Viktor Yushchenko

(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 1/2/2005. Viktor Yushchenko optó a un segundo mandato de cinco años en las elecciones presidenciales del 17/1/2010. Con menos del 6% de los votos, quedó en quinto lugar y fue eliminado para la segunda vuelta, celebrada el 7/2. En la misma se enfrentaron Viktor Yanukovych, su primer ministro en 2006-2007, y Yuliya Tymoshenko, igualmente primera ministra bajo su mandato y en dos ocasiones, durante unos meses en 2005 y de nuevo desde 2007. El ganador del balotaje fue Yanukovych, a quien Yushchenko traspasó la Presidencia de Ucrania el 25/2/2010).

Oriundo de una región norteña al este del río Dniéper, Sumy, cuyos habitantes eran y son mayoritariamente rusófonos, e hijo de maestros de escuela (ambos ya fallecidos), recibió su educación superior en la parte occidental del país, donde los sentimientos hacia Rusia, incluso en esta época en que la República Socialista Soviética Ucraniana (RSSU) permanecía pétreamente anclada en la URSS y las autoridades comunistas de Kyiv acataban sin rechistar las órdenes dimanadas del centro moscovita, eran por tradición mucho más fríos que los profesados en la Ucrania oriental, sede de grandes centros fabriles y mineros. En Ucrania occidental, y la familia de Yushchenko era un buen ejemplo de este sentir soterrado, se mantenían vivos los recuerdos de la efímera independencia nacional que siguió a la Revolución bolchevique de 1917, la anexión temporal de parte del territorio por Polonia y el implacable castigo colectivo, de proporciones genocidas, que luego aplicó Stalin mediante hambrunas artificiales y colectivizaciones forzosas.

El padre, nacido en 1919, fue movilizado en el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial y combatió a los invasores alemanes antes de ser capturado en 1944. Internado en el campo de concentración de Auschwitz, Andriy Yushchenko fue uno de los pocos prisioneros de guerra soviéticos que sobrevivieron a los trabajos forzados y a las espantosas condiciones de Auschwitz, última parada de un millón y medio de judíos víctimas del Holocausto. El progenitor del futuro presidente pasó también por los campos de Dachau y Buchenwald, tomó parte en algunas fugas y finalmente salió con vida para contar a los suyos tan tremenda peripecia.

En 1975 el joven Yushchenko se graduó por el Instituto de Economía y Finanzas de Ternopil, tras lo cual trabajó brevemente como auxiliar de contabilidad en un koljoz en el vecino óblast de Ivano-Frankivsk, e inició el servicio militar en una unidad de guardafronteras acantonada en la ciudad armenia de Leninakán, la actual Gyumri, frente a Turquía. En 1976 fue licenciado y regresó a Sumy para incorporarse como economista a la delegación regional del Banco Estatal de la URSS (Gosbank). Miembro del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), pronto ascendió al puesto de jefe de departamento, función que desempeñó hasta 1985, poco después de obtener una titulación en Finanzas y Crédito por el Instituto Ucraniano de Economía y Administración Agrícola.

Aquel año recibió el nombramiento de subdirector de crédito agrícola en la Oficina del Gosbank en la RSSU y estrenó despacho en la capital, Kyiv. En diciembre de 1987 fue transferido a la sección republicana del Banco Estatal Agro-Industrial (Agroprombank), en calidad de director departamental. Justo dos años después se convirtió en vicepresidente del Banco en Ucrania. Aunque hábil en su profesión, Yushchenko presentaba un currículum académico modesto, en el que destacaba la ausencia de una licenciatura universitaria. Paradójicamente, quien años más tarde iba a ser elogiado como un experto en política monetaria, no fue capaz de obtener la licenciatura en Ciencias Económicas sobre la base de una tesina que llevaba por título Desarrollo de la oferta y la demanda monetaria en Ucrania.

En 1990, mientras el movimiento nacionalista se expresaba con fuerza en la república al socaire de la liberalización política propiciada por el secretario general del PCUS, Mijaíl Gorbachov, el Agroprombank de Ucrania fue reorganizado como Banco Ukrajina y Yushchenko fue seleccionado para secundar a Vadym Hetman como primer vicepresidente de la Junta de Supervisión de la flamante entidad semipública, que por niveles de depósitos y de beneficios era el mayor banco comercial del país.

Aún treintañero, Yushchenko se enmarcó en la primera generación de magnates financieros ucranianos, también llamados oligarcas como sus colegas de Rusia, que, merced a un súbito reciclaje desde el servicio funcionarial en el partido y el Estado comunistas, hicieron inmensas fortunas y cerraron aparatosos negocios, muchas veces bajo la sospecha –si no la certeza- del chanchullo y la irregularidad. Estas dudosas operaciones, siendo habitual, por ejemplo, la concesión de voluminosos créditos en condiciones de lo más opacas, se hicieron al amparo del desorden institucional, el vacío normativo, la ausencia o insuficiencia de códigos y regulaciones, y la falta de competidores en un mercado en fase de formación. Pragmático, liberal, desenvuelto y con una presencia moderna, Yushchenko lucía un perfil que le asemejaba a dirigentes económicos rusos del equipo de Borís Yeltsin como Yégor Gaidar y Anatoli Chubáis, aunque, a diferencia de éstos, no mostraba la menor apetencia política.

Las sólidas credenciales promercado de Yushchenko determinaron su elección por la Verjovna Rada o Consejo Supremo para el puesto eminente de gobernador del Banco Nacional de Ucrania (NBU) el 26 de enero de 1993, próximo a cumplir los 39 años, en sustitución de su amigo Hetman, que había tenido que dimitir por oponerse al plan del entonces primer ministro, Leonid Kuchma, de alejarse de la influencia perniciosa del rublo ruso mediante la puesta en circulación de una nueva divisa nacional, el hryvnya, mudanza monetaria que contaba con el respaldo del presidente Kravchuk. En cuanto al NBU, había surgido a partir del Gosbank republicano en mayo de 1991, meses antes de la declaración de la independencia por el Soviet Supremo que presidía Kravchuk y de la desintegración de la URSS.

El salto de Yushchenko al timón del banco emisor resultó providencial, ya que el Banco Ukrajina, seguramente ya por aquel entonces, arrastraba un agujero contable como consecuencia de su irracional política crediticia, práctica de la que él, sin lugar a dudas, había sido coartífice, y que unos cuantos años más tarde, en 2001, iba a conducir a una declaración de quiebra, dejando a miles de clientes sin ahorros y dando lugar a uno de los mayores escándalos financieros de la Ucrania postsoviética.

En 1993, la tarea más urgente de Yushchenko era, en estrecha coordinación con el Gobierno, poner freno a la brutal devaluación del karbovanets (la primera moneda nacional, aunque interina, lanzada hacía un año con un tipo de cambio paritario con el rublo) y a su funesta consecuencia, la escalada en flecha de los precios, dos fenómenos que, junto a un déficit presupuestario del 36% y un desplome productivo anual del 16% del PIB, contribuían a pintar una situación económica y financiera catastrófica, que era la consecuencia inmediata de la extinción de la URSS y la desarticulación de los mercados oficiales. Como el propio Yushchenko hizo notar en el momento de su elección, un grave problema estructural de Ucrania que iba a dificultar en extremo la estabilización económica era la dependencia energética de Rusia y el consiguiente déficit de la balanza comercial con el país vecino.

Conforme al requisito de autonomía de la entidad que presidía, Yushchenko se mantuvo en la gobernación del NBU durante más de seis años, tiempo en el que se sucedieron al frente del Gobierno cuatro primeros ministros titulares y otros tres en funciones, los cuales cargaron con las consecuencias de la frustración general por la prolongación de la convalecencia económica. Precisamente, el primero de ellos, Kuchma, se vio obligado a renunciar en septiembre de 1993 por el estrepitoso fracaso de las medidas empleadas para atajar la hiperinflación, que registró un índice del 4.900% para el conjunto del año, y sostener al desahuciado karbovanets, que de junio de 1993 a junio de 1994 perdió frente al rublo un 70% de su valor.

Kuchma batió a Kravchuk en las elecciones presidenciales del 26 de junio y el 10 de julio de 1994 con un programa centrista que apostaba por las reformas moderadas de mercado, el diálogo constructivo con Rusia, la integración económica regional en el seno de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), la salvaguardia de los intereses corporativos del aparato industrial heredado de la URSS y la introducción del largamente postergado hryvnya, que era un proyecto tanto económico como político, ya que la reforma monetaria, tales eran las intenciones del ex primer ministro, aseguraría la independencia frente al rublo y equilibraría las relaciones de buena vecindad ofrecidas a Rusia.

El hryvnya, llamado a ser la primera moneda nacional verdadera, suscitaba recelos entre el electorado de Kuchma, que se asentaba en las regiones meridionales y orientales de mayoría rusohablante, en el poderoso colectivo de antiguos apparatchiks comunistas y patrones de empresas que le habían brindado la plataforma política, y, con más fuerza, entre las izquierdas prorrusas (comunistas, agrarios y socialistas), que tenían la llave de las decisiones de la Rada. Sin embargo, los sectores nacionalistas, liberales y proeuropeos, con el movimiento popular Ruj (término que justamente significa movimiento) a la cabeza, apoyaban la acuñación del hryvnya como el atributo de soberanía estatal que era, en tanto que Yushchenko nunca había dejado de defender la transición monetaria.

Una vez confirmado en su puesto, Yushchenko fue instruido por Kuchma para que trabajara en pro de la introducción del hryvnya, que se pretendía fuera una moneda plenamente convertible. Hasta transcurridos dos años, la situación no estuvo madura para el cambio y el 2 de septiembre de 1996, cuando el tipo de cambio del karbovanets era de 176.000 unidades por dólar en el mercado oficial (y hasta de 200.000 en el no oficial), el hryvnya entró en circulación. Se estableció el valor de canje de 100.000 karbovanets por hryvnya y la flamante moneda se enfrentó al mercado con el resguardo en un fondo de estabilización que Yushchenko había obtenido del FMI. Al mismo tiempo, el Gobierno decretó la congelación de los precios y las tarifas durante un mes, para impedir brotes inflacionarios en esta delicada fase inicial.

Aunque a corto y medio plazo encajó fuertes tensiones especulativas y la profunda desconfianza de los agentes de mercado, que lo desvalorizaron sustancialmente, a más largo plazo, ya con Yushchenko en el Gobierno, el hryvnya se estabilizó e hizo notar sus efectos beneficiosos sobre el conjunto de la economía ucraniana, acelerando el retroceso de la inflación, reduciendo las calificaciones de riesgo inversor, monetarizando un sistema caracterizado por el elevado número de transacciones basadas en el trueque, al tiempo que desdolarizándolo (en los años del karbovanets, el billete verde se había convertido en una moneda refugio), y haciendo aflorar economía sumergida. El nombre de Yushchenko iba a quedar indeleblemente ligado a las repercusiones positivas, aunque, eso sí, demasiado tardías (tanto, que bien podía hablarse también de fracaso), del hryvnya, ya que más de tres años necesito la moneda para escapar de los zarandeos cambiarios y salir a flote sin mecanismos de intervención.

Asimismo, la labor del gobernador del NBU fue coparticipativa también en la creación de un sistema relativamente eficiente de pagos de la deuda, en el desbloqueo del diálogo crediticio con el FMI –interrumpido varias veces por las reluctancias del Ejecutivo a acelerar la reconversión liberal y a abrazar el capitalismo de mercado con todas sus consecuencias-, en la privatización del vasto patrimonio industrial y de la tierra, y en la adopción de medidas extraordinarias, como la subida de los tipos de interés, la ampliación de la banda de fluctuación del hryvnya con respecto al dólar y restricciones al cambio de divisas, que mitigaron el fortísimo impacto del hundimiento del rublo en 1998. Este conjunto de actuaciones convirtió a Yushchenko en un personaje estimado en los cenáculos financieros de Estados Unidos y Europa occidental, donde se ganó a pulso las consideraciones de monetarista ortodoxo y paladín del libre mercado.

Por otra parte, en enero de 1998 Yushchenko contrajo segundas nupcias con Kateryna Chumachenko, una ciudadana estadounidense, economista de profesión e hija de emigrados ucranianos, que tenía instalada su residencia en Kyiv desde 1991. Involucrada en varias organizaciones de amistad americano-ucranianas, proyectos culturales y actividades caritativas, la señora de Yushchenko no hizo sino reforzar el perfil prooccidental, y más exactamente proestadounidense, de un alto funcionario del Estado que, todavía, no dejaba traslucir ambiciones políticas, si es que entonces las tenía. La pareja iba a alumbrar tres vástagos, dos chicas y un chico, que se sumaron a los dos hijos mayores de él, frutos de su primer matrimonio.

Precisamente, la comprensión por Kuchma de que Ucrania necesitaba imperiosamente mejorar las relaciones con los donantes foráneos para dejar atrás la dolorosa etapa, desde el mismo día de la independencia hacía ocho años, caracterizada por la estanflación o inflación sin crecimiento, estuvo detrás del nombramiento el 17 de diciembre de 1999 del gobernador del NBU para el puesto de primer ministro en sustitución de Valeriy Pustovoytenko, quien no gozaba del aval de la Rada salida de los comicios de marzo de 1998 para ejercer un nuevo mandato.

La designación de Yushchenko resultaba notable, ya que eran de dominio público sus conexiones con el Ruj. El candidato de esta formación, el ex ministro de Exteriores Hennadiy Udovenko, había obtenido un resultado irrisorio en las recientes elecciones presidenciales del 31 de octubre y el 14 de noviembre, ganadas por Kuchma al comunista Petro Symonenko, el socialista Oleksandr Moroz y la también socialista Nataliya Vitrenko. Udovenko era el recambio de urgencia del líder histórico del partido-movimiento, Vyacheslav Chornovil, fallecido en un accidente de circulación en marzo de 1999. Según algunas informaciones, Chornovil, poco antes de morir, ofreció a Yushchenko ser el candidato de su formación en las presidenciales, pero el mandamás bancario declinó la propuesta.

Aunque Yushchenko no era precisamente su alter ego político o económico, Kuchma, a estas alturas de su presidencia, había deshecho muchas de sus iniciales ambigüedades en política exterior y abrazado la orientación occidental, con aspiraciones europeístas y atlantistas más o menos firmes, aunque el corte de amarras con Rusia sólo podía ser parcial, debido a las servidumbres financieras y energéticas. Cauteloso y práctico, Kuchma vinculó la anulación de la deuda energética contraída con Moscú a la participación de capital ruso en las empresas ucranianas sacadas a privatización, lo que por otra parte constituía una nueva forma de subordinación económica. La nueva política exterior ucraniana era, según sus artífices, de carácter "multivectorial".

A pesar del talante liberal, incluso ultraliberal, del candidato, la Rada, donde las izquierdas y los independientes propresidenciales –no pocos de entre ellos, refractarios a la liquidación de las propiedades industriales del Estado- constituían amplísima mayoría, invistió a Yushchenko el 22 de diciembre con 296 votos a favor, 70 más de los necesarios, y sólo 12 en contra.

Yushchenko debutó en la jefatura del Gobierno ucraniano con poco menos que una carta blanca de Kuchma para dar un vigoroso impulso a las reformas estructurales, urgido por los organismos multilaterales de crédito y las capitales occidentales. Su propuesta de presupuesto general para 2000, que, sentando un precedente, no contenía déficit, descansaba en un profundo tijeretazo en los gastos corrientes y en la previsión de mayores ingresos fiscales gracias a la recuperación económica; en efecto, este año, por primera vez desde la independencia, el PIB registró un comportamiento positivo, siendo el crecimiento del 4,2%, y dejó atrás una recesión acumulada, verdaderamente colosal, del 82%. En 2001, la tasa de crecimiento iba a ser del 9,1%.

Los presupuestos pasaron el escrutinio de la Rada, lo que removió el mayor obstáculo al desbloqueo por el FMI de una línea de crédito de 2.600 millones de dólares que llevaba interrumpida desde septiembre del año anterior, aunque el Fondo le salió a Kyiv con nuevas exigencias que postergaron la tan deseada normalización. A fuer de una activa agenda internacional, el primer ministro consiguió el reescalonamiento del pago de tramos de deuda externa que estaban próximos a vencer y exploró el refuerzo de la cooperación bilateral con varios países de la CEI y Europa central.

También, lidió exitosamente con los enésimos repuntes inflacionarios, y como resultado los precios crecieron sólo un 12% de media en 2001 frente al 28,2% de 2000. A lo largo de su primer año de mandato, Yushchenko multiplicó los mensajes de tranquilidad y optimismo dirigidos a la población y los agentes económicos. Entre los ucranianos causaron sensación sus decisiones de abonar las pensiones y los salarios de los funcionarios que el Estado había retenido por falta de liquidez, y de aliviar drásticamente los impuestos a los productores agrícolas. Estas actuaciones convirtieron al primer ministro en el político más valorado del país, por encima de Kuchma, en los sondeos de opinión.

Sin embargo, el panorama distaba de ser idílico. La pobreza imperaba por doquier, extensas zonas del país mostraban cuadros de subdesarrollo humano escandalosos y el paro real, en torno al 10%, triplicaba al reconocido por las autoridades. Con todo, los dardos más deletéreos empezaron a lloverle a Yushchenko en relación con la situación del sector energético, que era competencia directa de la viceprimera ministra Yuliya Tymoshenko.

Ya en noviembre, Yushchenko insinuó que podría dimitir a raíz de la publicación por el Consejo Nacional de Seguridad y Defensa, cuyo jefe era el ex primer ministro Yevhev Marchuk, de un informe sobre el estado del sector energético en el que se acusaba al Gobierno de presentar "datos poco fiables" sobre los niveles de ingresos por el cobro de servicios y de reservas para el consumo invernal. Kuchma mismo aventó su descontento porque el primer ministro apostara ahora por pagar a Rusia, aprovechando que la caja del Estado tenía superávit, sus suministros de gas en metálico, en lugar de no cobrarle derechos de tránsito de sus exportaciones del hidrocarburo hacia Europa.

En febrero de 2001, el arresto de Tymoshenko bajo un pliego de acusaciones de latrocinio y evasión fiscal presuntamente cometidos en su etapa (1995-1997) como directora general de la compañía privada Sistemas Unificados de Energía de Ucrania, la mayor importadora de gas ruso, fue enmarcado por los observadores en una declaración de guerra lanzada contra Yushchenko y el círculo liberal por una potente coalición de oligarcas conservadores que miraban sobre todo por la defensa de sus intereses corporativos y cuyos negocios estaban íntimamente ligados a los emporios rusos. A la cabeza de esta conspiración en la sombra estaría el lobby económico de la región minera de Donbass, que forman los oblasts de Donetsk y Luhansk, un bastión de la rusofonía.

Aunque la actitud de Kuchma hacia su persona empezaba a ser dudosa, Yushchenko hizo exhibición de lealtad al jefe del Estado e incluso suscribió con él y con el presidente de la Rada, Ivan Plyushch, un pronunciamiento conjunto en el que los tres se conjuraban contra las "fuerzas destructivas" que amenazaban con llevar a Ucrania a la "bancarrota política". Se referían al Foro de Salvación Nacional (FNP), un grupo formado por diputados y políticos opositores de resultas de la destitución de Tymoshenko, cuya liberación exigían, y de la desaparición y asesinato a finales de 2000 del periodista Heorhiy Gongadze, conocido por sus críticas a Kuchma, cuyos ejecutores pudieron ser sicarios del poder, según se desprendía de una comprometedora grabación magnetofónica en la que una voz que se parecía enormemente a la del presidente –si es que no era la suya propia- impartía la orden de liquidar a, supuestamente, el periodista en cuestión.

Los cabecillas del FNP, al igual que Moroz, el divulgador del explosivo documento sonoro que había dado lugar al denominado escándalo Kuchmagate, se quedaron estupefactos con el alineamiento propresidencial de Yushchenko, ya que pensaban que simpatizaba con sus causas, así que le destinaron ácidas recriminaciones. Sin embargo, la disposición de Yushchenko hacia estos opositores empezó a cambiar a medida que fue percatándose de la existencia de un movimiento parlamentario para defenestrarle.

Partícipes del mismo eran el Partido Comunista (KPU) y numerosos diputados no adscritos pero teleguiados por los grupos de presión económicos que intentaban hegemonizar el llamado partido del poder, un entorno de lo más difuso, en ausencia de una formación política que representara al oficialismo. En marzo, el primer ministro acusó directamente a "ciertos oligarcas" de atizar la crisis política para salvaguardar sus "primitivos intereses". Sin él proponérselo, los manifestantes que venían demandando la dimisión de Kuchma, la restitución de Tymoshenko y el esclarecimiento del caso Gongadze, comenzaron a corear consignas en su favor.

El 26 de abril de 2001, a iniciativa del KPU y con los argumentos de que había fracasado en la puesta a punto de la economía y que estaba llevando al país "a la ruina", la Rada aprobó contra el Gobierno una moción de censura con 263 positivos, 69 negativos y 24 abstenciones. El castigo fue respaldado por los bloques parlamentarios de Ucrania Laborista (TU), el Partido Social Demócrata de Ucrania-Unido (SDPU-o), la Unión Democrática (DS), el Partido de las Regiones (PR), el Partido de los Verdes de Ucrania (PZU), el Partido Democrático Popular de Ucrania (NDPU) y el Yabluko. En contra se pronunciaron el grupo Madre Patria (Batkivshchyna) de Tymoshenko, las dos facciones en que se había fracturado el Ruj, el Congreso de Ucranianos Nacionalistas (KUN), Asamblea (Sobor) y el Partido del Orden y las Reformas (PRP). Yushchenko se mantuvo provisionalmente en el cargo hasta el 29 de mayo, cuando tomó posesión su reemplazo, Anatoliy Kinaj, del Partido de los Industriales y Empresarios de Ucrania (PPPU)

La destitución parlamentaria, calificada por la prensa internacional de frenazo a las reformas en Ucrania, fue un auténtico revulsivo para el talante acomodaticio con el oficialismo que Yushchenko había mostrado hasta la fecha. En las semanas que siguieron, ganó crédito la tesis de que la moción de censura había tenido, si no la instigación, la plena aquiescencia de Kuchma, quien estaría cerrando filas con los sectores más conservadores (el "centro" del arco político, desde su perspectiva) para protegerse del enorme escándalo del periodista asesinado, muy inquietante para su régimen, aun al precio de sacrificar a los rostros más emblemáticos del ala liberal que brindaban el puente del diálogo con los países occidentales. Si Kuchma había pensado alguna vez en convertir al popular Yushchenko en su delfín y candidato a sucederle en las elecciones de 2004, a las que él, salvo que se enmendara la Constitución, no podía presentarse por tercera vez, lo único que podía esperar ahora de su antiguo primer ministro era que le retara desde el otro lado de la barrera.

Aunque el opositor no nació de la noche a la mañana, Yushchenko adoptó una personalidad decididamente política, se alejó de la imagen tecnocrática y, con estilo calmoso y pies de plomo, abrió una ronda de contactos con las fuerzas políticas afines para articular una "amplia coalición democrática" con la mirada puesta en las elecciones legislativas de 2002. La confrontación directa con Kuchma tardaría un tiempo en presentarse, en la medida en que el presidente fue acentuando sus rasgos autoritarios, menoscabando la calidad de la democracia ucraniana y cuestionando su diplomacia "multivectorial" con el viraje prorruso. Asimismo, el ex primer ministro no quiso comprometerse con ninguna etiqueta partidista en particular y rehusó capitanear el FNP y los otros dos movimientos cívicos que canalizaban las protestas, Por la Verdad y Ucrania sin Kuchma.

El 16 de julio de 2001, al mes y medio de su baja en el Gobierno, Yushchenko anunció la puesta en marcha del Bloque Nuestra Ucrania (Blok Nasha Ukrajina, BNU), al que definió como una "unión realista de políticos que rindan cuentas ante la gente y que sean capaces de cambiar a mejor la vida de millones de ucranianos". El BNU empezaba como un esquema de encuentro de los sectores de la desperdigada oposición del centro-derecha reformista y liberal, y sus primeros asociados fueron el Ruj Popular Ucraniano de Yuriy Kostenko –al que Yushchenko había votado en las pasadas presidenciales-, el Ruj Popular de Ucrania de Udovenko y el PRP de Viktor Pynzenyk, quienes decidieron fusionar sus bancadas de diputados y formar un caucus homónimo del Bloque.

El 5 de octubre, resolvieron lanzar formalmente el BNU las tres formaciones citadas más el Partido Liberal (LP) y el Partido de la Unión Popular Cristiana (PKNS). Y el 9 de enero de 2002 fueron ya diez las formaciones que acordaron registrarse para las elecciones legislativas como integrantes de la lista conjunta del Bloque. Las incorporaciones más recientes eran el ya citado KUN, el Partido Solidaridad (PSU) de Petro Poroshenko, ¡Adelante, Ucrania! (VU), el Partido Cristiano Republicano (RKP) y el Partido de la Juventud de Ucrania (MPU). Para dar más tirón a la lista electoral, se decidió incorporar a la misma el nombre de su cabeza, dando lugar al Bloque Viktor Yushchenko Nuestra Ucrania (BVYNU). Como segundo de lista fue elegido el jefe de la Federación de Sindicatos Ucranianos, Oleksandr Stoyan.

A pesar del progresivo endurecimiento de sus críticas al sistema político imperante, que, entre otras cosas, le parecía "cruel, burocrático y corrupto", Yushchenko se abstuvo de lanzar ataques personales contra Kuchma y no atendió las súplicas de los más beligerantes Tymoshenko, jefa del FNP, y Moroz, presidente del Partido Socialista de Ucrania (SPU), de integrarse en una vasta coalición de fuerzas antipresidenciales. Frente al modelo del "capitalismo oligárquico", el antiguo ejecutivo bancario propugnaba una estrategia de reformas liberales más transparente, que construyera un entorno de verdadera competencia y diversificara las relaciones comerciales, dando un mayor relieve a los países europeos del flanco occidental, pero sin perder la perspectiva de que Rusia seguía siendo con diferencia el principal proveedor y cliente de Ucrania, y que esta relación especial con el vasto vecino debía continuar por puro sentido común.

Al timonel del BVYNU parecía desagradarle la polarización preelectoral y, antes al contrario, acariciaba, en el caso de ganar los comicios, un acuerdo de legislatura con los bloques Unidad (Yednist) y el propresidencial Por una Ucrania Unida (ZYU, integrado por el Partido Agrario de Ucrania –APU-, el NDPU, el PR, el PPPU y el TU), cuyos respectivos animadores eran Oleksandr Omelchenko, alcalde de Kyiv, y Volodymyr Lytvyn, jefe de la Administración Presidencial de Kuchma. En estos momentos, el enemigo jurado de Yushchenko era el líder del SDPU-o, Viktor Medvedchuk, poderoso oligarca financiero y uno de los instigadores de la moción de censura del año pasado antes de ser descabalgado como primer vicepresidente de la Rada en un movimiento del que fueron partícipes los diputados leales al ex primer ministro, al que el damnificado acusó de actuar movido por el rencor y la venganza. Por su parte, los comunistas de Symonenko ya habían roto con Kuchma y se consideraban en la oposición.

Tal como habían vaticinando las encuestas, el BVYNU fue, con el 23,6% de los sufragios y 112 diputados, la lista más votada en las elecciones legislativas del 31 de marzo de 2002. Le siguieron el KPU con el 20% y 66, el ZYU con el 11,8% y 102, el Bloque Electoral de Tymoshenko (BYuT, que reunía a los partidos Batkivshchyna, Republicano Ucraniano, Social Demócrata Ucraniano y Asamblea Popular Ucraniana) con el 7,2% y 21, el SPU con el 6,9% y 24, y el SDPU-o con el 6,3% y 24. Aunque no todas obtuvieron representación por no llegar al listón del 4% de los votos, superaron el 1% otras ocho listas electorales, basadas en 17 formaciones políticas, lo que ponía de relieve el grado de atomización, y de vigor, del sistema de partidos ucraniano.

Los comicios dejaron un panorama muy complicado para formar una mayoría legislativa que a su vez sostuviera al nuevo Gobierno. Yushchenko, aunque era el claro ganador, valoró con timidez su situación de fuerza y se descartó como candidato a primer ministro en la convicción de que no pasaría la investidura del hemiciclo, aunque dejó patente que su bloque de partidos debía ser el eje en torno al cual se constituyera la nueva mayoría. En otras palabras, seguía confiando en la transacción con el poder contra la opinión de Tymoshenko y Moroz.

Nada más lejos de las intenciones de Kuchma, quien, crecido por el respaldo que desde Moscú le brindaba su colega Vladímir Putin, se aprestó a hacer tabla rasa del veredicto de las urnas sin ningún rebozo. Primero, en mayo, el ZYU, gracias a que se había convertido en el primer grupo parlamentario, desbancando al BVYNU, tras captar para sus filas, mediante presiones, chantajes y probablemente sobornos también, a varias decenas de diputados que habían sido elegidos como independientes o en circunscripciones uninominales por el sistema mayoritario (tácticas que le permitieron crecer hasta los 182 legisladores y que provocó defecciones en las propias filas de Yushchenko), maniobró con el SDPU-o para repartirse la presidencia (que fue para Lytvyn), la vicepresidencia primera y la vicepresidencia segunda de la Rada.

En junio, la furia de la oposición por este flagrante falseamiento del resultado electoral se tiñó de alarma cuando Kuchma nombró al intrigante Medvedchuk para dirigir la Administración Presidencial, en sustitución de Lytvyn. Yushchenko, que mostraba una perplejidad seguramente genuina, instó al jefe del Estado a "elegir entre la democracia y la dictadura", y a "tomar los pasos necesarios para remover las amenazas contra la democracia y la estatalidad de Ucrania", en referencia a la creciente influencia rusa en la política nacional. Con todo, Yushchenko tuvo cuidado en no dar aliento a sus detractores, muy abundantes en las regiones orientales, que empezaban a llamarle "extremista antirruso", "lacayo de Estados Unidos" e incluso "fascista".

En septiembre y octubre, el líder político se desgañitó en sus exhortaciones a formar una mayoría legislativa y un Gobierno de coalición transversales, que incluyeran a su Bloque y a elementos de la oposición y el partido del poder, pero en vano. El 16 de noviembre, Kuchma nombró primer ministro al gobernador del óblast de Donetsk, Viktor Yanukovych, un preboste del lobby del Donbass, jefe del PR y gran amigo de Rusia, cuya designación pareció responder al deseo de contrapesar la promoción de Medvedchuk, cabeza de otro grupo oligárquico conocido como el clan de Kyiv. Yanukovych fue investido por la Rada el 21 de noviembre con el boicot de la oposición, que denunció la "usurpación" que del Ejecutivo estaban haciendo los mandamases político-empresariales, los cuales parecían necesitar a Kuchma menos que él a ellos.

Aunque sin perder las formas templadas del intelectual metido a tribuno popular y su sentido calculador del timing político, Yushchenko abandonó sus últimas reservas y adoptó una estrategia de embate frontal contra la Presidencia. Todo 2003 y el arranque del decisivo 2004 estuvieron entreverados de tensiones por el progresivo calentamiento de los mensajes de unos y de otros, y por el asomo del rostro más intolerante del poder. El BNU organizó actos conjuntos con el BYuT, el SPU y el KPU, y Yushchenko presidió concentraciones de protesta, suscribió declaraciones exigiendo la dimisión de Kuchma y llamó al cese del "terror político" en Ucrania.

Las actuales amenazas y agresiones físicas contra militantes opositores y periodistas críticos con el poder fueron insertadas en una campaña de intimidación con antecedentes siniestros: el rosario de asesinatos sin resolver y de defunciones en presuntos accidentes de tráfico de importantes personajes del mundo empresarial y de la política, serie mortal que se remontaba a 1996.

Además de los casos de Gongadze en septiembre de 2000 y, en opinión de algunos, de Chornovil en marzo de 1999 (aunque, a falta de cualquier indicio, vincular la trágica desaparición del líder del Ruj a una conspiración criminal era pura conjetura), estaban los de Vadym Hetman, el antiguo patrocinador de Yushchenko, y Oleksandr Veselovskiy, otro viejo colega de actividades bancarias: el primero fue asesinado por desconocidos y el segundo pereció en un accidente, ambos en 1998. Entre 1999 y 2002 también habían muerto, bien en sospechosos accidente de circulación, bien a manos de agresores no identificados, dos hombres de negocios, un diputado y un periodista estrella de la televisión.

Cabe decir incluso que Yushchenko era un superviviente de la camarilla de altos ejecutivos del Banco Ukrajina y el NBU, ya que otros dos compañeros de su etapa en ambas instituciones, Volodymyr Bondar y Viktor Kravets, si bien no incrementaron la lista de esquelas, sí vieron arruinadas sus carreras por la investigación judicial de sus actividades. En mayo de 2003, Bondar, quien había sido la mano derecha de Yushchenko al frente del NBU entre 1995 y 1999, fue condenado por un juez capitalino a cinco años de prisión por abuso de poder y malversación de fondos públicos. Yushchenko valoró el juicio y la sentencia contra Bondar como un episodio de la "campaña criminal" puesta en marcha en Ucrania y de paso manifestó la inquietud por que sus enemigos políticos pudieran atreverse a atentar contra su vida, una advertencia que muy pronto iba a revelarse como profética.

Estas aprensiones se nutrían de sucesos tan turbadores como el abortado congreso que el Bloque había previsto celebrar en la hostil Donetsk en octubre de 2003; en aquella ocasión, un grupo de policías enmascarados y aparatosamente armados recibió a Yushchenko en el aeropuerto de la ciudad, y a continuación el líder opositor se encontró con que el recinto donde debía arengar a sus partidarios locales estaba invadido por un numeroso público en actitud amenazadora y exhibiendo pancartas en las que se le tildaba de "nazi". Los intentos de ensuciar la imagen de Yushchenko incluyeron la distribución de cientos de miles de panfletos con contenidos extremistas que pretendían formar parte de la propaganda oficial del Bloque, y la petición del voto para él por manifestantes exaltados que enarbolaban parafernalia ultranacionalista y coreaban lemas antisemitas y antirrusos.

Por otra parte, Yushchenko se opuso a la propuesta de Kuchma, rebosante de oportunismo y en no menor medida de desfachatez, de reformar la Constitución para que el presidente de la República fuera elegido por la Rada en lugar de por sufragio directo, y, de paso, fueran recortados sus amplios poderes ejecutivos en beneficio del Gobierno y el Parlamento. Puesto que la reforma se aplicaría en 2006, se abría la puerta para el retraso hasta ese año de las elecciones presidenciales, haciéndolas coincidir con las legislativas. Pocos dudaban de que Kuchma, pese a sus repetidos mentís, se disponía a prolongar su presidencia dos años más de alguna manera, bien automáticamente, para cubrir la "interinidad" hasta 2006, bien presentándose a la reelección si las votaciones, que serían las últimas directas, se celebraban finalmente en 2004, por más que las encuesta decían que el 70% de la población no quería ver a Kuchma presidiendo el país más allá de 2004.

El 30 de diciembre de 2003 la Corte Constitucional abonó las suspicacias con un pronunciamiento que facultaba a Kuchma a presentarse de nuevo si lo deseaba porque, a su juicio, la cuenta de los mandatos presidenciales de cinco años empezaba en 1999 ya que la elección de 1994 había tenido lugar sin estar promulgada la Carta Magna. Cábalas al margen, lo que sí resultaba evidente de esta reforma constitucional era que daba por altamente probable que Yushchenko ganara en las urnas a cualquier aspirante del oficialismo; al imponerle un traje institucional constreñido, se le segaba la hierba a sus pies.

Sin embargo, el 3 de febrero de 2004 la Rada eliminó del paquete legislativo de la reforma política el punto concerniente a la modalidad de la elección presidencial. Habría elecciones presidenciales este año y serían directas al igual que las siguientes. Esta derrota obligó al oficialismo a definir como candidato presidencial a Yanukovych, quien no se molestó en suspender su ejercicio gubernamental para excusar imputaciones de jugar con ventaja desde su posición de poder. Otro aspecto fundamental del proyecto de reforma política elaborado por el Ejecutivo, la supresión de la cuota de elección de diputados por el sistema mayoritario, sí obtuvo el voto afirmativo de la Rada, el 25 de marzo, con el boicot de los bloques de Yushchenko y Tymoshenko. Pero el núcleo de la reforma, el reequilibrio de los poderes en detrimento de la Presidencia, no superó la votación celebrada el 8 de abril.

Después de muchos meses como candidato presidencial in péctore, Yushchenko proclamó su aspiración de manera oficial el 4 de julio de 2004, en Kyiv y ante 25.000 enfervorizados seguidores. Dos días atrás, había suscrito con Tymoshenko la alianza electoral que ella venía demandando desde hacía años. El acuerdo supuso la retirada de la antigua responsable energética de la liza presidencial para no perjudicar las posibilidades de victoria de la oposición, el nacimiento de la coalición Fuerza del Pueblo (Syla Narodu), con la inmediata fusión de los respectivos bloques parlamentarios, y la publicación del llamado Manifiesto por la Victoria del Pueblo, el cual emplazaba a "asumir el poder en Ucrania para limpiar el país de clanes criminales y bandidismo político", y a construir "un Estado justo y democrático bajo el imperio de la ley".

Yushchenko olía a futuro presidente de Ucrania, pero para el pretendiente opositor estaba a punto de comenzar un calvario personal. El 12 de agosto, el vehículo que, con él mismo al volante, encabezaba su comitiva electoral en una carretera al norte de Crimea fue repetidamente obstaculizado por un camión de gran tonelaje al que quería adelantar; según el servicio de prensa del BNU, el conductor del camión intentó echar a Yushchenko a la cuneta en tres ocasiones. El extraño incidente terminó con la interceptación policial del camionero, quien tras una noche bajo custodia fue puesto en libertad. Sin embargo, el Ministerio del Interior dio una versión de lo sucedido harto disímil: según la Policía, el chófer fue parado y maltratado por personal del séquito de Yushchenko que le recriminó "por error" haber estado a punto de provocar un accidente.

El 6 de septiembre Yushchenko empezó a sentirse mal y un primer chequeo médico le diagnosticó una simple gripe. Su malestar fue agravándose y el 10 de septiembre ingresó secretamente en el hospital Rudolfinerhaus de Viena, donde le sometieron a análisis exhaustivos que arrojaron unos inquietantes resultados: Yushchenko presentaba un cuadro agudo de pancreatitis, ulceración estomacal y proctocolitis (inflamación del colon y el recto), amén de gastritis y edema subcutáneo, que podía estar causado tanto por una "infección viral" como por "sustancias químicas normalmente no presentes en los alimentos". Estos hechos fueron revelados al público el 17 de septiembre por el director de campaña del candidato, Oleksandr Zinchenko, quien sugirió un posible envenenamiento de su jefe, al que "alguien" habría "intentado impedir" que participara en las elecciones presidenciales. Con todo, Zinchenko aseguró que la salud de Yushchenko había "mejorado significativamente" en los últimos días, y anunció su vuelta a las actividades de campaña para el día siguiente.

En efecto, el 18 de septiembre Yushchenko retornó de Viena y ese mismo día presidió un mitin en Kyiv, donde, con algunas dificultades para hablar y visiblemente fatigado, llamó a la población a echar a las "autoridades forajidas" a través de las urnas. La gente se percató del aspecto abotargado y terroso de su rostro, semblante que fue empeorando de manera alarmante en las semanas siguientes, hasta el punto de dejarle irreconocible. Yushchenko, un hombre bien parecido (por no emplear el término guapo) y de porte juvenil, se quedó en cuestión de días pavorosamente desfigurado, con todo el rostro cubierto de profundas rugosidades, hinchazones parecidas a vesículas y manchas. Antes de contraer la dolencia, el líder opositor aparentaba bastantes menos de los 50 años que tenía. Ahora, su aspecto se asemejaba al de un hombre provecto que había padecido la viruela o que llevaba años castigando el hígado con el alcohol.

El aspirante presidencial perdió su distintiva sonrisa, aunque continuó adelante con sus compromisos electorales y parlamentarios. El 1 de octubre regresó al hospital Rudolfinerhaus por culpa de un dolor de espalda tan intenso que le impedía caminar e incluso le dificultaba la respiración. Los perplejos facultativos le sometieron a nuevos tests que se prolongaron nueve días y que tampoco fueron concluyentes, aunque la hipótesis de la intoxicación por una sustancia desconocida perdió verosimilitud en beneficio de una no menos extraña reacción de origen herpético, esto es, infeccioso. El candidato se reincorporó a la campaña conectado a un catéter que le suministraba potentes analgésicos a la altura de la columna dorsal.

El misterioso síndrome de Yushchenko se convirtió en la principal arma arrojadiza de la campaña y tuvo el efecto añadido de focalizar la atención mundial en la borrascosa situación política que vivía Ucrania. El oficialismo, que estaba volcándose con Yanukovych, poniendo a disposición todos los medios del Estado y dándole una presencia hegemónica en los espacios de difusión públicos –al primer ministro no le faltó tampoco el respaldo expreso e in situ de Putin, mientras que Estados Unidos y la UE abogaban tácitamente por su contrincante-, se amparó en la falta de un diagnóstico preciso y en la confusión y el secretismo que envolvían las idas y venidas clínicas para sugerir que la afección de Yushchenko era la consecuencia de un tratamiento de rejuvenecimiento facial mal administrado.

Así lo creía el jefe de la comisión de investigación del caso que la Rada puso en marcha el 21 de septiembre, el mismo día en que la Fiscalía General abrió una investigación criminal en virtud del artículo del Código Penal que penaba los atentados contra las vidas de las figuras públicas y los funcionarios del Estado. El 7 de octubre, un tribunal municipal de Viena ordenó al hospital de la ciudad que le entregara los documentos médicos de su ilustre paciente, pero los abogados de Yushchenko impugnaron este auto. A continuación, el fiscal general de Ucrania se quejó de que Yushchenko estaba obstruyendo el esclarecimiento de las causas y la naturaleza de su enfermedad.

El equipo del candidato insistió en la teoría del envenenamiento, seguramente intencionado y con trasfondo político, pero no aportó pruebas. Una declaración de Zinchenko en el sentido de que el agente causante de la dolencia habría que tipificarlo como armamento biológico fue vigorosamente refutada por el Servicio de Seguridad (SBU), con varios de cuyos jefes había cenado Yushchenko en vísperas de sentirse enfermo. El propio Yushchenko dio crédito a la posibilidad de un especialmente insidioso intento de magnicidio o de incapacitación física, y ya en el mitin del 18 de septiembre hizo una afirmación que entonces sonó a metafórica pero que ahora cobraba un significado literal: "el Gobierno no nos envenenará". El 22 de octubre, la Fiscalía dio carpetazo a su investigación con el argumento de que no tenía base sobre la que fundar ninguna acusación.

Con esta incertidumbre añadida a la tensión que ya venía gravitando sobre la campaña, reducida por momentos a una confrontación irreconciliable entre el proyecto reformista liberal y europeísta (Yushchenko), y el designio de profundizar la aproximación a Rusia en todos los aspectos bajo la batuta de los clanes industriales (Yanukovych), se llegó a la votación del 31 de octubre, cuyo desarrollo fue vigilado por 4.000 monitores internacionales. Con una participación del 76% y al cabo de un parsimonioso escrutinio, la Comisión Electoral Central (CEC) situó al candidato de Fuerza del Pueblo en cabeza con el 39,9% de los votos; pisándole los talones aparecía Yanukovych, con el 39,3%. Eliminados para la segunda vuelta quedaron Moroz (5,8%), Symonenko (5%) y Vitrenko (1,5%). Otros 18 candidatos, entre los que estaban el ex primer ministro Kinaj y el alcalde Omelchenko, no superaron el 1% de los votos.

Los observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) denunciaron irregularidades y consideraron que la primera ronda había incumplido un "considerable número" de requisitos democráticos, fundamentalmente el disfrute por la propaganda de Yanukovych de un flagrante privilegio con cargo a los recursos del Estado. Entre vuelta y vuelta, Kuchma revivió a toda prisa la reforma política constitucional que asentaría un sistema republicano parlamentario merced al recorte de los poderes presidenciales. Por el contrario, el mandatario saliente se negó a firmar una ley aprobada por los diputados con el fin de prevenir fraudes electorales. Yushchenko advirtió a sus partidarios de que las autoridades podrían perpetrar una falsificación a gran escala y les pidió que estuvieran alerta.

Estas crispaciones de última hora envolvieron la trascendental votación del 21 de noviembre, que registró un índice de participación muy elevado, el 79%. Los primeros resultados facilitados por la CEC dando a Yanukovych la victoria por una diferencia de casi seis puntos tuvieron el efecto de soliviantar a las huestes de Yushchenko, que se echaron a las calles de Kyiv luciendo prendas y agitando banderas de color naranja, el color escogido por Fuerza del Pueblo para simbolizar su alternativa política. El candidato provisionalmente perdedor denunció que el avance de porcentajes del escrutinio oficial no era creíble y que en Ucrania estaba en curso un "golpe de Estado iniciado en el cuartel general de Yanukovych en Donetsk", por lo que solicitó la anulación de los comicios en cierto número de circunscripciones problemáticas y una sesión de emergencia de la Rada.

Independientemente de si el fraude había sido mayor o menor, y de si éste iba a ser determinante en la adjudicación de la Presidencia, las elecciones pusieron de manifiesto una vez más la polarización del voto geográfico: las populosas regiones situadas al este del Dniéper o cruzadas por el río en su tramo meridional –Jarkiv, Luhansk, Donetsk, Dnipropetrovsk, Zaporizhzhya, Jerson y Crimea-, así como las dos costeras al oeste de dicha cuenca –Mykolayiv y Odessa-, votaron Yanukovych en un porcentaje no inferior al 50%. Exactamente lo mismo cabía decir de los 16 restantes oblasts del país que se decantaron mayoritariamente por Yushchenko. Los extremos de este cisma, preocupante para cualquiera que fuera el sucesor de Kuchma, estaban en los centros urbanos de Donetsk al este y Ternopil al oeste, donde más del 90% de los votantes se decantaron por el primer ministro en el primer caso y por su predecesor en el puesto en el segundo. En Kyiv, el 75% votó por Yushchenko.

Desde el 22 de noviembre, decenas de miles de partidarios de Yushchenko se instalaron permanentemente en el centro histórico de Kyiv siguiendo el llamamiento del aspirante presidencial a organizar un "movimiento de resistencia". El 23 de noviembre, galvanizado por la denuncia de la OSCE sobre "serias irregularidades" en la segunda vuelta, incluidos episodios de violencia e intimidación contra observadores, miembros de los colegios y votantes, por la amenazas de Estados Unidos y la UE a Kuchma con "revisiones" y "consecuencias" en las relaciones bilaterales si el Gobierno no investigaba las acusaciones de abuso y fraude, y por las declaraciones de lealtad de las asambleas municipales de Kyiv y otras importantes ciudades occidentales, Yushchenko intentó que la Rada aprobara una moción de rechazo a los resultados electorales.

La ausencia de los diputados del ZYU y el KPU frustró el necesario quórum; entonces, Yushchenko escenificó la jura del cargo presidencial, en un acto tan inválido a efectos jurídicos como peligroso, ya que suponía un desafío abierto a las autoridades. Yanukovych se consideraba el legítimo presidente electo (Putin ya le había felicitado como tal) y Kuchma parecía dispuesto a seguir con el proceso institucional como si nada sucediese. Con todo, Yushchenko insistió en ofrecer una salida pacífica a la crisis consistente en la anulación de los resultados y la repetición en el plazo de unos meses de la segunda vuelta con las debidas garantías de "limpieza y transparencia".

La respuesta del poder fue, el 24 de noviembre, anunciar los datos definitivos del escrutinio, que confirmaban el triunfo de Yanukovych, aunque por un margen recortado de votos: el aún primer ministro había obtenido el 49,46% de los sufragios y su adversario el 46,61%. Yushchenko rechazó de plano el informe de la CEC, se reafirmó en sus denuncias de fraude –que cifró en más de tres millones de papeletas, supuestamente a su favor y borradas del cómputo- , convocó una "huelga política general" para paralizar el país como medio de presión y anunció la creación de un Comité de Salvación Nacional (KNP) "para defender la democracia". El 25 de noviembre, el bloque opositor se apuntó una victoria táctica al ordenar el Tribunal Supremo la suspensión de la publicación de los resultados oficiales por el Gobierno, hasta que se pronunciara sobre las irregularidades notificadas.

Se hizo notar cómo en esta dialéctica poder-oposición Yushchenko se situó en un lugar intermedio entre la más radical Tymoshenko, principal propaladora de los mensajes de desobediencia civil, boicot activo, bloqueo de las comunicaciones y ocupación de los centros de poder del oficialismo, y el más moderado Moroz, que insistía en las fórmulas legalistas para arreglar el conflicto.

La que la prensa internacional y sus propios protagonistas, del orden de cientos de miles, vinieron en llamar la revolución naranja, estaba en marcha en Ucrania. El referente de emulación era la revolución rosa que hacía exactamente un año, en circunstancias muy parecidas –unas elecciones legislativas fraudulentas que provocaron la reacción expeditiva de la oposición- había acabado en la también ex soviética Georgia con el régimen de Eduard Shevardnadze y aupado a la presidencia a Mijeil Saakashvili. Aunque la confrontación política era máxima y los riesgos de un enfrentamiento civil o de una fractura nacional por sus costuras territoriales eran muy elevados, la sangre no llegó al río, y esto dicho en su sentido más literal, gracias al ejemplar sentido cívico de los manifestantes pro Yushchenko y de los contramanifestantes movilizados por Yanukovych, a la pronta intervención diplomática internacional y, como resultado de la misma, a la renovada disposición de los dirigentes enfrentados al diálogo.

La capital fue visitada por el presidente polaco, Aleksander Kwasniewski, el presidente lituano, Valdas Adamkus, el alto representante de la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) de la UE, Javier Solana, el secretario general de la OSCE, Ján Kubis, y el presidente de la Duma de Rusia, Boris Gryzlov. La quíntuple misión mediadora, que, salvo en el caso del enviado ruso, mostraba una comprensión hacia las reclamaciones opositoras, dio lugar a una mesa redonda en la que Yushchenko, Kuchma y Yanukovych acordaron establecer un grupo de trabajo mixto para solucionar el trance por medios pacíficos, aunque la transacción se reveló una meta en extremo dificultosa. En los días posteriores al primer cara a cara de los tres líderes involucrados en la crisis poselectoral y en paralelo a las conversaciones del grupo de trabajo, la tensión revivió con fuerza por una serie de actuaciones unilaterales.

Así, el 27 de noviembre, la Rada, con la ausencia de los diputados oficialistas y comunistas, declaró inválida la segunda ronda electoral. Una jornada más tarde, la asamblea regional de Donetsk convocó para el 5 de diciembre un referéndum que permitiera convertir al óblast en una república autónoma, cambio de estatus que para sus promotores suponía un necesario paso hacia la federalización de Ucrania pero que para la oposición de Kyiv era la génesis de la separación de toda la parte oriental del país. El mismo día, un congreso de regidores municipales de 15 regiones reunido en Severodonetsk reconoció como presidente electo a Yanukovych –quien estaba presente en el acto- y amenazó con celebrar el 12 de diciembre un referéndum para modificar el sistema de administración territorial y alumbrar la "autonomía del sudeste".

La reacción fulminante del KNP fue dar a Kuchma un plazo de 24 horas para que destituyera al primer ministro y a los gobernadores regionales (los de Donetsk, Luhansk y Jarkiv) comprometidos con la "ruptura de Ucrania", y ordenara al fiscal general la apertura inmediata de una investigación contra los "secesionistas". El 29 de noviembre, el Tribunal Supremo admitió a trámite el recurso de impugnación electoral presentado por Yushchenko, decisión judicial que inclinó tímidamente a su favor la balanza del conflicto.

De manera simultánea, el anuncio por Yanukovych de que no se oponía a repetir las elecciones en aquellas circunscripciones donde se comprobara la comisión de fraude y de que estaba dispuesto, si su victoria electoral era confirmada por el Supremo, a proponer a su archirrival para el cargo de primer ministro revestido de atribuciones reforzadas, y, más importante, la sugerencia por Kuchma –genuinamente alarmado por las iniciativas soberanistas de los oblasts del Donbass y más dispuesto a ejercer un arbitraje con ínfulas suprapartidistas- de que podrían repetirse las elecciones íntegramente como la única salida "para preservar la paz" del país, fueron indicios de que el oficialismo se avenía a contemporizar.

Desde el 1 de diciembre, lentamente, empezó a desactivarse la crisis. Mientras la Rada sacaba adelante, al segundo intento, una moción de censura contra Yanukovych, el grupo de trabajo Gobierno-oposición, con el auspicio de los mediadores internacionales, acordó convocar unas nuevas elecciones presidenciales cuyas características, candidaturas y fechas serían determinadas en consonancia con el inminente fallo del Tribunal Supremo.

A cambio, Yushchenko aceptaba el desbloqueo de los edificios administrativos por sus partidarios y el sometimiento a la Rada de un paquete legislativo que incluía la tan traída y llevada reforma constitucional para redistribuir los poderes del Ejecutivo en detrimento del presidente de la República; en adelante, la institución suprema sería el Consejo de Ministros, responsable ante el presidente y el Parlamento, del cual emanaría y a cuyo control se sometería. Yushchenko también transigió con la generalización del sistema proporcional sobre listas partidarias en las elecciones parlamentarias.

El 3 de diciembre el Tribunal Supremo confirmó que la ronda del 21 de noviembre había estado trufada de casos de fraude en perjuicio de Yushchenko y que la CEC se había precipitado en el anuncio de resultados oficiales sin antes examinar las denuncias recibidas, por lo que declaró nula esta votación y fijó su repetición el 26 de diciembre. El fallo del Supremo supuso una doble victoria para un eufórico Yushchenko, ya que el alto tribunal optaba por su fórmula de la "tercera ronda" en vez de volver al punto de partida y hacer que volvieran a enfrentarse las múltiples candidaturas que tomaron parte en la votación del 31 de octubre, cual era la pretensión de Kuchma y Putin.

El 8 de diciembre, la Rada, con el respaldo de 402 diputados (entre los que no estuvieron los partidarios de Tymoshenko, quien insistía en preservar el actual sistema presidencialista, disonancia que reflejaba la falta de monolitismo del bloque opositor), pasó la ley de reforma constitucional, la cual debía entrar en vigor, bien en septiembre de 2005, bien, en el caso de haberse aprobado hasta entonces otras enmiendas constitucionales sobre el autogobierno local, en la primavera de 2006.

El 11 de diciembre, con la más grave crisis política desde la independencia de la URSS en trance de superación y a la espera del veredicto definitivo de las urnas, los médicos austríacos que estaban tratando a Yushchenko confirmaron la naturaleza toxicológica del síndrome de su paciente, quien se recuperaba satisfactoriamente de un envenenamiento masivo pero no mortal con una clase de sustancias químicas de uso industrial conocidas como dioxinas, que en determinadas dosis son letales y que a largo plazo pueden producir cáncer. Y no una dioxina cualquiera, sino de las más peligrosas, del tipo TCDD (tetraclorodibenzo), justamente la desencadenante del desastre medioambiental de Seveso, Italia, en 1976.

A mayor abundamiento, añadían los médicos, Yushchenko había entrado en contacto con el agente químico por vía oral, un canal de lo más insólito en este tipo de intoxicaciones, muy seguramente por la ingestión de algún alimento fluido y por "inducción de terceros". Semejante etiología hacía inconcebible otra teoría que no fuera el atentado ordenado por enemigos políticos muy poderosos. Horas más tarde, Yushchenko, plenamente vindicado en su tesis del intento de asesinato y subido a una renovada ola de popularidad, ponía término a su tercera estancia en la clínica vienesa y aseguraba que el régimen vivía "sus últimas horas" y que era hora de iniciar una investigación criminal sobre la agresión que había sufrido.

Centrándose en la liza electoral, el dirigente opositor hizo balance de sus propuestas: impulso decisivo a las reformas económicas promercado –en una coyuntura macroeconómica excepcionalmente buena, con un nivel récord de divisas y una tasa de crecimiento anual del 12%-; lucha contra la corrupción; rebaja de los impuestos; revisión de determinadas privatizaciones para obligar a "los clanes oligárquicos a pagar el precio real por las empresas" que adquirieron; retirada de los 1.650 soldados de Irak –ya demandada por la Rada el 3 de diciembre-; reducción del servicio militar obligatorio a los 12 meses; prioridad a la integración en las estructuras euroatlánticas, con la doble meta de ingresar en la OTAN y la UE, creyendo factible el arranque en 2011 de las negociaciones de adhesión a la segunda de las organizaciones; y, en armonía con lo anterior, preservación de las "buenas y armónicas relaciones" con Rusia, país con quien existía una "asociación estratégica" de naturaleza económica. Ahora bien, la conversión del ruso en idioma oficial junto con el ucraniano, quedaba descartada. Por lo demás, Yushchenko prometió un Gobierno de "concordia nacional", abierto a diversas sensibilidades políticas y de carácter "honrado, profesional y patriótico".

El 26 de diciembre Yushchenko venció con el 51,99% de los votos a Yanukovych, cuyo 44,19% fue netamente superior al porcentaje que le habían aventurado las encuestas. El primer ministro se negó a reconocer su derrota, impugnó los resultados ante el Tribunal Supremo por "irregularidades sistemáticas y falsificación", y se propuso reasumir sus funciones, desempeñadas durante la campaña por el viceprimer ministro y ministro de Finanzas, Mykola Azarov. No opinaban lo mismo la CEC, que habló de "irregularidades sin importancia", y la OSCE, que se felicitó porque esta votación se hubiera "acercado mucho más a los estándares" de la organización. Días más tarde, el Supremo rechazó los recursos presentados por Yanukovych, quien el 31 de diciembre se vio obligado a transigir en la dimisión como primer ministro, ineludible desde la moción de censura de primeros de mes.

El 10 de enero de 2005 Yushchenko fue proclamado por la CEC vencedor oficial de los comicios presidenciales y el 23 de enero tomó posesión de su mandato quinquenal ante un nutrido plantel de dignatarios internacionales. En su alocución inaugural, pronunciada a medio millón de personas concentradas en la Plaza de la Independencia de Kyiv, el flamante jefe del Estado aseguró que "nuestro lugar está en la Unión Europea y mi objetivo es «Ucrania en la Europa Unida»", porque "pertenecemos a la misma civilización" y "compartimos los mismos valores, historia y perspectiva económica". Asimismo, describió a Ucrania como una "nación moderna", capaz de hacer frente a viejos y nuevos desafíos como el terrorismo, en un mundo global y dinámico, que ya no sería más "ni una zona colchón ni el terreno de la competición de otros", y a los ucranianos como un pueblo que quiere "ocupar su lugar correcto en la comunidad de naciones". Su primera decisión, el 24 de enero, antes de partir a Moscú para sostener una cumbre de reconciliación con Putin, fue nombrar primera ministra a Tymoshenko.