Philip Hammond
Canciller del Exchequer (2016-2019); secretario de Exteriores (2014-2016) y de Defensa (2011-2014)
Desde 2010, Philip Hammond viene siendo un miembro imprescindible de los gobiernos conservadores del Reino Unido, primero a las órdenes de David Cameron y últimamente, a partir de julio de 2016, a la diestra de Theresa May. Como secretario de Defensa (2011-2014), aplicó los recortes presupuestarios asignados a su departamento sin mermar la capacidad militar estratégica basada en misiles nucleares submarinos y supervisó la fase postrera de la retirada de las tropas de Afganistán. Como secretario de Asuntos Exteriores (2014-2016), gestionó la implicación británica en la ofensiva bélica contra el Estado Islámico en Irak y Siria, participó en las negociaciones nucleares del P5+1 con Irán, selló la normalización de la relaciones diplomáticas con Teherán y asistió al primer ministro Cameron en la consecución del acuerdo sobre el "estatus especial" de Gran Bretaña en la UE, el cual, sin embargo, no resultó suficiente para hacer triunfar la opción de la permanencia en el referéndum del 23 de junio. Pese a todo este protagonismo, la impresión general fue que las batallas llevadas por Londres a Bruselas, varias con resultado de derrota, menoscabaron la influencia internacional del país.
Político de tonos templados, pragmático y realista, así como replegado a la alianza especial con Estados Unidos, todo ello en la mejor tradición diplomática old-fashioned del Reino Unido, el discreto Hammond nunca ha mostrado ambiciones de liderar a los tories y durante un tiempo expuso una posición abiertamente euroescéptica, hasta que el arreglo arrancado por Cameron a los dirigentes de la UE en febrero de 2016 le llevó a abrazar la opción del Remain. De todas maneras, durante la campaña del referéndum el jefe de la Foreign Office mantuvo un perfil bajo. Luego, asumió el veredicto de los electores con flema y reclamó reciprocidad a Europa a la hora de asegurar los derechos de los residentes y trabajadores comunitarios en el Reino Unido, si bien es conciente de que la imposición de restricciones a los inmigrantes de la UE seguramente limitará el disfrute de las ventajas puramente comerciales del mercado interior único, donde se desea continuar a toda costa.
Hammond apostó por May en la pugna abierta en el Partido Conservador por la sucesión del dimitido Cameron y el 13 de julio ella se lo agradeció otorgándole en su Gabinete el puesto que siempre había querido ocupar, el de canciller del Exchequer, o ministro de Hacienda. Su nueva responsabilidad es amortiguar el impacto negativo que en el crecimiento de la economía ya están teniendo las fuertes turbulencias bursátiles, monetarias y financieras del Brexit, cuya ejecución efectiva May no tiene prisa por activar. El sustituto de George Osborne se ha apresurado a descartar los recortes presupuestarios de emergencia contemplados por este ante un escenario, finalmente materializado, de Brexit y ha indicado que el Exchequer ya no considera que su primera prioridad sea acabar con el déficit; ahora, arguye, se trata de pilotar con éxito la transición a la "nueva fase en la historia de la economía británica".
(Texto actualizado hasta julio 2015)
1. Ministro multicartera en los gobiernos de Cameron sin ambiciones de liderar a los tories
2. Postura pro Remain en el referéndum de 2016 y canciller del Exchequer con Theresa May
1. Ministro multicartera en los gobiernos de Cameron sin ambiciones de liderar a los tories
Hijo de un ingeniero civil de Essex, su instrucción escolar transcurrió en la Brookfield Junior School y la Shenfield High School de Brentwood, población próxima a su localidad natal, Epping, en plena campiña del sur de Inglaterra y justo al norte de Londres. Luego, con la ayuda de una beca, estudió Filosofía, Ciencias Políticas y Economía en el University College de Oxford, del que salió portando el título de Bachelor in Arts y con nota de sobresaliente.
Tras concluir su formación, Hammond emprendió una carrera profesional como directivo, ejecutivo e inversor en pequeñas y medianas empresas de los ramos de la fabricación de instrumental médico, la consultoría, la construcción, las propiedades inmobiliarias y los hidrocarburos. Su primer contrato fue, en 1977, con la Speywood Laboratories Ltd. Más tarde dirigió la fabricación de electrodos de electrocardiogramas en la planta de la Speywood Medical Ltd. En 1983, con 28 años, se despidió de esta firma para poner en marcha su propia compañía distribuidora de equipos médicos, Castlemead Ltd.
En 1993 Hammond trasladó sus negocios a la consultoría de empresas y la promoción de viviendas de lujo. En el primer terreno, recibió varios contratos de servicios por parte del Banco Mundial para su área de América Latina. También, trabajó para el Gobierno de Malawi. Todas estas actividades reportaron a Hammond un más que respetable capital privado, que iba a hacer de él uno de los miembros más ricos del Gabinete de David Cameron.
Miembro del Partido Conservador, Hammond hizo un primer intento de llegar a la Cámara de los Comunes en 1994, cuando se presentó a una elección parcial en la circunscripción londinense de Newham North East. No llegó a los 3.000 votos y fue contundentemente batido por su contrincante laborista, Stephen Timms, futuro integrante de los gobiernos de Tony Blair. Su siguiente apuesta, en las generales de mayo de 1997, que supusieron la victoria del lustroso New Labour de Blair sobre el gastado Partido Conservador del primer ministro John Major, resultó ganadora: candidato por la circunscripción nueva de Runnymede and Weybridge, en Surrey, el empresario recogió su credencial en Westminster avalado por el 48,6% de los votos. De este escaño inglés Hammond ya no se iba a separar en las cuatro elecciones siguientes.
El debut de Hammond en los Comunes fue como humilde miembro del back bench, es decir, diputado opositor de base, sin portavocía de área y únicamente adscrito a algunos comités parlamentarios. En junio de 1998 el entonces líder del partido, William Hague, le movió al front bench como portavoz de Salud. En septiembre de 2001 el sucesor de Hague, Iain Duncan Smith, confirmó su posición jerárquica media en el grupo parlamentario como portavoz de Industria y Comercio Exterior, así como ministro en la sombra para la Pequeña Empresa. Desde mayo de 2002, primero con Duncan Smith y luego con Michael Howard, Hammond llevó la función de shadow minister de Comunidades y Gobiernos Locales.
Tras las elecciones de mayo de 2005, terceras consecutivas perdidas por los conservadores, Hammond fue promovido por Howard, dimitido al frente del partido por la última decepción electoral, al Shadow Cabinet, el Gobierno parlamentario alineado por el principal partido de la oposición para conducir las réplicas al Ejecutivo laborista, en cuyo seno pasó a desempeñar la función de secretario jefe del Tesoro. A continuación, el Partido Conservador abrió el proceso para proclamar a su nuevo líder. Al igual que en las elecciones internas de 1997 y en 2001, cuando se decantó respectivamente por los perdedores Peter Lilley y Michael Portillo, el común por Runnymede and Weybridge apostó por un aspirante, David Davis, que terminó sucumbiendo, en diciembre, frente a David Cameron. Con todo, este mantuvo a Hammond en el Shadow Cabinet, pero en calidad de secretario de Estado de Trabajo y Pensiones.
En julio de 2007, al poco de traspasar Blair a Gordon Brown los mandos del laborismo y el Gobierno, Hammond recuperó su anterior puesto, más eminente, de secretario jefe del Tesoro, perfilándose así como el futuro titular de la oficina en el Gobierno de Su Majestad si es que Cameron conseguía guiar a su formación a la victoria en las elecciones generales de mayo de 2010. Así fue, aunque entonces Cameron, para satisfacer las demandas de los Liberales Demócratas de Nick Clegg, socios obligados de coalición al no haber alcanzado los conservadores la mayoría absoluta en solitario, hubo de entregar la cartera a uno de aquellos, Danny Alexander. Hammond recibió a cambio la Secretaría de Estado de Transportes, área en la que no tenía experiencia. Asimismo, fue hecho miembro del Consejo Privado de la reina.
El día en que la carrera política de Hammond, hasta la fecha un parlamentario y responsable gubernamental más bien anodino, con un perfil donde la eficiencia y la discreción se sobreponían a la ambición y la notoriedad, tomó más altos vuelos llegó el 14 de octubre de 2011. Entonces, Cameron tuvo sobre la mesa la dimisión como secretario de Estado de Defensa de Liam Fox, quien había vulnerado las normas del Ejecutivo al invitar a un empresario privado a las reuniones de su departamento. Rápidamente, el primer ministro seleccionó a Hammond para el cargo, uno de los de mayor peso del Gabinete.
Al tomar las riendas del Ministerio de Defensa, Hammond asumió la espinosa empresa de aplicar los fuertes recortes presupuestarios adjudicados a su departamento en el marco del programa de austeridad lanzado por Cameron y el canciller del Exchequer o ministro de Hacienda, George Osborne -y que él mismo había contribuido a diseñar como encargado del Tesoro en el Shadow Cabinet-, con la meta de eliminar el elevadísimo déficit público legado por el Gobierno laborista. Además, la reciente intervención de la RAF en Libia para contribuir al derrocamiento militar del régimen de Gaddafi había supuesto unos costes extraordinarios de más de 200 millones de libras.
El ministro suprimió empleos, dotaciones y puestos de oficialidad en el Ejército, la RAF y la Royal Navy, buscando acabar con los números rojos que arrastraba el Ministerio de Defensa. Los componentes convencionales de las Fuerzas Armadas del Reino Unido experimentaron una reducción numérica importante, aunque Hammond insistió en que las unidades en servicio, integrando a menos de 160.000 uniformados en activo, eran suficientes y ofrecían unos altos estándares de operatividad y eficacia. Al mismo tiempo, se afanó en mantener intacta la columna vertebral de la defensa estratégica del Reino Unido, confiada al arsenal de misiles nucleares balísticos de largo alcance Trident montados en cuatro submarinos de la clase Vanguard, con propulsión nuclear a su vez. Más aún, Hammond y Cameron estaban resueltos a mantener una fuerza de disuasión nuclear marítima cuando expirara la vida útil, a partir de 2020, del costosísimo programa actual, al que tomaría el relevo una flotilla de submarinos lanzamisiles balísticos de nueva generación, los Successor. Además, el responsable de la Defensa deseaba respetar el compromiso asumido ante la OTAN de destinar al menos un 2% del PIB al gasto militar.
La sintonía con la estrategia de seguridad y defensa de Estados Unidos en Oriente Próximo volvió a quedar patente en el verano de 2013 cuando Cameron y Hammond pusieron sobre la mesa la posibilidad de lanzar una operación militar de castigo "legal y proporcionada" contra el régimen de Bashar al-Assad en Siria ante el uso probado de armas químicas para combatir a los rebeldes en la guerra civil que desangraba el país árabe. Sin embargo, en agosto, en la que fue una bofetada parlamentaria sin precedentes a un primer ministro británico, la mayoría de los comunes, incluidos muchos conservadores, votaron en contra de la moción de apoyo solicitada por el Ejecutivo para emprender eventuales acciones de bombardeo aéreo contra las fuerzas de Damasco.
Ese mismo año, Hammond se posicionó en el debate oficializado por Cameron sobre la permanencia del Reino Unido en la UE, que tenía dividido en dos bandos al Partido Conservador, pugna llamada a ahondarse. En mayo, luego de prometer Cameron la convocatoria de un referéndum in/out en algún momento entre las elecciones generales de 2015 y finales de 2017, el secretario de Defensa, al alimón con su colega de Educación, el notorio euroescéptico Michael Gove, declaró que, en las circunstancias actuales, él no tendría más remedio que votar por la salida del país de la UE. Esta no era, sin embargo, una postura por principios, pues Hammond, al igual que Cameron, apostaba porque el Reino Unido obtuviera de Europa una serie de concesiones adicionales en materia de soberanía nacional, además de las cláusulas op-out y los otros privilegios especiales conseguidos en las décadas de los ochenta y noventa.
"Creo que tenemos que negociar una solución que funcione mejor para Gran Bretaña (...) aunque, déjenme ser absolutamente claro: creo que es derrotista, por decirlo así, que deseemos abandonar la Unión Europea (...) Este es un club del que somos miembros, y antes de ponernos a hablar sobre marcharnos, primero vamos a intentar modificar sus reglas, cambiar la manera como actúa y sus objetivos, a fin de hacer de él algo que funcione para el Reino Unido", fueron las palabras del ministro, en un intento de ser ecuánime y pragmático sobre la trascendental cuestión.
El 15 de julio de 2014, en la recta final de la retirada escalonada de las tropas de combate de Afganistán tras 13 años de despliegue y un balance de 450 bajas mortales en la guerra antitalibán, Cameron realizó una remodelación ministerial que supuso el traslado de Hammond a la Secretaría de Estado de Asuntos Exteriores y de la Commonwealth en sustitución de William Hague, y la colocación de Michael Fallon en la Secretaría de Defensa. Desde su nuevo puesto de jefe de la Foreign Office, Hammond estuvo muy atareado por el trabajo diplomático que generaron tres capítulos en particular.
Estos fueron: las negociaciones entre el llamado P5+1 (el grupo de potencias formado por los cinco grandes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania) e Irán para alcanzar un acuerdo definitivo sobre el programa nuclear iraní (el Plan de Acción Conjunto Global, suscrito en Viena en julio 2015 al final de la senda trazada por el Acuerdo Interino de Ginebra de noviembre de 2013 y el Acuerdo Marco de Lausana de abril de 2015), que fueron paralelas a unas conversaciones bilaterales entre Londres y Teherán para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, virtualmente rotas desde noviembre de 2011 y completamente restablecidas en agosto de 2015 con la reapertura de la Embajada británica en la capital iraní; la crisis por la injerencia de Rusia en Ucrania y la anexión unilateral de Crimea, castigadas por la UE con sucesivas rondas de sanciones; y la participación del Reino Unido, invirtiendo un considerable esfuerzo militar y secundando a Washington, en la campaña multinacional para atacar y destruir las huestes del Estado Islámico y su autoproclamado califato en Oriente Próximo. La RAF, en el marco de la Operación Shader, comenzó a bombardear a los yihadistas en Irak en septiembre de 2014 y en diciembre de 2015, semanas después de los mortíferos ataques terroristas de París, extendió sus misiones a Siria.
En otro orden de cosas, a principios de 2014 se especuló con que el ministro de Exteriores británico podría ser un candidato a secretario general de la OTAN en sustitución del danés Anders Fogh Rasmussen, pero en marzo el Consejo Atlántico se decantó por el primer ministro de Noruega, Jens Stoltenberg.
2. Postura pro Remain en el referéndum de 2016 y canciller del Exchequer con Theresa May
Al comenzar 2016, Hammond asistió también a su jefe en las difíciles negociaciones con las instituciones europeas en Bruselas. El "euroescepticismo condicional" del ministro se modulaba perfectamente a la polémica -y arriesgada- estrategia europea de Cameron, que tras el triunfo por mayoría absoluta del Partido Conservador en las elecciones generales de mayo de 2015 puso en marcha la cuenta atrás legal para la celebración del prometido referéndum. En febrero de 2016 el primer ministro, horas después de concluir las discusiones mantenidas en la capital comunitaria con los presidentes de la Comisión y el Consejo Europeos, presentó al público un acuerdo favorable a los intereses nacionales que garantizaba el "estatus especial" deseado para el Reino Unido en el seno de una "UE reformada" y anunció la convocatoria de la consulta europea para el 23 de junio, junto con la recomendación de que se votara por el Remain. Hammond, como Osborne, Fallon y la más tibia Theresa May se pronunciaron a favor de la permanencia.
May, al igual que Hammond, venía de coquetear con la plataforma euroescéptica que en la plana mayor del conservadurismo y en el Gabinete tenía como portavoces a Boris Johnson, Michael Gove, Andrea Leadsom, Chris Grayling, Iain Ducan Smith, Liam Fox y otros. Con ciertas secciones del discurso duro de la secretaria del Interior en materia de inmigración no dejaba de comulgar su colega de Exteriores, quien también creía necesario que el Reino Unido dispusiera de un mayor margen de maniobra para restringir el acceso de los trabajadores comunitarios a una serie de beneficios sociales y fiscales aun en el caso de que el país siguiera perteneciendo a la UE. En relación con otros temas, sin embargo, los enfoques de ambos eran opuestos. Es lo que pudo apreciarse en el debate sobre la legalización del matrimonio homosexual en el Reino Unido, que fue bienvenida por May, pero no por Hammond.
Hammond no jugó un papel descollante durante la campaña por el Remain, en la cual se limitó a dar eco a las advertencias de Cameron sobre las negativas consecuencias económicas y políticas que acarrearía un triunfo del Leave. Luego, tampoco tuvo ninguna reacción emocional al conocer el resultado del referéndum del 23 de junio, que el Brexit, temido por todos salvo por sus defensores, había ganado con casi el 52% de los votos. En la jornada siguiente, vía Twitter, el jefe de la diplomacia británica tuvo un pronunciamiento flemático: "El Reino Unido continuará siendo un poder influyente y de amplias miras en la escena mundial, trabajando con sus socios por la seguridad y la prosperidad", escribió.
Ahora, siguió explicando Hammond, lo que tocaba era gestionar el Brexit, una decisión tan democrática como irreversible, de la mejor manera posible. Hammond confiaba en que el Reino Unido siguiera manteniendo una "cooperación estrecha" y unas "fuertes relaciones económicas con los 27", si bien atisbaba serias dificultades para compaginar las nuevas disposiciones relativas a la inmigración y el "pleno acceso al mercado interior único", el cual, tal como los líderes europeos se apresuraron a recordar a sus colegas británicos, se componía de cuatro libertades, las libres circulaciones de mercancías, servicios, capitales y personas, que Londres debía aceptar como un paquete cerrado.
A su entender, "la libre circulación sin trabas de nacionales de la UE" era un tema que "ya no estaba sobre la mesa", es decir, que Londres debía hacer la política migratoria que considerase oportuna y concentrarse en "la prioridad de asegurar el mejor acceso posible" para los bienes, servicios y capitales británicos al mercado único, aunque "dentro de las limitaciones impuestas por la realidad política". Eso sí, le parecía "absurdo" avanzar un "compromiso unilateral" sobre los derechos de residencia de los naciones de la UE que vivían y trabajaban en las islas sin contar con un "compromiso similar" para los nacionales británicos afincados en territorio de la UE. Por oro lado, exigió a Johnson y Gove, los principales cabecillas tories del Brexit, que rindieran cuentas por las "promesas contradictorias" y los "compromisos mutuamente incompatibles" hechos a los votantes durante la campaña del referéndum.
De todas maneras, ahora mismo, la misión más urgente del Partido Conservador era cerrar la crisis de liderazgo abierta por el anuncio por Cameron de que él no sería "el capitán del Brexit" y que esperaba transmitir los mandos del partido y el Gobierno a su sucesor electo en la próxima Conferencia de los tories, prevista para octubre. A la competición interna se presentaron cinco aspirantes: Stephen Crabb, Michael Gove, Theresa May, Andrea Leadsom y Liam Fox, único de la lista que no tenía cargo en el Gobierno. El 3 de julio Hammond se decantó por la secretaria del Interior, quien a sus ojos encarnaba al estadista de carácter "determinado" y "con los pies en el suelo", capaz de "reformar" la economía del Reino Unido y de defender "sin retórica dogmática" los intereses nacionales en las complejas negociaciones que se avecinaban con la UE. El país necesitaba a May porque proporcionaba "una buena dosis del viejo pragmatismo británico".
May, que había destapado su ambición el 30 de junio, horas antes de retirarse de la contienda el gran favorito, Johnson, como consecuencia de la sorpresiva irrupción de Michael Gove, ganó ampliamente las votaciones efectuadas por el grupo parlamentario conservador en los Comunes los días 5 y el 7 de julio. El 11 de julio, Leadsom, la única que seguía en la carrera además de May, con la que de acuerdo con el calendario tendría que medirse en septiembre en una elección final abierta a los afiliados, para acortar drásticamente el proceso sucesorio y en aras de la unidad partidaria, retiró voluntariamente su candidatura, convirtiendo automáticamente a May en la nueva líder del partido. Dos días después, Cameron notificó su dimisión a la reina y la soberana encargó a May la formación del nuevo Gobierno.
Hammond tenía asegurada una plaza en el Gabinete May, y la que le tocó el 13 de julio era la que siempre había querido ocupar desde 2010, al ser la más ajustada a su experiencia y sus conocimientos: la Cancillería del Exchequer, cuyo titular era el máximo responsable de la política fiscal, la elaboración de los presupuestos, la política monetaria, la fijación de los objetivos de inflación y otras funciones relativas al Tesoro. En sus primeras declaraciones como ministro de Hacienda, Hammond indicó que estudiaría fórmulas para tirar de la economía, súbitamente enfriada por la conmoción en los mercados bursátiles, monetarios y financieros a raíz del Brexit, y ahuyentar el fantasma de una recaída en la recesión. El PIB había progresado un 2,2% en 2015, ritmo que se situaba ligeramente por encima de la media de la UE, y la tasa interanual del primer trimestre de 2016 había sido del 2%; en el cómputo intertrimestral, el dato del crecimiento era francamente endeble, el 0,4%.
Por de pronto, Hammond, que dejó la Foreign Office en manos de Boris Johnson, mencionó una relajación de los objetivos de reducción de déficit, variable que actualmente equivalía al 4% del PIB, perseguidos con denuedo pero infructuosamente por su predecesor, Osborne, quien tan solo unos días atrás se había resignado a reconocer que al final de la legislatura en 2020 no podría alcanzarse la meta del superávit presupuestario. El plan para un "presupuesto de emergencia", con un techo de gasto revisado a la baja, deslizado por Osborne en vísperas del referéndum por si el país decidía salirse de la UE, quedaba aparcado. Esto era necesario porque, diagnosticaba Hammond, se abría camino una "nueva fase en la historia de la economía británica", escenario que requería un "conjunto de parámetros diferente para tener éxito". El Exchequer estudiaría con el Banco de Inglaterra medidas de estímulo económico que, sin embargo, no parecía que fueran a incluir, por lo menos a corto plazo, una bajada del precio oficial del dinero, que ahora tenía un tipo de interés del 0,5%, frente al 0,0% para el euro fijado en marzo por el Banco Central Europeo. Las turbulencias del Brexit habían golpeado de lleno a la libra esterlina, que cotizaba con respecto al dólar a su valor más bajo en 31 años.
Philip Hammond está casado desde 1991 con Susan Carolyn Williams-Walker; la pareja ha tenido dos hijas y un hijo.
(Cobertura informativa hasta 20/7/2016)