Óscar Arias Sánchez

En mayo de 2006 regresó a la Presidencia de la República de Costa Rica el Premio Nobel de la Paz Óscar Arias, justo 20 años después de iniciar su primer mandato de cuatro años. Estadista de prestigio internacional por su decisivo papel mediador en los conflictos centroamericanos a finales de la década de los ochenta, Arias ganó las elecciones de febrero por un margen inesperadamente exiguo frente a su rival por la izquierda, Ottón Solís, y con un programa de "socialdemocracia renovada" que amalgama apuestas como la reducción de la pobreza, la lucha contra la corrupción y la ratificación del Tratado de Libre Comercio entre América Central y Estados Unidos. Todo, en el contexto del final del tradicional sistema bipartidista conformado por la Liberación Nacional (PLN), el partido de Arias, y la Unidad Social Cristiana (PUSC).

(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 7/11/2006. El segundo ejercicio de Óscar Arias como presidente de Cota Rica concluyó el 8/5/2010; fue sucedido por Laura Chinchilla Miranda, candidata del PLN vencedora en las elecciones del 7/2/2010).

1. Un intelectual de la política apadrinado por Figueres Ferrer
2. El primer período presidencial (1986-1990); el Plan Arias para Centroamérica
3. La gestión en política interior y la victoria opositora en las elecciones de 1990
4. Un ex presidente de alto perfil internacional
5. Segunda candidatura por el PLN y triunfo electoral en 2006


1. Un intelectual de la política apadrinado por Figueres Ferrer

Miembro de una familia de la alta burguesía cafetalera, sus padres eran el abogado Juan Rafael Arias Trejos y la señora Lilliam Sánchez Cortés. Las inquietudes políticas del futuro presidente no iban a surgir por casualidad: don Juan Rafael Arias sirvió como diputado nacional y una vez se postuló como candidato a la Vicepresidencia de la República; y el abuelo paterno, Juan Rafael Arias Bonilla, fue secretario de Hacienda durante la Administración presidencial de Alfredo González Flores entre 1914 y 1917.

El muchacho recibió las enseñanzas primaria y secundaria en centros privados de su Heredia natal y de la capital, San José. El título de bachiller lo obtuvo en el colegio Saint-Francis. Inclinado primero por la carrera de Medicina, se desplazó a Estados Unidos para estudiar en el Harvard Medical School de Boston, Massachusetts, pero transcurrido un tiempo, en 1961, retornó al país centroamericano y se convirtió en un aplicado alumno de las facultades de Derecho y Ciencias Económicas de la Universidad de Costa Rica (UCR). Obtenida la licenciatura en 1967, se trasladó al Reino Unido con una beca del Gobierno de ese país para formarse en la afamada London School of Economics and Political Science (LSE) y en la Universidad de Essex en Colchester, por la que en 1974 obtuvo el doctorado en Ciencias Políticas.

En 1969 estuvo de vuelta en Costa Rica y se integró en la plantilla de la UCR como docente de su recién perfilada especialidad politológica. En mayo de 1970, cuando aún no había cumplido los 30 años, Arias fue contratado para prestar servicios de asesoría financiera en el Gabinete presidencial de José Figueres Ferrer, veterano político y estadista que acababa de estrenar su tercera presidencia desde que liderara el movimiento revolucionario de mayo de 1948. El joven militaba desde la mayoría de edad en la fuerza política fundada el 12 de octubre de 1951 por Figueres, el Partido Liberación Nacional (PLN), de doctrina socialdemócrata, y los peldaños escalados en su seno, junto con el renombre académico adquirido gracias a una producción ensayística más que notable en ciencia política y teoría económica, le abrieron de par en par las puertas de la política gubernamental, convirtiéndose en un protegido del popularmente conocido como Don Pepe.

Arias dio nuevos ejemplos de precocidad en diciembre de 1970, con su nombramiento para el puesto de vicepresidente de la Junta Directiva del Banco Central de Costa Rica, y en 1971, con la obtención del Premio Nacional de Ensayo por su obra Grupos de presión en Costa Rica, que no era sino la versión editorial de su tesis de licenciatura, en la que indagaba en el origen socioeconómico de los líderes políticos costarricenses. Hasta el final de la década, publicó además los siguientes libros: Significado del movimiento estudiantil en Costa Rica (1970), ¿Quién gobierna en Costa Rica? (1976); Democracia, independencia y sociedad latinoamericana (1977); Los caminos para el desarrollo de Costa Rica (1978); y, Nuevos rumbos para el desarrollo costarricense (1980).

En agosto de 1972, a instancias de Figueres, que estaba muy satisfecho con sus servicios de asesoría económica, Arias se convirtió en un jovencísimo ministro de Planificación Nacional y Política Económica, puesto que siguió desempeñando a partir de mayo de 1974 en la nueva Administración de Daniel Oduber Quirós, vencedor para el oficialismo en las elecciones celebradas en febrero, y desde ahora de manera simultánea a sendas membresías en el Consejo Director del Instituto Tecnológico de Costa Rica (ITCR) y el Consejo Nacional de Rectores de universidad (CONARE). Hasta 1972 siguió dando clases en la Escuela de Ciencias Políticas de la UCR.

En agosto de 1975 pasó a hacerse cargo de la Secretaría de Internacional del PLN y cesó como ministro de Planificación. Antes de desprenderse en julio de 1977 de todas sus funciones en el organigrama del Estado, Arias sentó las bases de lo que sería el Plan Nacional de Desarrollo de Costa Rica. En las elecciones generales del 5 de febrero de 1978, que otorgaron la Presidencia de la República al socialcristiano Rodrigo Carazo Odio, candidato de la alianza opositora conservadora Coalición Unidad, Arias obtuvo su primer mandato popular como diputado de la Asamblea Legislativa en representación de la provincia de Heredia. En julio de 1979 fue elegido por sus compañeros secretario general del PLN.

En 1981 Arias abandonó el escaño parlamentario para invertir todos sus esfuerzos en la campaña de las elecciones generales del 7 de febrero de 1982, que devolvieron a los liberacionistas al Gobierno de la mano de Luis Alberto Monge Álvarez, un servidor público con un extenso bagaje político, del que había heredado la Secretaría General del partido en 1979 y que ya había candidateado a la Presidencia en 1978. Hombre de modos sofisticados y calmosos, de perfil intensamente intelectual, que compensaba la falta de dotes mediáticas del político al uso con una amplia experiencia internacional en foros tanto políticos (mayormente ligados a la Internacional Socialista, de la que el PLN era miembro) como académicos, así como buen conocedor de los enfoques y las perspectivas europeos, Arias marcaba un contraste con otros exponentes de la élite política nacional más familiarizados con la cultura estadounidense.

Desde hacía tiempo, Arias albergaba la ambición de convertirse en presidente de la República. En 1984, con 43 años, se consideró listo para presentar su aspiración y con el objeto de prepararla renunció a la Secretaría General del partido. Contrariando a los ex presidentes Figueres y Oduber, quienes consideraban que todavía no había llegado la hora del relevo generacional, Arias se presentó a la Convención del PLN celebrada el 28 de enero de 1985 y, contra pronóstico, se impuso al otro precandidato, Carlos Manuel Castillo Morales, quien fuera el vicepresidente de la República con Oduber y que contaba con el apoyo de los dos ex presidentes.

Arias diseñó un programa electoral que, bajo el lema Construir el camino del futuro, puso el acento en la transformación de la estructura productiva y comercial, apoyada sobre todo en el sector primario, apostando por un modelo de industrialización transnacional y de diversificación de las exportaciones manufacturadas. También, se propuso crear más empleo mediante la construcción de 80.000 viviendas, las cuales, de paso, debían corregir la aguda carencia de techos entre los costarricenses con bajos recursos. El candidato se declaró firme partidario del Estado protector y dispensador de servicios sociales, y contrario al modelo económico liberal a causa de su carácter "individualista y egoísta".

En un ejercicio de visión global, Arias sostenía que el país no podía fundar sus perspectivas de desarrollo sin tener en cuenta la realidad geopolítica en que estaba inmerso, Centroamérica, que era escenario de una serie de guerras civiles imposibles de disociar del enfrentamiento planetario entre los bloques ideológicos del Este y el Oeste. A su entender, la estrategia correcta para Costa Rica era mantenerse estrictamente neutral en los conflictos centroamericanos, con el fin de preservar la paz doméstica y no comprometer ni el desarrollo económico ni el principio de la renuncia a poseer un ejército nacional, que era una de las principales señas de identidad del Estado. En relación con este punto, el PLN solía alardear de que la abolición de las Fuerzas Armadas decretada por Figueres en 1948 después de vencer en la guerra civil al republicanismo calderonista había permitido a los sucesivos gobiernos, de uno u otro signo, destinar el antiguo presupuesto militar a la inversión social.

No obstante la aridez de su oratoria y la profusión de tecnicismos y academicismos en sus comunicaciones audiovisuales, calificadas de "soporíferas" por algunos medios periodísticos, en las elecciones del 2 de febrero de 1986 Arias se benefició del elevado nivel de popularidad con que se despedía Monge, y con el 52,3% de los votos se adjudicó una nítida victoria sobre el ocho años más joven Rafael Ángel Calderón Fournier, hijo del ex presidente Rafael Ángel Calderón Guardia y postulante del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC, surgido en 1983 de la fusión de los partidos de la Coalición Unidad), quien con el 45,8% de los sufragios vio frustrada por segunda vez consecutiva su aspiración presidencial.


2. El primer período presidencial (1986-1990); el Plan Arias para Centroamérica

El 8 de mayo de 1986 Arias tomó posesión de la Presidencia con un mandato cuatrienal, en una ceremonia a la que asistieron nueve mandatarios latinoamericanos más los vicepresidentes de Estados Unidos, la URSS, Rumanía y Polonia. Se trataba del quinto presidente del PLN y el segundo en los últimos cuarenta años que retenía para su partido el poder ejecutivo. En sus primeras alocuciones a la nación, el flamante mandatario detalló sus propuestas de campaña y, sobre todo en la cuestión internacional, perfiló una política que en principio era continuista de la de Monge, aunque a fuerza de matizada pareció nueva y singular.

Partiendo del prestigio internacional de Costa Rica y haciendo que el país se convirtiese en, según su expresión, el "agente promotor de la paz y la democracia" en Centroamérica, Arias se propuso hacer efectiva la "neutralidad perpetua, activa y no armada" proclamada por Monge en 1983 pero que se hallaba ampliamente cuestionada por la presencia en suelo patrio de dispositivos de operaciones subversivas de la Contra nicaragüense tutelados por los servicios de inteligencia de Estados Unidos y por el registro de incursiones punitivas transfronterizas del Ejército Popular Sandinista, como la que en mayo de 1985 tendió una emboscada a una patrulla de la Guardia Civil costarricense, matando a dos agentes.

Nada más tomar posesión, Arias empezó a poner coto a las actividades de los contrasandinistas en este lado de la frontera e, incluso aún como presidente electo, adoptó gestos externos, como la censura de las ayudas concedidas por el Congreso norteamericano a la guerrilla nicaragüense y la campaña informativa ante los gobiernos de Brasil, Argentina, Perú, Uruguay y Venezuela sobre la posible forja de una "alianza continental en defensa de la democracia y la libertad". Estos posicionamientos suponían un desmarque del frente antirrevolucionario regional orquestado por la Administración Reagan, la cual a su vez no tardó en expresar su consternación por la disidencia costarricense.

Ahora bien, al tiempo que negaba espacio de actuación en Costra Rica a contrainsurgencias foráneas, Arias se declaró anticomunista y totalmente opuesto al régimen sandinista de Managua, al que tachó de "militarista", "totalitario" e "intransigente", y al que acusó de haber "traicionado los principios democráticos y libertarios" de la revolución antisomocista de 1979, hasta haber convertido Nicaragua en una "segunda Cuba". Al Gobierno de Daniel Ortega (quien había asistido a la toma de posesión de Monge en 1982, pero no a la de él cuatro años después), Arias le aplicó el principio de "neutralidad militar no ideológica", lo que significaba que Costa Rica iba a seguir siendo tierra de asilo para los opositores nicaragüense del arco político civil.

Con su vía tercerista, Arias pregonaba que las soluciones para la guerra civil y la falta de democracia en Nicaragua no pasaban por el derrocamiento armado del Gobierno sandinista, sino por fórmulas de diálogo nacional e integral. Pero diálogo y negociación, no sólo en este país, sino también en Guatemala, Honduras y el Salvador, azotados asimismo, en mayor o menor medida, por conflictos que, no obstante la instrumentación al servicio de los intereses geopolíticos de las superpotencias, hundían sus raíces en profundos desequilibrios sociales, políticos y económicos, luego la pacificación debía arrancar con un marco multilateral. Además, proseguía el mandatario costarricense, la remoción de los conflictos permitiría rescatar de la inoperancia al Mercado Común Centroamericano (MCCA), instrumento de integración comercial que juzgaba fundamental para el desarrollo de los pueblos de la región.

Ahora bien, la estrategia centroamericana de Arias topó con serios obstáculos, plantados por los gobiernos directamente involucrados en los conflictos, y tampoco encontró adhesiones masivas en el resto del continente, ni careció de algunas paradojas propias. En este sentido, 1986 fue un año de tanteos, mayormente desalentadores. El 6 de noviembre el Gobierno anunció la suspensión de sus encuentros con el Grupo de Contadora –foro informal de concertación política creado en 1983 por Colombia, México, Venezuela y Panamá y liderado por el presidente del primer país, Belisario Betancur, que perseguía el objetivo, también, de promover una salida pacífica y negociada para las guerras civiles centroamericanas- con el argumento de la demanda interpuesta en julio en su contra por Nicaragua ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya por la presunta complicidad de San José en la subversión de la Contra. Peor desenlace tuvieron las mediocres relaciones con Honduras: las barreras aduaneras impuestas a sus mercancías en tránsito por Costa Rica motivaron la ruptura de relaciones diplomáticas.

La sorprendente decisión de Arias sobre Contadora mostró el grado de desacuerdo con Ortega, que vio rechazada su demanda de conversaciones bilaterales en torno al problema de la inseguridad en la frontera común, pero también las divergencias de análisis con los países de este foro y concretamente con México, los cuales, aún compartiendo el mismo objetivo que Arias, no cargaban las tintas en la denuncia de la naturaleza dictatorial del régimen sandinista. El severo desencuentro con Nicaragua puso sobre el tapete una realidad que Arias se resistía a reconocer, cual era la persistencia, si bien disminuida, de las facilidades recibidas en territorio costarricense por la Contra, que incluso utilizaba allí una pista aérea para sus necesidades logísticas.

Por otra parte, el proclamado pacifismo del presidente era susceptible de replanteamientos para atender las necesidades de seguridad nacional mientras durase la guerra civil en el país vecino, siendo así que bajo su Gobierno siguió su curso lo que algunos llamaron la "militarización encubierta" de Costa Rica, es decir, el refuerzo, en hombres y pertrechos comprados a Estados Unidos, de la Unidad Especial de Intervención, que oficialmente tenía el estatus de cuerpo policial y no militar.

Todo ello abundó en la política oscilante con respecto a Costa Rica del Gobierno de Estados Unidos, que a ratos consideraba a Arias un irritante activista en favor de la paz –lo que se traducía en la continuidad en el poder del Gobierno sandinista- o un interesante aliado fáctico; y es que si a la Administración republicana de la Casa Blanca le desagradaba profundamente la insistencia de Arias en la terminación de toda injerencia exterior que animara a seguir combatiendo a las partes en conflicto en Nicaragua y El Salvador, por otra parte no podía dejar de destacar su tesis de que eran los sandinistas quienes tenían la mayor responsabilidad en la resolución del conflicto nicaragüense y sus llamamientos a que se presionara a las autoridades de Managua para que se sentaran a negociar.

En enero de 1987 Arias suavizó el tono de sus palabras y designó un embajador costarricense en Managua. El 15 de febrero presentó en San José a los presidentes de Honduras, José Azcona, Guatemala, Vinicio Cerezo, y El Salvador, Napoleón Duarte, su plan de paz global para la región, y no dejó de conminar a Ortega a que lo aceptara. El documento, definido por Arias como un "instrumento viable, oportuno y constructivo", proponía la celebración de rondas de negociación de cada gobierno con su oposición interna, ya fuera de naturaleza insurgente o política y civil, con la mirada puesta en la reconciliación nacional y, si era el caso, el alto el fuego definitivo.

A lo largo de 1987 el mandatario viajó por diversas capitales europeas y sudamericanas en busca de respaldo para sus propuestas pacificadoras, lo que incluyó una intervención ante el Congreso de Estados Unidos el 22 de septiembre. Antes, el 7 de agosto, Arias, Azcona, Cerezo, Duarte y Ortega se reunieron en la ciudad guatemalteca de Esquipulas y suscribieron la histórica Declaración de Esquipulas II sobre el Procedimiento para Establecer la Paz Firme y Duradera en Centroamérica, conforme al plan elaborado por el costarricense.

Los signatarios de Esquipulas II se comprometían a: en el plazo de 90 días, alcanzar un alto el fuego con los respectivos movimientos insurgentes y emitir decretos de amnistía; aislar a las guerrillas, impidiendo su armamento y financiación desde el ámbito doméstico, y solicitando al resto de gobiernos involucrados que pusieran fin a sus suministros; no usar el territorio nacional como base para cometer agresiones contra otros países; crear sendas comisiones nacionales de reconciliación que vigilaran el cumplimiento de los compromisos adoptados; poner en marcha programas de democratización interna, con medidas para garantizar la libertad de prensa y el pluralismo político; y, celebrar elecciones libres y limpias, primero para el futuro Parlamento Centroamericano, en el primer semestre de 1988, y luego para las instituciones políticas nacionales a todos los niveles de representación popular.

Asimismo, se crearía una Comisión Internacional de Verificación y Seguimiento formada por los secretarios generales de la Organización de Estados Americanos (OEA), la ONU y los cancilleres centroamericanos, del Grupo de Contadora y de su Grupo de Apoyo. Dicho sea de paso que el Grupo de Contadora avaló el proceso de Esquipulas II y redirigió sus esfuerzos al apoyo económico a la reconstrucción y el desarrollo de la región.

Los medios internacionales destacaron la concreción del ya universalmente conocido como Plan Arias, que había logrado poner en marcha un proceso de pacificación regional con los centroamericanos como únicos protagonistas y responsables directos de su éxito o de su fracaso. Los principales gobiernos europeos y varios latinoamericanos se apresuraron a brindar su respaldo al plan, mientras que el de Estados Unidos lo acogió con cautela y un escepticismo apenas contenido.

La semilla de la paz en Centroamérica estaba plantada, si bien su fructificación iba a ser bastante más trabajosa de lo que su artífice había estimado. El proceso discurrió por vericuetos no del todo parejos a los trazados en Esquipulas II, amén de que sólo avanzó decisivamente cuando la distensión internacional liquidó la dialéctica de bloques y las rémoras de la Guerra Fría. Hasta el final de su mandato, Arias contempló el final de la guerra civil sólo en Nicaragua, el 19 de abril de 1990, la fecha del cese definitivo de las hostilidades de la Contra y del comienzo de su desarme y desmovilización; la superación de los conflictos bélicos de El Salvador y Guatemala hubo de esperar unos años más, hasta la firma de los respectivos acuerdos de paz el 16 de enero de 1992 y el 29 de diciembre de 1996. Eso sí, los desvelos conciliadores de Arias alcanzaron su más alto reconocimiento con la concesión, el 13 de octubre del mismo 1987, del Premio Nobel de la Paz.

A Esquipulas II le siguieron otras reuniones de presidentes centroamericanos para evaluar el estado del proceso arrancado allí y para avanzar en la vigorización del MCCA. Arias siguió ejerciendo el papel catalizador señero en estas cumbres, de las cuales dos le tuvieron a él de anfitrión, la III, celebrada en Alajuela el 16 de enero de 1989, y la VI, discurrida en San Isidro de Coronado del 10 al 12 de diciembre de 1989. En la cúspide de su prestigio, el 27 y el 28 de octubre de 1989, con motivo del centenario de la democracia costarricense, Arias se las arregló para reunir en San José a 15 jefes de Estado y de Gobierno americanos, inclusive el presidente George Bush de Estados Unidos y el primer ministro Brian Mulroney de Canadá, dando lugar, según la expresión empleada entonces, a una verdadera "cumbre hemisférica".

Todavía en el terreno internacional, hay que reseñar la entrevista sostenida por el presidente con el dictador cubano Fidel Castro en Quito, Ecuador, el 10 de agosto de 1988, aprovechando su coincidencia en la toma de posesión presidencial de Rodrigo Borja (otro político, dicho sea de paso, de ideología socialdemócrata), y las intervenciones prodigadas hasta el final del mandato en la Asamblea General de la ONU y diversos foros multilaterales, donde discurseó sobre aspectos del desarrollo económico y social de los pueblos centroamericanos y latinoamericanos. Otro signo distintivo de su política exterior fue el cultivo de las relaciones con la Comunidad Económica Europea, un ámbito en el que jugaron un papel positivo los vínculos de amistad forjados con el presidente del Gobierno español, el socialista Felipe González.


3. La gestión en política interior y la victoria opositora en las elecciones de 1990

Fuera de Costa Rica se habló bastante más de la ambiciosa agenda internacional de Arias que de los problemas internos que el presidente hubo de afrontar, fundamentalmente la conflictividad laboral. Ya a los cien días de constituirse el Gobierno Arias encajó una manifestación convocada por varias centrales sindicales en protesta por el reajuste al alza de los precios de los artículos de primera necesidad y de las tarifas de los servicios públicos, medida que estaba contemplada en la carta de intenciones presentada al FMI. Arias había heredado de Monge una situación de auténtica moratoria crediticia de la banca privada internacional, mientras que el Banco Mundial condicionaba su asistencia al desarrollo a la reducción del déficit del Consejo Nacional de Producción, la aplicación de severos recortes de plantilla en el sector público y el levantamiento de aranceles comerciales.

Las ejecuciones del primer Programa de Ajuste Estructural (PAE I, aprobado ya por la Administración de Monge en 1985) y el segundo Programa de Ajuste Estructural (PAE II, aprobado en 1989) de conformidad con el FMI y con el apoyo del Banco Mundial, el cambio de la política agrícola, favoreciendo los productos de exportación como el café, el banano y el azúcar de caña frente a los cultivos tradicionales de consumo doméstico como el arroz, el fríjol y el maíz, las reformas destinadas excluir a los sindicatos como agentes de negociación de los convenios colectivos, o los recortes en el presupuesto de la enseñanza universitaria, motivaron un sinfín de huelgas, paros, y protestas de los sectores afectados, como los estudiantes, los campesinos sin tierras, los pequeños y medianos productores agrícolas y los ganaderos. En otras palabras, se generó un contraste entre el Nobel de la Paz elogiado a lo largo y ancho del mundo y el presidente, más convencional y no tan carismático, criticado en casa por aplicar una política económica que tenía bien poco de socialdemócrata y sí mucho de liberal .

Arias, empero, legó en 1990 un cuadro económico con un cierto número de variables positivas: la inflación, que alcanzó su pico del 21% anual en 1988, inició luego un descenso, hasta situarse en el 10%; el crecimiento de la producción, basado en la paulatina extensión de la industria manufacturera textil y en las exportaciones agrícolas, se sostuvo en todo momento por encima del 3% anual y 1989 cerró con la tasa del 5,6%; la deuda externa, de 4.500 millones de dólares en 1986, se redujo en algo menos de una cuarta parte al cabo del cuatrienio gracias al acuerdo de reestructuración adoptado con los bancos acreedores en octubre de 1989; y el paro, que bajó desde el 6,7% al 3,7% de la población activa.

Otro sector que se benefició del dinamismo innovador del presidente fue el turístico, industria de servicios que, ajustada a un modelo sostenible y respetuoso con el medio ambiente –el riquísimo patrimonio natural costarricense constituía una oferta muy atractiva para un turismo de cierta calidad-, encerraba un gran potencial económico. La preocupación de Arias por las problemáticas ecológicas se manifestó en 1987 con sendas participaciones en las mesas directivas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales (IUCN) y la World Wildlife Foundation (WWF). Todo ello en el haber del dirigente liberacionista, porque en el deber suscitaban preocupación los altos déficits fiscal, que la oposición socialcristiana achacó a una economía excesivamente subsidiada, y de las balanzas comercial y por cuenta corriente, cuyos desequilibrios negativos no hicieron más que crecer a lo largo de los cuatro años, en el primer caso con un factor multiplicador de ocho.

Por otro lado, la presidencia de Arias registró un buen número de escándalos de corrupción económica, como los que en 1987 afectaron al Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo y (INVU), que era el organismo responsable de materializar la promesa electoral de construir 80.000 viviendas, y al Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS). Se produjeron ceses de altos funcionarios, algunos acusados de ineficiencia gestora y otros denunciados por la comisión o tolerancia de un abanico de irregularidades, y el presidente hubo de crear un panel de investigación anticorrupción dirigida por el Ministerio de Justicia.

En el manejo de estos problemas, aunque en realidad en todos los capítulos de su gestión, Arias encontró siempre el apoyo de su hermano menor Rodrigo, un abogado, empresario y político que se convirtió en su mano derecha como ministro de la Presidencia, oficina que ocupó durante todo el cuatrienio. Según personas que los conocían bien, los hermanos Arias formaban un tándem muy bien conjuntado gracias a unas personalidades complementarias: Óscar era la mente conceptualizadora, idealista, formuladora de proyectos y con visión a largo plazo; Rodrigo, en cambio, era un pragmático que calculaba los pros y los contras de las decisiones políticas a corto plazo.

Arias no se involucró mucho en la campaña de las elecciones generales del 4 de febrero de 1990, de las que salió vencedor el candidato del PUSC, el perseverante Rafael Ángel Calderón, frente al postulante del PLN, Carlos Manuel Castillo. En los análisis poselectorales abundó la opinión de que la derrota del PLN pudo obedecer, más que a un voto de rechazo por las políticas socioeconómicas del mandatario saliente y por las redes corruptas denunciadas durante su mandato, al temor del electorado, uno de los políticamente más maduros de América, a que una tercera administración consecutiva del PLN distorsionara la democracia costarricense, caracterizada por el turnismo pacífico de dos grandes opciones de centroizquierda y de centroderecha. Desde ese punto de vista, la impronta modernizadora de Arias puede decirse que liberó definitivamente a la institución presidencial de los tonos caudillistas y consolidó la trayectoria democrática, sin parangón en América Latina, de Costa Rica.


4. Un ex presidente de alto perfil internacional

El 8 de mayo de 1990 Arias abandonaba la Presidencia de la República y comenzaba un período de distanciamiento de las vicisitudes internas del PLN. En los años siguientes se dedicó a desarrollar un trabajo descollante en las áreas que siempre habían suscitado su interés y preocupación: el fortalecimiento del sistema democrático y la democracia civil, la pacificación de conflictos, la desmilitarización y el control de armas, el desarrollo humano, la justicia social, el diálogo Norte-Sur y la gobernanza global.

El ex presidente continuó gozando de una de las más altas reputaciones entre los estadistas mundiales presentes y pasados, su presencia fue muy solicitada en una amplia variedad de palestras y sus propuestas tuvieron asegurada una recepción atenta allá donde eran formuladas. En 1991, cuando se aproximaba la expiración del mandato de Javier Pérez de Cuellar como secretario general de la ONU, el costarricense figuró en la baraja de hipotéticos sucesores del diplomático peruano, si bien esa eventualidad nunca tuvo muchas posibilidades de concretarse porque existía un amplio consenso entre los países miembros de la Asamblea General sobre la concesión del puesto esta vez a un africano, siendo así que el elegido fue el egipcio Boutros Boutros-Ghali.

Una parte importante de sus actividades las desarrolló Arias en la Fundación para la Paz y el Progreso Humano que llevaba su nombre y que fundó en febrero de 1988 con la dotación económica del Premio Nobel. La Fundación Arias, cuya presidencia asumió en 1996 Rodrigo Arias, ha desarrollado hasta el día de hoy sus trabajos en tres programas: el Centro para el Progreso Humano, que entre otras actividades promueve la igualdad de oportunidades para las mujeres en todos los sectores de la sociedad centroamericana; el Centro para la Participación Organizada, que incentiva las iniciativas filantrópicas en Latinoamérica; y el Centro para la Paz y la Reconciliación, que trabaja en pro de la desmilitarización y la resolución de conflictos en países en vías de desarrollo.

Ejemplos concretos del activismo internacional de Óscar Arias fueron: la misión de evaluación efectuada en Cuba en 1995 en representación del centro de análisis político con sede en Washington Diálogo Interamericano, tras la cual vertió duras críticas al Gobierno castrista, aunque también demando el final del bloqueo estadounidense a la isla; su propuesta en 1996 de establecer un Código Internacional de Conducta sobre la Transferencia de Armas, ya que había "llegado la hora de elegir entre el ser humano y los tanques", arguyó; la facilitación realizada en 1997 en el conflicto armado que enfrentaba al Estado y las guerrillas de Colombia; la solicitud planteada en 2001, en la conferencia inaugural de la Alianza Global para la Educación Transnacional (GATE), a los países industrializados de que emprendieran un "Plan Marshall para el mundo pobre"; o su iniciativa en 2002, conjuntamente con los también premios Nobel de la Paz Desmond Tutu y Mijaíl Gorbachov, de crear un Banco Mundial de Sangre para niños del Tercer Mundo necesitados de transfusiones por padecer el sida, la malaria, el cáncer y otras enfermedades. Entre sus posicionamientos en asuntos de la actualidad mundial estuvieron la demanda de celebración de un referéndum de autodeterminación en el Sáhara Occidental y en 2003 el rechazo a la invasión estadounidense de Irak "por constituir una violación del derecho internacional".

El ex presidente adquirió membresía en un amplísimo elenco de foros y organismos, entre los que se citan: el Consejo InterAcción, que animan antiguos mandatarios de todo el mundo con la finalidad de elaborar informes y estudios de asesoría en diversas áreas de ámbito internacional; la Red Internacional de Negociación y el Consejo de Presidentes y Primeros Ministros del Programa de las Américas del Centro Carter de Atlanta; el Directorio Internacional del Centro Shimon Peres por la Paz; el Grupo Internacional de Crisis (ICG), con sede en Bruselas; Transparencia Internacional, ONG específicamente dedicada a combatir la corrupción y de cuya puesta en marcha en Berlín en 1993 fue coartífice; Future Harvest, que promueve la investigación científica y campañas informativas sobre producción alimentaria; la Comisión de Gobernanza Global, animada por el ex primer ministro sueco Ingvar Carlsson; el Consejo de Asesores del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI); el Grupo de Trabajo de la Comisión Mundial Independiente sobre los Océanos (IWCO); el Comité Olímpico Internacional de 2000 (COI 2000); la Sociedad para el Desarrollo Internacional (SID); el Centro Internacional para los Derechos Humanos y el Desarrollo Democrático (ICHRDD), con sede en Montreal; el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Stanford; la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP); la Academia de Paz Internacional de Nueva York; el Millennium Institute de Arlington, Virginia; el Programa Internacional de Liderazgo de la Fundación Rockefeller; el Foro Internacional de Las Américas (FIPA); el Consejo Directivo del Fondo Fiduciario en Beneficio de las Víctimas, institución creada por mandato del Estatuto de la Corte Penal Internacional; y, Economistas Aliados por la Reducción de Armas (ECAAR), grupo que luego adquirió el nombre de Economistas por la Paz y la Seguridad.

En el capítulo de reconocimientos, además del Nobel y sin citar las condecoraciones estatales, Arias fue galardonado desde que llegó a la Presidencia y luego de cesar en la misma con el Premio de la Paz Martin Luther King (1987), el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional (1988), la Medalla de la Libertad de Filadelfia, el Premio Jackson Ralston, el Premio Humanitario Albert Schweitzer y el Premio de Las Américas, amén de una cincuentena de doctorados honoríficos concedidos por universidades de Estados Unidos, América Latina y Europa occidental. En el penúltimo año de su mandato presidencial publicó el ensayo El camino de la paz (1989). Posteriormente aparecieron los títulos Horizontes de paz (1990), Nuevas dimensiones de la educación (1994) y La paz: una causa ganadora (1997), tomo que recoge una ponencia pronunciada en la Universidad Complutense de Madrid en 1996.


5. Segunda candidatura por el PLN y triunfo electoral en 2006

El ex presidente no había dicho aún su última palabra en política, pero, curiosamente, fue su esposa desde el matrimonio celebrado en 1973 hasta el divorcio producido tras abandonar él la Presidencia, Margarita Penón Góngora, la que dio más que hablar en aquel terreno en la década de los noventa. Bióloga de formación y madre de los dos hijos de Arias, Óscar Felipe y Sylvia Eugenia, la ex primera dama de Costa Rica se apoyó en la inusitada notoriedad alcanzada entre 1986 y 1990 gracias a su rica agenda pública para hacer el salto a la política profesional con ambiciones que apuntaban a lo más alto.

En 1993 Penón disputó la nominación presidencial en la elección interna del PLN, pero fue derrotada por el precandidato que gozaba del apoyo mayoritario de los cuadros del partido, el ingeniero José María Figueres Olsen, antiguo ministro en los gobiernos de su esposo e hijo de Figueres Ferrer. Luego, en las elecciones nacionales de febrero de 1994, Figueres ganaría para los liberacionistas la Presidencia de la República con mandato hasta 1998. La carrera política de Penón tomó un nuevo vericueto en 2001 al darse de baja como militante del PLN. En las elecciones generales de febrero de 2002, con el público respaldo de su ex marido, salió elegida diputada de la Asamblea Legislativa en la lista del Partido Acción Ciudadana (PAC). Éste era un partido nuevo de corte centroizquierdista fundado por el economista Ottón Solís Fallas, quien fuera ministro de Planificación Nacional y Política Económica en los dos primeros años de la Administración Arias, y luego diputado nacional del PLN.

En diciembre de 1999 el ex presidente declaró que estaba dispuesto a lanzar de nuevo su candidatura a la jefatura del Estado si se derogaba el punto de la Constitución, introducido en 1969, que prohibía la reelección de un titular, ya fuera de manera consecutiva o espaciada en el tiempo. La derrota sufrida por el candidato liberacionista en las elecciones de febrero de 1998, José Miguel Corrales Bolaños, frente al socialcristiano Miguel Ángel Rodríguez Echeverría fue un factor que empujó a Arias a retomar el activismo político en casa. En febrero de 2000 convocó a las bases del PLN para que se pronunciaran en un referéndum interno sobre si estaban de acuerdo o no con sus aspiraciones de regresar a la Presidencia en 2002. Los afiliados respondieron de manera abrumadoramente positiva, con un 87% de síes.

El siguiente paso fue la presentación por un grupo de ciudadanos partidarios del segundo mandato de Arias de un recurso de inconstitucionalidad de la limitación establecida por la Carta Magna con el argumento de que ésta violaba la Convención Americana sobre Derechos Humanos, pero el 5 de septiembre del mismo año la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia se pronunció en contra de los demandantes. La reacción inicial de Arias ante este revés fue resignarse y arrojar la toalla. Así, aseguró que dejaba la política, que regresaba a la condición de "ciudadano privado" y que el caso estaba "cerrado".

Sin embargo, la segunda derrota consecutiva encajada por el PLN en las elecciones de febrero y abril de 2002, cuando el candidato Rolando Araya Monge fue batido por Abel Pacheco de la Espriella, un psiquiatra y periodista que alardeaba de no estar sometido al aparato del PUSC, en una segunda vuelta a la que hubo de acudir por la espectacular irrupción como el tercero en discordia de Ottón Solís, que mordió el 26% de los votos, crearon tal desazón en las filas liberacionistas que numerosas miradas volvieron a dirigirse a Arias, el cual conservaba intacto todo su prestigio de estadista.

Para estos sectores, Arias era la persona providencial capaz de sacar al PLN de su travesía por el desierto de la oposición, que bien podría prolongarse en 2006 si el fenómeno PAC, susceptible de succionar en masa voto progresista, continuaba su ritmo ascendente. Ciertamente, el partido de Solís, con su discurso renovador basado en las ideas de incentivar la participación e implicación de los ciudadanos en la política, luchar contra la corrupción y revisar las políticas económicas neoliberales –cuya común adopción había borrado en la práctica las diferencias en la gestión gubernamental de liberacionistas y socialcristianos-, ya había conseguido sacar de la apatía a miles de electores hastiados del tradicional dominio bipartidista, cuya esclerosis y agotamiento eran evidentes.

Las expectativas de los partidarios de Arias se dispararon el 4 de abril de 2003 con la decisión adoptada por los magistrados de la Sala Constitucional de eliminar del artículo 132 de la Constitución la prohibición de la reelección de los presidentes con el argumento jurídico de que la enmienda introducida en 1969 suponía una violación de los derechos fundamentales a elegir y ser electo en sufragio universal. En lo sucesivo, un ex presidente podía volver a postularse para el cargo transcurrido al menos un ejercicio de cuatro años desde la conclusión del primer mandato. Arias no tardó un minuto en manifestar su "alegría" por la resolución del tribunal. Espoleado por las encuestas de opinión que insistían en considerarle, y con holgada diferencia, el presidenciable preferido por los ciudadanos, Arias oficializó su precandidatura por el PLN en marzo de 2004.

Antes de inscribir la precandidatura, el 14 de enero de 2005, Arias fue testigo valorativo de la enorme conmoción nacional que causaron las revelaciones judiciales de unas tramas de corrupción, sobornos y desfalcos fundamentalmente, que implicaban a un número significativo de antiguos altos cargos de las administraciones socialcristianas y liberacionistas habidas desde 1990. Más aún: nada menos que los tres últimos ex presidentes de la República, Calderón, Figueres y Rodríguez, fueron involucrados en mayor o menor medida en un reguero de actos presuntamente delictivos o irregulares por fiscales investigadores, declarantes ya encausados y medios de comunicación.

Octubre de 2004 fue el mes fatídico de este monumental escándalo político, el mayor en la historia del país, por registrar los arrestos e ingresos en prisión preventiva por orden del juez de los dos antiguos mandatarios del PUSC, sobre los que pesaban sendas acusaciones de haberse embolsado entre 2001 y 2003 cientos de miles de dólares como comisiones cobradas a la multinacional de las telecomunicaciones Alcatel y otras compañías europeas en pago por la adjudicación de contratos por obras de servicios y equipamientos de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) y el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE). Rodríguez fue encarcelado tras dimitir como secretario general de la OEA cuando ni siquiera había cumplido un mes el puesto. Aún en octubre, Figueres hubo de dimitir como director ejecutivo del Foro Económico Mundial tras saberse que también él había cobrado dinero de Alcatel, pero en su caso la Fiscalía General de la República resolvió no presentar cargos por no hallar indicios de delito. El propio mandatario actual, Pacheco, reconoció haber recibido fondos de Alcatel para financiar su campaña electoral en 2002 más allá de los límites permitidos por la ley.

Estos escándalos destrozaron la credibilidad de las cúpulas del PUSC y el PLN, pero el sistema democrático costarricense, lejos de agrietarse, se vio fortalecido por la demostración de independencia y resolución del poder judicial, y porque la ciudadanía no extendió a las instituciones del Estado la indignación que le concitaban los dos partidos mayoritarios. Arias, aunque era miembro del PLN, preservó su imagen positiva ante la opinión pública, aunque a él también le llovieron los dardos, en particular el lanzado por su correligionario Rolando Araya, quien sin aportar pruebas le acusó de haber recibido donaciones del dictador panameño Manuel Antonio Noriega antes de ser derrocado éste en 1989.

Rodrigo Arias y el presidente del PLN, Francisco Antonio Pacheco Fernández, replicaron que las denuncias vertidas por el ex candidato presidencial eran una "cortina de humo" para desviar la atención de sus propios problemas, ya que también él estaba siendo acusado de haber recibido dinero de Alcatel en las elecciones de 2002. Sin embargo, algunos diputados expresaron sus sospechas de que la Fundación Arias había recibido aportes del Gobierno de Taiwán. Más aún, en noviembre la Contraloría General se puso a escrutar dos contratos suscritos en 2003 y en abril del año en curso por el ICE y el ingenio azucarero Taboga, propiedad conjunta de los hermanos Arias, sobre la base de una denuncia interpuesta por la intersindical Frente Interno de Trabajadores (FIT), para el que tales convenios encerraban un tráfico de influencias incompatible con los mecanismos de la ley.

Si Arias se pronunció públicamente fue para elogiar las "contribuciones extraordinarias" hechas por la prensa nacional y la Fiscalía General al combate contra la corrupción y para arremeter en los más duros términos contra Figueres, quien desde su residencia en Suiza aseguraba que los pagos recibidos de Alcatel por un valor cercano al millón de dólares lo habían sido por unos servicios de asesoría prestados después de dejar la Presidencia, entre 2000 y 2003, por lo que eran completamente lícitos. Sin embargo, su predecesor en el cargo calificó su negativa a regresar a Costa Rica para dar las oportunas explicaciones a la Asamblea Legislativa de "traición a los valores del partido y a la herencia de Don Pepe", lo que a su juicio debía ser castigado con la expulsión del partido.

El caso fue que todas estas convulsiones permitieron a Arias recibir la adhesión general de un partido traumatizado y temeroso por su supervivencia, y desplegar un discurso que –el mensaje era poco menos que obligado, habida cuenta de las circunstancias- incidía machaconamente en la lucha frontal contra la corrupción. El 5 de junio de 2005 una convención del PLN le proclamó candidato presidencial en un acto de mera aclamación por la ausencia de contrincantes. El otro precandidato, Antonio Álvarez Desanti, había abandonado la liza en octubre entre llamamientos a fundar un nuevo movimiento político ajeno a las estructuras políticas tradicionales y asegurando que el PLN ya no era "moralmente apto" para gobernar el país.

Marchando siempre delante en las intenciones de voto reflejadas en las encuestas, sacándole varios puntos de ventaja al segundo candidato fuerte, Ottón Solís, Arias presentó un programa electoral que hacía hincapié en la recuperación por una ciudadanía desencantada de la confianza en sus gobernantes y de la ilusión en seguir avanzando por la senda del progreso económico y social. La oferta liberacionista se basaba en "ocho pilares fundamentales", a saber: luchar contra la corrupción, luchar contra la pobreza –padecida por el 18% de la población, con todo una tasa muy baja para lo que es habitual en la región- y la desigualdad, crear "empleos de calidad" mediante la "integración en el mundo", sentar las bases de una "educación para el siglo XXI", luchar contra la delincuencia y las drogas, "poner en orden las prioridades del Estado", "recuperar la infraestructura" y "ennoblecer nuestra política exterior". El Gobierno desarrollaría cinco grandes políticas, social, productiva, exterior, de sostenibilidad ambiental y de reforma del marco jurídico-político, para conformar una Costa Rica "más progresista y enrumbada hacia la vía correcta del desarrollo".

El PLN aseguraba que la suya era una "propuesta socialdemócrata renovada", y precisaba: "Una socialdemocracia moderna es la que comprende que la disciplina macroeconómica, el control del gasto público, la deuda pública y la inflación no son el fruto de una delirante conspiración neoliberal, sino el legado de numerosos episodios de populismo macroeconómico en toda América Latina, que empobrecieron a los más pobres mucho más que cualquier privatización". La política macroeconómica del candidato Arias estaba "al servicio de los ciudadanos" porque perseguía acelerar el crecimiento económico –pasando del 4% registrado en 2005 a una tasa anual de entre el 6% y el 7%- y distribuir equitativamente los beneficios del mismo, lo que a la hora de gobernar implicaría una política monetaria de defensa del colón para reducir la inflación –superior al 13% anual, el índice más alto de la región- y proteger el poder adquisitivo de la población, y una política fiscal dirigida a reducir el déficit sin dejar de aumentar el gasto social, lo que necesariamente pasaría por incrementar la recaudación tributaria, haciendo "pagar más a quien más tiene".

Su conocida defensa de la liquidación de los monopolios estatales que controlaban los servicios públicos fue matizada por Arias con la propuesta de una "apertura gradual, selectiva y regulada" de los mismos. La solución más expeditiva, familiar en otros países del entorno, de vender los activos del Estado al capital privado quedaba descartada. Asimismo, se declaró firme partidario de desbloquear la ratificación parlamentaria del Tratado de Libre Comercio entre América Central, la República Dominicana y Estados Unidos (CAFTA), que había sido firmado en mayo de 2004 y al que se oponían vigorosamente gran número de sindicatos y agrupaciones gremiales, así como algunos sectores patronales, en la convicción de que una liberalización comercial de esa envergadura iba a tener un impacto muy negativo en las economías locales y a destruir miles de puestos de trabajo. Solís abanderaba una drástica revisión del tratado como condición para aceptarlo. En cambio, el PLN opinaba que la ruptura de los monopolios de los seguros y las telecomunicaciones en los términos establecidos por el CAFTA suponía "una apertura imprescindible" que iba a permitir a Costa Rica mejorar su competitividad en los mercados internacionales.

Bajo el lema de ¡Sí!, hacia la Costa Rica desarrollada del Bicentenario, Arias y el PLN convocaban a todos los costarricenses "a participar en un esfuerzo que nos lleve a ser el primer país desarrollado de América Latina en el año 2021, cuando Costa Rica cumpla 200 años de vida independiente". El estadista que quería regresar a la Presidencia y al que sus adversarios políticos solían achacar inmodestia y exceso de ego –lo que no obstaba a que le respetaran por su talla intelectual- explicó sin pelos en la lengua que la única garantía de triunfo del PLN era él y que una tercera derrota consecutiva del partido sería "la catástrofe". Una aportación de Arias a la campaña proselitista fue la publicación del libro Hagamos juntos el camino, una antología de discursos, artículos y ensayos breves.

Arias llegó a la cita con las urnas del 5 de febrero de 2006 con una predicción de voto que oscilaba entre el 43% y el 49%, horquilla más que suficiente para ahorrarse la segunda vuelta, obligatoria si ningún candidato superaba la barrera del 40%: Sin embargo, los resultados provisionales produjeron un virtual empate con Solís justo por encima del 40% de los votos: con el 88,4% escrutado, Arias aventajaba al postulante del PAC en sólo 2,2 décimas, es decir, algo más de 3.000 papeletas. Lo ajustado de la diferencia llevó al Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) a ordenar un recuento manual de todos los sufragios de las 6.133 juntas receptoras. El minucioso escrutinio duró dos semanas, tiempo en el cual Arias y Solís renunciaron a generar tensiones con autoproclamaciones prematuras de victoria e hicieron gala de mucha cautela.

La actitud contenida de Arias llamó especialmente la atención porque el liberacionista llevaba meses cabalgando en unos sondeos que le auguraban un holgado triunfo, y este resultado tan inesperado forzosamente tenía que resultarle decepcionante, incluso un tanto amargo. Algunos observadores señalaron que en la recta final de la campaña Arias había perdido fuelle por un exceso de triunfalismo y autocomplacencia, y por dirigirse a sus rivales con gestos de arrogancia. Otros comentaristas incidieron en el limitado poder de convicción de Arias a la hora de presentarse como un líder más del futuro que del pasado: si en algo estaban de acuerdo la gran mayoría de los electores era en la necesidad de acabar con el condominio bipartidista y con una vieja forma de hacer política, los cuales habían caído en el más completo de los descréditos.

Por otro lado, los comicios dictaron el acta de defunción del sistema bipartidista tradicional al sufrir el PUSC, otrora un partido de mayorías absolutas y ahora mismo la fuerza gobernante, un completo e histórico descalabro: su candidato, Ricardo Jaime Toledo Carranza, quedó relegado al cuarto lugar con el 3,7% de los votos. Además de Arias y Solís le superaron el ultraliberal Otto Guevara Guth, del Movimiento Libertario (ML). Quinto fue el ex liberacionista Álvarez Desanti, que concurrió por su Partido Unión para el Cambio (UPC). En las legislativas, el PLN ganó una mayoría simple de 25 diputados, seguido por el PAC con 17, el ML con seis y el PUSC con cinco. No cabía ninguna duda de que el PAC habría ganado las presidenciales si el PLN hubiese presentado un candidato que no fuera Arias.

El 22 de febrero concluyó el recuento manual con un resultado que confirmó y amplió la ventaja de Arias: el candidato de la oposición había ganado las elecciones con el 40,9% de los votos, un punto y una décima más que Solís. En términos absolutos, la diferencia de papeletas entre ambos iba a quedarse en las 18.169. Pero la proclamación de Arias por el TSE como presidente electo volvió a demorarse porque el PAC presentó 599 impugnaciones de escrutinio que en principio obligaban a revisar las papeletas de 712 mesas de votación donde los partidarios de Solís habían detectado irregularidades. El TSE rechazó la mayoría de las denuncias, pero admitió a trámite otras.

Esta inercia poselectoral la rompió Solís el 3 de marzo con la declaración de que Arias había ganado las elecciones y que no había motivo para seguir litigando. Al día siguiente Arias felicitó a Solís por haber demostrado la "hidalguía de reconocer este triunfo" y aseguró que ya era "el presidente de todos los costarricenses". El 7 de marzo el TSE, por fin, declaró al liberacionista presidente electo del país.

El 8 de mayo Arias inauguró su mandato de cuatro años en el Estado Nacional de San José, en una ceremonia a la que asistieron entre otras personalidades los presidentes de América Central, Colombia, México, Ecuador y Taiwán. En el discurso de asunción hizo compendio de sus promesas electorales. Entre otras cosas afirmó que comenzaba desde ya "un rumbo claro e inalterable en materia de honestidad en la función pública" y que los presentes "tiempos de cambio y de definición" requerían recobrar el impulso y la dirección luego de haber "escogido adoptar la indecisión como método". Ese nuevo impulso, agregó, permitiría "profundizar la vinculación de Costa Rica con la economía mundial", "atraer vigorosamente la inversión extranjera" y "vincular a la mayor cantidad de productores nacionales a los mercados de exportación". Asimismo, se comprometió a "definir un norte para Costa Rica y empezar a navegar hacia él", sin dejar de lado los compromisos con la paz y el desarme mundiales.

Sobre la espinosa cuestión de la ratificación del CAFTA, considerando que el PLN no tenía la mayoría absoluta parlamentaria, el flamante presidente informó que iba a pedir "ayuda a todos los que están representados en la Asamblea Legislativa", porque "tenemos que conversar mucho" y porque "el diálogo será el instrumento permanente de este Gobierno".

(Cobertura informativa hasta 9/5/2006)