Salim Idris

El general de brigada Salim Idris es desde finales de 2012 el presidente y jefe del Estado Mayor del Consejo Militar Supremo del Ejército Sirio Libre (ESL), la principal fuerza de la oposición armada que combate a las tropas leales al Gobierno baazista del presidente Bashar al-Assad en Siria. Muy poco ha trascendido del currículum castrense de este alto oficial, uno de los de mayor graduación que desertaron de las Fuerzas Armadas Sirias tras el estallido del alzamiento popular contra la dictadura en marzo de 2011.

Algunas fuentes apuntan que ingresó en el Ejército en 1979 y que recibió formación técnica en Alemania Oriental. Su carrera como oficial transcurrió en el cuerpo de ingenieros, donde dio clases de electrónica. Es musulmán sunní. El general materializó su fuga de las tropas del régimen, empleadas a fondo por Assad para aplastar a los insurrectos de una manera despiadada, en una fecha más bien tardía, julio de 2012, cuando el conflicto ya había desembocado en una encarnizada guerra civil. Idris siguió así los pasos de varios miles de colegas de todos los rangos del escalafón, incluidos cientos de oficiales medios y altos, si bien sólo una parte de ellos (entre los que no estaba, por ejemplo, el conocido general de la Guardia Republicana Manaf Tlas, hombre muy cercano al clan alauí de los Assad) llegaron a comprometerse con la causa rebelde poniéndose al servicio del ESL, que fue lo que hizo Idris.

El ESL había aparecido en escena en julio de 2011, cuando fue anunciado por el coronel de la Fuerza Aérea Riad al-Asaad en un video colgado en Internet. Con retaguardia en Turquía, el ESL, muy precario al principio, fue reforzando sus filas con la incorporación de civiles con escasa o nula preparación militar que debían ser entrenados a toda prisa, y de soldados profesionales desertados de la milicia, que en ocasiones aportaban bagaje y pertrechos, por lo general armas ligeras. Esto magnificó su capacidad de combate, permitiéndole emprender operaciones ofensivas de envergadura, conquistar ciudades y obligar a retirarse a las Fuerzas Armadas fieles a Assad de extensas zonas de las gobernaciones del norte y de algunos territorios del sur, declarados "áreas liberadas".

En diciembre de 2011 el ESL comenzó a coordinarse con la primera organización aglutinadora de la oposición civil, también instalada en Turquía, el Consejo Nacional Sirio (CNS). Sin embargo, las relaciones entre los dos grupos acusaron bastante tirantez, sobre todo debido a los intentos del CNS de controlar a la fuerza armada de la Revolución, que operaba dentro de Siria, y a la desconfianza que a Asaad y sus lugartenientes, con su mentalidad secular, les producía el predominio de los sectores islamistas en la alianza política basada en el exilio.

Cuando Idris desertó y se unió al ESL, este estaba embarcado en su mayor ofensiva contra la capital, denominada Operación Volcán de Damasco y Terremotos de Siria. El potente contraataque de los gubernamentales y la carencia absoluta de fuerza aérea por los rebeldes, denunciados como meros "terroristas" por el régimen, condenaron al fracaso esta tentativa de conquistar Damasco y de acorralar a Assad y su núcleo dirigente. Las luchas, muy sangrientas, se reprodujeron en los alrededores de Damasco en los meses siguientes, en paralelo a las batallas, todas brutales y mortíferas para la población civil indefensa, que se libraban por el control de Aleppo, Homs y otras ciudades, con un balance estratégico que tendía a favorecer al régimen más que a la oposición. En este sentido, el anuncio por el ESL en septiembre de 2012 de que había establecido su mando en suelo liberado de Siria y decidido la formación de un cuerpo militar "profesional y unificado" para conseguir derrocar a Assad, embrión que sería del futuro "Ejército Nacional Sirio", no tuvo un reflejo palpable en los frentes de guerra.

El 8 de diciembre de 2012, al mes de constituirse en Qatar la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Sirias (CNFROS, que incorporaba al CNS y otras facciones), una conferencia celebrada en la ciudad turca de Antalya con la participación de 550 representantes de las brigadas del ESL y diversos cuerpos afines puso en marcha un Consejo de Fuerzas Revolucionarias de 261 miembros, el cual a su vez se dotó de un Consejo Militar Supremo (CMS) de 30 integrantes, 19 de ellos rebeldes civiles y 11 oficiales, seis por cada uno de los cinco frentes de operaciones (Oriental, Septentrional, Homs, Occidental-Central y Meridional). Se decidió que el CMS recibiera la consideración de "máxima autoridad militar en la República Árabe Siria" y tuviera a su frente un presidente con la doble condición civil de "ministro de Defensa" y militar de "jefe del Estado Mayor".

Este puesto de comandante en jefe, asistido por cinco oficiales con el rango de subjefes de Estado Mayor y otros tantos adjuntos civiles, recayó en Idris, quien tomó el relevo por tanto al coronel Asaad. Meses más tarde, en mayo de 2013, el CMS, con 15 representantes, se convirtió en miembro formal de la CNFROS, presidida por Ahmad al-Jarba. Los medios internacionales que se detuvieron a comentar la noticia de la conferencia de Antalya destacaron que el nuevo mando militar y civil de la lucha armada de la revolución siria podría haberse escorado a los sectores islamistas de los Hermanos Musulmanes e incluso los salafistas, si bien la jefatura del laico Idris, único oficial de su grado en el CMS, ofrecía claros visos de moderación.

El general asumió el mando directo sobre los efectivos del ESL, entre 50.000 y 80.000 combatientes, según cálculos de observadores independientes, de todas las confesiones religiosas –aunque con presencia mayoritaria de sunníes-, que hasta ahora habían llevado con diferencia el peso de los combates contra el Ejército gubernamental. Idris, en un alarde de propaganda, se estrenó asegurando que estaba preparando la formación de "una fuerza unificada de 120.000 hombres" para el asalto final a Damasco y, en una declaración de tintes proféticos, confesó tenerle "mucho miedo" al posible empleo por el régimen de armas químicas contra las áreas controladas por los rebeldes.

En los meses siguientes, el comandante del ESL desempeñó un papel importante en las conversaciones con los países árabes y occidentales amigos –Estados Unidos, Arabia Saudí, Turquía, Qatar y Francia, principalmente- para que aumentaran sus envíos de equipamientos, facilitaran cobertura logística y entrenamientos especiales, y suministraran armas ligeras y otras más pesadas, como morteros, misiles anticarro y lanzaderas portátiles de misiles tierra-aire, único ingenio capaz de hacer algún daño a los cazabombarderos de Assad, que machacaban las posiciones rebeldes con impunidad. Los resultados de estas gestiones fueron bastante decepcionantes para el ESL.

En la primavera de 2013 Idris, urgido por el bajo nivel de armamento de sus soldados y el aumento imparable del número de bajas, dirigió varias cartas perentorias al presidente Barack Obama, al secretario de Estado John Kerry y al Consejo de Seguridad de la ONU. En sus misivas, el general se quejaba de la inacción de las potencias occidentales frente a los desmanes militares del régimen, que ya incluían los incidentes químicos, exponía la "desesperada necesidad" que tenían de ayuda, reclamaba medidas de alivio humanitario para los civiles atrapados en los combates, y denunciaba la actitud "obstruccionista" de Rusia en el debate sobre una posible intervención internacional así como la "invasión" de los shiíes libaneses de Hezbollah, "milicia sectaria" aliada a Assad cuya presencia en Siria iba a "desestabilizar la región".

Idris añadía, y en esto coincidían la mayoría de los líderes civiles de la CNFROS, que la oposición no podía sentarse en una conferencia internacional orientada a buscar una salida negociada al conflicto si antes no recibía las armas y las municiones necesarias para "cambiar el balance de fuerzas sobre el terreno". Por otro lado, el comandante rebelde salió al paso de los temores occidentales a que el armamento enviado al ESL terminara en manos no deseadas dando la garantía de que dichos suministros no serían compartidos "con nadie de los grupos extremistas", es decir, los islamistas que no reconocían la autoridad de la CNFROS y que luchaban contra Assad por su cuenta, sin ocultar su programa teocrático para Siria, incompatible con la democracia. Así lo afirmó en mayo de 2013 a la radio estadounidense NPR. Sin embargo, un mes más tarde, el militar contradijo aquella declaración cuando ofreció a las brigadas islamistas un acceso a las armas modernas que el ESL esperaba obtener si se sometían al mando del CMS y aceptaban "ciertas condiciones" adicionales.

Lo cierto era que el componente puramente islamista de la rebelión armada, mínimo al principio, había ganado ímpetu a lo largo de 2012 y ahora mismo, a mediados de 2013, era tan marcado que amenazaba seriamente con hacerle sombra al ESL, donde la desmoralización ya afloraba. Además de las tropas de Idris, en Siria combatía contra Assad una pléyade de milicias y bandas religiosas sunníes, radicales en mayor o menor grado. El más potente de estos grupos, el Frente Islámico de Liberación Sirio (FILS), con unos 30.000 combatientes, mantenía unas relaciones relativamente buenas con el ESL. Más ambiguos eran las vínculos con el muy radical y abiertamente sectario Frente Islámico Sirio (FIS), salafista jihadista, y decididamente malos con el pequeño pero agresivo Frente Al Nusra. Esta guerrilla estaba asociada al también jihadista Estado Islámico de Irak y Siria (EIIS, referido habitualmente en los medios anglosajones como el Estado Islámico de Irak y el Levante, ISIL), se autodefinía como la sucursal de Al Qaeda en Siria y tenía la consideración de organización terrorista por la ONU, Estados Unidos y el Reino Unido.

En septiembre y octubre de 2013 el mando de Idris se vio comprometido por un reguero de noticias negativas, que pusieron de relieve el creciente grado de fragmentación, indisciplina y sectarismo en las filas rebeldes, cuyas posibilidades de derrotar a Assad parecían cada día más remotas. Por un lado, empezaban a ser moneda corriente las refriegas y los combates abiertos entre efectivos del ESL y guerrilleros del Frente Al Nusra y el EIIS. Por otro lado, estaban proliferando las noticias, corroboradas por la ONU y la ONG Human Rights Watch, sobre la implicación de los rebeldes en crímenes de guerra y contra la humanidad, actos que alimentaban la espiral de atrocidades cometidas principalmente por los soldados del Gobierno y las milicias baazistas.

Aunque, en su Proclama de Principios, el ESL declaraba que su lucha armada era "conforme al derecho internacional", lo que incluía el trato dispensado a los prisioneros, y que rechazaba "toda forma de terrorismo", el caso era que elementos del ESL, primero a las órdenes teóricas del coronel Asaad y luego del general Idris, estaban indudablemente implicados en casos de torturas, desapariciones forzosas y ejecuciones sumarias de enemigos capturados o de civiles acusados de ser informantes del régimen. También estaban los atentados con bomba en Damasco, de autoría nebulosa.

A finales de septiembre, algunas de las más importantes brigadas del ESL se unieron al Frente Al Nusra/EIIS, el Frente Al Nusra para el Pueblo del Levante, partes sustanciales del FIS y otros grupos de autoproclamados "mujahidines" en la denuncia conjunta de la CNFROS, cuya autoridad y representatividad no reconocían, y en la propuesta de una solución nacional basada en la Sharía y el Estado islámico. En estas circunstancias, indicativas de un proceso de radicalización y descomposición del ESL, los suministros de armas ligeras, que Estados Unidos y Francia empezaban a proporcionar a cuentagotas, difícilmente podían incrementarse. Incomodado por estas defecciones en sus propias tropas, a las que restó trascendencia, Idris redobló sus llamamientos a la comunidad internacional para que diera una respuesta contundente al salvaje bombardeo químico de Ghuta, producido el 21 de agosto con un balance estremecedor de cientos de muertos, y atribuido al régimen.

(Cobertura informativa hasta 1/11/2013)