Rouhani y la nueva partida en Irán

Opinion CIDOB 491
Data de publicació: 06/2017
Autor:
Irene Martínez, investigadora, CIDOB
Descarregar PDF

Irán ha sufrido el ataque terrorista más grave de los últimos años. Diecisiete personas fallecieron y 50 más resultaron heridas en dos ataques simultáneos al Parlamento y al mausoleo de Jomeini este mes de junio. No ha sido una acción improvisada. Los lugares elegidos denotan la intención de los autores de causar impacto en el imaginario colectivo iraní. De entrada, han creado un sentimiento de vulnerabilidad casi inexistente en el país. Irán ya no es el oasis de seguridad que proclamaba a los cuatro vientos la Guardia Revolucionaria. La muralla iraní tiene brechas.

En una región con un ambiente más enrarecido de lo habitual y propensa a las teorías conspirativas, los ataques se produjeron a escasas horas del inicio del cerco diplomático a Qatar y pocos días después de que la prensa iraní se hiciera eco de varias declaraciones incendiarias del gobierno saudí sobre Irán. Para acabar de complicar la situación, Irán ha  celebrado unas elecciones presidenciales en las que el aspirante apoyado por el Líder Supremo ha sido derrotado por Hassan Rouhani, el candidato moderado apoyado por los reformistas. Una apuesta, pues, por la apertura progresiva y no por la línea dura.

Los atentados parecen claramente concebidos para desestabilizar el país desde dentro. En un Oriente Medio tradicionalmente convulso, Irán goza de una aparente calma. Desde el punto de vista religioso-sectario, Irán es muy homogéneo con más de un 90 por ciento de población chií. Los persas son la etnia predominante tanto demográfica, como histórica y culturalmente. Sin embargo, sólo representan alrededor del 60 por ciento de la población. Las zonas periféricas están habitadas, entre otros, por turkmenos, baluches, kurdos y árabes. En los últimos meses se han producido varios incidentes con población kurda en la frontera noroeste y con grupos militantes suníes en la provincia de Sistán-Baluchistán en la frontera sureste. Muchos de estos incidentes se han saldado con víctimas mortales, aunque no han sido claramente explicados por las autoridades iraníes. A diferencia de estos incidentes fronterizos, el autodenominado Estado Islámico o ISIS ha reivindicado inmediatamente los ataques terroristas en Teherán, mientras el Ministerio de Inteligencia iraní se ha apresurado a informar que los autores son kurdos iraníes retornados de luchar en Irak y Siria.

El hecho de que los autores materiales no sean extranjeros tiene importantes connotaciones para el delicado equilibrio de fuerzas del país. La pugna existente entre el actual presidente y la Guardia Revolucionaria para orientar la política exterior va a verse gravemente afectada. Rouhani pretende rebajar el tono a nivel internacional y utilizar la diplomacia para suavizar la imagen de Irán en el exterior. Por su parte, la Guardia Revolucionaria – o Sepah-  tiene intención de incrementar su ofensiva en Siria e Irak y extender su influencia dentro de Irán. A pesar de que esta institución creada por Jomeini en 1979 tiene como objetivo principal “la protección del sistema islámico y la prevención de cualquier injerencia extranjera en el sistema”, en la práctica tiene una agenda independiente enfocada a la legitimación de su existencia a través de una política exterior activa y un fuerte control dentro de las fronteras.

En esta pugna por imponer el tono de la nueva política exterior del país, la fortaleza del presidente Rouhani descansa en la legitimidad que le confieren las urnas – algo de lo que Jamenei y la Guardia Revolucionaria carecen-. Pero no hay que perder de vista que en el equilibrio de intereses encontrados entre los tres pilares del estado en Irán –presidente, Líder Supremo y Guardia Revolucionaria- las alianzas y pactos son la clave para que una visión se imponga sobre otras. Así que el atentado llega en el peor momento para un Rouhani que lleva meses enfrentado públicamente con Jamenei, el líder Supremo, por desavenencias sobre el programa nuclear iraní. Jamenei ha aumentado la regularidad de sus discursos y no ha dudado en utilizar su dialéctica afilada para criticar duramente a Rouhani y su administración.

El gran éxito conseguido por el equipo negociador liderado por Javad Sharif ha sido un arma de doble filo en Irán. Por un lado, permite abrir el país de nuevo después de una década aislado de la comunidad internacional. Pero, por el otro, significa el fin de los monopolios por parte de muchas empresas propiedad de organismos paraestatales y de la Guardia Revolucionaria, la gran aliada de Jamenei en materia de política exterior y  en el control interno de la revolución. La apertura económica y las reformas que tiene en mente el Gobierno supondrían, por lo tanto, un serio debilitamiento del músculo financiero de la Sepah, algo que no parece dispuesta a tolerar.

El día después de los atentados 40 personas fueron arrestadas e, inmediatamente después, los líderes de la Guardia Revolucionaria se posicionaron como fuente de información principal sobre el desarrollo de los acontecimientos. El Sepah no sólo había movido ficha, sino que se había adelantado por completo al Gobierno, mientras Jamenei optaba por un perfil bajo. Así, el Sepah se ha visto reafirmado como líder de la respuesta contra el ISIS y ha contribuido a debilitar el papel del ejército en esta guerra no escrita entre las dos ramas de las Fuerzas Armadas de Irán. El Sepah no dudará en arremeter en las zonas de minoría kurda o baluche con el pretexto de eliminar los tentáculos del ISIS dentro de Irán -unas zonas que, a su vez, votaron mayoritariamente por Rouhani-. Una intervención de la Guardia Revolucionaria podría dar pie a choques de tipo sectario si estas regiones se sienten desatendidas por el Gobierno.

Rouhani tiene por delante una legislatura complicada. La mejora económica a resultas del Plan de Acción Conjunto y Completo -nombre oficial del acuerdo nuclear- no ha alcanzado al ciudadano de a pie. Las grandes reformas estructurales se intuyen, pues, más necesarias que nunca. Rouhani tendrá que enfrentarse a importantes grupos de presión dentro y fuera del país que intentarán bloquear cualquier cambio sustancial en el armazón económico iraní. Y, al mismo tiempo, deberá maniobrar para evitar que la respuesta a estos atentados no desemboque en un conflicto sectario dentro del país. La sonrisa que le caracteriza va a ser necesaria en los próximos meses para hacer frente a un buen número de retos que ya se perfilan en el horizonte. Esta administración tiene la llave para poner a Irán en marcha de nuevo y conducirlo al siglo XXI. Sin embargo, el camino está lleno de obstáculos. De su habilidad para sortearlos depende todo.    

D.L.: B-8439-2012