Matteo Salvini
Viceprimer ministro (2018-2019, 2022-); ministro del Interior (2018-2019)
En 2014 el italiano Matteo Salvini, secretario federal de la opositora Liga Norte, era un político desinhibido y al alza pero todavía de segundo nivel que se apuntaba a la campaña de "liberación" de la UE lanzada por los adalides de la extrema derecha europea, la francesa Marine Le Pen y el holandés Geert Wilders. Cuatro años después, oficialmente desde el cambio de guardia en el Palacio Chigi el 1 de junio de 2018, las posiciones en el pelotón del nacional-populismo europeo han cambiado: ahora, Salvini es un pletórico vicepresidente del Consejo y ministro del Interior que manda en Italia como si fuera el primer ministro, y acaudilla la conformación en el corazón de la UE de un nuevo eje antiinmigración que involucra, con matices, a Austria y Alemania, mitiga el aislamiento del primer ministro húngaro Viktor Orbán y devuelve la ilusión a Le Pen y Wilders, derrotados en las elecciones de sus países en 2017. Más aún, Salvini, con su programa de reformas revisionistas para Italia y, sobre todo, su retórica radical y transgresora, se ha convertido en el más vehemente tribuno de la UE, uno que agita el ambiente, dicta el debate y marca la pauta, obligando al resto a definirse.
"¡Primero los italianos!"; "¡stop a la invasión!"; "¡basta del euro!"; "¿esclavos de Europa? ¡no, gracias!" Los eslóganes, rudimentarios y contundentes, escogidos por Salvini para postularse a primer ministro de Italia en las elecciones generales de 2018 ilustran perfectamente el drástico cambio de narrativa identitaria experimentado por la Liga Norte desde que este propagandista lombardo tomara sus riendas en 2013. Salvini pasó entonces página al hundimiento electoral y al descrédito ético heredados de Umberto Bossi, el líder fundador caído en desgracia por un escándalo de corrupción. De fuerza exclusivamente regionalista, solo interesada en conseguir la "soberanía" fiscal de la Padania, el rico territorio norteño vertebrado por el eje Turín-Milán-Venecia-Trieste, bien por la vía negociada federal, bien mediante la secesión y la independencia, y que no ocultaba su desprecio cultural por los compatriotas del Sur, la Liga pasó a ser un partido abanderado del nacionalismo italiano y amparador de todos los italianos sin distingos geográficos, hasta el punto de ocupar el nicho que en su día titularizaron el neofascista Movimiento Social Italiano y su sucesora más moderada, la Alianza Nacional. La capital enemiga dejó de ser Roma y la diana de las invectivas pasó a ser Bruselas.
El proceso no se detuvo ahí y hoy la Liga, cada vez menos Norte y más de Salvini, está en trance de fagocitar a la Forza Italia de Silvio Berlusconi, que en 1994 se apropió del caladero electoral huérfano de la Democracia Cristiana. Los comicios del 4 de marzo de 2018 supusieron un histórico sorpasso en el centro-derecha italiano por el que Salvini se emancipó de un caduco, física y políticamente, Berlusconi y obtuvo manos libres para forjar de manera atropellada un insólito Gabinete de coalición mayoritario con el antisistema Movimiento Cinco Estrellas (M5S) de Luigi Di Maio, coviceprimer ministro un tanto a remolque de lo que diga y haga su impetuoso aliado, algunas de cuyas ideas más chirriantes no comparte.
La presidencia del llamado "primer Gobierno plenamente populista de Europa" fue confiada al jurista Giuseppe Conte, un sosegado tecnócrata sin ambiciones personales y susceptible de ejecutar dócilmente las directrices de los dos cabezas de facción. Ahora bien, desde el primer día quedó claro que la batuta la llevaba Salvini, lo cual no deja de resultar notable si se recuerda que la Liga fue solamente, tras un M5S en el cenit y el Partido Democrático (centro-izquierda) al mando del Gobierno saliente, la tercera formación más votada, aunque la primera del bloque con más escaños, en las generales. Entonces, los de Salvini sacaron el 17% de los votos, pero sondeos posteriores de finales del verano les aventuran el doble de sufragios, el 34%.
El derechismo de esta Liga "nacionalizada" ofrece unas vertientes social, antiglobalización y eurófoba que contrastan con el liberalismo vagamente izquierdista de sus orígenes. Con todo, la mudanza no es tan sustancial como pudiera parecer, ya que varios de los nuevos mensajes proselitistas de Salvini, como la agresiva hostilidad a la inmigración clandestina, las expresiones de xenofobia y los ataques a la moneda única, ya se escuchaban, solo que de manera no sistemática, en las arengas de los dos primeros líderes del partido, Bossi, actualmente su presidente honorífico pero totalmente marginado, y Roberto Maroni, hasta hace poco presidente regional de Lombardía. Y desde luego, no cambia el tono general populista y provocador de los liguistas, cómodos en el lenguaje crudo.
Tras poner en órbita a su partido con un programa híbrido que aúna la "política de rechazo", mejor cuanto más lejos de las fronteras, a la "inmigración masiva e incontrolada", la expulsión de los "ilegales", la vuelta a la UE "pre-Maastricth" por puro "interés nacional", el gasto social en las familias trabajadoras sin restricciones de austeridad y un modelo territorial para Italia de "federalismo de geometría variable", Salvini ha destinado los primeros meses en el Ejecutivo a materializar la primera de esa lista de promesas, que se presta a los golpes de efecto con enorme repercusión mediática: denegar a los buques de las ONG el desembarco en Sicilia y las islas cercanas de cientos de migrantes y refugiados partidos de Libia y rescatados en alta mar.
Aguardan a concretarse otros puntos estrella del plan de la Liga consensuados con el M5S en el Contrato por el Gobierno del Cambio suscrito el 18 de mayo, como el flat tax, las jubilaciones anticipadas y las medidas de apoyo a la natalidad. Otras cuestiones sobre las que leghisti y grillini estaban más o menos conformes, como desligarse del techo europeo de déficit del 3%, ya empiezan a diluirse. En el verano de 2018 Matteo Salvini, un estadista pro Putin y pro Trump, llevó crispación a las reuniones de la UE en materia migratoria y sostuvo una seria enganchada con el presidente francés Macron. Pero ha conseguido que Alemania endurezca su postura sobre el asilo y que en el Consejo Europeo cale la noción de la externalización del control de los flujos migratorios procedentes de África. Las encuestas del momento reflejan que cada vez son más los italianos que aplauden a Salvini, llamado Il Capitano por sus incondicionales, y su lepenización de la Liga .
(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 18/9/2018. El ejercicio de Matteo Salvini como vicepresidente del Consejo de Ministros y ministro del Interior de Italia en el Gobierno de Giuseppe Conte concluyó el 5/9/2019 al constituirse el nuevo Gobierno Conte de coalición entre el M5S y el PD; con el propósito de forzar elecciones anticipadas, Salvini había anunciado el 8/8/2019 la ruptura de la coalición entre la Liga y el M5S, y el inicio de una moción de censura contra el Gobierno del que era parte, provocando la dimisión de Conte el 20/8. El 22/10/2022 Salvini volvió a ser vicepresidente del Consejo de Ministros, así como ministro de Infraestructura y Movilidad Sostenible, en el nuevo Gobierno del centro-derecha presidido por Giorgia Meloni). |
1. Un joven apologista del soberanismo padano
2. Progresión política en la Liga Norte a la sombra de Umberto Bossi
3. Llegada a la Secretaría Federal del partido, giro programático y alianza con la extrema derecha euroescéptica europea
4. El encumbramiento de Salvini en 2018: programa de "prioridad nacional" para Italia, éxito electoral y subida al Gobierno en coalición con el M5S
1. Un joven apologista del soberanismo padano
Matteo Salvini nació en 1973 en Milán, en un hogar de clase media acomodada sostenido por los ingresos profesionales del padre, gerente empresarial con un buen puesto en el sector privado. El muchacho cursó la educación secundaria en el Liceo Clásico Alessandro Manzoni, una escuela pública de la capital lombarda, y ya en la adolescencia se identificó plenamente con los planteamientos del movimiento autonomista de las ricas regiones del norte de Italia en su vertiente más a la izquierda, de carácter filocomunista. Frecuentó los locales del centro social Leoncavallo, gestionado por jóvenes okupas y activistas contraculturales de Lombardía, y en 1990 se apuntó a la Liga Norte, la principal plataforma sociopolítica, constituida en partido en enero de 1991 bajo el liderazgo carismático de Umberto Bossi, que reclamaba derechos fiscales y el autogobierno económico para las regiones septentrionales del país.
La Liga Norte federaba a la Liga Lombarda de Bossi y otras organizaciones autonomistas de Piamonte, Véneto, Liguria y Emilia-Romaña. Estas regiones, junto con las aledañas Friuli-Venecia Julia, Trentino-Alto Adigio y el Valle de Aosta (es decir la Norditalia al completo, a la que eventualmente podrían sumarse las centrales Toscana, Umbría y Marcas), constituían la Padania, una entidad geográfico-cultural puramente ficticia en términos político-administrativos, pero en adelante el gran icono reivindicativo de Bossi y sus huestes. Según los leghisti, la próspera e industriosa Padania, contribuyente neta de recursos del Estado, resultaba muy perjudicada por el marco hacendario del Gobierno central de Roma y se veía lastrada por las menos desarrolladas regiones del Mezzogiorno. Una autonomía profunda, un encaje de tipo federal e incluso la plena soberanía por la vía secesionista fueron las soluciones a las que Bossi, tribuno de verbo bronco y populista proclive a las frases incendiarias, puso oscilante altavoz durante años, a veces mientras formaba parte del Gobierno nacional como aliado júnior poco fiable de Silvio Berlusconi.
En su paisano lombardo 22 años menor, Bossi halló a uno de los cachorros más comprometidos y radicales del Movimiento de Jóvenes Padanos (MGP), la rama juvenil de la Liga Norte, permeable al izquierdismo radical. Tras completar el bachillerato en 1992, Salvini se matriculó como estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad de Milán, pero su dedicación lectiva no tardó en ser engullida por la militancia política. Mientras tanto, sacaba algunos ingresos laborales repartiendo pizzas a domicilio y trabajando en los fogones de la hamburguesería que la cadena de comida rápida Burghy tenía en la Galería Víctor Manuel II. En junio de 1993, recién entrado en la veintena, resultó elegido concejal del Ayuntamiento de Milán en la lista encabezada por Marco Formentini, un antiguo socialista que se convirtió en el primer alcalde de la Liga en una gran ciudad. En Milán, Salvini, que en esta época lucía un físico esbelto y una frondosa cabellera morena, desarrolló sus funciones municipales mientras lideraba, como coordinador y secretario, la sección local del MGP.
En septiembre de 1996, cuando Italia estaba gobernada por la coalición centroizquierdista El Olivo de Romano Prodi y la Liga y el partido Forza Italia de Berlusconi se hallaban en la oposición parlamentaria (el primer Gobierno Berlusconi de coalición solo había durado unos meses antes de caer en diciembre de 1994 a causa del portazo de Bossi, furioso porque Il Cavaliere diera largas a su exigencia de una Italia federal), Salvini fue uno de los principales agitadores de los actos de masas que rodearon la teatral proclamación, por Bossi en Venecia, de la "República Federal de Padania", puesta en escena de un proyecto soberanista que estuvo trufada de gestos de agravio para las instituciones de la República Italiana y de insultos e invectivas a las autoridades centrales de Roma así como a los italianos del sur, napolitanos y sicilianos en particular, demagógicamente tachados de vagos y mantenidos.
La Liga acababa de sufrir una sangría de escaños, pese a la ganancia de votos (del 8,4% sacado en 1994 por el sistema proporcional había ascendido al 10,1%), en las elecciones generales de abril debido a que se había presentado a las urnas por su cuenta, fuera del Polo por las Libertades capitaneado por Forza Italia. Fue una decisión arriesgada de Bossi, tras la que flotaban el resentimiento por la mala experiencia gubernamental de 1994 y, sobre todo, la animadversión que mutuamente se profesaban el caudillo liguista y el por entonces principal aliado de Berlusconi, Gianfranco Fini, líder de la posfascista Alianza Nacional, cuyo nacionalismo italiano de signo derechista y centralizador chocaba frontalmente con el soberanismo regional de la Liga y su pretensión, como mínimo, de que los norteños pudieran recaudar sus impuestos y disponer de sus ingresos a su entero albedrío. En esta época el desafío padano al Estado estaba en su cenit y Salvini, quien alardeaba de simpatías guevaristas, profería con entusiasmo el eslogan favorito de los liguistas: "¡Roma ladrona, la Lega non perdona!"
En 1997 Salvini, cuyos estudios de Historia, carrera por la que se había decantado tras el pronto abandono de las clases de Ciencias Políticas, languidecían en la Universidad, empezó a ejercer de redactor en La Padania, el órgano de prensa escrita de la Liga. Igualmente, se vinculó a la Radio Padania Libera, que inició sus emisiones también en 1997 y de la que iba a ser director durante 14 años. El interés de Salvini en el periodismo lo marcaba el deseo de difundir las ideas y el programa de su partido, pero en su caso concurrían además unos precedentes televisivos; así, en 1985 y de nuevo, ya de adulto, en 1993 fue concursante en sendos programas de preguntas y respuestas, el Doppio slalom del Canale 5 e Il pranzo è servito de la Rete 4 (curiosamente, otra futura primera figura de la política italiana, Matteo Renzi, tocayo de su quinta y con similar desenvoltura mediática pero ideológicamente contrapuesto, concursó en La ruota della fortuna en 1994).
En las elecciones de octubre de 1997 al autoproclamado Parlamento de Padania Salvini concurrió como el cabeza de los Comunistas Padanos, lista que venía a representar la extrema izquierda entre la decena de opciones políticas adheridas al proyecto de la Liga Norte y ofrecidas a los votantes. En esta asamblea de carácter consultivo, desprovista de cualquier capacidad legislativa, facultad que de todas maneras Roma nunca habría reconocido, la facción de Salvini solo se hizo con cinco de los 210 escaños habilitados y se quedó como un grupo minoritario, a la sombra de las tendencias orientadas a un centro-derecha o un centro-izquierda más o menos liberales.
2. Progresión política en la Liga Norte a la sombra de Umberto Bossi
Salvini, a sus 24 años, ya disponía de un doble mandato electoral democrático, de carácter oficial en el Ayuntamiento de Milán y meramente oficioso en el Parlamento padano de Mantua. Sin embargo, su mayor habilidad era la de propagandista. Bossi apreciaba las cualidades de este entusiasta de la causa y dispuso para él unos ascensos de marcado carácter político. En 1998 Salvini fue elegido coordinador federal del MGP y de paso secretario de la Liga en Milán, y al año siguiente tomó a su cargo la dirección de la Radio Padania Libera.
En 1999, ostentando la alcaldía el berlusconiano Gabriele Albertini, el concejal de la Liga osó hacerle un feo y en persona al mismísimo presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi. Según su propio testimonio, en la recepción de autoridades en el Palazzo Marino, sede del Ayuntamiento de Milán, Salvini se negó a estrecharle la mano al anciano jefe del Estado mientras le dirigía estas palabras: "No, gracias doctor, usted no me representa". Más gravedad revistió su participación, aquel mismo año, en un lanzamiento de huevos contra el primer ministro ex comunista Massimo D'Alema; la acción tuvo consecuencias judiciales y Salvini fue condenado a 30 días de prisión condicional por el cargo de ultraje a oficial público.
El retorno en junio de 2001 al Gobierno nacional de Berlusconi y su Casa de las Libertades con la reincorporación de la Liga (Bossi se estrenó entonces como ministro de Reformas Institucionales y Devolución) no se tradujo en nuevas promociones políticas para Salvini, que en 2003 obtuvo su inscripción en el registro de periodistas profesionales. Seguía siendo un hombre joven, con 30 años recién cumplidos. El siguiente peldaño lo subió en las elecciones de junio de 2004 al Parlamento Europeo, que le proporcionaron uno de los cuatro escaños sacados entonces por la Liga, siendo Bossi el capolista. Salvini y sus colegas empezaron figurando en Independencia y Democracia, grupo parlamentario de corte euroescéptico liderado por el británico Nigel Farage, hasta que en abril de 2006 la Liga fue expulsada del mismo y sus representantes pasaron a sentarse en la bancada de los No Inscritos.
La experiencia en los hemiciclos de Estrasburgo y Bruselas, donde tomó como asistente parlamentario al hermano menor de Bossi, Franco, no debió de apasionar a Salvini, que en noviembre de 2006 cedió su escaño europeo al dirigente liguista de Véneto Gian Paolo Gobbo y regresó a su concejalía milanesa para servir en el equipo de la nueva alcaldesa de Forza Italia, Letizia Moratti. Desde este momento, Salvini quedó definido como el jefe indiscutible de la Liga Norte en Milán, amén de vicesecretario federal de la Liga Lombarda, compartiendo posición con Marco Reguzzoni. Para entonces, la escuadra Berlusconi-Fini-Bossi ya llevaba un semestre en la oposición al segundo Gobierno Prodi, cuya vasta coalición del centro-izquierda había ganado las generales de abril. Eran años de dificultades para la Liga, que veía desvanecerse el sueño, siempre rodeado de inconsistencias, de una Padania independiente y perder cientos de miles de votos a nivel nacional. Entre tanto, Bossi, no del todo recuperado del grave accidente cerebrovascular sufrido en 2004, radicalizaba su retórica soberanista, insinuaba la posibilidad de "tomar los fusiles", bramaba en favor del "federalismo fiscal" y exigía la expulsión sin contemplaciones de los inmigrantes ilegales afincados en la Italia del Norte.
Salvini debutó en la Cámara de Diputados, representando la circunscripción de Lombardía 1, a raíz de las elecciones generales anticipadas de abril de 2008. Aquellos comicios, en los que el bloque del centro-derecha se cobró los dividendos del estrepitoso fracaso del Gobierno del centro-izquierda, catapultaron al Palazzo Chigi por tercera vez a Berlusconi, quien confiaba en aplacar al siempre quisquilloso Bossi con la cartera de Reformas para el Federalismo, y dieron una moderada alegría electoral a la Liga, que repuntó hasta el 8,3% de los votos.
Salvini volvió a lucir carácter inquieto y mudable al presentarse a las elecciones europeas de junio de 2009; una vez hecho con el escaño en Estrasburgo con un gran caudal de votos, renunció a su mandato legislativo en Roma. De vuelta en la Eurocámara a la que había dado portazo dos años atrás, se integró en el Comité de Mercado Interior y Protección del Consumidor. En esta legislatura, él, Bossi y los otros siete compañeros de la Liga que habían resultado elegidos se acomodaron en el nuevo grupo euroescéptico Europa de la Libertad y la Democracia (ELD), del que era principal miembro el UKIP, el partido nacional-populista de derechas de Nigel Farage.
Luego, en marzo de 2010, tocaron elecciones en 13 de las 20 regiones en Italia y la Liga, yendo de la mano del Pueblo de la Libertad (PdL, partido montado por Berlusconi en 2009 a partir de la fusión de Forza Italia y los aliancistas del rápidamente decepcionado Fini), conquistó el 12,2% de los votos en todo el país, dos puntos más que en las europeas del año anterior. Las ganancias fueron entre notables y espectaculares en Véneto (los liguistas treparon aquí de la tercera a la primera posición con el 35% de los votos), Lombardía, Piamonte, Liguria, Emilia-Romaña e incluso más allá del núcleo padano propiamente dicho, al conseguir representación en los consejos de Toscana, Marcas y Umbría. Luca Zaia, de la Liga Véneta, fue investido presidente regional en Venecia y Roberto Cota, de la Liga Piamontesa, presidente en Turín.
Salvini asistió impasible a la mala racha que se abatió sobre su partido a partir de 2011. Primero, en noviembre de aquel año, se produjo la caída, en agónicas circunstancias, del cuarto Gobierno Berlusconi, crisis con trasfondo económico que puso fin a la experiencia, de hecho contradictoria con el ardiente discurso antisistema que la Liga solía esgrimir en sus mítines multitudinarios en sus bastiones padanos, de contribuir directamente a la gobernabilidad de Italia como auxiliares de Il Cavaliere.
Mucho más traumático fue lo que sucedió meses después. A principios de abril de 2012, en un momento en que la Liga fungía como la principal fuerza de la oposición toda vez que los demás partidos importantes, el PdL incluido, respaldaban desde el Parlamento al Gobierno tecnocrático de Mario Monti, los leghisti recibieron estupefactos la revelación de que el caudillo fundador del movimiento, Bossi, se había dedicado durante años a desviar fondos del partido -fondos que a su vez tenían en parte un origen oscuro- a su bolsillo y el de sus parientes cercanos. Eran sumas de dinero muy cuantiosas, del orden de varios cientos de miles de euros, que la familia Bossi había destinado a gastos privados tan diversos como el alquiler de casas y coches de alta gama, la licenciatura en la universidad de uno de los hijos, la renovación de mobiliario doméstico, la contratación de abogados y hasta el pago de multas de tráfico. Incapaz de dar explicaciones de lo que se le acusaba y con el asunto en manos de la justicia, que le investigaba por supuesta apropiación indebida y estafa agravada en perjuicio del Estado, Bossi, el 5 de abril, no tuvo más remedio que presentar la dimisión "irrevocable" como secretario federal de la Liga.
Intentando sobreponerse al tremendo escándalo, la dirigencia de la Liga respondió a toda velocidad con una doble decisión: primero, salvar en lo posible la honorabilidad del jefe histórico caído en desgracia, el mismo que durante dos décadas se había desgañitado con la denuncia de "Roma ladrona", confiriéndole la posición, más bien simbólica, sin atribuciones ejecutivas, de presidente del partido, donde desplazaba a Angelo Alessandri; y segundo, definir un triunvirato provisional formado por Roberto Maroni, Roberto Calderoli y Manuela Dal Lago. La renovación orgánica supuso también la elección de Salvini, el 2 de junio, como nuevo secretario de la Liga Lombarda, en una votación interna que le enfrentó a otro aspirante, Cesarino Monti. En cuanto al puesto cimero dejado vacante por Bossi, la Secretaría Federal, un Congreso extraordinario celebrado en Milán los días 30 de junio y 1 de julio resolvió concedérselo a Maroni, la segunda personalidad más conocida de la Liga. Maroni había sido tres veces ministro, del Interior y de Trabajo, en los gobiernos de Berlusconi, amén de vicepresidente del Consejo en el primer Gabinete de 1994-1995.
3. Llegada a la Secretaría Federal del partido, giro programático y alianza con la extrema derecha euroescéptica europea
En octubre de 2012 el flamante secretario de la Liga Lombarda dijo adiós a 19 años de función municipal en el Ayuntamiento de Milán para preparar, sin descargo del mandato en el Parlamento Europeo, su segunda candidatura a la Cámara de Diputados en las elecciones generales del año siguiente. El escaño al que aspiraba, el de Lombardía 1, podía considerarse seguro para la Liga, pero el escándalo Bossi estaba haciendo estragos en la intención de voto en el conjunto del país y además Maroni no conseguía proyectar un liderazgo federal consistente. El previsible varapalo de los electores italianos se hizo realidad en la jornada del 25 de febrero de 2013, que deparó a la Liga los peores resultados de su historia en la Cámara; allí sacó solamente el 4,1% de los votos y 18 diputados, es decir, una pérdida de 42 escaños. Salvini ganó su escaño de Lombardía, donde los numerosos votantes de la Liga mantuvieron intacta su fidelidad, pero, en un movimiento ya característico, el 15 de marzo, nada más arrancar la legislatura, renunció a su acta de diputado para preservar la condición de europarlamentario. El escaño de Lombardía 1 pasó a estar ocupado por Marco Rondini.
La hora del estrellato sonó para Salvini el 2 de septiembre de 2013, día en que Maroni anunció que dejaba de ser el secretario federal para concentrarse en su función de presidente regional de Lombardía, adquirida en las elecciones de febrero. Antes de terminar el mes, el eurodiputado puso sobre la mesa su postulación a la sucesión. Salvini se topó con otros cuatro pretendientes del cargo: Giacomo Stucchi, Manes Bernardini, Roberto Stefanazzi y, sorprendentemente, el propio Bossi, quien al parecer creía que los liguistas estaban dispuestos a perdonarle su saqueo de las arcas del partido y recolocarle en el liderazgo como si nada hubiera pasado. El nuevo secretario federal saldría de una elección primaria votada por los militantes, mecanismo de democracia interna inédito en el partido.
Las reglas de la competición incluían presentar un millar de firmas para avalar las candidaturas, y solo Salvini y Bossi satisficieron ese requisito. Sin embargo, el primero presentó el cuádruple de firmas que el segundo. La convicción reinante era que el septuagenario Bossi, desacreditado y mermado de salud, era únicamente el pasado y que el dinámico Salvini, de 40 años, representaba el futuro, savia nueva para regenerar un partido golpeado por la ruina económica y moral, e imprimirle un nuevo rumbo. La mayoría de los militantes, Maroni incluido, lo veía así y el 7 de diciembre de 2013 la primaria se zanjó en favor de Salvini con un caudal de apoyos aplastante, el 81,7%. La participación fue del 60%. Ocho días después, un Congreso extraordinario celebrado en Turín ratificó los resultados electorales y proclamó oficialmente a Salvini tercer secretario federal de la Liga.
El nuevo líder de la Liga Norte no perdió un minuto en lanzarse a ejecutar el ambicioso viraje que tenía pensado imprimir al partido, hasta ahora una formación enfrascada en las demandas regionalistas y bastante aislada en el ámbito de la UE, por la que había mostrado poco interés. Se iban a actualizar el discurso y el programa, y se iban a tender alianzas estratégicas a nivel europeo. La Liga mudaba de enemigos: en lugar de Italia, la Unión Europea; en lugar de Roma, Bruselas. La jugada era de calado, polémica, y no estaba exenta de riesgos ante la posibilidad de que no fuera entendida por los militantes de toda la vida.
A los pocos días de ser elegido, Salvini adelantó en un artículo para La Padania algunas de las líneas maestras de su plan de relanzamiento de la Liga, el cual pasaba por hacer bandera de la "Europa de las naciones" y combatir a una UE basada en la integración supranacional con transferencia de soberanía estatal a las instituciones de Bruselas. Es más, Italia debía plantearse la "salida negociada" de la Eurozona y como mínimo rebelarse contra las reglas fiscales del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC). También, endurecer drásticamente los controles fronterizos para bloquear la inmigración ilegal, lo que eventualmente pasaba por suspender el Acuerdo de Schengen sobre la libre circulación de personas. Esta movilización debía hacerla la Liga codo con codo con formaciones extranjeras de planteamientos similares como el Frente Nacional (FN) francés, el Partido por la Libertad (PVV) holandés y el Partido de la Libertad Austríaco (FPÖ). Es decir, la extrema derecha euroescéptica de la vecindad europea occidental.
La definición de estas prioridades de alcance europeo era algo ciertamente novedoso en la narrativa de la Liga, si bien el euroescepticismo había sido un clásico del repertorio de la era Bossi. Que Salvini dijera ahora que el euro fuera una "moneda de pega" y hasta un "crimen contra la humanidad" entroncaba directamente con las anteriores campañas de Bossi, bien que poco trabajadas e inanes, en contra de la moneda única y por el regreso de la lira.
Las nuevas consignas, de fuerte sabor electoralista, tampoco significaban, al menos por el momento, renunciar sin más a las señas de identidad y las esencias fundacionales de la Liga, que decía, por boca de Salvini, seguir plenamente comprometida con la "soberanía padana" y en guardia por si hiciera falta "reemprender la batalla por la independencia", máxime si no cesaba el "linchamiento" de políticos y periodistas contra el movimiento. No se descartaba incluso promover la celebración de un referéndum independentista en Lombardía. Sin embargo, estas manifestaciones de Salvini debían verse más que nada como inercia verbal de cara a la parroquia liguista. En realidad, a partir de este momento, los escenarios de secesión o separación del Estado italiano empezaron a desvanecerse en las arengas de la Liga, en favor de las soluciones federalistas pactadas. Que la finalidad de la "independencia de la Padania" siguiera recogiéndose en el artículo 1 del Estatuto de la Liga podía interpretarse ya como una reliquia sentimental.
Mientras la presidencia del Consejo de Ministros pasaba tumultuosamente de Enrico Letta a Matteo Renzi, el nuevo secretario del centroizquierdista Partido Democrático (PD) imbuido de un espíritu de reformas radicales, Salvini clavó la mirada en las elecciones europeas del 25 de mayo de 2014, primer y crucial examen de su proyecto renovador. Por primera vez, la Liga se presentaría en solitario en las 20 regiones del país y, por supuesto, su capolista sería su mismo secretario federal.
Tanto o más importante, Salvini, partiendo de unos contactos que, según él, se remontaba a dos años atrás, se unió con entusiasmo a la plataforma euroescéptica creada por Marine Le Pen, la líder del FN, y Geert Wilders, el líder del PVV, erigidos en adalides de la "liberación de Europa de las élites tecnocráticas que roban el poder de decisión nacional", la "devolución de la soberanía al pueblo", la "recuperación del control de nuestras fronteras" y el "freno a las oleadas imparables de inmigrantes". Salvini compartía plenamente este deseo de proteger a sus paisanos, en su caso los italianos, de los desmanes de la "globalización neoliberal" y el "superestado de la UE", comparado por él con el "gulag" soviético.
En las elecciones europeas de 2014 Le Pen, Wilders y Salvini cosecharon unos resultados dispares. El FN, prácticamente, arrasó con el 24,9% de los votos y se convirtió en el primer partido de Francia, cuando hasta entonces no había pasado del tercer lugar. El PVV quedó tercero en Holanda con el 13,3%. Y la LN tropezó con un muy decepcionante 6,1% de los votos, cuota que le dio derecho a cinco escaños, cuatro menos que en la legislatura anterior, y le dejó en un discretísimo cuarto lugar por detrás del PD del primer ministro Renzi, el Movimiento Cinco Estrellas (M5S) de Beppe Grillo y la reconstituida Forza Italia de Berlusconi. Si bien era cierto que la Liga subía apreciablemente con respecto a las desastrosas elecciones generales de 2013, el fuerte retroceso en comparación con las europeas de 2009 dejaba un mal sabor de boca.
Tras este revés, subrayado por la debacle en toda regla sufrido, el mismo 25 de mayo, en las regionales de Piamonte a manos del PD y sus aliados, quienes desalojaron al centro-derecha del Gobierno de Turín, el jefe de la LN emprendió conversaciones con sus colegas del FN, el PVV, el FPÖ y otras formaciones afines de la derecha populista radical para articular en Bruselas el que sería el grupo parlamentario de la Alianza Europea por la Libertad (AEL). El club auspiciado por Le Pen, Wilders, Salvini y el austríaco Heinz-Christian Strache, sin embargo, no pudo constituirse con los criterios de partida por la negativa a unírseles de varios partidos del norte de Europa. Su alternativa fue, a partir del 16 de junio de 2015, la Europa de las Naciones y las Libertades (ENL), grupo de 40 diputados capitaneados por el FN, seguida en orden decreciente por la LN, el PVV, el SPÖ y representaciones menores de Bélgica, Polonia y el Reino Unido (una diputada expulsada del UKIP). Aparte, Salvini, Le Pen y Strache, pero no Wilders, pusieron marcha el partido paneuropeo Movimiento por una Europa de las Naciones y las Libertades (MENL)
El "giro lepenista" dado por Salvini suscitó las críticas de Bossi, quien aseguraba que Liga, con unas raíces más bien en la izquierda (de las que el mismo Salvini podía dar buena fe), nunca había tenido nada que ver con la ultraderecha europea. El minoritario sector europeísta y pro-euro del partido también se llevó las manos a la cabeza por el agresivo euroescepticismo exhibido en la campaña electoral. Tal fue el caso de Flavio Tosi, vicesecretario de la LN, secretario nacional de la Liga Véneta y alcalde de Verona, quien terminaría siendo expulsado del partido en marzo de 2015. Pero Salvini estaba convencido de que la estrategia emprendida era la acertada y sus tesis fueron masivamente respaldadas por los liguistas en el Congreso Federal del 20 de julio de 2014 en Padua.
Tras esta validación personal, Salvini se lanzó en tromba a la empresa de transformar la Liga en un partido auténticamente nacional, capaz de recibir votos del norte, el centro y el sur del país. Lo que no cambiaba era el vínculo electoral, meramente táctico, con el berlusconismo, que de momento seguía siendo la principal fuerza del centro-derecha italiano, a pesar de la escisión moderada del Nuevo Centroderecha (NCD) de Angelino Alfano y de que su ya anciano jefe estaba inhabilitado de por vida para ejercer cargos públicos por la sentencia judicial del Caso Ruby; esta y otras condenas penales certificaban el ocaso definitivo de Berlusconi, cuyo hueco político, inmenso, Salvini estaba listo para ocupar.
Con Bossi, la Liga había atacado principalmente, traspasando la línea roja del supremacismo racial, a los italianos meridionales, los despectivamente llamados terrone, y desde luego el Salvini de aquellos años se había referido a estos ciudadanos con epítetos injuriosos como el que más. Y también, de una manera menos sistemática aunque tanto o más agresiva, a los inmigrantes extranjeros clandestinos, cuyas embarcaciones Bossi, en un pico de virulencia verbal, fantaseó con ver hundidas a cañonazos por la Armada en el Mediterráneo. Como ministro del Interior, Maroni había aplicado las duras políticas antiinmigración del último Gobierno Berlusconi. Ahora, Salvini, puso solamente en la diana a los migrantes y refugiados, en particular los miles de africanos y asiáticos arribados en pateras a la isla de Lampedusa, portadores según él de "la sarna, la tuberculosis y ébola", y, por contra, se dedicó a halagar con palabras de patriotismo tricolor a la Italia del Lacio (Roma) y el Mezzogiorno. En el norte padano los vientos volvían a serle favorables, tal como las elecciones del 23 de noviembre en Emilia-Romaña, feudo histórico del comunismo italiano (ascenso al segundo lugar con el 19,4% de los votos, muy por delante de Forza Italia), parecían indicar.
La operación de seducción de los italianos que vivían al sur del valle del Po incluyó fórmulas de personificación del movimiento como la fundación, el 19 de diciembre de 2014, al hilo de las recientes manifestaciones contra la UE y antiinmigración convocadas por la Liga, de Noi con Salvini (Nosotros con Salvini), un partido auxiliar para representar al partido en Lacio, Cerdeña y las regiones del mediodía. El líder liguista quería cautivar por doquier con su audacia y desparpajo. También en diciembre, Salvini admitió públicamente que se había equivocado al juzgar a sus compatriotas meridionales ("probablemente conocía poco el sur, he cometido y hemos cometido errores. Ahora estoy plenamente convencido de que Italia, o se salva toda ella, de norte a sur, o se hunde para todos", afirmó), y posó semidesnudo, recostado en una cama, con una corbata verde (el color de la Liga) al cuello y poniendo pose pícara y sonriente, para la revista del corazón Ogi; a continuación, subió a Internet para su puja y venta, con unos precios de salida de entre 91 y 152 euros la unidad, algunas fotos inéditas del reportaje gráfico, destinando lo recaudado a una ONG provida y a una asociación de ayuda a enfermos de cáncer.
2015, 2016 y 2017 fueron años de consolidación y crecimiento para la Liga, cada vez menos Norte y más de Salvini. Con Berlusconi en horas muy bajas, Salvini se alzó como el principal fustigador en el bloque de centro-derecha del Gobierno Renzi, contra el que en febrero de 2015 acaudilló una manifestación en Roma, atiborrada de palabras malsonantes e insultos al primer ministro, los "mantenidos" y los "parásitos" que abundaban entre los políticos, los funcionarios y los inmigrantes. Claro que el primer partido de la oposición, por fuerza parlamentaria y con arreglo también a los sondeos del momento, era el M5S de Beppe Grillo, el estridente campeón del populismo antisistema y del repudio a la política tradicional.
Las elecciones a siete consejos y presidencias regionales del 31 de mayo de 2015, disputadas como de costumbre en alianza con Forza Italia, fueron un buen termómetro de la situación política en Italia. La Liga duplicó sus votos en Liguria (obtención del 20%, una tercera posición a la zaga del PD y el M5S), donde fue elegido presidente el forzista Giovanni Toti, robusteció su primera posición en Véneto (subida hasta el 41%, una cota sin precedentes), haciendo de Luca Zaia un presidente hegemónico, y escaló al segundo o el tercer puesto en Toscana, Marcas y Umbría. En todas estas plazas la Liga rebasó limpiamente a Forza Italia, animando a los analistas a vaticinar la inminencia de un histórico sorpasso en el campo del centro-derecha en las próximas elecciones generales.
Los pronunciamientos punzantes prosiguieron en los meses y años siguientes. En junio de 2016, al conocer la victoria del Brexit en el referéndum sobre la permanencia en la UE del Reino Unido, el político trasalpino se despachó jubiloso en Twitter con sus característicos latiguillos básicos pero contundentes. "Una bofetada a Europa"; "Viva el coraje de los ciudadanos libres"; "Corazón, cabeza y orgullo derrotan mentiras, amenazas y chantajes"; "Gracias, Reino Unido, ahora nos toca a nosotros", fueron algunos de los mensajes lanzados en la red social, de la que era ávido usuario.
Al poco, en agosto, el eurodiputado, en el escenario de la asamblea anual de la Liga en Ponte di Legno, Brescia, incitó a la audiencia a "limpiar las ciudades de inmigrantes" y a "recuperar" para los autóctonos los albergues que les deban acogida; si la Liga llegaba al Gobierno, prometió, policías y carabineros tendrían "manos libres para limpiar" de inmigrantes ciudades como Florencia. Salvini se mojó también en cuestiones candentes de política internacional, como que aplaudía la candidatura presidencial de Donald Trump en Estados Unidos y que rechazaba las sanciones europeas a la Rusia de Vladímir Putin, a su juicio un líder fuerte merecedor de elogio. Por contra, no era santo de su devoción el papa Francisco, debido a su actitud dialogante con el Islam.
El 14 de mayo de 2017 Salvini fue reelegido por los suyos secretario federal para los próximos cuatro años. El 82,7% de los votantes en la primaria liguista le expresaron su confianza frente a un único rival, el diputado Gionvanni Fava, al que apoyaban Bossi, Maroni y la llamada "área independentista" del partido. No contento con noquear a los críticos, Salvini invitó a Bossi, Fava y a cualquier otro liguista descontento a tomar la puerta de salida si no se sentían a gusto con su liderazgo y su proyecto: el objetivo inmediato era, lisa y llanamente, ganar las elecciones generales de 2018. Con Salvini, la Liga iba a por todas. El 21 de mayo los delegados del Congreso Federal reunido en Parma oficializaron el resultado de la primaria.
4. El encumbramiento de Salvini en 2018: programa de "prioridad nacional" para Italia, éxito electoral y subida al Gobierno en coalición con el M5S
De todas maneras, el debate sobre hasta qué punto a la Liga le convenía difuminar su identidad norteña para mejor lustrar esa deseada proyección nacional (una "locura", en opinión del cada vez más arrinconado Bossi, aferrado a la meta de la "liberación" de la Padania) siguió sobre la mesa. Hubo especulaciones sobre la posible retirada de la palabra Norte del nombre oficial del partido, pero esto era excesivo para Salvini, quien seguía apostando sinceramente por el autogobierno, dentro de un esquema federal, de las regiones del valle del Po. En octubre de 2017 la Liga se apuntó como un éxito exclusivamente suyo el resultado abrumadoramente favorable, con más de un 95% de síes, a la expansión de las autonomías de Lombardía y Véneto en los referendos consultivos celebrados en ambas regiones.
Con habilidad, Salvini encontró una solución intermedia para la delicada cuestión de cómo podía ofertarse la Liga a los electores de toda Italia. De Florencia hacia abajo, la Liga tendría que ser imaginativa para ganar credibilidad. Así, el logotipo oficial del partido basado en la silueta de Alberto da Giussano, el legendario guerrero de la Liga Lombarda que en la Italia medieval resistió con éxito el dominio del emperador germánico Federico I Barbarroja, se mantenía, pero en la campaña para las elecciones del 4 de marzo de 2018, y al parecer en lo sucesivo, conviviría con otro: una versión remozada en la que el nombre Lega se exhibía sin el apellido Nord, la palabra Padania era sustituida por un triunfalista Salvini premier y el emblema geométrico de siempre, el Sole delle Alpi de color verde, se esfumaba. Salvini presentó el nuevo logo electoral el 21 de diciembre de 2017.
Otro golpe de efecto para ilustrar el carácter nacional de la Liga era la presentación de Salvini a las generales como candidato a senador por la meridional Calabria. Si salía elegido, renunciaría a su escaño de europarlamentario. En cuanto a la vieja comandita electoral con Forza Italia, esta se mantenía, pero en ella la Liga ya no era "sierva". El gastado Berlusconi, quien tendría que acostumbrarse a tratarlos como iguales, seguía siendo el "interlocutor" de Salvini, antes y después de unos comicios que podrían devolver al poder al centro-derecha. Otra cuestión era cómo iba a quedar el equilibrio de fuerzas en su seno. Lo que sí estaba claro era que de los paupérrimos resultados encajados por la Liga en las elecciones de 2013 no iba a quedar ni rastro. En esta ocasión, los adláteres del dúo FI-LN en el bloque derechista eran los Fratelli d'Italia (FdI) de Giorgia Meloni, una antigua neofascista y aliancista del bando de Fini, y el más centrado Noi con l'Italia-UDC (NcI) del democristiano Raffaele Fitto.
Il Capitano, como ya le llamaban sus enfervorizados seguidores, presentó un programa electoral individual y específico de la Liga. El documento no era excesivamente prolijo, pero sí informaba bastante bien de las propuestas e intenciones de Salvini. Todo lo contrario que Forza Italia, que se limitó a difundir un rudimentario panfleto de diez puntos, el cual, de hecho, era un documento básico consensuado con la Liga, los FdI y el NcI. Varios de los puntos -no todos- del programa de Salvini fueron incluidos en el manifiesto común del centro-derecha, titulado Un programa para Italia: por el crecimiento, la seguridad, las familias y el pleno empleo.
El programa Salvini Premier: La Revolución del Sentido Común desgranaba sin florituras introductorias, yendo al grano, 27 temas donde la Liga prometía profundos cambios. En el capítulo económico, se apostaba por un modelo productivo verde, circular y doblemente comprometido con la transición a la Industria 4.0 y la defensa cerrada, antiglobalista, de la facturación nacional con insumos nacionales, el Made in Italy. En materia de empleo, se abogaba por liquidar la llamada Jobs Act (la reforma laboral de signo flexibilizador introducida por el Gobierno Renzi en 2014 y concebida para incentivar la contratación indefinida), por multar a las multinacionales que deslocalizaran sus negocios en Italia y por introducir el salario mínimo legal por horas.
La heterodoxia euroescéptica irradiaba en la negativa a acatar el techo de déficit del 3% prescrito por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, y a contraer una obligación expresa de reducir la gigantesca deuda pública italiana, equivalente ya al 132% del PIB. Pero el punto estrella del paquete económico de la Liga era sin duda la creación de un flat tax o tipo único del 15% en el impuesto sobre la renta, acompañado de un nuevo sistema de deducciones y exenciones para las rentas bajas y los pequeños contribuyentes, quienes obtendrían del Gobierno una "paz fiscal".
El Gobierno de la Liga, alardeaba Salvini, brindaría la mejor protección social a los italianos. Aquí, lanzando guiños al votante de izquierda, el programa detallaba tres actuaciones principales: la derogación de la Ley Fornero de reforma de las pensiones (aprobada en 2011 por el Gobierno Monti, aplicada de manera gradual y plenamente vigente en 2019), de manera que los trabajadores pudieran jubilarse por anticipado y cobrar el 100% de su pensión con 41 años de cotizaciones, en lugar de 43 (42 las mujeres), y con menos de 67 años; el blindaje del modelo de gestión y financiación mayormente públicas de la sanidad; y, punto básico en la propaganda nacionalista de la Liga, que se mostraba muy preocupada por la baja fertilidad de las parejas italianas, un plan estructural para estimular la natalidad con la entrega a los padres de 400 euros al mes por bebé, la supresión del IVA de los productos infantiles y la gratuidad de las guarderías.
Sobre la reforma del Estado, Salvini reiteraba las reclamaciones actualizadas de la Liga, pero sin resultar machacón. En Italia tocaba acometer una reordenación territorial según el principio del "federalismo de geometría variable", lo que se traducía en más competencias y autonomía para las regiones. Todas las regiones del país, no solo las del Norte. Además, la Liga proponía reducir el número de parlamentarios y hacer del presidente de la República un cargo de elección popular directa, dotándole de paso de poderes ejecutivos.
Donde más enfático y locuaz se ponía Salvini era en los temas de interior, seguridad, control "soberano" de las fronteras y Europa: en este repertorio se sentía en su salsa. Urgía imponer una "política de rechazo" a los migrantes irregulares en las fronteras, extender los períodos de detención, agilizar los procesos de identificación y expulsión, derogar el derecho a la nacionalidad automática de los hijos de inmigrantes nacidos en suelo italiano (Ius soli), firmar con los países de origen acuerdos de repatriación y negociar con los países de tránsito el levantamiento de centros de acogida temporal y reasentamiento, externalizando en lo posible el problema de la presión migratoria en el Mediterráneo.
Era hora, proseguía Salvini, de poner fin a la "dispersión" internacional de las Fuerzas Armadas italianas, con miles de efectivos desplegados en numerosas misiones de la ONU, la UE y la OTAN en Europa, África y Asia, y concentrarlas en la vigilancia de los flujos migratorios y la contención del yihadismo en la vecindad mediterránea. El "frente sur" y la "inmigración masiva e incontrolada" constituían para Salvini las mayores amenazas para la seguridad nacional. Las restricciones severas no excluían a los refugiados, que lo tendrían mucho más difícil para obtener el asilo y verían condicionado al acceso a los beneficios sociales. En resumen, Salvini decía abiertamente que la asignación de recursos a los italianos pobres prevalecía sobre la atención de los migrantes y refugiados foráneos.
En cuanto a la seguridad interna y la criminalidad, Salvini quería sacar adelante una ley sobre la legítima defensa (casos de robos con violencia en domicilios), el cumplimiento íntegro de penas, la extensión de la detención policial de los sospechosos de terrorismo y la castración química de pedófilos y violadores reincidentes. Otro punto llamativo del programa era el establecimiento de un servicio obligatorio, civil o militar, a escoger, de seis meses de duración para todos los jóvenes de ambos sexos. La "vuelta de la leva" había que verla como la "forma más eficaz de educación cívica, con efectos positivos para la salud y la moral del país", rezaba el programa.
La mano dura con la inmigración irregular y la criminalidad común iba pareja al tono insurgente frente a la denostada UE. Salvini reclamaba aquí la abrogación o revisión de los Tratados Europeos "para restablecer la soberanía de los Estados miembros y las regiones con poder legislativo". Roma debía llevar la moneda única "a la mesa de discusión", poner límites a la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de Luxemburgo, zafarse de las obligaciones de Schengen y el Reglamento de Dublín y, en general, favorecer el "regreso a la situación pre-Maastricht". Una política exterior regida por el "principio cardinal" del "interés nacional" sacaba conclusiones como que Rusia no era "una amenaza militar creíble", luego tocaba levantar las sanciones a Moscú. Ahora bien, todo ello, "confirmando la alianza privilegiada" con Estados Unidos.
"Es hora de dar a nuestros hijos la certeza de un futuro mejor. Más trabajo, más seguridad, menos impuestos, menos inmigración. Con el orgullo de pertenecer al país más bello del mundo". "Sí a la Europa de los pueblos, la paz y la libertad. No a la Europa de los burócratas y los especuladores" "¡Primero los italianos!" "¡Stop a la invasión!" "¡Basta del euro!" "¿Esclavos de Europa?, ¡no, gracias!" "¡Menos buenismo y más justicia!" Estos eran los manifiestos, eslóganes y exabruptos que Salvini y la Liga soltaban como metralla en su programa electoral, sus afiches y sus tuits.
El formidable dinamismo y la verborrea desembozada de Salvini, tachado de demagogo incitador del odio por las izquierdas y ensalzado como valiente contador de verdades por sus partidarios, no podían contrastar más con el tono apagado y cansino de Berlusconi. Las divergencias entre la Liga y Forza Italia saltaban a la vista en cuestiones tales como el techo de déficit, la participación en la Eurozona, la presencia del sector privado en la prestación de servicios públicos, el endurecimiento de las penas para los corruptos y la reintroducción del servicio militar. Salvini y Berlusconi arrancaron la campaña de las elecciones del 4 de marzo sobre la base de un pacto que hasta hacía poco habría sido impensable entre ellos: si el bloque del centro-derecha ganaba los comicios, la candidatura a primer ministro, no establecida de antemano, vendría del partido que más votos sacara.
Matteo Salvini ha estado casado una vez, con la periodista de radio Fabrizia Ieluzzi entre 2003 y 2010. Antes de divorciarse, la pareja tuvo un hijo, Federico. Posteriormente, el político mantuvo relaciones con Giulia Martinelli, madre que fue de su segundo vástago, una niña, Mirta. Desde 2015 es público su vínculo sentimental con la modelo y presentadora de televisión Elisa Isoardi, uno de los rostros más conocidos de la RAI.
(Cobertura informativa hasta 1/3/2018)