Multilateralismo urbano en tiempos de guerra: ¿de la solidaridad simbólica a la solidaridad pragmática?

Opinion CIDOB 748
Data de publicació: 01/2023
Autor:
Marta Galceran Vercher, investigadora principal, CIDOB
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En tiempos de guerra, la diplomacia de ciudades resulta una herramienta útil para canalizar respuestas a muchos niveles y fomentar la solidaridad intermunicipalista. Sin embargo, esta solidaridad muy a menudo es ejercida de manera más simbólica que efectiva. La campaña “Generadores de Esperanza”, mediante la cual Eurocities y el Parlamento Europeo están organizando una donación masiva de generadores eléctricos de las ciudades europeas hacia sus contrapartes ucranianas, es un ejemplo de solidaridad intermunicipalista ejercida de manera muy pragmática y eficiente. 

Después de casi un año de un conflicto en Ucrania cuyo final se vislumbra incierto, la comunidad internacional sigue centrando todos sus esfuerzos en dos frentes: el de la ayuda inmediata; y el que se orienta a asentar las bases para la reconstrucción de postguerra. Y en estos frentes actúan actores distintos. La comunidad internacional son sobre todo los estados, pero también el sector privado, las ONGs, la sociedad civil, y las ciudades y sus redes. Es por eso que Ursula von der Leyer, presidenta de la Comisión Europea, recordaba recientemente que la agenda de la reconstrucción necesita de alianzas, haciendo referencia explícita al trabajo conjunto con Eurocities, la red de las grandes ciudades europeas. ¿Pero hasta qué punto pueden las ciudades europeas ser algo más que un aliado simbólico en esta misión?   

El municipalismo internacional adolece, demasiado a menudo, de actuaciones más de puesta en escena que de puesta en acción. Sirva como ejemplo la campaña #CitiesWithUkraine, que durante los primeros días de la guerra llevó a centenares de alcaldes europeos a manifestarse delante sus Ayuntamientos condenando la agresión rusa, en un ejercicio de solidaridad más simbólica que pragmática. A diferencia de otras veces, sin embargo, el sufrimiento de las ciudades ucranianas ha desencadenado esfuerzos muy significativos por parte de sus contrapartes europeas en favor de la acogida masiva de refugiados o en el envío de ayuda humanitaria. Una reacción que contrasta, sin duda, con la respuesta mucho más comedida que tuvieron estas mismas ciudades con los refugiados de Afganistán o Siria. ¿Solidaridad selectiva? Quizás.   

En tiempos de guerra, la diplomacia de ciudades resulta una herramienta útil para canalizar y organizar respuestas a muchos niveles. Pero donde realmente puede aportar valor añadido es en la movilización de recursos, ya sean tangibles (donaciones materiales) o intangibles (conocimiento). En ese sentido, no ha sorprendido la profusión de iniciativas destinadas a ofrecer ayuda de emergencia a Ucrania como la donación de 20 tranvías de la ciudad de Praga a Járkov (que por su similitud, hacen que el mantenimiento sea muy fácil), o la cesión de dos camiones de bomberos de la ciudad de Barcelona a Kiev. También aquí podríamos incluir los esfuerzos por acoger refugiados: hasta 700.0000 en Varsovia, por ejemplo. Solidaridad muy palpable.   

La diplomacia urbana bilateral durante estos meses de guerra ha sido prolífica. En un estudio reciente, Eurocities estimaba que el 83% de las 105 ciudades europeas examinadas, habían establecido o tenían intención de establecer algún tipo de alianza con una ciudad ucraniana. De entre estas, solo el 34% se han concentrado en las dos principales aglomeraciones urbanas del país: Kiev (19%) y Járkov (15%), seguidas por Odesa y Lviv (12% respectivamente). Buenas noticias para las ciudades más pequeñas y menos mediáticas, a las que también parece estar llegando la oleada de solidaridad. 

A su vez, esta diplomacia bilateral está siendo complementada con iniciativas que podríamos situar en el terreno del multilateralismo urbano. El ejemplo paradigmático es la campaña “Generadores de Esperanza”, lanzada conjuntamente por Eurocities y el Parlamento Europeo a finales de noviembre. Si tenemos en cuenta que casi el 50% de la infraestructura energética de Ucrania está dañada como consecuencia de los continuos ataques rusos contra centrales y redes eléctricas, y que esto ha dejado sin luz a más de 10 millones de ucranianos, pocas propuestas parecen más pertinentes que orientar la solidaridad municipalista hacia la donación masiva de generadores y otros equipos eléctricos de alta tensión. Obtener este tipo de equipamiento es hoy para la mayoría de las ciudades ucranianas la principal prioridad. No solo porque la electricidad resulta imprescindible para poder calentar hogares cuando los termómetros bajan muy por debajo de cero, sino también, y sobre todo, para mantener en funcionamiento hospitales, escuelas, instalaciones de agua, antenas de telefonía móvil o refugios de guerra, entre otros. Enviar generadores eléctricos es, por tanto, no solo una idea sencilla, práctica y oportuna, sino también una actuación fácilmente implementable donde las ciudades pueden complementar la actuación de sus estados. 

Y aquí el punto de la complementariedad es importante. Recientemente la Comisión Europea anunciaba que desde el comienzo de la invasión rusa ha gestionado la donación de unos 800 generadores eléctricos. Una cantidad muy significativa pero aún insuficiente. Sirvan los números para contextualizar la dimensión de la necesidad imperante: a finales de noviembre Eurocities había registrado 21.151 peticiones de generadores. El principal problema es que este parece ser un tipo de equipamiento que escasea en el mercado, y la mayoría de las autoridades nacionales ya han donado todo lo que podían. Es en este contexto que las instituciones europeas han vuelto la mirada hacia las autoridades locales, conscientes del potencial que tienen para llenar esta laguna. ¿Gobernanza multinivel de la solidaridad? 

La gran pregunta ahora es cuantas ciudades responderán a esta llamada, y si su respuesta será lo suficientemente generosa como para cubrir las enormes necesidades existentes. De momento se han contabilizado las contribuciones de Roma, Berlín, Tallin, Leipzig, Florencia, Riga o Barcelona. Seguro que muchas más llegarán en los próximos días. Ahora bien, para alcanzar el objetivo marcado hará falta que las ciudades demuestren no solo solidaridad pragmática, sino también colaborativa. El caso de Turku, en Finlandia, puede iluminar a otras: este municipio de 186.756 habitantes consiguió 83 generadores eléctricos a través de una campaña de recolección dirigida a sus empresas y residentes. Mucho más de lo que hubiera podido conseguir la administración local actuando en solitario. 

El contexto actual de crisis múltiples e interconectadas, cuyo impacto reverbera a nivel global y local, ha vuelto a dotar de significado la palabra solidaridad. También dentro del mundo municipalista. Una solidaridad que, a pesar de ser uno de los valores fundacionales del municipalismo internacional, demasiadas veces ha tenido un impacto más simbólico que real. La campaña “Generadores de Esperanza” acaba de arrancar, pero ya nos deja un aprendizaje importante: para ser efectiva, la solidaridad intermunicipalista no tiene que ser especialmente innovadora y pomposa, la mayoría de las veces basta con una idea sencilla y práctica. Algo tan mundano como un generador eléctrico enviado en medio del invierno.  

Palabras clave: ciudades, Ucrania, multilateralismo, solidaridad, guerra, eurocities, intermunicipalista, Parlamento Europeo, Comisión Europea