Abdelaziz Beljadem

El nombramiento en mayo de 2006 por el presidente Abdelaziz Bouteflika de su representante personal, Abdelaziz Beljadem, para el puesto primer ministro de Argelia obedeció al deseo del poder de afianzar la integración de los sectores islamistas moderados en las instituciones democráticas y de impulsar el programa de amnistía y reinserción de los integristas subversivos, plan de reconciliación nacional que no ha alcanzado al terrorismo salafista colocado bajo la marca de Al Qaeda. Ex ministro de Exteriores y actual secretario general del antiguo partido único, el Frente de Liberación Nacional (FLN), Beljadem presenta un perfil conservador por el lado religioso, al tratarse de un musulmán que invoca constantemente su fe, pero progresista por el lado político, al aspirar a un manejo más social y nacionalista de la abultada renta petrolera.

(Nota de edición: esta biografía fue publicada en 5/2006. El ejercicio de Abdelaziz Beljadem como primer ministro de Argelia concluyó el 23/6/2008. Su sucesor en la jefatura del Gobierno fue Ahmed Ouyahia ).

1. Un veterano responsable político del FLN
2. Colaborador del presidente Bouteflika y acceso a la jefatura del Gobierno


1. Un veterano responsable político del FLN

Diplomado en estudios superiores de Letras y Finanzas, en 1964, en el tercer año de la independencia y siendo presidente Ahmed Ben Bella, se incorporó al servicio del Estado como funcionario de hacienda y en 1968, encabezando el régimen republicano el coronel Houari Bumedián, pasó a ejercer la docencia en la Universidad de Argel. El joven era militante del Frente de Liberación Nacional (FLN), la formación que había llevado el peso de la lucha anticolonial contra Francia y que detentaba el monopolio del poder político, conformando una dictadura de partido único.

En 1972 Bumedián le reclutó para su servicio como director adjunto de Relaciones Internacionales en la oficina presidencial. Desarrolló esta labor hasta febrero de 1977, cuando fue elegido diputado por Sougueur, un municipio de la wilaya norteña de Tiaret, vecina de la suya natal de Laghouat, en los comicios de lista única a la Asamblea Popular Nacional (APN). Fue el comienzo de una parsimoniosa carrera en la política profesional que le mantuvo en los escalafones medios del FLN durante más de una década, coincidiendo con la presidencia del coronel Chadli Bendjedid. Reelegido en su escaño en 1982 y 1987, en 1988, el año de la célebre revuelta de la sémola, un estallido social que conmovió las estructuras del régimen y que empujó a Chadli a acelerar su programa de reformas económicas y políticas, siendo el resultado más remarcable la autorización del multipartidismo, se convirtió en vicepresidente de la APN.

El 4 de octubre de 1990 la APN le eligió su presidente en sustitución del veterano Rabah Bitat, uno de los dirigentes históricos del FLN, que había presentado la dimisión en protesta por las reformas económicas de mercado emprendidas por el Gobierno. Desde su posición de mando en el hemiciclo, Beljadem, elegido a la sazón miembro del Buró Político del FLN, participó en los trabajos parlamentarios que condujeron a la celebración, en medio de tensiones políticas extremas, de las históricas elecciones pluralistas del 26 de diciembre de 1991, las cuales otorgaron una victoria avasalladora al opositor Frente Islámico de Salvación (FIS). El FLN, desprestigiado tras tres décadas de despotismo, corrupción y fracasos económicos, fue castigado por los electores y sólo consiguió retener 16 escaños en la primera vuelta.

El 11 de enero de 1992, antes de que el FIS pudiera ganar en la segunda vuelta el puñado de escaños que le faltaba para alcanzar la mayoría absoluta y conquistar el Gobierno, el sector duro del régimen, con las Fuerzas Armadas al frente, intervino sin contemplaciones obligando a dimitir a Chadli, nombrando una presidencia colectiva denominada Alto Comité de Estado (HCE) y disolviendo la APN.

Beljadem, pese a su alto rango institucional y su pertenencia a la cúpula del ex partido único, fue preterido por el verdadero órgano rector en la sombra, el Alto Comité de Seguridad (HCS), que oficialmente tenía un rol sólo consultivo y que estaba dominado por el alto mando militar, lo que no obstó para aceptar en su seno a dos dirigentes civiles del FLN, el primer ministro Ahmed Ghozali y el ministro de Exteriores Abdelhamid Brahimi. En la marginación de Beljadem de la nueva estructura del poder argelino sin duda pesaron su conocida piedad religiosa, que no casaba bien con la reacción laicista, y su vehemente defensa del multipartidismo y del derecho del FIS a la legalidad —que los golpistas no tardaron en revocar—, hasta el punto de ser visto por los generales partidarios de reprimir sin contemplaciones a la oposición subversiva como un simpatizante de los islamistas moderados.

Esta característica fue tomada en cuenta por el nuevo presidente de la República desde enero de 1994, Liamín Zéroual, un antiguo general y ministro de Defensa abierto al diálogo nacional para completar la transición democrática truncada en 1992 y poner término a la bárbara guerra civil larvada que desde el autogolpe de aquel año enfrentaba a las fuerzas de seguridad del Estado con la más potente facción extremista del fundamentalismo argelino, el Grupo Islámico Armado (GIA), dando pábulo a una violencia masiva que tenía a la aterrorizada población civil como víctima destacada, sobre todo por parte de las bandas islamistas.

Así, en enero de 1995 Beljadem participó junto con el secretario general del FLN, Abdelkader Mehri, en unas conversaciones exploratorias con los dos líderes principales del ahora proscrito FIS, Abassi Madani y Ali Belhadj —que se encontraban encarcelados cumpliendo una condena a 12 años—, con la esperanza de que pudieran influir en el GIA y frenar la espiral de matanzas y atentados terroristas. Las conversaciones no dieron los resultados apetecidos. El fracaso de los tanteos pacificadores del Ejecutivo así como la exclusión del FIS del proceso de reconciliación nacional alejaron a Beljadem de la línea progubernamental y le llevaron a defender la conversión del FLN en un partido de oposición a Zéroual y al Gobierno de Mokdad Sifi, luego sustituido por Ahmed Ouyahia. En efecto, el FLN, no sin un fuerte debate interno, decidió boicotear las elecciones presidenciales de noviembre de 1995, que ratificaron a Zéroual en el poder.

En febrero de 1996 el ala reformista del FLN que encabezaba el ex primer ministro Mouloud Hamrouche y a la que estaban vinculados Beljadem y antiguos ministros como Ali Benflis y Mohammed Guenifed, conquistó la mayoría de los 15 puestos del Buró Político en la elección votada por el Comité Central. La renovación del Buró no cerró, empero, la intensa pugna con los conservadores, entre los que se incluía el nuevo secretario general de la formación, Boualem Benhamouda, y quienes se mostraban receptivos a las demandas de colaboración hechas por Zéroual.

La reincorporación de Beljadem al supremo órgano del partido fue efímera, ya que a principios de octubre el político anunció que se marchaba como expresión de rechazo a la hostilidad exhibida por Benhamouda y otros dirigentes frentistas a los acuerdos concertados con los otros cuatro partidos (el FIS, el Frente de Fuerzas Socialistas, FFS, el Movimiento por la Democracia en Argelia, MDA, y el Movimiento del Renacimiento Islámico o MRI-An-Nahda) que eran copartícipes de la denominada Plataforma de Roma y que impugnaban también el programa de transición del oficialismo.

A últimos de año, después de que el FLN se descolgara del boicot general de los partidos al referéndum de reforma constitucional convocado por Zéroual y celebrado en noviembre, Beljadem se unió a Hamrouche en el llamamiento a los afiliados para que se rebelaran contra las decisiones de la dirección y en la exigencia de la celebración de un congreso previo a las elecciones legislativas del 5 de junio de 1997, a las que el FLN acudía con perspectivas poco halagüeñas (en efecto, fue ampliamente derrotado por el nuevo partido propresidencial Reagrupamiento Nacional Democrático, RND, cuyo líder era el primer ministro Ouyahia), para definir el programa y el manifiesto electoral del partido.


2. Colaborador del presidente Bouteflika y acceso a la jefatura del Gobierno

Beljadem continuó expresando sus opiniones críticas con la línea oficial del FLN, que aceptó volver a sentarse en el Consejo de Ministros, hasta el final del mandato de Zéroual en abril de 1999. El nuevo presidente elegido en las urnas con el respaldo del RND y el FLN, Abdelaziz Bouteflika, antiguo ministro de Exteriores y estrella política del régimen de Bumedián que se había pasado muchos años en el ostracismo, sacó a Beljadem del dique seco el 26 de agosto de 2000 catapultándole al puesto de ministro de Exteriores y ministro de Estado, donde sucedía a Youssef Yousfi, coincidiendo con el nombramiento de su amigo Ali Benflis como primer ministro en sustitución de Ahmed Benbitour.

La entrada por la puerta grande del antiguo responsable parlamentario en el Ejecutivo nacional, no obstante su completa inexperiencia en las tareas de gobierno, respondió al interés de Bouteflika en relanzar la política exterior argelina con un nuevo pragmatismo y con la mirada puesta en el capital inversor de las ricas monarquías del golfo Pérsico. El presidente esperaba que Beljadem, con su reputación de "musulmán conservador" que poseía una cartera de contactos con los saudíes y otras casas reales árabes, favoreciera la atracción de unos recursos financieros que la endeudada economía nacional necesitaba imperiosamente. Por otro lado, su más que nítida postura de rechazo a cualquier normalización diplomática con Israel hacían también de Beljadem un colaborador idóneo para el objetivo de regenerar los tratos con Irán.

En sus cinco años como titular de la diplomacia argelina, Beljadem desarrolló un papel instrumental y no protagonista en una serie de actuaciones que tendieron a ser personalmente ejecutadas por Bouteflika, al que el ministro se supeditó absolutamente. Fueron los casos de la revisión y la potenciación de las relaciones bilaterales con Francia y España, de la firma, tras una difícil negociación, del Acuerdo de Asociación Euromediterránea (en abril de 2002, en el escenario de la V Conferencia Euromediterránea, celebrada en Valencia), de las negociaciones para la adhesión a la Organización Mundial del Comercio (OMC), de la presentación y la puesta en marcha, junto con otros gobiernos continentales, del Nuevo Partenariado para el Desarrollo de África (NEPAD), del diálogo con el G-8, y del intento, más bien infructuoso, de relanzar la Unión Magrebí Árabe (UMA).

En cuanto a las siempre inseguras relaciones con Marruecos, estuvieron mediatizadas por la cuestión del Sáhara Occidental y la situación del pueblo saharaui, cuyo derecho a la autodeterminación en el marco dispuesto por la ONU Argel continuó defendiendo con tesón. Si Beljadem era, como se aseguraba, un panarabista sentimental deseoso de la armonía y la integración de los países del Magreb por encima de todo, aparcó este afecto disciplinadamente, ya que en todas las palestras donde intervino enarboló la postura ortodoxa de su gobierno con respecto al Sáhara.

Por lo que se refiere a la política interna, su agrupación, teniendo al primer ministro Benflis de secretario general, ganó contundentemente la particular pugna que le enfrentaba al RND en las elecciones legislativas del 30 de mayo de 2002, cuando el antiguo partido único capturó 199 de los 380 escaños de la APN con el 34,3% de los votos, un éxito que, sin embargo, quedó empañado por la elevada abstención y por el boicot del FFS de Hocín Ait Ahmed, el MDA de Ben Bella y el Reagrupamiento por la Cultura y la Democracia (RCD), el partido liberal de los bereberes cabileños liderado por Said Saadí.

El 5 de mayo de 2003 Bouteflika prescindió de Benflis por persistir en su negativa a hacer del FLN un partido claramente propresidencial y a respaldar su candidatura reeleccionista en las elecciones de 2004 —de hecho, el primer ministro quería competir con él en las urnas—, y nombró nuevo jefe del Gobierno a Ouyahia, un partidario de desregular los hidrocarburos, sector que aportaba la práctica totalidad de las divisas de exportación y que alimentaba más de la mitad del presupuesto nacional. Beljadem, pese a anunciar Benflis que el FLN ya no formaba parte del Gobierno, retuvo su puesto ministerial al tratarse de uno de los más leales y competentes colaboradores de Bouteflika, cuya complicada y muy polémica estrategia de concordia y reconciliación nacionales —la cual, a través de perdones y amnistías para los maquis islamistas, apostaba por traer la paz después de más de 150.000 muertos y de los más atroces actos de violencia política— apoyaba sin fisuras.

La inapelable derrota de Benflis, pese a las furiosas acusaciones de fraude, ante Bouteflika en las elecciones presidenciales del 8 de abril de 2004 malogró su liderazgo en el FLN y agudizó las tensiones entre las dos facciones, la afín y la crítica con el presidente, quien por otro lado dependía del partido que controlaba el Parlamento para llevar a cabo sus proyectos de reestructuración económica. El 17 de abril el ex primer ministro dimitió como secretario general y sus seguidores en el partido se reafirmaron en su alejamiento del Ejecutivo, pese a la permanencia en su seno de uno de sus camaradas más destacados, Beljadem, quien pasó a ejercer la Secretaría General del FLN en funciones.

El ministro de Exteriores, estimado por su capacidad para el diálogo y su moderación en todos los sentidos, fue suscitando en torno a sí un cierto consenso como el único dirigente del partido capaz de solventar la crisis de unidad que lo desgarraba. Este reconocimiento, aunque no unánime, fue consagrado en el VIII Congreso del FLN, transcurrido entre el 30 de enero al 2 de febrero de 2005 con la participación de 2.500 delegados, el cual inauguró una nueva estructura orgánica: el Comité Central dio paso a un Consejo Nacional de 550 miembros y el Buró Político a un Comité Ejecutivo de 121 miembros elegido por el anterior; a continuación, el Comité Ejecutivo, sin sorpresas, designó a Beljadem secretario general.

El resultado del VIII Congreso fue valorado por la prensa argelina como una victoria total de Bouteflika, que se aseguraba el respaldo del FLN a su Carta para la Paz y la Reconciliación Nacional (cuyo aspecto principal era una amnistía general para todos los terroristas islamistas encarcelados, huidos o aún en rebelión, excepto los implicados en matanzas colectivas, y que iba a ser aprobada masivamente en referéndum el 29 de septiembre) y a las impopulares reformas liberales de la economía. A mayor abundamiento, Bouteflika fue nombrado presidente honorario del partido.

Tres meses más tarde, el 1 de mayo, Bouteflika realizó una remodelación ministerial que afectó a Beljadem. El político se desprendió del Ministerio de Exteriores, que pasó al diplomático apartidista Mohammed Bedjaoui, y retuvo el Ministerio de Estado con la función añadida de representante personal del presidente. Lejos de entrañar una disminución de su importancia política, la mudanza permitió a Beljadem seguir desarrollando misiones diplomáticas, en especial en las capitales árabes, llevando la agenda particular del jefe del Estado. Sin duda, el veterano servidor público se había convertido en el hombre de mayor confianza de Bouteflika, si no en el delfín oficioso que un día podría sucederle en la jefatura del Estado.

Esta impresión fue reforzada el 24 de mayo de 2006, después de que el grupo parlamentario del FLN, metido en una disputa con el RND en clave preelectoral —en mayo de 2007 tocaban las legislativas—, amenazara con lanzar una moción de censura contra Ouyahia a menos que dimitiera o fuera destituido por el presidente. El FLN acusaba al jefe del RND de estar descuidando problemas sociales tan graves como la pobreza, el desempleo y los bajos salarios. Aquel día, Bouteflika aceptó la dimisión forzada de Ouyahia y nombró a Beljadem en su lugar.

La elección del Beljadem, un musulmán confesional expreso, como decimocuarto primer ministro de la República de Argelia fue valorada por los comentaristas como un gesto de Bouteflika dirigido a la nebulosa islamista tanto en su componente más moderado y asimilado al sistema político, el Movimiento de la Sociedad por la Paz (MSP), formación dirigida por Bouguerra Soltani y que como tercer vértice de la alianza presidencial no hacía migas con una personalidad tecnocrática y escasamente religiosa como Ouyahia, como a los distintos sectores radicales armados susceptibles de acogerse a la Reconciliación Nacional, que, hasta la fecha, estaba lejos de constituir un éxito. Beljadem no sólo portaba un mensaje de rechazo a las soluciones erradicadoras contra los subversivos más fanáticos y recalcitrantes, cara aún a la cúpula militar; también, advocaba un incremento de las partidas sociales de un presupuesto potenciado por el fuerte aumento de los ingresos petroleros, gracias a la escalada alcista en el precio internacional del barril de crudo.

(Cobertura informativa hasta 1/6/2006)