Mir Zafarullah Khan Jamali
Primer ministro (2002-2004)
Su padre, Shahnawaz Khan Jamali, fue un jefe tribal beluchi y el cabeza de un influyente clan de terratenientes y políticos conservadores. Varios notables de este grupo tribal estuvieron activos en el movimiento nacionalista que lideró el prócer de la independencia del Reino Unido en 1947, Mohammad Ali Jinnah; posteriormente, desde la década de los sesenta del pasado siglo, los Jamali estuvieron vinculados al Gobierno provincial de Beluchistán. Un tío paterno del futuro primer ministro, Mir Jafar Khan Jamali, destacó como dirigente provincial del partido de Ali Jinnah, la Liga Musulmana (ML).
Jamali recibió una educación elitista en la provincia de Punjab, en el Aitchison College de Lahore, el Royal College de Murree y el Government College también de Lahore, antes de licenciarse en 1965 en Ciencias Políticas por la Universidad provincial. Ignorando el legado de su tío, en 1970 saltó a la política profesional en las filas del Partido Popular de Pakistán (PPP), agrupación de corte nacionalista y socialista fundada en 1967 por el terrateniente sindí Zulfiqar Ali Bhutto después de romper con el Gobierno militar del mariscal Mohammad Ayub Khan, y que ahora participaba en el ejecutivo de transición conducido por el nuevo presidente militar, el general Agha Mohammad Yahya Khan.
En las elecciones democráticas del 7 de diciembre de 1970 Jamali se presentó en la lista del PPP por Beluchistán a la Asamblea Nacional; aunque su partido obtuvo la mayoría absoluta en el conjunto del Estado y conquistó el Gobierno central, la ML dominó en Beluchistán, siendo Jamali uno de los aspirantes del PPP que fracasó en obtener el escaño en este territorio abiertamente tradicionalista y conservador. Jamali repitió su aspiración de un mandato popular en los comicios del 7 de marzo de 1977, aunque esta vez para la Asamblea provincial de Beluchistán. Ganado el escaño, Jamali fue incorporado al Gobierno provincial de Quetta que presidía Sardar Mohammad Khan Barzoi como ministro de Información, Alimentación y Asuntos Parlamentarios. Empero, este debut en las tareas gubernativas fue efímero, ya que el 5 de julio se produjo el golpe de Estado del general Mohammad Zia ul-Haq, quien derrocó a Bhutto, declaró la ley marcial y disolvió los gobiernos provinciales.
En 1980 Jamali optó por ponerse al servicio de la nueva dictadura castrense, primero como representante diplomático en varios eventos internacionales, incluido el período de sesiones de la Asamblea General de la ONU aquel año, y, a partir de 1981, como ministro del Gobierno federal, ocupándose de la cartera de Alimentación, Agricultura y Cooperativas, y posteriormente de la de Gobiernos Locales y Desarrollo Rural. En las elecciones legislativas del 25 de febrero de 1985, a las que sólo pudieron presentarse candidatos sin etiqueta partidista y con las que Zia pretendía dar un barniz parlamentario a su régimen personalista, Jamali ganó el escaño en la Asamblea Nacional por su distrito de Naseerabad, consolidando su colaboración con la dictadura.
En marzo de 1985, y hasta 1986, Jamali pasó a hacerse cargo del Ministerio de Agua y Energía en el gabinete formado por el civil Mohammad Khan Junejo, de la Liga Musulmana de Pakistán (PML), una formación de nuevo cuño que reivindicaba la sucesión de la ML histórica. Fuentes de la prensa pakistaní recuerdan que Jamali fue tras las elecciones de 1985 una opción barajada por Zia para el puesto de primer ministro federal. Sin embargo, el dictador decantó por Junejo, un sindí, con el objeto de apaciguar la cólera popular que en 1979 había levantado en esta provincia sureña la ejecución de Ali Bhutto por ahorcamiento.
A comienzos de 1988 Junejo nombró a Jamali ministro de Ferrocarriles, pero el 29 de mayo de aquel año Zia dio un golpe de Estado institucional con el que asumió personalmente el Gobierno federal y destituyó a los ministros principales de las provincias. Para el puesto en Beluchistán, el autócrata escogió, el 24 de junio, a Jamali, testimoniando una vez más su condición de hombre de confianza. Jamali se mantuvo como ministro principal provisional en Quetta hasta el 24 de diciembre, fecha en que tomaron posesión las nuevas autoridades provinciales salidas de las elecciones pluralistas del 16 de noviembre -convocadas por el presidente provisional, Ghulam Ishaq Khan, luego de perecer Zia en un misterioso accidente aéreo en agosto-, que a nivel federal dieron la victoria al PPP de Benazir Bhutto, hija de Zulfiqar, convertida en primera ministra.
Jamali retornó a la política provincial esta vez como dirigente de la PML, aunque no desistió de recuperar el escaño en el Legislativo federal. Falló en el primer intento, en los comicios del 24 de octubre de 1990, de carácter anticipado por la caída del Gobierno de Bhutto (a instancias de los militares) y que supusieron una gran victoria de la Alianza Democrática Islámica encabezada por la PML, cuyo candidato, Mian Mohammad Nawaz Sharif, se convirtió en primer ministro federal el 6 de noviembre; además, un primo suyo del clan Jamali, Mir Taj Mohammad Khan, se posesionó de la jefatura del Gobierno beluchi el 17 de noviembre. En el segundo intento electoral, el 6 de octubre de 1993 (de nuevo, celebrado antes de tiempo, de resultas de la destitución de Nawaz Sharif por el presidente Ishaq), Jamali consiguió batir a su contrincante del PPP y se hizo con el codiciado escaño en la Asamblea Nacional de Islamabad.
La agitada evolución de la frágil democracia pakistaní condujo por segunda vez a Jamali al frente del Gobierno beluchi con carácter temporal entre el 9 de noviembre de 1996 y el 22 de febrero de 1997, a raíz de la destitución por el presidente Farooq Leghari, el 5 de noviembre, tanto del Gobierno federal de Bhutto como de los gobiernos provinciales. Entre medio, se celebraron las elecciones generales del 3 febrero, a las que Jamali optó por no concurrir; su escaño en la Asamblea Nacional fue entonces disputado (y ganado) por el primogénito de sus cuatro hijos y el único metido en política, Faridullah Jamali, (otros dos varones eran oficiales del Ejército), mientras que él pasó a desempeñar la función de senador en la Cámara alta del Majlis-l-Shura o Parlamento federal. Los comicios devolvieron al Gobierno federal a la PML de Nawaz Sharif.
En los años siguientes, el feudo político de Jamali en Beluchistán fue contestado desde su propia familia, particularmente por dos sobrinos, Mir Faiq Ali Jamali y Mir Jamal Mohammad Khan Jamali, este último convertido en ministro principal de la provincia en junio de 1998. Según la prensa pakistaní, Jamali abortó estos desafíos aventando unos escándalos de corrupción que arruinaron las carreras de los sobrinos díscolos, una demostración de rudeza política en el ámbito tribal que no cuestionó su perfil de servidor público acomodaticio con el regidor de turno en Islamabad.
Así, tras el golpe de Estado dado por el general Pervez Musharraf el 12 de octubre de 1999 con la justificación de sacar al país del marasmo económico y la parálisis política, que entre otras consecuencias supuso el cierre del Parlamento, Jamali fue uno de los muchos dirigentes de la PML que se distanciaron del derrocado Nawaz Sharif (el cual, meses después, iba a ser condenado a una severa pena de prisión, a su vez conmutada por Musharraf por un exilio en Arabia Saudí y una inhabilitación política de 21 años) y que se avinieron a colaborar con el nuevo dictador en su programa de restauración constitucional, el cual debía culminar en octubre de 2002 con la asunción de un gobierno civil salido de elecciones democráticas. Musharraf dejó claro que los dos principales cabezas de facción, Nawaz Sharif y Bhutto, quedaban desde ya excluidos del proceso.
La PML se dividió entre los leales a Nawaz Sharif y los partidarios de hacer borrón y cuenta nueva de las vicisitudes, invariablemente ligadas a la corrupción, el clientelismo y la ineptitud gestora, de un partido desprestigiado, y colaborar con el régimen militar. Esta actitud cooperativa con la dictadura por parte de Jamali y sus colegas de facción quedó bien de manifiesto cuando las grandes protestas populares guiadas por la pléyade de partidos y organizaciones fundamentalistas en septiembre y octubre de 2001, que amagaron con arrastrar a Pakistán a un enfrentamiento civil de incalculables consecuencias. El motivo de la cólera de los islamistas radicales era el apoyo prestado por Musharraf al esfuerzo bélico de Estados Unidos contra el régimen talibán en la vecina Afganistán y su huésped de lujo, la organización terrorista islámica Al Qaeda del saudí Osama bin Laden, responsable de los atentados del 11 de septiembre contra Nueva York y Washington.
Precisamente, era en las zonas de Beluchistán colindantes con Afganistán, las semiautónomas Áreas Tribales Federalmente Administradas (FATA) y ciertos puntos también de la Provincia de la Frontera del Noroeste (NWFP) donde tenían sus bastiones los integristas sunníes de la escuela deobandi, estrechamente ligados (hasta el punto de confundirse, tal había sido y seguía siendo el trasiego de personas, ideas y armas en ambos lados de la frontera) a los talibán.
Apagada la revuelta de los integristas, en parte por el férreo dispositivo militar de contención activado por Musharraf (que incluyó el arresto de los cabecillas agitadores), y también al constatar aquellos el fracaso de sus intentos de romper la alianza de Musharraf con Estados Unidos, echar al general del poder e impedir el colapso del régimen talibán, el ala moderada de la PML se dispuso a rentabilizar su ostensible auxilio, en forma de silencio o de declaraciones de apoyo, brindado a Musharraf. Jamali y los demás disidentes de la PML no se sumaron al boicot practicado por el PPP, la facción de Nawaz Sharif y las formaciones islamistas al referéndum convocado por Musharraf para legitimarse en el poder; celebrada el 30 de abril de 2002 con evidentes signos de fraude y el falseamiento por las autoridades de las cifras de participación, la consulta aprobó la continuidad de Musharraf en la Presidencia de la República hasta 2007.
Con vistas a las elecciones del 10 de octubre de 2002 para cubrir 272 escaños de la nueva Asamblea Nacional, llamadas a introducir en Pakistán la "democracia real" anunciada por Musharraf, la facción de Jamali se organizó como PML Quaid-e-Azam (sobrenombre que significa Padre de la Nación y que es portado por Mohammad Ali Jinnah), con Mian Mohammad Azhar en la presidencia y Jamali en la secretaría general. Musharraf y su entorno no ocultaron sus preferencias por la única agrupación con potencial parlamentario que rehuía comportarse como oposición al régimen nacido del golpe de 1999.
La lista más votada fue la del Partido Popular de Pakistán-Parlamentarios (PPPP), nombre de circunstancias del PPP controlado por Bhutto desde su exilio británico, aunque la PML-Q de Jamali le empató prácticamente con el 25,7% de los votos y 69 escaños directos. Al tercer lugar se encaramó el Consejo Unido para la Acción en Pakistán (Mottahida Majlis-e-Amal Pakistan, MMA), coalición de seis partidos integristas encabezada por uno de los líderes que habían atizado las protestas del otoño de 2001, el maulana deobandi Fazal ur-Rehman, jefe de una facción de la Asociación de Ulema Islámicos (Jamiat Ulema-e-Islam, JUI) y encomiasta habitual de Osama bin Laden.
El éxito del MMA, receptora del 11,3% de los votos y 53 escaños directos, se destacó más porque en los anteriores comicios, los de 1997, sólo uno de sus integrantes, la Asociación de Ulema de Pakistán (Jamiat e-Ulema-e-Pakistan, JUP), había obtenido representación, dos diputados. La PML de Nawaz Sharif (PML-N), por su parte, hubo de conformarse con el 9,4% de los votos y 14 escaños. Otras tres listas portando la sigla de la Liga Musulmana obtuvieron representación, si bien mínima. Los observadores de la Unión Europea acusaron a la administración de Musharraf de manipular el escrutinio en favor de la PML-Q.
La sensación de distorsión de las preferencias del electorado se reforzó días más tardes con la adjudicación definitiva de la cuota de diputados, inclusive los 60 reservados a mujeres y los 10 para las minorías étnicas y religiosas, en función de los resultados obtenidos por cada partido en la elección directa. Tras esta operación, la PML-Q se erigió claramente en la primera fuerza de la Asamblea con 118 de los 342 legisladores. Puesto que ninguno de los bloques había obtenido una mayoría rotunda, se entablaron negociaciones a varias bandas para la formación de un gobierno de coalición. En un primer momento, pareció prosperar la fórmula del PPPP y el MMA, pero su importante convergencia táctica, la oposición a Musharraf, no fue suficiente para superar las grandes diferencias de fondo: los laicos de Bhutto no cuestionaban la política exterior prooccidental del Musharraf, mientras que los confesionales de Fazal eran menos exigentes con la salvaguardia del parlamentarismo civil como sistema de gobierno.
La fórmula del MMA y la PLM-Q tampoco prosperó porque Fazal puso como condición recibir la jefatura del Gobierno, una perspectiva inaceptable para Musharraf, ya que el nombramiento de quien demandaba la salida de los soldados estadounidenses y el establecimiento de un Estado cerradamente islámico en Pakistán habría alarmado a los interlocutores internacionales y a los operadores económicos. Por lo que se refiere a las elecciones a las asambleas provinciales, la MMA arrasó en la NWFP y se aseguró la dirección del Gobierno de Peshawar (para consternación de Estados Unidos, que habría querido unas autoridades locales absolutamente colaboradoras con su dispositivo antiterrorista en la zona). En Beluchistán, la coalición islamista obtuvo una mayoría sólo relativa, abriendo el camino a un gobierno de coalición con la formación de Jamali, el cual compensó esta amarga derrota en su terruño a manos de los integristas con la obtención del puesto de ministro principal, para Jam Mohammad Yousaf.
Fracasadas las conversaciones entre Jamali y Fazal para reproducir en Islamabad la colaboración que se estaba fraguando en Beluchistán, finalmente salió a flote la opción de un gobierno de la PLM-Q en solitario, presidido por Jamali y con el respaldo parlamentario, bastante precario, de los grupos Alianza Nacional (NA) y Movimiento Nacional Unido (MQM), amén de un puñado de diputados electos en las listas del PPPP que desertaron nada más constituirse la Asamblea, así como algunos independientes. Así las cosas, el 21 de noviembre de 2002 Jamali fue investido primer ministro en la Asamblea con 172 votos frente a los 86 obtenidos por Fazal y los 70 del postulante del PPPP, Shah Mahmood Quereshi, y dos días después prestó juramento ante Musharraf. La prensa de Beluchistán, provincia pobre, poco poblada y tradicionalmente marginada de la alta política federal, destacó que uno de sus paisanos más ilustres fuera el primer beluchi en encabezar el Gobierno central, de siempre manejado por las élites políticas de Sind y Punjab. El 30 de diciembre el flamante primer ministro ganó la votación de confianza parlamentaria con 188 votos.
Con la asunción de Jamali, que el 11 de enero de 2003 fue reemplazado como secretario general de su partido por Salim Saifullah, Pakistán dejaba atrás tres años de autocracia militar y retornaba a la práctica de la democracia parlamentaria, pero ésto sólo parecía cierto sobre el papel. Los observadores del caso pakistaní coincidían en pronosticar que Musharraf, a despecho de sus declaraciones, iba a seguir detentando la primacía del poder ejecutivo y reservándose las decisiones de calado estratégico, empezando por todo lo relacionado con la asistencia pakistaní a la operación militar Libertad Duradera conducida por Estados Unidos contra las diezmadas, que no erradicadas, huestes talibán y de Al Qaeda. Sobre el particular, Jamali certificó nada más ser investido que Pakistán iba a seguir siendo un Estado "de la línea del frente" en la lucha contra el terrorismo islamista transnacional.
El análisis que presentaba a Jamali como un primer ministro sin verdadera autoridad ejecutiva, incluso como una mera marioneta de Musharraf, se fundamentaba en las enmiendas de hecho a la Constitución de 1973 que el general había introducido por decreto el 21 de agosto. El marco corrector, conocido como la Legal Framework Order (LFO), otorgaba al presidente de la República la facultad de disolver la Asamblea Nacional y, por ende, forzar la caída del Gobierno federal de turno (y, eventualmente, reasumir la dirección formal del mismo). Esta prerrogativa era una restitución, ya que ya había estado vigente entre 1985 y 1997, cuando fue suprimida precisamente en aras de la calidad democrática.
La LFO instituyó también el Consejo de Seguridad Nacional (NSC), figura que, precisamente, ya había regido como cuerpo gubernamental de facto, una verdadera institución paraestatal y supraparlamentaria, desde el golpe de 1999 hasta la asunción del Ejecutivo de Jamali. Su restringida composición (13 miembros) era cívico-militar y estaba directamente sometido al jefe del Estado, quien era su presidente. Jamali, en tanto que primer ministro, era miembro nato del NSC. En definitiva, Musharraf se confeccionó un traje legal a medida, inclinando drásticamente a su favor el equilibrio de poderes de un sistema político que en la forma seguía siendo parlamentario, pero que en la práctica era presidencialista.
La creación del NSC, que para la oposición del PPPP, la PML-N y el MMA, como con el resto de puntos de la LFO, carecía de validez a menos que la Asamblea la ratificara y la convirtiera en enmienda legal a la Constitución con la preceptiva mayoría de dos tercios, suponía la institucionalización y el refuerzo del tradicional rol fiscalizador de las Fuerzas Armadas en los asuntos del Gobierno y el Parlamento. A primera vista, todo ello prefiguraba en Pakistán un sistema de democracia parlamentaria funcional y cortocircuitada por la vigilancia de los militares con amparo constitucional, un marco, por cierto, similar al modelo establecido por los generales de Turquía en 1982, dos años después de hacerse directamente con el poder por la vía golpista.
Como se había supuesto, el Gobierno de Jamali discurrió por los citados cauces restrictivos de la subordinación al jefe indiscutible de país y el acatamiento del nuevo marco constitucional, que fue validado por las dos cámaras del Parlamento en diciembre de 2003. Más gestor que político, el primer ministro beluchi permaneció a la sombra de Musharraf el tiempo que ejerció su magistratura, que, a la sazón, no llegó ni al ecuador del mandato de que había sido investido. Con la economía y las finanzas en manos del ministro Shaukat Aziz, quien perseveró en una dura política de ajuste estructural y acertó a restablecer una cierta estabilidad financiera sin menoscabar el crecimiento, Jamali sólo pudo emitir algún fulgor en su papel instrumental de factótum de Musharraf en las relaciones internacionales, preferentemente con los países vecinos y en especial con India, frente en el que empezaron a quedar atrás los habituales espasmos de tensión con fanfarria belicista en la Línea de Control de Cachemira.
En el ámbito multilateral, destacó la cumbre sostenida el 27 de diciembre de 2002 en Ashjabad, la capital de Turkmenistán, con los presidentes del país anfitrión, Saparmurat Niyazov, y de Afganistán,Hamid Karzai, que selló un acuerdo (previamente negociado por Musharraf con sus dos homólogos) sobre la construcción del tantas veces planeado y otras tantas descartado –mientras duró el régimen talibán- gasoducto transafgano, un viejo órdago estratégico caro a los intereses estadounidenses y que prometía un verdadero maná de ingresos para los países participantes. Con una longitud de 1.400 km y un coste estimado de 2.500 millones de dólares, la infraestructura debía dar salida al océano Índico al gas del yacimiento turkmeno de Dovletabad-Donmez, atravesando Afganistán por Herat y Kandahar, y con término en el puerto de embarque beluchi de Gwadar, donde tendría que construirse una central de licuefacción.
Con respecto a India, en enero de 2004 Jamali hizo una aportación importante al tortuoso proceso de reconciliación con su cálida acogida al primer ministro de este país, Atal Bihari Vajpayee, en el marco de la XII Cumbre de la Asociación de Asia del Sur para la Cooperación Regional (SAARC), celebrada en Islamabad. Era el primer cara a cara entre los gobernantes de los estados en dos años, y el pakistaní, con su afabilidad y sus palabras de elogio, allanó el terreno para que en la jornada siguiente Vajpayee y Musharraf pactaran el arranque de conversaciones formales al nivel de ministros de Exteriores dirigidas a superar el conflicto cachemir, el enfrentamiento nuclear y el resto de cuestiones bilaterales.
La triple (o única, si se considera como un todo el magma islamista) lucha contra el terrorismo de Al Qaeda y sus abundantes asociados locales, los infiltrados talibán que intentaban reorganizarse en este lado de la frontera y las tribus díscolas del noroeste, era un caballo de batalla de la seguridad cuyas riendas llevaba en persona Musharraf, quien seguía ostentando la jefatura del Ejército, aunque la labor del NSC servía para proyectar la pretendida imagen de colegialidad en el proceso de decisiones, las cuales, en teoría, nunca se tomaban contra la opinión de los representantes civiles del Gobierno y las cámaras legislativas federales y provinciales.
En diciembre de 2003 Musharraf fue objeto de dos emboscadas consecutivas que a punto estuvieron de matarle, pero las asechanzas terroristas de las organizaciones extremistas también se cernieron sobre Jamali. Así, el 1 de abril de 2004 la Policía de Karachi informó que había abortado a tiempo un plan para asesinar al primer ministro, el cual se encontraba de visita en la ciudad. Las fuerzas de seguridad arrestaron al presunto terrorista con material explosivo listo para ser utilizado contra Jamali, y lo vincularon al Ejército de Jhangvi (Lashkar-e-Jhangvi, LeJ), un grupo paramilitar sunní responsable de buena parte de los ataques sectarios a la minoría shií.
El 26 de junio de 2004 Jamali presentó la dimisión de manera abrupta y sin aducir razones. Medios locales e internacionales hicieron notar que en estos 19 meses de Gobierno Jamali había sido medio eclipsado por el omnipresente Musharraf, el cual no habría encontrado en aquel más que una actitud fría para su pretensión de perpetuar su rol dual de presidente de la República y comandante en jefe del Ejército. Jamali dejó designado para sucederle a Chaudhry Shujaat Hussain, el presidente de la PML-Q, que fue investido por la Asamblea Nacional tres días después y que tomó posesión una jornada más tarde, si bien éste era un nombramiento sólo temporal, ya que el poder quería colocar al frente del Gobierno al ministro de Finanzas, Aziz, un servidor que gozaba de toda la confianza de Musharraf por su valía como tecnócrata, su apoliticismo y su carácter dócil.
(Cobertura informativa hasta 1/5/2005)