Mustafa al-Kadhimi

El 7 de mayo de 2020, tras cinco meses de vacío de poder y en medio de una vorágine de emergencias nacionales de las que el COVID-19 es solo una más, Irak se dotó por fin de un Gobierno operativo, colocado bajo la presidencia de Mustafa al-Kadhimi. El nuevo primer ministro, designado por el presidente de la República, Barham Salih, el 9 de abril, sucede a Adel Abdel Mahdi, dimitido el 30 de noviembre de 2019 en unas circunstancias críticas. Mahdi se vio obligado a renunciar en el sexagésimo día de unas masivas protestas populares, respondidas con grandes dosis de violencia por las fuerzas de seguridad estatales y las milicias shiíes proiraníes con el resultado de cientos de muertos, que exigían la marcha de la clase dirigente por su corrupción, su sectarismo y su gestión incapaz, con un trasfondo de descalabro económico y terrorismo yihadista. Por si fuera poco, Irak se ve atrapado en el fuego cruzado del enfrentamiento armado y económico, librado en buena medida en su suelo, entre Estados Unidos e Irán.

Kadhimi es un shií, como los demás primeros ministros habidos desde la recuperación formal de la soberanía en 2004, pero a diferencia de sus cinco predecesores en el cargo se trata de una personalidad completamente independiente, no vinculada a ninguna facción política o religiosa. Antiguo periodista en la oposición a Saddam Hussein, documentalista humanitario e impulsor de ONG comprometido con la democracia y la superación de las brechas sectarias que impiden el progreso de Irak, Kadhimi ha sido desde 2016 el director del Servicio de Inteligencia Nacional Irakí (INIS), órgano de seguridad que ha jugado un papel importante en la derrota del Califato del Estado Islámico en el campo de batalla y que ahora sigue volcado en el frente antiterrorista. Kadhimi se propuso profesionalizar y despolitizar el INIS, pero esta tarea choca con el fuerte influjo político y militar de Irán, ejercido sin disimulos e intensificado desde que se inició la escalada violenta con Estados Unidos..

Kadhimi consiguió que el Consejo de Representantes (Majlis an-Nuwwab) aprobara a 15 de los 22 ministros propuestos (cinco candidatos fueron rechazados por los diputados y la votación para asignar otras dos carteras quedó pospuesta; una de ellas, la de Exteriores, fue tomada en funciones por el propio Kadhimi), saliendo airoso allá donde habían fracasado dos personalidades previamente propuestas por el presidente Salih para tomarle el relevo a Mahdi: el ex ministro Muhammad Tawfiq Allawi y el gobernador de Najaf Adnan az-Zurfi, nominados respectivamente el 1 de febrero y el 17 de marzo. El nuevo Gabinete arranca con el respaldo, más bien endeble, de los dos principales bloques del Majlis y representativos del campo shií, las alianzas Saairun, liderada por el movimiento del clérigo radical Muqtada as-Sadr y que incluye a los comunistas, y Fatah, dominada por la Organización Badr e intensamente proiraní. También apoyan a Kadhimi los partidos kurdos UPK y PDK, el movimiento Hikmah (shiíes moderados) y los Muttahidun (sunníes). Por contra, han boicoteado su investidura los sectores confesional shií y secular que animan los ex primeros ministros Nuri al-Maliki e Iyad Allawi.

En su exposición de intenciones, Kadhimi no ha obviado ninguna de las urgencias que afligen a Irak, un país en permanente estado de calamidad: dar respuesta a las demandas sociales, en particular desde los jóvenes, de trabajo, servicios básicos funcionales y funcionarios no corruptos; depurar responsabilidades por la matanza de manifestantes y "compensar a las familias de los mártires"; enfrentar la recaída en la recesión económica, precipitada por el impacto de la pandemia y el desplome del petróleo, mediante recortes del gasto público, la mejora de la recaudación de impuestos, la captación de inversiones privadas y la obtención de más ayudas de las instituciones financieras internacionales; atajar el agravamiento de la inseguridad por la reorganización del Estado Islámico, que desde su liquidación en 2017 como contendiente bélico con poder paraestatal sigue atacando como fuerza insurgente y terrorista; y, por supuesto, contener el coronavirus, que acumula por el momento más de 3.000 contagios verificados, de los que cerca de 2.000 ya se han superado y 115 han terminado en defunción. En marzo las autoridades declararon una cuarentena nacional así como el toque de queda en Bagdad y la mayoría de las provincias. Ahora, Kadhimi sostiene que la lucha contra el COVID-19 debe sentar las bases de un sistema sanitario robusto.

En cuanto a la política exterior, el primer ministro habla de unas relaciones basadas en tres pilares, "soberanía", "equilibrio" y "cooperación", para que Irak no sea usado por terceros "para lanzar ataques a cualquiera de nuestros vecinos o como terreno para dirimir cuentas regionales o internacionales", en implícita alusión a la pendencia irano-estadounidense, al rojo vivo desde el mortal bombardeo con drones contra el general iraní Qasem Soleimani el 3 de enero en las afueras de Bagdad. Con Estados Unidos Kadhimi si es más explícito: le convoca a una mesa de diálogo estratégico para discutir "las futuras relaciones entre los dos países" y "la presencia de la Coalición Internacional [contra el Estado Islámico] en Irak". Otro compromiso es la convocatoria de elecciones anticipadas en el plazo establecido, es decir, dentro de un año.

El pragmatismo, el posibilismo y el reformismo de Kadhimi, de quien se dice que en sus años como jefe de la inteligencia supo ganarse la interlocución y el respeto de los principales actores del tablero irakí, amén de los gobiernos norteamericano, iraní y saudí, topan con un serio hándicap estructural, que es la primacía del criterio de los respectivos cabezas de facción, dedicados al cabildeo permanente y a velar por unos intereses que muchas veces más parecen particulares que nacionales. En el fragmentado sistema parlamentario irakí, los partidos del Majlis colocan al Gobierno y pueden hacerlo caer con facilidad si no les gusta la labor que realiza, así que el margen de maniobra de Kadhimi parece limitado.

De hecho, para ganarse el voto de confianza del bloque Fatah, frente político de las Unidades de Movilización Popular (la constelación de milicias, principalmente shiíes, con estatus paramilitar asignado por el Estado y tan activas en la lucha contra los yihadistas como en la persecución de los civiles revueltos contra el Gobierno), Kadhimi ha tenido que garantizar la preservación del sistema no oficial conocido como muhasasa, la asignación de puestos gubernamentales con criterios de representación étnica y confesional, un poco al estilo del que opera en Líbano pero sin fundamento legal. Es decir, una concesión al sectarismo. Pero, por otro lado, Kadhimi, nada más asumir, ha sorprendido por su decisión de reponer en su puesto al comandante de las fuerzas de élite antiterroristas, el teniente general Abdel Wahab as-Saadi, figura muy popular, conocido como el "héroe de Mosul", cuya destitución en septiembre por el Gobierno Mahdi fue uno de los detonantes de las protestas. Además, ha anunciado la liberación de todos los manifestantes detenidos sin cargos y la creación de un comité de investigación de los hechos comenzados el 1 de octubre de 2019 y en los que se produjo "el derramamiento de sangre irakí".

(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 15/5/2020. El ejercicio de Mustafa al-Kadhimi como primer ministro de Irak concluyó el 27/10/2022. Su sucesor en la jefatura del Gobierno fue Muhammad Shia al-Sudani).

El bagdadí Mustafa Abdel Latif Mishatat, procedente de la tribu Al Gharib (de ahí su apellido original, al-Gharibawi), nació en 1967, el año anterior al triunfo del golpe revolucionario que condujo al partido Baaz al poder absoluto en Irak. La familia del joven, de confesión shií y vinculada al Partido Nacional Democrático, rehusó mostrar lealtad al nuevo régimen dictatorial y en 1985 Mustafa, al poco de iniciar unos estudios universitarios de Derecho, optó por huir a Irán a través de la región kurda. Convertido en un refugiado político, vivió en Alemania y Suecia antes de asentarse en el Reino Unido, donde obtuvo el pasaporte británico, mantenido hasta el día de hoy junto con la nacionalidad irakí.

Durante más de una década, Gharibawi se ganó la vida y contribuyó a las actividades de oposición no violenta a Saddam Hussein en los terrenos periodístico, intelectual y humanitario. Aunque no se adhirió a ninguno de los numerosos partidos y organizaciones de la resistencia irakí, estuvo activo en los círculos pro democracia y derechos humanos. Fue como autor de artículos y libros de denuncia que adoptó el nombre de Mustafa al-Kadhimi. Desde Londres, dirigió el servicio para Irak de la organización radiodifusora de financiación estadounidense Radio Free Europe/Radio Liberty (RFE/RL) y realizó documentales sobre la realidad de su país para la BBC y el Channel 4, además de publicar artículos en revistas y periódicos árabes.

Al igual que otros muchos miles de exiliados, Kadhimi regresó a Irak tras la invasión anglo-estadounidense y la caída del régimen baazista en 2003, dispuesto a aportar su grano de arena a la reconstrucción de su patria devastada, en una posguerra caótica que no tardó en hundirse en la violencia a gran escala por la aparición de la insurgencia armada, la infiltración del terrorismo islamista y la reanudación de las operaciones militares por las fuerzas de ocupación. En su caso, su lealtad a los gobernantes irakíes interinos tutelados por Estados Unidos se manifestó en el ámbito de la comunicación y la difusión.

Así, figuró entre los fundadores de la Iraqi Media Network (IMN), cadena de televisión pública, luego llamada Al Iraqiya, de la que fue director de Planificación y Programación. Hasta 2010 dirigió también la Iraq Memory Foundation, creada en 2003 a partir del Iraq Research and Documentation Project (IRDP) de Harvard. La Fundación, con oficinas en Bagdad y Londres, se impuso la misión de documentar los crímenes de Saddam, dejando cumplido registro de una "historia oral" de Irak basada en los testimonios de gran número de víctimas y supervivientes de la represión. Igualmente a caballo entre Londres y Bagdad, Kadhimi condujo la ONG Humanitarian Dialogue Foundation. Entre 2010 y 2013 el periodista estuvo al frente de la edición irakí de revista Newsweek. Similar cometido ejerció en la web de noticias Al-Monitor, lanzada en Washington en 2012. Aquel mismo año, Kadhimi completó una graduación en Derecho en el Colegio Universitario Al Turah de Bagdad.

Como editor de medios, responsable de ONG y últimamente mediador entre facciones por encargo del Gobierno, Kadhimi se ganó una reputación de independiente de línea moderada y sinceramente comprometido con las reformas modernizadoras, el diálogo partidista-confesional y la superación de las brechas sectarias que, no pocas veces instrumentalizadas y atizadas desde el mismo Gobierno y los bloques parlamentarios para apuntalar agendas políticas y cotos particulares de poder, desgarraban la nación árabe e impedían la normalización de la vida política, económica y social tras muchas décadas de dictaduras y guerras. El sectarismo en general y el antagonismo sunní-shií en particular se exacerbaron tras la retirada en 2011 de las últimas tropas extranjeras, si bien en 2014 Estados Unidos y sus aliados hubieron de intervenir urgentemente de nuevo para ayudar al descalabrado Ejército irakí a parar la embestida bélica del Estado Islámico, conquistador relámpago de un parte considerable del territorio nacional.

Su perfil convertía a Kadhimi en un funcionario apropiado, aunque no previsible, para conducir un departamento estatal de gran responsabilidad y altamente sensible que solo tangencialmente casaba con su experiencia de especialista en el manejo de información, por lo general relacionada con los derechos humanos y la reconciliación nacional. Se trataba del Servicio de Inteligencia Nacional Irakí (INIS), agencia creada en 2004 por el entonces jefe de la Autoridad Provisional de la Coalición, el diplomático Paul Bremer, para llenar el vacío dejado por la disolución de todos los órganos de seguridad baazistas, cual fue una de las primeras y muy controvertidas medidas aplicadas por Estados Unidos nada más establecer el régimen de ocupación. El INIS había tomado el relevo al efímero Directorio General de Seguridad (GSD) y, al igual que aquel, empezó funcionando con partidas de fondos secretos de la CIA.

El sorpresivo nombramiento de Kadhimi, quien más que competencia técnica -a fin de cuentas, él era lo opuesto a un hombre del espionaje y la milicia- lo que aportaba era neutralidad política y sensibilidad democrática, como director del INIS fue notificado en junio de 2016 por el primer ministro desde 2014, Haider al-Abadi. Shií del partido Dawa, Abadi aseguraba perseguir una programa antisectario de consenso e integración que involucrara a shiíes, sunníes y kurdos, aunque su reto más inmediato, terriblemente costoso en vidas y por el momento con desenlace totalmente incierto, era conseguir la derrota militar del Califato yihadista del Estado Islámico, atrincherado en Mosul y otras ciudades del norte de Irak, amen de Siria. Kadhimi sustituyó al general Zuheir Fadel Abbas al-Ghirbawi, quien a su vez había sucedido en 2009 al también general Muhammad Abdullah ash-Shahwani.

Kadhimi, quien era yerno del dirigente del Dawa Mahdi al-Allaq, asumió la tarea de despolitizar y modernizar los servicios de inteligencia, para hacer del INIS una agencia semiindependiente del Gobierno de turno y decididamente autónoma de las agendas particulares de los partidos que lo integraban. Al menos, esa era su implícita intención oficial, aunque la preponderancia del campo shií y la influencia de Irán, fortísima hasta el punto de parecerle a la minoría sunní -pero también a no pocos shiíes de línea nacionalista disidente- una injerencia tutelar en toda regla, ponían seriamente en cuestión los constantes llamamientos a superar las maquinaciones sectarias. El nuevo director deseaba hacer del INIS un instrumento efectivo para la lucha y derrota del Estado Islámico.

Tras constituirse en octubre de 2018, cinco meses después de las elecciones legislativas, el nuevo Gobierno de coalición presidido por el ex ministro shií Adel Abdel Mahdi, Kadhimi fue confirmado al frente del INIS.

(Cobertura informativa hasta 1/1/2019)