Paolo Gentiloni

El 12 de diciembre de 2016 Paolo Gentiloni, desde 2014 ministro de Exteriores de Italia, fue el encargado de reemplazar como presidente del Consejo de Ministros a Matteo Renzi, al que el resultado negativo del referéndum constitucional celebrado ocho días antes obligó a dimitir. De estirpe familiar noble, experto en políticas de comunicación, antiguo militante de la izquierda ecologista y llegado al Partido Democrático (PD) desde La Margarita de Francesco Rutelli, Gentiloni viene siendo un leal colaborador de Renzi, el cual continúa al mando del PD, y ofrece una personalidad que puede considerarse antitética de la de aquel: es lacónico en sus mensajes, transmite tranquilidad y previsibilidad, le falta carisma y se le atribuye una gran capacidad de diálogo, atributo este último de lo más deseable para cualquier primer ministro en la Italia de los parlamentos atomizados y las más amplias coaliciones de Gobierno, imprescindibles para alcanzar la mayoría absoluta, lo que de todas maneras no asegura en modo alguno la durabilidad del Ejecutivo de turno. La reforma constitucional que Renzi vio sucumbir en las urnas pretendía precisamente, mediante una drástica reestructuración del Senado, dar más fluidez y estabilidad a las legislaturas.

El Gabinete Gentiloni, quien como responsable de la diplomacia italiana hubo de bregar con la amenaza del Estado Islámico, la desintegración de la vecina Libia y la crisis de los refugiados en el Mediterráneo, y contribuyó al regreso del país transalpino al núcleo dinámico de la UE, no es la excepción a la regla de la prolijidad: lo sustentan, además del PD, primera fuerza parlamentaria, seis formaciones de diversas tendencias con preponderancia del centrismo, la más importante de las cuales es el Nuevo Centro Derecha (NCD) de Angelino Alfano, sucesor de Gentiloni en Exteriores. La sensación unánime es que el decimoquinto Gobierno desde el colapso en 1993-1994 del antiguo régimen de partidos es una fórmula continuista, si no de transición, pues Renzi ya ha dejado claro que aspira a regresar al poder cuando se den la circunstancias apropiadas.

Así, esta por ver si Gentiloni, que como sus tres directos predecesores -Renzi, Letta y Mario Monti- no ha sido elegido por los italianos, gobernará Italia hasta el final de la legislatura en 2018, plazo que podría acortarse con la convocatoria de elecciones anticipadas en 2017; ese es el escenario que exige el principal partido de la oposición, el Movimiento Cinco Estrellas (M5S) de Beppe Grillo. Además, en el PD, donde Renzi tiene detractores, las aguas bajan revueltas desde bastante antes del referéndum de diciembre. Sean antes o después, los próximos comicios, se supone, deberán celebrarse bajo una nueva normativa electoral que mejore la actual, un engendro fruto de varios remiendos jurídicos. Por el momento, el debut de Gentiloni en el Palacio Chigi ha venido acompañado de dos noticias de calado: la muerte a tiros por la Policía en Milán del autor del atentado yihadista de Berlín y la aprobación de un fondo estatal de 20.000 millones de euros para el rescate y saneamiento del Monte dei Paschi y otros bancos privados con graves problemas de liquidez por la acumulación de créditos tóxicos. El endeudamiento público y la morosidad bancaria ensombrecen el panorama económico de Italia, cuyo PIB sigue al ralentí.


(Texto actualizado hasta enero 2017)

1. Un comunicador de la izquierda verde
2. Ministro de Exteriores de Italia: el triple desafío del Estado Islámico, el caos de Libia y la crisis de los refugiados
3. Sucesor del primer ministro Renzi tras su fracaso en el referéndum constitucional


1. Un comunicador de la izquierda verde

El nuevo primer ministro de Italia pertenece a una familia romana de prosapia aristocrática e influyente en la alta política desde antes de la Reunificación nacional, los Gentiloni Silveri, que tuvieron un linaje condal y conservan sus posesiones solariegas en Tolentino. Esta población de la región de Las Marcas fue precisamente una de las más afectadas por la cadena de terremotos que en octubre de 2016 sacudió una amplia extensión de la Italia central.

Aunque siempre ha conservado un vínculo intenso, de carácter emocional y cultural, con el pasado y el patrimonio de su familia, como testimonian sus frecuentes visitas a Tolentino, además de los títulos heredados, meramente simbólicos, de nobile de Filottrano, Cingoli y Macerata, Gentiloni, en su juventud, no siguió las inclinaciones de sus ascendientes, nobles dedicados a las bellas artes y las labores científicas bien identificados con el elitismo conservador, sino que abrazó el activismo social de izquierdas y la práctica periodística.

Su educación escolar transcurrió en escuelas católicas y cuando hizo la catequesis tuvo de compañera catecúmena a Agnese Moro, hija del primer ministro democristiano Aldo Moro. Su rebeldía se manifestó como agitador del Movimiento Estudiantil de Mario Capanna y militante de los grupúsculos de extrema izquierda marxista Movimiento de los Trabajadores por el Socialismo (MLS) y Partido de la Unidad Proletaria por el Comunismo (PdUP), este último creado en 1974 y absorbido diez años después por el poderoso Partido Comunista Italiano (PCI). Sin embargo, Gentiloni rehusó unirse al PCI de Enrico Berlinguer y Alessandro Natta, al que veía como una fuerza anquilosada que no ofrecía respuestas para los problemas de la Italia del momento.

Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad de Roma La Sapienza, Gentiloni hizo carrera en el periodismo como redactor para las publicaciones Fronte Popolare y Pace e Guerra, y a partir de 1984 como director de La Nuova Ecologia, el órgano de prensa de la asociación ecologista Legambiente, cuyo secretario nacional era su amigo Chicco Testa, más tarde diputado del PCI. Esta labor periodística le puso en contacto con Francesco Rutelli, antiguo dirigente del Partido Radical con ideas pacifistas y conservacionistas que en 1993 fue elegido alcalde de Roma como candidato de la Federación de los Verdes. Gentiloni asistió a Rutelli en su campaña electoral, en la que batió al neofascista Gianfranco Fini, y luego aquel, una vez instalado en el Ayuntamiento de la capital del país, le fichó como su portavoz y jefe de prensa. Convertido en la mano derecha del síndico romano, hasta finales de la década Gentiloni desempeñó también las funciones de asesor municipal para las áreas de Turismo y el Jubileo eclesiástico del año 2000.

La entrada del periodista en la política profesional tuvo lugar en vísperas de las elecciones generales de mayo de 2001 como candidato a diputado en las listas de Democracia es Libertad-La Margarita, el nuevo partido de corte social liberal y verde puesto en marcha por Rutelli, de paso el cabeza de lista de la gran coalición oficialista del centro-izquierda, El Olivo, cuyos principales integrantes eran los Demócratas de Izquierda (DS, sucesores del extinto PCI). El ganador de los comicios fue La Casa de las Libertades, la alianza del centro-derecha que capitaneaba Silvio Berlusconi, retornado así al puesto de primer ministro, en tanto que Gentiloni se hizo con el escaño por la Circunscripción XV de Lacio, correspondiente al barrio Ostiense de Roma.

En la legislatura que siguió, Gentiloni consolidó su perfil de experto en políticas comunicativas como miembro de las comisiones parlamentarias de Transportes, Correos y Telecomunicaciones, y de Servicios Radiotelevisivos, así como, desde 2005, presidente de la Comisión de Vigilancia de la RAI, la radiotelevisión pública italiana. Fuera del hemiciclo, participó en la fundación formal como partido, en marzo de 2002, de La Margarita, de cuya área de comunicación se hizo cargo.

Gentiloni fue reelegido en las votaciones a la Cámara de Diputados de abril de 2006. Esta vez, los DS y La Margarita concurrieron aglutinados como una federación de partidos que conservó el nombre de El Olivo y que a su vez hacía de núcleo de una alianza más amplia del centro-izquierda italiano, La Unión. Llevando al ex primer ministro Romano Prodi como cabeza de cartel, La Unión se impuso al bloque de Berlusconi y el 17 de mayo el anterior presidente de la Comisión Europea volvió a sentarse en el despacho del Palacio Chigi al frente de un Gabinete de ministros donde Gentiloni debutó portando la cartera que respondía exactamente a su especialidad técnica, la de Comunicaciones.

En los meses siguientes, Gentiloni acometió una reforma del sector televisivo italiano para adecuar la polémica Ley Gasparri, adoptada por el segundo Gobierno Berlusconi en 2004 en un sentido descaradamente favorecedor del imperio mediático del magnate metido a político, a la Directiva Televisión Sin Fronteras de la Unión Europea, que establecía la libre circulación de programas televisivos europeos en el mercado interior así como determinados contenidos de programación, cuotas de emisión y techos de publicidad. La llamada Reforma Gentiloni suponía un marco más regulado de la televisión privada en Italia que tocaba de lleno las cadenas de Berlusconi, con la consiguiente irritación del líder opositor.

Sin embargo, el proyecto original quedó empantanado en el Parlamento, obligando al ministro a presentar un texto mucho más modesto, limitado a la RAI. El nuevo proyecto de ley fue aprobado por el Consejo de Ministros en mayo de 2007, pero la norma tampoco llego a promulgarse. A este doble fracaso consecutivo se le añadió un tercero, una fallida regulación de Internet que desató las iras de proveedores y usuarios porque imponía una serie de requisitos administrativos a los creadores de sitios web.

Los patinazos de Gentiloni en su propio terreno quedaron subsumidos por las incapacidades del Gobierno Prodi en su conjunto, el cual vio lastrado su trabajo por las querellas internas de una coalición demasiado heterogénea y a merced de las veleidades de sus socios más pequeños. En enero de 2008 el Ejecutivo quedó en minoría en el Senado y perdió una moción de confianza, arrastrando a Prodi a la dimisión y al país a unas elecciones anticipadas que tuvieron lugar en abril. Gentiloni revalidó por segunda vez su escaño romano en las listas del Partido Democrático (PD), la formación nacida en octubre de 2007 de la fusión de los DS y La Margarita, con Walter Veltroni de secretario nacional, pero el centro-izquierda, fragmentado y poco motivado, sucumbió ante el nuevo Pueblo de la Libertad (PdL) de Berlusconi y su aliado, la Liga Norte de Umberto Bossi.

Gentiloni sirvió su tercer mandato en la Cámara como diputado de la oposición al Gobierno Berlusconi hasta noviembre de 2011 y del bloque parlamentario de respaldo al Gabinete técnico de Mario Monti con posterioridad a esa fecha. Identificado con las ideas reformadoras de Matteo Renzi, alcalde de Florencia, miembro del ala centrista del PD y rival de Pier Luigi Bersani por la Secretaría Nacional del partido, el 7 de abril de 2013 contendió en la primaria de los demócratas para la definición de su candidato a la Alcaldía de Roma, quedando en un muy discreto tercer lugar, con el 15% de los votos, por detrás del eurodiputado David Sassoli y del ganador de la contienda interna, Ignazio Marino.

Un mes largo antes, a finales de febrero, el aspirante a síndico había vuelto a renovar su diputación en las elecciones generales, saldadas para el PD y la coalición de centro-izquierda que encabezaba, Italia.Bien Común, con una mayoría absoluta de 340 escaños en la Cámara baja. El logro, sin embargo, quedó aguado por un importante retroceso porcentual de votos, la irrupción espectacular del Movimiento Cinco Estrellas (M5S) del cómico y adalid de la "anti-política" Beppe Grillo (que de hecho se convirtió en el primer partido del país, aventajando al PD en 45.000 papeletas) y el fracaso en el Senado, donde Italia.Bien Común no superó la mayoría simple. Bersani fue incapaz de formar el nuevo Gobierno y el 24 de abril el presidente de la República, Giorgio Napolitano, se decantó por la alternativa de Enrico Letta, el vicesecretario del PD, quien consiguió la investidura de un Gabinete de gran coalición con el PdL de Berlusconi, la Elección Cívica (SC) de Monti y otras formaciones.


2. Ministro de Exteriores de Italia: el triple desafío del Estado Islámico, el caos de Libia y la crisis de los refugiados

Gentiloni quedó excluido del Ejecutivo Letta, llamado el governissimo, donde el área de Comunicaciones, desde 2008 integrada en el Ministerio de Desarrollo Económico, fue para Flavio Zanonato, colega del PD próximo al nuevo primer ministro. A continuación, el periodista de oficio apoyó a Renzi en su apuesta por hacerse con la Secretaría Nacional del partido, vacante a raíz de la dimisión de Bersani. El alcalde florentino, que no dejaba de invocar un "programa radical de reformas" para una Italia golpeada por la crisis económica y dominada por el malestar ciudadano, bien patente en el 25% de los votos cosechado por el M5S, conquistó el liderazgo demócrata en diciembre y a continuación se dedicó a hacer una labor de zapa contra el Gobierno que dirigía su propio partido, buscando la caída de Letta para colocarse él en su lugar. La mudanza en el Palacio Chigi llegó el 22 de febrero de 2014 y tampoco esta vez Gentiloni entró en el Gabinete, donde los puestos tenían que repartirse entre las siete formaciones que componían la coalición, aunque, a la luz de los acontecimientos ulteriores, quedó en reserva.

El protagonismo le sobrevino a Gentiloni unos meses más tarde, en octubre de 2014, al confirmarse la baja en el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional de Federica Mogherini, convertida en la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. El día 31 Renzi confió a su fiel y tranquilo colaborador la prestigiosa cartera de Exteriores en plena presidencia italiana del Consejo de la UE, un semestre de gran actividad porque había tocado elegir a los nuevos máximos oficiales de la UE, el alto representante, el presidente de la Comisión y el presidente del Consejo, y al estar sobre la mesa el tenso expediente de las injerencias militares rusas en Ucrania y la anexión unilateral de la península de Crimea, castigadas por Bruselas con unos paquetes de sanciones. El nombramiento de Gentiloni supuso una auténtica sorpresa, pues Renzi había hablado de suplir a Mogherini por otra mujer a fin de mantener la paridad de género en el Gabinete y porque al promocionado no se le conocía por ser un especialista en política internacional.

Una vez instalado en el Palacio de la Farnesina, sede de la diplomacia italiana, Gentiloni hubo de bregar con las salpicaduras desestabilizadoras de la brutal aparición en el tablero de Oriente Medio del Estado Islámico, al que Roma acababa de empezar a combatir de manera indirecta, suministrando armas automáticas ligeras, armas anti-tanque y munición a los peshmergas kurdos del norte de Irak que resistían los ataques de las fuerzas yihadistas. Con esta asistencia militar, Italia materializaba su participación, anunciada en septiembre en la cumbre de la OTAN en Gales, en el esfuerzo multinacional solicitado por Estados Unidos para combatir al Califato terrorista proclamado en Siria e Irak. Sin embargo, Renzi descartó una implicación directa sobre el terreno, como el envío de aviones para bombardear las posiciones de los yihadistas en los dos países árabes.

Las preocupaciones del ministro de Exteriores estuvieron bastante enfocadas en la anárquica situación de Libia, país de la vecindad mediterránea de gran importancia estratégica para Italia, que se hallaba sumido en la guerra civil, fracturado estatalmente e infectado por la propagación yihadista, con baluartes del Estado Islámico en las ciudades portuarias de Derna, Bengasi y Sirte. La mera presencia de las huestes del Califato en la orilla sur del Mediterráneo era percibida como un serio peligro para la seguridad de Italia, que además encajaba la llegada a sus costas de un flujo mucho mayor de refugiados y emigrantes clandestinos del Magreb y de África Subsahariana, lanzados al mar aprovechando el colapso del Gobierno central en la antigua Jamahiriya de Muammar al-Gaddafi.

A lo largo de 2015 Italia, aunque sin llegar a los extremos del desbordamiento sufrido por Grecia, se vio afectada de lleno por la crisis de los refugiados, procedentes en su mayoría de Siria. Renzi y Gentiloni subrayaron el mensaje, dirigido a los socios comunitarios, de que la crisis de los refugiados no tenía que verse como un problema humanitario y de seguridad concentrado en uno u otro país, sino que afectaba a la UE en su conjunto, luego debía dársele una respuesta colectiva europea, basada en la solidaridad, más que nacional.

En febrero de 2015 Gentiloni afirmó en una entrevista que Italia, si bien respaldaba sin reservas los esfuerzos de la ONU para implicar a las facciones libias en un cese de las hostilidades y en la creación de un Gobierno de unidad que asegurara la paz en el grueso del país y uniera fuerzas para derrotar a los yihadistas, "no podía subestimar", si la situación seguía deteriorándose, el escenario de una intervención militar en el país norteafricano para pararle los pies al Estado Islámico, pues "no podemos aceptar que a unas pocas millas de nosotros exista una amenaza terrorista activa", estimó. "Italia está dispuesta a luchar en el marco de la legalidad internacional", recalcó el responsable de Exteriores, tachado a las pocas horas de "ministro de la Italia cruzada" por la radio oficial del Califato, Al Bayan. Todo el mundo tenía presente que la propaganda del Daesh incluía a Roma entre sus objetivos emblemáticos a "conquistar" en el orbe cristiano.

Luego, en julio, el Estado Islámico hizo estallar un coche bomba junto al Consulado italiano en El Cairo, matando a una persona. Gentiloni volvió a tomar la palabra para manifestar que su país "no sería intimidado" por el terrorismo. En diciembre, Renzi anunció el envío a Irak de 450 soldados para proteger la presa Chambarakat de Mosul, en el punto de mira del Estado Islámico, destacamento que se sumaba a los 800 uniformados ya presentes en Irak en misión de adiestramiento de las fuerzas del Gobierno de Bagdad. Al mismo tiempo, el Ministerio de Gentiloni redobló sus esfuerzos facilitadores en las negociaciones multilaterales de Sjirat, Marruecos, para conseguir que los gobiernos libios enfrentados de Tobruk y Trípoli accedieran a poner en marcha un Gobierno unificado, llamado del Acuerdo Nacional, cuya jefatura recayó en Fayez al-Sarraj. En esta interlocución internacional, se apreciaron las excelentes relaciones de Gentiloni con su homólogo de Estados Unidos, John Kerry.

En el capítulo de las relaciones bilaterales de Italia, estas se resintieron gravemente con Egipto en enero de 2016 con motivo del asesinato, después de ser secuestrado y torturado, del estudiante Giulio Regeni en El Cairo, donde estaba realizando un trabajo de investigación académica sobre los sindicatos independientes egipcios. Desde el primer momento, las sospechas de la autoría del asesinato de este graduado italiano en Cambridge recayeron en las fuerzas de seguridad egipcias. En abril de 2016, la falta de colaboración del Gobierno del presidente Abdel Fattah al-Sisi empujó a Gentiloni a ordenar el regreso del embajador en El Cairo. Por el contrario, experimentaron un impulso las relaciones diplomáticas con Cuba e Irán, países que Gentiloni visitó en marzo y agosto de 2015, y cuyos presidentes, Raúl Castro y Hassan Rouhani, recalaron en Roma en mayo de 2015 y enero de 2016, respectivamente.


3. Sucesor del primer ministro Renzi tras su fracaso en el referéndum constitucional

Aunque Renzi era un jefe de Gobierno dinámico, capaz de dejar una impronta personal en las relaciones exteriores del país transalpino, Gentiloni, dentro de un estilo más bien calmoso, sin los rasgos impetuosos de su superior institucional, contribuyó en su medida al visible relanzamiento de la influencia italiana en la UE. Así se apreció durante la crisis de los refugiados y tras el referéndum del 23 de junio de 2016 sobre el Brexit del Reino Unido, que movilizó a los gobiernos de Roma, París y Berlín en una serie de consultas para intentar controlar los daños que el no británico a la permanencia pudieran causar a la UE. En casa, Renzi se jugó el cargo al hacer una especie de envite personal, sin explorar las posibilidades de un amplio consenso parlamentario en torno al proyecto y pasando por alto incluso las serias objeciones al mismo planteadas dentro del propio PD, del referéndum constitucional convocado para el 4 de diciembre de 2016.

La consulta, mediante una pregunta múltiple, debía validar una ley constitucional, aprobada de manera definitiva por la Cámara de Diputados el 12 de abril con una mayoría de votos (361) que no fue de dos tercios al boicotear la sesión los diputados del M5S y el partido Forza Italia de Berlusconi, para la reforma de la Carta Magna con el fin de introducir una serie de cambios legales que el primer ministro consideraba imprescindibles, el núcleo de sus "reformas modernizadoras" del sistema político italiano, tan propenso a la ingobernabilidad y la parálisis legislativa. En síntesis, la reforma de Renzi perseguía acabar con el bicameralismo estrictamente paritario, limitando los poderes del Senado -la Cámara alta puede obstruir fácilmente el proceso legislativo y hasta tumbar gobiernos, independientemente de la Cámara de Diputados- y convirtiéndolo en una cámara de representación territorial, así como reducir el número de parlamentarios y suprimir el Consejo Nacional de Economía y Trabajo (CNEL), con el consiguiente ahorro de costes en la estructura institucional de la República.

El 4 de diciembre el no a la reforma constitucional se impuso de manera rotunda con el 59,1% de los votos. Aunque en vísperas de la consulta, Renzi, temiéndose lo peor, había intentado anular su anterior advertencia de que si las urnas le refutaban él no se quedaría "aferrado al sillón", no tuvo más remedio que ser consecuente con sus palabras y en la jornada siguiente ofreció su renuncia al presidente de la República, Sergio Mattarella. Este, sin embargo, le pidió que continuara en su puesto por unos días más, hasta que el Senado aprobara los Presupuestos Generales para 2017, cosa que la Cámara alta hizo el 7 de diciembre. En ese momento, Mattarella aceptó a trámite la dimisión de Renzi.

Cuatro días después se materializó el recambio gubernamental que el primer ministro saliente había acordado con el jefe del Estado. El 11 de diciembre Mattarella transmitió a Gentiloni el encargo de formar el nuevo Gobierno, tarea que el designado acometió en pocas horas. El 12 de diciembre el hasta ahora ministro de Exteriores alineó un equipo de línea continuista donde, una vez conocidos todos los nombramientos, proceso que solo quedó concluido el 29 de diciembre, terminaron estando representadas siete fuerzas políticas, el mismo número que hasta ahora, pero con algunos cambios de siglas.

Seguían, además del PD, que se quedaba con una docena de ministerios, el Nuevo Centro Derecha (NCD) de Angelino Alfano, quien dejaba el Ministerio del Interior para cubrir la baja de Gentiloni en Exteriores (a su vez, el demócrata Marco Minniti sustituyó al frente de Interior al antiguo segundo de Berlusconi en el extinto PdL) y retenía a otros dos colegas en el Gabinete, amén de, con un puñado de subsecretarios, los grupúsculos Partido Socialista Italiano (PSI), Democracia Solidaridad (Demo.S) y Centro Democrático (CD). Por contra, se apeaban la Elección Cívica (SC), centrista, y la Unión de Centro (UdC), democristiana, pero a cambio se incorporaban Centristas por Italia (CpI) y Cívicos e Innovadores (CI). Las carteras de Defensa y de Finanzas continuaron en las respectivas manos de Roberta Pinotti (PD) y Pier Carlo Padoan (independiente).

El Gobierno Gentiloni, que tenía al M5S como principal grupo opositor, descansaba en una mayoría absoluta en la Cámara baja de 379 escaños sobre 630; de aquellos, 301 correspondían al PD y los restantes 78 eran de diputados adscritos al oficialismo con un mayor o menor grado de compromiso, bien por pertenecer a partidos que se sentaban en el Gobierno, bien por ser de grupos parlamentarios que prometían apoyo externo, como la UdC (en tanto que la SC anunció su paso la oposición); algunos de estos últimos se sentaban en el Grupo Mixto. El 13 de diciembre el nuevo Ejecutivo italiano ganó la confianza de la Cámara de Diputados por 368 votos contra 105, en una sesión de la que se ausentaron los diputados del M5S, la Liga Norte, la SC y la Alianza Liberalpopular-Autonomía (ALA), y el 14 de diciembre el Senado se pronunció en igual sentido por 169 votos contra 99.

Paolo Gentiloni, que habla con fluidez el inglés, el francés y el alemán, está casado con la arquitecta Emanuela Mauro y no tiene hijos.

(Cobertura informativa hasta 1/1/2017)