Alexis Tsipras

La calamidad económica y social que desde hace seis años aflige a Grecia puso el combustible para el ascenso estratosférico de Alexis Tsipras, líder carismático de la Coalición de la Izquierda Radical (SYRIZA) y nuevo primer ministro del país desde el 26 de enero de 2015 como resultado de la victoria de su formación en las elecciones celebradas en la víspera. Esta cita con las urnas ha sido presentada en términos de gran trascendencia para la nación helena y para el conjunto de la UE, pues se la ha visto, empezando por los ganadores, como una especie de plebiscito vinculante sobre la fórmula adoptada por los poderes europeos para enfrentar las sucesivas crisis de las deudas soberanas de la Eurozona. Tsipras, que marcando contrapuntos no procede de la política mainstream y parece resuelto a alterar códigos de conducta con décadas de arraigo en la UE, promete desasirse de la terapia de la austeridad en favor de un nuevo modelo basado en el crecimiento y la protección social.

Joven ingeniero procedente de la militancia comunista, Tsipras alcanzó en 2008 la jefatura de Synaspismós, el partido que vertebraba la SYRIZA, y en el plazo de cuatro años transformó una colectividad de escasa relevancia en una fuerza mayoritaria, perfilándola como una alternativa de Gobierno y dinamitando el bipartidismo tradicional de los conservadores de Nueva Democracia y los socialistas del PASOK, ahora coaligados en el débil Ejecutivo de Antonis Samaras. Cuando los comicios consecutivos de mayo y junio de 2012, en los que su partido quedó segundo a poca distancia de ND, Tsipras, desplegando una retórica beligerante que actuaba como un imán para descontentos, convulsionó al electorado y puso en vilo a la UE con un programa anticrisis de signo radicalmente izquierdista.

Este denunciaba las draconianas condiciones del salvamento financiero de la arruinada Grecia, exigía el final de las políticas de rigor fiscal impuestas por la Troika y urgía a renegociar el segundo plan de rescate crediticio para que el pago de la deuda "odiosa" no siguiera "destruyendo" la economía y el tejido social. Para calmar a gobiernos y mercados que le veían como un demagogo irresponsable y un peligro para el euro, Tsipras insistió en que la permanencia de Grecia en la moneda única no admitía discusión, aunque la "desastrosa" estrategia dictada por las instituciones y gobiernos europeos, con el alemán a la cabeza, debía terminar.

Su empuje electoral, su elocuencia y su tirón mediático convirtieron a Alexis Tsipras en la indiscutible figura de referencia para los colegas del Partido de la Izquierda Europea, que le proclamaron su candidato a presidente de la Comisión Europea de cara a las elecciones de mayo de 2014 a la Eurocámara. Aunque no tenía ninguna posibilidad de salir elegido para el cargo, Tsipras concibió su postulación como un "mandato de esperanza y cambio" que pretendía "refundar la UE y derrotar a los poderes financiero". Aquellas votaciones hicieron de la SYRIZA el primer partido de Grecia, condición que ninguna encuesta dejó de sostener desde entonces. El adelanto de las elecciones generales que Tsipras, en su hosca oposición al Gobierno Samaras, intentaba arrancar a toda costa llegó en diciembre de 2014 ante la incapacidad del Parlamento para investir al nuevo presidente de la República.

La campaña para las votaciones del 25 de enero de 2015, generadoras de máxima expectación, se desarrolló con tonos de déjà vu: especulaciones sobre el temido Grexit, fugas de depósitos, agitación en los mercados, advertencias desde la UE sobre que Atenas debía acatar lo acordado (el segundo rescate con fondos del FEEF y el FMI, expirado el 31 de diciembre, cuenta con una prórroga de dos meses) y, para contrarrestar el catastrofismo, una serie de matizaciones del interesado que en esta ocasión llevaron una cierta moderación a sus propuestas.

Ahora, Tsipras ya no habla de auditar la deuda nacional para saber cuánto tiene de "ilegítima", ni de cancelaciones "unilaterales", sino que quiere negociar con los acreedores, mejor en el seno de una gran conferencia europea, la obtención de una moratoria de pagos seguida de una condonación de la "mayor parte" de unos débitos equivalentes al 175% del PIB, volumen que considera insostenible. La deuda que quede pendiente la quiere amortizar, no vía recortes presupuestarios, sino con los ingresos que proporcione una "cláusula de crecimiento", pues "la austeridad no es la cura de la crisis, sino que es la crisis en sí misma", arguye. Junto con la reestructuración multilateral de la deuda, el nuevo gobernante, haciendo a un lado su anterior denuncia del Pacto Fiscal Europeo, se compromete al mismo tiempo a "mantener un presupuesto equilibrad", tarea que en principio facilitan el actual nivel de déficit general, inferior al 3%, y la existencia de un superávit primario, es decir, que el déficit fiscal ya solo lo genera el servicio de deuda. En síntesis, Tsipras dice de manera explícita que se someterá a los tratados europeos, pero que se desvinculará de los acuerdos de Samaras con la Troika.

El "programa de reformas realista" presentado por la SYRIZA incluye un Plan de Reconstrucción Nacional considerado "no negociable". El mismo presenta tres pilares: un paquete de medidas de urgencia para enfrentar la "crisis humanitaria" (un tercio de los griegos está en situación de pobreza); un plan de choque contra el desempleo (tasa del 25%); y una estrategia de reactivación económica ligada a la restauración del nivel de ingresos de la población, el estímulo de la demanda interna, la reparación del destrozado Estado del bienestar y la lucha contra el fraude y la corrupción. El dato de que la economía de Grecia, el país donde la expresión Gran Recesión ha tenido su significado más pleno (el pequeño país balcánico ha visto evaporarse el 26% de su producto interior desde 2008), lleva casi un año creciendo por debajo del 1% no convence a la SYRIZA, que insiste en hacer un diagnóstico de depresión.

La nueva etapa se ha iniciado en Grecia con la máxima celeridad: nada más confirmarse la victoria de la SYRIZA con el 36,3% de los sufragios y 149 escaños, dos por debajo de a mayoría absoluta, Tsipras anunció un sorpresivo acuerdo de Gobierno con los Griegos Independientes (ANEL), agrupación derechista, en buena medida reaccionaria, que sin embargo comparte el rechazo frontal al ajuste de la Troika y que reclama "recuperar la plena soberanía nacional". En cuestión de horas, Tsipras juró como primer ministro, en una ceremonia desprovista de elementos religiosos y vistiendo sin corbata. Recostado en una mayoría bipartita de 162 diputados, Tsipras ha proclamado el final de cinco años de "dolo" y "sumisión", y que está "listo para negociar y cooperar" para "salir del círculo del endeudamiento" y "restablecer la cohesión social". Pero desde el Eurogrupo, la Comisión Europea, el BCE, el FMI, el Bundesbank y el Partido Popular Europeo se le avisa que debe olvidarse de las "promesas ilusorias" y respetar las reglas de la Eurozona.

Nota de actualización: esta biografía fue publicada el 20/1/2015. Para un seguimiento de los acontecimientos posteriores a esa fecha y que conciernen a la actividad política de Alexis Tsipras, pueden consultarse los siguientes documentos elaborados por el CIDOB: "Escenarios de la crisis griega" (análisis y opinión); "Quién es quién en la crisis del verano de 2015 en Grecia" (semblanzas); "Elecciones legislativas de septiembre de 2015 en Grecia"; y "Cronología de la crisis de Grecia (2009-2015)". El ejercicio de Alexis Tsipras como primer ministro de Grecia se inició el 26/1/2015 concluyó el 8/7/2019 con la asunción del Gobierno del partido Nueva Democracia, ganador de las elecciones celebradas en la vispera,.

Meses después de comenzar su ejercicio, el 5/7/2015, Tsipras sometió a referéndum las condiciones planteadas por el Eurogrupo y la Troika para proseguir su asistencia financiera a Grecia; la consulta resultó en la victoria de la respuesta negativa por él demandada, pero días después el primer ministro se plegó a solicitar un tercer rescate financiero con un memorándum de entendimiento que contenía unas condiciones incluso más duras que las expuestas en el referéndum. El 20/8/2015 Tsipras anunció su dimisión y propuso la celebración de elecciones anticipadas; siete días después, la jueza Vassiliki Thanou-Christophilou tomó posesión como primera ministra interina. Tsipras retornó al Gobierno, de nuevo en coalición con el partido ANEL, el 21/9/2015, un día después después de las elecciones anticipadas en las que la SYRIZA volvió a ganar con mayoría simple. Tras ser sucedido el 8/7/2019 por Kyriakos Mitsotakis en la jefatura del Gobierno, Tsipras pasó a liderar la oposición parlamentaria al Ejecutivo conservador Las nuevas derrotas de la SYRIZA, con pérdidas adicionales de escaños, en las elecciones generales del 21/5/2023 y el 25/6/2023 condujeron a Tsipras a renunciar al liderazgo del partido izquierdista el 29/6/2023. El 24/9/2023 Stefanos Kasselakis le sucedió en la presidencia de SYRIZA.

1. Joven militante del KKE, Synaspismós y SYRIZA
2. Salto al liderazgo de la izquierda radical griega
3. Denuncia de los rescates financieros y líder de la oposición parlamentaria desde 2012
4. Estrella del Partido de la izquierda Europea y candidato a presidir la Comisión Europea en 2014
5. Cuarta aspiración a jefe del Gobierno en las trascendentales elecciones anticipadas de 2015

1. Joven militante del KKE, Synaspismós y SYRIZA

Nacido en Atenas en julio de 1974 coincidiendo con la invasión turca de Chipre, la caída de la dictadura de los Coroneles y el arranque de la transición a la democracia, su formación superior transcurrió íntegramente en la Universidad Técnica Nacional de Atenas, por la que en 2000 se licenció como ingeniero civil, una especialidad acaso influenciada por la profesión de su padre, constructor de viviendas. A continuación, realizó estudios de posgrado sobre Planificación Urbana y Regional, y al mismo tiempo comenzó a trabajar en la industria de la construcción. Desde temprana edad estuvo activo en los movimientos estudiantiles de izquierda y en su etapa de escolar fue militante de la Juventud Comunista de Grecia (KNE), la rama juvenil del Partido Comunista de Grecia (KKE). Posteriormente, en la Universidad, se adhirió a las nuevas corrientes renovadoras de la izquierda, como el grupo Encélado. Fue elegido miembro del consejo del sindicato de estudiantes en la Escuela de Ingeniería del Politécnico y representante del mismo en el Senado universitario. En 1995 y 1997 figuró además en el Consejo Central de la Unión Nacional de Estudiantes de Grecia (EFEE).

En 1991, estando aún en la escuela, Tsipras dejó el KKE cuando este, por decisión de su nueva secretaria general, Aleka Papariga, se desligó de la alianza electoral Coalición de la Izquierda y el Progreso (Synaspismós tis Aristerás kai tis Proódou, referida simplemente por Synaspismós o denominada por la abreviatura SYN), creada en 1989. Bajo el liderazgo ahora de Maria Damanaki, la SYN, cuyo principal componente pasó a ser la Izquierda Griega (EAR, la escisión de una escisión eurocomunista del muy ortodoxo KKE) de Fotis Kouvelis, se constituyó como partido político y en su seno el jovencísimo Tsipras continuó desarrollando su militancia izquierdista. Synaspismós celebró su primer Congreso ordinario en junio de 1992.

En mayo de 1999, cuando la SYN poseía una decena de escaños en el Vouli o Parlamento, donde ejercía la oposición al Gobierno socialista de Kostas Simitis, e intentaba remontar vuelo al cabo de una década dominada por los fracasos electorales, Tsipras fue elegido secretario político de la rama juvenil del partido, Neolaia SYN. Como responsable de las juventudes de la formación, Tsipras fue uno de los artífices del Foro Social Griego, capítulo nacional del Foro Social Europeo, y tomó parte en las diversas movilizaciones de la izquierda radical del continente contra la globalización y el neoliberalismo. En 2001 las autoridades italianas, acaso informadas por las griegas de que la comitiva de activistas helenos traía credenciales antisistema y podía provocar incidentes violentos, impidieron a Tsipras y su grupo de compañeros entrar en el país para sumarse a la contracumbre de Génova, convocada por los antiglobalistas en respuesta a la Cumbre del G8 en la ciudad portuaria.

Pero las aptitudes de Tsipras no se limitaban a la movilización callejera y la protesta social coordinada a nivel europeo. También, colaboró eficazmente con el presidente del partido desde 1993, Nikos Konstantopoulos, en los trabajos de reorganización interna y modernización doctrinal. Dando más énfasis al socialismo democrático e incorporando la variante ecosocialista así como aspectos del feminismo y el altermundialismo, esta revisión ideológica desembocó en 2003, luego del batacazo —pérdida de cuatro escaños— sufrido en las legislativas de abril de 2000, en el cambio de nombre de la SYN, abreviatura que en adelante designaba a la Coalición de Movimientos de Izquierda y Ecología (Synaspismós tis Aristerás ton Kinimáton kai tis Oikologías).

En enero de 2004, de cara a las elecciones generales del 7 de marzo, la SYN, apoyándose en un marco de encuentro preexistente, el llamado Espacio de Diálogo para la Unidad y la Acción Común de la Izquierda, afinó su estrategia suscribiendo un pacto de alianza con una plétora de pequeños partidos y movimientos de izquierda radical o extrema izquierda que incluía a varias corrientes anticapitalistas, eurocomunistas y ecocomunistas, así como a grupúsculos maoístas y trotskistas. Fue el nacimiento de la Coalición de la Izquierda Radical (Synaspismós Rizospastikés Aristerás, SYRIZA), donde la SYN era obviamente el socio hegemónico.

El debut electoral de la SYRIZA en 2004 fue más bien desastroso: la abigarrada coalición no reunió más que el 3,3% de los sufragios y seis escaños, luego repitió, con apenas unos pocos miles de votos extra, los resultados sacados por la SYN cuatro años atrás. La coalición de Tsipras tenía la mitad de la fuerza que el KKE de Papariga y no era más que una mota minúscula al lado de las dos formaciones que desde la restauración democrática de 1974 venían dominando el panorama parlamentario heleno, la conservadora Nueva Democracia (ND) y el Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK), cuyos líderes respectivos eran Kostas Karamanlis, a la sazón el nuevo primer ministro, y Giorgos Papandreou, hijo del líder socialista fundador Andreas Papandreou.

El gran fiasco electoral de marzo de 2004 desató fuertes tensiones en la SYN y la SYRIZA. La coalición no llegó a participar en las europeas de junio, que acarrearon a la SYN, presentada por su cuenta, la pérdida de uno de los dos diputados que tenía en la Eurocámara. La crisis interna quedó cerrada en el IV Congreso de la SYN, en diciembre de 2004. El sucesor de Konstantopoulos, Alekos Alavanos, un veterano militante ex comunista activo en la resistencia contra la dictadura, reafirmó el compromiso de su agrupación con la SYRIZA, y su llamamiento a la unidad y revitalización de la izquierda radical helena fue suscrito con entusiasmo por Tsipras, quien a sus 30 años salió elegido miembro del Comité Político Central y la Secretaría Política del partido, donde tomó a su cargo las áreas de juventud y educación. Inteligente, buen comunicador y de posiciones integradoras, capaz de suscitar adhesiones y generar consensos entre el batiburrillo de grupos y corrientes que daba vida a la SYRIZA, Tsipras, fue escogido como el candidato de la coalición al puesto de alcalde de Atenas, verdadera fortaleza electoral de los conservadores de ND, en las votaciones municipales del 15 de octubre de 2006.

Respaldado además por un partido, la Organización Comunista de Grecia (KOE), que se proclamaba marxista revolucionario y encabezando la lista Ciudad Abierta, Tsipras quedó tercero con el 10,5% de los votos, un resultado considerado excelente, sobre todo porque significó el primer adelanto al KKE, el gran rival en la oposición de izquierdas y con el que virtualmente no había ninguna posibilidad de entendimiento; en esta ocasión, los comunistas tradicionales, fieles a la ortodoxia y los viejos dogmas, quedaron relegados al cuarto puesto. Tsipras no pudo ser el alcalde de Atenas, pero sí se estrenó en la política representativa como uno de los cuatro concejales metidos por la SYRIZA en el Ayuntamiento capitalino, tres más que en la edición de 2002. Un año después, los observadores no dudaron en vincular a un cierto efecto Tsipras el rendimiento mejorado de la SYRIZA en las legislativas del 16 de septiembre de 2007.

En aquella ocasión, la coalición izquierdista, enriquecida con las incorporaciones de la KOE, los ambientalistas de Intervención Ecológica (OP) y el Movimiento Democrático Social (DIKKI, surgido la década anterior como una escisión del PASOK) de Dimitrios Tsovolas, ascendió al 5% de los votos y los 14 diputados. Seguían siendo, con todo, unos resultados harto modestos, comparables a los anotados por la SYN en solitario en 1996 y sin parangón con los del período 1989-1990, cuando la coalición original, la que incluía al KKE, superaba el 10% de respaldo en las urnas.


2. Salto al liderazgo de la izquierda radical griega

Tsipras no se presentó al Parlamento en las elecciones de 2007 porque quería completar su mandato de concejal en el consistorio de Atenas. A pesar de esta autolimitación en la política nacional, su popularidad en las filas de la izquierda iba en aumento. El salto de Tsipras, con 33 años, a la cumbre de la SYN se produjo al cabo de unos meses, como consecuencia del inesperado anuncio por Alekos Alavanos, dirigido a la Secretaría Política el 27 de noviembre de 2007, de que, por motivos personales, no optaría a la reelección como presidente orgánico en el próximo congreso del partido.

El 10 de febrero de 2008, sin sorpresas, el V Congreso de la SYN eligió a Tsipras nuevo presidente con un 70,4% de respaldos, en términos absolutos 841 votos sobre 1.196, frente a un único rival, el veterano Fotis Kouvelis, quien a sus 59 años casi le doblaba la edad. El ingeniero se convirtió así en el más joven presidente de un partido griego con representación parlamentaria. Con todo, el liderazgo inaugurado era compartido, pues Alavanos seguía siendo el jefe de la bancada de la SYRIZA en el Vouli, donde conducía la oposición parlamentaria al Gobierno Karamanlis. Nikos Chountis, hombre de confianza de Tsipras, fue seleccionado para el cargo, hasta ahora sin cubrir, de secretario del partido. Por lo demás, el V Congreso de Synaspismós ratificó la primacía en el Comité Político Central de la corriente ideológica a la que Tsipras estaba adherido, Unidad de la Izquierda, cuya plataforma era el socialismo democrático. Unidad de la Izquierda obtuvo 76 puestos en el Comité Político Central, ampliado de los 111 a los 125 miembros.

En orden decreciente de influencia seguían al grupo de Tsipras otras cuatro tendencias Corriente de Izquierda, de orientación marxista euroescéptica; Ala Renovadora, de corte socialdemócrata, luego escorada a la derecha dentro del partido, donde Unidad de la Izquierda vendría a representar el centro; Red Roja-Verde, ecocomunista; e Iniciativa, la corriente más minoritaria y a la vez la más radicalmente marxista y euroescéptica, una especie de extrema izquierda interna. La Corriente de Izquierda, los roji-verdes y la Iniciativa conformaban de manera informal una llamada mayoría de izquierda dedicada a presionar al aparato dirigente que encabezaban Tsipras y Alavanos para que modulara su discurso social a posiciones de izquierda más radicales.

Contrariamente a lo supuesto en un principio, los primeros exámenes electorales de Tsipras como presidente de la SYN, en 2009, recibieron una nota de suspenso. Las expectativas generadas por el cambio de guardia votado en el Congreso partidario de 2008 se estrellaron con unas urnas decididamente adversas, en un ambiente político y económico sumamente desapacible que, aun y todo, apenas permitía intuir las dramáticas cotas de crispación y desesperanza que Grecia iba a experimentar dentro de muy poco. Primero, en las europeas del 7 de junio, la coalición izquierdista se quedó estancada en el 4,7% de los votos y mantuvo un solitario diputado —antes Dimitrios Papadimoulis, ahora Nikos Chountis— en Bruselas. A continuación, en las legislativas anticipadas del 4 de octubre, a las que Tsipras se presentaba como candidato por la circunscripción de Atenas A y, por primera vez, como postulante a primer ministro, el profundo descontento por la mala gestión a todos los niveles del Gobierno conservador de Karamanlis fue capitalizado casi en exclusiva por los socialistas de Papandreou, dejando a la SYRIZA en una lastimera quinta posición con solo el 4,6% de los votos y un diputado menos que en la anterior legislatura, de 14 a 13.

Con todo, la dirigencia se apresuró a hacer una lectura positiva de lo sucedido, pues al principio de la campaña varias encuestas habían aventurado un resultado incluso peor, cuestionando que los izquierdistas pudieran superar el umbral del 3% y mantener una mínima representación parlamentaria. Además de la habilidad de Giorgos Papandreou, continuador de la dinastía político-familiar de su abuelo tocayo y su padre Andreas, para presentarse al electorado como la única alternativa de poder en Grecia, país sumido en una crisis económica galopante, lastrado por todo tipo de obsolescencias, ineficiencias y corruptelas, y que pedía a gritos la regeneración sistémica, la SYRIZA hizo frente a dos factores desfavorables: el nivel de abstención, superior al 30%, una tasa bastante elevada para los estándares griegos (en Grecia el voto es obligatorio, aunque la ley no fija sanciones), y la subida de los nacionalistas religiosos de la Concentración Popular Ortodoxa (LAOS), partido populista de extrema derecha que alcanzó los 15 escaños, dos más que los izquierdistas.

Una vez constituido el nuevo Vouli, Tsipras, flamante legislador, fue elegido por unanimidad jefe del grupo parlamentario y líder de la SYRIZA, completando así la toma del mando iniciada el año anterior. Sin embargo, en el seno de su agrupación, su posición distaba de ser cómoda. La mayoría de izquierda, aunque no cuestionaba su liderazgo, le plantó el análisis de que haberse centrado, en la pasada campaña electoral, en las preocupaciones coyunturales de los jóvenes y los trabajadores (condiciones salariales, derechos laborales, pensiones, situación de los servicios públicos) en tiempos de graves estrecheces económicas había resultado insuficiente y que lo oportuno habría sido ofrecer un entero programa de reformas socioeconómicas radicales, de signo inequívocamente socialista.

La percepción por el Ala Renovadora de que Tsipras, al suscribir las convocatorias de manifestaciones y huelgas de los sindicatos contra la andanada de recortes y ajustes lanzada por el Gobierno Papandreou en un intento de atajar el astronómico déficit público heredado de Karamanlis, estaba dando cancha a las posturas más a la izquierda en el partido desató una grave crisis interna que llegó a un desenlace rupturista en junio de 2010, con motivo del VI Congreso de Synaspismós. Entonces, Fotis Kouvelis y un nutrido grupo de delegados y seguidores, donde había otros tres diputados nacionales, conminaron a Tsipras, reelegido presidente por el cónclave, a que sacara a la SYN de la SYRIZA para que el partido recuperara su plena autonomía política. El presidente rehusó y los disidentes escenificaron un portazo que rápidamente dio lugar a la escisión material con la puesta en marcha del partido Izquierda Democrática (DIMAR), de credo socialdemócrata.

En ese momento, Grecia, escenario de violentas refriegas callejeras (con el resultado de tres muertos en Atenas en los disturbios de la huelga general de mayo), ya estaba convulsionada hasta la médula luego de pedir el atribulado Papandreou, en abril, el rescate crediticio del Eurogrupo y el FMI, 110.000 millones de euros destinados a cubrir los próximos vencimientos de deuda y evitar la quiebra del Estado, pero condicionados a la aplicación de un draconiano programa de ajuste estructural y devaluación interna que imponía enormes sacrificios adicionales a los ciudadanos. La intervención financiera, criticada en términos muy duros por Tsipras, suponía una considerable pérdida de soberanía para Grecia, que quedó sometida al escrutinio y el dictamen de la Troika formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).


3. Denuncia de los rescates financieros y líder de la oposición parlamentaria desde 2012

Los sentimientos de rabia, hartazgo y desesperación instalados en el pueblo griego en el fatídico año de 2010 trajeron un espectacular punto de inflexión en las fortunas electorales de la SYRIZA y dimensionaron de manera vertiginosa el liderazgo opositor de Tsipras. El ingeniero, contundente en sus denuncias de las recetas para contener la crisis y de los orígenes de esta, conectó perfectamente con la angustia y los anhelos de muchísimos compatriotas que se sentían estafados e injustamente castigados, obligados a pagar los platos rotos de un destrozo económico cometido por otros, las élites bancarias y políticas.

A lo largo de 2011, con la recesión, el paro y la pobreza haciendo estragos en el país, Tsipras siguió oponiéndose tenaz pero inútilmente a las condiciones financieras de la Troika, que además del masivo tijeretazo en las prestaciones sociales imponía la liquidación y venta de propiedades públicas. En junio, el exiguo grupo parlamentario de la SYRIZA votó en contra del nuevo programa de austeridad reforzada, cuarto de los presentados por el Gobierno Papandreou y requerido por la Troika para ejecutar un segundo plan de rescate que esta vez ascendería a los 230.000 millones de euros entre inyecciones de crédito (130.000 millones) para reflotar bancos, amortizar bonos y cubrir gastos presupuestarios, y una reestructuración de deuda soberana con quita "voluntaria" del 50% para los tenedores de bonos griegos (100.000 millones). El primer salvamento financiero, caracterizado por sus elevados tipos de interés, sus exigentes plazos de devolución y sus cicateros tramos de pago, había fracasado estrepitosamente al regresar los fantasmas del impago desordenado y la bancarrota nacional, y dispararse los rumores de que Atenas podría abandonar el euro y regresar a un dracma superdevaluado.

La SYRIZA hacía hincapié en el enfoque de que al bloquear de raíz cualquier posibilidad de crecimiento, generación de empleo y demanda interna, el esquema de los rescates de la Eurozona, empeñado como estaba en recortar gastos y podar déficit como fuera, perpetuaba y agravaba las penurias fiscales del Estado, obligado a contraer nuevos débitos para pagar los anteriores. Para Tsipras, una parte imprecisa pero seguramente considerable de la deuda pública de su país, cuya auditoría reclamó en el Parlamento, era "odiosa, ilegítima e ilegal", y en consecuencia no debía ser pagada, aunque reconocía que una estrategia heterodoxa de ese calibre requería una acción conjunta a nivel europeo, tanto más porque Grecia no era precisamente el único país de la UE asfixiado por el problema.

El líder izquierdista mantuvo una oposición acérrima a la gestión ortodoxa de la crisis por parte del Gobierno tripartito (PASOK, ND y LAOS) presidido por el tecnócrata independiente Loukas Papademos, ex gobernador del Banco de Grecia y vicepresidente del BCE, quien tomó el relevo a Papandreou cuando este, luego de dar marcha atrás en su intempestivo anuncio de someter a referéndum los términos del segundo rescate dictados por la Troika, arrojó la toalla en noviembre de 2011. El Gabinete Papademos era solo de transición, hasta unas elecciones anticipadas. Los comicios fueron convocados para el 6 de mayo de 2012 y todos los observadores auguraban unos resultados explosivos, que podían volar por los aires el condominio tradicional del PASOK y ND. En efecto, en pocos meses la intención de voto de la SYRIZA subió como la espuma y Tsipras se convirtió en el objetivo de todos los focos con un programa electoral fuertemente transgresor que suscitó viva inquietud en las instancias de poder europeas, donde podía vérsele como un joven populista tan demagogo como irresponsable.

Las demandas y propuestas de la SYRIZA implicaban darle un giro de 180 grados a las políticas anticrisis: cancelación inmediata del memorándum de entendimiento con la Troika firmado en marzo, moratoria del servicio de la deuda y completa renegociación de los términos de la asistencia a Grecia con rechazo expreso a la austeridad; permanencia tanto en la UE como en la Eurozona (contrariamente a lo solicitado por el KKE); prioridad absoluta del bienestar colectivo y creación de un "escudo de protección social" con acciones de contingencia humanitaria y políticas distributivas de la renta nacional, de defensa de pensiones, salarios y prestaciones, y generadoras de empleo; subida de los impuestos a las rentas más altas, con retención del 75% para todos los ingresos superiores al medio millón de euros anuales, así como a las grandes empresas, los beneficios corporativos, las transacciones financieras y el consumo de productos de lujo; lucha contra el fraude fiscal, la fuga de capitales y el secreto bancario; transferencia de fondos desde la abultada partida de defensa a la educación y la sanidad; y fin de las privatizaciones y blindaje, nacionalizaciones mediante, del sector público para ponerlo "al servicio de la sociedad".

Además, en su programa de 40 puntos, la SYRIZA quería dar a todos los inmigrantes, incluidos los indocumentados y en situación irregular, acceso pleno a los servicios de salud y educativos, y facilitar la reagrupación familiar de los que tenían los papeles en regla. En política exterior, la coalición se aferraba a los puntos fundamentales del repertorio clásico de la izquierda radical griega: cierre de todas las facilidades militares extranjeras, salida de la OTAN, retirada de las tropas helenas en misiones internacionales, supresión de la cooperación militar con Israel y negociación de un acuerdo estable con Turquía en aras de la desmilitarización del Egeo. En las entrevistas concedidas a los medios europeos e internacionales, Tsipras insistía en que ellos querían que Grecia continuara teniendo el euro como moneda, pero que el precio pagado por la población con las presentes recetas para, pretendidamente, preservar la integridad de la Eurozona, era un "camino al infierno" que no se podía aceptar.

El líder de la SYRIZA aspiraba a que en la opinión pública europea cobrara ímpetu un debate revisionista sobre la solución de los problemas que representaban la deuda soberana agigantada bajo la presión de los mercados y el desplome de unas economías secas de estímulos expansionistas. Él confiaba en ganar aliados en el sur y el centro de la UE para oponerse a los designios de la canciller alemana Angela Merkel, quien al prescribir la disciplina fiscal a rajatabla y el ajuste financiero en base a recortes estaba "jugando al póker con las vidas de las personas" y, a la vez, "poniendo al euro en peligro". "Si la enfermedad de la austeridad destruye a Grecia, se extenderá a toda Europa", vaticinaba el opositor.

El temido, o anhelado, terremoto electoral se produjo efectivamente en los comicios del 6 de mayo de 2012: con el 16,8% de los votos (más de un millón de papeletas) y 52 escaños, la SYRIZA rebotó directamente a la segunda posición y pisándole los talones a la ND de Antonis Samaras, pírrica ganadora en términos puramente aritméticos y con solo dos puntos porcentuales más. Los conservadores retrocedieron de hecho 14,6 puntos de voto (en 2009 ya se habían dejado otro 8,4%), pero a pesar de encajar los peores resultados de su historia se llevaron 108 escaños, 17 más que la última vez, al beneficiarse de la bonificación de 50 escaños que el particular sistema electoral heleno, de proporcionalidad reforzada, reserva a la lista más votada. La izquierda radical fue la lista más votada en 13 de las 56 circunscripciones electorales del país. Los apoyos superaron el 20% en Acaya, Atenas B, Pireo B y Xanthi, en Macedonia Oriental, donde la cuota llegó al 24,1%.

En el caso de los socialistas de Evangelos Venizelos, podía hablarse de cataclismo, pues del 43,9% cosechado tres años atrás pasaron al 13,2% ahora. Para mayor sobresalto, irrumpió ruidosamente en el Parlamento, con 21 diputados, el Amanecer Dorado (XA) de Nikolaos Michaloliakos, partido ultranacionalista de corte neonazi con un discurso y un modus operandi, amigos de la intimidación y el matonismo, virulentamente racista y xenófobo.

El veredicto del electorado generó una situación de bloqueo. ND y PASOK sumaban 149 escaños, insuficientes para formar un Gobierno mayoritario de gran coalición que Samaras y Venizelos, de todas maneras, querían que incorporara directa o indirectamente a todas las fuerzas comprometidas con el euro, con el fin de dotar a Grecia de un Ejecutivo de "salvación nacional" revestido de la máxima legitimidad. Tsipras, que durante la campaña no había dejado de fustigar a los dos partidos hasta ahora mayoritarios, presentándolos como las dos caras de una misma moneda y haciéndolos responsables en igual medida de la actual calamidad nacional, descartó de plano la cooperación que le ofrecían, a menos que Samaras y Venizelos asumieran un total replanteamiento del rescate de la UE y el FMI. Sin embargo, acentuó su opinión de que Grecia debía seguir en el euro.

Samaras le replicó que eludir la austeridad y los compromisos de deuda arrastraría irremisiblemente a Grecia "al colapso interno y a la bancarrota internacional, con la inevitable salida de Europa". Por su parte, el KKE, que con el 8,5% de los votos había pasado de 21 a 26 diputados, no se desvío un milímetro de su línea aislacionista y se automarginó como socio o colaborador de nadie. Ante la incapacidad de Samaras, Tsipras, quien tuvo su turno para intentarlo entre el 8 y el 10 de mayo, y Venizelos de organizar un Gobierno viable, el presidente de la República, Karolos Papoulias, previa consulta con los partidos y de acuerdo con su prerrogativa constitucional, optó por disolver el Parlamento, convocar nuevas elecciones en el plazo de 30 días y nombrar un Gobierno interino de gestión presidido por el jurista Panagiotis Pikrammenos. La fecha escogida para repetir los comicios fue el 17 de junio, aunque nada aseguraba que de ese nuevo Parlamento fuera a salir un Ejecutivo operativo, dados la volatilidad y el fraccionamiento en que se había sumido el sistema de partidos heleno.

Hasta la nueva cita con las urnas, Tsipras redobló sus esfuerzos para transmitir sus consignas radicales dirigidas a un público europeo, lanzando de paso dardos de grueso calibre contra el Gobierno alemán, que, a tenor de sus últimas declaraciones, ya no descartaba una marcha de Grecia de la zona euro. En el curso de una gira por Francia y Alemania para reunirse con Jean-Luc Mélenchon, líder del Parti de Gauche, y los cabezas de la alemana Die Linke, Katja Kipping y Bernd Riexinger, colegas todos del Partido de la Izquierda Europea (PIE), el dirigente aseguró que: "La Eurozona es como una cadena de 17 eslabones. Si se rompe uno, el conjunto queda destruido, así que es absurdo creer que Grecia pueda ser destruida y la Eurozona salvada". Y: "Si seguimos como hasta ahora, en seis meses hará falta aprobar un tercer plan de ayuda y una segunda reestructuración de la deuda. Los Gobiernos europeos deben parar de pedir a los contribuyentes que sigan metiendo su dinero en un pozo sin fondo. Si no crecemos, nunca podremos pagar el dinero que nos den (…) Es la política del memorándum lo que nos ha llevado al desastre. Además de bárbara e inhumana, es ineficaz porque está impidiendo que el Estado pague a los funcionarios y a los jubilados".

Todos los ciudadanos europeos, seguía perorando Tsipras en sus intercambios de impresiones con los colegas del PIE, debían tomar cuidadosa nota de lo que aconteciera en la nación balcánica, ya que: "Si este experimento, este choque neoliberal que está empujando a mi país a una crisis humanitaria continúa en Grecia, será exportado a otros países. Porque la guerra que se libra en Europa no es entre pueblos o países, sino entre las fuerzas del trabajo y unas fuerzas invisibles que son las finanzas y los bancos". En consecuencia, Tsipras, que ya sentía soplar el "viento del cambio" en el continente, hacía el siguiente dictamen: "Debemos refundar completamente Europa y derrotar a los poderes financieros, el gran enemigo de los pueblos, que no gobiernan pero deciden todo". Y las armas para librar ese combate no podían ser más que los "valores democráticos", la "cohesión social" y la "solidaridad", aseveró.

Los dardos podían ser recíprocos. Así, en un editorial titulado Resistid a los demagogos, la edición alemana de Financial Times se permitió "recomendar" de manera "excepcional" a los electores griegos que no votaran a Tsipras y su partido, quienes querían "girar hacia atrás la rueda de la historia y hacer creer en un mundo que no existe", y que en cambio dieran su confianza a Samaras y los conservadores, los cuales, a pesar de que durante décadas habían practicado "políticas mal concebidas" y "compartían responsabilidad por las miserias del presente", suponían sin duda "la mejor solución". "Queridos griegos: votad por el proceso de reformas valientes en lugar de hacerlo enfadados contra la reestructuración dolorosa pero necesaria. Solo con los partidos que acepten las condiciones de los donantes internacionales podrá vuestro país permanecer en el euro. Resistid la demagogia de Alexis Tsipras y SYRIZA. No creáis en sus promesas, sobre que es posible terminar con los acuerdos sin que haya consecuencias", era el mensaje textual de la cabecera alemana a los electores griegos, que pudieron leer la advertencia traducida a su idioma. Para la SYRIZA, este editorial constituía una "injerencia grosera y sin precedentes".

El desenlace de las elecciones del 17 de junio de 2012, desarrolladas bajo la presión de una fuga masiva de depósitos y entre informaciones de que la UE preparaba planes de emergencia, incluida la imposición de un corralito bancario, por si Grecia decidía abandonar el euro, arrancó un sonoro suspiro de alivio en las capitales europeas. La SYRIZA, registrada desde el 22 de mayo ya como partido (con la etiqueta añadida de Frente Social Unitario, EKM) y no como coalición, experimentó otro salto enorme y se afianzó en la segunda posición con el 26,9% de los votos y 71 diputados; en otras palabras, había sextuplicado su cuota electoral de 2009. Pero la ND se recuperó otro tanto y, con 129 escaños, Samaras, quien decía asumir los compromisos de reducción de déficit, consolidación fiscal y privatizaciones pero aspirando a flexibilizar las condiciones del segundo rescate financiero, fue capaz de articular un remedo de su anhelado Gabinete de "salvación nacional" con ministros independientes designados por el PASOK y la DIMAR.

La sesión parlamentaria del 9 de julio de 2012 para el preceptivo voto de confianza en el nuevo Gobierno se convirtió en un cuerpo a cuerpo verbal entre Samaras y Tsipras. Este, desde su escaño, le echó en cara al recién estrenado primer ministro su condición no de "proeuropeo", sino de "merkelista", al consentir la ejecución de un programa de austeridad que era un "crimen" perpetrado desde "Berlín". Por su parte, Samaras acusó al opositor de "aterrorizar" a los inversores potenciales de Grecia y de ser el campeón del "lobby del dracma".


4. Estrella del Partido de la izquierda Europea y candidato a presidir la Comisión Europea en 2014

Tsipras, aupado al liderazgo de la oposición parlamentaria de Grecia, se instaló en un primerísimo plano de la política europea, sobre la que derramó abundantes dosis de espíritu galvanizador y retórica combativa. En octubre de 2012, luego de que el semanario alemán Der Spiegel le adjudicara el segundo lugar en una lista de los "diez políticos más peligrosos de Europa" (por detrás del ministro de Finanzas de Baviera Markus Söder y por delante de conocidos dirigentes de la derecha populista y nacionalista como el italiano Silvio Berlusconi, la francesa Marine Le Pen, el británico Nigel Farage, el holandés Geert Wilders y el húngaro Viktor Orbán), Tsipras se despachó en el diario británico The Guardian con un texto que llevaba por título The Greek message for Angela Merkel.

En su artículo, publicado en vísperas de la visita de la canciller a Atenas, el autor hacía un balance catastrófico de la "dogmática" terapia de austeridad impuesta a Grecia, arremetía contra la "espiral viciosa de recesión y deuda", y contra "las políticas de miedo y chantaje", y proclamaba la necesidad de un "nuevo plan para profundizar la integración europea". "Dicho plan", continuaba Tsipras, "ha de hacer frente al neoliberalismo y liderar las economías europeas de vuelta a la recuperación. Deberá priorizar las necesidades de trabajadores, pensionistas y parados, no los intereses de compañías multinacionales y banqueros quebrados (…) es el único plan que puede restablecer la visión europea de justicia social, paz y solidaridad (…) solo tendrá éxito si las luchas populares cambian el equilibrio de fuerzas de manera radical. Estas luchas ya han comenzado y han conducido al auge de la izquierda y los movimientos de resistencia a lo largo de Europa. Mantienen vivos la democracia, la equidad, la igualdad, la libertad y la solidaridad, los valores más importantes de la tradición política europea. Estos valores deben prevalecer", sentenciaba Tsipras.

En noviembre y diciembre, en sendas entrevistas para Die Zeit y The Guardian, el líder opositor griego se declaró listo para gobernar su país, donde la protesta social contra los sucesivos paquetes de austeridad se estaba recrudeciendo, presentando a su partido como "un socio más fiable y creíble" que Samaras para los poderes europeos y como "la gran esperanza del cambio". Asimismo, reiteró sus propuestas de negociar la condonación de débitos nacionales (el llamado "corte de pelo" a la deuda griega), convocar una "conferencia europea sobre la deuda" e incluir una "cláusula de crecimiento" en el programa de asistencia financiera. En enero de 2013 Tsipras intentó seducir a una selecta audiencia académica y política en un coloquio en Washington por invitación del prestigioso think tank Brookings Institution dentro de su programa Global Economy and Development. Ese mismo mes, contrapuso sus criterios con los del influyente ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, en un debate tête-à-tête sobre el estado de la crisis griega celebrado a puerta cerrada en Berlín. En marzo, dio un discurso en la London School of Economics (LSE). Y en mayo, recaló en Madrid dentro de su campaña para forjar un "frente común" contra la Troika.

Tsipras compaginaba este trajín internacional con sus obligaciones políticas en casa, donde los estrategas de ND estaban aventando la teoría desacreditadora de los "dos polos", con la SYRIZA en un extremo y, supuestamente equidistante, Amanecer Dorado en el otro. Del 10 al 14 de julio de 2013 orquestó en Atenas el Congreso fundacional de la SYRIZA como partido unitario y con él de presidente, apoyado en la confianza del 74% de los delegados. La conferencia otorgó una mayoría de votos, el 67,6%, a la ponencia oficialista de la corriente mayoritaria, Lista Unida, si bien la principal corriente minoritaria, Plataforma de Izquierda, liderada por el diputado Panaiotis Lafazanis y favorable a la salida del euro, metió 60 representantes en el nuevo Comité Central de 210 miembros. Por lo demás, el I Congreso de la SYRIZA supuso la disolución formal de la vieja Synaspismós.

El 18 de octubre de 2013 los líderes del Partido de la Izquierda Europea, reunidos en la sede de la federación de partidos española Izquierda Unida (IU) en Madrid, acordaron que Tsipras fuera su candidato para presidir la Comisión Europea tras las elecciones de mayo de 2014 al Parlamento Europeo, donde los 19 diputados del PIE estaban integrados en el Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica (GUE/NGL). De acuerdo con lo dispuesto por el Tratado de Lisboa, el presidente de la Comisión debía ser elegido conjuntamente por el Consejo Europeo y el Parlamento Europeo tomando en consideración el resultado de las elecciones a este último. Esto no garantizaba que el alto responsable europeo fuera finalmente el candidato del partido más votado en las elecciones ciudadanas, pero en la práctica cerraba las puertas a los postulantes de grupos no mayoritarios, como era el caso del GUE/NGL. Con seguridad, el próximo presidente de la Comisión Europea sería o un popular, o un socialista, o, pero con remotas posibilidades ya, un liberal.

El presidente del PIE, Pierre Laurent, el secretario nacional del Partido Comunista Francés (PCF), puso en marcha los mecanismos necesarios para formalizar la candidatura de su colega griego. Esta debía ser aclamada en diciembre en el IV Congreso del PIE, pero antes Tsipras sondeó la estabilidad del Gobierno Samaras, integrado desde junio por ministros de ND y el PASOK pero no de la DIMAR (que se había retirado del Ejecutivo en protesta por el cierre de la radiotelevisión pública griega, la ERT), lanzándole una moción de censura que de triunfar supondría el final de la legislatura y el adelanto de las elecciones que de ordinario no tocaban hasta 2016. El opositor justificó este movimiento porque había que parar la "senda de la destrucción económica" y el "hundimiento de la democracia".

La moción fue votada en el Vouli el 11 de noviembre de 2013 y resultó derrotada por 153 votos contra 124, los sumados por la SYRIZA, el KKE, los Griegos Independientes (ANEL, conservadores nacionalistas) y Amanecer Dorado. Samaras no dudó en recriminar a Tsipras que hubiese intentado derribarle con la ayuda del agresivo partido neonazi de Nikolaos Michaloliakos, quien, por cierto, llevaba dos meses arrestado, al igual que varios lugartenientes, acusado de una serie de cargos criminales. Para el fracaso de la moción de Tsipras fue decisiva la postura abstencionista de los socialdemócratas de Kouvelis. Sin nadie haciéndole sombra y reconocido como el dirigente más exitoso, elocuente y carismático con que contaba el PIE, Tsipras fue proclamado candidato del partido a presidente de la Comisión Europea en el IV Congreso orgánico, discurrido en Madrid del 13 al 15 de diciembre de 2013. El 84,1% de los delegados dio su voto favorable a la nominación del diputado griego, quien fue además reelegido vicepresidente del PIE, puesto que ostentaba desde el III Congreso, celebrado en París en diciembre de 2010.

A un auditorio rendido a su liderazgo, Tsipras le aseguró que la SYRIZA estaba "a un paso" de gobernar y que necesitaba una "izquierda fuerte" a nivel europeo para que la respaldara "cuando tomemos la decisión de decir no a la austeridad y presentemos un plan de viabilidad". El "proceso de cambio" ya había empezado en Grecia, y con "solidaridad" europea dicho proceso podría derivar en "la alianza política y social más grande de la historia". Tsipras aceptó de buena gana liderar el PIE en unas elecciones consideradas una "oportunidad histórica" para hacer posible el cambio que la izquierda reclamaba, pero a condición de que no tuviera que figurar en la lista de candidatos de su partido a la Eurocámara, pues eso torpedearía su ambición de convertirse en el primer ministro de Grecia. Ahora, ese escenario, inimaginable hasta 2012, parecía más factible que nunca: en enero de 2014 varias encuestas concedieron a la SYRIZA una intención de voto que oscilaba entre el 29% y el 32%, varios puntos por encima de ND, lejos de Amanecer Dorado y más aún del naufragado PASOK.

La candidatura de Tsipras, presentada como "un mandato de esperanza y cambio", se sostenía en dos documentos políticos. Uno era de tipo estratégico, pensado para avanzar hacia la "refundación de Europa" tomando como guía los principios de la "reorganización democrática, social y ecológica" de la UE, el carpetazo a la austeridad, un nuevo paradigma de economía sostenible y la reforma del marco de inmigración.

El otro aporte intelectual del PIE era un plan programático de nueve puntos concebido "contra la crisis y por el crecimiento con justicia social y pleno empleo". Dichos puntos eran: la adopción de un New Deal para Europa; la expansión del crédito a las pymes; la "derrota" del paro; la "suspensión" del Pacto Fiscal Europeo; la conversión del BCE en un banco central "genuino", es decir, capaz de prestar dinero "como último recurso" directamente a los estados, no solo los bancos privados; una reinterpretación del "ajuste macroeconómico" en el sentido de imponer obligaciones también a los países con superávit, para que contribuyeran con políticas expansionistas a aliviar las penurias fiscales de los deficitarios; la separación legal de las actividades de las bancas comercial y de inversiones; la prohibición efectiva de los paraísos fiscales en la UE; y la convocatoria de una Conferencia Europea de Deuda que regulara la conversión de las diferentes deudas nacionales en una deuda europea "socializada" a través de instrumentos como los eurobonos.

Mayo de 2014 trajo dos nuevos éxitos electorales a la SYRIZA, el primero matizado y el segundo inapelable. En las municipales y regionales, el partido de Tsipras obtuvo el 17,7% de los votos, un avance de casi 13 puntos con respecto con la edición de 2010, aunque también un retroceso de nueve en relación a las legislativas de junio de 2012. Los de Tsipras se impusieron en Ática, la región más poblada del país, y en las Islas Jónicas, pero no conquistaron ninguna alcaldía importante salvo de la de Larissa, la quinta ciudad de Grecia, en Tesalia, donde ganó el independiente al que apoyaban. En las europeas del 25 de mayo, coincidentes con la segunda vuelta de las municipales, la SYRIZA se convirtió en la primera fuerza política de Grecia con el 26,6% de los sufragios, mandando seis eurodiputados a Estrasburgo y abriendo brecha con ND, que recibió 220.000 votos menos. El desmoronamiento del PASOK certificó la muerte del viejo bipartidismo y el nacimiento de otro de nuevo cuño que continuaba funcionando sobre el eje derecha-izquierda, pero de una manera mucho más nítida, con carácter antagónico.

A nivel europeo, el GUE/NGL, con el 6,9% de los votos y 52 escaños, 17 más que en 2009, vio reforzada su representación de manera sustancial. Sus principales integrantes eran, además de la SYRIZA, la alemana Die Linke (7 diputados) y, pese a no pertenecer al PIE, el español Podemos (5 diputados). Podemos era un partido izquierdista de novísimo cuño que estaba logrando capitalizar el agudo descontento instalado en España —otro país azotado por una severa crisis económica y social de larga duración, sometido a una impopular cura de austeridad por el Gobierno conservador y además conmocionado por los escándalos de corrupción—, que hacía frente a acusaciones de populismo por sus propuestas de reformas radicales o de dudosa factibilidad y que, con esta irrupción en la Eurocámara, comenzaba un crecimiento vertiginoso en España, hasta el punto de, en cuestión de pocos meses, igualar y hasta superar en intención de voto a los equivalentes españoles de ND y el PASOK, el Partido Popular y el PSOE.

Con el mediático dirigente de Podemos, el profesor universitario y presentador televisivo Pablo Iglesias, quien tenía unos planteamientos ideológicos y unos diagnósticos de la crisis muy similares, Tsipras estableció una llamativa relación estratégica para impulsar un proyecto europeo común y los envites electorales de sus formaciones en sus respectivos países. Precisamente, el debut de Podemos, segundo aliado español de la SYRIZA junto con la muy disminuida IU de Cayo Lara, coincidió con la desafiliación del GUE/NGL por el KKE y su continuidad en el Parlamento Europeo como partido no inscrito en grupo alguno. En cuanto a la candidatura de Tsipras a presidir la Comisión Europea, esta hizo honor a su simbolismo. Tal como se esperaba, el puesto se lo llevó, como resultado de un pacto entre los grupos primero y segundo de la Eurocámara, el Partido Popular Europeo (PPE) y la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D), el candidato de la primera agrupación, el ex primer ministro socialcristiano luxemburgués Jean-Claude Juncker.


5. Cuarta aspiración a jefe del Gobierno en las trascendentales elecciones anticipadas de 2015

En ansia de Tsipras de adelanto electoral doméstico cuanto todos los sondeos sonreían a su partido no tuvo desahogo en la moción parlamentaria de confianza de octubre de 2014, ganada por Samaras con los votos de ND y el PASOK. Crecido, el primer ministro cargó contra su adversario, adjudicándole la ya familiar condición de populista y acusándole de practicar el "terrorismo ideológico". "Unas elecciones anticipadas serían catastróficas y borrarían todo el progreso conseguido," sentenció Samaras, que, optimista por el final técnico de la recesión tras seis años de crecimiento negativo (los números volvían a ser positivos desde el primer trimestre de 2014 en el cómputo intertrimestral y desde el segundo trimestre en el interanual) y el rápido descenso del déficit, se mostraba resuelto a terminar la legislatura en 2016, a la vez que convencido de que Grecia, a pesar de su colosal deuda pública equivalente al 175% del PIB, considerada insostenible por multitud de analistas, no iba a necesitar un tercer rescate financiero luego de expirar el segundo a últimos de año, o una nueva reestructuración de deuda con quita a las amortizaciones.

Sin embargo, el horizonte de unos comicios inmediatos se despejó de golpe con motivo de la votación en el Vouli del sucesor de Papoulias, que agotaba su segundo mandato de cinco años no renovable, en la Presidencia de la República. El único candidato presentado, el apoyado por ND y el PASOK, Stavros Dimas, no gozaba del respaldo de los demás partidos y partía con los únicos apoyos más o menos fiables del bloque oficialista, que sumaba una mayoría absoluta de 155 escaños. Ahora bien, para ser elegido, Dimas precisaba de una supermayoría de 200 votos, dos tercios del hemiciclo, en las dos primeras rondas y de una mayoría cualificada de 180 apoyos en la tercera votación de ser necesaria; si aún así no resultaba elegido, el Parlamento tendría que ser disuelto para dar paso a elecciones generales. Tsipras dijo a las claras que la SYRIZA, ni postularía un candidato propio ni facilitaría la elección de cualquier otro, simplemente para forzar la llamada a las urnas.

Esto fue precisamente lo que sucedió. Dimas, con el respaldo adicional de unos pocos diputados no neodemócratas o socialistas, no pasó de los 168 votos favorables en las sesiones celebradas los días 17, 23 y 29 de diciembre. En la última jornada de 2014, para júbilo de Tsipras ("es un día histórico para la democracia") y consternación admonitoria de Samaras ("de esta batalla electoral depende la permanencia del país en Europa"), Papoulias decretó la disolución del Vouli y la convocatoria de elecciones legislativas para el 25 de enero de 2015, año y medio antes de la fecha natural prevista. Con fluidez, puesto que ya estaba desenvolviéndose en una precampaña, la SYRIZA pasó a librar la campaña proselitista de unas elecciones cruciales no solo para Grecia sino para toda la UE, pues iban a ser una especie de plebiscito vinculante sobre todo un paradigma de cómo enfrentar en Europa la gran crisis iniciada en 2008 y cebada en las deudas periféricas de la Eurozona desde 2010. "Hoy el miedo está en el otro lado, en el lado de Merkel", aseguró Tsipras, muy confiado de sus posibilidades de ser el próximo primer ministro, en una entrevista para el diario español El País.

De entrada, como en 2012, sobre las elecciones generales griegas se cernió un escenario de temor dirigido a desincentivar el voto a la SYRIZA y que alimentaba el miedo a la salida de Grecia del euro, el llamado Grexit. La presión ambiental negativa incluía los movimientos de depósitos, la salida de capitales, la marejada bursátil, la suspensión de ayudas financieras, las especulaciones catastrofistas y las advertencias de instituciones y gobiernos a Atenas, que acababa de obtener del Eurogrupo una prórroga hasta febrero del segundo rescate, de que debía hacer honor a los compromisos firmados y no pretender cambiar las reglas del juego. Para desarmar las "mentiras terribles" y "acabar con los relatos de terror", Tsipras y sus lugartenientes subrayaron por enésima vez su buena disposición hacia la moneda única, recordaron que los depósitos bancarios estaban garantizados hasta los 100.000 euros y se refirieron a un "programa de reformas realista" que, en el marco ideal de una conferencia europea sobre el problema, ya no contemplaba auditorías, impagos o "cancelaciones unilaterales" de deuda, sino, por de pronto, una moratoria de su servicio escrupulosamente negociada. Se trataría de un "período de gracia significativo" que permitiría a Grecia —o a cualquier otro país de la Eurozona atosigado por esta carga— disponer de fondos para invertirlos en políticas sociales y de crecimiento.

La deuda pública helena, que iba camino del 200% del PIB, no era sostenible, determinaba la formación opositora, y tendría que ser reestructurada con algún tipo de condonación o quita "realista" que afectara a "la mayor parte" de su valor nominal; lo que quedara por devolver, sería "pagado con crecimiento". De una operación de estas características, recordaba la SYRIZA, ya había precedentes históricos, sin ir más lejos, la anulación parcial de deuda externa concedida por 25 países acreedores a la República Federal de Alemania en 1953, acuerdo que resultó clave para la rápida reconstrucción de Alemania Occidental en la posguerra.

Sin embargo, la voluntad no rupturista de un hipotético Gobierno de la SYRIZA en las relaciones con los acreedores de Grecia fue puesta en entredicho por algunos dirigentes del partido, que siguieron pronunciándose en favor de salidas unilaterales. Además, el propio Tsipras aseguró que de ninguna manera se seguirían aceptando las exigencias derivadas del segundo programa de asistencia supervisado por la Troika y extendido hasta finales de febrero. La moratoria y condonación negociadas de la deuda del Estado y la sustitución de la austeridad por una "cláusula de crecimiento" eran seguramente los manifiestos más impactantes del programa electoral de la SYRIZA. Pero la "reversión gradual de las injusticias" del memorándum con la Troika pasaba asimismo por la aplicación de un "Plan de Reconstrucción Nacional" apoyado en cuatro pilares, a saber: la confrontación de la "crisis humanitaria", la reactivación económica con "justicia fiscal", la lucha contra el paro y la "transformación del sistema político para la profundización democrática". Este plan era el fundamento del llamado Programa de Tesalónica, anunciado por Tsipras durante la Exposición Internacional de Tesalónica (Helexpo) en septiembre de 2014, programa que para sus redactores era "no negociable".

El plan de choque de la SYRIZA para atajar la emergencia social, cuantificado en 1.882 millones de euros, incluía una batería de medidas que debían subvenir las necesidades más críticas de la población en alimentación, asistencia médica, vivienda y servicios esenciales como la electricidad. Los cuatro pilares, con un coste sumado de 11.382 millones de euros, pretendían poner las bases para la "restauración gradual de salarios y pensiones", el "incremento del consumo y la demanda", la "reconstrucción del Estado del bienestar", la "restauración del imperio de la ley" y la "creación de un Estado meritocrático" libre de prácticas nocivas como el clientelismo y la corrupción.

Entre las actuaciones a desarrollar estarían: el alivio de la presión fiscal a la clase media, lo que incluiría el restablecimiento de la exención de impuestos directos para las rentas anuales por debajo de los 12.000 euros; siguiendo con el esquema de mayor progresividad fiscal, la abolición del impuesto único sobre los bienes inmuebles (ENFIA) y la introducción de un nuevo gravamen sobre las grandes propiedades en función de su superficie; la lucha sin cuartel contra el fraude tributario y la evasión fiscal; la elevación del salario mínimo de los 586 a los 751 euros; la restitución de la paga de Navidad a los pensionistas con ingresos menores de 700 euros; la creación de 300.000 puestos de trabajo "en todos los sectores de la economía"; la reposición de los convenios colectivos y el endurecimiento de la normativa sobre despidos y regulaciones de empleo; la aplicación de "condonaciones parciales" de deudas contraídas con los bancos por personas situadas bajo el umbral de la pobreza; una moratoria bancaria sobre los créditos privados que superasen el 30% de los ingresos de los endeudados; otra moratoria "indefinida" sobre las ejecuciones hipotecarias y embargos de primeras viviendas; y la puesta en marcha de un banco nacional de desarrollo.

Llamó la atención la mínima presencia de las cuestiones de política exterior y de seguridad en los pronunciamientos de Tsipras y su partido. A diferencia de la campaña electoral de 2012, la antiatlantista y propalestina SYRIZA no dijo nada esta vez sobre salir de la OTAN o sobre suspender la cooperación militar con Israel, aunque recordó su deseo de profundizar el entendimiento con Turquía para recortar la partida de defensa. En cuanto a la inmigración, el partido opositor, sin profundizar mucho, apostaba por desmilitarizar el control de los flujos migratorios irregulares por mar, garantizar los derechos fundamentales y el acceso a la sanidad de los indocumentados ingresados en el país, y propiciar una política europea común sobre la materia que conllevara "derechos y obligaciones" para todos, lo que entre otros puntos requeriría que la UE destinara más fondos para el control de las porosas fronteras griegas. Otro aspecto destacado de las propuestas de Tsipras, ateo confeso, era una drástica revisión de las relaciones con la Iglesia Ortodoxa Griega, que tendría que separarse del Estado mediante una reforma del artículo 3 de la Constitución y asumir la abolición de sus generosos privilegios fiscales.

El 16 de enero de 2015, en el ecuador de la campaña electoral, Tsipras publicó en el periódico español El País un artículo en el que, siguiendo con su estilo diagnosticador, analizaba la situación en los siguientes términos: "Europa ya no es víctima de la crisis. La crisis terminó donde comenzó, en Estados Unidos, gracias a la política monetaria y fiscal expansiva. Europa es hoy víctima de las políticas de austeridad impuestas por la Europa conservadora y por las decisiones insolidarias de la canciller Merkel. La gestión neoliberal de la crisis ha llevado a los países del sur de Europa a un equilibrio políticamente inaceptable y económicamente insostenible. Sobrevivimos entre el estancamiento y el bajo crecimiento del PIB, entre la deflación, la elevada deuda, el alto desempleo y la pobreza que alcanza ya a cotas inimaginables de la población."

Cuatro días después, con su partido cabalgando en los sondeos en torno al 35% de intención de voto y sacándole entre 4 y 8 puntos de ventaja a ND, el opositor recibió el ágora de Financial Times, el medio que con tanta hostilidad había opinado sobre él en su polémico editorial de 2012. Bajo el título de Terminad con la austeridad antes de que el miedo mate a la democracia griega, Tsipras formulaba la siguiente promesa tranquilizadora: "Un Gobierno de la SYRIZA respetará la obligación de Grecia, en tanto que miembro de la Eurozona, de mantener un presupuesto equilibrado y se comprometerá con unos objetivos cuantitativos".

Alexis Tsipras mantiene una relación estable no conyugal con Peristera Batziana, una ingeniera electrónica a la que conoció en 1987 cuando los dos eran compañeros de aula escolar y en las juventudes comunistas. La pareja, bien compenetrada también en el terreno político, ha tenido dos hijos, Phoibos-Pavlos, nacido en 2010, y Orpheas-Ernestos, nacido en 2012.

(Cobertura informativa hasta 20/1/2015)