Alija Izetbegovic

Nacido en el seno de una familia musulmana de elevada posición social, en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, ingresó en un instituto superior de Sarajevo, ciudad a la que se habían trasladado sus padres al iniciarse la ocupación del Ejército alemán, para estudiar Agronomía. En 1954 se matriculó en la Universidad de la capital bosnia, donde dos años después obtuvo la diplomatura y al cabo de otros seis la licenciatura en la carrera de Derecho. Entretanto, trabajó como asesor legal para la compañía PUT y en el Instituto de Tráfico de Sarajevo.

Desde joven se identificó con las reivindicaciones políticas y culturales de la comunidad bosniomusulmana (eslava), y más concretamente militó en la disidencia de los Mladi Musulmani (Jóvenes Musulmanes), una asociación panislamista creada en 1941 e inspirada en los Hermanos Musulmanes egipcios que con los criterios actuales merecería la etiqueta de integrista. A Izetbegovic su activismo político-religioso le acarreó muchos y serios contratiempos con el Gobierno de la República Federativa Socialista de Yugoslavia, establecido después de la guerra y dirigido con mano de hierro por el mariscal Tito, hasta el punto de que su vida fue una sucesión de períodos de cárcel y de libertad vigilada.

En 1946 fue arrestado por primera vez por haber tomado parte en la publicación de un periódico ilegal y los tres años siguientes los pasó en prisión. En 1949 quedó en libertad coincidiendo con la prohibición y disolución de los Mladi Musulmani, acusados de sedición en relación con un reciente motín callejero, de promover el odio racial y religioso y de haber mostrado una orientación filofascista durante la guerra. Sin embargo, Izetbegovic y otros compañeros continuaron desenvolviéndose en la clandestinidad. En las cuatro décadas siguientes, Izetbegovic sufrió otras tres etapas carcelarias: en 1951, cuando fue condenado a tres años por desarrollar "actividades subversivas"; en 1972, por su autoría del opúsculo Declaración Islámica; y, en 1983, cuando recibió una pena de catorce años, acusado esta vez de desarrollar "actividades panislámicas". Redactada y divulgada en 1970, en su Declaración Islámica Izetbegovic hacía una confesión ideológica demasiado explosiva como para que las autoridades titistas no reaccionaran contundentemente, no obstante carecer el autor de cualquier plataforma o medios para plasmar sus ideas.

Izetbegovic arremetía tanto contra el modelo de república secular instaurado por Kemal Atatürk en Turquía en 1923, porque no era sino "una imitación de Europa", como contra los ulemas tradicionalistas, proponiendo como alternativas, para Bosnia, un nuevo "orden islámico" basado en la regeneración de los valores religiosos y morales de esta fe y cuya implantación correspondería a una intelligentsia religiosa, y para más allá del país, una "comunidad islámica unida desde Marruecos hasta Indonesia". Dando pábulo a las acusaciones que se le habían hecho de instigar el odio religioso, Izetbegovic exhortaba a la toma del poder por los musulmanes militantes allá donde fueran "moral y numéricamente superiores" con el objeto de "destruir el poder no islámico" existente y "construir uno islámico". Más aún, negaba pura y simplemente la posibilidad de una coexistencia pacífica entre las dos esferas, la de la fe musulmana y la de las instituciones y el poder seculares.

Inmediatamente después de encajar la dura sentencia judicial de 1983, Izetbegovic vio reducida la condena a los nueve años, de los que finalmente cumplió cinco en el penal de Foca, antes de obtener la libertad en noviembre de 1988. En mayo de 1990, cuando la Liga de los Comunistas Yugoslavos (SKJ), que en su trascendental XIV Congreso del mes de febrero había renunciado al papel dirigente en el Estado y, por ende, a tener el monopolio del poder al nivel federal, se adentraba en un proceso de desintegración en cada república dando lugar a partidos autónomos abanderados de los respectivos proyectos nacionales, Izetbegovic puso en marcha el Partido de Acción Democrática (SDA), una fuerza política conservadora de naturaleza parcialmente secular y desde luego no multiconfesional, pues desde el principio se basó en la comunidad musulmana como vínculo de identidad nacional.

Eso sí, por el momento el SDA excluía el programa independentista y secesionista adoptado por sus homólogos de la oposición en Croacia y Eslovenia. Según parece, la idea original de Izetbegovic había sido llamar a su agrupación Partido Musulmán Yugoslavo, pero las autoridades centrales no permitieron una denominación tan sonora que sugería intenciones panislámicas sobre toda la Federación, donde, además de la mayoría musulmana de Bosnia-Herzegovina, estaban las minorías musulmanas de Serbia, concentradas en la región de Sandzac, y, naturalmente, los albaneses de Kosovo, mayoritarios al 90% en la ahora suspendida provincia autónoma bajo jurisdicción de Serbia.

En las primeras elecciones pluralistas de la aún República Socialista de Bosnia-Herzegovina, celebradas a tres rondas el 18 de noviembre, el 2 de diciembre y 9 de diciembre de 1990, el SDA fue el partido más votado y capturó 86 de los 240 escaños de la nueva Asamblea bicameral. A continuación, se integró en un Gobierno de coalición con las otras dos fuerzas más votadas, el Partido Democrático Serbio (SDS) y la Unión Democrática Croata (HDZ), representantes de las otras dos comunidades religioso-culturales (y, en menor medida, no obstante la insistencia en este hecho diferencial en los años futuros, étnicas, ya que las tres son eslavas, además de hablar la misma lengua) presentes en la República, que emprendió así un incierto proceso democrático sobre líneas sectarias, siendo completamente marginadas las opciones políticas interconfesionales.

El 20 de diciembre siguiente, Izetbegovic, en tanto que cabeza de la fuerza más votada, fue elegido presidente de la Presidencia Estatal, el órgano colegiado del poder ejecutivo en la República, sustituyendo al último titular perteneciente a una SKJ en vías de extinción, Obrad Piljak. Como parte del reparto de poderes, Momcilo Krajisnik, líder del SDS, fue elegido presidente de la Asamblea, en tanto que Jure Pelivan, por el HDZ, recibió el puesto de primer ministro. Como partidario de una nueva formulación del marco federal yugoslavo y de una Bosnia multicultural, el objetivo aparente de Izetbegovic, único presidente republicano que no tenía un pasado comunista (antes bien, había sido un anticomunista irredento) sería conciliar el Islam, siempre asociado a los países orientales, con la idiosincrasia netamente europea, que era una característica acusada en buena parte de la población bosniomusulmana, muy secularizada, instruida y, en el caso de las clases urbanas medias y altas, tan adscrita a la cultura occidental como podía estarlo cualquier pueblo de una Europa donde civilidad y modernidad se hacían sinónimos, erróneamente, de ámbito de religión cristiana.

Los eurocentristas proclives a señalar con el dedo en las calles de sus ciudades a un musulmán basándose en las indumentarias o las costumbres, podrían experimentar confusión en Sarajevo, ciudad que en 1984 se había llenado de esquiadores de todo el mundo con motivo de los XIV Juegos Olímpicos de Invierno, que tenía abundantes discotecas y locales de esparcimiento juvenil y donde las manifestaciones de la fe mayoritaria de sus habitantes se observaban en las mezquitas con minaretes y no en los velos de las mujeres. Estos ciudadanos preferían llamarse a sí mismos bosnios, y algunos, incluso, simplemente yugoslavos, por más que estos gentilicios que apuntaban al deseo de hallar vínculos identitarios nacionales en los hechos de compartir unos derechos civiles y políticos, acatar a un gobierno común o vivir en un mismo territorio topaban con la tendencia imparable que exigía clasificar a la población con criterios étnicos y religiosos, para, a partir de ahí, decidir quiénes tenían derecho a formar parte o no de una nación en particular.

En su esfera privada, Izetbegovic seguía siendo un musulmán devoto que había hecho la peregrinación a La Meca o hadj, pero en su discurso político, el radicalismo religioso del que había hecho gala en el pasado, con resabios de intolerancia en su Declaración Islámica de 1970, había sido desplazado por las reclamaciones soberanistas y democráticas. En la segunda mitad de 1991 el presidente asistió silenciosamente a la guerra de conquista y exclusión étnica que estaba despedazando la vecina Croacia, permitiendo a las tropas federales, cooptadas de hecho por Serbia, atravesar el territorio bosnio camino de los frentes de batalla en Krajina y Banija.

Aparentemente, tanta confianza de Izetbegovic en el resguardo de su república en esta hora de definición en la moribunda Yugoslavia de estados-nación étnicamente puros sin ahorrarles barbarie a las víctimas parecía ingenua, ya que si el presidente serbio Slobodan Milosevic, el carismático caudillo nacional-comunista que se había hecho con todo el poder en Belgrado, había sido capaz de desencadenar una guerra contra el Gobierno secesionista de Zagreb para arrancarle los territorios orientales en los que vivía el 12% de serbocroatas del conjunto de la república, otro tanto podría suceder con Bosnia-Herzegovina, donde el 31% de la población era serbia de religión cristiana ortodoxa.

Porque tenía una elevada fe en el precario equilibrio alcanzando aquí, o quizás porque consideraba imposible una guerra étnica en una república donde los matrimonios mixtos eran comunes y donde la distribución comunitaria sobre el mapa estaba lejos de ofrecer manchones de color bien diferenciados y, antes bien, se aproximaba a una abigarrada piel de leopardo, Izetbegovic, con su estilo sobrio, imperturbable y poco comunicativo, lo menos parecido a un demagogo balcánico, pareció no apercibirse de lo que se avecinaba hasta última ahora, si se juzgan sus parcas expresiones externas.

A comienzos de 1992 en el SDA fueron cobrando fuerza las tesis independentistas, pues parecía imposible seguir en una Federación copada institucionalmente por Serbia y que de yugoslava ya sólo tenía el nombre. Además, se contaba con que la Comunidad Europea (CE), y quizá Estados Unidos, fueran a prestar el reconocimiento diplomático inmediato, lo que otorgaría una garantía de viabilidad como Estado. Izetbegovic se lanzó por esta vía llena de incertidumbres y peligros de los que no se sabe cuántos pudo presentir y cuántos no, pero siendo como era un veterano de la lucha política, un conocedor de la realidad social de su país y un testigo privilegiado de los dramáticos acontecimientos en Croacia, cuesta creer que en su fuero interno no fuera consciente de que el órdago que planteaba era altamente arriesgado y estaba abocado al desastre. Otra forma de verlo es que, hiciera lo que hiciera Izetbegovic, el pueblo bosnio ya estaba condenado, porque después de desmembrar Croacia el régimen de Belgrado fijó su atención en Bosnia-Herzegovina como la siguiente víctima de sus apetitos expansionistas.

Sea como fuere, el 3 de marzo de 1992, luego de aprobarse en un referéndum el 29 de febrero y en contra de las advertencias lanzadas por los nacionalistas serbios, el presidente proclamó la independencia de la República de Bosnia-Herzegovina. El 7 de abril, cumpliendo los más negros pronósticos y coincidiendo con los reconocimientos diplomáticos de la CE y Estados Unidos, estallaban los primeros combates en Sarajevo provocados por milicianos serbobosnios. En pocos días la guerra civil se generalizó en toda la república, mientras que la capital quedó cercada y sometida a bombardeos artilleros indiscriminados por unas fuerzas serbobosnias muy bien pertrechado, en armas y hombres, por el Ejército federal en retirada.

Al Gobierno de Sarajevo se mantuvieron leales, ciertamente, los bosnios musulmanes, pero también -dato que suele pasarse por alto y que es necesario recalcar- muchos bosnios serbios y croatas, una realidad multicomunitaria que convierte en imprecisas las referencias habituales a los "musulmanes" o los "bosniomusulmanes" (cual es la que se emplea profusamente aquí) en los análisis del conflicto, por más que estas etiquetas siempre generalistas suelen antojarse inevitables a la hora de identificar a uno u otro bando combatiente. Conviene recordar que la Constitución de posguerra ha recogido la designación local de bosniak, esto es, bosniacos, un gentilicio que subraya el deseo de diferenciación de serbios y de croatas en un terreno más bien cultural que religioso, dado que si éstos se llaman así y no "bosnioortodoxos" o "bosniocatólicos", denominaciones jamás escuchadas entre estos pueblos cristianos, aquellos bien podían reclamar que se les llamara como colectividad sin connotaciones de fe.

La autoproclamada Republika Srpska (RS), presidida por el psiquiatra Radovan Karadzic y con pretendida capital en la propia Sarajevo (si bien las instituciones políticas se establecieron en Pale, un villorrio cercano), justificó su agresión armada por la supuesta pretensión de Izetbegovic de convertir a Bosnia-Herzegovina en un Estado fundamentalista islámico, además de negar el estatus de nacionalidad a los musulmanes, a los que consideraban unos eslavos serbios de hecho que hacía siglos, durante la ocupación turca otomana, se habían convertido al Islam. Ahora bien, el cariz que tomaron las operaciones bélicas, propias de una guerra de rapiña y exterminio más intercultural que interétnica, abonaron la tesis de que los serbobosnios estaban teledirigidos desde Belgrado, donde Milosevic ambicionaba construir una Gran Serbia a expensas de las demás repúblicas y nacionalidades de la antigua Yugoslavia.

La evolución de la mortífera guerra civil en Bosnia, caracterizada por los episodios de crueldad más inauditos que imaginarse puedan, sin precedentes en el continente desde la Segunda Guerra Mundial, y la indefinición y las vacilaciones de las diplomacias europea e internacional sobre la estrategia a adoptar, está suficientemente documentada en las hemerotecas. La imagen de Izetbegovic proyectada por los medios de comunicación en estos años fue la de un dirigente templado, estoico, emblema para un pueblo martirizado, y símbolo de una inquebrantable voluntad de resistencia y, al menos, en el primer tramo del conflicto, de la unidad territorial de Bosnia sobre una base multiétnica y multicultural, cuando pocos, a tenor de la realidad implacable que se iba dibujando sobre el terreno, apostaban ya por aquella noción, ganándose por ello las simpatías de una parte importante de las conmocionadas opiniones públicas europeas.

Sin embargo, desprovisto de apoyos, odiado por sus enemigos y presionado casi impúdicamente por unos gobiernos y diplomáticos occidentales que no estaban moviendo un dedo para detener la matanza diaria de civiles, el asedio artillero de las ciudades y la proliferación de campos de concentración que suscitaban espantosas remembranzas de los campos nazis de medio siglo atrás, Izetbegovic hubo que someterse a los sucesivos planes de paz redactados por los mediadores de la comunidad internacional al ritmo de las conquistas serbias, a la vez que fue asumiendo como propio el criterio de las fronteras étnicas.

El 25 de marzo de 1993 Izetbegovic completó la firma del llamado Plan Vance-Owen, presentado por el estadounidense Cyrus Vance, enviado especial del secretario general de la ONU, y el británico David Owen, representante de la CE, en la reunión en Ginebra en el mes de enero de la Conferencia Internacional de Paz para Yugoslavia, el cual rediseñaba el mapa de Bosnia-Herzegovina con criterios étnicos. El modelo de Estado descentralizado sometido a las partes en conflicto se componía de diez provincias dotadas de una amplia autonomía, tres para cada comunidad, más Sarajevo y su área, que sería regido por un gobierno tripartito y quedaría desmilitarizado; una autoridad central reducida a su mínima expresión poseería los atributos estatales, mientras que cinco grandes corredores de carácter "humanitario" permitirían la continuidad territorial de este rompecabezas. Sin embargo, la RS se resistió desde el principio a aceptar el plan porque le parecía muy insatisfactorio, puesto que su Ejército, el VRS, ya se había encargado de trazar otra realidad mucho más propicia con la fuerza de las armas, y en mayo lo rechazó definitivamente a través de un referéndum.

A continuación, el 16 de septiembre, Izetbegovic aceptó en Ginebra la partición del país en tres entes étnicamente homogéneos tal como contemplaba el segundo plan de paz internacional, presentado en agosto por Owen y el noruego Thorvald Stoltenberg, nuevo alto representante de la ONU. La fórmula, que hablaba de establecer una "Unión de Repúblicas de Bosnia-Herzegovina" con un Gobierno central con poderes muy recortados, otorgaba a los bosniomusulmanes el 30% del territorio, cuando antes de la guerra constituían el 43% de la población, y a los serbobosnios el 52%, siendo el 18% restante para los bosniocroatas. Como la propuesta de primavera, el plan Owen-Stoltenberg no llegó a buen puerto, ya que esta vez quien lo vetó fue el Parlamento de Sarajevo, el 29 de septiembre, al considerar que asumía las conquistas militares de los serbobosnios y la limpieza étnica infligida a los bosniomusulmanes como hechos consumados.

A instancias del Gobierno de Estados Unidos, el 18 de marzo de 1994 Izetbegovic firmó en Washington con el presidente croata Franjo Tudjman, un nacionalista recalcitrante que el año anterior había alimentado la secesión armada de los bosniocroatas de Herzegovina, dando lugar el 28 de agosto a la llamada República Croata de Herzeg-Bosna (RCHB), y hasta planeado con Milosevic -su verdugo doméstico en 1991- el reparto del país a expensas de los bosniomusulmanes, la puesta en marcha de la Federación de Bosnia-Herzegovina (FBH), mudanza política que tuvo la virtud de detener la guerra civil particular, muy sañuda, entre musulmanes y croatas, iniciada en abril de 1993 y con epicentro en la ciudad de Mostar.

La FBH, siempre en la cuerda floja por la persistencia entre los bosniocroatas de las ínfulas secesionistas y proanexionistas a Croacia, inició su andadura el 31 de mayo de 1994, teniendo como primer presidente al croata Kresimir Zubak (HDZ) y como primer ministro al musulmán Haris Silajdzic (SDA), quien venía ocupando el mismo puesto en el Gobierno central de Sarajevo. El 18 de julio del mismo 1994 Izetbegovic aceptó con creciente resignación un nuevo plan de paz del denominado Grupo de Contacto de países involucrados en la mediación del conflicto, el cual confería a la FBH el 51% del país. Pero los dirigentes de la RS, sintiéndose fuertes y confiados en el carácter inamovible de ese 70% de territorio que habían conquistado sus tropas, lo ignoraron con el pretexto de que no les adjudicaba ciertas áreas consideradas de interés estratégico vital.

El día de año nuevo de 1995 entró en vigor un alto el fuego aceptado en diciembre y que correspondía a una iniciativa del ex presidente estadounidense Jimmy Carter. Cuando esta tregua expiró el 1 de mayo, los contendientes no tardaron mucho en retornar a las hostilidades: el 15 de junio el Ejército gubernamental a las órdenes de Izetbegovic, la Armija, inició una gran ofensiva para romper el cerco militar sobre Sarajevo, situación que ya había cumplido los tres años con el resultado de miles de muertos y grandes destrucciones. El levantamiento o, al menos, el alivio del sitio de la metrópoli mártir había sido una condición sine qua non del mandatario a la hora de transigir en numerosas ocasiones a lo largo de sus tortuosas negociaciones con los diplomáticos internacionales.

Como respuesta al embate de la Armija, el VRS arremetió contra los bastiones aislados que permanecían bajo control del Gobierno de Sarajevo, no obstante la teórica inviolabilidad que les confería su estatuto de "zonas de seguridad" aprobado por la ONU, cuales eran Bihac al noroeste, Tuzla al nordeste, y Gorazde, Zepa y Srebrenica al este, que se encontraban atestados de refugiados. En julio los serbobosnios entraron en Zepa y Srebrenica sin dejarse impresionar por un tímido bombardeo aéreo de la OTAN, y en la segunda ciudad perpetraron una verdadera hecatombe humana al aprehender y asesinar, ante la mirada impávida de los cascos azules holandeses de la Fuerza de Protección de la ONU (UNPROFOR) que estaban allí para salvaguardar el enclave, a varios miles de varones, quizá hasta más de 8.000, a los que luego arrojaron a fosas comunes, en la que fue la mayor masacre de la guerra.

Esta catástrofe, empero, no detuvo el contraataque de la Armija, que no tenía precedentes desde el estallido de la contienda y que se sustentaba en la reciente alianza militar suscrita entre la FBH y Croacia, llamada a alterar, por primera vez desde 1992, la balanza estratégica. El 26 de julio los aliados lanzaron una ofensiva en Bosnia central que en pocos días desbarató las defensas serbobosnias, mientras que el 30 de agosto la OTAN inició una campaña de bombardeos aéreos sostenidos hasta el 14 de septiembre, la Operación Deliberate Force, contra las posiciones de las fuerzas de Pale, que habían agotado la paciencia internacional con su última provocación, el 28 de agosto: la masacre -37 muertos- provocada por su fuego artillero en un mercado de Sarajevo, si bien hay que precisar que no hubo entonces, ni la hay hoy, unanimidad entre los observadores del conflicto sobre la verdadera autoría de este sangriento ataque que marcó un antes y un después en la evolución de la guerra.

Cuando las conquistas (Grahovo, Glamoc, Donji-Vakuf, Jajce, Bosanski Petrovac, Kljuc, Sanski-Most y otras ciudades, así como el área de Bihac) de las fuerzas combinadas de la Armija, el HVO bosniocroata y el Ejército regular de Croacia configuraron sobre el terreno, aproximadamente, las fronteras entre la FBH y la RS definidas en el plan de paz del Grupo de Contacto -lo que, dicho sea de paso, resolvió el espinoso problema de una eventual evacuación serbia de los territorios adjudicados a la FBH en un hipotético contexto posbélico de paz-, las potencias internacionales impusieron el cese general de hostilidades, que fue acordado el 11 de octubre y que en vigor a las cero horas del día 12.

Los serbobosnios, a regañadientes pero duramente castigados desde el aire por la OTAN, tuvieron que abrir las rutas humanitarias y levantar los cercos a Sarajevo, Gorazde y Tuzla; la paz, con algunos incidentes aislados, se asentó por fin en el trigésimo séptimo alto el fuego. El balance de tres años largos de guerra era pavoroso, llevándose los bosniomusulmanes la peor parte con diferencia: aunque los números probablemente nunca se sabrán con certeza, hoy suelen establecerse entre 200.000 y 250.000 los muertos y desaparecidos (aunque algunos estudios demográficos elevan esta cifra hasta los 300.000), 11.000 de ellos en Sarajevo y dos terceras partes miembros de la comunidad bosniomusulmana; por lo menos hubo otros tantos entre heridos y mutilados, así como un mínimo de 50.000 mujeres violadas. Cuando callaron las armas, 600.000 bosnios se consideraban desplazados internos y 1.300.000 estaban refugiados en el extranjero. Por lo demás, había una devastación general de infraestructuras básicas, viviendas e industrias, amén del patrimonio cultural e histórico.

Desde el 1 de noviembre Izetbegovic, Milosevic y Tudjman negociaron el acuerdo de paz en la base Wright-Patterson de la Fuerza Aérea de Estados Unidos en las afueras de Dayton, Ohio, y allí, el 21 de noviembre, prácticamente secuestrados y bajo una presión muy intensa del Gobierno de Bill Clinton, los tres máximos líderes protagonistas de la guerra adoptaron el documento, que rubricaron con carácter solemne y ante los ojos de todo el mundo en una ceremonia especial en París el 14 de diciembre, arropados por Clinton, el presidente francés Jacques Chirac, el canciller alemán Helmut Kohl, el primer ministro británico John Major, el presidente del Gobierno español Felipe González y el primer ministro ruso Viktor Chernomyrdin.

En el ínterin y hasta final de año, fueron poniéndose los ladrillos imprescindibles para el levantamiento de la Bosnia de posguerra. El 8 y el 9 de diciembre se celebró en Londres una Conferencia sobre los aspectos civiles de la reconstrucción que creó el llamado Consejo para la Implementación de la Paz y nombró un alto representante internacional en la persona del sueco Carl Bildt, el último enviado especial de la Unión Europea (UE, ex CE)

El 20 de diciembre los 24.000 cascos azules de la UNPROFOR, que dejaba atrás un triste registro de inoperancia, pusilanimidad y complicidad por dejación, en ausencia de mandatos nítidos del Consejo de Seguridad de la ONU, medios militares y, sobre todo, voluntad política de los países involucrados, cedían la tutela de la seguridad a los 60.000 soldados de la Fuerza de Implementación (IFOR), aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU cinco días antes y encabezada por la OTAN, poniéndose en marcha la operación multinacional Joint Endeavour. Y el 21 de diciembre la máxima instancia de la ONU estableció su Misión para Bosnia-Herzegovina (UNMIBH), que incluía una Fuerza Policial (UNIPTF) de 1.700 efectivos y una Oficina de Asuntos Civiles, cuyo cabeza era el representante especial del secretario general de la ONU, siendo el primer titular el pakistaní Iqbal Riza, el cual se aposentó en Sarajevo el 1 de febrero de 1996.

La presidencia de Izetbegovic y la jefatura del Gobierno por Silajdzic salieron del conflicto incólumes, al igual que las fronteras internacionales anteriores a abril de 1992, luego desde el punto de vista de la legalidad estatal el poder de Sarajevo se vio consolidado. Pero la RS tenía asegurada su existencia como parte constitutiva de Bosnia-Herzegovina, que tal iba a ser, simplemente, el nombre oficial del Estado (si bien la denominación habitual de República de Bosnia-Herzegovina -RBH- es pertinente, también para evitar confusiones con la FBH), configurado como una confederación de dos "entidades" que, de acuerdo con la Constitución elaborada en Dayton, gozaban de plena soberanía en todas las materias excepto las que eran competencia del Gobierno central, a saber, la diplomacia internacional, el comercio exterior, las políticas monetaria y aduanera y todo lo referente a los refugiados y el movimiento de personas, así como la ejecución de determinadas obras públicas de transportes y comunicaciones necesarias para la viabilidad económica del Estado.

La Constitución de Dayton recogió el término "pueblos constitutivos" de Bosnia-Herzegovina para referirse a los serbios, los croatas y, como se anticipó arriba, los bosniacos, en lugar de la expresión "nacionalidades", que se presta inmediatamente a apelar a signos distintivos de matriz étnica o religiosa. Así que, finalmente, aquel concepto de la Unión de Repúblicas de Bosnia-Herzegovina que sustentó el plan de paz Owen-Stoltenberg de 1993, de alguna manera, quedó plasmado en el marco emanado de Dayton, salvo en la existencia de la FBH, la configuración territorial más favorable a los bosniacos y la insistencia en la vigencia de la ciudadanía de Bosnia-Herzegovina y en la igualdad jurídica sin distinciones. Además, las instituciones republicanas iban a tener que transformarse para readmitir en su seno a los serbobosnios y permitir el cogobierno tripartito lo más equilibrado posible.

En las elecciones presidenciales del 14 de septiembre de 1996, que debían cubrir de legitimidad democrática el precario ordenamiento jurídico-institucional salido de Dayton, Izetbegovic obtuvo el 32% de los votos, cuota que se elevó hasta el 82,4% entre el electorado bosniaco, mientras que en las legislativas para las cámaras de representantes de la RBH y la FBH, el SDA recibió respectivamente 16 escaños sobre 42 y 78 sobre 140. Dada su condición de candidato más votado en el conjunto del Estado, a Izetbegovic correspondió ser el primer presidente de la Presidencia colectiva de la RBH, que fue inaugurada el 5 de octubre de 1996 y en la que estuvo flanqueado por el serbio Krajisnik y el croata Zubak, los postulantes más votados en sus respectivas comunidades. Luego, en la convención del SDA celebrada en Sarajevo del 6 al 8 de septiembre de 1997, Izetbegovic fue reelegido presidente del partido, ocasión que aprovechó para reclamar un giro del mismo hacia postulados "socialdemócratas" a partir del ideario derechista que había exhibido desde su fundación.

El caso es que en el partido cobraban ímpetu los desacuerdos entre la vieja guardia tradicionalista vinculada a los Mladi Musulmani y los dirigentes más jóvenes con un buen bagaje internacional, anglófonos y proclives al pragmatismo. Uno de éstos era Ejup Ganic, presidente de la FBH desde diciembre de 1997 y anteriormente vicepresidente de la RBH, habiendo conformando durante la guerra con Izetbegovic y Silajdzic el trío de principales dirigentes. En mayo de 2000, sirviendo su segunda presidencia de la FBH, Ganic fue expulsado del SDA con la explicación de que iba por libre y no acataba las instrucciones de los órganos dirigentes del partido.

En la comunidad bosniaca Izetbegovic encontró la oposición del no nacionalista Partido por Bosnia-Herzegovina (SB BiH) fundado por el todavía primer ministro Silajdzic, quien le acusó de haber abandonado los principios de la tolerancia religiosa, el laicismo y la vocación occidental. En efecto, observadores externos hacía tiempo que venían señalado que dirigentes del SDA con Izetbegovic a la cabeza estaban instrumentalizando el Islam para fundamentar su legitimidad política, equiparando la identidad nacional con la pertenencia confesional. A lo largo de la guerra civil, la apuesta de Izetbegovic por la carta islámica se tradujo en el estrechamiento de los lazos con Irán, Arabia Saudí (dos ejemplos conspicuos del Estado confesional islámico, si bien contrapuestos al tratarse el primero de una república shií y el segundo de una monarquía sunní, siendo el sunnismo la fe de los bosniomusulmanes) y otros países musulmanes. La consecuencia de esta diplomacia alternativa fue la llegada de suministros clandestinos de armas, en violación del embargo internacional, y de combatientes voluntarios que hicieron de la causa de sus hermanos de fe bosnios una pequeña jihad.

Estas, como llegaron a ser llamadas, brigadas internacionales musulmanas, acudieron en algunos casos por libre (como los árabes veteranos de la guerra de Afganistán adeptos al salafismo, una corriente sunní ultraintegrista) y en otros casos con la cobertura de los gobiernos de sus países de origen. Los brigadistas, en número incierto pero del orden de varios cientos, participaron en los combates del lado de la Armija al tiempo que hacían proselitismo de sus doctrinas integristas, en este caso con éxito más bien nulo, pues topaban con una mentalidad y unos hábitos sociales que eran extraños a las interpretaciones rigoristas del Corán.

Es posible que Izetbegovic aceptara estas polémicas ayudas, que, lógicamente, no dejaron de ser denunciadas por serbios y croatas para fundamentar sus argumentos de que luchaban contra un Gobierno de islamistas, y que no reaccionara como les habría gustado a los sectores laicos no nacionalistas de su comunidad a la hora de poner coto a las atrocidades de guerra cometidas por los jihadistas extranjeros (violaciones que, pese a su número mucho menor, rivalizaron en brutalidad con las perpetradas por las huestes serbobosnias), porque estaba decepcionado con la sordera de Europa ante sus angustiosos llamamientos en los peores días de la guerra y porque, con las urgentes necesidades militares sobre la mesa, tenía que corregir el enorme desequilibrio de fuerzas con el bando enemigo, al que el embargo internacional de armas no le afectaba en igual medida porque las fronteras entre la RS y Serbia fueron más que porosas.

En las segundas elecciones generales, celebradas del 12 al 14 de septiembre de 1998 y, como las de 1996, organizadas y monitorizadas por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), Izetbegovic volvió a ser el aspirante a la Presidencia más votado con el 31% de los votos, por delante de los serbios Zivko Radisic, del Partido Socialista de la RS (SPRS), y Krajisnik, por el SDS. El septuagenario líder bosniaco cosechó entre los votantes de su comunidad el 86,8% de los sufragios. En las legislativas, el SDA concurrió aliado con otras formaciones menores moderadas y liberales, incluido el partido de Silajdzic, bajo la sigla Coalición por una Bosnia-Herzegovina Unificada y Democrática (KCD), que se aseguró posiciones cabeceras en la RBH (17 escaños) y la FBH (68). Incluso, con 15 escaños, la KCD fue la segunda fuerza más votada en los comicios a la Asamblea de la RS, detrás del SDS. Los resultados no satisficieron a los gobiernos occidentales comprometidos con la reconstrucción del país, pues supusieron la prolongación del dominio de los partidos nacionalistas en sus respectivos feudos.

Así, los representantes internacionales, cuyas relaciones con Izetbegovic nunca fueron fluidas, habrían preferido el rebote en las urnas de los pequeños partidos socialdemócratas constituidos sin criterios confesionales o comunitarios. Además, el dirigente bosniaco fue acusado desde instancias de la UE y Estados Unidos de no marginar en su partido a las posturas más nacionalistas, que consideraban una rémora en los esfuerzos de superación de los resentimientos y los recelos de posguerra, amén de tolerar las prácticas corruptas y de no adoptar reformas concretas tendentes a la creación de una economía de mercado en la RBH.

En general, los gobiernos implicados en la UNMIBH y la SFOR (Fuerza de Estabilización de la paz, más pequeña y sustituta de la IFOR en diciembre de 1996) no confiaban en los nacionalistas para la ardua empresa de ir sembrando la semilla de la reconciliación entre los bosnios y apostaban porque fueran reemplazados por una nueva generación de políticos con formación técnica y no involucrados en la reciente guerra. Se tenía muy presente que la tutela civil y militar de los extranjeros no iba a prolongarse ad eternum y que algún día los bosnios iban a tener que gobernar y desenvolverse por sí mismos.

Más aún, la imagen de Izetbegovic salió dañada cuando medios locales independientes le incriminaron en el encubrimiento durante la guerra de evidencias de crímenes cometidos por la Armija contra civiles serbios y croatas. Incluso los supervivientes de la masacre de Srebrenica le acusaron de no haber hecho nada para impedir la matanza, a lo que Izetbegovic replicó que la responsabilidad de lo sucedido había que imputarla a la comunidad internacional, cuyas tropas desplegadas, por cierto, no estaban pudiendo o no estaban queriendo arrestar a Karadzic y al general Ratko Mladic, los principales encausados bosnios por el Tribunal Penal Internacional de La Haya encargado de perseguir y juzgar los crímenes de guerra cometidos en la antigua Yugoslavia (TPIY), y ahora en paradero desconocido.

A partir de las segundas elecciones generales, la Presidencia tricéfala bosnia adquirió un carácter rotatorio de ocho meses, de manera que desde el 13 de octubre de 1998 estuvo encabezada por el serbio Radisic, líder de la coalición de partidos serbios moderados Sloga; el 15 de junio de 1999 el puesto pasó al croata Ante Jelavic (HDZ) y el 14 de febrero de 2000 retornó a Izetbegovic. El 14 de octubre de 2000, Izetbegovic, que ya había expresado su deseo de retirarse de la política considerando lo avanzado de su edad y mala salud (entre el 9 y el 12 de septiembre había estado hospitalizado en Nueva York aquejado de una neumonía), efectuó el abandono de la Presidencia haciéndolo coincidir con la expiración de su turno de ocho meses. El encabezamiento temporal de la institución colegiada correspondió a Radisic, mientras que Halid Genjac, un dirigente del SDA, ocupó el puesto reservado a los bosniacos.

Cuando anunció su retirada el 3 de junio de 2000, Izetbegovic afirmó que su principal éxito como presidente entre 1992 y 1995 había sido impedir que Bosnia "formara parte de la Gran Serbia", y su mayor fracaso, el no establecimiento de "una Bosnia unificada, democrática y próspera". Dicho sea de paso que el 11 de noviembre de ese año tuvieron lugar las terceras elecciones a los parlamentos de la RBH y la FBH, y de las mismas -aparente signo de los tiempos- salió un equilibrio de fuerzas entre el SDA y el emergente Partido Social Demócrata (SDP) de Zlatko Lagumdzija, político no nacionalista que gozaba de un nítido respaldo internacional y que de julio de 2001 a marzo de 2002 fungió de primer ministro de la RBH.

El 13 de octubre de 2001 Izetbegovic abandonó su última función política, la jefatura del SDA, para la que el III Congreso del partido eligió a Sulejman Tihic, quien posteriormente, desde el 28 de octubre de 2002, iba a ser el representante bosniaco en la quinta Presidencia colectiva de la RBH. A la edad de 76 años, el anciano estadista fue elegido presidente de honor vitalicio del partido del que había sido cofundador. La salud de Izetbegovic fue declinando y el 29 de diciembre de 2001 una complicación cardiaca aconsejó su traslado desde el centro clínico de Sarajevo en que estaba internado al hospital Rey Faysal de Riad, donde se le intervinieron las arterias aquejadas de trombosis, corriendo con todos los gastos la familia real saudí. El 6 de enero de 2002 estuvo de vuelta en la capital bosnia, pero sus disfunciones cardiovasculares eran irreversibles. El 6 de noviembre siguiente se le implantó un marcapasos en Ljubljana, Eslovenia, al mes justo de celebrarse las cuartas elecciones generales, que repusieron la primacía del SDA en el campo bosniaco, en un contexto de fuerte ascenso de las opciones nacionalistas.

El 10 de septiembre de 2003 el ex presidente fue hospitalizado de nuevo en Sarajevo con un diagnóstico de múltiples hemorragias internas y hematomas, localizadas en cuello y cabeza, que, además de una triple fractura de costilla, le había producido una caída accidental. El 18 de septiembre los médicos dieron un parte del paciente que hablaba de estado crítico, con falta de riego en la pierna izquierda y un derrame pulmonar. Por su extrema debilidad, los facultativos descartaron la intervención quirúrgica.

El día 28, en el que a la postre fue su último mensaje público, Izetbegovic comunicó por teléfono a una televisión privada de Sarajevo su confianza de que Bosnia-Herzegovina iba a poder sobrevivir como Estado "si los serbios continúan siendo serbios, los croatas, croatas, y los musulmanes, musulmanes", y siempre que "todos ellos sean también bosnios", a la vez que hacía un llamado a dejar atrás los deseos de venganza y a mirar al futuro, aunque sin dejar de olvidar el pasado ni de reclamar justicia para con las víctimas de los crímenes de guerra. Postrado en la cama recibió las visitas de algunas personalidades extranjeras, como el ex presidente Clinton y el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan.

Izetbegovic falleció el 19 de octubre de 2003, a la edad de 78 años, y el día 22, bajo una fuerte lluvia, tuvieron lugar en Sarajevo sus funerales, a los que asistió una muchedumbre de entre 100.000 y 150.000 personas. De acuerdo con su voluntad, el estadista fue inhumado en el anfiteatro del cementerio Kovaci, cercano al casco histórico de la capital, compartiendo mausoleo con centenares de soldados de la Armija que perdieron la vida en la defensa de la ciudad durante la guerra. Los representantes políticos de la RS no acudieron a los actos ni a la sepultura, y no se adhirieron al duelo oficial decretado en el territorio de la FBH.

El óbito de Izetbegovic suscitó una serie de valoraciones dispares sobre la trayectoria y el legado del histórico personaje. Como cabía esperar, las elegías, de mayor o menor vehemencia, provinieron del campo bosniaco y la comunidad internacional, incluyendo a países como Croacia, describiéndosele como el padre de su nación y como un gran estadista tanto en la guerra como en la paz. En cambio, los líderes políticos serbobosnios, algunos de los cuales habían pedido tiempo atrás que Izetbegovic no fuera menos que Milosevic o que los todavía prófugos Karadzic y Mladic, y que recibiera la correspondiente incriminación del TPIY, declararon cosas como que tenía una cuota de responsabilidad nada desdeñable en lo que había sucedido en Bosnia-Herzegovina entre 1992 y 1995, y que había sido un "símbolo de la política que había destruido a Yugoslavia".

Precisamente, el mismo día de las honras fúnebres de Izetbegovic un portavoz de la Fiscalía del TPIY confirmó el rumor de que el ex presidente estaba siendo investigado, sin precisar cuándo habían comenzado las pesquisas, cuanto de cerca se hallaba la hipotética incriminación formal, o la naturaleza de los posibles cargos, presumiblemente, violaciones de los Derechos Humanos y crímenes de guerra cometidos contra serbobosnios. Por lo demás, el dirigente bosniaco se había mostrado dispuesto a acudir a La Haya para testificar contra Milosevic en julio de 2001, un mes después de que el autócrata, derrocado en octubre de 2000, fuera extraditado por el nuevo Gobierno democrático de Serbia.

Aparte del texto arriba citado, Izetbegovic, casado y padre de tres hijos, publicó los libros (títulos traducidos al español) Los problemas de la vuelta de lo islámico (1983), El Islam entre el Este y el Oeste (1988) y Meditaciones en Prisión (1995) obra de carácter autobiográfico.

(Cobertura informativa hasta 22/10/2003)