Alexander Van der Bellen

Las elecciones presidenciales en Austria, un proceso democrático que habitualmente no suscita mucha atención internacional, han tenido en la edición de 2016 unas considerables repercusiones europeas a raíz de la crisis de los refugiados, el fortísimo avance de la extrema derecha y el hundimiento de los partidos dominantes tradicionales. El ganador de las mismas, a doble vuelta e in extremis, fue Alexander Van der Bellen, un antiguo profesor de Economía y líder del partido Los Verdes de 72 años de edad, quien se presentó a título de independiente pero con el respaldo de su anterior formación. Después de quedar segundo en la primera ronda del 24 de abril, en el balotaje del 22 de mayo Van der Bellen se llevó el cargo de jefe del Estado al sacarle una ventaja de tan solo 31.000 papeletas, gracias exclusivamente al voto por correo, a su adversario del partido ultraderechista FPÖ, Norbert Hofer. Estas han sido las votaciones presidenciales más reñidas desde 1951 y las que más han dado que hablar desde la polémica elección de Kurt Waldheim, el ex secretario general de la ONU con vínculos nazis de juventud, en 1986.

Evocando el escenario de polarización nacional vivido en Francia en 2002 con el duelo entre Jacques Chirac y Jean-Marie Le Pen, el aspirante procedente del ecologismo de izquierdas contrapuso al discurso nacional-populista, xenófobo y euroescéptico de Hofer, que se nutre del temor y el rechazo que suscitan los flujos masivos de refugiados e inmigrantes, los problemas de adaptación de las comunidades árabe-musulmanas y el terrorismo jihadista, las banderas, nada fáciles de enarbolar en estos momentos, de la solidaridad, la integración y la tolerancia con la diversidad.

Van der Bellen, quien recuerda su condición de hijo de refugiados ruso-estonios durante la Segunda Guerra Mundial, insiste en que las sociedades europeas no pueden cerrar los ojos ante el drama humano de los refugiados y que la voluntad de acogida debe mantenerse pese a las dificultades de la convivencia, si bien el Gobierno de gran coalición entre los partidos socialdemócrata (SPÖ) y popular (ÖVP), históricamente vapuleados en estas elecciones y cambiando de canciller federal en mitad de las mismas con la dimisión de Albert Faymann y su reemplazo por Christian Kern, ya ha introducido drásticos controles migratorios tanto sobre el terreno, en las fronteras con Eslovenia e Italia, como en la ley, al endurecer las condiciones del asilo. Con un estilo académico nada carismático pero que ha conseguido aglutinar el voto anti-FPÖ, Van der Bellen, representando el lado cosmopolita de la sociedad austríaca, va contracorriente también al defender con acentos federalistas el fortalecimiento de una UE descosida por sus costuras existenciales, llegando a referirse a la construcción de unos "Estados Unidos de Europa".

Quien el 8 de julio sucederá con un mandato de seis años a Heinz Fischer como presidente federal de la República de Austria, el primero de nueve no miembro del SPÖ o el ÖVP, se ha apresurado a presentarse como el presidente de todos los austríacos sin distinciones por origen, creencias u orientación sexual, declaración integradora que toma nota del cuadro pintado por estas elecciones, el de una Austria "compuesta de dos mitades". Por lo demás, Van der Bellen va a ser el titular de una oficina a la que la Constitución del país centroeuropeo no relega precisamente a funciones solo protocolarias; sobre el papel, el presidente puede nombrar al canciller federal sin estar obligado a decantarse por el candidato que le propongan los partidos del Nationalrat, vetar los nombramientos ministeriales y disolver el Parlamento antes de la conclusión natural de la legislatura, aunque en la práctica estas prerrogativas nunca han sido activadas (salvo la segunda, una vez, en 2000). Van der Bellen es también el segundo presidente republicano en la UE surgido del movimiento verde después de Raimonds Vejonis, elegido en Letonia en 2015. Otros estadistas verdes en la Europa contemporánea han sido el ministro de Exteriores alemán Joschka Fischer y el primer ministro, letón también, Indulis Emsis


(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 21/5/2016. En las elecciones del 9/10/2022 Alexander Van der Bellen fue reelegido para un segundo mandato sexenal como presidente federal de Austria con el 54,6% de los votos ).

1. Profesor de Economía y líder de los verdes austríacos
2. Presidente federal en 2016 en unas elecciones con suspense

1. Profesor de Economía y líder de los verdes austríacos

Alexander Van der Bellen vino al mundo en enero de 1944 en Viena, ciudad entonces perteneciente al III Reich nazi y en la que sus padres, nacionales estonios de fe luterana, acababan de instalarse tras pasar una larga temporada en un campo de refugiados en la población bávara de Werneck, donde habían recalado en 1940 huyendo de la ocupación y anexión por la URSS de las repúblicas bálticas. Su abuelo paterno, Aleksandr von der Bellen, fue un destacado liberal ruso de condición aristocrática y remota ascendencia holandesa que durante la Guerra Civil vivida en su país tras el triunfo de la Revolución bolchevique se había establecido en la Estonia independiente. Su padre, también tocayo y estonio naturalizado, había hecho carrera como banquero, mientras que su madre era una estonia nativa.

El niño, llamado familiarmente Sascha, creció y estudió como un austríaco más en los duros años de la posguerra en el estado federado de Tirol; de hecho, sus padres no le enseñaron su lengua vernácula, el ruso. Plenamente asimilados, en 1958 los Van der Bellen obtuvieron la nacionalidad de su país de adopción. Tras concluir la primaria, el futuro presidente cursó el bachillerato en el Akademisches Gymnasium de Innsbruck. En 1962 se matriculó en la Universidad de la capital tirolesa y cuatro años después recibió la licenciatura en Ciencias Económicas. En 1968, mientras preparaba su doctorado en la materia, empezó a trabajar como asistente de investigación en el Instituto de Finanzas de la Universidad y a principios de los setenta ejerció asimismo para el Centro de Investigación de Ciencias Sociales (Wissenschaftszentrum) de Berlín.

A partir de 1976, Van der Bellen se desempeñó de docente de Economía, primero en su alma máter tirolesa y luego también en la Academia de Administración Pública Federal (Verwaltungsakademie des Bundes) de Viena. En 1980, finalmente, se instaló como catedrático de Economía en la Universidad de Viena, de cuya Facultad de Ciencias Sociales y Económicas llegaría a ser decano y vicedecano entre 1990 y 1994.

En el terreno político, Van der Bellen fue militante primero del Partido Socialista de Austria (SPÖ), formación que en la década de los setenta adquirió su mayor prestigio gracias al liderazgo de Bruno Kreisky, canciller federal en 1970-1983, período en el que Austria consolidó su renombre internacional como país neutral, no adscrito a ninguno de los bloques militares de la Guerra Fría y lugar de encuentro entre los gobiernos europeos, la URSS y Estados Unidos. En 1984, sin embargo, impresionado por el activismo del pequeño pero animoso movimiento ecologista austríaco, que aunaba ideas del ambientalismo y la izquierda, el profesor se unió al grupo de verdes que ocupaba unos humedales del Danubio próximos a la ciudad de Hainburg y en los que el Gobierno Federal, entonces dirigido por el canciller socialdemócrata Fred Sinowatz, tenía planeado levantar una central hidroeléctrica.

En 1986, las diversas tendencias del ecologismo austríaco decidieron unirse en el partido Alternativa Verde (Grüne Alternative) bajo el liderazgo carismático de Freda Meissner-Blau. Inspirados por sus colegas de la vecina Alemania, el colectivo que tenía como adalides entre otros a Meissner-Blau, Werner Haslauer y Manfred Stadlmann adoptó la denominación oficial de Los Verdes (Die Grünen) en 1993, así como una plataforma donde las propuestas para la protección del medio ambiente iban de la mano de planteamientos de justicia social, la defensa de los derechos de las minorías, el feminismo, el pacifismo, el desarme nuclear y la democracia directa. En 1992 Van der Bellen terminó de romper amarras con el SPÖ e ingresó en Los Verdes.

El catedrático de Economía debutó como diputado del Consejo Nacional o Nationalrat, la Cámara baja del Parlamento Austríaco, en las votaciones de 1994, cuando Los Verdes, en su tercera participación en estas lides, treparon al 7,3% de los votos y los 13 escaños, desde el 4,8% y la decena de asientos que habían obtenido en 1990. Tres años después, en diciembre de 1997, Van der Bellen fue elegido portavoz federal del partido en sustitución de Christoph Chorherr. Su misión era reconciliar a las facciones izquierdistas y moderadas de una formación dividida por las divergencias ideológicas y achicada en las elecciones de 1995, cuando la portavoz era Madeleine Petrovic.

La jefatura de de Van der Bellen, un fumador empedernido y conductor de vehículos con tubo de escape que no se ajustaba al ecologista prototipo, y hombre de carácter más bien reservado y de oratoria plana, respondió a las expectativas: en las elecciones de octubre de 1999 Los Verdes volvieron a superar el 7% de los votos, en las de noviembre de 2002 ascendieron al 9,5% y en las de octubre de 2006 llegaron al 11% y los 21 escaños, su mayor cuota parlamentaria hasta la fecha y que de hecho les convirtió en la tercera fuerza del Nationalrat por detrás de los partidos mayoritarios tradicionales, el SPÖ y el Popular Austríaco (ÖVP). Fue la primera vez que Los Verdes adelantaron a la extrema derecha, dividida entre el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) y su reciente escisión, la Alianza por el Futuro de Austria (BZÖ).

Los Verdes continuaron en la oposición al Gobierno Federal, que a partir de enero de 2007, tras un septenio de polémica alianza entre el ÖVP y el FPÖ/BZÖ, volvió a ser de gran coalición, fórmula muy frecuente en la política austríaca, entre socialdemócratas y populares, con el líder de los primeros, Alfred Gusenbauer, de canciller. El avance electoral de Los Verdes teniendo a Van der Bellen de portavoz quedó interrumpido en los comicios del 28 de septiembre de 2008. Entonces, los ecologistas austríacos sacaron el 10,4% de los sufragios y una veintena de escaños, viéndose relegados a la quinta posición en el Nationalrat. Este retroceso fue más que nada en virtud de la fuerte subida experimentada tanto por el FPÖ de Heinz-Christian Strache como por la BZÖ del luego fallecido Jörg Haider.

En sí mismos, los resultados electorales no podían considerarse malos, más bien al contrario. Sin embargo, pugnaban con la secuencia ascendente iniciada en 1999, así que Van der Bellen se sintió compelido a anunciar, el 3 de octubre, sus renuncias tanto a la portavocía federal como a la jefatura del grupo parlamentario. La posición de líder fue asumida por Eva Glawischnig-Piesczek.

Van der Bellen siguió en la brecha política por unos más. Continuó ocupando su escaño en el Nationalrat y en 2012 puso fin a su mandato parlamentario para tomar una concejalía en el Ayuntamiento de Viena, donde se hizo cargo del área de Universidades e Investigación. Esta última función representativa tocó a su fin en 2015, dos años después de que su partido, bajo el liderazgo de Glawischnig-Piesczek, batiera su récord electoral y se apuntara el 12,4% de los sufragios y 24 escaños en las legislativas de septiembre de 2013, logro que a su vez fue superado por el 14,5% alcanzado en las europeas de mayo de 2014


2. Presidente federal en 2016 en unas elecciones con suspense

El 10 de enero de 2016, a ocho días de cumplir los 72 años, Van der Bellen, en un acto en el Club de Prensa Concordia de Viena, lanzó oficialmente su candidatura a presidente federal de la República para las elecciones que el país iba a celebrar el próximo 24 de abril y de las que debía salir el sucesor del socialdemócrata Heinz Fischer, el cual agotaba su segundo mandato sexenal no renovable el 8 de julio. El postulante recalcó que se presentaba al cargo a título de independiente y que no era el candidato de ningún partido. Sin embargo, la formación de la que dejó de ser miembro justamente ahora, Los Verdes, no sin algunas reticencias por parte de un sector de la militancia, se apresuró a respaldarle, poniendo a disposición medios económicos y maquinaria proselitista.

De inmediato, "el candidato de Los Verdes" se colocó en cabeza en los sondeos de intención de voto, aventajando de una manera rotunda y clara a los aspirantes de los partidos que integraban el Gobierno del canciller Albert Faymann, el socialdemócrata Rudolf Hundstorfer y el popular Andreas Khol, una situación muy ilustrativa de hasta qué punto llegaba el descrédito del bipartito predominante desde la proclamación de la República de Austria en 1945 y que todavía en 2002 había representado el 80% de los votos. Bastante mejores que los de Hundstorfer y Khol eran también los rendimientos demoscópicos de la jurista independiente Irmgard Griss, quien fuera presidenta del Tribunal Supremo en 2007-2011, y del ingeniero aeronáutico, diputado y presidente tercero del Nationalrat Norbert Hofer, el candidato del FPÖ, partido que vivía un auge formidable y que de celebrarse ahora las elecciones legislativas se convertiría, insistían las encuestas, en la primera fuerza del Parlamento.

Llegado marzo, quedó más o menos claro que las elecciones presidenciales iban a ser un duelo de dos, Van der Bellen y Hofer. Casi toda la campaña giró en torno al muy candente tema de los refugiados de Oriente Medio, de los que varios cientos de miles, entrando primero desde Hungría y luego, cuando el Gobierno de Budapest levantó un muro de alambre en los bordes con Serbia y Croacia, desde Eslovenia, habían atravesado Austria en la segunda mitad de 2015 y el arranque de 2016 camino de Alemania, aunque algunos se conformaban con quedarse en el país alpino.

El masivo flujo de expatriados, la mayoría de nacionalidad siria pero también muchos afganos, irakíes y de otros países en conflicto, había creado serias perturbaciones en el transporte terrestre y obligado al Gobierno de la gran coalición a aplicar políticas contrapuestas sobre la marcha y a remolque de las dispuestas por Alemania; así, de un planteamiento liberal de puertas abiertas se había pasado súbitamente a una estrategia contentiva, de control riguroso de los pasos fronterizos con Eslovenia, acompañado de una reforma muy restrictiva de la legislación sobre el asilo. La gran crisis de los refugiados estaba generando una viva inquietud entre la población, donde subió como la espuma el sentimiento de rechazo a la inmigración y a la acogida de huidos de las guerras que asolaban diversas regiones del mundo musulmán. Este estado de ánimo tenía unas implicaciones políticas y electorales incalculables.

Con sus pronunciamientos sobre la cuestión, Van der Bellen y Hofer contribuyeron a hacer de las elecciones presidenciales de abril de 2016, en otras circunstancias un proceso rutinario y no especialmente llamativo al tratarse la jefatura del Estado austríaco de una magistratura en la práctica consuetudinaria -que no sobre el papel- protocolaria y desprovista de carga política, una auténtica encrucijada nacional de características polarizadoras y hasta un campo de batalla democrático para toda la UE donde se confrontaban dos visiones de Europa antitéticas.

Así, mientras que el ultraderechista Hofer ondeaba la bandera del euroescepticismo y defendía la noción nacional-populista de "Austria y los austríacos primero", que incluía el cierre hermético de las puertas a los inmigrantes y refugiados árabe-musulmanes por sus atribuidas incapacidad o falta de voluntad de integrarse en la sociedad que les acogía, por haber jihadistas entre ellos y por poner en peligro, enfatizaba el FPÖ, la seguridad nacional, Van der Bellen incidió en un discurso de solidaridad, integración y tolerancia con la diversidad que no podía cerrar los ojos a este drama humano, así como en la defensa cerrada de la unificación europea, que en su caso tenía además un enfoque reforzador, de tipo federalista. "Siendo yo un hijo de refugiados, no podéis esperar de mí que diga que mis padres debieron haberse marchado por donde vinieron", arguyó en una entrevista el candidato verde, que empleó también la expresión "Estados Unidos de Europa" para describir su visión de la construcción europea, tan de capa caída en los últimos años. Además, recordó que estaba a favor del derecho de gays y lesbianas a contraer matrimonio, opción que por el momento no era legal en Austria, donde solo existían, desde 2010, las uniones civiles.

Van der Bellen y Hofer contrastaban de manera aguda en los mensajes y también en las formas, al mostrar el primero un estilo tranquilo, reposado y académico, en ocasiones incluso gris y aburrido, y el segundo exudar desenvoltura mediática, jovialidad y dinamismo. Ahora bien, en su afán por subrayar el abismo ideológico que le separaba de su adversario, Herr Professor, como le llamaban sus seguidores, era capaz de hacer declaraciones bien subidas de tono.

Así, durante la campaña de la primera vuelta, Van der Bellen llegó a asegurar que si era elegido presidente y luego el FPÖ ganaba las elecciones legislativas, él no dudaría en, haciendo uso de una prerrogativa constitucional nunca activada por ningún presidente federal, impedir la llegada al Gobierno de Strache y nombrar en su lugar a cualquier otro diputado del Nationalrat: "No quiero que Austria se convierta en el primer país de Europa Occidental encabezado por un populista de extrema derecha, un miembro de la fraternidad pangermánica", se justificó. Estas palabras del antiguo líder de Die Grünen provocaron la indignación de Hofer, que tachó a su contrincante de "dictador verde fascista". Y sin embargo, también Hofer invocó el escenario de un presidente radicalmente político al sugerir que di el ganador fuera él, entonces daría por terminada la legislatura y llamaría a elecciones anticipadas mucho antes de 2018.

Hofer, impulsado en todo momento por su jefe de filas, Strache, tuvo un fortísimo repunte en los últimos días de la campaña y el 24 de abril dio la campanada al quedar primero con el 35,1% de los votos, seguido con 14 puntos menos por Van der Bellen, cuyo 21,3% fue casi igualado por Irmgard Griss. La debacle fue total para Hundstorfer y Khol, al sumar únicamente el 22,4% de los votos entre los dos. Hofer y Van der Bellen fueron convocados a disputar una segunda vuelta el 22 de mayo. Hasta entonces, el proceso electoral se puso al rojo vivo por dos acontecimientos políticos de alto calado.

Primero, el 27 de abril, el Nationalrat, a instancias principalmente del ÖVP pero también con la aceptación, más convencida que resignada, del SPÖ, muy preocupado por la dirección que estaban tomando los vientos electorales, aprobó un drástico endurecimiento de la normativa federal sobre asilo, la cual ahora amparaba el decreto del "estado de emergencia" para poder rechazar con medios militares aglomeraciones de refugiados en las frontera y fijaba nuevos límites al reagrupamiento familiar de los extranjeros que hubieran obtenido el permiso de residencia. En octubre, el Gobierno ya había anunciado que en 2016 Austria admitiría un tope de 37.500 solicitudes de asilo. A continuación, el 9 de mayo, el canciller Faymann, personalmente muy erosionado por la gestión de la crisis de los refugiados y por el mal momento económico de Austria, arrojaba inesperadamente la toalla tras ocho años de ejercicio al constatar que ya no contaba con los niveles de apoyo político requeridos, para empezar en su propia formación. El vicecanciller y líder del ÖVP, Reinhold Mitterlehner, asumió las funciones de jefe del Gobierno por unos días, hasta que el 17 de mayo el socialdemócrata Christian Kern asumió la titularidad de la Cancillería.

Tras cerrarse las urnas el 22 de mayo y avanzarse los primeros datos del escrutinio, se comprobó que los candidatos iban hombro con hombro en una especie de empate técnico, si bien Hofer llevaba la delantera. Una vez contabilizados todos los votos en urna, la ventaja para el derechista alcanzó las 144.000 papeletas. Ahora bien, quedaban por computar los votos por correo, que representaban el 14% del censo, así que el antiguo profesor de Economía todavía tenía posibilidades de darle la vuelta al marcador a su favor. Y eso fue justo lo que sucedió: una vez contado el voto por correo, el 23 de mayo, Van der Bellen fue proclamado vencedor con el 50,3%, en términos absolutos, 2.254.484 papeletas, tan solo 31.026 más que Hofer. Estas habían sido las elecciones presidenciales directas más reñidas de las trece celebradas desde 1951.

En sus primeras palabras como presidente federal electo de la República de Austria, Van der Bellen reconoció que las elecciones habían dibujado un país compuesto de "dos mitades", pero esta división ideológica, comparable a las "dos caras de una moneda", debía verse a su entender como un "símbolo" de la "diversidad". Puesto que cada parte era "tan importante como la otra" y lo que prevalecía era la "unidad" nacional, él, como presidente, estaba obligado a trabajar desde el primer día "para ganar la confianza de los votantes de Norbert Hofer", que habían superado los dos millones.

Alexander Van der Bellen está divorciado de su primera esposa, Brigitte, con la que tuvo dos hijos. Desde 2015 está casado con Doris Schmidauer, quien trabaja de administradora para el grupo parlamentario de Los Verdes.

(Cobertura informativa hasta 1/6/2016)