El acuerdo catalán empuja el debate al terreno preferido de Aliança y de Vox
Carles Puigdemont figura en la misma lista que Emmanuel Macron, Olaf Scholz o Alberto Núñez Feijóo. Es el catálogo de líderes que, atosigados por fuerzas antiinmigración, han intentado neutralizarlas jugando en su terreno. No lo hacen calcando su beligerancia xenófoba, pero sí aceptando el marco de la inmigración como problema de seguridad y la necesidad de una respuesta centrada en el control y la expulsión. Blanca Garcés, investigadora de Migraciones del Barcelona Centre for International Affairs (Cidob), explica que “más que diseñar unas políticas fundamentalmente distintas, la intención del acuerdo es lanzar un mensaje: ‘Vamos a controlar la situación desde la Generalitat’. El problema es que las medidas no van a tener un efecto relevante. ¿Van a llegar menos migrantes? No. ¿Van a provocar grandes cambios esas transferencias a medias? Es muy dudoso. Son gestos simbólicos para aparentar más control. A la larga, esto puede provocar frustración y favorecer a quien gana por goleada en la gesticulación, que es la extrema derecha.”