Gaza y la matriz regional

Opinion CIDOB 23
Data de publicació: 01/2009
Autor:
Eduard Soler i Lecha
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Eduard Soler i Lecha
Coordinador del Programa Mediterráneo y Oriente Medio de la Fundación CIDOB.

15 de enero de 2009 / Opinión CIDOB, n.º 23

No debería escapársele a nadie que, a pesar de la tendencia a hablar de conflicto israelí-palestino o de la tentación de focalizar el análisis de la crisis actual en lo que sucede en Gaza, el conflicto en Oriente Próximo tiene un alcance mucho mayor. No es un conflicto sino una matriz de conflictos que incluye, junto a la cuestión de Gaza y Cisjordania, la situación en el Líbano, las relaciones entre Siria e Israel o el tema de los refugiados.

La solución al conflicto sólo será duradera si se solucionan todas y cada una de estas cuestiones. Asimismo, una escalada de la violencia como la que estamos viviendo en una de sus dimensiones (en este caso en Gaza) tiene un impacto negativo directo en el resto de frentes. En otras palabras, la ofensiva israelí está dinamitando todo intento de disminuir de la tensión entre Líbano e Israel, añade nuevos focos de tensión en el propio Líbano y aparca, quizás durante varios años, una perspectiva de acuerdo de paz entre Damasco y Tel Aviv.

Un buen número de actores regionales estaban trabajando, a lo largo de estos últimos años, para conseguir avances en todas y cada una de las dimensiones de este conflicto poliédrico. Egipto había volcado esfuerzos diplomáticos para conseguir una reconciliación entre las principales facciones palestinas y el establecimiento de contactos indirectos entre responsables de Hamas e Israel. Turquía, por su parte, había auspiciado las conversaciones entre responsables sirios e israelíes. Los esfuerzos de Ankara contaban, además, con un amplio respaldo internacional. Qatar y Francia también se habían implicado en conseguir el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Beirut y Damasco. La Liga Árabe, por su lado, había ofrecido a Israel el que se conoce como el Plan de Paz árabe que garantizaría el reconocimiento colectivo de Israel a cambio de una retirada a las fronteras de 1967.

La decisión de Israel de atacar Gaza, haciendo gala de su abrumadora capacidad destructiva, ha dinamitado los puentes que estos actores habían conseguido tender y ha disminuido su margen de maniobra. Como es lógico, tras la decisión unilateral de atacar Gaza, han aumentado las precauciones de quienes en estos últimos meses confiaban que Israel estaría dispuesto a avanzar en la resolución del conflicto.

El gobierno israelí está siguiendo una estrategia de acorralamiento y asfixia de Hamas. Con intensidad menor y métodos más benignos, la comunidad internacional había hecho lo mismo tras la victoria de esta facción en las elecciones palestinas de 2006 y, lo que es más grave, en 2007 a pesar de que Hamas aceptó formar un gobierno de unidad nacional. La estrategia de acorralamiento no está dando frutos. Al contrario, situando a Hamas en el punto de mira y en el papel de víctima, se da alas a los sectores más radicales de la organización y se debilita así a los defensores de la paz. Es más, esta crisis, y la atención que naturalmente le está prestando la “calle árabe”, no puede sino poner entre las cuerdas a los gobiernos de la región, temerosos de que sectores radicales utilicen el sufrimiento del pueblo palestino, para poner en tela de juicio la autoridad de los actuales líderes árabes. Tal como afirmaba recientemente un rotativo libanés, con crisis como ésta, los actores no estatales y otros actores regionales como Irán se convierten en referentes de buena parte de la ciudadanía árabe.

En conclusión, con el ataque a Gaza se ha dado vuelta atrás en el intento de lograr una paz duradera en la región y se ha creado para Israel un entorno regional todavía más hostil. Evidentemente, las partes implicadas y la comunidad internacional tienen ahora que volcarse en conseguir una solución a la situación de Gaza. Egipto y Turquía pueden ser de gran ayuda para conseguir un cese de las hostilidades, una tregua e incluso el despliegue de fuerzas sobre el terreno. No obstante, esto sólo podrá dar frutos si cuentan con un claro respaldo de la UE y de los EEUU, si se buscan fórmulas para afrontar la necesidad de incorporar a Hamas en el proceso de paz y si se produce un cambio de actitud por parte de Israel. Sin esas condiciones, es poco razonable esperar que los gobiernos egipcio y turco derrochen esfuerzos diplomáticos y que, con el tiempo, pueda avanzarse en la línea del Plan de Paz árabe.

Eduard Soler i Lecha
Coordinador del Programa Mediterráneo y Oriente Medio de la Fundación CIDOB.