Ahmad Qureia

Perteneciente a una familia palestina acomodada, su militancia en el movimiento de liberación palestino no arrancó hasta fecha relativamente tardía, cuando ya pasaba de los 30 años, y su salto a posiciones señeras en el mando político de la OLP no sucedió hasta transcurridos otros 20 años. Luego de estudiar contabilidad, se puso a trabajar en un banco y se movió en el mundo de los negocios, sin que asomaran en él actitudes políticas comprometidas. Esto debió de cambiar a raíz de la guerra árabe-israelí de junio de 1967, que acarreó la ocupación por el Ejército israelí, arrebatándoselos al Reino de Jordania, de la totalidad de Cisjordania y de Jerusalén oriental, en cuyos arrabales estaba la población natal de Qureia, Abu Dis.

Entonces se produjo un éxodo de refugiados palestinos que pasaron a compartir la situación de desarraigo de los miles de compatriotas huidos en 1949 como consecuencia de la guerra desatada por los Estados árabes, cuando Israel se anexionó el Neguev, Galilea, Jerusalén occidental y territorios de Samaria y Judea, todos los cuales (a excepción de Jerusalén, dotada de un estatus internacional) habían sido adjudicados a un Estado árabe-palestino por el plan de de partición de Palestina adoptado por la ONU en 1947.

Así, no es casual que la segunda amputación territorial de los territorios de mayoría palestina precediera el alta de Qureia en 1968 en Al Fatah, la organización político-militar que lideraba Yasser Arafat y que ese mismo año se integró en la OLP, para, sin solución de continuidad, convertirse en el movimiento de resistencia palestino hegemónico. Lo más lejano a un hombre de armas, Qureia se hizo un hueco en el aparato financiero de la OLP en el exilio, primero en Jordania y luego en Líbano, y desarrolló un anónimo trabajo de subalterno hasta mediados de los años setenta, cuando tomó a su cargo el manejo de una red de empresas en Beirut que hacia 1980 empleaba a más de 6.000 personas y generaba ganancias calculadas en torno a los 40 millones de dólares anuales, cantidad respetable que se destinaba a sufragar los diversos costes de la causa nacional palestina. En la capital libanesa, Qureia fundó también el Instituto Samed, un centro de beneficencia encargado de ayudar a las familias de los fedayines palestinos muertos en los enfrentamientos con Israel.

Portando como nom de guerre, siguiendo la costumbre de los jefes de Fatah, el de Abu Ala, Qureia acompañó a Arafat y su estado mayor en su primera expulsión de Líbano, en agosto de 1982, evadiendo el cerco militar israelí, y en la instalación del nuevo cuartel general de la OLP en Túnez. Desde la capital magrebí, Qureia retomó la dirección de los negocios empresariales y financieros de la organización (generosamente subvencionados por los países árabes moderados y el bloque soviético), asumió el control sobre las inversiones en el extranjero y terminó convirtiéndose en el jefe del Comité Económico de la OLP. El entramado gestionado por Qureia poseía numerosas propiedades inmobiliarias y tenía acciones que cotizaban en las bolsas europeas.

En 1989 adquirió peso político en Fatah al ser elegido miembro de su máximo órgano rector, el Comité Central, y acto seguido en la OLP, como miembro de su Consejo Central, un órgano intermediario permanente entre el Comité Ejecutivo (CEOLP) y el Consejo Nacional Palestino (CNP), que se reunía irregularmente entre años, en el cual también entró a formar parte. Considerado un moderado pragmático de carácter afable, tolerante y con excelentes dotes para la interlocución, así como un hombre de la máxima confianza de Arafat, Qureia, junto con otro destacado dirigente de Fatah con similar perfil tecnocrático y conciliador, Mahmoud Abbas, alias Abu Mazen, pasó a integrar el alto comité para las negociaciones de paz con Israel formado a raíz de la Conferencia árabe-israelí de Madrid, del 30 de octubre al 1 noviembre de 1991.

Toda vez que ese canal oficial no estaba produciendo resultados, Qureia participó en unas conversaciones secretas que se desarrollaron en la capital de Noruega desde el 20 de enero de 1993 y que desembocaron en los denominados acuerdos de Oslo, anunciados el 30 de agosto de aquel año, así que fue coartífice de la histórica Declaración de Principios sobre los Acuerdos del Autogobierno Interino. Primera concreción de la Conferencia de Madrid y punto de arranque oficial del proceso de paz palestino-israelí desde el momento de su firma solemne en Washington el 13 de septiembre, el documento, equivalente de hecho a un tratado de paz, contenía el mutuo reconocimiento entre la OLP y el Estado de Israel, y contemplaba la institución de un poder palestino autónomo y provisional en los territorios ocupados de Gaza y Jericó.

A continuación, Qureia encabezó las rondas de negociaciones sectoriales con implicaciones económicas y participó en la redacción de un plan de desarrollo social y económico de los territorios palestinos que resultó decisivo para la aprobación por el Banco Mundial, en octubre de 1993, de un fondo de garantía de inversiones para financiar proyectos en Cisjordania y Gaza, y que luego sirvió de documento estratégico para la OLP. Con la andadura del ente autonómico provisional, la Autoridad Nacional Palestina (ANP), el 5 de julio de 1994 en Gaza y Jericó (en octubre de 1995 se extendió a los otros siete núcleos urbanos de Cisjordania), Qureia regresó a su tierra después de un cuarto de siglo de exilio para hacerse cargo de la cartera de Economía y Comercio en la Autoridad Ejecutiva del Consejo o Gobierno, bajo la presidencia de Arafat. Incluso antes de constituirse la ANP, Qureia ayudó a poner en marcha y se convirtió en el secretario general el Consejo Económico Palestino para la Reconstrucción y Desarrollo (PECDAR), un organismo encargado de canalizar las ayudas internacionales y de coordinar toda la asistencia financiera y técnica, así como la participación del sector privado, en la reconstrucción de la economía en los territorios palestinos.

En las elecciones del 19 y el 20 de enero de 1996 al Consejo Legislativo de la ANP de 88 miembros, ganadas por Fatah, Qureia obtuvo el escaño en representación del distrito de Jerusalén oriental, y el 7 de marzo, con la constitución de la cámara, resultó elegido presidente de la misma, convirtiéndose así en la segunda personalidad en el organigrama de la ANP, con la capacidad de asumir en funciones la Presidencia de la Autoridad Ejecutiva del Consejo durante 60 días, hasta la celebración de nuevas elecciones, en caso de incapacidad o de defunción de su titular, esto es, Arafat. En los años siguientes, Qureia realizó una labor institucional de escasa proyección mediática pero no exenta de importancia, ya que medió y apaciguó en las abundantes tensiones parlamentarias, espoleadas por las denuncias de corrupción, autoritarismo e incuria de los diputados independientes contra el Gobierno de la ANP, que estaba dominando por el aparato de OLP/Fatah, amén de en las broncas entre Arafat y algunos de sus máximos colaboradores por cuestiones relacionadas con las respectivas parcelas de poder o las estrategias en el proceso de paz.

Las disputas internas en la ANP se superpusieron al paulatino deterioro del proceso de paz, por las dilaciones u obstruccionismo de los gobiernos israelíes a la hora de afrontar las cuestiones dejadas para el final en Oslo —el denominado “estatus permanente”, que englobaba a la personalidad jurídica definitiva de la entidad palestina, el estatuto territorial de Jerusalén oriental, la definición de las fronteras externas, la seguridad bilateral y la situación de los refugiados palestinos en el exterior—, la continuación de la colonización judía en Cisjordania, el profundo deterioro de las condiciones de vida en los territorios palestinos autónomos u ocupados y, factor decisivo, los sangrientos embates terroristas de las organizaciones islamistas palestinas contra objetivos civiles en las ciudades israelíes. El 7 de marzo de 2000 Qureia fue reelegido al frente del Consejo Legislativo con 60 votos a favor.

El estallido el 29 de septiembre de 2000, cuando la población civil palestina se enfrentó con las fuerzas de seguridad israelíes en la disputada Explanada de las Mezquitas, en la Ciudad Antigua de Jerusalén oriental, de una fase de violencia sin cuartel entre el Ejército hebreo y las organizaciones armadas palestinas, tanto las milicias de los partidos islamistas y radicales como las fuerzas policiales de la ANP, hizo volar por los aires el proceso de paz, comenzó a engordar un escalofriante balance de víctimas por ambos lados (aunque la calle palestina, escenario de brutales represalias antiterroristas israelíes, se llevó la peor parte con diferencia) y abocó a la ANP a su propia destrucción a fuer del bombardeo metódico de sus infraestructuras clave y de sus símbolos de soberanía.

Qureia tomó parte en algunos de los titubeantes intentos de retomar las conversaciones de paz, como los sostenidos en Sharm El Sheikh, en octubre de 2000, y Taba, en enero de 2001, a la postre todos fallidos. En diciembre de 2001 trascendió que Qureia y el ministro de Exteriores israelí, Shimon Peres, habían ultimado en unas conversaciones discretas un nuevo acuerdo interino de paz que preveía la creación a corto plazo de un Estado palestino, que tal era la meta implícita contenida en la Declaración de Principios de 1993, cuyo cronograma había vencido en mayo de 1999, aunque el espíritu de Oslo podía darse por fenecido.

La prensa israelí aseguró que el Gobierno de Ariel Sharon estaba listo para aprobar el documento, pero la vorágine bélica, que nunca se detuvo, arreció, y del acuerdo negociado por Qureia nunca más se supo: en respuesta a los últimos atentados terroristas invariablemente mortíferos, el Ejército israelí lanzó una gran ofensiva, con reocupaciones de las ciudades de la ANP y bombardeos de campos de refugiados que produjeron muchas decenas de muertos. A finales de mes, el propio Qureia pudo haber engrosado la lista de víctimas cuando, regresando a su oficina en Abu Dis de una entrevista con Arafat en su cuartel general en Ramallah y a pesar de que el desplazamiento había sido coordinado con el Ejército israelí, su vehículo fue tiroteado por soldados en un puesto de control. Qureia salió ileso porque su vehículo estaba blindado y al punto recibió las disculpas de Peres. Con todo, la embestida de los tanques y la aviación israelíes llegó a su paroxismo en marzo y abril, con el acorralamiento de Arafat en Ramallah, dentro del semiderruido complejo conocido como la Mukataa, y la masacre de un número incierto pero muy elevado de palestinos en Jenín.

De Qureia era sabida su fidelidad a Arafat y su voz no figuraba precisamente entre las más vehementes a la hora de impulsar la reforma de las instituciones palestinas, pero contaba con la estima de sectores del Gobierno de coalición israelí, en especial de los laboristas: significativamente, era el único palestino en el Consejo del Centro Peres por la Paz, en el que participan cerca de 200 personalidades de todo el mundo.

Antes del estallido de la segunda intifada en octubre de 2000, el nombre de Qureia ya había salido a relucir en las quinielas periodísticas de los posibles sucesores de Arafat, pero esta tesitura cobró fuerza en junio de 2002, justo cuando Israel más le apretaba las tuercas al presidente palestino, desde el momento en que la administración de George W. Bush en Estados Unidos acudió a respaldar los argumentos de Sharon de que la ANP era responsable del terrorismo antiisraelí y que la puesta en funcionamiento del Estado palestino en el futuro debía pasar por el apartamiento de Arafat de las estructuras de mando militar y político. La Unión Europea (UE) rechazó que Arafat fuera un interlocutor prescindible, pero convino en la necesidad de lanzar profundas transformaciones en la cúpula del poder palestino para favorecer la superación del estado de violencia y como antesala de un proceso de paz que se creía posible resucitar.

Las instancias internacionales implicadas en el conflicto de Oriente Próximo, agrupadas como el Cuarteto —esto es, Estados Unidos, la UE, Rusia y la ONU—, incidían en la necesidad de separar las organizaciones políticas y las instituciones autonómicas provisionales, de crear un gobierno palestino más eficiente a través de la desconcentración y equilibrio de poderes, y de promulgar una Constitución, una serie de aspectos fundamentales en cualquier Estado o protoestado regido por normas democráticas y el imperio de la ley. Elemento central de la propuesta era la creación del puesto de primer ministro del Consejo de la ANP, y dotado de amplias atribuciones La cuestión se convirtió en un envite formal a la ANP con la divulgación el 17 de septiembre de 2002 del denominado Mapa de Ruta u Hoja de Ruta, un plan de tres etapas para, primero, el establecimiento de un "Estado palestino independiente con frontera provisionales y atributos de soberanía" y, segundo, la definición a finales de 2005 del "estatus permanente" de los territorios autónomos y ocupados, todo la base del principio de paz por territorios.

La candidatura de Qureia para el puesto de primer ministro de la ANP podía contar con las preferencias israelíes, y entre los palestinos podía ganar la adhesión de la oposición de los demócratas independientes y de amplios sectores de la OLP, donde su figura era respetada. Pero presentaba el problema de su escaso tirón popular en la calle palestina, crecientemente radicalizada y desesperada, donde no gustaban sus contactos privilegiados con los políticos israelíes o ciertos negocios particulares con el Estado judío; así, a mediados de la década se conoció que una empresa de su propiedad estaba vendiendo cemento que luego se destinaba a la construcción del asentamiento de colonos de Har Homa, causa de especial indignación entre los palestinos por ubicarse en zona árabe de Jerusalén oriental.

Su estado de salud no era tampoco el mejor, y el mismo mes de junio de 2002 sufrió dos operaciones del corazón. De todas maneras, más posibilidades que él parecía tener el mencionado Mahmoud Abbas, miembro del CEOLP, considerado el brazo derecho de Arafat y el dirigente más experimentado en las relaciones internacionales de la organización; Abbas había sido el negociador principal en todos los acuerdos con los israelíes desde los acuerdos de Oslo y había compartido muchas horas codo con codo con Qureia. No se conocía rivalidad de ningún tipo entre ambos hombres, y antes bien, mantenían una excelente relación.

El 5 de febrero de 2003 Qureia celebró por cuenta de Arafat un encuentro secreto con Sharon, que acababa de ganar las elecciones generales israelíes, en el rancho de su propiedad en el desierto de Neguev para sondear si era posible establecer un alto el fuego, pero no hubo resultados. A principios de marzo de 2003, sin que amainaran lo más mínimo los desmanes del terrorismo de los radicales palestinos y del terrorismo de Estado de los militares israelíes, Arafat claudicó ante las presiones generales para que aceptara el nuevo esquema de poder y, efectivamente, se decantó por Abbas para el puesto de primer ministro. Abbas no fue nombrado formalmente por Arafat y no entró en funciones hasta el día 19, después de que el Consejo Legislativo, urgido por Qureia, aprobara la reforma de la Ley Fundamental de la ANP explicitando la nueva estructura de la Autoridad Ejecutiva y el rango de atribuciones del primer ministro, que Arafat intentó que fueran limitadas.

El Gobierno de Abbas nació gravemente hipotecado por las maniobras de Arafat, que no se resistía a perder peso en las decisiones de la Autoridad Ejecutiva de la ANP, por la impunidad con que siguieron actuado las milicias de Hamas, la Jihad Islámica y el sector radical del propio Fatah —que nutría a las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, responsables de algunos de los atentados terroristas—, y por la actitud despreciativa del Gobierno Sharon, que no cesó de alimentar tampoco la espiral de ataques, represalias y contrarrepresalias, y que reactivó su política de asesinatos selectivos de líderes políticos y militares de las organizaciones palestinas extremistas.

El 30 de abril el Cuarteto presentó oficialmente el plan de la Hoja de Ruta a Sharon y Abbas, y el 4 de junio ambos se comprometieron ante Bush en el puerto jordano de Aqaba a implementarlo, lo que por de pronto exigía la lucha efectiva contra el terrorismo en el caso del palestino, y el desmantelamiento de asentamientos "ilegales", la liberación de prisioneros y el alivio del cerco a las ciudades de la ANP en el caso del israelí. El 29 de junio, accediendo a los ruegos de Abbas, Hamas, Jihad Islámica y las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa pusieron en marcha una tregua de tres meses y condicionada, el primer alto el fuego en 33 meses de intifada, lo que favoreció una tímida retirada israelí de territorios de la ANP.

Sin embargo, no había llegado a su ecuador cuando esta tregua empezó a tambalearse, poniendo a Abbas, viva estampa de la impotencia, contra las cuerdas. El Gobierno Sharon, donde las posturas extremistas de derecha ganaban terreno, hizo de la Hoja de Ruta una interpretación tan cicatera y reticente que lo desvirtuaba por completo, mientras que los radicales palestinos se aprestaron a golpear tan pronto como observaran una violación de las condiciones por parte del enemigo. A comienzos de agosto volvió por sus fueros la dinámica implacable de las provocaciones, siempre justificadas por cada parte como legítima lucha contra el terrorismo agazapado o como venganza por los ataques recibidos o legítima resistencia a la ocupación.

Israel, en particular, regresó sin rebozo a los asesinatos selectivos, no avanzó en la excarcelación de prisioneros palestinos más allá de unas pocas decenas, paralizó el levantamiento de los controles militares sobre las poblaciones de la ANP y continuó edificando el polémico muro de seguridad, vasta construcción comenzada el 16 de junio de 2002, con una longitud total prevista de 350 km, cuya primera fase discurría a lo largo del límite septentrional de Cisjordania, desde la ribera del Jordán hasta la ciudad de Qalqilya; concebida para taponar la entrada en Israel de los terroristas suicidas, la valla militarizada agravaba la inviabilidad económica y la desconexión de los territorios de la ANP, y al erigirse dentro de las fronteras internacionales de 1967, amparaba la anexión de hecho por Israel de porciones sustanciales de Cisjordania, de entrada todos los terrenos confiscados para las obras, presentándose ante la población palestina que ya la estaba padeciendo como un trazado unilateral de fronteras. El 19 de agosto el alto el fuego recibió un golpe mortal con el brutal atentado suicida de Hamas contra un autobús lleno de civiles cerca de Jerusalén.

El 6 de septiembre, después de exigir en vano al Consejo Legislativo plenos poderes para unificar bajo su mando los diversos órganos de seguridad de la ANP y desmantelar las estructuras terroristas de las organizaciones extremistas, y con la tregua virtualmente extinguida, Abbas hizo realidad su enésima amenaza de dimitir, horas antes de que Israel intentara asesinar en Gaza al líder espiritual de Hamas, el jeque Ahmad Yassín. Terminada en un estrepitoso fracaso la fórmula de Abbas, en la OLP/Fatah no quedaba otra alternativa de peso más que Qureia, que partía con el poso de legitimidad de poseer un mandato electivo y que parecía más acomodaticio a los designios de Arafat.

Así, el 7 de septiembre el presidente palestino designó a Qureia primer ministro con el visto bueno del CEOLP y tres días después éste aceptó el cometido, pero puso como condición que el Cuarteto abandonara sus titubeos, tan inicuos para Abbas, y le diera garantías “prácticas, no retóricas” de que el proceso de paz era viable y de que Israel iba a adoptar una actitud constructiva. Al Gobierno Sharon le demandó el final de la campaña de asesinatos de líderes radicales, el levantamiento del estado de sitio impuesto a las áreas autónomas y el relajo del confinamiento físico y el acoso mediático que sufría Arafat, todo a cambio de un “un verdadero acuerdo de alto el fuego”, en vez de la tregua unilateral declarada en junio, y la reactivación de la Hoja de Ruta, si bien puntualizó que no estaba dispuesto a gobernar “bajo los dictados israelíes”. La oficina del primer ministro israelí se limitó a replicar a Qureia que lo que tenía que hacer era luchar en firme contra el terrorismo antes ser aceptado como socio en una mesa de diálogo y que iba a ser juzgado “por sus hechos, no por sus palabras”.

A la espera de la formación del gabinete y de su nombramiento formal y toma de posesión, Qureia recibía un puesto que, según el reparto de poderes pactado por Abbas y Arafat en marzo y luego convalidado por ley, tenía plenas prerrogativas en la política interior, con control exclusivo sobre los ámbitos del gobierno y la administración civiles, la seguridad interior y el orden público, amén de la potestad de nombrar y destituir a los ministros. Como Abbas se había encargado de comprobar, los plenos poderes en la seguridad interior existían sólo sobre el papel, ya que Arafat, siendo el comandante supremo de las fuerzas no policiales implicadas en la salvaguardia de la "seguridad nacional" (léase, las fuerzas armadas directamente relacionadas con la intifada), mantenía el control efectivo sobre cuerpos paramilitares, que eran los únicos susceptibles de ser enviados contra Hamas y la Jihad Islámica. Además, puesto que es la OLP y no la ANP la responsable de las negociaciones de paz, Arafat, como cabeza del CEOLP, y Abbas, como jefe de su Departamento de Negociaciones, iban a seguir teniendo la última palabra en todo lo referente a la Hoja de Ruta.

El 11 de septiembre Qureia obtuvo lo que no había logrado Abbas, la unificación de todos los cuerpos de seguridad, aunque no bajo el mando exclusivo del primer ministro, sino compartiéndolo en el seno de un organismo ya existente, el Consejo de Seguridad Nacional, del que forman parte los dos cabezas de la Autoridad Ejecutiva de la ANP, los ministros de Interior, Exteriores y Finanzas, representantes del CEOLP, del Consejo Legislativo y finalmente los comandantes de la Seguridad Pública en Gaza y Cisjordania.

(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada el 11/9/2003. Ahmad Qureia renunció al puesto de primer ministro de la Autoridad Palestina el 26/1/2006, como resultado de la derrota del partido Fatah ante el movimiento Hamas en las elecciones legislativas del día anterior; el 29/3/2006 Qureia terminó sus funciones gubernamentales con la asunción del candidato de Hamas, Ismail Haniya. Ahmad Qureia falleció el 22/2/2023 a los 85 años de edad.)