Nikos Anastasiadis

Nada más ser elegido presidente de Chipre en febrero de 2013, Nikos Anastasiadis, dirigente del partido conservador Unión Democrática (DISY), hubo de gestionar el espinoso rescate de la banca de su país, el último damnificado por la gran crisis de las deudas soberanas de la Eurozona, sin el cual Chipre estaba abocado a la quiebra. A cambio de 10.000 millones de euros del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) y el FMI, Nicosia se vio obligada a imponer un corralito bancario, una quita a los depósitos de más de 100.000 euros, la liquidación de la segunda entidad financiera del país y el clásico paquete de austeridad, además de resignarse al final de su modelo de negocio basado en unos servicios financieros hipertrofiados y excesivamente laxos con claros elementos de paraíso fiscal y permisivos con el lavado de dinero. El salvamento de Chipre según la modalidad bail-in, que endosaba a los ahorradores el grueso de los costes, generó una enorme polémica nacional y también una barahúnda europea, pues nunca antes se había aplicado este esquema en la Eurozona.

Por otro lado, Anastasiadis viene protagonizando un decidido esfuerzo de negociación con la comunidad turcochipriota que gobierna, sin reconocimiento internacional, en el tercio norte de la isla para intentar derribar el último muro de división en Europa y conseguir la reunificación nacional sobre la base de un modelo de federación bicomunal y bizonal. Este planteamiento mantiene el espíritu del plan de la ONU que el electorado grecochipriota rechazó en el referéndum de 2004, cuando la DISY estaba en la oposición.

(Nota de edición: esta biografía fue publicada el 11/2/2016. Nikos Anastasiadis fue reelegido en las votaciones del 28/1/2018. Este segundo mandato de cinco años como presidente de Chipre concluyó el 28/2/2023, fecha en que Anastasiadis fue sucedido en la jefatura del Estado por Nikos Christodoulidis).

1. Seguidor de Glafcos Cleridis y líder de la DISY
2. Elección presidencial en 2013 y el controvertido rescate de la banca chipriota

1. Seguidor de Glafcos Cleridis y líder de la DISY

Natural del distrito de Limassol, cursó la carrera de Derecho en la Universidad de Atenas en la segunda mitad de la década de los sesenta, una época turbulenta en Grecia por el colapso de la democracia parlamentaria y la instauración de la dictadura militar. Siendo estudiante, militó en las juventudes de la Unión de Centro (EK) de Georgios Papandreou, formación de orientación liberal progresista enmarcada en la tradición venizelista que fue perseguida por el Régimen de los Coroneles. Tras obtener la licenciatura, realizó un curso de posgrado sobre Derecho Marítimo en el University College de Londres y una vez de vuelta en Chipre prestó el servicio militar en la Guardia Nacional.

En 1972 Anastasiadis emprendió la práctica profesional en Nicosia como abogado en un bufete que montó junto con otros asociados. Paralelamente, desarrolló una carrera política en las filas de la Unión Democrática (DISY), el partido conservador proeuropeo, democristiano y liberal en el aspecto económico puesto en marcha en 1976 por Glafcos Cleridis y cuya rama juvenil, NEDISY, contribuyó a fundar, no tardando en ser su presidente. En las elecciones legislativas de mayo de 1981 el abogado ganó su primer mandato de diputado en representación de Limassol, escaño que iba a renovar en los seis comicios celebrados en las tres décadas siguientes.

Convertido en un protegido del veterano Cleridis, al que las elecciones de 1993 terminaron por sentar en la Presidencia de la República, Anastasiadis fue ascendiendo en la DISY hasta hacerse con la vicepresidencia primera de la organización y perfilarse como el indiscutible número dos por detrás de Yiannakis Matsis, presidente del partido en sucesión de Cleridis cuando este saltó a la jefatura del Estado. En junio de 1997, finalmente, reemplazó a Matsis en la presidencia orgánica.

Anastasiadis fue el conductor del partido del Gobierno hasta febrero de 2003, fecha en que la derrota en las elecciones presidenciales de Cleridis a manos de Tassos Papadopoulos, del Partido Democrático (DIKO), rival en el campo del centro-derecha, supuso el paso de la DISY a la oposición. Esta situación se prolongó a partir de febrero de 2008 al volver a perder la DISY las presidenciales, esta vez con el ex ministro de Exteriores Ioannis Kasoulidis de candidato, frente a Dimitris Christofias, el secretario general del Partido Progresista del Pueblo Trabajador (AKEL), formación de credo comunista que desde los comicios de 2001 ostentaba la condición de primera fuerza de la Cámara de Representantes o Vouli, arrebatada precisamente a la DISY. Al asumir el Ejecutivo, Christofias se coaligó con el DIKO y el izquierdista Movimiento por la Democracia Social (EDEK), es decir, reeditó el tripartito que ya venía gobernando con Papadopoulos, dejando a la DISY en la estacada de nuevo.


2. Elección presidencial en 2013 y el controvertido rescate de la banca chipriota

Las fortunas electorales del partido de Anastasiadis comenzaron a cambiar en las legislativas del 22 de mayo de 2011. Con el 34,3% de los votos, la DISY ganó 20 escaños y por uno recobró la condición de primera fuerza del Vouli, superando al AKEL. Esta ajustada victoria preparó el camino para el triunfo de Anastasiadis en las presidenciales del 17 y el 24 de febrero de 2013. Respaldado por el DIKO que lideraba Marios Garoyian (sucesor del fallecido Papadopoulos) y por sectores del Partido Europeo (Evroko, nacionalistas grecochipriotas) y del Movimiento Ecológico y Medioambiental, el abogado se impuso a doble vuelta a su adversario del AKEL, el ministro de Salud con Christofias Stavros Malas. El dirigente opositor se distanció con autoridad en la primera vuelta, que no superaron otros nueve aspirantes, con el 45,5% de los sufragios y se proclamó presidente en la segunda con el 57,5%. Por respeto a su nueva responsabilidad institucional, el mandatario electo renunció al liderazgo de su partido, que transfirió a Averof Neofytou.

El 28 de febrero de 2013 Anastasiadis, el heredero de Cleridis, tomó posesión de la Presidencia de la República de Chipre recostado en una coalición a tres con el DIKO y el Evroko. El nuevo tripartito gobernante, que comprendía a todo el centro-derecha grecochipriota, disfrutaba de una mayoría absoluta en el Vouli de 31 escaños sobre 56. Al debutar en el Ejecutivo con un mandato de cinco años, Anastasiadis recibió dos grandes expedientes.

Aunque este no era ahora mismo el asunto más urgente a tratar, estaba la irresuelta cuestión de la división de la isla mediterránea, producida a raíz de la crisis militar de 1974, con los grecochipriotas al sur, donde funcionaba el Gobierno internacionalmente reconocido, y los turcochipriotas, cuya autoproclamada República Turca de Chipre del Norte (RTCN) solo reconocía Turquía, que había dejado tropas de ocupación allí, instalados en el tercio septentrional. Desde el final en 1977 de la era política personificada por el presidente y arzobispo Makarios III, el líder de la independencia nacional del Reino Unido en 1960, todos los gobiernos de Nicosia habían abordado el conflicto político, territorial y también internacional con mayores o menores dosis de interés y determinación.

Cuando estuvieron en el poder, Cleridis y Anastasiadis habían respaldado con energía el plan del secretario general de la ONU, Kofi Annan, para conseguir la reunificación nacional sobre la base de un Estado federal bizonal. La última versión del Plan Annan fue sometida a referéndum en el Chipre griego y en el Chipre turco en abril de 2004, con el resultado de la victoria en el sur del no que el presidente Papadopoulos, alegando que el plan no salvaguardaba los derechos de los grecochipriotas, había reclamado a sus gobernados. Tras este fiasco, que frustró las expectativas del ingreso de Chipre en la UE como Estado unificado, el presidente elegido en 2008, Christofias relanzó las conversaciones directas con los dirigentes turcochipriotas, pero su buena voluntad no se tradujo en ningún avance tangible.

Manteniendo la tradición posibilista y dialogante de su partido en torno a la cuestión chipriota, Anastasiadis, durante la campaña de las presidenciales, no dejó de prometer que haría todo lo posible para conseguir la reunificación nacional sobre una base justa y equitativa para las dos comunidades. Sin embargo, el principal y descomunal problema que ahora mismo atosigaba a la República de Chipre era el económico y financiero.

En medio de su peor recesión en cuatro décadas, el país se había convertido ya en la siguiente ficha del dominó de la tormenta de las deudas soberanas de la Eurozona, que desde 2010 había abatido sucesivamente a Grecia, Irlanda, Portugal y España, todos los cuales habían tenido que solicitar unos millonarios rescates crediticios europeos a cambio de draconianos programas de ajuste y austeridad, los tres primeros países para impedir el colapso de los erarios estatales y el cuarto para recapitalizar los bancos privados en situación de iliquidez. El caso chipriota tenía características mixtas: la banca doméstica, muy expuesta a las penurias de Grecia y caracterizada por su opacidad y malas prácticas, necesitaba masivas inyecciones de capital para no quebrar, lo que a su vez arrastraba al Gobierno, que ya venía peleando con un déficit público por encima del 5% del PIB, a una situación fiscal insostenible.

En estas circunstancias críticas, la misión perentoria del nuevo presidente era concluir los términos del salvamento financiero de la Troika formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Meses atrás, en junio de 2012, Christofias había solicitado oficialmente el rescate al encontrarse con que los dos principales bancos nacionales, el Bank of Cyprus y el Laiki Bank (la denominación de las operaciones en la isla del Cyprus Popular Bank), devastados por la decisión europea de condonar una parte de la deuda soberana griega que Atenas no podía pagar, reclamaban el socorro del Estado chipriota para cubrir sendos agujeros en sus balances contables, ocasionados por dicha quita, que sumados ascendían a 4.500 millones de euros, cantidad equivalente a la cuarte parte del PIB nacional.

El Gobierno no podía acudir a los mercados de deuda para financiarse por los altísimos tipos de interés que los inversores le exigían. Los títulos de deuda chipriota habían sido degradados por las agencias de calificación crediticia a la categoría de bonos basura. Nicosia reclamaba que la Eurozona pusiera a su disposición créditos de la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (FEEF), o bien del Mecanismo Europeo de Estabilización Financiera (MEEF). Se necesitaban por lo menos 10.000 millones de euros, cuatro veces más que la suma de los préstamos bilaterales concedidos por los gobiernos de la Eurozona en diciembre de 2011.

Sin perder un minuto, Anastasiadis reanudó las negociaciones con la Troika en el punto donde las había dejado Christofias. El presidente manifestó de entrada su oposición frontal a un "corte de pelo" del montante de la deuda soberana chipriota o de los depósitos en los bancos en apuros, la temida quita para los ahorradores particulares, fórmula heterodoxa de reparto de cargas que pretendía asegurar la recuperación de parte del dinero prestado pero que hasta ahora no había figurado en ningún plan de ajuste o memorándum de entendimiento de los rescates europeos. Nicosia, eso sí, se resignaba a aplicar un duro paquete de medidas de austeridad y ahorro consistentes en recortes de los salarios de los funcionarios, las pensiones y los beneficios sociales, junto con subidas del IVA, el impuesto de sociedades, los impuestos al alcohol, el tabaco, los combustibles y los bienes inmuebles, y las tarifas sanitarias.

Pese a sus palabras de cara a la galería, Anastasiadis, cabeza de un país pequeño y sin aliados protectores en la UE más allá del apoyo público a su candidatura presidencial por parte de la canciller alemana Angela Merkel, colega del Partido Popular Europeo, se encontraba en una situación de máxima debilidad. El 16 de marzo el presidente claudicó con los términos del paquete de rescate que le pusieron sobre la mesa el FMI y el Eurogrupo, presidido por el holandés Jeroen Dijsselbloem y donde ejercía una autoridad determinante el poderoso ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, el celoso guardián de la ortodoxia fiscal.

A cambio de un préstamo de 10.000 millones de euros, Chipre debía imponer un corralito parcial con quitas para todos los clientes depositantes de la banca que afectaba también a quienes tuvieran en sus cuentas menos de 100.000 euros, la cantidad asegurada por las normas europeas, los cuales serían penalizados con una tasa del 6,75%; para los depósitos superiores a los 100.000 euros, la tasa sería sustancialmente superior, del 9,99%. Este "impuesto extraordinario" sobre el principal, que no sobre los intereses, lo tendrían que pagar tanto los residentes como los no residentes. Con él, se esperaba recaudar 5.800 millones de euros como parte del salvavidas europeo.

La modalidad del rescate financiero llamado bail-in (contrapuesto al estandarizado bail-out, donde los costes de la recapitalización exterior se hacen recaer en la ciudadanía en su conjunto, mientras que el bail-in endosa las pérdidas de los bancos directamente a los acreedores, los accionistas, los bonistas y los depositantes ahorradores, aunque en el caso chipriota únicamente estos últimos), sin precedentes en la Eurozona, puso en pie de guerra a la oposición parlamentaria y soliviantó a no pocos miembros del oficialismo, colocando a Anastasiadis, que imploraba comprensión para la "dolorosa" medida a fin de eludir "el peor de los escenarios", que era "un colapso incontrolado del sistema financiero", en una posición de lo más comprometida.

Ante las reacciones de indignación política y popular, los ministros de la Eurozona modificaron el esquema inicial, excluyendo de la quita a los depósitos de menos de 100.000 euros y aumentando la tasa de penalización, hasta el 15,6%, para los que superasen ese saldo. El Gobierno elaboró su propia propuesta para someterla al Vouli como proyecto de ley: exención del "impuesto extraordinario" para los depósitos inferiores a 20.000 euros, tasa del 6,75% para las cuentas con entre 20.000 y 100.000 euros, y tasa del 9,99% para los depósitos mayores. Tampoco este esquema satisfizo a los diputados del Vouli, que el 19 de marzo lo rechazaron de plano con 36 votos en contra, 19 abstenciones y ningún voto a favor. El estruendoso no de los diputados constituyó toda una humillación para Anastasiadis.

El 25 de marzo las partes alcanzaron un acuerdo en torno a unos puntos revisados que fueron los definitivos. Las condiciones para recibir los 10.000 millones de euros en préstamos, 9.000 desembolsados por el nuevo Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE, sustituto de los temporales FEEF y MEEF) y 1.000 por el FMI, eran la siguientes: quitas solo para los depósitos de más de 100.000 euros, que en el caso del Bank of Cyprus serían del 20% y para el resto de entidades del 4%; reestructuración y liquidación del Laiki Bank, segregando del mismo todas las acciones, obligaciones y depósitos sujetos a la quita para crear con ellos un banco malo y preservando la parte conformada por las cuentas inferiores a los 100.000 euros para su posterior absorción por el Bank of Cyprus; implementación de un marco de medidas de lucha contra el lavado de dinero en las instituciones financieras chipriotas; política de consolidación fiscal para reducir el déficit presupuestario y la deuda pública; reformas estructurales para mejorar la competitividad y los desequilibrios macroeconómicos; y un programa de privatizaciones.

Todos estos puntos, parte de los cuales formaban parte del llamado Plan B elaborado por el Gobierno, el cual incluía además la creación de un Fondo Nacional de Solidaridad financiado con activos públicos, quedaron fijados en el Memorándum de Entendimiento entre Chipre y la Troika, el cual fue finalmente aprobado por el Vouli, para alivio de Anastasiadis, quien tampoco había conseguido una reestructuración favorable del préstamo bilateral ruso de 2.500 millones de euros, el 30 de abril de 2013. El corralito bancario ya había sido levantado, el 28 de marzo, aunque seguían en vigor otros controles de capitales.

Ahora, Anastasiadis, que salía de todo este embrollo con la sensación de haber sufrido un trato vejatorio por sus pares europeos, tenía por delante un desagradable trabajo de aplicación de los compromisos adquiridos ante los prestamistas internacionales, cuyas exigencias liquidaban de un plumazo la fama de Chipre como paraíso fiscal y centro internacional del lavado de dinero, tan atractivo para los capitales foráneos de orígenes oscuros, típicamente oligarcas y empresarios rusos con dudosos historiales. Se calculaba que la práctica totalidad de los 25.000 millones de euros depositados en Chipre por clientes extracomunitarios pertenecían a ciudadanos y compañías rusas, los cuales eran, junto con los griegos, los grandes perjudicados por la quita.

La impresión general era que UE había sido dura con Chipre, lisa y llanamente, para darle un escarmiento por todos estos años de malas prácticas bancarias e hipertrofia temeraria del sistema financiero, ejes hasta ahora de todo un modelo nacional de negocio y que Anastasiadis, al poner pegas a la penalización fuerte de los grandes saldos bancarios de titularidad extranjera y resistirse a exonerar de la quita a los pequeños ahorradores —que eran sus propios paisanos—, había intentado preservar, para irritación de la Comisión Europea y el Eurogrupo.

Por otro lado, el presidente, contra la opinión de muchos miembros de su propio partido hostiles al espíritu del fallido Plan Annan, emprendió una serie de conversaciones directas con su homólogo de la RTCN, Dervis Eroglu. La interlocución desembocó en la Declaración Conjunta del 11 de febrero de 2014, con la que los presidentes expresaban su voluntad de reanudar las negociaciones para superar el "inaceptable" statuo quo de la isla y alcanzar un acuerdo sobre la reunificación basado en la fórmula de la federación bicomunal y bizonal con equidad política, en la línea de lo dispuesto por las Naciones Unidas.

Este consenso de Anastasiadis con su equivalente turcochipriota disgustó vivamente al nuevo líder del DIKO, Nikolaos Papadopoulos, hijo del difunto ex presidente, quien el 28 de febrero, alegando que Anastasiadis había hecho demasiadas concesiones a Eroglu, declaró rota la coalición con la DISY justo cuando esta cumplía su primer año de vida y ordenó a sus cuatro ministros, los titulares de Defensa, Energía, Educación y Salud, que abandonaran el Gobierno, dejando a la DISY y el Evroko en minoría parlamentaria. Ahora bien, dadas las características del sistema político chipriota, donde el presidente concentra los poderes ejecutivos y es independiente del Legislativo, esta pérdida de la mayoría absoluta no tenía por qué acarrear un Gobierno débil o inestable.

Nuevamente, el optimismo prendió en la cuestión chipriota, y nuevamente también llegó el parón en seco: en octubre de 2014 Anastasiadis decidió suspender las conversaciones en protesta por las maniobras de Turquía para entorpecer los planes de su Gobierno de prospectar los yacimientos de gas natural descubiertos en el litoral sur de la isla, riqueza hidrocarburífera muy apetecible para las multinacionales del ramo, como la rusa Gazprom. Ankara no reconocía la zona económica exclusiva que Nicosia declaraba sobre la plataforma continental chipriota. En febrero de 2015, en sus conversaciones en Moscú con Vladímir Putin, quien cuando el rescate bancario de 2013 se había quejado de la "confiscación de dinero ajeno", Anastasiadis accedió a conceder facilidades portuarias en la isla a buques y aviones de la Armada rusa en el marco de la cooperación militar bilateral ya existente. Putin elogió el grado de cooperación económica alcanzado por Rusia y Chipre, y recordó que su país acaparaba el 80% de las inversiones foráneas en el país mediterráneo.

Aunque este último movimiento no facilitaba a priori el acercamiento a los turcochipriotas, en mayo de 2015 Anastasiadis reanudó las negociaciones pro unificación con el recién elegido presidente de la RTCN, Mustafa Akinci, en un clima de notable cordialidad. En diciembre, los dos mandatarios, en un gesto sin precedentes, emitieron un discurso televisado conjunto para felicitar las Navidades y el Año Nuevo a todos los ciudadanos de Chipre con la bandera de las Naciones Unidas como telón de fondo. Tal era el ambiente de confianza y distensión, que los medios de comunicación oficiales dieron a conocer otro video con momentos jocosos de los preparativos de la grabación y tomas falsas.

El presidente de Chipre, que según su semblanza oficial tiene un hermano gemelo, está casado desde 1971 con Andri Moustakoudi, con la que ha tenido dos hijas.

(Cobertura informativa hasta 11/2/2016)