La guerra contra la desinformación: cómo combatir a un enemigo que siempre lleva ventaja
La velocidad con la que la desinformación se expande y encuentra nuevos recovecos desde donde susurrar al oído de un público cada vez mayor ha adquirido la categoría de desafío global. Su uso como herramienta de fragmentación política preocupa a Gobiernos de todas las latitudes. Y aunque las respuestas son muy diferentes —unos prefieren regular con leyes y otros dejarlo en manos del sector privado—, la mayoría intenta combatir un fenómeno que se reinventa cada día y que aspira, en última instancia, a comprometer la estabilidad política, económica y social del país o institución a los que sitúa en su diana. “La desinformación es un reto geoestratégico que demuestra que la tecnología avanza mucho más rápido que la capacidad de afrontar estos cambios”, explica Carme Colomina, experta en desinformación y políticas globales e investigadora de CIDOB.