Michael Sata

El quinto presidente de la República de Zambia es Michael Sata, fundador y líder del Frente Patriótico (PF, socialdemócrata) y curtido ex colaborador de sus predecesores Kenneth Kaunda, el padre de la independencia, y Frederick Chiluba, con los que terminó rompiendo en una sucesión de lealtades. En 2011 el apodado King Cobra por su carácter acometedor y su verbo mordiente, estilo que le deparó la etiqueta de populista, consiguió derrotar al aspirante a la reelección, Rupiah Banda, y poner fin a dos décadas de gobiernos del Movimiento por la Democracia Multipartidista (MMD), de los que una vez fue destacado miembro. El opositor lo consiguió al cuarto intento, tras dos fracasos (2001 y 2006) frente al luego fallecido Levy Mwanawasa y uno más (2008) ante el propio Banda, ocasiones en las que denunció fraude.

Esta vez, Sata sedujo al electorado con sus reiteradas denuncias de las prácticas abusivas de la inversión empresarial china que explota la minería del cobre y el cobalto, cuyas exportaciones son la base del PIB zambiano, más el compromiso de armonizar los ritmos del desarrollo humano, sumido en un nivel bajo, y el crecimiento económico, robusto y sostenido a pesar de la crisis global gracias a la cotización al alza de dichos metales. Tras la ejemplar transferencia de poderes del 23 de septiembre de 2011, jornada histórica que consolidó a esta democracia del África austral, Sata lanzó una enérgica campaña anticorrupción saldada hasta la fecha con una serie de destituciones y rescisiones de contratos firmados por el anterior Ejecutivo. La aplicación de estas medidas populares busca mantener las expectativas suscitadas en la opinión pública, a la espera de que se sustancien las promesas de empleo digno y de achicar la pobreza, que sigue siendo masiva.


(Texto actualizado hasta octubre 2011)

1. Colaborador contrariado de los presidentes Kaunda y Chiluba
2. Tres tentativas presidenciales frustradas frente a Mwanawasa y Banda
3. Triunfo en las elecciones de 2011


1. Colaborador contrariado de los presidentes Kaunda y Chiluba

En su juventud desempeñó los oficios de policía y obrero ferroviario en la entonces Rhodesia del Norte así como en Londres, donde, según reportes de prensa, se dedicaba entre otros menesteres a barrer los andenes de la Estación Victoria. A principios de la década de los sesenta, partiendo de un activismo de tipo sindical, se involucró en la política local en las filas del Partido Unido de la Independencia Nacional (UNIP), la fuerza opuesta al colonialismo británico y de corte socialista cuyo líder, Kenneth Kaunda, se convirtió en 1964 en el primer presidente de la República de Zambia.

Tras la independencia, Sata desarrolló una lenta aunque sólida carrera en el UNIP, erigido en partido único, bajo el manto paternalista y autoritario de Kaunda. Primero oficial de base del partido y concejal municipal, en 1985 fue nombrado gobernador de la capital, Lusaka, y más tarde adquirió mandato en la Asamblea Nacional, donde representó a la circunscripción de Kabwata, y entró en el Gobierno como ministro de Estado en el Ministerio de Descentralización.

Desilusionado con la larga deriva dictatorial de Kaunda, Sata rompió con el oficialismo semanas antes de las históricas elecciones multipartidistas de octubre de 1991, que el veterano estadista se había visto obligado a convocar presionado por la sociedad. Su nueva lealtad política fue para con Frederick Chiluba, carismático líder del Congreso de Sindicatos Zambianos (ZCTU) y enérgico detractor de Kaunda, a quien retó en las urnas como el candidato del Movimiento por la Democracia Multipartidista (MMD).

Sata ayudó a Chiluba en la triunfal campaña electoral que le condujo a la jefatura del Estado y una vez constituida la administración del MMD, en noviembre de 1991, el colaborador fue premiado con un puesto en el Gabinete. En la década que siguió, Sata fungió sucesivamente de ministro de Gobiernos Locales (1991-1993), ministro de Trabajo (1993-1994), ministro de Salud (1994-1996) y ministro sin cartera (1996-2001), puesto de relieve paralelo al cargo partidista de secretario nacional de organización.

El conflicto entre Sata y Chiluba estalló en 2001. Ese año, último de su segundo e improrrogable mandato, el presidente desató una cruda competición en el MMD al renunciar a su pretensión, muy mal recibida por varios notables del partido con ambiciones sucesorias, de cambiar la Carta Magna para poder optar a la segunda reelección. Sata, considerado uno de los dirigentes más vehementes, se postuló abiertamente para la nominación del candidato del MMD, al igual que el vicepresidente de la República, Christon Tembo. Sin embargo, el 23 de agosto, el Comité Ejecutivo Nacional del partido, siguiendo las instrucciones de Chiluba, se decantó por un tercero en liza, Levy Mwanawasa, vicepresidente de la República en 1991-1994 y aspirante fallido a la jefatura del partido en 1996.

Sata se sintió traicionado por Chiluba porque el año anterior le había apoyado en su controvertida apuesta por el tercer mandato, atacada entre otros por el vicepresidente Tembo. Además, arrastraba unas pésimas relaciones con el heredero ungido, Mwanawasa, al que había asociado, mediante ciertas insinuaciones sin fundamento, a las prácticas corruptas que estaban manchando la imagen del partido. Así que su respuesta airada no se hizo esperar: dio portazo al MMD y sin solución de continuidad fundó su propia fuerza política, el Frente Patriótico (PF), al que dotó de un ideario de tipo socialdemócrata, no diferente del que el MMD aseguraba albergar.

El debut de Sata y sus frentistas en las elecciones generales del 27 de diciembre de 2001 no pudo ser más decepcionante. En las presidenciales, Sata, carente de una base proselitista, ni siquiera entre sus paisanos de la Northern Province, quedó en un anecdótico séptimo lugar con menos de 60.000 votos, el 3,3% del total. Los hombres fuertes de la política nacional en aquel momento eran Tilyenji Kaunda, hijo de Kenneth y candidato del UNIP, Christon Tembo, escindido también del MMD y jefe del Foro por la Democracia y el Desarrollo (FDD), Anderson Mazoka, del Partido Unido para el Desarrollo Nacional (UPND), y, por supuesto, Mwanawasa, ganador de las elecciones aunque con denuncias consistentes de fraude e irregularidades. En las legislativas, el PF sólo obtuvo un escaño.


2. Tres tentativas presidenciales frustradas frente a Mwanawasa y Banda

Sata, apodado King Cobra por su carácter beligerante y su lengua viperina, volvió a intentarlo en las elecciones del 28 de septiembre 2006, a las que llegó impulsado por unos sondeos bastante favorables. Los tonos agrios y populistas envolvieron su campaña, en la que se erigió en adalid de los pobres, fustigó el aperturismo económico de Mwanawasa y se mofó de sus capacidades como gobernante.

También, habló de emprender enérgicas medidas contra las empresas chinas involucradas en las industrias extractivas del país (privatizadas por Chiluba en los noventa) que explotaran y abusaran de los trabajadores zambianos, y de la posibilidad de reconocer a Taiwán. Irritado por estas manifestaciones del opositor, el Gobierno de Beijing amenazó con repatriar sus millonarias inversiones en la minería de Zambia y con romper las relaciones diplomáticas si Sata arrebataba la reelección a Mwanawasa. Otro contraste deliberado con Mwanawasa fue en relación con el vecino presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, en el ojo de la polémica por su agresiva campaña de confiscaciones de tierras a los granjeros blancos, quien tenía en su par zambiano su mayor crítico continental y que halló en Sata un declarado admirador en este lado de la frontera.

Antes de la cita con las urnas, la sombra de la descalificación sobrevoló la candidatura del frentista por la presunta falsedad de su declaración de haberes, donde aseguraba que un ministro del Gobierno le debía una voluminosa suma de dinero. Por otro lado, el ex presidente Chiluba, llevado a juicio acusado de haberse lucrado en sus años en el poder con malversaciones de fondos a gran escala, pidió el voto para su antiguo lugarteniente como una manera de vengarse de Mwanawasa, quien había instigado las acciones judiciales en su contra.

Los primeros avances del escrutinio situaron en cabeza a Sata, que no vaciló en proclamarse vencedor. Sin embargo, los resultados finales terminaron relegándole a la segunda posición con el 29,4% de los votos, 13,6% puntos menos que Mwanawasa. Tercero quedó Hakainde Hichilema, candidato de la Alianza Democrática Unida (UDA, integrada por el UNIP, el FDD y el UPND). Ignorando las agrias protestas de Sata, que no comprendía cómo podía producirse un vuelco tan grande en el conteo si no era mediante un "fraude masivo", y las algaradas callejeras de sus partidarios, la Comisión Electoral certificó los resultados el 2 de octubre. La limpieza de las votaciones fue corroborada por los equipos de observadores internacionales, que destacaron las diferencias con las sospechosas elecciones de 2001.

En los comicios a la Asamblea, el PF pegó un formidable salto y capturó 43 de los 159 escaños, 32 menos que el MDD. El partido de Sata basaba su excelente rendimiento electoral en las circunscripciones de las provincias de Luapula y Northern, en el saliente septentrional del país, pero sobre todo en las populosas provincias de Lusaka y Copperbelt (sede de las grandes minas de cobre y cobalto, cuyos trabajadores aplaudían las diatribas de Sata contra la gestión empresarial china), donde sus candidatos arrasaron.

En diciembre de 2006, cuando todavía no se habían apagado los ecos de su pataleo poselectoral, Sata fue arrestado por la Policía acusado de haber falseado su declaración de haberes a la hora de inscribir la candidatura presidencial. El supuesto podía ser constitutivo de delito y, en caso de ser juzgado y hallado culpable, a Sata podía caerle una condena de dos años de prisión con inhabilitación para desempeñar cargos públicos. Puesto en libertad bajo fianza tras un breve interrogatorio, al cabo de unos días la juez instructora le exoneró de todo cargo con el argumento de que su declaración no había sido hecha bajo juramento y que en tal caso, aun habiendo falsedades de por medio, no cabía imputarle delito alguno. Para Sata, resultaba obvio que el Gobierno quería dejarlo fuera de juego con acusaciones infundadas.

Poco después, en marzo de 2007, el político protagonizó otro incidente cuando la Policía de Malawi le declaró "persona non grata" y le deportó de vuelta a Zambia nada más presentarse en el país vecino. Las autoridades malawis no explicaron las razones de la extraña repatriación forzosa, aunque Sata dio su particular versión de lo sucedido: su viaje había sido un desplazamiento rutinario para entrevistarse con hombres de negocios locales, pero el Gobierno de Lusaka le había contado al de Lilongwe el bulo de que él iba allí para reunirse y tramar una especie de complot con Bakili Muluzi, el ex presidente de Malawi enemistado con su sucesor y actual jefe del Estado, Bingu wa Mutharika, quien alarmado habría ordenado abortar el supuesto encuentro.

Los encontronazos entre Sata y el Gobierno de Mwanawasa continuaron en los siguientes meses. Así, en noviembre de 2007 el Ministerio del Interior le retiró temporalmente el pasaporte alegando que el mismo, obtenido tras perder el anterior en un viaje a Londres, le había sido expedido sin cumplir todos los requisitos.

El 25 de abril de 2008 al líder opositor le sobrevino un ataque cardíaco y hubo de ser hospitalizado en Johannesburgo, donde su condición se estabilizó a las pocas horas. El avión que lo trasladó de urgencia al hospital sudafricano fue fletado por orden de Mwanawasa, como expresión de preocupación por el estado de salud de su acerbo adversario. En 2006 el estadista había sobrevivido a una trombosis, así que no faltó quien señaló un posible sentimiento de empatía. Una vez dado de alta, Sata, en un giro espectacular empujado al parecer por la gratitud, escenificó su reconciliación con el presidente, dando inicio ambos a un insólito diálogo político. Las relaciones entre Mwanawasa y Sata eran ahora tan cordiales que la prensa zambiana empezó a especular con una inminente fusión entre el MMD y el PF.

Si la nueva era de relaciones entre Sata y Mwanawasa iba camino de revocar la escisión partidista de 2001 es algo que nunca llegaría a saberse: en junio de 2008 el presidente sufrió un nuevo accidente cardiocerebral, un aneurisma, y fue ingresado medio inconsciente en un hospital de París. En julio, Sata terció en la polémica nacional sobre el alcance de la grave dolencia que afligía al presidente, que según el Gobierno estaba superando la hemorragia cerebral, cuestionando los partes oficiales y reclamando el examen del paciente por un equipo especial de doctores. Al final, tal como se temía, Mwanawasa no pudo superar el derrame y terminó falleciendo el 19 de agosto; en ese momento, el vicepresidente de la República, Rupiah Banda, asumió la titularidad de la Presidencia tras un mes largo de ejercicio en funciones.

El 25 de agosto Sata se personó en el sepelio familiar por el fallecido en la localidad de Chipata, pero la viuda le obligó a marcharse aduciendo que pretendía politizar un duelo privado y que su reconciliación con su marido había sido una pantomima. Una cosa sí estaba segura, que si el frentista había llegado a un compromiso de entendimiento con Mwanawasa, este ya no tenía validez con su sucesor, Banda, al que King Cobra prometió una reñida competición para las elecciones presidenciales del 30 de octubre. Su ganador no tendría un mandato de cinco años, sino de tres, pues se trataba de completar el ejercicio iniciado en 2006.

Sata libró su tercera campaña presidencial con su aspereza habitual. Con tono belicoso, proclamó la necesidad de "fregar y lavar" el país y advirtió que no aceptaría una victoria de Banda, al que la Comisión Electoral y la Policía se disponían a apuntalar, vaticinó, con las manipulaciones y abusos que le hicieran falta, pues el MMD de ninguna manera podía reunir más votos que el PF. Ahora bien, sí se desprendió de la retórica antichina exhibida en la edición de 2006. En esta ocasión, no acusó a los empresarios chinos de imponer en sus factorías condiciones de semiesclavitud y de ignorar los más elementales estándares de seguridad laboral, y por el contrario se presentó como un garante de las inversiones mineras del gigante asiático.

La rectificación pragmática estaba ahí, pero el opositor insistía en que su prioridad eran los humildes inversores nacionales, a los que prometió una participación mínima del 25% en el capital de todos los consorcios y negocios montados en los sectores minero, industrial, agrícola y bancario: si alguna firma extranjera se resistía a esta cuota, vería revocada su licencia comercial.

El desarrollo de las votaciones presidenciales de 2008 fue como un calco de las acontecidas dos años atrás. Los resultados preliminares, correspondientes a 19 de las 150 circunscripciones, en su mayoría núcleos urbanos, otorgaron una abultada ventaja provisional a Sata, que empezó adjudicándose el 60% de los votos. Pero en el curso del escrutinio esta delantera no dejó de achicarse y una vez completado el conteo, el 2 de noviembre, el opositor se encontró con que Banda le superaba en 35.000 votos, en términos porcentuales, el 40,1% de este contra el 38,1% de él.

Sata clamó fraude, sus seguidores desataron disturbios Lusaka y Copperbelt, y el oficialismo se apresuró a hacer las cosas irreversibles con la jura presidencial de Banda el mismo día 2. A pesar de las denuncias del damnificado, los monitores de la Unión Africana, la Comunidad de Desarrollo de África Meridional (SADC) y una ONG local coincidieron en validar los resultados facilitados por la Comisión Electoral, que rechazó la demanda de Sata de proceder a un recuento total en 78 circunscripciones.


3. Triunfo en las elecciones de 2011

Tan pronto como comprobó que sus denuncias eran estériles, Sata pasó página al conflicto poselectoral y se puso a preparar su próximo envite en las urnas en 2011, el cuarto en una década. En junio de 2009 el frentista firmó con el líder del UPND, Hakainde Hichilema, un pacto de entendimiento con vistas a formar una alianza electoral contra el MMD. Sin embargo, las divergencias estratégicas y la mutua desconfianza no tardaron en aflorar, tal que en marzo de 2011 los signatarios declararon el pacto roto.

Entre medio, en marzo de 2010, Sata afirmó en una entrevista que la asistencia logística recibida de Mwanawasa cuando su infarto en 2008 no había sido desinteresada, sino un "truco de relaciones públicas"; en realidad, aseguró el entrevistado, el entonces presidente había ordenado que se le evacuara a Sudáfrica en la creencia de que ya estaba muerto. En unas declaraciones previas, Sata insinuó que a Mwanawasa le habría gustado meterle en la cárcel con alguna acusación fabricada y que el infarto le hubiera fulminado en su celda de prisionero. Estas declaraciones concitaron contra Sata duras críticas desde medios del Gobierno.

El tema de la creciente penetración empresarial china en Zambia volvió a impregnar los mensajes de la campaña para las elecciones generales del 20 de septiembre de 2011. Sata, hilando un discurso voluble, tomó parte del repertorio virulento de 2006 y lo combinó con la mesura de 2008. Los observadores señalaron que el aspirante presidencial, hablando las veces como un tribuno sindicalista, intentaba alcanzar un equilibrio entre las concesiones nacionalistas de izquierdas a su potente base electoral en Lusaka y Copperbelt, con muchísimos mineros y proletarios urbanos que confiaban en sus promesas sociales, y las seguridades de un clima favorable a los negocios dirigidas a los inversores extranjeros, que podrían seguir operando en el país, aunque de ellos se esperaban mejoras sustanciales en las condiciones laborales de sus empleados.

El opositor prometía más trabajo, empleos más dignos, una guerra sin cuartel contra la corrupción, fenómeno al que decía ser "alérgico", y un salto en el desarrollo humano del país, que pese al robusto crecimiento sostenido de su economía –desde 2000 las tasas anuales se han situado entre el 4% y el 7,6%, pico este alcanzado en 2010- seguía teniendo al 62% de su población bajo el umbral de la pobreza.

La participación alcanzó el 54% y el 23 de septiembre el magistrado supremo, Ernest Sakala, anunció que Sata era el ganador. Con el 41,98% de los sufragios, el frentista derrotó a nueve contrincantes, de los cuales sólo dos, Banda, con el 35,4%, y Hichilema, con el 18,2%, reunieron un número significativo de votos. En las legislativas, el FP se apuntó también la victoria con 60 diputados, mayoría simple. Siguiendo con la costumbre local, Sata prestó juramento de la Presidencia en la sede del Tribunal Supremo a las pocas horas de ser proclamado mandatario electo. A la ceremonia no dejaron de asistir el titular saliente, Banda, quien aceptó sin rechistar el veredicto de las urnas, y el anciano padre de la independencia, Kaunda, en plena forma a sus 88 años, trece más que Sata. Los discursos a favor de la unidad nacional y en contra del sectarismo y la violencia abundaron en el simbolismo de una jornada de exaltación democrática.

Michael Sata está casado con Christine Kaseba, doctora de profesión, y es un ferviente católico, una de las múltiples confesiones en este país oficialmente cristiano.

(Cobertura informativa hasta 1/10/2011)