Zhu Rongji
Primer ministro (1998-2003)
Miembro de una familia de terratenientes de Hunan venidos a menos y con inclinaciones culturales, la muerte del padre antes de nacer él dejó a la madre en una situación económica aún más precaria. Ésta falleció también poco después y el niño quedó al cuidado de un tío, que consiguió inscribirle en la 1ª Escuela Media Provincial en la capital provincial, Changsha. Allí había estudiado el líder comunista Mao Zedong, a la sazón paisano de Hunan y que por entonces mantenía una tregua táctica con el Gobierno del Kuo-Min Tang presidido por Chiang Kai-shek para combatir conjuntamente al ocupante japonés. La propia Changsha padeció los estragos de la guerra, siendo dos veces ocupada por los nipones y otras tantas liberada por los chinos. Tras la rendición japonesa en 1945 la guerra civil entre comunistas y nacionalistas se reanudó. Zhu ingresó con una beca en la reputada Universidad Qinghua de Beijing, todavía bajo control de los nacionalistas de Chiang, y allí presidió el consejo de estudiantes y participó en actividades agitadoras de signo izquierdista. En octubre de 1949, nada más obtener Mao la victoria total y proclamar la República Popular, se dio de alta en el Partido Comunista de China (PCC) y en 1951 terminó sus estudios con una licenciatura en Ingeniería Eléctrica.
Zhu inició una prometedora carrera en el aparato burocrático del Estado, primero como subdirector de producción en la División de Planificación del Departamento Industrial del Nordeste, y luego, desde 1952, en la Comisión de Planificación Estatal (CPE), donde integró el elenco de tecnócratas que ejecutaron el I Plan Quinquenal (1953-1957), sirviendo sucesivamente en las oficinas de Combustibles y Energía, Asuntos Generales e Industria Mecánica. En 1958 era responsable adjunto de oficina y jefe del gabinete en la Dirección de la CPE cuando unas críticas suyas a la "irracional" política agrícola de Mao, vertidas al socaire de la efímera libertad de expresión que aquel había azuzado ambiguamente a raíz del famoso Discurso de las Cien Flores el año anterior, le aparejaron desde la dirección del partido la fatal acusación de "derechista". Como otros muchos purgados aquel año, Zhu fue destituido de sus cargos y recluido en un campo de trabajo y reeducación política.
La abrupta degradación de Zhu se enmarcó en una fuerte disputa en la cúpula del partido sobre las fórmulas de obtener los excedentes agrícolas necesarios para poner en marcha la industrialización del país. Mao y sus leales voluntaristas insistían en anteponer principios políticos y revolucionar las estructuras sociales atrasadas sin esperar a adquirir un nivel de mecanización del agro, recurriendo para ello a la movilización del campesinado en torno a grandes obras públicas y su asignación en cooperativas agrícolas. Por el contrario, un ala conservadora encabezada por Liu Shaoqi y Deng Xiaoping predicaba la reforma del campo con criterios eminentemente económicos, dando prelación sobre los aspectos sociales de la colectivización a la mecanización y las técnicas de producción científicas con el concurso de los estímulos materiales y los mercados libres.
La proscripción de Zhu duró hasta 1962, cuando la hecatombe humana que supuso el Gran Salto Adelante impulsado por Mao reforzó la posición del grupo de Liu (convertido a la sazón en presidente de la República), que se sintió vindicado, y se realizaron algunas rehabilitaciones. Zhu se reintegró en el servicio público, pero en puestos de baja cualificación en comparación con la trayectoria anterior. Primero trabajó de profesor en una escuela de instrucción de cuadros del partido y luego fungió de ingeniero agregado a la Oficina de Economía Nacional de la CPE. En vida de Mao, Zhu nunca recuperó la plena confianza de los mandos más ideologizados del partido y estuvo siempre expuesto a la defenestración y el oprobio. En 1969, en el clímax de la Revolución Cultural lanzada por Mao para deshacerse definitivamente de los elementos hostiles a sus planteamientos más izquierdistas, Zhu fue apartado de la CPE y al año siguiente fue denunciado como reaccionario. El segundo ostracismo repitió las pautas del primero y Zhu pasó cinco años en el preceptivo campo de reeducación política y de trabajo agrícola.
En 1975 la temporal restitución (hasta que se hizo con las riendas del país la ultraizquierdista Banda de los Cuatro, en vísperas del deceso de Mao) de Deng, víctima señera de la Revolución Cultural, en la dirección del partido y el Estado a instancias de su protector, el primer ministro Zhou Enlai, arrastró a una cohorte de cuadros represaliados entre los que figuró Zhu. Él fue nombrado ingeniero jefe adjunto en una compañía de suministro energético administrada por la Oficina de Construcción de Oleoductos del Ministerio de Industria Petrolera, y después director del Instituto de Economía Industrial que dependía de la Academia China de Ciencias Sociales, un cargo de naturaleza académica.
Sólo con el definitivo encumbramiento de Deng en la cima del poder en 1978 y el inicio de la histórica etapa de reformas económicas Zhu fue recuperado para la alta gestión del Estado. Considerado uno de los tecnócratas del círculo del Pequeño Timonel, Zhu empezó a servir de enlace entre el primer ministro Zhao Ziyang, un adalid de las reformas especialmente posibilista, y Deng para rendir cuentas del progreso de las transformaciones económicas. Impresionado por el dominio en la materia de su informante y asesor, Deng dispuso para Zhu un rosario de promociones técnicas y políticas. En 1979 fue incorporado a la Comisión Económica Estatal (CEE), donde desempeñó sucesivamente los cometidos de jefe de división en la Oficina de Combustibles y Energía Industrial, director de la Oficina de Coordinación Multisectorial, director de la Oficina de Reconversión Tecnológica y, en 1983, vicepresidente de la propia CEE. Permaneció en este último puesto, de carácter anónimo para el público, hasta noviembre de 1987, cuando el XIII Congreso del PCC le eligió miembro suplente del Comité Central y secretario adjunto del Comité del partido en Shanghai. En 1988 sustituyó como alcalde de la populosa urbe costera a otro tecnócrata experimentado, Jiang Zemin, asimismo del círculo de favoritos de Deng.
La labor como edil de Zhu, compaginada con el decanato de su alma máter de Qinghua y, desde 1989, con la propia secretaría del Comité municipal del partido, se consideró continuadora de la realizada por Jiang, reservado por Deng para la Secretaría General del partido. Zhu dirigió el fenomenal desarrollo urbanístico de Shanghai según los parámetros de las modernas megápolis de Japón o el Sudeste Asiático, reflejando fielmente las descomunales transformaciones que experimentaba el país, negoció el desembarco de empresas e inversiones extranjeras y lanzó una campaña contra la corrupción galopante, una de las consecuencias indeseadas de la liberalización económica y el estímulo del enriquecimiento privado. Este doble perfil de entusiasta de las reformas y de gestor honesto le aparejó al sobrio Zhu tanto la popularidad entre el ciudadano de a pie, que ya nunca le abandonaría, como la estima de los jerarcas del partido más identificados con el denguismo.
El anciano dirigente supremo apreció mucho la habilidad de Zhu para lidiar con las manifestaciones populares que recorrieron Shanghai, la ciudad más occidentalizada del país y baluarte de las tendencias liberales, en la primavera de 1989, cuando en Beijing la situación se desbordó. Las agitaciones callejeras demandando libertades y la abolición de los privilegios de la casta dirigente continuaron hasta que el Ejército aplastó a sangre y fuego la movilización pekinesa, pero en Shanghai las fuerzas de seguridad no intervinieron. Este cauce de tolerancia brindado por Zhu no significaba, empero, simpatía por la causa de los estudiantes (de la que sí dio indicios Zhao Ziyang con su disposición dialogante, lo que pagó con su fulminante destitución el 24 de junio); antes bien, a Zhu se le tenía por un convencido partidario del monopolio dictatorial del partido, incompatible con cualquier demanda de aperturismo político. Esta doble condición de Zhu, a la vez pragmático en las cuestiones económicas que ortodoxo en todo lo demás, la granjeó los parabienes también de Chen Yun, uno de los provectos ocho inmortales del PCC, superviviente del primer Buró Político de los años cuarenta y últimamente uno de los más destacados dirigentes de la línea dura hostiles a la línea denguista.
El cambio de década marcó el salto de Zhu a la cúpula del poder político. El 8 de abril de 1991 fue promovido a viceprimer ministro para la economía y segunda persona del Consejo de Estado o Gobierno, sirviendo a las órdenes del ultraconservador e internacionalmente vituperado Li Peng. Y en el XIV Congreso del partido celebrado del 12 al 18 de octubre de 1992 protagonizó lo que los medios denominaron entonces un "triple salto", francamente inusitado por obviar la progresión habitual de ascensos: fue elegido de una vez miembro del Comité Central, del más restringido Buró Político y de su Comité Permanente, el sanctasanctórum del partido al que sólo pertenecían siete personas. Zhu figuró como el número cinco de esta suprema instancia del poder, tras el secretario general Jiang Zemin, el primer ministro Li Peng, el presidente de la Asamblea Popular Nacional (APN), Qiao Shi, y el presidente de la Conferencia Consultiva Política Popular, Li Ruihuan.
A partir de entonces, el dinámico y eficiente Zhu, al que alguna vez se iba a comparar con Ludwig Erhard, el padre del milagro económico alemán de posguerra, concentró las principales responsabilidades del programa de reformas en sus distintas facetas económicas, financieras y comerciales. También director de la Oficina de Producción del Estado y de la Oficina de Economía y Comercio (que englobó a la anterior) hasta 1992, así como gobernador del Banco Popular (banco central) de China de 1993 a 1995, Zhu ejecutó el vasto programa de apertura y liberalizaciones económicas de conformidad con el pensamiento de Deng y formuló los mecanismos de estabilización para contrarrestar los efectos negativos de los cambios. En 1994 se convirtió asimismo en director del Instituto de Gestión Económica de la Universidad Qinghua.
A Zhu se debieron las medidas de austeridad antiinflacionarias, fundamentalmente la restricción de la masa monetaria en circulación y la supresión de programas y oficinas gubernamentales, para enfriar una economía recalentada. La inflación fue domeñada, pero el otro efecto fue que a partir de 1993 se ralentizaron las desaforadas tasas de crecimiento anual, superiores al 10% del PIB, las cuales fueron posibles por la flexibilización de las líneas de crédito del Estado y la expansión de las transacciones con el exterior, que habían recuperado el brío anterior a la cesura de 1989 por causa de la matanza de Tiananmen. De igual manera, su política monetaria de mantener sobrevalorado el yuán con respecto al dólar mantuvo a raya el índice de precios desde 1997.
Este último período coincidió con la gran crisis financiera asiática, de la que China salió bastante airosa al no resentirse en exceso ni las exportaciones ni las inversiones directas, y eso a pesar de que dos clientes al tiempo que proveedores de primer orden, Japón y Corea del Sur, se situaron en el centro del huracán, mientras se estimulaba, con resultado más bien discreto, la aún atrofiada demanda interna. Como consecuencia del mantenimiento de las ventas al exterior sobre la base de una divisa fuerte y estable se registró un aumento espectacular de las reservas de divisas del Banco Popular.
Con Li Peng cada vez más identificado con el poder puramente político en tanto que número dos de partido, su sustitución el 17 de marzo de 1998 en la jefatura del Consejo de Estado por quien ya era llamado el Zar económico de China (un remoquete que a Zhu no le gustaba que le endilgaran, aunque menos que el más dudoso de Gorbachov chino) transcurrió con la normalidad de las mudanzas pactadas desde hacía tiempo. Aquel día, el primer plenario de sesiones de la IX APN, asumiendo las previsiones del XV Congreso del PCC celebrado del 12 al 18 de septiembre de 1997 y en el que él ascendió a número tres de la cúpula gracias a la jubilación de Qiao Shi, eligió primer ministro a Zhu con 2.890 votos a favor, 29 en contra y 31 abstenciones, esto es, con el apoyo del 97,9% de los diputados.
La tarea central del plan prefijado por Zhu, que alineó un Ejecutivo recortado de 40 a 29 ministerios (22 de cuyos titulares eran nuevos rostros) y equilibrado con cuotas representativas de las distintas facciones y camarillas del partido, iba a ser, de acuerdo con lo dispuesto en el XV Congreso, la reconversión del ineficiente sector público y la reorientación de las ayudas financieras del Estado. La empresa era especialmente delicada por las conmociones sociales que pudieran desencadenar los despidos de millones de trabajadores de los grandes centros fabriles obsoletos y los recortes no menos masivos en el aparato burocrático y la administración territorial, donde habían medrado innúmeros reinos de taifas y ligas corporativas de poder.
Sobre este punto, se hizo constar que, a diferencia de otros jerarcas y de Jiang en particular, Zhu carecía de una base de poder nacional, de ligazones visibles con protectores de la vieja guardia del partido (Chen falleció en abril de 1995 y Deng en febrero de 1997) o con un círculo de protegidos a la antigua usanza. No obstante la popularidad conservada en el poder legislativo, existía constancia de fuertes animosidades en su contra en determinados círculos del partido, tanto en el centro como en las provincias, que se sintieron atacados por el desmantelamiento de subsidios y privilegios improductivos. Así, trascendió que poco antes de su último ascenso en 1998 varias tumbas de familiares suyos en Hunan habían aparecido profanadas, una manifestación de hostilidad asombrosamente sañuda contra tan alto preboste del régimen.
Zhu y Jiang se presentaron ante el mundo como un dúo bien compenetrado, trabajando, cada uno en su terreno, dentro del sistema colegial que de hecho funciona en el núcleo del poder del partido-Estado para la formulación de metas y la ejecución de decisiones. Pero se ubicaban en camarillas bien diferenciadas: el denominado grupo de Shanghai que encabezaba Jiang, donde sí eran más visibles los compadreos y demás actitudes propias de los clanes tradicionales del partido, y el grupo de tecnócratas leales a Zhu, buenos conocedores de la cultura occidental y familiarizados con las nuevas tecnologías, pero que sin embargo no se articulaban como facción con peso político. En un tercer vértice aparecía Li Peng, confirmado como número dos del Buró Político por el XV Congreso y situado ahora al frente del Comité Permanente de la APN.
Para los agentes extranjeros (han sido legión los diplomáticos y hombres de negocios que se han referido a él en términos admirativos y elogiosos) y para el general de los ciudadanos chinos de a pie, Zhu debía su posición señera fundamentalmente a sus talentos y méritos personales, sin menoscabo de que su ascenso a la cúpula hubiese sido auspiciado por Deng. Zhu tenía fama de ser un jefe rígido e implacable a la hora de sancionar y despedir a aquellos oficiales del Estado que no ejecutaban diligentemente unas directrices que no daban lugar a confusión. También encabezó las proclamas oficiales de combatir sin cuartel la criminalidad y la corrupción, fenómenos que en los años noventa alcanzaron unas cotas de gigantismo parejas a las de las mutaciones económicas.
A lo largo de su mandato como primer ministro algunos comentaristas foráneos apuntaron que la posición de Zhu era potencialmente vulnerable, ya que si el Estado no conseguía reubicar en el sector privado a los millones de nuevos parados, a la par que el crecimiento se sostenía en torno al 7 u 8% del PIB y la inflación por debajo del 3%, y en tal caso la agitación social alcanzaba unos niveles inaceptablemente altos, podría correr las suertes de los secretarios generales Hu Yaobang en 1987 y Zhao Ziyang en 1989: la salida del cargo y, quizá, la caída en desgracia. No fue el caso, ya que aquellas previsiones macroeconómicas fueron satisfechas, y si bien fue cierto que el paro, el desarraigo rural, las movilizaciones obreras, la corrupción, el crimen organizado y todo tipo de dinámicas incontroladas asociadas a la imparable introducción en China del modelo capitalista, o la "economía socialista de mercado", según reza el eufemismo oficial acuñado por el difunto Deng, conocieron niveles abrumadores en todo el quinquenio, la principal obsesión de las autoridades, cual ha sido el orden público en las ciudades, fue esencialmente salvaguardado durante el Gobierno de Zhu.
Ello fue posible gracias al adormecimiento contestatario de una población preocupada sobre todo de su bienestar material y, claro está, gracias a la implacable vigilancia de un Estado totalitario que reprime sin contemplaciones cualquier veleidad política no autorizada. Tal fue así que la mayor preocupación del Ministerio de Seguridad Pública en este período vino de las andanzas de la secta mística Falun Gong, por su habilidad para captar prosélitos en una época de traumas y mudanza emocionales, y por su perfil subversivo desde el momento en que sus miembros no reconocen otra autoridad quela de sus dirigentes.
Por lo demás, en 2000, pasado lo peor de las turbulencias financieras y monetarias en todo Extremo Oriente (persistía, empero, la recesión japonesa), la economía china recuperó ímpetu y la tasa anual marcó el 8%. Éste fue, no obstante, un crecimiento fuertemente desequilibrado, por aportarlo fundamentalmente las prósperas ciudades de la costa, verdaderos emporios del capitalismo que ya sólo se diferencian de la recuperada Hong Kong en el volumen de los negocios. La enmienda constitucional aprobada por la APN el 15 de marzo de 1999 otorgó cobertura legal a la transformación de las empresas estatales, considerada el último paso decisivo para la adopción de un capitalismo a todos los efectos. Al elevar el sector privado al rango de "componente importante" de la economía socialista de mercado (una primera revisión en 1988 reconoció su existencia, pero como complemento del sector estatal), el denguismo pasó a tener la misma relevancia constitucional que el marxismo-leninismo y el pensamiento Mao Zedong.
Bajo la batuta de Zhu salieron adelante un buen número de modernizaciones destinadas a acercar el milenario país asiático a los estándares occidentales en la fiscalidad (gravamen del consumo, las actividades empresariales y las rentas de todos los trabajadores), el crédito bancario y la regulación normativa de las actividades económicas, así como a la captación de recursos de know-how. Todo ello debía allanar el camino para el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC). En este sentido, mayo de 2000 fue un mes decisivo, ya que el día 19 se suscribió en Ginebra un preacuerdo y el 24 la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó su concreción a corto plazo. La costosa batalla por la entrada en la OMC hizo algunas mellas en el prestigio de Zhu en el primer semestre de 1999, cuando las conversaciones con la potencia americana no avanzaron por la senda deseada por Beijing. El esperadísimo acontecimiento tuvo lugar finalmente el 10 de noviembre de 2001 durante la IV Conferencia de Ministros de la organización, en Qatar.
Realizada la empresa negociadora internacional, para el sucesor o sucesores de Zhu quedaba el grueso de la segunda parte de esta trascendental mudanza, esta vez de directas repercusiones domésticas: la obligada apertura de los mercados internos con la remoción de barreras arancelarias y subsidios sectoriales para cumplir los compromisos de la OMC, y de paso tomar parte hacia 2010 en las respectivas áreas de libre comercio de la Cooperación Económica de Asia-Pacífico (APEC), de la que China es miembro pleno, y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), a la que está vinculada en calidad de socia en los diálogos comercial y de seguridad.
Zhu hizo su debut internacional en el II Encuentro en la cumbre Asia-Unión Europea (ASEM) celebrado en Londres en abril de 1998 y desde entonces realizó numerosas visitas con una agenda eminentemente comercial. Entre ellas se citan las cursadas a Francia en abril de 1998, a Rusia en febrero de 1999, a Estados Unidos y Canadá en abril de 1999 y a Alemania en junio de 2000. En noviembre de 1999 realizó una gira por países del sudeste asiático y participó en Manila en la III Cumbre informal de la ASEAN, donde aprovechó para celebrar un histórico encuentro tripartito con el primer ministro japonés Keizo Obuchi y el presidente surcoreano Kim Dae Jung. El 14 de enero de 2002 sostuvo en Nueva Delhi una reunión con el primer ministro indio Atal Bihari Vajpayee.
Tal como se estaba previsto, Zhu se dio de baja del Comité Permanente, el Buró Político y el Comité Central en el XVI Congreso del PCC, celebrado del 8 al 14 de noviembre de 2002 y que, además de aprobar importantes novedades en la doctrina del partido, eligió al designado por Jiang para sustituirle en la Secretaría General, Hu Jintao, miembro del Comité Permanente, vicepresidente de la República y un reformista de trayectoria burocrática. Junto con Zhu se jubilaron todos los miembros del Comité Permanente, a excepción dicha de Hu Jintao: Jiang —quien, sin embargo, se aseguró una considerable cuota de poder como presidente de las comisiones militares del partido y el Estado—, Li Peng, Li Ruihuan, Wei Jianxing y Li Lanqing. Los medios internacionales especularon con que el todavía primer ministro fue el único jerarca que no se resistió a un rejuvenecimiento de la cúpula que estaba pactada pero que experimentó un retraso de calendario debido a los intentos de Jiang de asegurar la introducción de sus tesis doctrinales del post-denguismo en los estatutos del partido y de colocar a su cohorte de favoritos en el nuevo Comité Permanente.
Las pretensiones de Zhu se limitaron a situar a su protegido y delfín económico, el viceprimer ministro Wen Jiabao, en el puesto tercero de la jerarquía que él desocupaba. Zhu fungió como primer ministro hasta marzo de 2003, cuando el primer plenario de la X APN aprobó ritualmente las renovaciones en los principales puestos del Estado ya decididas por la cúpula del partido. La coyuntura macroeconómica del momento podía calificarse nuevamente de asombrosa, pues China mantiene unas altas tasas de crecimiento interno y de inversión foránea directa, a contracorriente de la deceleración mundial en ambas magnitudes. En el quinquenio 1998-2003 el PIB chino ha crecido a un ritmo anual del 7,7%.
El 16 de marzo, al día siguiente de sustituir Hu Jintao a Jiang Zemin en la Presidencia de la República y Wu Bangguo, nuevo número dos del régimen, a Li Peng en la presidencia del Parlamento, Wen Jiabao hizo lo propio con su mentor en la jefatura del Gobierno. En la hora de su despedida, el habitualmente pétreo Zhu goza, según todas las impresiones, de un respeto entre la población china que no puede emular cualquier otro dirigente de las generaciones saliente o entrante, debido a su poco interés en las intrigas de poder, su imagen de honestidad, su indiscutible maestría económica y su discurso articulado. Y eso, a pesar de que sus políticas reformistas estructurales y fiscales han tenido millones de damnificados directos y han irritado a un número superior de nuevos tributarios del Estado, y de que deja intactos problemas tan abrumadores como el creciente foso que separa a los campesinos pobres del interior rural y los habitantes urbanizados de la costa, a cuyas ciudades arriban todos los días miles de los primeros en busca de una oportunidad. Precisamente, en su discurso de despedida Zhu destacó que la tarea más perentoria del Gobierno en los próximos años va a ser llevar la prosperidad y las oportunidades económicas que brinda el sector privado también al inmenso campo chino.
(Cobertura informativa hasta 1/4/2003)