Vladimír Spidla

Diplomado en 1976 en Historia y Prehistoria por la Facultad de Filosofía de la Universidad Karlova de Praga, desempeñó diversos trabajos no cualificados, como tramoyista en los teatros de la capital y operario en una factoría maderera, antes de conseguir un empleo en la administración pública, el de oficinista en el Departamento de Cultura del Comité del Distrito Nacional de Jindrichuv Hradec. Su no pertenencia al Partido Comunista de Checoslovaquia (KSC) en el poder le privó de ascender en la escala burocrática. Terminó retornando a la precariedad profesional y hasta el final del régimen comunista se ganó la vida como obrero industrial y como auxiliar en el museo de arqueología de Jindrichuv Hradec, pequeña ciudad de la región de Bohemia del Sur.

Spidla se embarcó en la actividad política en vísperas de la Revolución de Terciopelo, el vasto movimiento popular que en noviembre y diciembre de 1989 terminó con el monopolio del poder del KSC y puso las riendas del país en manos de las fuerzas democráticas. Ayudó a establecer en Bohemia del Sur el Foro Cívico, la plataforma de grupos de oposición en los países checos cuyo liderazgo fue asumido por el célebre dramaturgo y disidente Václav Havel, y antes de terminar el año figuró entre los artífices regionales del Partido Social Demócrata Checoslovaco (CSSD, luego Partido Social Demócrata Checo). Histórica formación de izquierda que en 1948, teniendo de líder a Zdenek Fierlinger, primer ministro checoslovaco en la primera posguerra, había sido obligada a fusionarse con el KSC, el CSSD celebró el 24 y el 25 marzo de 1990 un congreso de reorganización en el que a Jirí Horák, veterano resistente anticomunista en el exilio, fue elegido presidente.

A raíz de las elecciones municipales de noviembre de 1990, que extendieron a este nivel de la representación popular el desalojo del antiguo aparato del KSC comenzado en junio con las elecciones a la Asamblea Federal checoslovaca y a los consejos nacionales republicanos, Spidla se convirtió en vicepresidente del Comité del Distrito Nacional de Jindrichuv Hradec con responsabilidad sobre las oficinas de Educación, Sanidad y Protección Social. Entre 1991 y 1996, cubriendo el período de disolución pactada de la federación y la proclamación (1 de enero de 1993) de los estados independientes checo y eslovaco, sirvió como director de la Oficina Laboral del distrito. En 1992 accedió al Presidium del CSSD, máximo órgano ejecutivo del partido.

En sus seis primeros años de andadura como partido independiente, el CSSD fue una formación menor que estuvo marginada de los sucesivos gobiernos de coalición formados tanto en la federación checoslovaca como en la República Checa, controlados invariablemente por coaliciones de centroderecha. Pero en las elecciones legislativas de mayo y junio de 1996, que otorgaron a Spidla su primera acta de diputado, el CSSD descabalgó al sucesor directo del KSC, el Bloque Comunista de Bohemia y Moravia (KSCM), como la primera fuerza de la izquierda y de la oposición al Partido Cívico Democrático (ODS) en el poder. Tras este éxito, Spidla cesó en sus funciones municipales y se ciñó a las propias de la Cámara de Representantes del Parlamento y de la organización interna del partido, en el cual desempeñó sucesivamente la portavocía en asuntos laborales y sociales, la presidencia de la sección de Bohemia del Sur y, desde marzo de 1997, una de las vicepresidencias nacionales.

El CSSD ganó por mayoría simple las elecciones generales del 19 y el 20 de junio de 1998, anticipadas por la desintegración del Gobierno del ODS que presidía el derechista Václav Klaus; el 17 de julio siguiente, luego de adoptar un polémico pacto de gobernabilidad con Klaus, el presidente del partido desde 1993, Milos Zeman, fue nombrado primer ministro por el presidente Havel. El 22 de julio Zeman presentó su gabinete monocolor, en el que Spidla, que había sido reelegido en la Cámara, se destacó al frente de una de las vicepresidencias y del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Su misión, poner coto al desempleo, espoleado por la recesión económica, y reparar los graves desgarrones que las políticas neoliberales de Klaus habían producido en el tejido social.

En abril de 1999, cuando su trabajo gubernamental aguardaba la producción de resultados y el Gobierno en su conjunto afrontaba un prematuro desgaste por los escándalos de corrupción, Spidla fue reelegido "vicepresidente estatutario" (en la práctica, un vicepresidente primero) del CSSD y se confirmó como el delfín de Zeman para reemplazarle al frente del partido y el Gobierno, en el primer caso, en el congreso a celebrar en 2001 y en el segundo, cuando terminara la legislatura en 2002. En diciembre de 1999 Spidla se hizo cargo temporalmente de la cartera de Sanidad, abandonada por el titular Ivan David tras recibir fuertes críticas por su gestión.

El camino de Spidla hacia la sucesión de Zeman en la presidencia del Comité Ejecutivo Central del partido se aclaró en diciembre de 2000 con la autodescalificación para el puesto del ministro del Interior, Stanislav Gross, joven estrella en alza de la socialdemocracia checa y cabeza de un sector crítico con las políticas y el estilo del primer ministro. A su XXX Congreso, en abril de 2001, los socialdemócratas checos llegaron con un espíritu de relativa unidad y escenificaron el pacto entre caballeros apalabrado por Spidla y Gross: el primero, el día 7, fue elegido presidente con el 87% de los votos y el segundo pasó a ocupar el puesto de vicepresidente estatutario.

Spidla representaba el ala izquierda, o más próxima al clasicismo socialdemócrata, del partido. Era un firme partidario del Estado del bienestar y de un modelo de economía de mercado "social y ecológicamente orientada". Político de perfil académico e intelectual, reflexivo, comedido, orador monocorde pero de ideas nítidas, sus principales referentes eran la socialdemocracia escandinava y el socialismo francés de Lionel Jospin, al que evocaba poderosamente, incluso en el aspecto físico.

El nuevo jefe del CSSD diseñó una estrategia electoral de victoria que en principio descartaba la renovación del controvertido pacto de gobernabilidad con el ODS y que en cambio abría las puertas a la colaboración con dos formaciones menos distanciadas desde el punto de vista ideológico, la Unión Cristiana y Democrática-Partido Popular Checoslovaco (KDU-CSL) de Jan Kasal y la Unión de la Libertad (US) de Karel Kühnl. Molesto por este cambio de orientación y por el presupuesto deficitario elaborado por el Gobierno, el ultraliberal jefe del ODS y ex primer ministro se refirió al liderazgo de Spidla en el partido que de momento mantenía los acuerdos parlamentarios con él como un "brusco giro a la izquierda" que jugaba una "carta social falsa" al intentar dotar al país de un dispendioso sistema de protección social. Según Klaus, Spidla estaba coqueteando irresponsablemente con "la demagogia y el populismo".

La oposición conservadora atacó en particular dos propuestas de Spidla: la separación del fondo de pensiones de los presupuestos generales del Estado y el otorgamiento a las familias de una subvención de 50.000 coronas (unos 1.300 euros) por cada hijo recién nacido como fórmula para contrarrestar las preocupantes tendencias demográficas. En verdad, la República Checa, entre los países del mundo con una menor tasa de fecundidad, veía cómo su población envejecía a la vez que disminuía de año en año. Precisamente por ello, el ODS reclamaba una reforma del sistema de pensiones, pero en el sentido contrario: liberando de responsabilidades cobertoras al Estado, reduciendo gastos e incentivando los planes privados de pensiones.

El 8 de septiembre de 2001 Spidla fue proclamado candidato del CSSD a presidir el Gobierno poselectoral. En los comicios del 14 y el 15 de junio de 2002 el CSSD revalidó su condición de primer partido con el 30,2% de los sufragios y 70 de los 200 escaños de la Cámara de Representantes, unos resultados sólo ligeramente inferiores a los cosechados en 1998 y que fueron tanto más meritorios porque apenas dos semanas antes de la cita con las urnas el ODS encabezaba las encuestas. Siguiendo el procedimiento constitucional, el 17 de junio Havel encomendó a Spidla la formación del Gobierno, que el jefe socialdemócrata deseaba fuera de coalición y mayoritario. Zeman habría preferido un gabinete de minoría y monocolor como hasta ahora, si bien aclaró que no iba a interferir en el proceso.

El 9 de julio el CSSD suscribió un acuerdo definitivo sobre el programa de Gobierno con la KDU-CSL, que ahora lideraba Cyril Svoboda, y la Unión de la Libertad-Unión Democrática (US-DEU, nuevo partido surgido en octubre del año anterior de la fusión de ambas formaciones), presidido en funciones por Ivan Pilip. Estas dos fuerzas de centroderecha se habían presentado a los comicios como la Coalición (Koalice) y aportaban 31 diputados suplementarios a Spidla, que alcanzaba así la mínima mayoría absoluta. Se decidió que el CSSD tuviera diez ministerios, la KDU-CSL tres (inclusive Exteriores, para Svoboda) y la US-DEU otros tres. El 12 de julio Spidla fue nombrado formalmente primer ministro por Havel y tres días después el resto del gabinete tomó posesión.

El 7 de agosto el Gobierno ganó la preceptiva votación de confianza en la Cámara exactamente con la exigua mayoría que sumaba el tripartito: 101 votos. Los 98 diputados que votaron en contra fueron los del ODS y el KSCM. El mismo día, el gabinete aprobó el presupuesto para 2003 con una previsión de déficit de 157.000 millones de coronas (algo más de 5.000 millones de dólares), aunque posteriormente fue recortado a los 111.000 millones, con todo, todavía, el mayor en los diez años de historia del Estado checo. Éste fue el presupuesto que pasó el escrutinio parlamentario el 17 de diciembre.

Siguiendo la pauta de Leszek Miller en Polonia y más recientemente Péter Medgyessy en Hungría, con Spidla la República Checa se dotaba de un gobierno socialdemócrata que, salvo una crisis insuperable, iba a ser quien presidiera la entrada del país en la Unión Europea (UE) en 2004. El "huracán legislativo" lanzado por el anterior ejecutivo con el objeto de asimilar el derecho comunitario, reglar el programa de reformas estructurales y cumplir con los abundantes requisitos normativos y de convergencia económica fijados por la UE estaba bastante avanzado, y el nuevo Gobierno tenía la obligación de culminarlo. En diciembre del año en curso debían estar cerrados los 31 capítulos de la negociación multisectorial con Bruselas, de manera que la República Checa pudiera firmar el Tratado de Adhesión a la par que los otros nueve países solicitantes en la primavera de 2003.

Antes de las elecciones, Spidla declaró que la entrada en la UE era indispensable, además de por las razones -en síntesis, la definitiva modernización y el desarrollo pleno de las estructuras socioeconómicas del país- ya asumidas con mayor o menor convicción por todos los partidos parlamentarios salvo el siempre potente KSCM, también porque constituía una salvaguardia frente a la excesiva dependencia económica de Alemania, tendencia, que, según el primer ministro, podría llegar a poner en peligro la soberanía nacional checa. Las disonancias entre Spidla y el Gobierno -socialdemócrata, a la sazón- de Alemania se fundaban sobre todo en la justificación que el mandatario checo había hecho de la expulsión de la casi totalidad de la minoría alemana asentada en la región de los Sudetes tras la Segunda Guerra Mundial, y en el mantenimiento en servicio de la central atómica de Temelin, motivo también de fuertes protestas desde Austria, que era el paradigma del desajuste de las normativas checas con la reglamentación de la UE sobre seguridad nuclear.

Político que calificaba las políticas liberales como "pasadas de moda" en la República Checa y que decía no confiar en el capital privado como el exclusivo responsable de elevar la competitividad y generar riqueza, Spidla se proponía meter la economía nacional por la senda del crecimiento sostenido, por encima del 3% anual. Ponía el acento en la ayuda a la pequeña y la mediana empresa y en las políticas activas de empleo, una asignatura que su labor ministerial había dejado pendiente: si a finales de 1998 el paro afectaba al 7,5% de la población activa, en abril de 2002 la tasa era del 8,8%, si bien era cierto que el signo de la curva era ligeramente descendente si se tomaba como referencia el pico registrado en 1999.

Por lo demás, el pacto con los partidos de la Coalición le comprometía en la elaboración de unos presupuestos de austeridad que redujesen el déficit público, superior al 6% del PIB, y en la culminación de la campaña de privatizaciones en los sectores de las telecomunicaciones y la energía. Las catastróficas inundaciones en el mes de agosto, que obligaron a declarar el estado de emergencia en las regiones afectadas y a evacuar a 200.000 personas -el mayor trasiego humano desde el final de la Segunda Guerra Mundial-, produjeron unas pérdidas materiales tan enormes, cifradas en 90.000 millones de coronas, que el Gobierno, para que no reventara el presupuesto, tuvo que elaborar un paquete fiscal de emergencia, aplicable todo lo más tres ejercicios, que elevaba el tipo de retención máximo en el impuesto sobre la renta y las tasas sobre el alcohol y el tabaco.

El proyecto de ley fue acordado por los tres partidos, pero el 13 de septiembre saltó la sorpresa y los nuevos impuestos fueron rechazados por la Cámara al sumar su voto al de la oposición la diputada y ex presidenta de la US-DEU Hana Marvanová. La primera crisis del Gobierno de Spidla estaba servida, y el primer ministro exigió a la US-DEU que retirara a sus tres ministros y cesara a la parlamentaria rebelde. Tras varios días de forcejeos y confusión, el tripartito declaró superada la crisis merced a un anexo al acuerdo de coalición estipulando que la US-DEU garantizaba a sus dos socios el respaldo de su decena de legisladores a los proyectos de ley so pena de tener que abandonar el Ejecutivo; si se llegaba a ese extremo, el partido de Pilip se comprometía a sostener al Gobierno de minoría desde el Parlamento no votando a favor en una hipotética moción de censura lanzada por la oposición.

Hasta finales de 2002, Spidla y su Gobierno hicieron bien los deberes que se habían propuesto y que, en parte, la UE les había encomendado. Las negociaciones con Bruselas concluyeron positivamente en la fecha prevista, de manera que el 16 de abril de 2003 el primer ministro y el recién elegido presidente de la República, Klaus, asistieron al Consejo Europeo de Atenas para estampar su firma al Tratado de Adhesión. En vísperas del magno evento, Klaus hizo gala de su inveterado euroescepticismo al puntualizar que la presente mudanza era "un matrimonio de conveniencia, no por amor". El tono de Spidla era harto diferente. Así, en diciembre, el primer ministro presentó la integración europea como "un nuevo proyecto de civilización" y como "una contribución original a nuestro continente", la cual iba a ayudar a superar "los nacionalismos estrechos mediante la apertura entre estados".

El 21 y el 22 de noviembre de 2002 Spidla se apuntó un éxito de imagen con motivo del hospedaje en Praga del Consejo Atlántico de la OTAN, reunido al nivel de jefes de Estado y de Gobierno, y de una cumbre del Consejo de Asociación Euro-Atlántico (CAEA). La cita revistió un carácter histórico porque la Alianza dio luz verde al ingreso de siete países de Europa central y oriental que, a diferencia de Chequia, Polonia y Hungría, habían sido descartados para la primera ola de adhesiones en 1999. En la capital checa los aliados decidieron también ejercer la defensa militar contra los ataques de categoría terrorista y presentaron un elenco de medidas, inclusive una Fuerza militar de Respuesta, para lidiar adecuadamente con aquella y otras amenazas a la seguridad de los estados miembros, en el contexto de tensión e incertidumbre posterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.

Por otro lado, a principios de 2003 Spidla entendió que los compromisos de país aliado de Estados Unidos y el Reino Unido impelían al Estado checo a brindar respaldo, político y militar, a la invasión de Irak. Ahora bien, el primer ministro expresó su parecer de que debía tomarse en consideración "la postura general de Europa" ante el conflicto, subrayó que el recurso a la guerra no era la solución óptima y lamentó que no hubiese podido solventarse la crisis por la vía diplomática. Pareció que Spidla había escogido alinearse con el eje anglosajón y no con el eje franco-alemán más por conveniencia que por convicciones. Posiblemente, albergaba el temor a quedarse aislado entre los gobiernos del entorno, con el polaco, por ejemplo, haciendo gala de un cierre de filas total con la potencia norteamericana, y a enajenarse el favor de Washington.

Así que dos días antes de comenzar la guerra, el 18 de marzo, la República Checa apareció entre la treintena de países que aceptaron ser citados por el Departamento de Estado como partidarios de que el régimen de Saddam Hussein fuera desarmado por la fuerza sin más dilación. La falta de sintonía en este tema entre gobernantes y gobernados era muy marcada: de acuerdo con sondeos periodísticos, el 70% de los ciudadanos checos era contrario al inicio de las hostilidades si no lo mandaba expresamente una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. En cuanto al CSSD, existían profundas divisiones al respecto, aunque Spidla aseguró que tenía a la gran mayoría del partido de su parte.

La posición de Spidla ante la cuestión de Irak estaba, según sus propias palabras, "a medio camino" entre las de Estados Unidos y la UE. Pretendidamente era inequívoca, pero el primer ministro no quiso hacer apologética. Todo lo contrario que el presidente Havel. El 30 de enero anterior el jefe del Estado saliente había sido entusiasta cofirmante de un manifiesto de respaldo a la postura belicista de la administración de George W. Bush. El documento fue elaborado por el británico Tony Blair, el español José María Aznar y el italiano Silvio Berlusconi, y aparte de Havel se adhirieron al mismo el portugués José Manuel Durão Barroso, el danés Anders Fogh Rasmussen, el eslovaco Mikulás Dzurinda, el polaco Miller y el húngaro Medgyessy.

Spidla reveló que los promotores de la iniciativa habían acudido primero a él para firmar en nombre de la República Checa, pero que había declinado la invitación porque "nuestra política exterior la determinan las decisiones oficiales (del Gobierno y el Parlamento), no artículos de prensa, aunque vengan firmados por gente influyente". No quedó claro si Havel había actuado por su cuenta o si había consultado previamente al Gobierno. Sea como fuere, después de darse por terminada la fase puramente bélica de la controvertida Operación Libertad Irakí, Praga materializó su respuesta positiva a la petición de aportación de efectivos cursada por Estados Unidos y envió a Irak un hospital de campaña, que hasta entonces venía sirviendo en Afganistán como parte de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF), y una unidad de policías militares.

Un total de 300 soldados en misión "estrictamente humanitaria" y amparada por las resoluciones de la ONU, recalcaba el Gobierno en todo momento, se ubicaron en Basora en el seno de la llamada División Multinacional Sur-Este, constituida el 12 de julio bajo el mando del Ejército británico. Spidla no dejó de insistir en que el Irak de la posguerra debía ser administrado transitoriamente por la ONU, no por las potencias ocupantes. Antes de terminar el año, el contingente checo en Basora quedó reducido a los 90 hombres.

En cuanto a la unidad de 400 soldados especializada en descontaminación nuclear, química y biológica que desde marzo de 2002 se encontraba destacada en Kuwait como parte del operativo antiterrorista Libertad Duradera capitaneado por Estados Unidos, y a la que el Gobierno había autorizado a intervenir en Irak en caso de producirse una agresión con armas de destrucción masiva, fue primero recortada en 250 efectivos, en el mes de mayo, coincidiendo con el despliegue del equipo médico en Irak, y posteriormente enteramente repatriada, tras llegar a la conclusión los mandos checo y estadounidense de que había desaparecido la amenaza de un ataque con armas no convencionales en la región . A modo de compensación, en abril de 2004 fueron despachados a Afganistán una unidad de fuerzas especiales, encuadrada en Libertad Duradera, y un grupo de especialistas, asignado a la ISAF.

A lo largo del bienio en que fungió como primer ministro, Spidla se encontró con que la mayoría de los quebraderos de cabeza políticos no se los daban los socios del Gobierno o las oposiciones derechista y comunista -que también-, sino su propio partido. Ya en diciembre de 2002 estalló un fuerte enfrentamiento con Zeman, al que en buena parte debía su salto al liderazgo del partido y por ende del Gobierno, a raíz de su proclamación en una elección primaria abierta a la militancia socialdemócrata como candidato para el puesto de presidente de la República, que Havel desocupaba en febrero y cuya elección competía al Parlamento.

Zeman estaba seguro de que el presidente no saldría elegido en la primera ronda de votaciones y dejó claro que su postulación era para una eventual segunda ronda; Spidla, sin embargo, consideraba factible proclamar un vencedor sin necesidad de convocar otra sesión electoral, quizá no tanto en la primera y la segunda votaciones, que demandaba sendas mayorías absolutas por separado en las dos cámaras, como en la tercera, donde bastaba la mayoría absoluta considerando el conjunto de los 281 diputados y senadores. Los dos querían frenar al candidato más pujante, Klaus, pero discrepaban sobre la ocasión. La división del Parlamento casi a partes iguales entre oficialismo y oposición alimentaba este tipo de cábalas.

Puesto que Zeman no daba su brazo a torcer, Spidla arrastró al aparato del partido en la designación como candidato a la primera ronda de quien había quedado en segundo lugar en la primaria del CSSD, el ex ministro de Justicia Jaroslav Bures. De paso, arremetió contra su antiguo protector, al que calificó de "símbolo de políticas periclitadas" y cuyo hipotético salto a la Presidencia de la República comparó con un "camino al infierno", provocando, lógicamente, las iras del aludido. Pero el cálculo de Spidla resultó erróneo: el 15 de enero de 2003 Klaus se deshizo a las primeras de cambio del endeble Bures, y quien pasó a disputar con él la segunda votación fue el aspirante de la KDU-CSL, el presidente del Senado Petr Pithart.

Como Zeman había conjeturado, la primera ronda fracasó y hubo de acudirse a una segunda, el 24 de enero. En ésta concurrió Zeman con el visto bueno del Comité Ejecutivo Central del partido, aunque Spidla y los liderazgos de la KDU-CSL y la US-DEU rehusaron cualificarle como el candidato del Gobierno. El primer ministro tampoco firmó en el aval de la candidatura que fue inscrita con el respaldo de 56 diputados y 11 senadores del CSSD. De todas maneras, Zeman corrió la misma suerte de Bures días atrás y perdió contundentemente ante el ex jefe del ODS. Trifulcas intrapartidistas al margen, el desaguisado del CSSD en la elección presidencial saltaba a la vista.

Toda vez que ni Klaus ni la senadora de la Alianza Cívica Democrática (ODA) Jaroslava Moserová, que tenía el apoyo de la KDU-CSL y la US-DEU, alcanzaron las mayorías cualificadas para la proclamación, tocó convocar una tercera sesión electoral. El 2 de febrero expiró el mandato de Havel, produciéndose una vacancia en la jefatura del Estado que pasaron a ocupar en funciones Spidla y el presidente de la Cámara de Representantes, su colega de partido Lubomír Zaorálek. El 28 de febrero Klaus, por fin, se impuso en la tercera votación de la tercera ronda. El damnificado esta vez fue Jan Sokol, ex ministro de Educación y no adscrito a partido alguno, pero que concurría con el parabién del tripartito. Los analistas calcularon que no menos de 19 diputados oficialistas se saltaron la disciplina partidaria y votaron por Klaus, entre ellos, con toda seguridad, varios miembros del grupo socialdemócrata, que habrían expresado así su hostilidad al aparato del partido controlado por Spidla.

Spidla y Zeman se echaron los trastos a la cabeza, culpándose mutuamente del fracaso en las presidenciales. El primero habló de "estrategia equivocada" y afirmó que había sido un error nominar a "un miembro del núcleo duro del partido", y el segundo presentó la actitud refractaria del anterior como un auténtico sabotaje a su aspiración. El intercambio de denuestos arreció cuando Spidla comprendió que existía un movimiento interno instigado por Zeman para removerle al frente del CSSD.

Spidla decidió conjurar su situación de gran debilidad en el partido y el Gobierno, y salió airoso en ambos envites: el 11 de marzo el tripartito ganó por el máximo margen que cabía esperar -101 votos contra 99- una moción de confianza en la Cámara baja. Y el 29 de marzo el XXXI Congreso del CSSD le reeligió presidente por dos años más frente a un único rival, el recién destituido ministro de Industria y Comercio Jirí Rusnok, hombre del círculo de Zeman. 299 delegados votaron por Spidla y 147 por Rusnok. Aparte, los congresistas aprobaron una resolución que declaraba la invasión de Irak ilegal con arreglo al derecho internacional. Preguntado por el sentido de su voto en esta moción, Spidla respondió que se había abstenido.

Spidla se apuntó otra victoria con el resultado positivo del referéndum vinculante del 13 y el 14 de junio sobre el próximo ingreso en la UE. Con una participación del 55,2%, el sí venció con un contundente 77,3% de los votos. La intensa campaña europeísta desarrollada por el Gobierno había conseguido neutralizar los mensajes de escepticismo o de rechazo abierto procedentes del ODS (partido que pedía el voto afirmativo, pero con alguna reserva) y el KSCM. El primer ministro, exultante y dando inusuales muestras de emotividad, valoró el veredicto popular como un acontecimiento de "importancia histórica" que ponía "término definitivo a la Segunda Guerra Mundial" en la República Checa.

La ocasión era de lo más propicia para limar asperezas con Alemania y Austria por la cuestión de las expulsiones de población germana de los Sudetes. En esos dos países -así como, en menor medida, Hungría-, que en conjunto acogieron a tres millones de alemanes étnicos deportados brutalmente de toda Checoslovaquia, el asunto seguía sintiéndose como una herida no cerrada que durante la Guerra Fría había sido asumida como una suerte de castigo colectivo por los padecimientos que la ocupación nazi había causado en Checoslovaquia.

El 29 de junio, en el monasterio austríaco de Göttweig y en presencia del canciller Wolfgang Schüssel, Spidla tuvo para con Austria un gesto de reconciliación sin precedentes al declarar en nombre del Gobierno checo su pesar por aquella consecuencia de los llamados decretos de Benes (por Edvard Benes, el presidente checoslovaco de la posguerra al que los comunistas defenestraron en 1948), pero recalcó que Praga no contemplaba compensar económicamente ni restituir propiedades confiscadas a los antiguos represaliados o sus descendientes. La declaración germano-checa sobre la superación de las diferencias históricas suscrita en 1997 por Klaus, entonces primer ministro, y el canciller Helmut Kohl contenía esa misma lamentación, dirigida a Alemania.

Berlín y Viena insistían en que, ahora que los tres países eran socios comunitarios y toda frontera política y económica había desaparecido entre ellos, no tenían sentido unos decretos que formalmente permanecían en vigor, por lo que pedían su abolición. Spidla no quiso ir más allá del reconocimiento del atropello histórico, pero el nuevo clima permitió al canciller socialdemócrata Gerhard Schröder realizar en septiembre a Praga la visita oficial que había anulado en marzo de 2002 tras oír decir a Zeman que los alemanes de los Sudetes habían sido "la quinta columna de Hitler" en Checoslovaquia.

En julio de 2003 el Gobierno sometió al Parlamento un complejo plan de reforma y estabilización de las finanzas públicas con medidas destinadas a revertir dos tendencias que, salvo algún breve alivio, no habían hecho más que empeorar desde que el CSSD llegó al poder en 1998: la deuda de la administración del Estado, aupada al 29% del PIB, y el desequilibrio presupuestario, que se acercaba al 7% y ensombrecía el objetivo de ingresar en la Unión Económica y Monetaria de la UE en 2009 o 2010. El Ejecutivo se proponía recortar el déficit al 4% del PIB al final de la legislatura. Los precios al consumo, en parte gracias al descenso de la actividad económica, sólo iban a crecer el 0,1% en 2003: tras la registrada por Lituania, fue la tasa de inflación más baja de la UE de 25 miembros aquel año.

La combinación de ahorro en el gasto público, fuerte alivio de la fiscalidad -hasta ahora y con diferencia, la más gravosa de la UE- para los beneficios empresariales, y subidas de algunos tipos del IVA y del impuesto sobre las rentas personales desencadenó reacciones adversas a diestro y siniestro. El ODS, ahora liderado por Mirek Topolánek, acusó a Spidla y su gabinete de dedicarse a poner paños calientes para salir del apuro contable sin comprometerse con una verdadera reforma estructural, que debería empezar por el sistema tributario. El 18 de julio, Klaus, haciendo uso de su prerrogativa presidencial, vetó con carácter suspensivo la entrada en vigor de una parte fundamental del paquete de proyectos de ley, las alzas del IVA, que ya había superado el escrutinio de los legisladores.

Desde la izquierda, el KSCM y los sindicatos plantearon un rechazo frontal por las previsiones de despidos en las plantillas de funcionarios, lo que empeoraría la situación del paro, que afectaba ya al 9,5% de la población activa, y de congelación de las pensiones y los salarios. La agitación prendió de nuevo en las filas del CSSD, donde los sectores izquierdistas que ya no reconocían a Spidla como a uno de los suyos amenazaron con revueltas en el grupo parlamentario: bastaba con que un único diputado se declarara en rebeldía para que el Gobierno se asomase al abismo de la inestabilidad.

Con todo, a trancas y barrancas, Spidla continuó sorteando los obstáculos. El 24 de julio la Cámara baja aprobó en primera lectura los once proyectos de ley de que constaba el plan económico y el 26 de septiembre el Gobierno saboreó un doble triunfo: primero, la mayoría oficialista frustró una moción de censura lanzada por el ODS y respaldada por el KSCM, y, a continuación, el pleno sacó adelante la versión definitiva de la reforma fiscal y las medidas de austeridad. Semanas más tarde, el Gobierno aprobó el último cambio fiscal, el ajuste del IVA a los valores de la UE, en una versión corregida con respecto al proyecto de ley original. Y el 3 de diciembre los diputados dieron luz verde al presupuesto para 2004, que contaba con un déficit de 115.000 millones de coronas, unos 3.800 millones de euros. Como podía verse, la diferencia negativa entre gastos e ingresos era todavía mayor que en el presupuesto del año anterior. Finalmente, 2003 presentó un nivel de déficit público desaforado, el 12,9%, el doble que en el ejercicio precedente. Las deudas de las administraciones públicas aumentaron al 37,7% del PIB. Por lo menos, la economía crecía a un ritmo superior al 3% anual.

El 1 de mayo de 2004 Spidla asistió en Dublín a la cumbre especial de los líderes de los 25 estados de la UE con motivo del ingreso de la República Checa y los otros nueve. En la capital irlandesa y en Praga, al calor de las celebraciones, el primer ministro glosó las ventajas de formar parte de la UE con consideraciones abstractas y otras de un significado más práctico -varias iban a entrar en vigor inmediatamente y el resto tendrían que esperar algunos años- para el Estado y los ciudadanos, como el acceso a los Fondos Estructurales y de Cohesión, la desaparición de los controles aduaneros y la integración en el Mercado Interior Único, con sus posibilidades para los negocios y la movilidad laboral y educativa.

Sin embargo, el Gobierno, confrontado con los pésimos sondeos de opinión y la incierta situación de su precaria mayoría tras la rebeldía de un par de diputados de la US-DEU -que se dieron de baja del partido pero siguieron formando parte de su grupo parlamentario-, ya no daba más de sí. Las elecciones al Parlamento Europeo del 11 y el 12 de junio pusieron en tela de juicio el sentimiento proeuropeo de los checos y, de paso, constituyeron un tremendo descalabro para el CSSD. Con una participación misérrima, del 28,3%, el partido del primer ministro sólo recibió el 8,8% de los votos y capturó dos de los 24 eurodiputados reservados a la República Checa, quedando en un humillante quinto lugar tras el ODS, el KSCM, la Asociación de Candidatos Independientes-Demócratas Europeos (SNK-ED) y la KDU-CSL.

El voto de castigo a las políticas del Gobierno, al que no le sirvió de nada el incumplimiento del vaticinio, aventado por los contrarios al ingreso en la UE, de un dramático encarecimiento de los precios a partir del 1 de mayo (que iba a colocar la inflación media anual en el borde del 3%), fue demasiado apabullante como para no tener consecuencias de calado. Abrumado por el desastre, Spidla barajó presentar una moción de confianza en el Parlamento, pero primero quiso cerciorarse de que contaba con apoyos en el partido, donde un coro de voces prorrumpió en exigencias de dimisión inmediata. El 21 de junio comunicó a sus socios de coalición que si los dirigentes socialdemócratas no le respaldaban, no tendría otra salida que arrojar la toalla.

El 26 de junio Spidla se sometió al voto de confianza del Comité Ejecutivo Central del CSSD y técnicamente ganó al manifestarse en su contra 103 de los 181 miembros, cuando la censura requería 109 votos para prosperar. Sin embargo, el rechazo mayoritario a su persona saltaba a la vista y Spidla reaccionó anunciando su dimisión como presidente del partido y como primer ministro. Todo en un día, la cúpula del CSSD confirmó al viceprimer ministro Gross como vicepresidente estatutario y presidente en funciones del partido hasta el XXXII Congreso, programado para marzo de 2005.

El 1 de julio Spidla presentó a Klaus la carta de renuncia al frente del Gobierno y al día siguiente el presidente encargó la formación de otro ejecutivo a Gross, que optó por reeditar el tripartito con la KDU-CSL y la US-DEU, que ahora lideraban respectivamente Miroslav Kalousek y Pavel Nemec. El 26 de julio Spidla cesó en sus funciones con la asunción de Gross, pero ésto no significaba su salida del primer plano de la política. En agosto, el próximo presidente de la Comisión Europea, el portugués Durão Barroso, anunció que el ex primer ministro checo era su candidato a comisario de Empleo, Asuntos Sociales e Igualdad de Oportunidades.

(Cobertura informativa hasta 15/11/2004)