Ségolène Royal

La candidata del Partido Socialista en las elecciones presidenciales de abril de 2007 en Francia obtuvo una gran notoriedad internacional por su condición de mujer, por pertenecer a la fuerza política que se hallaba en la oposición al Ejecutivo controlado por el centroderecha y por el impacto que su hipotética victoria podría tener en el atascado proceso constitucional europeo. Presidenta regional de Poitou-Charentes y pareja formal del primer secretario del PS, François Hollande, Royal tuvo una irrupción meteórica en 2006 cuando las bases socialistas la nominaron frente a destacados barones del partido que no le ocultaban su hostilidad. Un ascenso que, sin embargo, fue frenado en seco por su potente contrincante del oficialismo, el ministro del Interior Nicolas Sarkozy, quien la derrotó en la segunda vuelta del 6 de mayo.

(Texto actualizado hasta mayo 2007)

1. Una enarca socialista con un bagaje familiar de derechas
2. Un denso historial en la política representativa, gubernamental y de partido
3. Hacia la candidatura presidencial del PS
4. Duelo electoral en 2007 con el conservador Sarkozy y el centrista Bayrou


1. Una enarca socialista con un bagaje familiar de derechas

Su nacimiento en el extrarradio de la capital de Senegal, país que entonces era parte del África Occidental Francesa, fue puramente circunstancial: era el lugar donde estaba destinado su padre, Jacques Royal (1920-1981), un teniente coronel del arma de artillería del Ejército francés e hijo a su vez de otro uniformado, Florian Royal (1891-1975), alto oficial que alcanzó al grado de general y que legó a su descendencia un considerable patrimonio. El matrimonio formado por Jacques Royal y Hélène Dehaye, una apasionada de la botánica que nunca se resignó del todo a ser una mera ama de casa supeditada a su esposo cuatro años más joven, alumbraron ocho retoños, cinco chicos y tres chicas, de los que Marie-Ségolène, que tal es su nombre de pila completo, era el cuarto.

La muchacha se crió en el ambiente encorsetado, rigurosamente católico y profundamente conservador que dimanaba de la personalidad autoritaria de su progenitor, un militar amargado por sus experiencias en las guerras contra la Alemania nazi en 1940 y contra los anticolonialistas vietnamitas y argelinos años después, las cuales moldearon en él un sentimiento nacionalista de derechas y la convicción, compartida por los generales del fallido putsch argelino de 1961, de que el general de Gaulle había traicionado a Francia al conceder la independencia a Argelia. El reaccionario código de valores del oficial incluía la convicción de que las mujeres no debían recibir más educación que la necesaria para ser unas esposas obedientes y unas madres atentas.

En 1960 los Royal se mudaron a otra posesión francesa de ultramar aún más alejada de la metrópoli, la Martinica, en las Antillas. Ségolène fue escolarizada en el colegio que la congregación de monjas católicas Saint-Joseph-de-Cluny tenía en Fort-de-France, la capital de la isla caribeña. En 1964 Jacques Royal, con sólo 44 años, se dio de baja del Ejército y regresó con su familia a Francia para instalarse en Chamagne, una comuna del departamento de los Vosgos, en la región de Lorena, donde inició una nueva vida profesional como consejero municipal y representante de una firma de comercio. Rodeada de comodidades aunque por el momento sujeta a la rígida disciplina del padre, la joven retomó la educación primaria y comenzó la secundaria en la vecina comuna de Charmes, y luego prosiguió los estudios en Épinal, en el Instituto Notre-Dame, un internado privado femenino sumamente estricto.

En 1968, una vez obtenido el título de bachiller, el conflicto con el padre resultó inevitable: ella, con el apoyo de la madre, expuso su firme intención de estudiar economía y derecho en la Universidad de Nancy, pero el ex coronel Royal se negó en redondo. La rebelión filial se mezcló con un serio conflicto conyugal que ya venía fraguándose, siendo el resultado del grave disenso familiar la separación del matrimonio y la emancipación académica de la hija. Todos los hermanos se pusieron de parte de la madre, que se mudó a una casa nueva en la región de Baja Normandía. Royal no sólo privó de la manutención a su esposa –que no tenía ingresos ni capitales propios-, sino que se negó a pagar los estudios superiores de los hijos, los de la benjamina de las chicas en particular.

Con el objeto de costearse las clases en la Facultad de Derecho y Ciencias Económicas de la Universidad de Nancy Ségolène laboró en una librería de la urbe lorenesa y en el verano de 1971 trabajó en Dublín como au pair. De vuelta a Nancy ingresó en el Centro Universitario de Estudios Políticos (CUEP) y en 1972, ya iniciada la carrera, con 19 años, tomó la iniciativa de demandar a su padre ante los tribunales por dejación de sus obligaciones familiares y por negarse a conceder el divorcio a su esposa separada, lo que habría dado derecho a ésta a una parte de los bienes matrimoniales. Royal hija iba a ganar el pleito, pero sólo después de fallecer el demandado en 1981, víctima de un cáncer de pulmón contraído tras muchos años de adicción al tabaco. La asistencia de Ségolène al entierro de su padre en Chamagne, al cabo de una década sin verse las caras, puso término a unas tormentosas relaciones que sin embargo contribuyeron a forjar el carácter decidido y enérgico de la joven.

En 1975 Royal obtuvo la licenciatura en Ciencias Económicas y a continuación consiguió matricularse en el selectivo Instituto de Estudios Políticos de París (IEP, también conocido como Sciences Po). 1978 fue un año crucial en la trayectoria de esta veinteañera que ambicionaba hacer carrera en los escalafones del servicio público. Por un lado, completó sus estudios en el IEP y con un currículum lucido por la licenciatura económica y la diplomatura politológica fue admitida en la célebre Escuela Nacional de Administración (ENA), toda una institución, inseparable de la historia francesa de la posguerra, que desde 1945 venía formando a los cuadros funcionariales medios y altos del Estado, muchos de los cuales terminaban convirtiéndose en prefectos departamentales, presidentes de consejo regional, ministros del Gobierno y hasta primeros ministros y presidentes de la República, como eran los casos del republicano independiente Valéry Giscard d’Estaing, ahora mismo el jefe del Estado, y el neogaullista Jacques Chirac.

En la ENA, compartiendo la denominada promoción Voltaire, Royal tuvo como compañeros de clase a otros dos diplomados de la IEP, Dominique de Villepin, militante del Reagrupamiento por la República (RPR) de Chirac y futuro primer ministro, y François Hollande, un licenciado en Derecho vinculado a la Unión Nacional de Estudiantes de Francia (UNEF) y al Partido Socialista (PS) que lideraba François Mitterrand. Royal inició con Hollande una amistad que devino relación íntima. En el mismo 1978 ingresaron a la par en el PS como militantes de base y se colocaron bajo el patrocinio del profesor Jacques Attali, enarca de la promoción de 1970 y estrecho colaborador de Mitterrand. Comenzaba para ambos una fructífera andadura en lo sentimental y en lo político. El primer ámbito se tradujo en una sólida relación de pareja que no fue formalizada en matrimonio pero que trajo al mundo a cuatro hijos, tres chicos y una chica, nacidos entre 1984 y 1992. En cuanto al itinerario en las filas del PS, tanto el uno como el otro iban a alcanzar posiciones del máximo relieve, siendo Hollande el primero en lanzar su carrera política.

En 1980 la pareja recibió su titulación en la ENA, con Hollande figurando como undécimo de la promoción y Royal ocupando la posición nonagésimo quinta. Mientras que él obtuvo un puesto en la Cour des Comptes (Corte de Auditores), posición que al año siguiente le sirvió de trampolín para su primera tentativa de hacerse con un escaño en la Asamblea Nacional, en unos comicios que fueron ganados por el PS, y para entrar en el Palacio del Elíseo como encargado de misión presidencial a las órdenes de Mitterrand, ella tuvo opción a un puesto de menos prestancia, una consejería o magistratura en el Tribunal Administrativo de París.


2. Un denso historial en la política representativa, gubernamental y de partido

Tener a su pareja y a Attali, éste convertido en un muy influyente "consejero especial" de Mitterrand, metidos en el Elíseo fue decisivo para el arranque de la carrera política de Royal. En 1982, siguiendo la recomendación hecha por Attali, Mitterrand la contrató para la Secretaría General de la Presidencia como encargada de misión en asuntos de sanidad, medio ambiente y juventud. Todavía no había cumplido la treintena. Se supone que desde esta posición, Royal manejó informes internos relacionados con los controvertidos ensayos nucleares en los atolones de la Polinesia Francesa y con el atentado con bomba que en 1985 hundió en Nueva Zelanda al Rainbow Warrior, el buque insignia de la ONG ecologista Greenpeace, el cual resultó ser obra de la Dirección General de Seguridad Exterior (DGSE), la agencia francesa de inteligencia extranjera, con el consiguiente escándalo internacional.

Según parece, Royal, que simpatizaba con la causa antinuclear, manifestó su desagrado por este incidente violento, que tanto daño hizo a la imagen internacional de Francia. Lo que no sabía era que uno de sus propios hermanos, Gérard, teniente del Ejército reclutado por la DGSE como agente de operaciones especiales, había estado directamente involucrado en un sabotaje terrorista que además de mandar a pique al Rainbow Warrior costó la vida a un fotógrafo luso-holandés. 21 años después, con ella en lo alto del candelero de resultas de su precandidatura presidencial, el diario Le Parisien publicó el testimonio de otro de los hermanos, Antoine, quien no sólo confirmó que Gérard había integrado el comando asaltante, lo que ya se sabía desde hacía una década, sino que él en persona se encargó de adosar las bombas en el casco del barco fondeado en el puerto de Auckland.

En septiembre de 2006 Antoine Royal aseguró a Le Parisien que su hermano le había confesado su participación con toda franqueza, aunque otras fuentes informativas pusieron en cuestión la autoría material del atentado y señalaron a Gérard Royal como el piloto del bote neumático que condujo a los saboteadores hasta el navío. El antiguo agente de la DGSE ni confirmó ni desmintió este extremo, y sólo se pronunció para pedir a los medios que le dejaran en paz. La familia del fotógrafo asesinado y Greenpeace se valieron de las declaraciones, extrañamente incriminatorias, de Antoine Royal para reclamar al Gobierno neozelandés que abriera causa criminal contra Gérard Royal y solicitara su extradición a Francia, a lo que aquel se negó alegando que se trataba de un caso cerrado. En cuanto a Ségolène, lógicamente, optó por el silencio en relación con un asunto muy turbio que sin embargo tuvo escasa difusión y que no afectó en lo más mínimo a su campaña política.

En 1983 Royal incursionó en la política representativa local como concejala en Trouville-sur-Mer, pequeña comuna bajonormanda del departamento de Calvados y próxima a Villers-sur-Mer, el lugar de residencia de su madre. Fue como resultado de unas elecciones municipales en las que la lista socialista salió derrotada frente a la del RPR. Entre tanto, Hollande estrenaba su propia concejalía municipal en el departamento de Corrèze y de paso un cargo en el Ejecutivo nacional, el de director del Gabinete de Max Gallo, portavoz del Gobierno que encabezaba Pierre Mauroy. La experiencia de edil de la oposición en una localidad costera de provincias no debió de apasionar a Royal, que en 1986 renunció al cargo con la explicación de que su trabajo en el Elíseo le marcaba prioridades ineludibles. Lo cierto era que arrastraba desavenencias con la dirección del PS regional, la cual, aseguran fuentes de la prensa francesa, frustró su deseo de candidatear a la Asamblea Nacional en las elecciones legislativas de marzo de aquel año, representando a alguna de las circunscripciones uninominales de la Baja Normandía.

Dos años después, Royal, haciendo valer su relación profesional con Mitterrand, consiguió que el partido le concediera la candidatura parlamentaria en la segunda circunscripción de un departamento con el que hasta entonces no había tenido ningún vínculo personal, Deux-Sèvres, en la región centrooccidental de Poitou-Charentes, una plaza fuerte del centroderecha no gaullista reunido en la Unión por la Democracia Francesa (UDF). La selección de Royal para librar un cuerpo a cuerpo electoral en una circunscripción complicada y en la que tenía como rival al alcalde de Celles, Pierre Billard, constituyó un buen ejemplo, empleando la jerga doméstica, de parachutisme político.

En las elecciones del 5 y el 12 de junio de 1988 el de Royal fue uno de los 260 escaños que cosechó el PS, el cual, junto con sus adherentes de izquierdas, recuperó la mayoría perdida en 1986 frente a la alianza del RPR de Chirac y la UDF de Giscard. Su pareja y padre de sus tres primeros hijos, nacidos casi de seguido –el mayor, Thomas, tenía cuatro años y el menor, Julien, sólo uno-, se hizo también con el escaño, en su caso representando a Corrèze. Al sentarse en la Asamblea Nacional, Royal puso término a un sexenio de servicios en el Elíseo. Menos de un año después, en marzo de 1989, regresaba a la política municipal como concejala en el ayuntamiento de Melle, una comuna de Deux-Sèvres cercana a la ciudad de Niort.

El 2 de abril de 1992, el nombramiento por Mitterrand de Pierre Bérégovoy, hasta entonces ministro de Economía y Hacienda, para el puesto de primer ministro en sustitución de la impopular Édith Cresson supuso el salto de Royal al Ejecutivo nacional como titular de la cartera de Medio Ambiente, en sustitución de Brice Lalonde. A comienzos de mayo renunció al escaño en la Asamblea Nacional por imperativo constitucional, pero retuvo la concejalía en Melle. De hecho, su relación con la política regional se reforzó al adquirir membresía en el Consejo General (Departamental) de Deux-Sèvres como resultado de las elecciones cantonales celebradas a dos vueltas el 22 y el 29 de marzo. Los comicios regionales celebrados al mismo tiempo le dieron plaza asimismo en el Consejo Regional de Poitou-Charentes, que presidía el giscardiano y futuro primer ministro Jean-Pierre Raffarin, pero ante la acumulación de cargos políticos optó por sacrificar este mandato.

En su primera y breve gestión ministerial, Royal tuvo tiempo de promover un paquete legislativo destinado a regular el reciclado de residuos, regenerar espacios naturales, combatir la contaminación acústica y proteger los productos alimenticios locales con etiquetados de calidad y certificados de origen. También, puso en marcha el Esquema Director de Administración y Gestión de Aguas (SDAGE). Aunque sinceras y con fundamento, estas iniciativas fueron al mismo tiempo un guiño al electorado ecologista. Por otro lado, levantó una polémica personal al exhibir ante los medios de comunicación el embarazo y el puerperio del cuarto de sus hijos, Flora, nacida en julio de 1992. Era la primera vez en la historia de Francia que una ministra del Gobierno se ponía de parto. La mamá tenía 38 años.

La publicidad de su orgullosa maternidad por Royal, que a las pocas horas de dar a luz se dejó entrevistar por la televisión en la misma cama del hospital, fue acogida con división de pareceres por una opinión pública acostumbrada a la discreción de los políticos en todo lo relacionado con sus vidas privadas. Al propio Hollande no le pareció una buena idea la iniciativa mediática de su pareja. A Royal le llovieron las primeras acusaciones de frivolidad, recurrentes en el futuro, pero otras voces aplaudieron lo que les parecía una inteligente manifestación de feminismo. Ella lo explicó así: "He hecho ésto por la causa de las mujeres, para ayudarlas a reconciliar sus vidas personales y emocionales con sus carreras profesionales".

En las elecciones generales del 21 y el 28 de marzo de 1993 el partido del Gobierno, minado por los escándalos de corrupción, una impopular política económica de regusto liberal y las peleas fratricidas entre los barones socialistas que aspiraban a heredar el liderazgo señero de Mitterrand, con los ex primeros ministros Laurent Fabius y Michel Rocard encabezando la gresca, fue vapuleado por la Unión por Francia (UPF), la coalición del RPR y la UDF, y se hundió hasta el 17,6% de los votos y los 54 escaños, tratándose de sus peores resultados desde el Congreso unificador de las corrientes socialistas celebrado en Épinay en 1971. Royal fue uno de los contados responsables socialistas que se salvó de la debacle y conservó el escaño –Hollande estuvo entre los numerosos damnificados que lo perdieron-, y además con más votos que en 1988: en Deux-Sèvres la ministra batió a su rival de la UDF, Léopold Moreau, con el 54,4% de los sufragios. El 29 de marzo el centroderecha volvió al Gobierno con Édouard Balladur a su frente y el 2 de abril Royal se incorporó a la menguada bancada del PS en la Asamblea Nacional.

En los meses previos a las elecciones legislativas y con más intensidad después, Royal, que no estaba adherida a ninguna corriente interna y que era conocida sobre todo por su identificación con el mitterrandismo, tomó parte activa en los debates de un partido que intentaba clarificar su doctrina, su liderazgo y su futuro en medio de un fenomenal alboroto. Primero, a la par que Hollande, se orilló a un grupo de opinión que defendía la precandidatura oficiosa de Jacques Delors, presidente en ejercicio de la Comisión Europea, de cara a las elecciones presidenciales de 1995, de las que había de salir el sucesor de Mitterrand. Así, en octubre de 1992, bajo el lema de "recuperar la utopía democrática", Royal y Hollande figuraron en la presentación del club político Témoin (testigo), del que el segundo se erigió en coordinador jefe.

Mientras Delors deshojaba la margarita de su postulación presidencial, Royal, Hollande, Élisabeth Guigou, Martine Aubry y otros dirigentes del partido no cimeros y ministros del Gobierno que por la edad, rozando o superando los 40, recibían el apelativo de quadras, manifestaron su respaldo al proyecto de refundar el partido, el denominado big bang, que propugnaba Rocard. Tras el desastre electoral de marzo, Fabius, máximo exponente del ala social-liberal del partido, no tuvo más remedio que renunciar a la Primera Secretaría; Rocard, con la aquiescencia de los dirigentes jóvenes, se hizo con el puesto.

Sin embargo, Rocard se encontró ahora con que los quadras compartían el escepticismo de la vieja guardia socialista –los Fabius, Mauroy o Lang- con sus propuestas regeneradoras. Quedó claro que si Royal y sus compañeros de corriente no habían obstaculizado el golpe de mano de Rocard en la Secretaría Nacional del partido fue únicamente para lograr la caída de Fabius. Lo que ellos querían de verdad era desplazar a todos los barones o elefantes de la era Mitterrand y, a falta de un líder generacional propio, impulsar las presuntas ambiciones de Delors, quien levantaba ampollas en el aparato del partido por renegar de la condición de socialista y preferir la etiqueta de socialdemócrata.

Durante todo 1994 y el arranque de 1995 el guirigay ganó intensidad en el PS con el nuevo descalabro sufrido en las elecciones europeas de junio, la subsiguiente dimisión de Rocard y la celebración en noviembre de un congreso del partido que eligió como nuevo primer secretario a Henri Emmanuelli y que para Royal supuso su entrada en el Consejo Nacional, máximo órgano entre congresos. En cuanto a Hollande, salió de la asamblea socialista de Liévin convertido en el secretario nacional para el área económica. El 2 de diciembre Royal fue designada presidenta del Consejo Nacional, un puesto más bien honorífico, pero el 24 de enero de 1995, luego de anunciar Delors que no quería ser candidato presidencial del partido y de desatarse entre los barones un frenética rebatiña por la nominación sobre la que iban a tener la palabra los afiliados llamados a las urnas en Convención Nacional, la diputada renunció al mismo entre denuncias de la "lógica infernal" y las "peleas catastróficas" que estaban desgarrando al partido, llegando al punto de solicitar a la militancia que boicoteara la elección interna y estuviera lista para integrarse en un "nuevo movimiento".

El 4 de febrero la Convención Nacional otorgó la candidatura a Lionel Jospin, un barón de corte renovador y bien avenido con Rocard, en lugar de a Emmanuelli, quien gozaba del apoyo del aparato mitterrandista y de Fabius. Royal y los quadras votaron por el antiguo primer secretario del partido y ministro de Educación, y éste les gratificó integrándoles en su equipo de la campaña para las elecciones presidenciales del 23 de abril y el 7 de mayo, en las que resultó batido por Chirac.

Aunque apartada por el momento de la dirección ejecutiva del partido, Royal, lentamente, siguió marcando jalones en su carrera profesional. Fuera de la política, tras obtener el preceptivo certificado de aptitud para la práctica jurídica, se colegió como abogada en París y fue contratada por el prestigioso bufete de Francis Teitgen. A continuación, en las elecciones locales del 18 de junio de 1995, tras seis años de ejercicio en Melle, resultó elegida concejala del ayuntamiento de Niort. Se trataba de un puesto de consolación, ya que su deseo era convetirse en alcaldesa, sólo que su correligionario Bernard Bellec, titular desde 1989, se negó a cederle la plaza.

El estimulante liderazgo de Jospin condujo al PS a la victoria en las elecciones legislativas que Chirac, en una jugada completamente errada, adelantó al 25 de mayo y el 1 de junio de 1997. Los socialistas ganaron con el 23,8% de los votos 241 escaños, a los que se sumaron como bloque los 40 cosechados por los aliados menores de la izquierda y los 38 del Partido Comunista (PCF), dando lugar a una mayoría absoluta de 319 escaños. Royal no tuvo ninguna dificultad para revalidar el suyo en Deux-Sèvres, donde volvió a ganarle la mano a Léopold Moreau, esta vez con el 61,8% de los votos.

El 3 de junio Jospin inauguró su Gobierno de la izquierda plural y Royal fue incorporada al mismo, pero al frente de una oficina de escaso perfil político: el ministerio delegado para la Enseñanza Escolar, teniendo como directo superior a Claude Allègre, ministro de Educación Nacional. Que Royal era una política ambiciosa y peleona ya era bien conocido por sus compañeros de partido, que como en ocasiones anteriores volvieron a refrenarla: esta vez Royal reclamó nada menos que la presidencia de la Asamblea Nacional, pero en 1997 no tenía en el PS ni el peso ni la influencia suficientes como para hacerse con un puesto tan prestigioso. Además, Jospin quería suturar viejas heridas internas. En consecuencia, la poltrona parlamentaria fue para Fabius, debiendo ella conformarse con un puesto gubernamental de segunda fila.

En los tres años que fungió de viceministra de Enseñanza Escolar, Royal se las arregló para adquirir una insospechada notoriedad, siempre con un pie en la controversia, como promotora del reparto gratuito en los institutos de la píldora abortiva del día después o como remitente, dentro de una enérgica campaña contra la pedofilia y el abuso de menores, de una circular enviada a los centros educativos donde se advertía a los profesores y funcionarios que estaban obligados por ley a denunciar cualquier delito de índole sexual. Fuera del Ministerio, siguió abonando una publicidad personal mediante entrevistas y fotorreportajes publicados por revistas de información general y otras dirigidas al público femenino. Dentro del partido, su situación adquirió un nuevo relieve al retornar al Consejo Nacional por decisión del Congreso celebrado en Brest del 21 al 23 de noviembre de 1997. Mucho más importante para sus aspiraciones políticas, como años más tarde iba a quedar de manifiesto, fue que el Congreso se decantara por Hollande para reemplazar a Jospin como primer secretario de la formación. En marzo de 1998 terminó su mandato en el Consejo General de Deux-Sèvres y no se presentó a la reelección.

En la remodelación gubernamental efectuada por Jospin el 27 de marzo de 2000 Royal no ascendió de grado sino que fue cambiada de oficina sin abandonar el área social, la cual, de todas maneras, le interesaba vivamente: debutó como ministra delegada para la Familia y la Infancia dentro del Ministerio de Empleo y Solidaridad, titularizado primero por Martine Aubry y luego por Élisabeth Guigou. Justo un año después, a los pocos días de terminar su mandato municipal de seis años en Niort, adquirió la competencia de Personas Discapacitadas. Hasta el final de la legislatura, Royal continuó acrecentando su popularidad a costa de novedades tales como la implantación del permiso de paternidad de dos semanas sin descuento salarial. Por otro lado, en 2001 ella y Hollande se acogieron al Pacto Civil de Solidaridad (PACS), instrumento de la legislación francesa, aprobado por el Parlamento en noviembre de 1999, que permite a las parejas de hecho registrarse como unión civil sin necesidad de contraer matrimonio.


3. Hacia la candidatura presidencial del PS

Prolongando el movimiento pendular de la democracia francesa, en las elecciones generales de 2002, primero las presidenciales (21 de abril y 5 de mayo) y a continuación las legislativas (9 y 16 de junio), el PS, pese a que el balance del Gobierno de la gauche plurielle presentaba bastantes puntos positivos, fue desalojado del poder de una manera tan inesperada como dolorosa. Fue sobre todo un fracaso personal de Jospin, que en las presidenciales no acertó a comunicarse con el electorado y pagó con una humillante descalificación para disputar la ballotage al reeleccionista Chirac al ser superado por Jean-Marie Le Pen, el veterano caudillo de la ultraderecha gala.

Lo que siguió a continuación fue el nombramiento por Chirac, haciendo uso de su prerrogativa constitucional, de un primer ministro en la persona de Jean-Pierre Raffarin y la pérdida de la mayoría parlamentaria por el PS y sus aliados a manos del nuevo proyecto político de Chirac, la Unión por la Mayoría Presidencial (UMP), frente aglutinador de las fuerzas del centro-derecha liberal, luego devenido partido unitario con el nombre de Unión por un Movimiento Popular. El PS retrocedió hasta los 140 diputados, sin faltar la representante de la segunda circunscripción de Deux-Sèvres.

Hasta ahora, Royal había sido una política socialista cuya trascendencia en la opinión pública obedecía más a una personalidad dinámica y mediática, y una imagen atractiva, que a una charretera política donde, no obstante lo abultado ya del currículum, se echaban a faltar cargos de mayor empaque institucional o que permitieran construir una base proselitista con la que realizar unas ambiciones personales, las cuales, eso sí, apuntaban a lo más alto. Un primer paso en esa dirección fue su postulación para la presidencia del Consejo Regional de Poitou-Charentes, el feudo político del primer ministro Raffarin, en las elecciones regionales del 21 y el 28 de marzo de 2004. Participando del triunfo generalizado de su partido sobre la UMP, confirmado luego en las europeas del 13 de junio, la lista encabezada por Royal con el respaldo de comunistas y verdes se impuso a dos vueltas a la encabezada por la heredera de Raffarin en la asamblea de Poitiers, Élisabeth Morin, con el 55,1% de los votos. El 2 de abril Royal fue investida en el cargo con mandato hasta 2010.

El 22 de septiembre de 2005 el semanario Paris Match publicó una entrevista en la que la Royal, por primera vez de manera expresa, reconocía su aspiración a candidatear a la Presidencia de la República en 2007. Si esta apuesta se materializaba, la responsable regional tendría que entablar liza con algunos de los más potentes dirigentes socialistas: el incombustible Fabius, el ex ministro de Economía y Finanzas Dominique Strauss-Khan y el veteranísimo Jack Lang, siempre identificado con las áreas de cultura y educación. Jospin, pese al tremendo golpe sufrido en 2002, seguía manteniendo un importante ascendiente entre la militancia y su nombre no faltaba en ninguna quiniela de présidentiables. Y había que tener en cuenta a Hollande, que era el máximo responsable orgánico del partido y al que nadie podía negarle su derecho a pretender la nominación.

Las miradas volvieron a posarse en Royal a raíz del congreso extraordinario que el PS celebró en Le Mans en noviembre de 2005, al que su pareja llegó con unas alforjas ambivalentes: por una parte, estaban los méritos de los excelentes resultados electorales de la primavera de 2004 y del resultado afirmativo del referéndum interno celebrado en diciembre para decidir la postura del PS ante el Tratado de la Constitución Europea; por otra parte, pesaba el sonoro no pronunciado en el referéndum nacional del 29 de mayo de 2005, actitud de rechazo al texto europeo que, a diferencia de lo expresado por los militantes seis meses atrás, compartieron una mayoría de electores socialistas y que produjo desgarradoras tensiones en la cúpula del PS. Al igual que Hollande, Royal se había pronunciado por el sí al texto elaborado por la Convención Europea y luego adoptado por la Conferencia Intergubernamental y el Consejo Europeo.

En Le Mans Hollande se aseguró la reelección como primer secretario del partido luego de ganar su moción oficialista y de paso consiguió integrar en una resolución de consenso a la facción rebelde de Fabius, campeón de los noístas frente a la Constitución Europea y cuya apetencia de la Primera Secretaría había sido estimulada por el referéndum nacional de 2005, y a las corrientes Nuevo Partido Socialista (NPS) y Alternativa Socialista (AS), lideradas respectivamente por el eurodiputado Vincent Peillon y por Emmanuelli. Sin embargo, el liderazgo del pragmático Hollande, habitualmente tachado de débil, titubeante o falto de carisma, no salió fortalecido de este congreso hasta el punto de poder lanzar con seguridad su precandidatura presidencial. Por otra parte, la escenificación de la unidad socialista no clausuró las sempiternas rivalidades y banderías, espoleadas recientemente por la cruda controversia constitucionalista y llamadas a acentuarse hasta que una elección primaria dirimiera la candidatura presidencial.

Royal era un miembro destacado de los hollandeses, como informalmente se conocía al grupo dirigente que controlaba el partido, y su perfil de presidenciable cobró nitidez una vez que el Consejo Nacional salido del congreso la eligiera, el 26 de noviembre, para integrar la nueva Secretaría Nacional en calidad de miembro de la Comisión de Proyecto que presidía Hollande. Al arrancar 2006, pese a que aún no se había hecho con un hueco preeminente en el proscenio del partido, la presidenta de Poitou-Charentes ya encabezaba los sondeos de popularidad de los dirigentes socialistas, superando claramente a Jospin, Strauss-Khan y Hollande. Esta ventaja fue ahondándose hasta extremos abismales en los meses siguientes. En febrero Royal dio un paso inequívoco con el lanzamiento del portal de Internet Désirs d'avenir, una web proselitista en la que los ciudadanos, a través de una estructura de forums virtuales y blogs, contribuyeron con sus sugerencias a elaborar un primer manifiesto de la precandidata in péctore.

En abril, la mayoría de las encuestas de los principales institutos demoscópicos otorgaban a Royal una victoria por dos y hasta seis puntos de ventaja en una hipotética segunda vuelta sobre el entonces casi seguro candidato del oficialismo, el ministro del Interior, amén de presidente de la UMP, Nicolas Sarkozy, un derechista mal avenido con Chirac y con el primer ministro Dominique de Villepin, pero con fuerte tirón popular por su imagen enérgica y sus tesis de mano dura contra el vandalismo urbano, la inseguridad ciudadana y la inmigración ilegal.

El irresistible ascenso de Royal generó un movimiento de rechazo en los cuadros altos del PS, donde se la seguía viendo como una especie de arribista sin mayores méritos políticos que debía su presencia en la ejecutiva del partido al favor de Hollande y que sólo podía apelar a las bases desplegando glamour y un oportunismo de sabor populista. Los presidenciables explícitos que representaban el viejo mando socialista, Strauss-Khan, Fabius y Lang, así como Jospin –quien, pese a la ambigüedad sobre sus intenciones electorales, ganó en aspereza anti segolenista a los anteriores-, le destinaron sarcásticos comentarios que desprendían un tufillo machista y que ponían en solfa la credibilidad de un "fenómeno mediático" carente de programa o que construía uno sobre la marcha, integrando preocupaciones populares en función de lo auscultado en la calle.

Lo cierto era que Royal debía aclarar ciertos aspectos de su ideario y rellenar muchos espacios en blanco de su plantel de propuestas. Hasta ahora, su nombre había ido unido a las campañas públicas contra la violencia en la televisión, la publicidad sexista, los malos tratos a las mujeres y el abuso de la infancia, así como a aspectos ecologistas y conservacionistas. Ahora, tenía que pronunciarse sobre la seguridad interna, la inmigración, las políticas económica y social, y las políticas europea e internacional, un área ésta que era casi un coto reservado del presidente de la República y en la que Royal no podía presumir de estar curtida.

Desde la primavera de 2006 Royal fue desgranando en su espacio web una serie de argumentos que animaron a sus adversarios internos a tachar su plataforma de "derechista", como fueron la crítica a los resultados de la semana laboral de 35 horas, que era la reforma emblemática del Gobierno jospinista y que según ella no había creado empleo y además había perjudicado a las clases bajas por su exceso de flexibilidad, así como la propuesta de medidas punitivas contra los delincuentes menores de edad consistentes en su internamiento en residencias educativas y su sometimiento a la jurisdicción militar para desarrollar actividades de tipo humanitario y social, lo cual evocaba el discurso de ley y orden caro a Sarkozy.

Asimismo, propuso restringir las subvenciones a las familias despreocupadas del absentismo escolar de sus hijos y reemplazar el servicio militar, cuya abolición lamentó, por un servicio civil también obligatorio, para chicos y para chicas. Royal no tenía ambages en reclamar más "autoridad" en Francia, pero una "autoridad justa", como parte de un "orden social justo". En cuanto a su vehemente defensa de la familia y su no menos notorio rechazo de la pornografía, fueron presentados por algunos comentaristas como propios de una "puritana de izquierdas".

Ahora bien, por otro lado, Royal se mostraba dispuesta a, a ejemplo de la reforma aplicada por el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero en la vecina España, legalizar los matrimonios y las adopciones de parejas homosexuales, postura que la colocaba en el bando progresista. Y no podía olvidarse que como viceministra había introducido la píldora del día después en las escuelas. Esta miscelánea de propuestas invitaba a los observadores a catalogar a Royal como "centrista" dentro del izquierdismo proteico de un partido donde líderes como Strauss-Khan gustaban de presentarse como socialdemócratas y otros preferían la definición de socialista sin más aditamentos. Al confesarse admiradora del británico Tony Blair, de su New Labour y su Third Way, Royal abonaba el cliché centrista. De lo que no cabía dudar era de su pragmatismo y su moderación.

La hostilidad frente a la "ségomania" se extendió a un colectivo de mujeres del PS encabezado por Anne Hidalgo, la primera teniente de alcalde de París, el cual, firmando como las 143 Rebeldes, arremetió contra la concentración del interés periodístico en Royal por, en su opinión, eclipsar el debate sobre el aumento de la presencia femenina en las listas electorales hasta alcanzar la paridad de sexos. Por otro lado, la decisión del aparato controlado por Hollande de reclutar a nuevos afiliados simplemente mediante el envío por Internet de un formulario de inscripción y el pago electrónico de 20 euros, innovación que fue secundada por decenas de miles de usuarios, tuvo una acogida aprensiva por los citados barones, ya que parecía probable que estos militantes click, si se registraban a tiempo en el censo electoral, votasen en masa por Royal en las primarias de noviembre.

Una queja constante de Royal fue el fuerte clima de rechazo a su persona que aventaban sus rivales internos del PS, a los que endilgó rancios prejuicios machistas. La verdad fue que las pullas y zancadillas tendidas por sus conmilitones no hicieron más que consolidar la aceptación popular de la política, a la que las encuestas presentaban una y otra vez como la única postulante del PS capaz de vencer a un adversario gubernamental de la talla de Sarkozy.

El 7 de junio las diversas plataformas suscribieron un programa presidencial común del PS, de fuerte sabor social, gastador e intervencionista, que recogía propuestas de todos los aspirantes a la nominación. Royal consiguió meter la suya del control de las ayudas a las familias de los jóvenes delincuentes, pero el catálogo incluyó también la preservación de la semana de 35 horas, el aumento del salario mínimo hasta los 1.500 euros, la renacionalización de la eléctrica EDF y los objetivos de reducir el paro del 9,3% actual a un 5% para 2012 y de poner freno a la deuda pública, que ya había superado holgadamente el billón de euros, el 65% del PIB.

En agosto, en un mitin informal en la comuna borgoñona de Frangy-en-Bresse, quien aspiraba a convertirse en la primera presidenta de Francia desgranó sus opiniones críticas sobre el endurecimiento por Sarkozy de la política inmigratoria y sobre la actuación de Estados Unidos en Irak, y abogó por que Francia aumentara su ayuda internacional al desarrollo con el fin de reducir la miseria, que era "la primera causa de desestabilización del mundo", y por que los países de la Unión Europea se comprometieran a fondo con la aplicación del Protocolo de Kyoto para el control de las emisiones contaminantes y con el desarrollo de las energías renovables. Días después, en el puerto atlántico de La Rochelle, en su terruño regional, insistió en la puesta en marcha de procedimientos de "democracia participativa" y confesó sentir una "pasión por la igualdad".

La complicada carrera, erizada de obstáculos, en que se había convertido el envite de las presidenciales empezó a despejársele a Royal a finales de septiembre. El día 28, Jospin, tras varios meses de jugueteo con la incertidumbre sobre si era o no presidenciable, y a seis días de finalizar el plazo para la inscripción de precandidaturas, se autodescalificó del proceso. Al día siguiente, Royal y Strauss-Khan formalizaban sus postulaciones, ella en un mitin en la localidad de Vitrolles, donde se refirió a "una Francia fuerte que recupere su lugar en el mundo y en Europa". El 30 era Hollande, tras pasarse varios meses en la incómoda situación que suponía ser acusado de parcialidad a favor de la madre de sus hijos y tener que censurar pronunciamientos de ella que chocaban con el programa del partido –como su propuesta de reformar el sistema de escolarización por barrios-, quien renunciaba a concurrir; de no haber sido así, se habría producido una situación bastante insólita, la de una pareja formal y legal compitiendo entre sí en unos comicios de partido. El 1 de octubre Fabius se convirtió en el tercer pretendiente oficial, pero en la jornada siguiente Lang arrojó la toalla.

El 11 de octubre Royal presentó "siete propuestas" pensadas para "desbloquear Europa y sacar a Francia de su aislamiento", entre ellas las de "reorientar" la Política Agrícola Común para favorecer una agricultura respetuosa con el medio ambiente, retirar las subvenciones comunitarias a las empresas que deslocalizaran sus actividades, establecer un mecanismo de financiación específico para las redes transeuropeas, incentivar fiscalmente el uso de energías limpias y el ahorro energético, y asentar una "Europa de la paz" que reanudara las ayudas a la autonomía palestina y organizara una conferencia internacional de paz para Oriente Próximo.

Además, Royal rechazó la idea de Sarkozy de elaborar una suerte de mini tratado que rescatara los elementos esenciales de la paralizada Constitución Europea; a cambio, propuso prolongar el período de reflexión y debate hasta la convocatoria de una nueva Convención y la redacción de un nuevo Tratado coincidiendo con la presidencia francesa del Consejo de la UE en el segundo semestre de 2008. En cuanto a la cuestión del posible ingreso de Turquía en la UE, muy polémica en Francia, la precandidata socialista se limitó a decir que se sometería a la opinión que los franceses expresaran en un referéndum convocado si se planteaba la circunstancia.

El 16 de noviembre, luego de medirse en tres debates televisados y de ser blanco ella de una última y especialmente acerba andanada de ataques, Royal, Strauss-Khan y Fabius se sometieron a las urnas socialistas. Los pronósticos no erraron. Con una participación del 82% de los 218.000 militantes inscritos como electores, la presidenta de Poitou-Charentes triunfó en primera vuelta con un contundente 60,6% de los votos frente al 20,8% obtenido por Strauss-Khan y el 18,6% de Fabius. La ganadora se impuso en 101 de las 104 federaciones socialistas. El 26 de noviembre una exultante Royal era proclamada candidata presidencial del PS en un congreso extraordinario celebrado en París.

Ségolène Royal ha publicado los siguientes libros: Le printemps des grands-parents: la nouvelle alliance des âges (1987), Le ras-le-bol des bébés zappeurs (1989), Pays, paysans, paysages: la réconciliation est-elle possible? (1993), La vérité d'une femme (1996), Désirs d'avenir (2006), Parler du patrimoine roman: enjeux, démarches et mises en oeuvre (2006) y Droits de l'enfant 1e (2007).


4. Duelo electoral en 2007 con el conservador Sarkozy y el centrista Bayrou

(Epígrafe en previsión)

(Cobertura informativa hasta 1/1/2007)