Moussa Dadis Camara

La persistente rutina de los golpes de Estado africanos anotó su enésimo registro en diciembre de 2008 en la occidental y francófona Guinea, donde, a las pocas horas de fallecer el presidente autocrático desde 1984, Lansana Conté, se hizo con el poder de manera incruenta una junta militar encabezada por el capitán Moussa Dadis Camara. Surgiendo del anonimato, Camara se autoproclamó presidente de la República con el rechazo de la comunidad internacional, que encajó con inquietud el quebranto constitucional en un país subdesarrollado pero que atesora las mayores reservas mundiales de bauxita y mantiene un delicado equilibrio étnico. Presentado por la prensa como una "mezcla de dictador y de Robin Hood" por su estilo marcial e impetuoso y sus mensajes regeneracionistas, Camara ha prometido elecciones democráticas en breve, ha revisado con tonos nacionalistas las concesiones mineras y ha desatado una aparatosa campaña anticorrupción que ha sacado a la luz el verdadero narcoestado en que Guinea se convirtió bajo el régimen de Conté.

(Texto actualizado hasta junio 2009)

1. Un oscuro capitán del Ejército guineano
2. Líder del golpe militar a la muerte del presidente Conté


1. Un oscuro capitán del Ejército guineano

Fragmentaria e imprecisa es, como suele suceder en los casos en que un militar apenas o nada conocido se hace con el poder en un país de África, la hoja de vida del capitán Moussa Dadis Camara, autoproclamado presidente de la República de Guinea el 24 de diciembre de 2008, nada más perpetrar el golpe de Estado que acabó con el régimen político civil huérfano de su fundador, el ex general Lansana Conté, muerto en la víspera por causas naturales.

Nacido en 1964 –aunque algunas fuentes remontan la fecha a 1959- en la lejana prefectura sudoriental de Lola, cerca de la confluencia de las fronteras de Liberia y Côte d’Ivoire, e hijo de una familia campesina del pequeño grupo étnico guerza y de fe cristiana, asistió al colegio en la capital regional, Nzérékoré, y se sacó el bachillerato con mención en Matemáticas en el liceo Samory Touré. De acuerdo siempre con el periódico nacional Guinée news, único medio que ha publicado una semblanza semioficial del personaje, en 1986 Camara marchó a la capital del país, Conakry, para realizar estudios superiores en la Universidad Gamal Abdel Nasser, donde recibió una titulación en Economía y Finanzas.

En 1990, con 26 años, en lugar de emprender una actividad profesional en la vida civil, se integró en el arma de infantería del Ejército guineano con el grado de cabo. Destinado primero a labores de logística y transporte militares en el barrio capitalino de Sangoyah, posteriormente fue puesto al frente de la sección de carburantes del Ejército. Desarrolló esta labor de intendencia hasta 2004, cuando sus superiores le enviaron a Alemania para recibir un cursillo de capacitación técnica de año y medio de duración. En todo este tiempo, entró en la escala de oficiales y alcanzó el galón de capitán en el seno del Batallón Autónomo de Tropas Aerotransportadas (BATA).

Camara salió tímidamente del anonimato en mayo de 2007 al ser identificado entre los cabecillas de un turbulento motín de soldados y oficiales que exigieron al Gobierno el cobro de sus pagas atrasadas y la destitución de varios altos mandos, así como del recién nombrado ministro de Defensa, general Arafan Camara. La algarada del capitán y sus camaradas, que depusieron su actitud tras obtener del Ejecutivo el cese del general Camara y la promesa de la satisfacción de sus demandas salariales, y que causó la muerte a ocho personas, aconteció en un clima político, social y económico muy degradado, como dramáticamente habían puesto de manifiesto las protestas populares de meses atrás, ahogadas en sangre por las fuerzas de seguridad con un balance de decenas de muertos.

En mayo de 2008 Camara volvió a participar en una algarada de uniformados, desatada esta vez a raíz de la destitución por el presidente Conté del primer ministro Lansana Kouyaté, popular entre la milicia porque le creía capaz de satisfacer sus reivindicaciones salariales. En este segundo disturbio militar hubo de lamentarse otro reguero de víctimas. La cadena de contestaciones y espasmos de violencia se enmarcaba en el ocaso político y vital de Conté. Aupado al poder en 1984 mediante un golpe de Estado militar facilitado por la muerte del padre de la independencia e implacable dictador, Ahmed Sékou Touré, desde 1994 Conté regía como presidente constitucional de Guinea revestido de la legitimidad que supuestamente le confería haber ganado, con consistentes denuncias de fraude, tres elecciones de múltiple candidatura, la última vez en 2003, cuando obtuvo un mandato de siete años abierto a la renovación sin límites.


2. Líder del golpe militar a la muerte del presidente Conté

A pesar de sus recientes exhibiciones de indisciplina, o precisamente por eso, para asegurar su obediencia, el oficial de paracaidistas fue nombrado el 14 de noviembre de 2008 director de la unidad de suministro de combustibles del Ejército y miembro del Gabinete del ministro de Defensa, el civil Almamy Kabele Camara, a su vez miembro del Gobierno que encabezaba el primer ministro Ahmed Tidiane Souaré.

En las primeras horas del 23 de diciembre Guinea se enteró de la muerte, tras largos años de enfermedad y tratamientos médicos en el extranjero, de su presidente, producida en la víspera a la edad de 74. Las máximas autoridades del país pusieron en marcha el mecanismo constitucional de la sucesión, que convertiría en jefe del Estado en funciones al presidente de la Asamblea Nacional, Aboubacar Somparé, con la misión de organizar elecciones presidenciales en el plazo de 60 días.

Nada de eso iba a tener lugar. Tan sólo seis horas después de comunicar Somparé el óbito de Conté por la televisión, Camara y un grupo de oficiales de diverso rango, en un golpe de mano fulminante que muchos observadores, recordando las similares circunstancias nacionales en 1984, venían vaticinado desde hacía tiempo, irrumpieron en la escena aprovechando el vacío de poder.

El capitán, haciendo de portavoz del movimiento faccioso, leyó por la radio estatal una proclama en la que anunció la disolución del Gobierno y las demás instituciones republicanas, así como la suspensión de la Constitución y las actividades de los partidos políticos y los sindicatos. Todos los poderes quedaban en manos de un "consejo consultivo", eufemismo para referirse a una junta que recibió la denominación de Consejo Nacional para la Democracia y el Desarrollo (CNDD), y de la que eran integrantes tanto militares como civiles. Según Camara, esta acción de fuerza resultaba ineludible por la "profunda desesperación de la población", y por la necesidad de la recuperación económica y de una lucha firme contra la corrupción. "Las instituciones republicanas se han distinguido por su incapacidad para implicarse en la solución de la crisis", manifestó el oficial golpista a modo de justificación.

Tras unas horas de lógica confusión informativa, avanzado el día resultó evidente que el golpe de Camara había triunfado sin hallar una resistencia significativa, ni en los cuadros de la oficina presidencial y el Gobierno, ni en la formación política del oficialismo, el Partido para la Unidad y el Progreso (PUP), ni en el alto mando militar supuestamente leal al orden establecido. Menos aún entre la población, que, al contrario, dio muestras de contento. Mientras tropas de infantería y vehículos blindados del CNDD recorrían las calles de Conakry y se apostaban en los puntos estratégicos, el jefe del Estado Mayor del Ejército, general Diarra Camara, aseguró a la cadena francófona por satélite France 24 que los golpistas eran una "minoría" dentro del Ejército, pese a que de su parte estaba el comandante en jefe de las fuerzas de Tierra, general Mamadouba Toto Camara. Y el presidente de la disuelta Asamblea Nacional, Somparé, con la misma escasa convicción, afirmó que la intentona no tenía el respaldo unánime de la institución armada.

El 24 de diciembre fue anunciada la composición del CNDD, en el que había 26 militares y seis civiles. Presidente de la junta era el capitán Camara, número dos el general del mismo apellido y número tres el coronel Sékouba Konaté, comandante en jefe del BATA. Estos dos altos oficiales disputaron a su subalterno en el escalafón castrense la jefatura de la junta; según informes de prensa, la cuestión se echó a suertes en el cuartel general de los golpistas, el campamento Alpha Yaya Diallo, principal barracón militar de Conakry, y la fortuna sonrió a Camara. Completaban la lista del CNDD dos coroneles, seis tenientes coroneles, seis comandantes, tres capitanes y cinco tenientes y subtenientes. No contento con encabezar la junta, Camara se autoproclamó presidente de la República.

Ese mismo día, vestido con uniforme de camuflaje y tocado con boina roja, y rodeado de sus hombres reciamente armados, el capitán-presidente se dio un baño de multitudes en Conakry, y, por la radio y la televisión, aseguró que el CNDD tenía la intención de permanecer en el poder por dos años, hasta la celebración en diciembre de 2010 de unas elecciones "creíbles y transparentes" a las que, además, él no se presentaría. De paso, Camara volvió a justificar su toma del poder, que presentó como el "acto de civismo" de unos soldados imbuidos de "espíritu patriótico" y "generosidad" que querían "salvaguardar la unidad territorial". Y, con tono amenazador, reveló que ciertas personas ya habían empezado a presentarse a los miembros de la junta "con bolsas de dinero para intentar corrompernos". "Han intentado entregar dinero a nuestras esposas y coches a nuestros hijos", siguió informando el capitán, para advertir que él mismo iría "personalmente a por cualquiera" que pretendiera sobornarles.

El día de Navidad, el primer ministro Tidiane Souaré, tras implorar en vano a la comunidad internacional que impidiera la consumación de la usurpación castrense, y el Gobierno en pleno, obedeciendo su orden de que se presentaran en Alpha Yaya Diallo para expresarles acatamiento, se pusieron a disposición de los golpistas. El CNDD ordenó al Gabinete que, por el momento, siguiera encargándose de los asuntos diarios. En la jornada siguiente, tuvieron lugar, con gran pompa y entre intensas medidas de seguridad, los multitudinarios funerales de Estado de Conté, que mereció el elogioso tributo de los miembros de la junta, no obstante proclamar su determinación de sacar al país del estado de incuria, corrupción y abuso de poder en que la camarilla elitista del depuesto régimen lo había sumido.

Confrontado con la enérgica y unánime condena al golpe de la comunidad internacional -la ONU, la Unión Africana (UA, que suspendió a Guinea de pertenencia el 29 de diciembre), la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO, que adoptó igual medida el 10 de enero), la Unión Europea, Estados Unidos y la antigua metrópoli colonial, Francia-, Camara puso en marcha una frenética campaña de relaciones públicas y de seducción mediática de los guineanos, a los que el capitán, siempre con su uniforme de paracaidista, micrófono en mano y las más de las ocasiones empleando un verbo marcial y subido de tono, destinó un discurso regeneracionista trufado de agresivo populismo.

Emulando, en apariencia, las formas impetuosas y, en parte también, los métodos expeditivos de antiguos oficiales sediciosos en el África occidental de los años ochenta del pasado siglo (como fueron los casos del teniente Jerry Rawlings en Ghana y del capitán Thomas Sankara en Burkina Faso, dos carismáticos dictadores militares de orientación izquierdista, dotados de elocuencia revolucionaria, proclives a los golpes de efecto y enemigos declarados del desorden, el atraso y la corrupción), el guineano estuvo muy activo en las semanas y meses posteriores a su toma inconstitucional del poder.

El 27 de diciembre orquestó en Alpha Yaya Diallo una "reunión informal" a la que asistieron un millar de representantes políticos y sociales, incluidos el legislador Somparé y los líderes partidistas opositores Alpha Condé y Sidya Touré, los cuales estaban ansiosos por colaborar con el CNDD para la aplicación de un programa de reforma interna y de un calendario de transición política.

En este foro, Camara expuso sus planes de nombrar un primer ministro de consenso, erradicar la corrupción y renegociar o revisar todos los contratos de explotación con las compañías mineras extranjeras que operaban en el país, sin faltar las dedicadas a la explotación de las vastas reservas de bauxita que convertían a Guinea en el primer productor africano de este mineral base del aluminio; si las compañías (Rio Tinto, Alcoa, United Rusal, Global Alumina, BHP Billiton y AngloGold Ashanti) que extraían bauxita, oro, diamantes, hierro y níquel del rico subsuelo guineano no facilitaban un programa detallado de sus actividades para esclarecer prácticas fraudulentas, determinar impactos medioambientales y permitir al Estado aumentar sus beneficios , amenazó el hombre fuerte de Guinea, verían sus licencias revocadas. Con respecto al oro, todas las actividades mineras quedaban congeladas desde ya mismo.

Al mismo tiempo, la junta levantó el toque de queda para estimular un "clima de paz" y pasó a retiro, degradó o cambió de destino a 22 altos mandos militares considerados cómplices del régimen corrupto del PUP, entre los que estaba el general Diarra Camara. El 28 de diciembre el otro general Camara, el miembro de la junta, fue nombrado ministro de Seguridad Nacional y el coronel Konaté ministro de Defensa. El 30 de diciembre, un día después de suspender la UA a Guinea como miembro de la organización hasta que recobrara el orden constitucional, el CNDD nombró primer ministro al banquero internacional Kabiné Komara, que era el candidato propuesto por los sindicatos. Komara prestó juramento el 2 de enero de 2009 y el 14 de de enero presentó su lista de ministros, de los que 19 eran civiles, tecnócratas sin partido, y 10 militares. Los vicepresidentes de la junta Toto Camara y Konaté fueron confirmados en Seguridad y Defensa, respectivamente.

El primer día de 2009, en un nuevo discurso televisado, Camara aseguró que su golpe había salvado a Guinea -donde conviven en delicado equilibrio una veintena larga de etnias, constituyendo fulanis, malinkés y susus el 90% de la población- de "caer en la guerra étnica". Jornadas más tarde, notificó que las elecciones generales tendrían lugar, no en 2010, sino a finales del año en curso. El presidente de Senegal, Abdoulaye Wade, tomó la voz como el abogado exterior de Camara, para el que reclamó el apoyo y la confianza de la comunidad internacional; de hecho, Wade aceptó la petición del guineano de que fuera su portavoz ante el mundo. Desde Libia, Muammar al-Gaddafi envió también mensajes de respaldo a la junta de Conakry.

A finales de marzo, el Gobierno fijó la fecha del 13 de diciembre de 2009 para celebrar las elecciones. El 16 de abril Camara insinuó una candidatura presidencial suya, pero el 10 de mayo siguiente se retractó y volvió a la promesa original de que ni él ni ningún compañero de la junta se presentarían a las urnas. El proceder por el que un jefe golpista se presentaba y -como cabe esperar en estos casos- ganaba las elecciones presidenciales por él mismo convocadas tenía una arraigada tradición en África; ahora bien, no eran pocos, también, los ejemplos de oficiales autores de un golpe de Estado que no daban aquel polémico paso y dejaban la contienda electoral en manos de los civiles: había sucedido en Nigeria en 1979, en Sudán en 1986, en Malí en 1992, en Sierra Leona en 1996, en Nigeria de nuevo, en Níger y en Guinea Bissau en 1999, y últimamente en Mauritania en 2007.

Mientras sumía en la incertidumbre el futuro político del país a corto plazo con sus contradicciones sobre las características de la prometida restauración constitucional, el nuevo dictador de hecho de Guinea se encargó de subrayar su talante justiciero y punitivo. Desde principios de año, soldados a sus órdenes se dedicaron a asaltar y registrar las residencias de varios antiguos capitostes del régimen del PUP, como los ex primeros ministros Souaré y Cellou Dalein Diallo, acusados de atesorar dinero y bienes robados al Estado, e incluso, en una inquietante evolución de los acontecimientos, de miembros del CNDD, como los coroneles Aboubacar Sidiki Camara , Biro Condé y Bambo Fofana, arrestados a finales de enero bajo unas confusas acusaciones de "conspiración" y "negligencia".

Más turbación generó el arranque en marzo de una drástica campaña anticorrupción, que Camara sacó a la luz a través de confesiones televisadas de varios altos cargos del régimen depuesto y de familiares directos de Lansana Conté, cómo su hijo mayor, Ousmane, capitán del Ejército, y su cuñado, Saturin Bangoura, arrestados ambos al igual que otro hijo del difunto, Ansou, todos los cuales aportaron detalles esclarecedores sobre el alcance de la venalidad y la criminalidad del dictador desaparecido y su círculo íntimo.

El desfile de interrogados ante las cámaras de la televisión estatal, con gesto contrito y bajo la vigilancia intimidatoria de soldados portando armas automáticas, se convirtió en un programa de máxima audiencia que dio en llamarse El Show de Dadis. Camara en persona, cuyos aspavientos y locuacidad empezaban a resultar familiares, presidía las vistas; saltando de la retórica patriotera a la ironía burlona y del tono coloquial a la airada exaltación, no dudaba en abroncar con castrenses gritos a cualquier interrogado que no le diera una respuesta satisfactoria sobre las fechorías cometidas. En cuanto a la prensa escrita, se puso a publicar las cantidades a que ascendían los atribuidos desfalcos al Estado.

Así, se supo que el antiguo clan dirigente, con la complicidad de muchos funcionarios civiles y miembros de las Fuerzas Armadas y los cuerpos de seguridad, había dirigido durante años y con total impunidad un descomunal, secreto y extremadamente lucrativo negocio de narcotráfico, que había convertido a Guinea en una de las principales plataformas de exportación, por vía aérea, de la cocaína producida en América Latina y destinada a los mercados europeos. Entre otras cosas, la población guineana se enteró de que los aviones cargados de cocaína eran custodiados por la Guardia Presidencial cuando aterrizaban en Conakry, que los narcotraficantes sudamericanos gozaban de libre acceso a dependencias privadas de la familia Conté y que los alijos de droga eran reembarcados hacia países como España o Portugal ocultos en valijas diplomáticas. El cuñado de Conté confesó haber usado una suntuosa villa propiedad de su hermana Henriette como lugar de reunión con los narcotraficantes para cerrar negocios.

A últimos de abril, los comandantes de la Guardia Presidencial, el Batallón Especial de Conakry y el BATA se personaron en Alpha Yaya Diallo para realizar un juramento de fidelidad ante Camara, acto oficial que no dejó de ser retransmitido en directo por la televisión estatal. A principios de junio, un miembro de la junta, el capitán Moussa Tiegoro Camara, responsable de la lucha contra el narcotráfico y la criminalidad común, sugirió "quemar vivos" a los bandidos capturados con las manos en la masa, con el argumento de que las prisiones estaban saturadas y no admitían más reos.

(Cobertura informativa hasta 1/6/2009. Nota del editor: El 3/12/2009 el capitán Dadis Camara fue objeto de un atentando que lo dejó malherido e incapacitado temporalmente para gobernar. El general Sékouba Konaté, número tres de la junta, asumió como presidente interino en funciones el 5/dic/2009. Alpha Condé, ganador de las elecciones del 27/6 y 7/11/2010, tomó posesión como presidente civil el 21/12/2010.)