Adrian Năstase
Primer ministro (2000-2004)
Es hijo de Marian Năstase, un oficial del Ejército real que perdió sus galones tras el establecimiento de la república popular prosoviética en 1947, pero que luego se unió al Partido de los Trabajadores Rumanos (PMR, vuelto a llamar desde 1965 Partido Comunista Rumano, PCR) instalado en el poder. Năstase padre recobró su posición social y llegó a convertirse en miembro de la nomenklatura comunista, como director de departamento en el Ministerio de Educación. El joven, siendo aún un estudiante, tomó en matrimonio a una hija de un alto dignatario del partido, Grigore Preoteasa, quien fuera desde 1955 y hasta su fallecimiento en 1957 miembro del Comité Central y ministro de Asuntos Exteriores, pero este enlace terminó en divorcio. Años más tarde, Năstase contrajo segundas nupcias con Dana Miculescu, que también era hija de un preboste del PCR, Angelo Miculescu, varias veces ministro de Agricultura, Silvicultura y Alimentación entre 1969 y 1981, amén de viceprimer ministro desde 1975 y miembro del Comité Central del PCR hasta 1983. El matrimonio Năstase-Miculescu ha tenido dos hijos, Andrei y Minhea.
Doblemente licenciado por la Universidad de Bucarest en las especialidades de Derecho (1973) y de Sociología (1978), tras obtener la primera titulación entró de becario en el Instituto de Investigación Legal de la capital rumana y en 1977 comenzó una carrera docente como profesor asociado de Derecho Internacional Público en la Academia de Estudios Económicos de su universidad. Aquel año se convirtió también en vicepresidente de la Asociación de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales de Bucarest (ADIRI). En 1980, para enriquecer su currículum académico, emprendió un itinerario de dos años como investigador visitante en centros del extranjero, entre ellos la División de Sistemas de Información y Documentación de Derechos Humanos de la UNESCO, en Londres, y dos institutos con sede en Oslo, el Noruego de Asuntos Internacionales (NUPI) y el Internacional de Investigación por la Paz (PRIO).
En 1982 Năstase se integró en la Asociación de Científicos Rumanos y en 1984, al cabo de una estancia en Francia en calidad de director de estudios del Instituto Internacional de Derechos Humanos de Estrasburgo (IIDH) y también de asistente en la Sociedad Francesa para el Derecho Internacional (SFDI), con sede en París, volvió a ejercer la docencia en la Universidad de Bucarest, donde en 1987 obtuvo el doctorado en Derecho Internacional Público. En estos años, Năstase se desenvolvió como un intelectual al servicio del Estado rumano y el PCR, cuyo concepto peyorativo de los Derechos Humanos, al revés de como los entendían la ONU y los gobiernos y las ONG occidentales, defendió en numerosos foros y conferencias por todo el mundo y a través de opúsculos que constituían apologías del modelo de socialismo real imperante en su país, sometido a la férula del secretario general del PCR, Nicolae Ceausescu.
A comienzos de 1990, tras la violenta y confusa revolución que derrocó y liquidó físicamente al dictador, y que dibujó un futuro inmediato de democracia pero con restricciones, Năstase se involucró en la política en las filas del Frente de Salvación Nacional (FSN), partido fundado en febrero por el jefe provisional del Estado, Ion Iliescu -influyente figura del régimen comunista que había caído en desgracia ante Ceausescu-, a partir de la junta cívico-militar homónima instalada en el poder el 22 de diciembre. Năstase se destacó en el grupo de intelectuales y académicos que aportaba al FSN un aspecto modernizador y reformista, aunque esta imagen era impugnada por los estudiantes de la universidad y amplios sectores políticos hostiles a las nuevas autoridades con un argumento de peso, a saber, que en la cúpula del FSN figuraban notorios ex capitostes y encomiastas del ahora proscrito PCR, cuya "mentalidad comunista" no aportaba precisamente la mejor garantía de que las prometidas reformas políticas y económicas condujeran a un verdadero Estado de derecho y de libertades en Rumanía.
Năstase ganó el escaño de diputado por Bucarest en las elecciones libres del 20 de mayo de 1990, que otorgaron al FSN una victoria arrolladora sobre la débil oposición anticomunista de liberales y campesinos, y que legitimaron su control de las jefaturas del Estado y el Gobierno. El 28 de junio, en reconocimiento a su bagaje jurídico e internacional, pero también como premio a su lealtad a Iliescu, en adelante presidente de la República, Năstase fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores en el Gobierno frentista que presidía Petre Roman, donde sustituyó a Sergiu Celac. Con la asunción de este primer cargo gubernamental, Năstase renunció a su recién ganada acta de diputado de la Cámara.
Como responsable de la diplomacia, Năstase trató de convencer a los gobiernos occidentales de la firme intención de Rumanía de desarrollar las reformas democráticas con arreglo a los estándares del Consejo de Europa y de integrarse en las organizaciones euro-atlánticas, pero el caso fue que su jefe, Iliescu, manejó las relaciones exteriores con la ambigüedad o la vacilación que también afloraban a la hora de aplicar las reformas estructurales de la economía, en un país durísimamente golpeado por el derrumbe productivo, la hiperinflación, el desbarajuste en los servicios públicos y la pobreza.
Más aún, la labor ministerial de Năstase se resintió de un episodio interno turbador, la violenta incursión en Bucarest en septiembre de 1991 -repitiendo los hechos de junio de 1990, que tan mala publicidad internacional habían dado a la Rumanía poscomunista- de los mineros del valle de Jiu, los cuales, tal fue la impresión general, hicieron de peones en una jugada de Iliescu para defenestrar a su rival interno en el FSN, el primer ministro Roman, un dirigente de orientación socialdemócrata, europeísta y partidario del libre mercado. Una vez dimitido Roman, Năstase, que volvió a cerrar filas con su preceptor en esta crisis, fue renovado en el Gobierno de coalición presidido desde el 1 de octubre por el independiente Teodor Stolojan.
Con esos mimbres, el bienio largo en que Năstase fungió de ministro de Exteriores no pudo ser sino parco en resultados. Caben destacarse las firmas, personalmente por Iliescu en Sofía y Moscú, de sendos tratados de amistad con Bulgaria, el 27 de enero de 1992, y la URSS, el 5 de abril de 1991, aunque este segundo instrumento perdió toda validez jurídica desde el momento en que el Estado soviético dejó de existir en diciembre de aquel año (de hecho, nunca fue ratificado por el Parlamento rumano), además de que su propio contenido no fue clarificado, dando pábulo a la sospecha de que Iliescu se había comprometido ante Mijaíl Gorbachov a que Rumanía no se uniría a ninguna organización de tipo defensivo, léase la OTAN, que fuera en contra de los intereses de la URSS. Otro de los escasos logros registrados fue el Acuerdo de Comercio y Cooperación Comercial y Económica adoptado con la Comunidad Europea en octubre de 1990, que entró en vigor en mayo de 1991 y que trajo la extensión de la ayuda recibida desde Bruselas dentro del programa PHARE.
Cuando 20 de noviembre de 1992, el oficialismo, tras revalidar en las urnas el 27 de septiembre su mayoría parlamentaria (aunque ahora sólo simple), formó un nuevo gobierno dirigido por el economista no adscrito Nicolae Vacaroiu, Năstase no continuó en el Ejecutivo porque el 16 de octubre había sido elegido presidente de la Cámara de Diputados, sucediendo a su correligionario Dan Martian. Para entonces, su posición en la dirección del partido se había reforzado, al sumar a la primera vicepresidencia orgánica que ya ostentaba el liderazgo del grupo parlamentario.
Estas promociones situaron a Năstase como el virtual número dos del frentismo, condición que estaba lejos de corresponder al nuevo presidente orgánico, Oliviu Gherman, un mero burócrata a las órdenes de Iliescu, el teórico presidente imparcial de la República. Năstase, en ningún momento dejó de estar del lado de Iliescu cuando sus planteamientos políticos, juzgados por los detractores como complacientes con determinadas prácticas y prédicas del pasado comunista, fueron impugnados de manera abierta por los sectores del FSN más identificados con la línea socialdemócrata, haciendo inevitables las escisiones. La primera fractura de calado se produjo el 7 de abril de 1992, cuando la facción de Iliescu y Năstase se separó del ala encabezada por Roman y se constituyó como Frente Democrático de Salvación Nacional (FDSN), que fue el partido del oficialismo en las elecciones legislativas y presidenciales celebradas ese año mientras que el bando de Roman concurrió portando la sigla original.
El 10 de julio de 1993 el FDSN absorbió a tres fuerzas menores de orientación izquierdista, los partidos Socialista Democrático, Republicano y Cooperativista, dando lugar al Partido de la Democracia Social de Rumanía (PDSR). Puesto que Iliescu, en tanto que presidente de la República, tenía prohibido por imperativo constitucional pertenecer a un partido político, confió el mando del PDSR a Năstase, para el que se creó el puesto de presidente ejecutivo, si bien el liderazgo supremo siguió ostentándolo Iliescu. En cuanto al presidente a secas, Gherman, se limitó a actuar de testaferro del verdadero jefe y a supeditarse a Năstase.
La necesidad de apoyos del Gobierno de Vacaroiu, dado que el PDSR carecía de la mayoría absoluta en el Parlamento, empujó a Năstase a acercarse en primer lugar al arco de fuerzas centristas, liberales y conservadoras agrupadas en la Convención Democrática de Rumanía (CDR), así como, pasando por alto rencores y antipatías personales, al Partido Democrático (PD), que representaba la evolución, con una doctrina socialdemócrata bien perfilada, del FSN surgido en 1992. Pero estas negociaciones fracasaron, tal que Năstase, con el visto bueno de Iliescu, optó por aliarse con los extremistas de la izquierda y la derecha. Así, el 6 de marzo de 1994 entraron en el Gobierno ministros del Partido de la Unión Nacional Rumana (PUNR), un exponente de la extrema derecha nacionalista y antihúngara.
Năstase afirmó entonces que estas controvertidas alianzas respondían a la necesidad coyuntural de asegurar la mayoría parlamentaria para sacar adelante determinados proyectos de ley con contenido reformista, y que no entrañaban la dejación de los objetivos políticos y económicos del PDSR, aunque desde la CDR se le acusó de dogmático y de ser incapaz de consensuar con ellos un programa de reformas sin medias tintas en lo económico y de inequívoca orientación occidental en las relaciones exteriores. Sin embargo, la enemistad de Năstase con el líder del PUNR y polémico alcalde de la ciudad transilvana de Cluj, Gheorghe Funar, unida a su insistencia en marcarle el terreno a los incómodos aliados para no perjudicar la imagen exterior del partido y el Gobierno, desembocaron en la ruptura.
En octubre de 1995, diez meses después de adoptarlos, el PDSR declaró nulos sus compromisos con el Partido de la Gran Rumanía (PRM), entonces una pequeña fuerza de la extrema derecha más chovinista, acaudillada por el estrambótico y estridente Corneliu Vadim Tudor, que le apoyaba desde el Parlamento y que contaba con cargos en la Administración. El 16 de marzo de 1996 sucedió lo mismo con el Partido Socialista del Trabajo (PST, comunista). Y finalmente, el 2 de septiembre de 1996, en la recta final de la legislatura, el PUNR abandonó el Gobierno. La formación de Funar fue expulsada del Ejecutivo por su furibunda oposición al texto del Tratado Básico que iba a regularizar las relaciones rumano-húngaras y que fue firmado poco después, el 16 de septiembre, en Timisoara, Transilvania, por los primeros ministros respectivos.
La trascendencia a la opinión pública de más de una diferencia entre los dos por cuestiones doctrinales y de estrategia política no afectó a la condición de Năstase como el lugarteniente de Iliescu. El jefe parlamentario apoyó la candidatura reeleccionista del hombre fuerte del país en las elecciones presidenciales del 3 y el 17 de noviembre de 1996, las cuales, empero, dieron la victoria al candidato de la CDR, Emil Constantinescu. El fracaso del PDSR fue completo, ya que en los comicios legislativos, su cuota del 21,5% de los votos y los 91 escaños fue inferior a la ganada por los partidos de la CDR.
Con arreglo a la nueva mayoría, el 27 de noviembre Năstase entregó el puesto de presidente de la Cámara de Diputados a Ion Diaconescu, presidente del Partido Nacional Campesino-Cristiano Demócrata (PNTCD) y ahora también líder de la CDR. Liberados ambos de sus respectivos mandatos institucionales, pero ligados al Legislativo desde sus escaños en la Cámara de Diputados (el primero, que reforzó con la obtención de una de las vicepresidencias del hemiciclo) y el Senado (el segundo), Năstase e Iliescu se concentraron en las maniobras para retener el control del partido, donde el doble fiasco electoral había levantado una fuerte marejada, con un coro de voces exigiendo la asunción de responsabilidades por la cúpula y un cambio de rumbo en el fondo y en la forma.
En la conferencia nacional extraordinaria celebrada por el PDSR el 17 de enero de 1997, Iliescu fue elegido presidente del partido y Năstase vicepresidente primero, es decir, recobraron los puestos que habían ocupado hasta 1992 y 1993, respectivamente. La imposición del tándem Iliescu-Năstase fue interpretada como un triunfo del aparato izquierdista conservador, que se resistía a abrazar el ideario socialdemócrata en boga entre los antiguos partidos comunistas de la región, pero la cita de enero no consiguió acallar a los disidentes del ala reformista.
Un sector quejoso por la permanencia de ciertas sensibilidades filocomunistas y de prácticas clientelistas y corruptas, de las que culpabilizaba a Năstase y otros capitostes, terminó por separarse del partido el 21 de junio de 1997, al final del tormentoso congreso que confirmó a Năstase e Iliescu en sus puestos de mando. Los rebeldes, encabezados por el ex ministro de Exteriores (1992-1996) Teodor Melescanu, pusieron en marcha en agosto el partido Alianza por Rumanía (ApR), que posteriormente se disolvería en el seno del Partido Nacional Liberal (PNL). Este cisma tuvo la virtud de clarificar un poco la línea ideológica "socialista" del PDSR, en lo sucesivo férreamente controlado por Iliescu y Năstase, por la simple desbandada de los elementos comprometidos con los idearios de la socialdemocracia o el social liberalismo.
En los años siguientes, desde sus atalayas en el Buró Permanente de la Cámara de Diputados y la bancada del PDSR, Năstase colideró con Iliescu la oposición a los sucesivos gobiernos de la CDR y encabezados por su principal integrante, el PNTCD, cuya gestión, así como la actuación del presidente Constantinescu, criticó duramente, tachando a ambas de "carentes de estrategia", "improvisadas" y "perjudiciales" para los intereses nacionales. Estas censuras se referían tanto a la política económica, con recetas liberales que no acertaron a parar la inflación ni a sacar a la economía del fango, cuando menos a dignificar los lastimosos estándares de vida de la población, como al manejo de la cuestión de la minoría magiar concentrada en Transilvania, valorada como excesivamente condescendiente con las demandas húngaras, a la cooperación con la OTAN cuando los bombardeos aéreos contra Serbia durante la guerra de Kosovo, y al diálogo estructurado con la Unión Europea (UE), estando sobre la mesa la demanda rumana de adhesión desde junio de 1995, luego de entrar en vigor el Acuerdo de Asociación suscrito en febrero de 1993.
Cuando en diciembre de 1999 el Consejo Europeo de Helsinki dio luz verde al ingreso de Rumanía en la UE, Năstase, haciendo gala de firmes convicciones proeuropeas, calificó la decisión de "hito" de la política exterior rumana y recordó que fueron los gobiernos de su partido los que habían adoptado los pasos fundamentales en esa dirección, por más que ahora el Gobierno de Radu Vasile (que, por cierto, cayó días después de la cumbre en la capital finesa) se atribuyera todo el mérito. Sin abandonar la dimensión europea, hay que añadir que Năstase, en tanto que diputado nacional de su país, integró la delegación rumana en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa; allí, canalizó sus actividades en el Comité de Asuntos Legales y Derechos Humanos, donde fungió de reportero en lo concerniente a la armonización de la legislación penal de los estados miembros.
De cara a las elecciones generales de 2000, el partido designó a Iliescu candidato a la Presidencia y Năstase se perfiló para encabezar el Gobierno. El ex ministro presentó un programa económico que incidía en los aspectos sociales del mercado: la mejora de los niveles de vida, la reducción de la pobreza, la creación de empleo (el paro oficial era del 10%) y el fomento de un "capitalismo rumano, con capitalistas rumanos, en un mercado rumano y con productos rumanos", lema que con tono crítico pretendía llamar la atención sobre la penetración extranjera en el mercado de bienes inmuebles. Năstase creía que el país necesitaba una estrategia clara para conseguir el ingreso en la UE en una fecha temprana, pero no al precio de convertirse en "una colonia de terceros para vender sus productos".
Cumpliendo con los pronósticos, el 26 de noviembre de 2000, el bloque capitaneado por el PDSR, denominado Polo Demócrata Social de Rumanía (PDS), que incluía al Partido Social Demócrata de Rumanía (PSDR) y el Partido Humanista de Rumanía (PUR), se adjudicó la victoria con el 36,6% de los votos y 155 diputados, esto es, mayoría simple, mientras que Iliescu ganó las presidenciales en la segunda vuelta a un crecido Tudor. El 28 de noviembre, el partido designó a Năstase su candidato a presidir el Gobierno, que iba a ser monocolor y minoritario, y cuya estabilidad tendría que asegurar mediante pactos de legislatura concretos o, mejor aún, con un "memorándum de cooperación" valedero al menos por un año y abierto a todos los partidos excepto el PRM de Tudor.
El 20 de diciembre Năstase fue nombrado primer ministro por Iliescu nada más tomar éste posesión de la Presidencia, y ocho días después comenzó a gobernar tras recibir el preceptivo voto de confianza del Parlamento, donde halló 314 votos a favor y 145 en contra. El PNL y la Unión Democrática Magiar de Rumanía (UDMR), no obstante ser oposición, unieron sus votos a los del PDS para hacer viable un gobierno que reemplazaba al presidido por el independiente Mugur Isarescu. En la víspera de la sesión conjunta de las cámaras, Năstase suscribió con los líderes de las dos formaciones, Mircea Ionescu-Quintus y Béla Markó, una declaración de apoyo al Gobierno en lo relacionado con el "rechazo al extremismo", la lucha contra la pobreza y la corrupción, y los ingresos en la UE y la OTAN.
El flamante primer ministro desgranó los objetivos económicos de obtener una tasa de crecimiento anual del PIB de entre el 4,5% y el 6% para toda la legislatura, recortar drásticamente la inflación, que se hallaba en el 45%, elaborar unos presupuestos generales con una previsión de déficit de hasta el 4,5% con el objeto de financiar los programas sociales prometidos en la campaña, y proseguir con las privatizaciones, pero de manera "transparente".
Năstase se convirtió en presidente en funciones del PDSR desde el momento en que Iliescu retornó a la jefatura del Estado. El 19 de enero de 2001, una Conferencia Nacional extraordinaria de partido le confirió la titularidad de manera unánime. Meses después, el 16 de junio, la convergencia con el PSDR de Alexandru Athanasiu, quien fuera el primer ministro interino entre Vasile e Isarescu, culminó en la fusión orgánica de las dos formaciones y en el nacimiento del Partido Social Demócrata (PSD), el cual, en octubre de 2003, iba a recibir membresía plena en la Internacional Socialista, rompiendo la representación exclusiva de Rumanía que allí ostentaba el PD de Roman. Mudanza harto curiosa, el PDSR, el antiguo FSN, terminó migrando a la socialdemocracia no por la asunción de los planteamientos de sectores propios que de hecho habían sido sistemáticamente preteridos y obligados a marcharse, sino por la absorción de un partido con un pasado completamente diferente, que se consideraba a sí mismo el sucesor directo de la histórica formación homónima existente entre 1893 y 1948, cuando fue forzada a la asimilación por los comunistas.
Los cuatro años de Năstase como primer ministro de Rumanía pueden sintetizarse en tres frases: obtención de importantes éxitos macroeconómicos, pero sin progresos equivalentes en el terreno del desarrollo humano y en el frente de la lucha contra la corrupción; avances decisivos, aunque dejando algunos posos de decepción, en la inserción en la OTAN y la UE, con el ingreso en la primera organización y el coronamiento de las negociaciones de la adhesión a la segunda; y, reyerta permanente con la oposición parlamentaria, que fue ganando virulencia a medida que se aproximaban las elecciones presidenciales de 2004, en las que Năstase, dicho sea de paso, concurrió y, contra todo pronóstico, fracasó.
Podría destacarse una cuarta característica del proceder de Năstase, a saber, la ambigua relación que mantuvo con Iliescu, quien tampoco en esta ocasión se resignó a presidir el país sin los posicionamientos partidistas que la Constitución le tenía vedados y que no dejó de aprovechar todos los resquicios de su elenco oficial de atribuciones, en las políticas interior y exterior, para pautar al Gobierno e intentar llevar la voz cantante en múltiples asuntos, casi siempre con la actitud sumisa de su antiguo protegido. En la práctica, el sistema de Gobierno rumano se desenvolvió como mixto, con el primer ministro y el presidente articulando una especie de liderazgo compartido cuyo equilibrio estuvo sometido a no pocas tensiones, inopinadas entre dos estadistas que eran conmilitones.
Más allá de las relaciones puramente institucionales entre los dos hombres, la incertidumbre permanente sobre las intenciones políticas de Iliescu para cuando terminara su ejercicio presidencial fue el perfecto caldo de cultivo de todo tipo de recelos y rifirrafes con Năstase, al que aquel parecía tratar como un pupilo susceptible de ser reconvenido, regañado y, finalmente, desplazado de un cargo, la presidencia del PSD, que a sus ojos desempeñaría sólo como factótum.
En febrero de 2002, Iliescu se descolgó con el ambiguo comentario de que a la conclusión de su mandato en diciembre de 2004 le gustaría "estar implicado" en el liderazgo del partido. Más aún, llamó "arrogante" al primer ministro. Năstase tuvo que salir a desmentir que existieran desavenencias mutuas y añadió que Iliescu y él formaban un "equipo armonioso", que sus roles políticos eran "complementarios" y que el papel del presidente, por lo demás "un hombre sabio", era "esencial" en las presentes circunstancias, cuando Rumanía se jugaba sus ingresos en la OTAN y la UE -con la que se negociaba oficialmente desde el 15 de febrero de 2000- a unos pocos años vista. Complacido por los piropos, Iliescu respondió que Năstase le parecía "el candidato más creíble" para sucederle en la Presidencia en 2004, pero volvió a pronosticar su retorno a la política partidista.
En agosto de 2002, la falta de sintonía volvió a quedar de manifiesto cuando Năstase manifestó su disposición a acudir a unas elecciones anticipadas antes que transigir con la demanda de la UDMR, su incómodo socio parlamentario, de que fuera modificado el artículo primero de la Constitución que define a Rumanía como un "Estado nacional". Iliescu replicó que acortar la legislatura no le parecía la mejor fórmula para asegurar la estabilidad política, y de paso certificó que no ambicionaba la reelección presidencial y que no se presentaría candidato de nuevo ni aun en el caso de que la Constitución fuera enmendada para permitir esa posibilidad. A partir de aquí, Năstase empezó a ser visto como el candidato presidencial in péctore del PSD.
En diciembre de 2002, después de nuevos mentís de Năstase sobre la existencia de divergencias con Iliescu y de circular rumores que predecían una revuelta interna contra el primero en el partido y el Gobierno instigada por el segundo, quien se estaría valiendo del popular ministro de Asuntos Exteriores, Mircea Geoana, para marcarle el terreno e incluso forzarle a dimitir, el primer ministro tuvo que dar su brazo a torcer y asumir en público la tesis del presidente de que el adelanto electoral era pernicioso. El desenlace de este extraño tour de force, medio soterrado y medio público, entre los dos cabezas del poder ejecutivo y correligionarios coincidió, no por casualidad, con la resaca agridulce del doble pronunciamiento de la UE y la OTAN sobre las aspiraciones rumanas en el otoño de este 2002.
Primero, el 9 de octubre, la Comisión Europea confirmó la viabilidad de la candidatura, pero postergó el ingreso, como fecha orientativa, hasta 2007 (mientras que otros diez estados, la mayoría de los cuales habían solicitado entrar años después que Rumanía, podrían hacerlo en 2004) habida cuenta del retraso del país balcánico, cuyo punto de partida había sido muy bajo, en la transposición normativa y la aplicación del acervo de la UE, y del incumplimiento aún de una serie de requisitos estructurales y económicos (causaba especial preocupación la todavía elevada inflación, superior al 20%) que impedían calificar a la rumana como una economía de mercado viable en las exigentes condiciones de competitividad que caracterizan al Mercado Interior Único.
Si la Comisión, por un lado, reconocía los progresos jurídicos hechos hasta la fecha, como la aprobación parlamentaria de sendas leyes sobre las administraciones locales (enero de 2001) y sobre la prevención y persecución del tráfico de personas (diciembre de 2001), a las que debía sumarse la despenalización de la homosexualidad (diciembre de 2001), por otro lado, advertía a las autoridades de Bucarest que la corrupción de los funcionarios seguía siendo un fenómeno "muy serio" -aunque instrumentos como el Programa Nacional para la Prevención de la Corrupción, el Plan Nacional de Acción contra la Corrupción (ambos establecidos en octubre de 2001) y la ratificación por el Senado de las convenciones Civil y Penal del Consejo de Europa sobre la Corrupción (marzo de 2002) debían producir efectos positivos a corto plazo- y que aún había mucho que hacer en el capítulo sensible de la protección de la infancia y la situación de los orfelinatos. La palada de arena vino el 21 de noviembre, cuando el Consejo Atlántico, reunido al nivel de jefes de Estado y de Gobierno en Praga, invitó a Rumanía, y a otros seis estados, a ingresar en la Alianza en 2004.
Năstase e Iliescu, que asistieron tanto a la cumbre de la OTAN como, el 13 de diciembre, al Consejo Europeo de Copenhague, el cual confirmó el horizonte del ingreso definido por la Comisión, elaboraron en enero de 2003 un esquema de prioridades para la segunda mitad de la legislatura: había que completar las reformas económicas y legales, reducir la burocracia, transparentar y agilizar las funciones administrativa y judicial, descalabrar a la corrupción y elevar la calidad de vida de los ciudadanos.
Parecía que Năstase y el presidente volvían a hablar el mismo lenguaje, pero en febrero de 2003 las destemplanzas se reactivaron a raíz de la opinión aventada por Iliescu de que debería endurecerse la presión fiscal a las rentas más altas. Năstase replicó al punto que tal medida causaría alarma entre los inversores. Pero Iliescu contraatacó con dureza insospechada, al tachar las críticas del primer ministro a su propuesta de "típicas de los ricos", "intempestivas" y "fuera de lugar". A mayor abundamiento, comentó que Năstase le parecía "cansado", que "el pasado del partido" lo representaba él y que estaba por ver si no iba a "representar también su futuro". En octubre, el primer ministro tuvo que soltar el lastre que suponían los ministros de Integración Europea, Hildegard Carola Puwak, de Salud, Mircea Beuran, y el coordinador de la Secretaría General del Gabinete, Petru Serban Mihailescu, puestos en la picota por unos presuntos mal manejo de las ayudas de la UE, plagio de un tratamiento farmacológico y comportamiento corrupto, respectivamente.
En noviembre del mismo año, 2003, semanas antes de cursar el Consejo Europeo de Bruselas la invitación a Rumanía (y a Bulgaria) para ingresar en la UE en enero de 2007 si para entonces estaba preparada, Iliescu confirmó que se mantendría políticamente activo tras abandonar la jefatura del Estado y dejó abierta la puerta a la reasunción de la presidencia del PSD cuando llegara aquel momento. En julio de 2004 la prensa rumana aseguró que Năstase habría tomado la doble decisión de dimitir como presidente del PSD y de declinar la candidatura a la Presidencia de la República después de tener que escuchar nuevas críticas de Iliescu cara a cara, en una reunión "institucional" entre el presidente y la dirigencia socialdemócrata.
Năstase hubo de salir al paso y confirmó que, en efecto, "había considerado" la renuncia como consecuencia de los decepcionantes resultados cosechados por el PSD en las elecciones municipales y departamentales del 6 y el 20 de junio, pero que unas conversaciones con "miembros leales del partido" le habían hecho cambiar de opinión, para añadir que, después de 14 años trabajando hombro con hombro con Iliescu, "sería difícil de imaginar un conflicto que condujera a una ruptura de envergadura" entre los dos, lo que no obstaba a la aparición de "diferencias relacionadas con la actuación del Gobierno".
Una vez "clarificadas" tales diferencias, Năstase, en un congreso extraordinario celebrado el 27 de agosto, fue proclamado sin oposición candidato presidencial del PSD en las elecciones de noviembre. Obsequioso, el primer ministro invitó a Iliescu, el, así lo llamó, "mejor mentor" con que contaba el PSD, a que volviera a liderar el partido después de terminar su ejercicio presidencial y a que continuara en la política representativa desde un escaño de senador. Esto suponía repetir del esquema aplicado en el período 1996-2000, aunque estaba por ver si la oferta mantendría su validez en el supuesto de que Năstase no llegara a la jefatura del Estado. Por su parte, el ministro Geoana se prefiguró como el aspirante a primer ministro si las elecciones generales sonreían al PSD.
Para entonces, en el verano de 2004, Năstase ya tenía motivos suficientes para alardear de realizaciones económicas. Marcando un agudo contraste con el sombrío período precedente, entre 2001 y 2003 el PIB había crecido una media anual del 5% gracias al auge del consumo interno y el sector de la construcción, pero en 2004 la tasa iba a alcanzar un espectacular 8%, ritmo que en la UE sólo Letonia podía emular. La inflación, por primera vez desde la revolución, había caído por debajo del 10%.
El leu estaba apreciándose con respecto al euro y el dólar porque la afluencia de divisas, en especial euros procedentes tanto de la inversión extranjera como de las remesas aportadas por los millones de compatriotas que trabajaban en el extranjero, estimulaba la demanda de la moneda nacional. El paro registrado también se había achicado de manera continuada y actualmente andaba en el 6,8%. La deuda pública, del 24% del PIB, era manejable y de hecho cumplía holgadamente uno de los cinco requisitos financieros y monetarios para poder acceder a la eurozona en el futuro. Y el déficit presupuestario consolidado (es decir, descontando los compromisos financieros), gracias al aumento de los ingresos fiscales, iba camino de volatilizarse.
Ciertamente, la gestión rigurosa y pragmática de la economía del Gobierno de Năstase ganó la confianza de los financiadores e inversores internacionales, que en 2000 eran escépticos en cuanto a la capacidad y la voluntad de los antiguos frentistas para implementar reformas y ajustes con impacto social. Ello, más la asunción de la socialdemocracia a nivel doctrinal, liberó a Năstase y los suyos del epíteto de "ex comunistas", endilgado a los rumanos con un tono despectivo y de sospecha que no se aplicaba, por ejemplo, a los socialdemócratas y socialistas polacos, húngaros o checos, tan ex comunistas como ellos.
En octubre de 2001, tras tomar nota de los primeros resultados de las políticas macroeconómicas y las reformas estructurales, el FMI aprobó conceder a Rumanía un crédito stand-by de 431 millones de dólares a 18 meses cuyo tramo final fue liberado en octubre de 2003, año en que se aceleraron las privatizaciones en los sectores bancario, eléctrico y de los hidrocarburos. En julio de 2004 las partes adoptaron otro acuerdo, del tipo precautionary stand-by (es decir, por el que el país se compromete a no hacer uso de la financiación reservada por el organismo a menos que las circunstancias económicas se deterioren), de 367 millones a 24 meses.
El nuevo programa obligaba a Rumanía a podar la inflación, el déficit presupuestario y el déficit de la cuenta corriente, cuyo abultado saldo negativo, máxime con un leu fuerte que perjudicaba las exportaciones, constituía la principal inquietud económica. Claro que la atención preferente de un gobierno que se llamaba socialdemócrata al ajuste y la estabilidad de las macromagnitudes dejó sin resolver la situación de la abundantísima pobreza, que padecían todavía el 30% de los 22 millones de rumanos y que era la espoleta de un éxodo masivo de ciudadanos desesperanzados hacia otros lugares del continente. Los salarios reales, debido a una inflación que en la eurozona habría sido considerada catastrófica, estaban creciendo muy por debajo del índice del PIB. En resumidas cuentas, la nueva bonanza económica no estaba ayudando a corregir las desigualdades sociales.
Y es que Rumanía, con sus muy bajos niveles de renta y de desarrollo social en comparación con las medias de la UE, portaba el farolillo rojo en cuanto a grado de preparación entre los doce países de Europa central y oriental que habían formulado sus demandas de adhesión a mediados de la década de los noventa, diez de los cuales (todos, precisamente, menos Rumanía y Bulgaria) acababan de ver realizada, el 1 de mayo de 2004, su aspiración. El 29 de marzo anterior, Năstase había vivido un día de gloria al depositar en Washington, junto con sus colegas de Lituania, Letonia, Estonia, Bulgaria, Eslovaquia y Eslovenia, el instrumento de adhesión de su país a la OTAN, pero la apuesta de la UE estaba deparando más de una "ducha fría", por citar la expresión utilizada por el jefe de la delegación de la Comisión Europea en Bucarest, Jonathan Scheele.
El 10 de marzo de 2004, el Parlamento Europeo ya se encargó de matizar el optimismo de Năstase mediante un informe muy crítico en el que ponía de relieve el retraso en la reformas de la administración pública y de la justicia, la cual no reunía las debidas condiciones de operatividad e independencia, el "alto nivel" de corrupción, las cortapisas a la libertad de prensa, que incluían amenazas y agresiones a periodistas no adictos, las barreras a la integración de la minoría gitana en la sociedad, la desprotección del derecho de los magiares a usar su idioma en los centros educativos, los tratos vejatorios a los detenidos en los centros policiales y la violación de la moratoria de junio de 2001 que había dejado en suspenso las adopciones internacionales de menores porque encubrían un verdadero tráfico de niños huérfanos y expósitos. La eurocámara advertía a Rumanía que su ingreso el 1 de enero de 2007 "no sería posible" a menos que satisfaciera "un número de condiciones esenciales".
Horas antes de conocer el texto final del Parlamento Europeo, Năstase consiguió que la Cámara de Diputados aprobara una remodelación gubernamental que incluía la remoción del ministro de Justicia, Rodica Stanoiu, y el 11 de marzo, con toda celeridad también, el Consejo de Ministros aprobó un proyecto de ley que endurecía extraordinariamente las condiciones de la adopción de infantes rumanos por extranjeros.
El 8 de diciembre de 2004, cuando Năstase se disponía a vencer al demócrata Traian Basescu en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, los dos últimos capítulos de la negociación (sobre 31) que aún quedaban abiertos, los relacionados con la competencia y los asuntos de justicia e interior, fueron cerrados en Bruselas. Toda la parte técnica de la fase de preadhesión quedaba finiquitada, pero los esfuerzos para la plena asimilación del acervo debían continuar. Más todavía, los Veinticinco impusieron a Rumanía (y a Bulgaria) una "cláusula de salvaguardia" en su Tratado de Adhesión, a firmar el 25 de abril de 2005, por la que el ingreso podía ser pospuesto un año, hasta enero de 2008, si se observaban retrasos insuperables en el tramo final de la trasposición normativa, sobre todo en las áreas de justicia e interior, competencia y medio ambiente.
Antes de pasar a analizar la intensa y, a la postre, infructuosa campaña electoral de Năstase en el otoño de 2004, es necesario comentar su papel en la política exterior fuera de los ámbitos de la UE, la OTAN y los organismos multilaterales de crédito. Aun desarrollando él el activismo inherente al puesto que ocupaba, se hizo notar cómo fue Iliescu, maximizando sus atribuciones en este ámbito, quien acaparó el mayor protagonismo en las relaciones con Estados Unidos, que a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001 experimentaron un vuelco sin precedentes en un sentido de intensa cooperación bilateral y de asunción de los planteamientos de Washington sobre las amenazas a la seguridad y el terrorismo. Los compromisos de Rumanía se materializaron en el envío de más de un millar de soldados a Irak y Afganistán, y sin duda jugaron a favor del ingreso en la OTAN en marzo de 2004.
Ahora bien, Năstase dejó sobradamente claro que él era un proestadounidense y un defensor de la estrategia antiterrorista global de George W. Bush tan ardoroso como podía serlo Iliescu. En julio de 2004, el primer ministro ofreció a su anfitrión en Washington facilidades para la instalación de bases militares en Rumanía.
En cuanto a las relaciones con los países vecinos, donde no escasearon los desacuerdos y los picos de tensión, Năstase fue incapaz de avanzar en la ratificación parlamentaria del Tratado Básico adoptado con Moldova en abril de 2000, pero, por otro lado, consiguió que Hungría enmendara su controvertida Ley del Estatus, por la que el Estado húngaro otorgaba derechos propios de sus ciudadanos a los 2,5 millones de húngaros étnicos que eran ciudadanos de los países vecinos, siendo de ellos rumanos más de 1,4 millones, esto es, el 6,6% de la población rumana.
Cuando la Ley del Estatus fue aprobada por el Parlamento húngaro, en junio de 2001, Năstase, Iliescu y Geoana acusaron al primer ministro húngaro, Viktor Orbán, de entrometerse en un ámbito de la soberanía nacional como era la protección de las minorías étnicas, de contravenir la igualdad jurídica de los ciudadanos rumanos y de discriminar a los trabajadores temporeros con pasaporte rumano que no eran magiares. La airada reacción del Gobierno de Bucarest surtió efecto, ya que Orbán se plegó a firmar con Năstase en Budapest el 22 de diciembre de 2001, antes de entrar en vigor la ley el 1 de enero de 2002, un "memorándum de entendimiento" por el que se extendían las ventajas de la contratación laboral temporal a todos los trabajadores rumanos sin distinción de etnia.
El Gobierno socialista que reemplazó al de la coalición centroderechista de Orbán dio pasos adicionales en la atenuación del malestar rumano: en junio de 2003, el Parlamento húngaro introdujo una enmienda restrictiva a la Ley del Estatus consistente en la supresión de la referencia a la "nación húngara unificada" que figuraba en el preámbulo y en el endurecimiento de las condiciones para acceder a la asistencia del Gobierno, y el 23 de septiembre siguiente, Năstase y su homólogo Péter Medgyessy adoptaron en Bucarest un acuerdo con una serie de medidas suplementarias de alcance bilateral que la derecha húngara, ahora en la oposición, consideró una "humillante" claudicación ante los rumanos.
Desde mucho antes de ser proclamado, en agosto de 2004, candidato presidencial del PSD, Năstase sostuvo un deletéreo e inacabable enfrentamiento con Traian Basescu, ex ministro de Transportes del FSN, desde 2000 alcalde de Bucarest y desde 2001 presidente del PD en sustitución de Roman. El pique excedió lo acostumbrado en una dialéctica política, incluso para un país de vida parlamentaria acalorada como Rumanía, y descendió al terreno de lo personal.
Desde que comenzaron sus respectivos mandatos populares en 2000, Năstase y Basescu, como si empezaran a marcarse el terreno desde ya, con la mirada puesta en un posible duelo presidencial a cuatro años vista (aunque ninguno de los dos iba a formalizar su candidatura hasta pasado el ecuador de 2004), se llamaron prácticamente de todo, se acusaron mutuamente de difamación y azuzaron a la justicia para que investigara y procesara al uno y al otro por presunta corrupción. Si el mordaz Basescu tachaba al primer ministro de "perestroikista", "comunista de peluquería" y "corrupto número uno de Rumanía", o interfería en la labor del Gobierno poniendo en solfa el grado de preparación de Rumanía para los ingresos en la UE y la OTAN, Năstase exploró la manera de hundir al alcalde capitalino situándole en relación con el escándalo de malversación de caudales públicos que en enero de 2002 condujo a la disolución del Consejo Municipal General de la ciudad, donde el PSD, por cierto, tenía mayoría.
En 2003, la guerra particular de Basescu y Năstase, en lo sucesivo colegas en la Internacional Socialista -lo que convertía a este antagonismo visceral en una auténtica incongruencia de cara al exterior- alcanzó nuevas cotas de acrimonia, si bien las iniciativas más hostiles partieron del primer ministro, a quien no le faltó la munición suministrada por Iliescu. Por ejemplo, en enero de aquel año, el Gobierno central no tuvo reparos en anular un crédito de 300 millones de dólares concedido al consistorio bucarestino por los bancos europeos de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) y de Inversiones (BEI) para financiar proyectos de modernización de los servicios públicos.
Los resultados de los comicios municipales y departamentales del 6 y el 20 de junio de 2004 pusieron sobre aviso a un PSD demasiado autocomplaciente de que las generales de noviembre no iban a ser un paseo triunfal. En la liza por la alcaldía de Bucarest, Geoana fue vapuleado por Basescu, el edil reeleccionista, mientras que la alianza electoral Justicia y Verdad (DA) formada por el PD y el PNL se impuso por mayoría absoluta en el Consejo Municipal. En el conjunto del país, el PSD obtuvo el 32,8% de los votos en la elección a consejeros de los condados frente al 33,9% arrebatado por los partidos de la DA, concurriendo bien por separado, bien como lista conjunta. En la elección a consejeros locales, el partido de Năstase sacó el 31,9%, siendo superado también, en siete décimas, por la alianza de Basescu y Stolojan.
La impresión de Basescu de que en el PSD cundía el "nerviosismo" por lo que pudiera suceder en las generales de noviembre se vio confirmada por la desaforada reacción de Năstase. El primer ministro y candidato presidencial del PSD intentó sembrar la discordia entre Basescu y Stolojan, quien hasta el 2 de octubre fue el candidato presidencial de la DA, llamando al primero "marioneta" en manos del segundo y situando a ambos en la superficie de una red subterránea de apoyos mantenida por la "mafia financiera y bancaria". No por casualidad, en agosto, la Fiscalía Anticorrupción cargó a Basescu con los delitos de abuso de poder y malversación de fondos en conexión con su pasada gestión ministerial. El alcalde contraatacó asegurando que "podría llegar el día" en que Năstase tuviera que "revelar si tiene alrededor de un millón de dólares guardado en el extranjero".
Corrupción y pobreza fueron, por este orden, las palabras más escuchadas en una campaña electoral que se disputó a cara de perro y en la que el PSD y la DA confrontaron dos programas que, en realidad, venían a decir lo mismo. Así que la lid presidencial entre Năstase y Basescu tomó el aspecto de una competición por esclarecer ante el electorado cuál de los dos era el honesto y competente, y cuál el corrupto e inepto. El reparto de descalificaciones y las trapacerías oportunistas incluyeron la consideración de Basescu por Năstase como una "triste y cínica figura" que optaba por "jugar la carta del populismo antioccidental" cuando acusaba al Gobierno de "servilismo" en sus tratos con las potencias occidentales. Năstase también tuvo para Stolojan, a quien atribuyó "una vocación de bancarrota".
A Năstase, sus detractores le pidieron explicaciones por un sinfín de situaciones que le atañían a él en mayor o menor medida y que sugerían la existencia de un magma de irregularidades y chanchullos en las trastiendas del poder. Fue el caso, por ejemplo, de la adjudicación a la compañía estadounidense Bechtel de la construcción de una autopista de 415 km de longitud entre Brasov y Oradea. El Gobierno, con el argumento de que la obra urgía, concedió la contrata a dedo, sin el preceptivo concurso público, haciendo inevitables las sospechas de que la operación escondía emolumentos inconfesables o que bien estaba conectada con la participación de Rumanía en la reconstrucción de Irak. La Comisión Europea, irritada porque el Gobierno hubiese dado prioridad a esta vía de comunicación sobre un proyecto de autopista entre Bucarest y Budapest que contaba con financiación de la UE, abrió una investigación sobre el particular en febrero de 2004.
Entre insulto e insulto, Năstase desgranó promesas de repercusión social, como la reducción del tipo de retención sobre las rentas bajas del 18% al 10%, y la elevación de las pensiones al menos en un 50% hasta 2008. Del exterior recibió la buena noticia de que la Internacional Socialista optaba por respaldar al PSD frente al PD porque este último se había coaligado con un partido liberal. El 10 de noviembre, el Parlamento aprobó los presupuestos generales de 2005, que contemplaban un déficit del 1,8%, un crecimiento del 5,3% y una inflación del 7%.
La ligera ventaja del oficialismo, más acusada en las presidenciales que en las legislativas, pronosticada por los estudios preelectorales se confirmó el 28 de noviembre, dando lugar a una situación bastante ajustada. En las presidenciales, Năstase se puso en cabeza con el 40,9%, seguido por Basescu con el 33,9% y por el mercurial Tudor con el 12,6%. Los dos candidatos socialdemócratas pasaron a la segunda vuelta. En las legislativas, la lista Unión Nacional formada por el PSD y su pequeño adlátere, el PUR, sacó el 36,8% de los votos, 132 diputados y 47 senadores; la DA venía después con el 31,5%, 112 diputados y 49 senadores; 48 diputados obtuvo el PRM y la UDMR, 22.
Con estos resultados, el PSD podía dar por perdido el Gobierno, ya que se había quedado a 34 escaños de la mayoría absoluta en la nueva Cámara baja de 332 miembros. La UDMR era un socio aceptable, pero sus 22 escaños resultaban insuficientes. En cuanto al PRM, Năstase descartó una coalición de Gobierno con él, ya que tal opción "crearía serios problemas de comunicación con Estados Unidos y la UE". Ahora mismo, las relaciones entre Năstase y Tudor eran pésimas, con el caudillo nacionalista demandado ante los tribunales por haber publicado que tenía "pruebas" de que el primer ministro era homosexual. Precisamente, una parte de las arremetidas de Năstase contra Basescu se ceñían a la propuesta del candidato de la DA de legalizar los matrimonios de gays y lesbianas. Hasta la segunda ronda del 12 de diciembre, Năstase refutó vehementemente las alegaciones de Basescu de que las votaciones del 28 de noviembre habían sido fraudulentas, un mentís que fue corroborado por la Junta Electoral Central y por la OSCE, la cual sólo se hizo eco de ciertas "irregularidades" que era necesario investigar.
Sin embargo, Năstase se vio envuelto en un pequeño escándalo cuando el diario Evenimentul zilei (una de las pocas cabeceras de prensa no sumisas o teleguiadas por el poder) difundió en su página web un fragmento de audio, grabado, no se sabía cómo y por quién, en una reunión de dirigentes del PSD en el que podía escucharse al primer ministro preguntar a sus colegas del partido qué había de cierto en la denuncia hecha por el PRM de que dos ministros del Gobierno habían recibido un soborno de 700 millones de dólares en relación con la privatización de la compañía estatal Petrom en julio del año en curso. Durante la conversación, Năstase afirmaba que si lo denunciado por el PRM era verdad, entonces la situación sería "doblemente irregular", ya que "los 700 millones no fueron pasados al partido". El ministro de Economía y Comercio, Dan Ioan Popescu, intervino para certificar que la privatización de Petrom había sido "transparente y profesional", y que su jefe gubernamental estaba "bromeando" cuando realizó aquellos comentarios.
Es incierto el impacto negativo que esta turbia información, así como otras que rastreaban el origen también sospechoso de ciertos bienes que conformaban el suntuoso patrimonio del candidato, pudo tener en las posibilidades de Năstase en la segunda ronda electoral. El caso fue que el 12 de diciembre, el aspirante del PSD cayó derrotado ante Basescu, quien protagonizó una espectacular remontada, con el 48,8% de los sufragios frente al 51,2% ganado por el demócrata. Năstase acató el veredicto popular sin rechistar, a diferencia de los aspavientos de Basescu tras la primera ronda.
El final de la enconada contienda tuvo una especie de efecto balsámico en sus tres protagonistas, Năstase, Basescu e Iliescu, que el 17 de diciembre asistieron juntos al Consejo Europeo de Bruselas, el cual confirmó la validez de las fechas del 25 de abril de 2005 para la firma del Tratado de Adhesión y el 1 de enero de 2007 para la realización del ingreso, aunque sobre la última pendía, cual espada de Damocles, la tan traída y llevada cláusula de salvaguardia. Para Năstase, la conclusión de las negociaciones de adhesión era "por encima de todo, un éxito de los ciudadanos de Rumanía, del conjunto de la clase política, del Gobierno y del equipo negociador".
El 20 de diciembre Basescu asumió la Presidencia y el 21 de diciembre Năstase presentó la dimisión, pero no para quedarse con las manos vacías, ya que ese mismo día salió elegido presidente de la Cámara de Diputados (y Vacaroiu del Senado), reemplazando a su camarada Valer Dorneanu, gracias a que los legisladores de la DA y la UDMR abandonaron el hemiciclo como gesto de protesta porque el procedimiento de investidura de los burós permanentes de las cámaras no preservaba el voto secreto. En cuanto a la jefatura del Gobierno, ésta recayó de manera interina en Eugen Bejinariu, el ministro coordinador de la Secretaría General, hasta el 29 de diciembre, día en que tomó posesión el nuevo ejecutivo de coalición integrado por el PD, el PNL, la UDMR y el PUR –que cortaba amarras con el PSD-, y presidido por el sucesor de Stolojan como líder de los liberales, Calin Popescu-Tariceanu.
Năstase se apuntó otro ficha que aseguraba su continuidad en el primer plano de la política nacional, aunque ya no como número uno de su agrupación, en el congreso extraordinario celebrado por el PSD el 21 y el 22 de abril de 2005. Entonces, su candidatura al puesto de presidente ejecutivo del partido salió airosa frente a la de Sorin Oprescu. En cambio, en la pugna interna por la presidencia, Iliescu, con 75 años, perdió contundentemente frente al tres décadas más joven Geoana. Los observadores ya habían manifestado su escepticismo sobre la solidez de la plataforma conjunta de Iliescu y Năstase, cuya fractura ahora en la elección interna auguraba una radical mudanza de afinidades. Una vez proclamado presidente del PSD, Geoana se apresuró a asegurar que él y Năstase, su segundo de a bordo, iban a formar "un equipo fantástico".
El ex primer ministro rumano ha publicado dos centenares largos de libros, estudios y artículos sobre Derecho Internacional Público, Derecho Humanitario y diversas facetas políticas de la práctica jurídica. Entre sus ensayos se citan (títulos traducidos al español): Derechos Humanos: la religión del próximo siglo (1992); Derecho Internacional contemporáneo (1995); Nicolae Titulescu: nuestro contemporáneo; La idea política del cambio (1996); Derecho económico internacional (1996); Rumanía y la nueva arquitectura mundial (1996); Construcción europea y supremacía constitucional (1997); Derecho Internacional Público: síntesis para una evaluación (1999); Los derechos de las personas pertenecientes a minorías nacionales (2000); y, La batalla por el futuro (2000).
También, supervisó la selección de textos básicos del derecho internacional y redactó artículos para los volúmenes de la colección enciclopédica Documenta Universalis (1997-1999). En 2004, en plena campaña de las presidenciales, presentó el libro de memorias De Karl Marx a Coca Cola, llamativo título que, según el autor, ilustraba no sólo su evolución personal, sino también la experimentada por el país balcánico desde los años de Ceausescu.
Las pertenencias de Năstase a organismos académicos y de investigación son igualmente numerosas. Además de las filiaciones arriba citadas, ha sido presidente de la Fundación Europea Nicolae Titulescu (1990-1992 y con carácter honorario desde 1993), presidente del Centro Euro-Atlántico de Bucarest (1991-1992), miembro de la Junta directiva del Instituto Este-Oeste (EWI) de Nueva York (1991-1996), vicepresidente del Consejo Mundial de ex Ministros de Exteriores (1993), presidente honorífico del Congreso Espiritual Rumano (desde 1993), director de investigación del Instituto Rumano de Relaciones Internacionales (IRSI, desde 1994) y miembro de la Sociedad Americana de Derecho Internacional (ASIL, desde 1995). Durante los años noventa, y hasta que sus nuevas responsabilidades gubernamentales se lo impidieron, Năstase combinó de manera esporádica la práctica política con la de docente de Derecho Internacional Público en la Universidad de París-Sorbona y en las universidades bucarestinas.
(Cobertura informativa hasta 1/12/2005)