Najib Mikati

Como en 2007 y 2014, entre septiembre y octubre de 2022 el fragmentado Parlamento de Líbano fue incapaz de elegir al presidente de la República, por lo que las competencias de la jefatura del Estado debieron ser asumidas por el primer ministro y el Gobierno en su conjunto. Así, el 31 de octubre el presidente en funciones pasó a ser, por tiempo indefinido, Najib Mikati, acaudalado hombre de negocios del campo sunní y personalidad sobria y experimentada, capaz de pilotar ejecutivos transversales con unas razonables garantías de estabilidad. Eso, no obstante pertenecer a una clase política y una plutocracia envueltas en corrupción e incompetencia que desde la catástrofe de agosto de 2020 en el puerto de Beirut (la explosión accidental de más de 2.000 toneladas de nitrato de amonio, que mató a 218 personas, hirió a otras 7.000 y devastó buena parte de la capital) están insolublemente sumidas en el descrédito, a los ojos de una ciudadanía desesperada. En 2021 el de Mikati fue uno de los muchos hombres famosos aparecidos en la filtración de los Pandora Papers.

Najib Mikati es primer ministro desde 10 de septiembre de 2021; diez días después, el Parlamento le otorgó la preceptiva confianza con 85 votos a favor y 15 en contra. Ya en 2005 y de nuevo en 2011-2014, el empresario condujo el Gobierno nacional en circunstancias delicadas. Su elección en 2021 fue una solución de compromiso entre la constelación de partidos cristianos y musulmanes que da soporte al sistema sectario vigente desde los Acuerdos de Taif de 1989. El 26 de julio el presidente Michel Aoun, con el aval parlamentario de 54 votos contra 25 más 46 votos en blanco, le designó para suceder al tecnócrata independiente Hassan Diab, a quien la cólera popular había obligado a dimitir diez meses atrás, y no si antes sucumbir las candidaturas de Mustafa Adib y Saad Hariri.

La precariedad y la disfuncionalidad políticas instaladas en Líbano, un país arruinado por las crisis multinivel que lo asolan y con su economía prácticamente destruida, se ven subrayadas por el hecho de que el Gabinete Mikati, desde el final del mandato de Aoun el 30 de octubre, es meramente provisional: aún debe formarse el Gobierno que siga a la instalación de un presidente titular, y también en virtud de las elecciones legislativas celebradas en mayo de 2022.

A diferencia del fracasado Gabinete Diab, que solo incorporó a los partidos más próximos a Siria, el equipo ministerial de Mikati, jefe de una agrupación centrista de escasa influencia, recobra parcialmente la figura del Gobierno de unidad al conferir carteras tanto a prosirios como a antisirios. En el primer sector figuran los cristianos maronitas del partido de Aoun y la Marada, los shiíes de Amal y Hezbollah, y los socialistas drusos; los segundos están representados por los sunníes del Movimiento Futuro de Hariri. No obstante, aquellos obtienen una cuota considerablemente mayor. Además, en el Gabinete Mikati no han querido sentarse los partidos cristianos hostiles a Siria e Irán, a saber, las Fuerzas Libanesas de Samir Geagea, precisamente la lista más votada en los comicios de mayo en detrimento de los aounistas, y el Kataeb de la familia Gemayel. Tampoco el Movimiento 17 de Octubre, erigido en tercer bloque opositor.

Estas ausencias impiden que pueda hablarse de un Gobierno de concentración nacional, mientras la población intenta sobrevivir al derrumbe de la economía (cuatro años seguidos de recesión se comieron hasta 2021 el 68% del PIB), el colapso financiero, la inflación de tres dígitos, el apagón energético y la falta de bienes básicos de todo tipo, desde alimentos a medicinas pasando por los carburantes. De hecho, Mikati quería un ejecutivo puramente de expertos o técnicos para implementar las reformas estructurales que los donantes internacionales de fondos demandan, pero los partidos vetaron esa posibilidad. La finalización con Israel, país que no mantiene relaciones diplomáticas con Líbano, de un histórico acuerdo estratégico sobre la delimitación de la frontera mediterránea y la soberanía de los yacimientos submarinos de gas es una de las pocas noticias positivas que Mikati ha podido anunciar hasta la fecha.


(Texto actualizado hasta 7 noviembre 2022)

Como Saad Hariri, Fouad Siniora y otros notables de la comunidad sunní a la que el sistema sectario imperante en Líbano reserva la posición del primer ministro, el sexagenario Najib Mikati pertenece a la élite empresarial y financiera de fe musulmana, estrechamente conectada con las monarquías conservadoras del Golfo. La familia Mikati enraíza su influencia económica, política y social en Trípoli, la segunda ciudad del país. El joven se sacó un MBA en la Universidad Americana de Beirut y tomó algunas clases en la Universidad de Harvard y en la escuela francesa de negocios INSEAD.

Desde finales de la década de los setenta y junto con su hermano mayor Taha y su sobrino Azmi, Najib levantó un emporio corporativo a partir de la Arabian Construction Company (ACC), firma que fijó su sede en Abu Dhabi y obtuvo muchos grandes contratos en proyectos de infraestructuras de Oriente Medio. En 1982, uno de los años más calamitosos de la guerra civil libanesa (1975-1990), los Mikati pusieron en marcha la compañía de telecomunicaciones Investcom, la cual iban a vender un cuarto de siglo después a la multinacional sudafricana MTN por 5.500 millones de dólares.

Mikati disponía de una diversificada cartera de participaciones de capital e inversiones comerciales cuando en diciembre de 1998 recibió la posición de ministro de Obras Públicas y Transportes en el nuevo Gabinete de Selim al-Hoss. El sucesor de Hoss en la jefatura del Gobierno, el magnate empresarial Rafiq Hariri, considerado el reconstructor de Líbano, le retuvo en su Gabinete formado en octubre de 2000, como resultado de las elecciones legislativas de agosto-septiembre.

En los cuatro años siguientes, Mikati, de paso diputado por Trípoli con su Movimiento Majd (Gloria), condujo un ministerio que contribuyó a dinamizar la economía nacional, impulsada por el buen momento del sector inmobiliario y los nuevos recursos financieros públicos y privados, aunque sobre la base de un desmedido endeudamiento que acabaría resultando letal. Además, aumentaban las tensiones políticas por los intentos de Hariri de emancipar al país de la flagrante tutela de Siria, peligroso movimiento que acabaría costándole la vida en febrero de 2015.


UN POLÍTICO MODERADO PARA PARCHEAR EL EJECUTIVO EN TIEMPOS CONVULSOS En octubre de 2004 Mikati cesó en el Ejecutivo a raíz de la renuncia de Hariri y el nombramiento en su lugar de Omar Karame, otro veterano con un primer cometido de jefe de Gobierno a sus espaldas. El 13 de abril de 2005 Karame presentó la dimisión arrastrado por la Revolución de los Cedros, la masiva protesta popular antiisiria que el magnicidio de Hariri había provocado, y dos días después el presidente de la República, Émile Lahoud, designó primer ministro a Mikati.

Lahoud confiaba en él porque el año anterior había sido uno de los diputados favorables a la extensión de su mandato constitucional de seis años por tres años más, maniobra política que para los sectores nacionalistas era una muestra escandalosa del diktat sirio. Por otro lado, la oposición antisiria también aceptó a Mikati porque este les prometió depurar las cúpulas de los servicios de seguridad, más que sospechosas de estar detrás del mortal atentado contra Hariri. El Gobierno Mikati, copado por técnicos e independientes, quedó instalado el 19 de abril y seis días más tarde el Parlamento le otorgó la confianza con una amplia mayoría.

Considerado una personalidad pragmática, conciliadora y, no obstante sus buenas relaciones personales con Damasco, desapegada de los bloques políticos que estaban arrastrando a Líbano a una polarización sin precedentes desde el final de la guerra civil, Mikati asumió como tarea básica organizar las primeras elecciones legislativas tras 29 años de ocupación siria; la retirada rápida de las tropas que el régimen baazista vecino mantenía aquí desde 1976 fue forzada por la Revolución de los Cedros y quedó completada el 27 de abril. Por otro lado, Mikati estaba resuelto a hacerse con un espacio propio en el conflictivo tablero político libanés, y para ello transformó el Movimiento Majd en el Movimiento Azm (Determinación), partido de corte centrista, liberal, secular y supuestamente no sectario, si bien su base era casi íntegramente sunní y, más concretamente, tripolitana.

Ganadora de los comicios de 2005 fue la Alianza del 14 de Marzo, la coalición antisiria y respaldada por Arabia Saudí que integraban el sunní Movimiento Mustaqbal (Futuro) del hijo y heredero de Rafiq Hariri, Saad Hariri, el Partido Socialista Progresista (PSP) del druso Walid Jumblatt, las Fuerzas Libanesas (FL) de Samir Geagea y el Kataeb (Falange) del también cristiano maronita Amin Gemayel, antiguo presidente de la República. Perdedora salió su acerba adversaria, la prosiria y proiraní Alianza del 8 de Marzo, donde estaban entre otros los partidos shiíes Hezbollah y Amal, y los maronitas del Movimiento Patriótico Libre (MPL), acaudillado por el ex general Michel Aou. En estas circunstancias de cruda polarización y en aras de la neutralidad, el Movimiento Azm optó por no presentarse a las elecciones. De esta manera, Mikati perdía la condición de parlamentario, pero a la vez reforzaba su imagen de moderado susceptible de entenderse a múltiples bandas y de servir de bisagra entre bloques contrapuestos.

El 19 de julio de 2005 Mikati traspasó el testigo a Fouad Siniora, lugarteniente de Saad Hariri y el primer ministro nominado por la Alianza del 14 de marzo. En el sexenio que siguió, el empresario estuvo concentrado en sus lucrativos negocios privados, sobre los que flotaban acusaciones de prácticas ilícitas y corrupción. Estos acabaron por convertirle en el hombre más rico de Líbano, según la revista Forbes.

En 2007 los hermanos Mikati fundaron el M1 Group a modo de holding de sus abundantes negocios, paquetes accionariales e inversiones en Oriente Medio, Europa y Estados Unido. En 2010 adquirieron una cuota de participación sustancial en el Bank Audi, el mayor banco de Líbano, a través de la financiera EFG-Hermes. Además de la construcción, las telecomunicaciones y los servicios financieros, el imperio multisectorial de los Mikati abarcaba rubros tan dispares como las marcas de moda textil, la aeronáutica y los hidrocarburos. De todas maneras, Mikati mantuvo un pie en la política y en las elecciones de junio de 2009, a las que cinco meses después siguió el nuevo Gobierno de unidad nacional encabezado por Saad Hariri, recuperó el escaño por Trípoli.

La segunda vez que Mikati recibió el llamado a dirigir el Gobierno de Líbano tocó el 25 de enero de 2011, en medio de inquietantes señales de desestabilización. Fue de resultas de la caída del Gabinete Hariri hijo por la salida de los ministros de Hezbollah, opuestos a la cooperación con el Tribunal Especial internacional que desde 2009 investigaba el asesinato de Hariri padre, y entre las protestas de los partidarios de la Alianza del 14 de Marzo, quienes exigían que se llegara hasta el fondo en las pesquisas del magnicidio y se pusiera fin a las persistentes intromisiones de Damasco.

Candidato de la Alianza del 8 de Marzo —y por tanto del gusto del presidente sirio Bashar al-Assad, el cual estaba a punto de afrontar el capítulo local de la Primavera Árabe, rápidamente devenido guerra civil— el magnate obtuvo el respaldo de 68 diputados, tal que el presidente de la República, Michel Suleiman, le trasladó el mandato formativo. Mikati invirtió cerca de medio año para constituir un Gobierno sin carteras para el Movimiento Futuro, las Fuerzas Libanesas y el Kataeb. Los drusos del PSP, puesto que se habían pasado a la Alianza del 8 de Marzo, sí recibieron ministros. El nuevo Gabinete de Mikati tomó posesión el 13 de junio de 2011.

En su segundo ejercicio gubernamental, Mikati hubo de lidiar con el violento desbordamiento de la guerra civil de Siria, al entablarse choques armados de creciente envergadura entre los enemigos transfronterizos de la dictadura de Assad, incluidas las bandas yihadistas en las órbitas de Al Qaeda y el Estado Islámico, y las milicias prosirias autóctonas de Líbano, que también se enfrentaron a sunníes radicalizados del Movimiento Futuro.

Fue precisamente el terruño de Mikati, Trípoli, el epicentro de los tiroteos sectarios entre los partidarios (shíes y alauíes) y los detractores (sunníes) de Assad, con el resultado de varios muertos. En octubre de 2012 un atentado con coche bomba mató en Beirut al general Wissam al-Hassan, jefe de las Fuerzas de Seguridad Interior, y a otras siete personas. El entierro de Hassan, figura destacada de la comunidad sunní, desató violencias tumultuarias de los militantes del Movimiento Futuro, que se enfrentaron a efectivos del Ejército, con el resultado de otros siete muertos.

El aumento de la inseguridad sometió al sistema político al enésimo turno de tensiones y Mikati, criticado desde múltiples frentes, barajó dimitir en varias ocasiones. Finalmente, el 22 de marzo de 2013 presentó la renuncia al presidente Suleiman, quien se la aceptó en la jornada siguiente. El desencadenante de la dimisión fue la incapacidad de las fuerzas parlamentarias para llegar a un consenso sobre la formación de una comisión electoral que supervisara las elecciones legislativas previstas para junio. La Alianza del 8 de Marzo pretendía que se alargara el mandato del Parlamento elegido en 2009, donde los prosirios tenían mayoría.

No obstante, Mikati permaneció en funciones casi un año, hasta el 15 de febrero de 2014, cuando pudo echar a andar el Gobierno de su sucesor designado, Tammam Salam, del Movimiento Futuro. Hasta entonces, las violencias sectarias instigadas por la guerra civil de Siria fueron escalando en gravedad, multiplicándose los atentados terroristas y produciéndose combates militares en toda regla en Beirut, Trípoli, Sidón y otras áreas. Mikati siguió en la brecha política como diputado, mandato que caducó en las muy retrasadas elecciones de mayo de 2018.

(Cobertura informativa hasta 1/1/2019)