Campaña militar israelí en Gaza y campaña electoral en Israel. ¿Dos campañas en una?

Opinion CIDOB 22
Data de publicació: 01/2009
Autor:
Daniel Shenhar
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Daniel Shenhar
Investigador asociado, Fundación CIDOB

13 de enero de 2009 / Opinión CIDOB, n.º 22

Las elecciones parlamentarias en Israel están previstas para el próximo 10 de febrero. El viernes 26 de diciembre, un mes y medio antes de las elecciones, los pronósticos sobre el resultado de la inminente campaña electoral llenaban las páginas de los periódicos. Todos los análisis apuntaban a un mismo pronóstico –el líder del Likud, Benjamin Netanyahu, estaba preparado para ganar las elecciones. Su partido llevaba una clara ventaja en los sondeos y, junto con una serie de miembros nacionalistas y religiosos, formaría con facilidad una coalición de derecha en el Knesset emergente. Los principales partidos de la coalición gobernante se encontraban en una situación desesperada. El Kadima, liderado por la ministra de Exteriores Tzipi Livni y por el actual primer ministro Ehud Olmert, se estaba quedando atrás en las encuestas, debilitándose día a día. El Partido Laborista, en otro tiempo protagonista absoluto de la política israelí, estaba abocado a ser irrelevante. La actuación de Ehud Barak, líder laborista y ministro de Defensa, estaba obteniendo pésimas valoraciones. Aparentemente la suerte estaba echada.

Después de casi tres semanas y 900 palestinos muertos, el panorama político ha dado un giro de 360 grados. Benjamin Netanyahu ha desaparecido casi por completo de los medios, cediendo la arena política, como es natural en tales circunstancias de “emergencia nacional”, a los líderes de la coalición –Olmert, Barak y Livni. La campaña electoral del Likud, en pleno apogeo antes de la operación militar en Gaza, se ha paralizado totalmente, puesto que, en Israel, nada hay más importante frente al “enemigo árabe” que la unidad nacional. Y, aunque teóricamente todos los otros partidos también han interrumpido sus campañas, no es difícil imaginar cuántos puntos habrán ganado Barak y Livni mientras se dejaban ver junto a la plana mayor del Ejército, tomando decisiones sobre el uso de una fuerza militar aún mayor para aplastar a Hamas, o en directo en televisión y en el momento de máxima audiencia, comentando la gravedad de la situación nacional.

Las consecuencias del giro que han tomado los acontecimientos son claramente visibles en las últimas encuestas de opinión. El Likud ha caído en picado, pasando de los 36 MK (miembros del Knesset) esperados a unos 30 aproximadamente. El Kadima mejoraría ligeramente, y el Partido Laborista, al que se consideraba políticamente muerto hace tan sólo dos semanas, remontaría de forma meteórica, pasando de 8 a 16 MK. Tales cambios han provocado un panorama electoral más abierto que nunca, que ha acabado en un empate entre los partidos del ala derecha y del ala izquierda, es decir un pronóstico de 60 a 60 MK.

Se requiere una importante dosis de cinismo para afirmar que toda la campaña militar llevada a cabo en Gaza, con la matanza y destrucción que ha dejado a su paso, estaba planeada por los líderes de la coalición gobernante con el fin de mejorar su situación antes de las elecciones ¿O tal vez deberíamos ser cínicos? Puede que sea apropiada una saludable dosis de escepticismo, teniendo en cuenta el cambio radical que se ha producido en los sondeos en un período de tiempo tan corto. Además, nadie predijo esos cambios antes de que empezara la operación militar.

En primer lugar, para el líder del Partido Laborista, frío, calculador y muy inteligente, esta situación no representa más que ventajas. Su posición y la de su partido en las encuestas no podían ser peores. Por desgracia –desde el punto de vista de un espectador de Europa Occidental– en la sociedad israelí se valora mucho más ser un valeroso comandante del Ejército que un activista a favor de los derechos humanos. Ehud Barak, que hace apenas un mes era totalmente contrario a cualquier intensificación militar en Gaza, cambió de idea de forma repentina, y, dada la situación referida anteriormente, y el talento de Barak para el pensamiento estratégico, este hecho no debería sorprendernos demasiado. ¿Acaso la situación militar sobre el terreno ha cambiado tan drásticamente en tan sólo un par de semanas? ¿Era absolutamente necesaria esta operación militar en Gaza en este preciso momento, y no, por ejemplo, hace seis meses, o dentro de seis meses? Lo que es evidente es que el contexto de esta operación en Gaza está sumamente politizado, con las elecciones muy cerca y el Partido Laborista en una situación catastrófica. Observando los resultados de los sondeos de opinión, parece que incluso el análisis más inocente puede despertar serias dudas sobre la existencia de motivos estrictamente militares detrás de la operación de Gaza.

Respecto a Livni, aunque como ministra de Asuntos Exteriores está menos relacionada con la campaña militar, forma parte de “los Tres”, un grupo formado por la ministra, Barak y Olmert, que últimamente toman juntos todas las decisiones. Como parte de las recomendaciones del informe Winograd referente a la Segunda Guerra del Líbano, se otorgó a la ministra de Exteriores un papel más relevante en la toma de decisiones. Así, después de casi desaparecer de los medios antes de la campaña militar, Livni se ha convertido de nuevo en una estrella, iluminada, una vez más, por los focos mediáticos. No está nada mal para una aspirante, a menos de un mes de las elecciones, y con su rival principal desapareciendo en la distancia.

¿Y Olmert? ¿Qué gana él con esta devastación? Pronto abandonará el cargo, para dirigir un gobierno provisional, al que no le preocupan los resultados de las elecciones. Pero, como cualquier líder político, a Olmert le preocupa el legado que dejará después de abandonar la escena pública. A nadie le gustaría ser recordado como un político corrupto, forzado a dimitir tras ser acribillado a acusaciones como malversación de fondos públicos y privados, quien además condujo a Israel hacia una de las campañas militares más funestas de su historia, la Segunda Guerra del Líbano. Qué mejor forma de despedirse del cargo (y dejar de este modo la puerta abierta para un futuro regreso) que guiar a Israel hacia una operación militar victoriosa, venciendo a un enemigo tan odiado como Hamas. Los sondeos demuestran claramente que tal es el caso de Olmert. Incluso su imagen pública, que era pésima, ha experimentado un giro positivo.

Esta es la enfermedad de los políticos israelíes, de la sociedad israelí. Nada como una buena operación militar para cambiar la imagen pública de un político. No es la primera vez que ocurre algo así (de ahí que hablemos de enfermedad). La cuestión que un ciudadano israelí preocupado y responsable debería plantearse es si esto va a cambiar algún día.

Daniel Shenhar
Investigador asociado, Fundación CIDOB