Shaukat Aziz
Primer ministro (2004-2007)
Perteneciente a una familia de la élite social musulmana e hijo de un diplomático, nació dos años después de la partición de la India británica y la proclamación de la independencia de Pakistán en 1947. Se formó en la St. Patrick’s School de Karachi, la Public School de Abbottabad y el Gordon College de Rawalpindi, por el que obtuvo el título de bachiller en Ciencias en 1967. En 1969 se sacó un máster en Administración de Empresas impartido por el Institute of Business Administration (IBA) de Karachi y fue contratado por el Citibank para su delegación en la urbe sureña. Casi desde el principio, Aziz trabajó para la afamada compañía financiera en el extranjero, teniendo destinos en diez países inclusive en la sede central en Nueva York, completando tres décadas de servicio y llegando a desempeñar algunas de las más altas funciones ejecutivas en el Citibank y su corporación madre, la Citicorp, más tarde transformada en el gigante financiero Citigroup.
Después de un período de preparación en Filipinas, en 1974, con 24 años, fue nombrado director del Citibank en Jordania. De Ammán pasó a Atenas, luego a Nueva York y en 1982 se movió a Kuala Lumpur para dirigir la delegación en Malasia. En 1985 se convirtió en el director general del Saudi American Bank (Samba), una entidad fundada cinco años atrás para sustituir al Citibank en la provisión de servicios financieros en Riad y Jeddah, y que pasó a formar parte de la Citicorp. En octubre de 1989 fue transferido a las oficinas en Londres del Citicorp Investment Bank Ltd. (CIBL) como antesala de sus nombramientos para dirigir tanto la filial del CIBL en Pakistán (CIBPL, lo que hoy es el Jahangir Siddiqui Investment Bank Ltd.) como la división de Banca Corporativa y de Inversiones del Citibank para Europa del Sudeste y Oriente Próximo. En febrero de 1992 saltó al puesto de vicepresidente ejecutivo del Citibank a cargo de la Banca Corporativa y de Inversiones para las regiones de Europa Central y Oriental, Oriente Próximo y África, rindiendo cuentas directamente al entonces presidente del banco, John Reed, y ejerciendo desde Londres. En agosto de 1993 trasladó su despacho a Singapur para cubrir la región de Asia-Pacifico.
En enero de 1996, sin dejar su vicepresidencia ejecutiva, Aziz fue incorporado a la Planificación Corporativa de la Citicorp en Nueva York con rango de adjunto a la Presidencia, meses más tarde entró a formar parte de la Junta de Directores del Citicorp Islamic Bank Ltd. con sede en Bahrein y en abril de 1997 recibió el puesto de director de la división de Banca Privada Global. Cuando en octubre de 1998 se produjo la fusión orgánica entre la Citicorp y la aseguradora Travelers Group para dar lugar al Citigroup, la mayor compañía de servicios financieros del mundo, Aziz fue confirmado en sus funciones.
A finales de la década de los noventa Aziz estaba considerado uno de los más importantes ejecutivos de banca privada de esta parte de Asia y se le tenía por una persona muy bien relacionada con los multimillonarios árabes del golfo Pérsico. Cultivados desde sus años de director general del Samba, los lazos eran especialmente sólidos, y lucrativos para la empresa de la que era directivo desde la perspectiva de la cartera de clientes, con los miembros de la familia real de Arabia Saudí, por lo demás, uno de los principales interlocutores y socios de Pakistán en la arena internacional. Aziz nunca había participado en el servicio público de su país y mucho menos en la política, aunque conocía personalmente a la ex primera ministra Benazir Bhutto, líder del centroizquierdista Partido Popular de Pakistán (PPP), y a su sañudo rival y sucesor en el cargo, Mian Mohammad Nawaz Sharif, cabeza de la conservadora Liga Musulmana de Pakistán (PML), así como a otros notables de la clase política pakistaní.
Fue precisamente la remoción de Nawaz Sharif por el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, general Pervez Musharraf, en el golpe de Estado del 12 de octubre de 1999 el acontecimiento que determinó el punto de inflexión en la trayectoria prestigiosa pero monocorde de Aziz, que de no haber sido por aquella mudanza, a buen seguro, habría prolongado su carrera profesional en el sector privado y con el Citigroup. Tras suspender las instituciones de la democracia parlamentaria, declarar el estado de emergencia y arrogarse poderes de corte dictatorial, Musharraf, el 25 de octubre, nombró un Consejo de Seguridad Nacional (NSC) cívico-militar de siete miembros y un mini-gabinete ministerial de tres carteras.
Para el Ministerio de Finanzas Musharraf seleccionó a Aziz, cuyo perfil técnico cuadraba a la perfección con los deseos del general de rodearse de servidores obedientes, de escaso o nulo peso político y con amplia experiencia en sus áreas de especialidad. Su solvencia profesional, su cosmopolitismo y su vasto bagaje en el terreno de la alta banca internacional convertían a Aziz en el hombre idóneo para, trabajando codo con codo con el gobernador del Banco Estatal (SBP) Mohammad Yaqoob, a la sazón integrante del NSC, intentar imprimir un cambio de rumbo a la economía nacional, sumida en un marasmo de crecimiento débil (1999 iba a cerrar con una tasa del PIB del 3,1%, del todo insuficiente para atender las necesidades de una población que aumentaba a un ritmo sólo ligeramente inferior), bajos ingresos del Estado, que se mostraba incapaz de fiscalizar a un amplio abanico de actividades sumergidas, elevado endeudamiento y debilidad de la rupia. La balanza de pagos se encontraba en una situación muy precaria por la contracción de las transferencias de los trabajadores emigrados y las reservas de divisas del SBP no daban para cubrir más que dos semanas de importaciones, las cuales superaban al valor de las exportaciones en 2.400 millones de dólares.
Más tarde, Aziz iba a asegurar -tal vez incurriendo en la exageración, para subrayar su distanciamiento desdeñoso del devenir de su país en todos estos años como ejecutivo del Citibank- que hasta el mismo día del golpe nunca había oído hablar del general Musharraf, quien, al parecer, sí estaba muy bien informado de sus actividades y que pensó inmediatamente en él para "poner la economía de la casa en orden". Una preocupación no menor producía la falta de inversión extranjera, situación que se había agravado desde la aplicación por Estados Unidos, Europa y varios países asiáticos de unos paquetes de sanciones comerciales y financieras como castigo por la escalada de pruebas nucleares con India en mayo de 1998. Las más lesivas eran las sanciones estadounidenses, pues suponían el embargo de las ventas de suministros militares, los sistemas informáticos de alta tecnología, las licencias industriales y los créditos bilaterales. Por supuesto, la presente quiebra del orden constitucional no favorecía la cancelación de esas medidas punitivas.
La primera y más urgente misión de Aziz fue conducir a buen puerto las negociaciones con el FMI y el Club de París para la apertura de una línea de crédito y el reescalonamiento del pago de la deuda externa, que ascendía a los 36.000 millones de dólares. Una tercera parte de ese monto correspondía a débitos a corto plazo y el país afrontaba con grandes apuros una serie de vencimientos en los próximos meses. No había liquidez y de hecho Pakistán se encontraba al borde de la suspensión de pagos. El FMI condicionaba su asistencia a la realización de profundos cambios estructurales, fundamentalmente la reforma del sistema fiscal, ampliando la base social sujeta a tributación y haciendo más eficaces las recaudaciones, la supresión de subvenciones a los productos agrícolas y otros de primera necesidad, y la profundización de la campaña de privatizaciones, cuyos ingresos, casi al 100%, eran destinados al servicio de la deuda.
Mientras Musharraf, autoproclamado presidente de la República en junio de 2001 e investido de un mandato hasta 2007 por un plebiscito celebrado en abril de 2002 –maniobra de legitimación fraudulenta que fue impugnada por los principales partidos de la oposición civil-, lidiaba con un peligroso pandemónium de crisis externas e internas –a saber: picos de tensión prebélica con India con epicentro en la dividida región de Cachemira; invasión estadounidense del vecino Afganistán y derrumbe del régimen ultraintegrista de los talibán; en casa, violenta protesta de las organizaciones y partidos religiosos radicales, simpatizantes de los anteriores; ola de terrorismo fundamentalista islámico y de violencia sectaria entre sunníes y shiíes; y, acoso militar a las tribus de etnia pashtún sospechosas de cobijar en las áreas fronterizas a los líderes de Al Qaeda y el movimiento talibán huidos de Afganistán-, Aziz se concentró en sacar a flote la economía pakistaní, tarea que, con muchas dificultades, terminó por dar sus frutos.
Entre 2000 y 2004 Aziz implementó las recetas fondomonetaristas, tan ingratas para la población. La aceleración de las privatizaciones, los avances en la reforma fiscal, que incluyó el gravamen de las rentas agrícolas y la generalización del General Sales Tax (GST, impuesto sobre el valor añadido de los productos de consumo) al tiempo que su subida hasta el 15%, y, medida no menos draconiana, el final de los precios subsidiados de los alimentos del campo, la electricidad y el gas, relanzaron el diálogo con el FMI, el Banco Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo (BAD). Estos organismos otorgaron sustanciosos créditos orientados a la corrección del desequilibrio de la balanza de pagos, la financiación de programas de incidencia social y la liberación de recursos propios para el combate contra la pobreza (padecida por el 35% de la población), amén de flexibilizar los plazos de devolución. Por su parte, Estados Unidos levantó sus sanciones económicas, reabrió el grifo financiero e incluso condonó tramos de la deuda bilateral.
En julio de 2000, en el contexto de su estrategia de ajuste, Pakistán pasó a un régimen de tipo de cambio flotante de la rupia, que en un primer momento sufrió una fuerte depreciación pero que más tarde se recuperó y estabilizó. La desconfianza de los inversores se mitigó, el nivel de reservas monetarias ascendió espectacularmente por la transferencia masiva a bancos pakistaníes de los ahorros en dólares de los nacionales de la diáspora, el precio del dinero se abarató y la inflación, bajando del 4% al 3% anual, abandonó la esfera de preocupaciones. En 2003 el Gobierno ya resultó convincente en sus partes triunfalistas, pues la economía creció el 5,5%, el déficit fiscal se redujo al 4,4% -el más bajo en 27 años- y la estabilidad se respiraba en los mercados. Con todo, las deudas del Estado equivalían todavía al 73% del PIB, y un porcentaje ligeramente inferior del presupuesto seguía siendo reclamado por el servicio de la deuda externa y los gastos militares.
Transmitiendo eficiencia y optimismo, Aziz fue ganándose el respeto incluso de aquellos que denostaban a Musharraf y su proyecto de instaurar en Pakistán una "democracia real", la cual, en realidad, debía entenderse como una democracia limitada y tutelada por el autócrata y el alto mando castrense. De cara a las elecciones legislativas del 10 de octubre de 2002, principio del retorno a una legalidad institucional que de todas maneras iba a quedar mutilada, Aziz debilitó su apoliticismo y se aproximó discretamente a la Liga Musulmana de Pakistán-Quaid-e-Azam (PML-Q), que era el ala de la PML decidida a cooperar con el régimen de Musharraf.
Tras la elección por sufragio universal de 272 miembros y la adjudicación de los 70 escaños restantes a los colectivos de mujeres y las minorías étnicas y religiosas, quedó conformada una Asamblea Nacional pluripartidista con la bancada más numerosa -118 diputados- para la PML-Q, cuyo secretario general, Mir Zafarullah Khan Jamali, fue investido primer ministro el 21 de noviembre. Aziz fue mantenido en el Gobierno monocolor que formó Jamali en calidad de asesor principal del primer ministro para asuntos financieros. Puesto que, de acuerdo con la ley constitucional, necesitaba ser miembro del Parlamento federal para ostentar una cartera en el Ejecutivo, la PML-Q le incluyó en sus listas de candidatos al Senado, cámara de 100 miembros cuya elección competía a las asambleas provinciales. El 24 de febrero de 2003, días antes de darse por concluida la suspensión de la Constitución, el antiguo ejecutivo del Citibank hizo su entrada formal en la política representativa al ganar el acta de senador por Punjab, tras lo cual pudo sentarse otra vez en su despacho del Ministerio de Finanzas.
El 26 de junio de 2004 Jamali presentó la dimisión de manera abrupta y sin aducir razones. Medios locales e internacionales hicieron notar que en estos 19 meses Jamali había sido medio eclipsado por el omnipresente Musharraf, el cual no habría encontrado en aquel más que una actitud fría para su pretensión de perpetuar su rol dual de presidente de la República y comandante en jefe del Ejército (en definitiva, un jefe de Estado de uniforme y, de paso, revestido de amplias prerrogativas, lo que ponía en tela de juicio la naturaleza civil del régimen). Jamali dejó designado para sucederle a Chaudhry Shujaat Hussain, presidente de la PML-Q, que fue investido por la Asamblea Nacional tres días después.
Pero éste era un reemplazo provisional. El propio Hussain se encargó de informar que su partido, oída la recomendación hecha por Musharraf, pensaba nominar para el puesto a Aziz, quien antes debía obtener el escaño en la Asamblea, tal como dictaba la Constitución. Para tal fin, ya estaba prevista la baja de algún diputado, cuya vacancia sería cubierta mediante una elección parcial de la que, por supuesto, saldría ganador el ministro de Finanzas. Este alambique político indignó a las fuerzas opositoras agrupadas en la Alianza para la Restauración de la Democracia (ARD), cuyo máximo dirigente, Makhdoom Javed Hashmi, el factótum de Nawaz Sharif (quien se encontraba exiliado en Arabia Saudí), cumplía desde abril una pena de 23 años de cárcel como reo de los delitos de sedición y falsificación.
Así, el PPP-Parlamentarios (nueva denominación del PPP, controlado por Bhutto desde su exilio londinense) y la PML afecta al derrocado Nawaz Sharif (PML-N), cuyo jefe en funciones era Hashmi, acusaron a Musharraf de hacer y deshacer a su antojo en la supuesta democracia parlamentaria, y a los prebostes de la PML-Q de prestarse a ser las marionetas del presidente. Menos díscolo se mostró el bloque de seis partidos integristas legales conocido como el Consejo Unido para la Acción en Pakistán (Mottahida Majlis-e-Amal Pakistan, MMA) y liderado por el maulana Fazal ur-Rehman, uno de los cabecillas más estridentes de las algaradas antigubernamentales del otoño de 2001, cuando la resignada cooperación de Musharraf con Estados Unidos en la ofensiva contra los talibán afganos tocó la fibra sensible de los sectores más radicales del Islam militante en este lado de la frontera. Con su abstención en la votación de Hussain, el MMA, que ya venía mostrándose cooperativo con los planes de Musharraf, facilitó las cosas al oficialismo.
Al final, el guión prescribió que renunciaran a sus actas, no uno, sino dos diputados. Aziz se postuló para el escaño en las dos circunscripciones afectadas, Attock, en Punjab, y Tharparkar, en Sindh. Su electorado se consideraba mayoritariamente afecto al oficialismo, facilidad añadida que hacía del fracaso de Aziz en las urnas una eventualidad poco menos que imposible. Las elecciones locales estaban previstas para el 18 de agosto, pero antes, el 30 de julio, Aziz fue víctima de un aparatoso atentado cuando desarrollaba su campaña electoral en Fatehjang, en el distrito de Attock, a 45 km al oeste de Islamabad. Un terrorista suicida hizo estallar su vehículo cargado de explosivos junto al coche que alejaba del lugar a Aziz, quien salió con vida de puro milagro y completamente indemne. No tuvieron la misma suerte su chófer y otras cinco personas, muertas en el acto por la fortísima explosión.
Con esta desagradable experiencia, Aziz conoció a carta cabal el enorme riesgo que entrañaba en un país como Pakistán ejercer el poder y abrazar al mismo tiempo posturas proestadounidenses cuando seguía su curso la operación militar Libertad Duradera contra el terrorismo internacional de naturaleza islamista. De ello podía dar fe el mismo Musharraf, objeto de dos atentados consecutivos en diciembre del año anterior. Había estado a punto de morir, y eso que aún no había asumido la jefatura del Gobierno, pero Aziz se mostró sereno y se reafirmó en su "determinación de servir a Pakistán y al mundo islámico". También, culpó del ataque a la nebulosa del extremismo político-religioso, que no cejaba en sus intentos de "desestabilizar" Pakistán. La Policía centró sus pesquisas en el Ejército de Mahoma (Jaish-e-Mohammad, JeM), una organización paramilitar activa en Cachemira y vinculada a Al Qaeda que estaba proscrita desde enero de 2002.
Por razones de seguridad, Aziz no se dejó ver hasta el día de las elecciones. El 18 de agosto no hubo sorpresas y el aspirante a diputado y a primer ministro ganó en las dos circunscripciones por sendas mayorías avasalladoras a sus contrincantes del PPPP, que denunciaron una retahíla de irregularidades, como la intimidación policial a los interventores electorales de su partido y la falsificación de papeletas, aunque oficiales del Gobierno federal replicaron que tales quejas no tenían fundamento. El 20 de agosto, sin querer terciar en la polémica, Aziz tomó posesión de su escaño de diputado, el correspondiente a Attock.
Despejado el obstáculo del mandato parlamentario, Aziz ya podía ser primer ministro a la vez que miembro del NSC. El 25 de agosto Hussain entregó la carta de renuncia a Musharraf; dos días después, Aziz fue investido por la Asamblea con 191 votos a favor y el 28 de agosto prestó juramento del cargo ante el presidente. Los 191 diputados que depositaron su confianza en él eran justamente los adscritos al bloque oficialista (PML-Q, Alianza Nacional, Movimiento Nacional Federal –MQM- y un grupo heterogéneo en el que había independientes, disidentes de la formación de Bhutto y liguistas propresidenciales pero separados del partido del Gobierno). Fueron también los únicos que ejercieron el voto, ya que el PPPP, la PML-N, los demás miembros de la ARD y el MMA boicotearon la sesión porque el presidente de la Cámara rechazó que el candidato conjunto de la oposición, Hashmi (quien, pese a estar en prisión, conservaba su acta de diputado), pudiera venir al hemiciclo para tomar parte en la votación.
Tras ser elegido, Aziz afirmó que él no tenía "una varita mágica" para solucionar todos los problemas del país, pero que el Ejecutivo iba a emplear todas sus habilidades y recursos para colocar al pueblo pakistaní "ante una nueva era de progreso y prosperidad", lo que incluía la prosecución del diálogo pacifista con India y la búsqueda de una "solución justa" para el conflicto de Cachemira. Prometió un gobierno "responsable y competente", y tendió "una mano de amistad y cooperación" a la ARD, con la que las diferencias de criterio no podían ser más pronunciadas: si los partidos de la oposición consideraba a Musharraf un presidente "ilegal", el flamante primer ministro se felicitó de que el país pudiera "continuar beneficiándose de la sabiduría" del general. El 1 de septiembre juró el Gabinete, que experimentó pocos cambios con respecto al precedente. Khurshid Mehmood Kasuri continuó en Exteriores, Rao Sikandar Iqbal en Defensa y el propio Aziz retuvo la cartera de Finanzas. En Interior, Faisal Saleh Hayat fue sustituido por Aftab Ahmad Khan Sherpao.
Los observadores valoraron la promoción de Aziz como una astuta jugada de Musharraf para ningunear a los políticos de solera, inclusive los de la PML-Q (tanto fue así que se difundieron informaciones sobre divergencias en el partido del Gobierno en torno a la designación del responsable de Finanzas), y minimizar la influencia del Parlamento en las decisiones del Ejecutivo. Aziz era ante todo un tecnócrata, un servidor brillante en su cometido al mismo tiempo que un hombre carente de ambiciones políticas, incapaz de formular críticas al proceso institucional pseudodemocrático y dócil a sus superiores.
El reparto de papeles resultaba nítido: Aziz se encargaría de la economía, el diálogo financiero, los programas de desarrollo y las rutinas técnicas de gobernar, y sería instrumental en la distensión con India; en cambio, las grandes decisiones de política exterior, las estrategias para con India, Estados Unidos, China, Afganistán y el resto de países prioritarios, la lucha, policial y militar, contra el terrorismo integrista de Al Qaeda y sus asociados, las tribus díscolas del noroeste y los infiltrados talibán, así como la vigilancia del orden público y, en definitiva, todo lo que tuviera que ver con la seguridad y la defensa, serían el coto personal de Musharraf.
La manifiesta supeditación de Aziz a Musharraf operaba en la práctica, pero también se ajustaba a un marco legal que el presidente-general había introducido con la complicidad y la, por otro lado, necesaria participación del Parlamento. Ya en agosto de 2002 Musharraf decretó la Legal Framework Order (LFO), un paquete de 29 complementos y correcciones a la Constitución de 1973 que alteraba drásticamente el equilibrio de poderes del sistema parlamentario en favor del presidente de la República. En lo sucesivo, el cabeza del poder ejecutivo podría disolver la Asamblea Nacional (facultad que ya había estado vigente entre 1985 y 1997, siendo ejercitada cuatro veces por los presidentes de turno) y, por ende, forzar automáticamente la caída del Gobierno federal. El NSC, encabezado por el jefe del Estado, era convertido en un órgano institucional supraparlamentario, lo que equivalía a oficializar el papel interventor de las Fuerzas Armadas en las altas decisiones políticas.
La LFO, en una versión corregida (ahora, para disolver la Asamblea, el presidente debía someterse a dos requisitos, uno previo, la consulta con el primer ministro, y otro posterior, la aprobación del Tribunal Supremo en el plazo de 15 días) y transformada en la Decimoséptima Enmienda de la Constitución, fue ratificada por las dos cámaras del Parlamento en diciembre de 2003 con la preceptiva mayoría de dos tercios gracias al respaldo del MMA, que se plegó a la componenda a cambio de la promesa de Musharraf de abandonar la jefatura del Ejército en diciembre de 2004, un compromiso que en el momento de la elección de Aziz como primer ministro ya parecía dudoso que llegara a plasmarse.
(Nota de edición: esta biografía fue publicada en 8/2014. El ejercicio de Shaukat Aziz como primer ministro de Pakistán concluyó el 16/11/2007. Su sucesor interino en la jefatura del Gobierno fue Mohammad Mian Soomro, al que posteriormente, el 25/3/2008, tomó el relevo como primer ministro titular Yousaf Raza Gilani).