con 47 escaños de una Asamblea Nacional aumentada a los 109 miembros, mientras que en las presidenciales del 19 septiembre de 1999 Patassé fue reelegido con el 51,6% de los votos, superando ampliamente a su inmediato rival, Kolingba, para un período de seis años y al amparo de la nueva Constitución, aprobada en el referéndum del 28 de diciembre de 1994.

Aunque la oposición volvió a cuestionar los resultados de los comicios, el ambiente político se presentaba bastante más sosegado que meses atrás, a lo que contribuyó el anuncio por Patassé, el 31 de enero de 2000, de la disolución de la controvertida Guardia Presidencial. Al comenzar 2001, la oposición política, reforzada por estudiantes y trabajadores del sector público irritados por los retrasos en el cobro de los salarios, reactivó sus movilizaciones contra el presidente, al que endilgó una acusación bien común entre los líderes africanos catapultados al poder por mandato de las urnas en la última década del siglo: auspiciar la corrupción, el nepotismo y el tribalismo.

Patassé participó en los esfuerzos regionales de pacificación de la guerra civil de la República Democrática del Congo entre el Gobierno central y las diversas guerrillas apoyadas por Uganda y Rwanda, un conflicto que perturbó las vías comerciales y que, con sus olas de refugiados, amenazó con llevar más inestabilidad a la propia República Centroafricana, como, ciertamente, terminó sucediendo.

Situada en la primera línea de los combates intercongoleños (Bangui, en la orilla superior del río Ubangui que delimita la frontera, tiene enfrente a la ciudad de Zongo), la República Centroafricana trató de mantenerse al margen de esta extraordinariamente compleja y mortífera guerra, si bien los rebeldes congoleños acusaron en 1999 al Gobierno de Patassé de falsear su neutralidad al permitir que las tropas del régimen de Laurent Kabila operaran en este lado de la frontera y que la aviación de Sudán, uno de los aliados de aquel, utilizara aeródromos. Políticos de la oposición nacional informaron también que soldados gubernamentales congoleños protagonizaron actos de pillaje en poblaciones centroafricanas ante la pasividad de las autoridades centroafricanas.

El 28 de mayo de 2001 Patassé encajó su cuarta rebelión, que constituyó ya un intento de derrocarle en toda regla. La residencia del jefe del Estado, la radio nacional y el Estado Mayor de la Guardia Presidencial fueron atacados, pero esta última, única fuerza local con la que el mandatario podía contar en estas situaciones de máximo apuro, repelió a los agresores, que se hicieron fuertes en los sectores meridionales de Bangui.

Los gubernamentales emprendieron la contraofensiva y el 3 de junio, precedidos por un duro cañoneo con armamento pesado y apoyados por un centenar de soldados regulares libios y milicianos de la guerrilla congoleña Movimiento de Liberación Congoleño (MLC) de Jean-Pierre Bemba, asaltaron los reductos rebeldes y desataron una auténtica caza del yakoma. Antes de poner pies en polvorosa (según los informes de prensa, fue visto huir de su residencia en el suburbio de Ouango vestido aún con el pijama de dormir), Kolingba reivindicó la paternidad de un ataque para el que había reclutado, según el Gobierno, a 300 mercenarios africanos comandados por dos generales rwandeses. Patassé puso precio a su cabeza, 25 millones de francos CFA (32.000 dólares), y en agosto el golpista fue sentenciado a muerte en rebeldía por un tribunal.

Los efectivos libios, formalmente con mandato de la Comunidad de Estados Sahelo-Saharianos (CENSAD), fueron aerotransportados a toda prisa a raíz de una angustiosa llamada de Patassé a Muammar al-Gaddafi, e igual petición de auxilio recibió el congoleño Bemba, que venía librando su guerra particular contra el Gobierno de Kinshasa con el apoyo de Uganda y que acudió presto desde la provincia fronteriza de Ecuador con sólo cruzar en barco el río Ubangui.

Claro que estas asistencias al acosado Patassé, además de poner la soberanía nacional en la picota, no podían creerse desinteresadas, tratándose la República Centroafricana de uno de los países africanos más ricos en recursos naturales -diamantes, uranio, oro, petróleo, madera, algodón, tabaco, café, hidroelectricidad-, así como una plataforma estratégica, hasta fecha reciente ampliamente usufructuada por Francia, y una encrucijada geográfica en el continente. De hecho, los chispazos de guerra civil en este país deplorablemente subdesarrollado cuyas riquezas naturales son para sus habitantes más una maldición que una bendición, se enmarcaron, como en Congo-Kinshasa, como en Sierra Leona, como en Côte d'Ivoire, en una disputa más compleja por el control e influencia de aquellos apetitosos activos, siendo la doble injerencia rival de Libia y Chad el principal elemento perturbador.

Así que los sucesos de mayo de 2001 se saldaron en una victoria pírrica para Patassé, que tenía el poder hipotecado y sólo ganó un poco de tiempo antes de ser asaltado por nuevos enemigos, a la sazón emergidos desde el lado propio. Resuelto a depurar de elementos sospechosos las instituciones armadas, a finales de agosto el presidente ordenó el arresto de su ministro de Defensa, Jean-Jacques Demaveaux, bajo la acusación de haber tomado parte en la intentona de mayo, y el 26 de octubre le tocó el turno al jefe del Estado Mayor de las FACA, general François Bozizé, quien fue destituido abruptamente con la misma imputación.

Viejo compañero de peripecias conspirativas contra el régimen de Kolingba y también norteño, Bozizé había servido lealmente a Patassé durante los motines de 1996 y 1997, pero su actuación en el reciente golpe del ex dictador despertó sospechas. El 2 de noviembre la justicia le envió un requerimiento de comparecencia, pero el general entendió que esto no era sino una orden de arresto encubierta, así que resolvió resistirse con las armas.

Atrincherado con un nutrido grupo de leales en unos barracones en un suburbio al norte de Bangui, a partir del 3 de noviembre Bozizé se enzarzó en duros combates con la Guardia Presidencial y gendarmes afectos a Patassé, quienes, asistidos discretamente por los libios, amagaban contra su bastión con la orden de prenderle. La mediación del enviado especial de la ONU, el senegalés Lamine Cissé, tuvo la virtud de apaciguar las luchas y seguramente facilitó una retirada pactada de Bozizé, quien el 9 de noviembre emprendió la huida a Chad secundado por 300 partidarios.

Con la aquiescencia del Gobierno de Idriss Déby, en el país vecino del norte Bozizé reorganizó sus huestes con la determinación de derrocar a Patassé y hacerse con el poder en la República Centroafricana a la primera oportunidad. En los meses siguientes, el presidente chadiano rechazó el requerimiento de extradición hecho por Patassé y facilitó a Bozizé y su gente los medios con que librar choques fronterizos con unidades gubernamentales centroafricanas dirigidas por un antiguo comandante rebelde chadiano, Abdulaye Miskine, reclutado por Patassé para contrarrestar las incursiones realizadas desde Chad.

Se conformó entonces en la República Centroafricana una guerra de baja intensidad involucrando a dos estados enemistados que delegaban en la oposición armada del otro la responsabilidad de hostilizar y debilitar. En octubre de 2002 Bozizé se sintió fuerte como para lanzar una ofensiva general contra Patassé. El 25 de ese mes, pocos días después de abandonar N'Djamena y de instalarse en Francia en calidad de asilado político, sus hombres, entre los que figuraban no pocos chadianos, cruzaron la frontera de Chad, atravesaron la República Centroafricana de norte y sur y se presentaron en Bangui.

Tras sentar sus reales en el sector septentrional de la capital, donde contaban con simpatizantes civiles, los rebeldes dirigieron sus ataques contra el Palacio presidencial, el aeropuerto de M'poko y el edificio de la radio gubernamental, pero la defensa planteada por el contingente libio volvió a revelarse tan firme como decisiva, tanto más cuanto que los soldados de las FACA apenas se dejaron ver en las refriegas.

Bozizé emitió una declaración desde Radio France International reclamando la paternidad del ataque y exigiendo a Patassé su dimisión a menos que convocara de inmediato una mesa de diálogo con todos los grupos de oposición. La proclama cayó en saco roto y Patassé, esta vez verdaderamente por los pelos, volvió a salir airoso de su enésimo embate, de suerte que el 31 de octubre los hombres de Bozizé emprendieron la retirada acosados por el heteróclito frente de fuerzas oficialistas.

Semejante fracaso no desanimó a Bozizé, que no dudaba de la extrema debilidad política y militar de su enemigo, carente de fuerzas propias y totalmente dependiente del auxilio exterior. Por de pronto, el militar faccioso se aseguró una plataforma de invasión desde el propio territorio centroafricano, y en diciembre los medios regionales informaron que sus fuerzas tenían el control efectivo de Bozoum, Bossangoa y Kaba Bandoro, capitales respectivamente de las prefecturas norteñas de Ouham Pendé (ésta, la patria chica de Patassé), Ouham y Gribingui, perfilándose una situación de fractura nacional y guerra civil.

En todas esas áreas Patassé vio socavadas sus bases de apoyo popular por Bozizé. Por lo que respecta a Bangui, los desmanes causados en la ciudad por milicianos del MLC tras poner en fuga a los invasores hicieron un flaco favor a Patassé. Para un sector creciente de la sociedad civil, Patassé era un mandatario desacreditado, incapaz de mantener el orden, de sacudirse de la dependencia extranjera y de solucionar el marasmo económico.

La ocasión de golpear de nuevo se planteó a Bozizé después de la retirada, el 31 de diciembre, del contingente libio -un número incierto de hombre, entre 80 y 300- y su sustitución por dos centenares largos de soldados de Gabón. Esta tropa constituía el grueso de una misión de protección acordada por una organización regional que, precisamente, tiene su sede en Bangui, la Comunidad Económica y Monetaria de África Central (CEMAC). Chad mismo, ya que país miembro de la CEMAC, anunció el envío de 100 soldados de su parte. Evidentemente, el compromiso de la llamada Fuerza Multinacional en Centroáfrica (FOMUC) de empuñar las armas en defensa de Patassé no iba a ser, con mucho, el expresado por los libios. Luego, el 15 de febrero de 2003, Déby fue recibido por Patassé en Bangui en un intento de reconciliación instado por la CEMAC.

El 15 de marzo siguiente Patassé se encontraba en la capital de Níger, Niamey, asistiendo a la V Cumbre de la CENSAD cuando aproximadamente un millar de partidarios armados de Bozizé tomaron centros neurálgicos de la capital, inclusive el Palacio presidencial y el aeropuerto, sin encontrar gran oposición y anunciaron por radio que el general era el nuevo presidente de la República. La FOMUC no intervino y observó impávida cómo las turbas se lanzaron al saqueo de las residencias de Patassé, mientras que los guerrilleros del MLC, odiados por los locales, huyeron a la desbandada a su país de origen con sus canoas por el río Ubangui.

Patassé emprendió inmediatamente el regreso al país para intentar reconducir la situación, pero su avión fue tiroteado cuando se disponía a aterrizar en Bangui, viéndose obligado a tomar rumbo a Yaoundé, Camerún, donde tomó tierra ya en calidad de exiliado. Una vez sofocados los focos de resistencia de los pocos gubernamentales que plantaron cara a los golpistas y confirmado el control total de la ciudad por sus hombres, Bozizé hizo su entrada en Bangui desde su anterior paradero no revelado entre demostraciones de alborozo popular.

Las turbas aprovecharon el caos y el vacío de poder para cometer actos de vandalismo y pillaje de cuanto recinto estuviera a su alcance, ya fueran misiones religiosas o las instalaciones del Programa Mundial de Alimentación de la ONU. Se reportaron más de 50 muertos, entre uniformados y civiles, en los tiroteos y en los disturbios que les siguieron, prolongados durante varios días en una capital sin ley.

En su comunicado a la nación el día 16, Bozizé se autoproclamó jefe del Estado y anunció la suspensión de la Constitución, la disolución del Gobierno que presidía Martin Ziguélé y la Asamblea Nacional, y planes para la creación de un Consejo Nacional de Transición (CNT), abierto a los partidos políticos, sindicatos, poderes territoriales y demás actores de la sociedad civil, con la misión de elaborar un programa con pautas para el nuevo Gobierno. Éste se constituyó el 31 de marzo bajo la presidencia de Abel Goumba y con la participación de miembros del MLPC, varios de cuyos líderes se apresuraron a salir en apoyo del nuevo poder.

Instalado junto con su familia y un séquito de colaboradores y ministros en Togo, cuyo presidente, Gnassingbé Eyadéma, ha mantenido con él una larga relación de íntima amistad (Eyadéma le presentó a la que iba a ser su futura esposa cuando su primer exilio en este país en los años ochenta), Patassé no hizo ningún tipo de declaración ni sobre su remoción ni sobre las intenciones desveladas por Bozizé.

(Cobertura informativa hasta 1/7/2003)