Mohammad Zahir Shah
Rey (1933-1973)
Mohammad Zahir Shah era hijo de Mohammad Nadir Shah, a quien sucedió en el trono afgano inmediatamente después de su asesinato en 1933, y de una hija de identidad no revelada de Mohammad Yaqub Khan, emir de Kabul en 1879. Tercer monarca de Afganistán y cabeza de la familia Musahiban, en enero de 1929 Nadir Shah encabezó desde el área de Jost una revuelta aprovechando el vacío de poder creado por la abdicación del rey Amanullah (a raíz de la revuelta del campesinado y los sectores religiosos hostiles a su plan de reformas) y el 17 de octubre siguiente se hizo proclamar rey en Kabul por los jefes tribales. Zahir tiene cinco hermanas menores, nacidas entre 1915 y 1922, las princesas Zahira, Zainab, Zarmina, Sultana y Balqis.
En un marco rigurosamente tradicional donde la estirpe y el patronímico prevalecían sobre la raza o la religión como elementos de diferenciación social, los Musahiban pertenecían al segmento mohammadzai del clan barakzai del grupo tribal pashtún durrani, ramificación que, bien como emires, bien como reyes, había regido el país desde que en 1881 el emir kabulí, Abdor Rahmán Khan, estableciera el Estado unificado e independiente, estatus que fue reconocido por Gran Bretaña en 1919 de facto y en 1921 de iure. Antes de 1881 la rama rival saddozai del clan popalzai (también durrani) se había alternado con los barakzai mohammadzai en la jefatura de las cuatro ciudades autónomas que conformaban la nación afgana -Kabul, Herat, Kandahar y Peshawar-, desde que en 1747 uno de los suyos, Ahmad Shah, fuera proclamado rey en Kabul, pusiera fin al dominio de los pashtunes ghilzai y sacara al país de la tutela persa. Ahmad Shah fue quien puso el nombre de durrani a su grupo tribal, antes llamado abdali.
El príncipe heredero Zahir recibió su educación en los colegios Habiba e Istiqlal de Kabul y en los liceos Janson de Sailly de París y el de Montpellier, e instrucción militar desde 1932 en la Escuela de Oficiales de Infantería de la capital afgana. Su experiencia académica en Francia terminó cuando su padre fue coronado rey, pero determinó su francofilia cultural y una mentalidad abierta a la novedad. Por otro lado, se crió en la lengua dari, la variedad nacional del persa o farsi (así llamado en Irán) que ha sido siempre el idioma de las élites afganas pese a ser pashtunes las más de las veces, así como la lengua franca en un país multiétnico. De hecho, aún hoy Zahir no habla el pashtún con la misma soltura que el dari.
En 1932 Zahir fue nombrado ministro adjunto de Defensa y al año siguiente ministro de Educación. El 7 de noviembre de 1931 contrajo matrimonio en Kabul con su prima Umairah Begum, hija del Sardar Ahmed Shah Khan, a su vez biznieto del regente de Kabul entre 1823 y 1826, Sultán Mohammad Khan, de los mohammadzai. La pareja ha tenido ocho vástagos: la princesa Bilqis Begum (1932); el príncipe Mohammad Akbar Khan (1933-1942); el príncipe Ahmad Shah Khan (1934), heredero al trono a la muerte prematura de su hermano mayor; la princesa Maryam Begum (1936); el príncipe Mohammad Nadir Khan (1941); el príncipe Shah Mahmud Khan (1946); el príncipe Mohammad Daud Pashtunyar Khan (1949), y el príncipe Mir Wais Khan (1957).
Nadir invirtió la obra de Amanullah Khan y se decantó por un desarrollo cauteloso del atrasado país, sin reformas y basado en la ortodoxia islámica. El 8 de noviembre de 1933 un estudiante hijo de un represaliado del régimen acabó con su vida durante una competición escolar y la familia real se apresuró en proclamar nuevo rey a Zahir, que acababa de cumplir los 19 años y que, al parecer, presenció el crimen de su progenitor. Zahir adoptó el título de Al-Mutawakkil Ala'llah, Pairaw-e-Din-e-Matin-e-Islam, esto es, "El que confía en Dios, Seguidor de la firme fe del Islam".
En sus primeros veinte años de reinado. Zahir estuvo sometido a la tutela de sus tíos paternos, los hermanos Mohammad Hashim Khan, primer ministro desde la toma del poder en 1929, y, a partir de mayo de 1946, Shah Mahmud Khan. Los Musahiban se aseguraron la continuidad de la línea conservadora, tradicionalista y de equilibrio internacional seguida por su hermano difunto. El 17 de agosto de 1940 Zahir proclamó la neutralidad de Afganistán en la Segunda Guerra Mundial y, tomando nota de la ocupación anglo-soviética de la vecina Irán por no atender la misma reclamación, expulsó a los súbditos de las naciones del Eje sin credenciales diplomáticas.
Zahir, hombre de temperamento benigno y tenido por liberal y progresista, se limitó a ejecutar las decisiones, ya que la formulación de políticas estaba en manos de la camarilla Musahiban. Entre aquellas figuró el refuerzo del Ejército nacional, el desarrollo de la atrofiada economía y la construcción de vías de comunicación en el inhóspito país, aunque la liberalización política quedó descartada. Ésta asomó en las elecciones parlamentarias de 1949, pero en 1952 Mahmud Khan cortó la incipiente actividad opositora con medidas represivas. El 7 de septiembre de 1953 Zahir, en un gesto de autoridad, destituyó a su tío Mahmud Khan y nombró primer ministro a su primo cinco años mayor que él, el Sardar Mohammad Daud Khan, que además era su cuñado al estar casado con la Begum Zarmina. Daud, enérgico y ambicioso, representaba a la nueva generación de miembros de la familia real que ganó su envite a sus mayores ultraconservadores.
Siempre con el visto bueno de Zahir, Daud inauguró una etapa de reformas sociales y económicas, de momento sin significación política, que fue interpretada como la reanudación del abortado programa de Amanullah para despojar al país de sus velos ancestrales. En 1956 se aprobó el I Plan Quinquenal destinado a abrir nuevos regadíos y desarrollar la agricultura en general, y la diplomacia se afanó en captar la formación de capital extranjero. En un primer momento Daud se dirigió a Estados Unidos, pero la potencia occidental no satisfizo las demandas financieras al tiempo que presionó a Kabul para que se uniera al Pacto anticomunista de Bagdad.
Zahir y Daud rechazaron este alineamiento, que habría acabado con el estatus neutral de Afganistán, y, en un escenario de cortejos a múltiples bandas, optaron por desarrollar los lazos con la URSS, que había multiplicado sus intereses en el Estado asiático para atraerlo a su área de influencia y que accedía gustosa a financiar su desarrollo económico y armar el Ejército sin el condicionamiento de un pacto defensivo con su bloque. El 15 de diciembre de 1955 Nikita Jrushchev fue recibido en Kabul para la concesión de créditos, en junio de 1957 Zahir se desplazó a Moscú y en marzo de 1959 cursó una segunda visita a la capital soviética. Atento a la influencia progresiva de los soviéticos en Afganistán, el presidente Dwight Eisenhower se presentó en Kabul en diciembre de 1959.
Con el capital soviético y, en menor medida, estadounidense, se construyó la carretera de Salang, la explotación de gas y petróleo de Mazar-e-Sharif, la Universidad de Kabul y los aeropuertos civiles de Kabul y Kandahar. Los planes quinquenales II (1962-1966) y III (1967-1972) alentaron un desarrollo perceptible en el agro, la minería, el comercio privado y las comunicaciones, aunque limitado y dejando intactos la mayoría de los aspectos de la vida de Afganistán, siempre entre los países más pobres y subdesarrollados del mundo, expuesto a las crisis de subsistencias y a las hambrunas causadas por una naturaleza hostil. Asimismo, muy magros resultados tuvo la campaña contra el analfabetismo, que siguió siendo absolutamente masivo. Sírvase añadir que la paz social favoreció una tímida industria turística en Kabul, destino de viajeros en busca de exotismo oriental.
Daud desarrolló también una política irredentista pashtún que a punto estuvo de costar la guerra con Pakistán, país signatario del Pacto de Bagdad. El primer ministro impugnó el trazado fronterizo fijado por el tratado anglo-afgano de 1893 (línea Durand), que había supuesto a Afganistán la pérdida de amplios territorios ahora en las provincias pakistaníes de Beluchistán y Punjab. Daud, infiltrando tropas y azuzando las tensiones secesionistas, promovió un "Pashtunistán" independiente formado por los territorios de ambos países poblados por esta etnia (que en Afganistán suponía en torno al 40% de la población), entidad que eventualmente se uniría a Afganistán. Entre 1955 y 1957, y otra vez desde el 26 de abril de 1961, se llegó a la ruptura de relaciones diplomáticas y al cierre de fronteras, con grave perjuicio para Kabul por la interrupción de los canales de comunicación con el océano Índico y la caída de los ingresos en concepto de tasas de aduana, teniendo que suscribir acuerdos de tránsito de mercancías con Irán y la URSS.
La obsesión de Daud con la cuestión pashtún estuvo detrás de su destitución el 10 de marzo de 1963 por Zahir, que asistía inquieto a la trifulca intermitente con Pakistán y a sus efectos económicos perniciosos. El 29 de mayo se reanudaron las relaciones con el país vecino. Zahir tomó las riendas del país y, asistido por sucesivos primeros ministros de perfil liberal (Mohammad Yusuf Khan hasta 1965, Mohammad Hashim Maiwandwal hasta 1967, Mohammad Nur Ahmad Etemadi hasta 1971, Sharifi Abdul Zahir hasta 1972 y Mohammad Musa Shafiq hasta 1973), se adentró en las reformas políticas de cierto calado que por otra parte ya habían sido advocadas por su primo.
De entrada, el nuevo Gobierno, por primera vez, estaba íntegramente compuesto por personalidades no palaciegas formadas en universidades extranjeras, empezando por el primer ministro Yusuf Khan, que ni siquiera era pashtún. Al desligar el ejecutivo de la familia real, Zahir propició una liberalización política e informativa. Después nombró una Comisión encargada de elaborar una Constitución, una Comisión Consultiva que debía presentar enmiendas al borrador del texto y, ya en la primavera de 1964, convocó una loya jirga para discutirlo y aprobarlo. Entre los 450 integrantes de este cónclave figuraban legisladores, ministros y miembros de las comisiones Constitucional y Consultiva.
La Loya Jirga o Gran Asamblea de notables tribales y religiosos (jirga significa "círculo de gente") era y es una institución tradicional afgana encargada de deliberar y sancionar los grandes procesos políticos, inclusive los cambios de emires y reyes, si bien se considera que su primera reunión de dimensión nacional, representativa de todos los sectores sociales y religiosos de Afganistán, fue en 1924 a petición de Amanullah Khan. Zahir convocó su primera loya jirga en 1941 para aprobar la neutralidad del país. Como cuerpo consultivo aspira a un consenso que enlaza las prácticas preislámicas locales, características de la organización tribal pashtún, y la shura o asamblea islámica.
La Carta Magna fue aprobada el 19 de septiembre por la Loya Jirga tras una semana de trabajos y promulgada el 1 de octubre. El texto asentaba la monarquía constitucional y el sistema parlamentario (ya introducidos por la Constitución de 1924 y mantenidos por la de 1931, aunque la práctica política los había viciado), consistente en la Asamblea Nacional o Meli Shura, compuesta por una Cámara baja o Wolesi Jirga de 216 miembros, elegidos por sufragio universal y directo, y un Senado o Meshrano Jirga de 84 miembros, un tercio de los cuales elegido por sufragio universal, otro tercio por las shuras regionales y el tercio restante nombrado por el rey. Los legisladores podían rechazar los nombramientos del monarca, políticamente irresponsable, a puestos del Gobierno y someter a éste al voto de censura.
La Constitución consagraba la división de poderes, permitía el funcionamiento de partidos políticos y garantizaba la libertad de prensa; prohibía que miembros de la familia real pudieran desempeñar los cargos de primer ministro, ministro, diputado del Parlamento o presidente del Tribunal Supremo, y establecía la cooficialidad idiomática del dari y el pashtún. Además, relativizaba la confesionalidad del Estado al no calificar expresamente a la escuela sunní hanafí (seguida por el 90% de los afganos) como la religión oficial; también establecía que la sharía o canon de la ley islámica era la fuente de derecho sólo en los casos de vacío de las leyes seculares aprobadas por el Parlamento y firmadas por el rey, leyes que no podían resultar "repugnantes a los principios básicos del Islam".
Un anexo establecía que la Constitución no entraría en vigor hasta un año después de promulgarse y que los partidos políticos no podrían constituirse hasta después de celebradas elecciones generales, a las que los candidatos tendrían que presentarse en calidad de independientes, sobre la base de una legislación específica. Los comicios se desarrollaron entre agosto y septiembre de 1965 y fueron fácilmente ganados por los tradicionalistas rurales y palaciegos. El 16 de octubre siguiente Zahir inauguró el primer Parlamento semidemocrático en la historia de Afganistán, pero su composición disgustó a los estudiantes urbanos, que provocaron la primera algarada importante con el saldo de varios muertos a manos de la Policía. El aperturismo de Zahir permitió una tolerancia política indudable por contraste con lo que había sucedido antes y, más todavía, iba a suceder después, pero su límite fueron los partidos políticos; aunque no perseguidos, tampoco llegaron a ser legalizados porque el rey rehusó firmar la legislación específica.
Así que en las segundas elecciones, de agosto a septiembre de 1969, los dignatarios locales de agrupación tribal y los grupos afines al Gobierno reacios a revisar el statu quo socioeconómico, fundado en unas relaciones de producción de tipo feudal, volvieron a copar los escaños, si bien aumentó el número de diputados no pashtunes y el comunista Partido Democrático Popular, creado en enero de 1965, obtuvo representación. Después de 1969 se constató una ralentización de las reformas, provocando malestar social y dudas sobre la evolución hacia una monarquía parlamentaria de tipo europeo que en los primeros años de la década se antojó prometedora.
Uno de los capítulos más significativos de este período fue la emancipación de las mujeres, durante siglos despojadas de derechos, marginadas de la vida pública y confinadas en sus hogares. En 1959 se les concedió el derecho de voto, se les exoneró de llevar el chador o velo islámico y pudieron asistir a escuelas y universidades mixtas. Ese mismo año causó sensación (y escándalo entre los mullah o clérigos islámicos) la comparecencia sin velo de las esposas de los dignatarios del régimen en los actos del 40ª aniversario de la independencia nacional.
Dos mujeres integraron la Comisión Consultiva de 1963, seis la Loya Jirga de 1964, cuatro la Meli Shura de 1965 y en enero de 1966, por primera vez en la historia afgana, una mujer fue nombrada para dirigir un ministerio, el de Sanidad (procede recordar que, por ejemplo, la muy avanzada Alemania no creó su propio precedente en la materia hasta 1961), todo lo cual fue considerado entonces revolucionario para un país que sólo seis años atrás pasaba por ser uno de los más antifeministas del mundo. No obstante lo más bien nulo de esta liberalización en el terreno práctico de la vida diaria, los especialistas consideran que las mujeres afganas gozaron de más reconocimiento público en los años de Zahir que en cualquier otro período de la historia del país.
Entre finales de los años cincuenta y comienzos de los setenta, el Afganistán monárquico ocupó un lugar de relieve en el concierto de países no alineados y estableció una red de acuerdos y convenios con muchos países. Además de por Leonid Brezhnev y Aléksei Kosygin en representación de la URSS, Kabul fue visitado por Nehru e Indira Gandhi de India, Tito de Yugoslavia, Zulfikar Ali Bhutto de Pakistán, Georges Pompidou de Francia o el rey Faysal de Arabia Saudí, mientras que Zahir hizo lo propio en Ankara (agosto a septiembre de 1957), Washington (septiembre de 1963), Nueva Delhi e Islamabad (enero a febrero de 1967), Belgrado (julio de 1969), Londres (1971) y Roma (1972), además de Moscú, visitada en cinco ocasiones entre 1965 y 1972.
El deterioro de la economía por las inundaciones de 1971-1972 y la decepción por la inercia de la Nueva Democracia prenunciada por Zahir reavivaron un descontento que Daud aprovechó para dar un golpe de palacio. El 17 de julio de 1973, aprovechando que su primo se encontraba en la isla italiana de Íschia, cerca de Nápoles, siguiendo un tratamiento termal contra el reumatismo, Daud se hizo con el poder en Kabul sin apenas violencias, declaró abolida la monarquía y proclamó la República con él de presidente y primer ministro. Zahir se quedó en Roma y el 24 de agosto transmitió a Daud un acta de acatamiento a la nueva República que en la práctica equivalía a su abdicación.
El exilio romano de Zahir Shah, su familia y un reducido grupo de servidores discurrió con discreción, si bien el monarca derrocado siguió atentamente la evolución de los acontecimientos, cada vez más ominosos, en Afganistán. Durante tres décadas asistió al ascenso y caída de cuatro regímenes políticos irreconciliables entre sí que se suplantaron mediante el golpe de Estado o la evicción militar, siempre con efusión de sangre y en una situación general de guerra civil -o mejor dicho, de guerras civiles también sucesivas- a partir de 1978, terreno abonado para las violaciones masivas de los Derechos Humanos.
Dichos sistemas fueron: en 1973-1978, la república autoritaria y filosoviética de Daud, cuya ejecución reanudó la tradición del magnicidio como método drástico de cambio de régimen; en 1978-1992, la dictadura comunista de obediencia soviética de Mohammad Taraki, Hafizullah Amin, Babrak Karmal y Mohammad Najibullah, origen de una sublevación tribal y religiosa a la que siguió en 1979 la invasión de la URSS para ayudar a sus aliados y la guerra a gran escala santificada como jihad en el orbe musulmán (salvo Karmal, todos estos líderes comunistas, durante años encuadrados en dos facciones rivales, perecieron en circunstancias violentas); en 1992-1996, el Estado islámico presidido por Burhanuddin Rabbani, jefe del partido mujahid de mayoría tadzhika Jamiat-e-Islami o Asociación Islámica, si bien sólo uno de los varios jefes de facción aliado o enfrentado a una pléyade de señores de la guerra en una devastadora contienda de todos contra todos; y en 1996-2001, el régimen islámico ultraintegrista de los talibán, de base casi exclusivamente pashtún y regido desde la sombra por el enigmático mullah Mohammad Omar, llamado el Emir de los Creyentes.
En suma, desde 1973 en Afganistán se instalaron las luchas por el poder, casi siempre personalizado en uno u otro cabeza de facción armada, más encarnizadas; los intentos, a la postre siempre frustrados, de instalar por la fuerza modelos políticos excluyentes y no representativos de la pluralidad afgana; dinámicas fatales de desintegración social sobre criterios étnicos, religiosos y territoriales; y, por supuesto, la destrucción del país por la guerra civil y la intervención extranjera, con el saldo aproximado de millón y medio de muertos y cifras mucho mayores de mutilados y refugiados. La seguridad y los estándares de vida de la población civil, expuesta a todo tipo de arbitrariedades y exacciones, retrocedieron en muchas décadas.
Zahir no fue un actor más del drama afgano por cuanto que no organizó un partido o milicia que sirviera a sus intereses, si bien algunas facciones mujahidín, en especial las relacionadas con las influyentes cofradías sufíes pashtunes, se declararon monárquicas y partidarias de que aquel jugara un papel primordial en un eventual arreglo político. Eran los casos del Jabha-e-Nejat-e-Milli Afghanistan o Frente de Liberación Nacional de Afganistán liderado por el pir Sibghatullah Mojaddedi y el Frente Islámico Nacional o Mahaz-e-Milli-Islami del pir Sayed Ahmad Gailani, así como de varios líderes militares o tribales de reconocida influencia entre los pashtunes, como el comandante mujahid Abdul Haq y el dirigente de los durrani popalzai, Hamid Karzai.
Si bien en la vorágine de la realidad afgana Zahir aparecía como un personaje tiempo ha periclitado y de dudosa reivindicación, en la población de cierta edad se recordaban los años de su reinado como un oasis de paz social y de desarrollo prometedor, que acabaron truncados por mudanzas de alta política relacionados con la situación internacional de Guerra Fría. En los últimos y apurados años del régimen de Najibullah, de 1988 a 1991, Zahir ofreció sus servicios a las fórmulas de paz y reparto del poder estudiadas por el Gobierno comunista y la ONU, y presentó sus propias propuestas, pero la retirada soviética, lejos de acercar a las partes, agudizó las divisiones y los afanes de revancha en el heterogéneo bando mujahidín.
El 17 de enero de 1993, coincidiendo con unas negociaciones en Pakistán entre los principales partidos mujahidín para intentar sentar el alto el fuego y el reparto de poder en unas instituciones nacionales (acuerdo que fue firmado el 7 de marzo y que no tardó en convertirse en papel mojado), Zahir lanzó su invitación a terminar con la guerra civil y traer la reconciliación de todos los afganos basada en un proceso de Loya Jirga. La alocución encontró escaso eco, pues los países de la zona siguieron apostando por la toma o conservación exclusivas del poder en Kabul por sus respectivos protegidos, polarización que se agravó en 1995 cuando Pakistán y Arabia Saudí apostaron por los talibán para conseguir la conquista total del país y una paz grata a sus intereses bajo la égida pashtún.
Los talibán tomaron Kabul en septiembre de 1996 y en 1998 arrinconaron en el extremo norte a la coalición al mando político de Rabbani y militar de Ahmad Shah Masud de fuerzas tadzhikas, uzbekas y hazaras shiíes, de nombre oficial Frente Nacional Islámico Unido para la Salvación de Afganistán, más conocido como Alianza del Norte o simplemente Frente Unido. La enquistación de la guerra y la creciente animosidad internacional contra los talibán, en especial por parte de Estados Unidos, Rusia y las repúblicas ex soviéticas de Asia Central e Irán, a causa de las distintas facetas de su extremismo ideológico y religioso, alentaron distintas iniciativas de mediación y de búsqueda de una salida frente a las que el régimen del mullah Omar sólo opuso dificultades.
El denominado Grupo 6+2, auspiciado por la ONU y la Organización de la Conferencia Islámica (OCI), llevó a la mesa de negociación a los talibán y el Frente Unido, sin resultados. Una iniciativa propiamente afgana se articuló en torno a Zahir, que por primera vez planteó su intención de volver a la escena política, y el 25 de junio de 1999 la capital italiana acogió una reunión preliminar de notables tribales y religiosos que puso en marcha el denominado Proceso de Roma. En sucesivos encuentros en Roma y Bonn, esta iniciativa, asumida por la Misión Especial de Naciones Unidas para Afganistán (UNSMA), trató de establecer las bases de partida del nuevo Afganistán, pero sus conclusiones apenas trascendieron al público y recibieron una acogida fría, si no hostil, por las partes combatientes afganas, celosas de mantener en todo momento la primacía política y diplomática además de la militar en su pugna por la legitimidad y el reconocimiento.
Además, afloraron rivalidades y suspicacias entre los líderes participantes en el Proceso de Roma, incluso, se comentó, en el círculo íntimo del ex monarca. Según estas informaciones, existían diferencias entre Abdul Wali y Mustafa Zahir, yerno y nieto respectivamente de Zahir Shah, que, con su característica negativa a tomar partido -o simple indecisión, en opinión de algunos comentaristas-, no valoró en público. Por otro lado, se identificó al príncipe Mir Wais, a pesar de ser el cuarto en la línea de sucesión, como el más implicado en política de los hijos de Zahir, que estaba próximo a convertirse en nonagenario, y su probable sustituto en el caso de que la familia real fuera llamada a regir de nuevo los destinos del país. Esta falta de coherencia en el entorno del antiguo soberano perjudicó decisivamente, en opinión de algunos observadores, las posibilidades de concreción de la Loya Jirga, contemplada con interés por Estados Unidos, la Unión Europea y, desde luego, la ONU.
El inspirador de este proceso no dejó claro si preveía la restauración de la monarquía en su país y el desempeño de un puesto político en un hipotético gobierno provisional. Por lo demás, su introversión se había acentuado desde que en 1991 un hombre se hizo pasar por periodista portugués y una vez dentro de su sobria villa romana en el barrio residencial de Olgiata se le abalanzó con un cuchillo. Tras este incidente, Zahir limitó grandemente la concesión de entrevistas o la emisión de comunicados.
Del 22 al 25 de noviembre de 1999 representantes de diversas facciones mujahidín, sectores sociales y grupos étnicos, incluidos Karzai, Haq, Gailani y Mojaddedi, celebraron en Roma una sesión del denominado Comité Organizador de la Loya Jirga de Emergencia, que inauguró Zahir con un discurso y a la que asistieron también el vicepresidente del Gobierno italiano, el enviado especial del secretario general de la ONU y delegados de los países más directamente implicados en la cuestión afgana. Los asistentes proclamaron los objetivos de poner fin a la guerra, la injerencia extranjera y la desintegración territorial del país, y de dotar a éste de instituciones legítimas y capaces de salvaguardar la paz y la seguridad, todo bajo la supervisión de la ONU y de conformidad con los deseos de la población a la que se pretendía representar.
Trazaron un proceso de tres etapas en el que primero se convocaría la Loya Jirga de Emergencia que elegiría un Gobierno de transición "bajo el liderazgo ampliamente aceptado de Su Majestad Zahir Shah", luego una comisión de la Loya Jirga de Emergencia elaboraría una Constitución "de acuerdo con los principios del Islam y las tradiciones nacionales afganas" y finalmente se convocaría una Loya Jirga Nacional que revisaría y validaría el borrador constitucional antes de celebrar elecciones democráticas de las que tendrían que salir las instituciones definitivas. Tales eran los bienintencionados, pero un tanto etéreos -así como ambiguos en lo referente al papel de Zahir-, planes del entorno del ex monarca, y de seguro habrían dormido el sueño de los justos de no producirse una convulsión internacional que trastocó todo el equilibrio de fuerzas en Afganistán: el múltiple ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos, que declaró el zafarrancho de combate contra el régimen talibán por negarse a entregar al islamista saudí Osama bin Laden, responsabilizado de los atroces atentados al frente de su organización Al Qaeda.
De la noche a la mañana, el rey sin corona acaparó la atención mundial (y entre el gran público no pocos se enteraron con sorpresa de que Afganistán tenía un monarca exiliado desde hacía 28 años), ya que apareció como la única figura, considerando su neutralidad y la respetabilidad que retenía, capaz de integrar a todas las partes en el escenario postalibán, ineluctable más tarde o más temprano. El 20 de septiembre, mientras en Kandahar se reunía una shura extraordinaria convocada por Omar para deliberar sobre la cuestión de bin Laden y horas después de que Estados Unidos activara la operación militar Justicia Infinita, Zahir, "obligado ante su país y ante Dios", emitió un llamamiento en dari para la celebración de la Loya Jirga de Emergencia y la elección de un jefe del Estado y un gobierno provisionales, añadiendo que el objetivo último era "la liberación de nuestra patria y nuestro pueblo" y reconociendo que "la presencia de terroristas impuestos desde el extranjero han hecho peligrar la estabilidad de nuestro país y la paz en la región".
En los días siguientes Zahir insistió a través de diversos medios en que estaba dispuesto a regresar a Afganistán para ponerse al servicio de su pueblo. Lo cierto es que las gentes del ex rey y sus valedores entre el exilio en el norte de Pakistán condujeron importantes negociaciones entre bambalinas con todas las fuerzas antitalibán. Karzai y Haq aceleraron la construcción, emprendida discretamente años atrás, de una red de oposición que debía propiciar una revuelta en el sur pashtún, tarea tanto más urgente cuanto que el Frente Unido estabo listo para lanzarse sobre Kabul después de que Estados Unidos machacara desde el aire las defensas del frente y sus valedores, con Rusia a la cabeza, le proporcionaran las armas modernas que precisaba.
A Estados Unidos le urgía la apertura del segundo frente en el sur pashtún para integrar al régimen militar de Pakistán (confrontado con una situación interna muy delicada por la popularidad en los sectores islamistas de la causa talibán y de bin Laden tras años de patrocinio gubernamental al movimiento de Omar) en su coalición antiterrorista pero salvando la cara ante su opinión pública, y también para aumentar las posibilidades de hundimiento del régimen talibán con el menor coste posible por su parte. Burhanuddin Rabbani veía con suspicacia las maniobras de Zahir (muy crítico con la monarquía, en diciembre de 2001 el presidente de Afganistán reconocido por la ONU declaró que esta forma de gobierno estaba "tan extinta como los dinosaurios"), pero la comunidad internacional presionaba en favor del consenso.
El 1 de octubre Zahir recibió en su casa de Roma a una delegación del Frente Unido para acordar la puesta en marcha de un Consejo Supremo de Unidad Nacional de 120 miembros, de los que 50 representarían al Grupo de Roma, 50 al Frente Unido y los 20 restantes quedarían abiertos a otras personalidades sin descartar a talibanes "moderados" descontentos con la línea intransigente de Omar. Este Consejo sería el encargado de convocar la Loya Jirga, de la que saldrían un jefe del Estado y un gobierno de transición de dos años de duración, hasta la celebración de elecciones. Al principio, Pakistán, aunque conforme con la remoción de los talibán, hizo lo posible por malograr un compromiso que le parecía concedía un poder excesivo al Frente Unido, si bien el presidente y general Pervez Musharraf se declaró dispuesto a escuchar las propuestas de Zahir, así que el 16 de octubre llegó a Islamabad su enviado especial, el ex ministro de Exteriores Hedayat Amin Arsala.
Numerosos líderes tribales y políticos pashtunes que simpatizaban con la monarquía se sintieron marginados por el acuerdo de Roma y, a iniciativa del pir Gailani, el 24 de octubre celebraron un cónclave alternativo en la ciudad pakistaní de Peshawar que su promotor definió como su "contribución a la paz". Esta Asamblea llamada de la Paz y la Unidad Nacional de Afganistán propuso como órgano de transición un Consejo de Líderes de diez miembros cuya jefatura se ofreció a Zahir y respaldó la convocatoria de la Loya Jirga. Pese a sus desconfianzas y rivalidades inveteradas, los distintos dirigentes pashtunes no talibán entendían que Zahir era un símbolo de unidad que podía aglutinar a todas las tendencias en un dialogo nacional.
Los portavoces talibán advirtieron a Zahir que se "metiera en sus propios asuntos" y de paso le acusaron de ser "el principal responsable de los males que afligen a Afganistán", refiriéndose a que había permitido entrar la cultura occidental durante su reinado. El Frente Unido estaba dispuesto a compartir el poder tras la derrota de los talibán, pero a condición de que la monarquía no fuera restaurada. El 7 de octubre comenzaron los bombardeos aéreos sistemáticos de Estados Unidos y el Reino Unido contra objetivos del poder talibán, dentro de la Operación Libertad Duradera (nuevo nombre de Justicia Infinita). Zahir se mostró "dolorido" y "disgustado" por los ataques y deseó que no causaran "víctimas inocentes que nada tienen que ver con los terroristas", por más que esto sucedió profusamente en lo que el mando militar estadounidense consideró "errores". Cuatro semanas hubieron de pasar hasta que los talibán empezaron a ceder como consecuencia de los bombardeos anglo-americanos y la ofensiva terrestre del Frente Unido.
En este tiempo, en las filas antitalibán cundió la inquietud y hasta el desaliento; para Zahir, la captura y ejecución por los talibán de Abdul Haq el 26 octubre sin que pudieran evitarlo los norteamericanos supuso un serio revés que retrasó el levantamiento de las tribus pashtunes. Hamid Karzai, que a punto estuvo de correr la misma suerte, tomó el relevo en esta arriesgada misión, aunque echó en falta una ayuda decisiva de Estados Unidos, tanto militar como financiera para comprar la lealtad de los notables tribales que desde 1994 habían cooperado o, más frecuentemente, adoptado una posición neutral con respecto a los talibán. El mullah Omar, en su huida hacia delante, era consciente del peligro que representaban las defecciones en las provincias de mayoría pashtún donde tenía su base social, y amenazó con ahorcar a Zahir y su gente si se presentaban en Afganistán. Durante unas semanas se especuló con que Zahir pudiera ordenar el levantamiento nacional en el sur, pero en el Grupo de Roma se impuso la cautela a la espera de desenlaces.
La inercia militar se rompió el 6 de noviembre con el inicio de la muchas veces anunciada ofensiva general del Frente Unido, que en una semana conquistó las principales ciudades de la mitad norte, incluida, el día 13, Kabul. En una acción estratégica más política que militar, las fuerzas de Rabbani entraron en la capital afgana contra los requerimientos de Estados Unidos y Zahir, que temían la erupción de venganzas incontroladas de las etnias norteñas contra población pashtún simpatizante de los talibán, lo que habría arruinado los esfuerzos por formar un gobierno representativo y quizá provocado la arremetida desde el sur de fuerzas pashtunes, reproduciéndose la situación de luchas sectarias tras el colapso del régimen comunista en 1992. Según Zahir, la Alianza del Norte se había comprometido a no tomar Kabul hasta formar el Consejo Supremo de Unidad Nacional.
Ciertamente, este organismo no vio nunca la luz, pero el derrumbe del régimen talibán por la triple acometida de Estados Unidos, el Frente Unido y, finalmente, diversos jefes tribales y ex comandantes mujahidín pashtunes, que desde mediados de noviembre fueron persuadiendo por la negociación o por las armas a los talibán replegados para que depusieran la resistencia (Kandahar, capital espiritual del movimiento y último reducto urbano que les quedaba, se rindió el 7 de diciembre), galvanizó un diálogo interafgano de base más amplia, así como las prisas del Consejo de Seguridad y el secretario general de la ONU en aprobar un plan de reconstrucción del país con la creación de instituciones multipartitas como punto más acuciante con el objeto de llenar el vacío de poder.
El 14 de noviembre el Consejo de Seguridad fijó las líneas generales del plan de paz en la resolución 1.378 y al día siguiente Zahir lanzó un mensaje a la nación, a través de la televisión occidental y la radio afgana, en el que llamó a la moderación y a la unidad y prometió su próximo regreso al país. Esta dinámica cristalizó en una conferencia convocada por la ONU y que comenzó en Bonn el 27 de noviembre con la participación de cuatro delegaciones: el Frente Unido, con once representantes; el Grupo de Roma, con ocho; la Asamblea de Peshawar que lideraba el pir Gailani, con tres; y el llamado Grupo de Chipre, animado por intelectuales afganos en el exilio que desde hacía años trabajaban en un proceso de paz menos conocido que el de Roma, con otros tres. Contrariamente a lo que se pensó en un principio, Zahir no acudió a Bonn y delegó el mando de la delegación en uno de sus hombres de confianza, el ex ministro de Justicia Abdul Satar Sirat.
Tras un tira y afloja, el 5 de diciembre se llegó al histórico Acuerdo sobre Disposiciones Provisionales en Afganistán que globalmente se consideró ajustado con lo que Zahir vino planteando en los últimos años. Una Autoridad Interina consistente en una Administración o Gobierno Interino, una Comisión Especial Independiente para la Convocatoria de la Loya Jirga y un Tribunal Supremo entraría en funciones en Kabul el 22 de diciembre, reemplazando al Gobierno del Frente Unido que trazaba la continuidad con el expulsado en 1996 por los talibán.
Para presidir la Administración Interina se escogió a Karzai, considerado el "candidato" de Estados Unidos, sobre figuras como Sirat, Gailani y Mojaddedi, y, aunque esta posibilidad no parecía muy factible en los prolegómenos de la conferencia, en el documento se cita que los asistentes invitaron a Zahir a asumir el puesto, pero que éste prefirió que se seleccionara a "un candidato apropiado y aceptable" para todos. A cambio de ceder la presidencia a un pashtún partidario del ex rey, el Frente Unido se aseguró una presencia mayoritaria en el gabinete, incluidos los ministerios clave de Asuntos Exteriores, Interior y Defensa. El Grupo de Roma recibió ocho puestos, incluidas dos de las cinco vicepresidencias, para Sima Samar, en Asuntos de la Mujer, y Hedayat Amin Arsala, en Finanzas. El Grupo de Peshawar aceptó una cartera y el de Chipre renunció a tomar parte en el ejecutivo.
A Zahir se le concedió el cometido simbólico de inaugurar, a los seis meses de instalarse la Autoridad Interina, la Loya Jirga de Emergencia, que decidirá sobre una Autoridad de Transición multipartita; dentro de un plazo de 18 meses desde la asunción de la nueva Administración se reunirá una Loya Jirga Constitucional para elaborar la nueva Carta Magna, y el proceso culminará con la celebración de elecciones generales a un parlamento y un gobierno a más tardar dos años después de la convocatoria de la Loya Jirga de Emergencia. Para garantizar la seguridad en Kabul, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el 20 de diciembre el despliegue de una Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF).
Dos días antes Karzai se entrevistó en Roma con Zahir para estudiar las condiciones de su regreso a Kabul, en principio previsto para el 21 de marzo de 2002, y ponerle al tanto de la situación en Afganistán. Karzai declaró luego que el ex rey no pretendía retornar con ningún cargo oficial sino "como un afgano más", si bien sobre esta cuestión "le tocaría decidir más tarde al pueblo afgano".
Zahir Shah esta en posesión de las siguientes distinciones: Gran Collar de la Orden de Pahlevi, Irán; Collar de la Orden de Mohammad Ali, Egipto; Orden del Mérito de la República Italiana; Orden de la Estrella Roja de Yugoslavia, y la Real Cadena de Victoria, Reino Unido.
(Nota de edición: esta biografía fue publicada originalmente el 31/12/2001. El ex monarca afgano Mohammad Zahir Shah falleció el 23/7/2007 a los 92 años de edad).