Abel Pacheco de la Espriella
Presidente de la República (2002-2006)
El conservador Abel Pacheco, presidente de Costa Rica entre 2002 y 2006, fue un caso inusual de ingreso tardío en la política, siendo ya sexagenario, y además con un perfil profesional atípico, el de un médico psiquiatra metido a periodista televisivo y escritor dedicado a difundir el folclore popular. En 2002 ganó las elecciones presentándose como un político no de casta, distanciado, por trayectoria, estilo y discurso, de las élites dirigentes, no obstante pertenecer a una de las formaciones predominantes, el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), expresando su "compromiso absoluto" con los pobres y prometiendo "gobernar con humanismo" y "trabajar con honradez".
En sus cuatro años de gobierno, Pacheco se acercó a alcanzar sus exigentes metas macroeconómicas en materia de crecimiento intenso y déficit financiero cero. Aunque su mandato estuvo signado por dos grandes controversias nacionales: la firma del tratado de libre comercio con Estados Unidos en el marco multilateral del CAFTA, cuya ratificación quedó pospuesta por la profunda división política y social que un viraje comercial de este calibre suscitaba; y, levantando una polvareda aún mayor, el monumental escándalo político de las comisiones cobradas ilegalmente a empresas extranjeras adjudicatarias de contratas públicas, que acarreó diligencias judiciales a tres ex presidentes y tuvo consecuencias penales para dos de ellos, incluido el introductor de Pacheco en la política socialcristiana, Miguel Ángel Rodríguez, al que aquel se abstuvo de echar un cable.
Estas convulsiones, y tampoco sus problemas de salud, no impidieron a Pacheco concluir su período constitucional, pero en unas circunstancias desoladoras para su partido, del que era el tercer presidente y a la postre el último. Las elecciones de 2006, ganadas por los pelos por el centroizquierdista Partido Liberación Nacional (PLN), marcaron el abrupto declive de los rojiazules, herederos de la tendencia histórica conocida como el calderonismo, rompieron definitivamente el condominio PUSC-PLN y levantaron el acta de defunción del bipartidismo tradicional.
(Texto actualizado hasta enero 2018)
1. Psiquiatra y difusor de la cultura costarricense
2. El tercer y último presidente del socialcristianismo: entre el CAFTA y los escándalos de la alta política bipartidista
1. Psiquiatra y difusor de la cultura costarricense
Uno de los seis hijos de un cultivador de bananos, si bien vivió varios años en la provincia caribeña de Limón, de donde era la familia, nació y estudió en la capital del país, San José. Sus instrucciones primaria y secundaria las recibió en la escuela de primaria Buenaventura Corrales Bermúdez y en el Colegio Los Ángeles, donde aprobó el bachillerato. Con la ayuda de becas, cursó las carreras de Medicina y Psiquiatría en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en la Universidad del Estado de Luisiana en Nueva Orleans, respectivamente.
Estudiante de ideas conservadoras, en enero de 1955 tomó parte en la fracasada invasión desde Nicaragua del ex presidente Rafael Ángel Calderón Guardia, quien, con la ayuda del vecino dictador Anastasio Somoza, intentó derribar al presidente socialdemócrata José Figueres Ferrer, cabeza de la revolución y guerra civil de 1948 que tuvo como desencadenante la fraudulenta victoria electoral de Calderón Guardia sobre Otilio Ulate Blanco. Una vez de vuelta a Costa Rica en 1959, Pacheco empezó a ejercer su especialidad médica como facultativo auxiliar en el Hospital Nacional de San José y como responsable de las unidades sanitarias de Guápiles, en Limón, y Puriscal, en San José. Posteriormente pasó al Hospital Nacional Psiquiátrico, donde trabajó durante 16 años, realizando una labor, pionera en Costa Rica, de aplicación de los más modernos tratamientos de las enfermedades mentales, y del que fue director entre 1973 y 1976.
Sin embargo, a comienzos de la década de los ochenta sus inclinaciones culturales y folcloristas le empujaron a abandonar la profesión médica para dedicarse a escribir relatos y componer canciones populares, actividad artística que ya venía cultivando en paralelo a sus compromisos hospitalarios psiquiátricos y que le había deparado un reconocimiento público. De sus creaciones literarias se citan Paso de tropa, Una muchacha, El Hijo de árbol, La tolvanera, Cuentos de la Meseta Central, Cuentos del Pacífico, Gente sin ancla y Más abajo de la piel, libro de cuentos premiado por la crítica costarricense en 1972.
En 1976 Pacheco saltó a la televisión, medio que le iba a convertir en un personaje popular durante más de dos décadas, conduciendo los programas Ayer y hoy en la historia, Leyendas y tradiciones nacionales, que mereció el Premio Nacional de Televisión Universitario Latinoamericano, y, sobre todo, Comentarios con el Dr. Abel Pacheco, un magazín de reportajes emitido por el Canal 6 y que presentó hasta su aspiración presidencial en 2001. Hombre de múltiples actividades aparentemente inconexas, a mediados de los ochenta abrió además un establecimiento de ropa anexo al Mercado Central de San José, El Palacio del Pantalón, el cual administró y atendió personalmente hasta 1994, y todo ello sin dejar de publicar escritos esporádicamente y de impartir clases de Psiquiatría en la Universidad de Costa Rica.
Fue en 1994 cuando Pacheco, ya sexagenario, se decidió a incursionar de nuevo en la política nacional de la mano del más joven Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, primo que era de su segunda esposa, la también artista Leila Rodríguez Stahl, madre del benjamín de los seis hijos del folclorista, Fabián (sus otros cinco retoños, Abel, Elsa, Yolanda, Sergio y Valeria, Pacheco los había concebido con su primera mujer, Elsa María Muñoz Batha). Rodríguez le ofreció ser candidato a primer vicepresidente en su fórmula presidencial por cuenta del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), fuerza fundada en 1983 a partir de la fusión de cuatro formaciones de centro y derecha, heredera del calderonismo y que junto con el Partido Liberación Nacional (PLN), la agrupación de izquierda moderada erigida por Figueres Ferrer, conformaba el estable sistema bipartidista de la democracia costarricense en aquella época.
Sin embargo, la elección presidencial de febrero de 1994 fue ganada por el postulante del PLN, José María Figueres Olsen. No tuvo prolongación, por tanto, el primer Gobierno del PUSC, cuyo cabeza, Rafael Ángel Calderón Fournier, era hijo del que fuera mentor del joven Pacheco en la década de los cincuenta.
El acceso de Pacheco a las instituciones políticas republicanas de la mano del PUSC se retrasó hasta las elecciones generales del 1 de febrero de 1998, en las que, con 64 años, una edad más propicia para la jubilación laboral, obtuvo en la Asamblea Legislativa un escaño de diputado por San José. En la cita electoral de 1998 la formación roja y azul se adjudicó la mayoría simple en el Legislativo y conquistó la Presidencia de la República en la persona, al segundo intento, de Miguel Ángel Rodríguez.
Aunque era un mandatario público sin peso en la estructura de mando del PUSC, la precandidatura de Pacheco para las elecciones presidenciales de 2002 se impuso el 10 de junio de 2001 de manera arrolladora, con el 76% de los votos, sobre la del hombre preferido por el aparato de la agrupación oficialista, el ex ministro de Transportes y Obras Públicas Rodolfo Méndez Mata. El respaldo de los militantes aseguró el triunfo del veterano difusor cultural en la convención interna del partido. Los medios de comunicación destacaron la nominación de Pacheco como una "rebelión" de las bases contra la cúpula del partido, ya que el elegido no respondía al perfil del político profesional y era un aspirante presidencial atípico al no provenir de la abogacía, la ingeniería, la empresa privada o la administración del Estado.
En el seno del PUSC, numerosos cuadros no ocultaron su sobresalto e inquietud por la elección de un candidato escasamente ducho en las lides políticas, provisto de una programa poco claro y llamativamente desidentificado con las cuestiones económicas. Seis años mayor que Rodríguez Echeverría, se tenían también presentes sus problemas de salud, unas dolencias vasculares que le producían de vez en cuando flebitis e hipertensión, y que el año anterior le habían ocasionado un infarto del que pudo recuperarse satisfactoriamente. La incertidumbre era mayor por cuanto en el momento de la nominación de Pacheco las encuestas auguraban la victoria del PLN en la oposición. En particular, fue ostensible la frialdad con que recibió la proclamación de Pacheco el ex presidente Calderón Fournier, quien seguía ejerciendo un amplio predominio en el partido.
El postulante socialcristiano desarrolló una campaña en la que primó los valores y las ideas sobre las cifras y las metas técnicas, distanciándose del concepto neoliberal de la economía de Rodríguez (quien había tenido que dar contramarcha a algunos proyectos de privatización de los servicios públicos ante la contestación social suscitada), prometiendo ayudas al agro y haciendo hincapié en las virtudes del costarricense tradicional, las de un ciudadano responsable, trabajador, modesto y decente, virtudes todas que él aseguraba encarnar. Además, Pacheco presumía de haber "revolucionado" la praxis psiquiátrica en Costa Rica. Comunicador excelente, vinieron a coincidir seguidores y adversarios, Pacheco sintetizó su plataforma en el eslogan de campaña Es la hora del abrazo. Ahora bien, los operadores económicos no tenían dudas de que un Pacheco presidente se atendría a lo esencial de las políticas de libre mercado y austeridad practicadas por su predecesor.
Los observadores mencionaron que el candidato conservador, haciéndose eco del cansancio general con el estilo y los usos de las élites políticas, ya pertenecieran al PUSC o al PLN, hacía un deliberado apartamiento de las siglas y los lemas tradicionales para centrarse en conceptos tales como el consenso nacional, el servicio al pueblo y la meritocracia suprapartidista a la hora de escoger a sus colaboradores en un eventual Gobierno. La de Pacheco sería entonces una plataforma pretendidamente desideologizada y no parca en matices populistas, similar a otras que por aquellos años estaban teniendo éxito en los procesos electorales centroamericanos.
Poniendo un énfasis moralizador parecido al exhibido por el también conservador Ricardo Maduro en las elecciones presidenciales disputadas en Honduras unos meses atrás, el candidato costarricense prometió combatir el crimen organizado y la corrupción, y ocuparse de los más pobres, con los que, aseguró, iba a adquirir "un compromiso absoluto". Por otro lado, las declaraciones de Pacheco sobre que comprendía el hastío de la población por "los malos manejos que se han hecho en los partidos viejos" y que achacaba su buena posición en las encuestas a la comprensión por el electorado de que su movimiento era "una respuesta dentro de un partido viejo a los errores del pasado", fueron interpretadas como un intento de romper con la lógica de la alternancia en el poder con el PLN.
Pacheco llegó a la cita del 3 de febrero de 2002 con las urnas emparejado con el candidato del PLN, el ingeniero Rolando Araya Monge, ex presidente y secretario general de los socialdemócratas, y, cosa inédita en la era democrática inaugurada en 1948, con un tercer aspirante pisando fuerte en los sondeos, el economista Ottón Solís Fallas, escindido del PLN y ahora al frente del nuevo Partido de Acción Ciudadana (PAC), verdadera cuña en el sistema de partidos bipolar, decididamente en crisis. Precisamente, la irrupción de Solís impidió que Pacheco, con el 38,6% de los votos, alcanzara el mínimo exigido del 40% para evitar la segunda vuelta, de manera que este mecanismo constitucional, por primera vez desde la promulgación de la Carta Magna en 1949, hubo de activarse. El 7 de abril, por último, Pacheco se apuntó la victoria final sobre Araya con un contundente 58% de los sufragios. En la Asamblea Legislativa de 57 miembros, el PUSC solo cosechó el 29,8% de los votos debido al fuerte avance de las formaciones menores y perdió ocho de los 27 escaños que tenía, aventajando escasamente al PLN y al PAC.
De que ninguno de los candidatos fuera capaz de romper la apatía y la desconfianza presentes en buena parte del electorado quedó como prueba la, para los estándares costarricenses, bajísima participación registrada en la segunda vuelta, el 61%, ocho puntos menos que en la primera. El dato se antojaba bastante preocupante, ya que la cifra había sido el 71% en la edición de 1998 y el 82% en la de 1994. En un país caracterizado por el alto concepto que sus habitantes tenían de sus deberes cívicos, antes de estas elecciones no se conocía semejante grado de abstencionismo desde 1958, cuando Mario Echandi Jiménez triunfó con el 65% de participación.
2. El tercer y último presidente del socialcristianismo: entre el CAFTA y los escándalos de la alta política bipartidista
El 8 de mayo de 2002 Abel Pacheco, primer presidente consecutivo de los tres que había tenido el PUSC, prestó juramento de su cargo con un mandato de cuatro años no reelegibles, en una ceremonia a la que asistieron los mandatarios de Ecuador, Gustavo Noboa , Colombia, Andrés Pastrana, Panamá, Mireya Moscoso, Nicaragua, Enrique Bolaños, El Salvador, Francisco Flores, y Guatemala, Alfonso Portillo.
En el discurso inaugural, el antiguo médico psiquiatra prometió "gobernar con humanismo" y "trabajar con honradez", y anunció la inmediata aprobación de un paquete de recortes en el gasto del Estado para cumplir el objetivo, trazado en la campaña, de ahorrar 3.000 millones de colones en el primer año de ejercicio, como primera medida de un plan global para eliminar a cero el déficit público, que había excedido el 3% en 2001, al final del cuatrienio. Otras metas a lograr eran: la obtención de una tasa anual de crecimiento del 6% (2001 había terminado con un incremento del PIB de algo más del 3%), imprescindible para obtener los ingresos fiscales que permitirían equilibrar las cuentas; el rescate, a través de ayudas sociales directas, para las dinámicas del desarrollo de las aproximadamente 50.000 familias que malvivían en la pobreza extrema; la intensificación de los esfuerzos para establecer un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, perseguido por el Gobierno de Costa Rica desde la Administración del liberacionista Figueres y poner fin a la impunidad, ya que esta era la "la raíz por donde se nutre la corrupción".
La primera dura realidad que Pacheco hubo de enfrentar nada más tomar posesión del cargo fue la de la acusada mayoría simple de su partido en la Asamblea, con la consiguiente dificultad para la aprobación de determinados proyectos del Gobierno. El mandatario que había confiado en atraer apoyos legislativos transversales por pura simpatía hacia su persona y su plataforma, más allá de las afinidades o malquerencias tradicionales que dictaban las siglas partidarias, vio seriamente obstaculizado su plan fiscal el PLN, el PAC y el Movimiento Libertario (ML).
Con todo, la disminución significativa de los gastos corrientes con el margen que daba el buen momento económico permitió podar el déficit financiero total desde el -4,3% con que terminó 2002 hasta el -1,1% en 2006; en dicho ejercicio, el Estado ya disponía de un superávit primario, es decir, descontando el pago de la deuda, igualmente aliviada, próximo al 2,7% del PIB. La economía costarricense avanzó un promedio del 4,5% entre 2002 y 2006, cifra próxima a la muy exigente tasa del 6% contemplada por el candidato socialcristiano. Se trató, empero, de un crecimiento no muy grato porque recalentó los precios, generando una inflación superior al 10% anual, y, peor aún, no expandió la capacidad recaudatoria del Gobierno, que de hecho vio congelados sus ingresos vía tributos.
Los ambiciosos objetivos trazados por Pacheco en la campaña electoral de 2002 para la gran economía tuvieron un cumplimiento parcial con respecto al déficit, el crecimiento y el TLC con Estados Unidos. Y es que tampoco en este último y complejo frente el Gobierno, no obstante las realizaciones, pudo cantar victoria sin reservas.
Impulsado por los sectores oficialistas del PUSC y el PLN pero rechazado de plano por el PAC de Ottón Solís, disidentes de las dos formaciones grandes y los todavía pequeños aunque estridentes movimientos sociales de izquierda, el histórico instrumento librecambista fue negociado con la Administración Bush a partir de enero de 2003 dentro de un marco multilateral junto con El Salvador, Nicaragua, Honduras, Guatemala y la República Dominicana. El resultado fue el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, América Central y República Dominicana (CAFTA-RD), que para San José se tradujo en acuerdo el 25 de enero de 2004.
El 28 de mayo siguiente el ministro nacional de Comercio Exterior, Alberto Trejos, unió su firma al documento en la sede de la OEA en Washington, pero en el caso costarricense la entrada en vigor del CAFTA no iba a llegar en 2006. La dificultad de ratificarlo por la vía parlamentaria, ante la no unanimidad en las bancadas del PUSC y el PLN, y la oposición, expresada en las calles, de un sector muy nutrido de la sociedad civil crearon un serio embrollo nacional, denuncias de inconstitucionalidad inclusive, del que tendría que ocuparse la Administración que sucediera a Pacheco.
Las divisiones que generaba el CAFTA discurrieron en paralelo a las complicadas relaciones con Estados Unidos en relación con el conflicto de Irak y la guerra global declarada por la Administración Bush contra el terrorismo islamista. El 19 de marzo de 2003, en la víspera de la invasión del país árabe por las fuerzas anglo-estadounidenses, la Presidencia y el canciller Roberto Tovar Faja emitieron un comunicado de apoyo a las operaciones militares en ciernes, toda vez que Costa Rica, país desprovisto de Fuerzas Armadas y "con vocación de paz", no podía permanecer "neutral en el conflicto entre la paz y el terrorismo". "Costa Rica es y será una aliada leal, firme y decidida a favor de quienes buscan la paz, la libertad, la democracia y el respeto al derecho internacional", rezaba el comunicado del Ejecutivo. De todas maneras, el respaldo costarricense a Estados Unidos podía considerarse tibio, básicamente para guardar las apariencias y no poner en peligro las negociaciones comerciales.
Bajo la dirección de Pacheco, Costa Rica marcó el contrapunto en América Central y no envió tropas, tropas de las que por otro lado carecía, a los dispositivos de ocupación de Irak en la violenta post-invasión. Además, fue uno de los 35 países que rehusaron suscribir con la superpotencia norteamericana un acuerdo bilateral de inmunidad de ciudadanos estadounidenses frente a la jurisdicción de la Corte Penal Internacional (CPI). Esta negativa acarreó la suspensión por Washington de la asistencia de tipo militar el 1 de julio de 2003, pero San José, que no salía muy perjudicado por esta sanción al no tener Ejército, se reafirmó en su tesis de que Costa Rica había sido uno de los propulsores de la CPI y respetaba los instrumentos jurídicos multilaterales a favor de los Derechos Humanos. Posteriormente, en septiembre de 2004, la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia ordenó al Gobierno que hiciera las gestiones diplomáticas necesarias para que la Casa Blanca retirara a Costa Rica de su lista de miembros de la coalición antiirakí.
A lo largo de 2003 y 2004 el Gobierno Pacheco encajó varias protestas sindicales de los trabajadores de la energía y las telecomunicaciones, movilizados contra los planes de privatización en ambos sectores, de la educación, en defensa de sus salarios, y de diversos gremios y colectivos sociales, revueltos todos contra el monopolio de la empresa española Riteve SyC, encargada de la inspección técnica de vehículos.
Sin embargo, el peor trastorno de la vida nacional llevaba el sello de la corrupción y estalló como una bomba en el corazón del PUSC. El descomunal escándalo, el mayor en la historia de la Nueva República, empezó a raíz de unas investigaciones de la Fiscalía General contra los ex presidentes Calderón Fournier y Rodríguez Echeverría, así como a funcionarios de sus administraciones, por el presunto cobro de cientos de miles de dólares en sobornos y comisiones ilegales facilitados por la multinacional de las telecomunicaciones Alcatel y otras compañías europeas en pago por la adjudicación de contratos por obras de servicios y equipamientos de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) y el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE).
En octubre de 2004, con un intervalo de seis días, Rodríguez, nada más verse obligado a abandonar la Secretaría General de la OEA (alto cargo internacional que ejerció tan solo durante un mes), y Calderón fueron detenidos por la Policía, y, con las esposas puestas, conducidos a prisión preventiva para comparecer ante la justicia por unos cargos de corrupción, cohecho, enriquecimiento ilícito y asociación ilícita. Años después, ambos iban a ser juzgados y condenados a penas de prisión: Rodríguez en el caso ICE-Alcatel y Calderón en el caso Caja-Fischel. Un tercer ex presidente, el liberacionista Figueres, dimitido igualmente como director ejecutivo del Foro Económico Mundial, fue acusado asimismo de percibir sobornos de Alcatel, pero más tarde vio levantados los cargos por el Ministerio Público y eludió el proceso penal sin dejar de defender nunca su honorabilidad.
Pacheco no concedió la presunción de inocencia ni casi el beneficio de la duda a la persona que había sido su introductor en la política, Rodríguez: "Si algo camina como un pato, tiene plumas de pato, pico de pato y grazna como un pato, pues es un pato (...), y aquí lo que parece es que sí es un pato (...) Comprobado el delito, actuaremos con todo el rigor de la ley; esto no tiene perdón (...) Tengo ira, rabia, me siento traicionado", dijo el presidente de su predecesor en la jefatura del Estado tras conocer los cargos que pesaban sobre él, no sin añadir que, pese a todo, le gustaría "recuperar la fe en don Miguel".
Claro que Pacheco tampoco podía exhibir un historial inmaculado, pues reconoció haber recibido fondos de Alcatel para financiar su apuesta electoral de 2002, concretamente una donación de 100.000 dólares. Además, otros 500.000 dólares habían afluido a la campaña presidencial del PUSC desde varias empresas taiwanesas a través de una cuenta secreta en Panamá. La ley nacional prohibía a los partidos políticos recibir donaciones de extranjeros no naturalizados y de personas jurídicas tales como las empresas. Pero para Pacheco, mecanismos de financiación de campañas políticas como los aquí expuestos entraban dentro de lo habitual y lo normal.
Esta polvareda, que por el momento no dio pábulo a denuncias autodefensivas, tan típicas en otras latitudes de América Latina, sobre persecuciones y cacerías de personas por motivos políticos, sobrevoló la XIV Cumbre Iberoamericana, que Pacheco orquestó en San José el 19 y el 20 de noviembre de 2004. El presidente, poco menos que metido en el papel de cirujano contra el "cáncer" de la corrupción, mal que estaba haciendo mucho daño a la reputación y el prestigio internacionales de Costa Rica, aceptó que la Asamblea investigara la financiación de su campaña electoral de 2002. Luego, en 2005, los desarreglos cardiovasculares llevaron varias veces al hospital a Pacheco, quien procuró restar gravedad a sus achaques de salud y prometió completar su mandato constitucional sin renunciar a ninguna de sus obligaciones.
El macroescándalo de las comisiones ilegales, a pesar de los gestos de Pacheco para que nadie pensara que el oficialismo rehuía investigar a su propia gente y depurar responsabilidades hasta sus últimas consecuencias, cayera quien cayera, fue devastador para el crédito político del PUSC. Hecho llamativo, la credibilidad de las cúpulas de los dos partidos dominantes quedó ciertamente destrozada, pero el sistema democrático costarricense, lejos de agrietarse, se vio fortalecido por la muestra de independencia y resolución del poder judicial, y porque la ciudadanía, en un sofisticado ejercicio de madurez política, no extendió al conjunto de las instituciones del Estado la indignación que le concitaban los dos partidos mayoritarios, o mejor dicho, algunos -por muchos que fueran- de sus dirigentes.
La hecatombe temida por los socialcristianos se produjo en las elecciones generales del 5 de febrero de 2006: en las presidenciales, el representante del partido en el poder, Ricardo Jaime Toledo Carranza, diputado y ministro de la Presidencia con Pacheco, no reunió más que el 3,7% de los votos y quedó cuarto en una liza que devolvió a la Casa Presidencial, luego de suprimir (abril de 2003) la Sala Constitucional el punto de la Carta Magna que prohibía la reelección en cualquier circunstancia de los antiguos titulares, al veterano liberacionista Óscar Arias Sánchez, ya presidente entre 1986 y 1990 y Premio Nobel de la Paz de 1987; y en las legislativas, la bancada rojiazul menguó estrepitosamente, de los 19 a los cinco miembros. El PUSC pasó de la primera a la cuarta posición, quedando por detrás del PLN, el PAC y el ML. El PLN regresaba al poder, bien que por los pelos, pero los comicios de 2006 levantaron el acta de defunción del bipartidismo tradicional en Costa Rica.
Tras ceder la banda presidencial a Arias el 8 de mayo de 2006, Pacheco, de 72 años y tocado de salud, redujo mucho sus apariciones públicas. Desde entonces, el ex presidente ha vuelto a ser noticia esporádicamente por determinados pronunciamientos de corte político y por una serie de reconocimientos a sus actividades filantrópicas y culturales. En 2014 fue nombrado miembro honorífico de la Academia Costarricense de la Lengua. Ese mismo año, ya en un plano estrictamente político, Pacheco causó sorpresa por su respaldo entusiasta al candidato presidencial, a la postre ganador, del PAC, Luis Guillermo Solís Rivera. El "abrazo" de Pacheco a Solís de cara al balotaje presidencial llegó después que el postulante del que seguía siendo su partido, el PUSC, Rodolfo Piza Rocafort, terminara quinto en la primera ronda con el 6% de los votos.
(Cobertura informativa hasta 1/1/2018)