Impactos económicos globales de la guerra en Palestina

Opinion CIDOB 778
Data de publicació: 10/2023
Autor:
Víctor Burguete, investigador sénior, CIDOB
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Hasta ahora el enfrentamiento entre Israel y Hamás ha tenido un impacto económico y financiero limitado, pero si el conflicto escala podría producirse una crisis petrolera con impactos globales. La economía global y el mercado del crudo no tienen margen para acomodar otra crisis energética, que perjudicaría especialmente a Europa. 

El enfrentamiento entre Israel, Hamás y diversos grupos armados en Gaza está teniendo un altísimo coste en vidas humanas, principalmente palestinas, pero -hasta ahora- ha tenido un impacto muy limitado en los mercados financieros y en la economía. El precio del petróleo repuntó un 7% tras el ataque de Hamás hasta los 90 dólares por barril, pero aún se encuentra por debajo de los precios registrados a principios de octubre. Esta reacción está en consonancia con lo acontecido en el pasado, ya que ni Israel ni Palestina son productores de petróleo, ni son territorios por los que transiten rutas energéticas significativas.

El repunte del petróleo se explica por el riesgo de una escalada del conflicto que incluya a Irán, país que respalda a Hamás y supone el 3% de la oferta global de crudo. Este año, el aumento de la producción iraní ha supuesto la segunda mayor contribución a la oferta global de crudo y ha aliviado parte de las tensiones petroleras, ya que el mercado se encuentra en déficit por los recortes voluntarios de la producción en Arabia Saudita y Rusia, además de los recortes acordados por la OPEP+. Aún más importante, Irán controla el estrecho de Ormuz, una vía marítima por donde transita el petróleo de Irak, Kuwait, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, y el gas catarí, que suponen el 20% de la oferta mundial de crudo (el 30% del comerciado por vía marítima) y el 25% del gas natural licuado (GNL), respectivamente. Por tanto, cualquier evento que comprometa este comercio tiene su reflejo en forma de prima geopolítica sobre los activos energéticos.

La mayoría de los analistas coinciden en que ningún actor en la región quiere que el conflicto entre Israel y Palestina vaya a más. El principal motivo para Israel sería evitar una guerra en varios frentes, mientras que en el Líbano la economía ha colapsado, y la situación económica es muy delicada también en Egipto, Jordania, Siria e Irán. El país persa ha conseguido cierto alivio gracias al aumento de las exportaciones de petróleo y el acuerdo con Estados Unidos para intercambiar a cinco prisioneros por 6.000 millones de dólares. Si el conflicto escala, estos avances se verían comprometidos. Por otro lado, los países árabes temen que la causa palestina genere una desestabilización a escala regional y han apoyado las resoluciones de alto el fuego presentadas en la ONU por Rusia el 16 de octubre y por Brasil el 18 de octubre, esta última vetada únicamente por Estados Unidos.

Sin embargo, en la región no solo operan los poderes estatales. Diversos actores, especialmente Hezbolá desde Líbano, pero también otros grupos desde Siria, Irak o Yemen pueden intervenir en respuesta a la devastadora contraofensiva de Israel sobre Gaza, que incluye ataques a civiles, cortes de suministro y desplazamiento forzoso de la población, lo que supone crímenes de guerra. El respaldo sin fisuras de Estados Unidos a Israel hace temer que la intervención terrestre del ejército israelí en Gaza, de producirse, incendie aún más la opinión pública árabe y de lugar a una extensión regional del conflicto, como ya hay indicios de que está sucediendo.

En el caso de una escalada regional limitada, que incluya enfrentamientos en Cisjordania y en las zonas fronterizas de Israel con Líbano y Siria, así como ataques contra intereses estadounidenses en la región, los impactos económicos y financieros serían más elevados, pero acotados. Los territorios involucrados no son exportadores de energía, no son lugares de tránsito energético, y sus vínculos económicos y financieros con occidente son reducidos. Sin embargo, la tensión en los mercados energéticos se vería agravada por el temor a que se produjese una confrontación directa con Irán o cualquier acto de posible sabotaje, como el ocurrido en el gaseoducto entre Finlandia y Estonia, o un incidente en las infraestructuras de hidrocarburos de la región. Ello se trasladaría a una prima de riesgo en los activos energéticos más elevada, la inflación sería más persistente y los bancos centrales tendrían más difícil terminar el ciclo de subidas. Además, la mayor incertidumbre podría lastrar las expectativas de los agentes y el crecimiento económico.

El siguiente paso en la escalada, de menor probabilidad de ocurrencia, pero de mayor capacidad de impacto, es un enfrentamiento directo con Irán. En este escenario es más factible que Estados Unidos se involucre militarmente. Cualquier afectación a la producción o exportaciones de Irán podría tener como respuesta la interrupción iraní, aunque fuera por unos días, del tránsito energético por el estrecho de Ormuz. Diversos analistas han apuntado que, en este escenario, el Brent podría superar los 150 dólares por barril, lo que podría sumir a varios países en una recesión económica.

Por último, se ha comparado la crisis actual con la guerra del Yom Kippur de 1973, cuando los países árabes impusieron un embargo petrolero tras el apoyo de Estados Unidos a Israel. Hoy este escenario es altamente improbable. El contexto energético ha cambiado: Estados Unidos es un exportador neto de petróleo y GNL, la mayoría de los países de la región dependen económica y militarmente de Estados Unidos y han invertido en ese país gran parte de sus reservas monetarias, que podrían ser objeto de sanciones como le pasó a Rusia tras la invasión de Ucrania. Muestra de ello es que en la reunión extraordinaria del consejo de la Organización para la Cooperación Islámica (OCI) celebrada el 18 de agosto en Yeda (Arabia Saudita), los países árabes rechazaron la petición de Irán de imponer un embargo petrolero sobre Israel. Este rechazo no quiere decir que, más adelante, Riad y otros países puedan decidir alargar o ampliar sus recortes de producción como medida de presión, pero ambas medidas no son comparables.

La economía global no tiene margen para acomodar otra crisis energética, que sería mayor que la derivada de la guerra en Ucrania porque los shocks de petróleo se transmiten de manera más amplia que los del gas natural debido a su impacto en el transporte y su efecto arrastre en otras materias primas. Además, el crecimiento económico ya no se encuentra en una fase de rebote post-Covid, ya no hay ahorro embalsado, los tipos de interés superan el 5% en Estados Unidos y el 4% en la Unión Europea, la inflación global aún se encuentra en máximos de 1997 y muchos países en el Sur Global afrontan riesgos de impago de deuda.

La UE y España son especialmente dependientes porque importan más del 90% del petróleo que consumen. Sin embargo, las reservas de petróleo a nivel global están un 25% por debajo de dónde se encontraban antes de la invasión rusa de Ucrania debido al uso coordinado de las reservas estratégicas por parte de la Agencia Internacional de la Energía y el uso masivo por parte de Estados Unidos de sus reservas estratégicas de crudo en parte para reducir el precio de la gasolina antes de las elecciones de mitad de mandato (las reservas se han reducido un 40% desde febrero de 2022 y se encuentran en mínimos de 1983). Si se produjese un shock petrolero, Estados Unidos tiene la obligación legal de ayudar a Israel, pero es de esperar que llegado el caso priorice su mercado doméstico en lugar de sus exportaciones al resto del mundo, máxime cuando hay elecciones presidenciales en Estados Unidos en 2024. En este escenario los pocos países con margen para incrementar su producción de crudo (Arabia Saudita, EAU y Rusia) puede que no estén por la labor de hacerlo sin concesiones políticas significativas. Por último, señalar que el levantamiento de las sanciones sobre Venezuela le sirve a Estados Unidos pero no tanto a Europa, porque las refinerías europeas tienen problemas para refinar el crudo pesado venezolano.

En definitiva, nadie sabe lo que va a pasar, pero sí podemos pensar en el impacto de los posibles escenarios. La UE no puede permitirse un shock del petróleo sin graves consecuencias económicas. Hay consenso en que la principal variable que puede desencadenar este escenario de crisis es la violencia indiscriminada de Israel contra la población palestina en Gaza. Por tanto, si la UE no se posiciona y usa todas las herramientas a su alcance para intentar detener la escalada por una cuestión de principios, al menos debe hacerlo por su propio interés.

Palabras clave: Israel, Palestina, guerra, Hamás, economía, petróleo, crudo, Irán, Ormuz, UE, crisis energética, OPEP