Mary Robinson

De padre y madre profesionales de la medicina, recibió casi toda su instrucción escolar en una escuela religiosa de Dublín y luego realizó en París el último curso de secundaria. Posteriormente inició estudios de Derecho en el Trinity College de Dublín, la más reputada casa de estudios de Irlanda y ampliamente ligada a la cultura protestante. Entonces esta universidad seguía poniendo muchas barreras al acceso de los católicos; ella estaba resuelta a labrarse la carrera en la institución, así que se sometió a sus requisitos y solicitó un permiso especial del arzobispado católico para poder matricularse.

Estudiante brillante, en 1967 sacó el bachiller universitario con altas calificaciones y fue becada para continuar su formación jurídica en la Universidad de Harvard. El año que pasó en Estados Unidos influyó decisivamente en su orientación profesional. Esto sucedía a finales de los años sesenta, un período de agitación en los campus y de protestas contra la guerra de Vietnam y la discriminación racial, y la experiencia adquirida en la salvaguardia de los derechos cívicos le convenció que debía dedicarse a la asistencia legal en este terreno. En 1968 obtuvo la licenciatura en Derecho y regresó a su país, donde continuó los estudios en el Trinity College hasta terminar una segunda licenciatura, en Humanidades, en 1970. Habilitada desde 1967 por el King's Inn de Dublín para ejercer la abogacía, en 1973 se registró en el Middle Temple, o Colegio de Abogados de Inglaterra.

En 1969 fue contratada como una inusualmente joven profesora de Derecho comunitario europeo en la Cátedra Reid de Derecho Constitucional y Penal del Trinity College, labor que desempeñó hasta 1975; también en 1969 fue seleccionada entre los seis representantes enviados por las universidades al Seanad (Senado), convirtiéndose en la primera diplomada católica del Trinity que ocupaba escaño en la Cámara alta del Parlamento irlandés. En 1970 contrajo matrimonio con su colega de profesión Nick Robinson (protestante, para más señas) y dejó de usar su apellido de soltera, Bourke. La pareja tuvo tres hijos.

Como senadora, Robinson formó parte de los comités conjuntos sobre Legislación Comunitaria (1973-1989) y Ruptura Matrimonial (1983-1985), y dentro del primero presidió los subcomités de Asuntos Sociales (1977-1987) y Asuntos Legales (1987-1989). En 1973 pasó a presidir una asociación de familias monoparentales, CHERISH, y promovió una proposición de ley sobre planificación familiar que contemplaba la venta y el uso de anticonceptivos, un auténtico revulsivo en un país moralmente conservador donde la Iglesia Católica seguía ejerciendo una influencia social muy considerable. Tras seis años de debate y un primer rechazo parlamentario al proyecto, la contracepción fue declarada legal en Irlanda en 1979 mediante el Acta de Planificación Familiar.

Como abogada privada, Robinson se especializó en el amparo de las libertades civiles y la igualdad de derechos. Integró paneles multilaterales como la Comisión Consultiva de Relaciones Jurídicas (1984-1990) y la Comisión Internacional de Juristas (1987-1990); litigó con éxito contra la legislación irlandesa sobre homosexualidad ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos perteneciente al Consejo de Europa; y, fue pionera en la lucha contra la legislación económica y social discriminatoria para la mujer, obteniendo para ellas, por ejemplo, el derecho a ser jurados en los tribunales de justicia.

En los años ochenta realizó campañas infructuosas en favor de la legalización del divorcio (que no iba a llegar hasta 1997), la remoción del punto de la Constitución que recoge el derecho a la vida de los nonatos y la ampliación de los supuestos del aborto, que la legislación nacional sólo autoriza en el supuesto de alto riesgo para la vida de la madre, lo cual convierte a Irlanda en el país europeo (con el deseo de la mayoría de su población, según se ha expresado en varios referendos) más restrictivo en este asunto. En añadidura, en 1988 Robinson contribuyó a poner en marcha el Centro Irlandés de Derecho Europeo (ICEL), del que fue directora hasta 1990.

Entretanto, su carrera política le deparaba más insatisfacciones. En 1976 se afilió al Partido Laborista (LP), tercera fuerza política del país que o bien permanecía en la oposición o bien se aliaba como socio menor a uno de los dos partidos mayoritarios, pero que nunca conseguía encabezar un Gobierno. En sus listas Robinson se presentó las elecciones legislativas de 1977 y 1981, pero no logró el escaño en el Dáil o Cámara baja del Parlamento, teniendo que conformarse con la función de consejera municipal en el Ayuntamiento de Dublín entre 1979 y 1983. En realidad, nunca se entendió bien con los líderes laboristas Frank Cluskey, Michael O'Leary y Dick Spring, quienes le reprochaban sus orígenes burgueses y su supuesto elitismo intelectual; ella, por su parte, discrepaba abiertamente de algunos aspectos de su programa económico izquierdista .

La ruptura con el LP se produjo a finales de 1985 y la espoleta fue el apoyo laborista al Acuerdo Anglo-Irlandés suscrito en noviembre de aquel año por el taoiseach, o primer ministro, del partido centroderechista Fine Gael (FG), Garret FitzGerald (de cuyo Gobierno de coalición el LP era integrante), y su homóloga británica Margaret Thatcher para superar el secular antagonismo entre los dos estados e inaugurar una nueva etapa de cooperación en Irlanda del Norte. En opinión de Robinson, el acuerdo marginaba a los unionistas protestantes de la provincia segregada de Irlanda cuando la independencia en 1922 y que desde 1972 se hallaba bajo gobierno directo de Londres y con su autogobierno revocado.

El de Robinson era un posicionamiento estrictamente legalista y no sectario, absolutamente inusual en la República de Irlanda, más teniendo en cuenta que el moderno conflicto norirlandés tuvo su origen en 1968 con las marchas por los derechos civiles de la minoría católica exigiendo el final de las discriminaciones sociales y laborales de las que era objeto por las instituciones copadas por los protestantes.

En 1989 renunció al escaño de senadora y dio por terminada su carrera política. Se disponía a dedicarse en exclusiva a la práctica jurídica privada, pero Dick Spring, líder del LP desde 1982 y entonces en la oposición al Gobierno del partido centrista Fianna Fáil (FF) que encabezaba Charles Haughey, le invitó a que concurriera a las próximas elecciones presidenciales, aduciendo que el electorado de talante progresista necesitaba estar representado por una personalidad capaz de contrarrestar las actuaciones antiabortistas y antidivorcistas de los poderosos sectores conservadores, para lo que el LP renunciaría a presentar candidato propio. Robinson aceptó, pero puso como condición que no se la obligara a darse de alta otra vez en el partido y que en las papeletas electorales no figurara expresamente que concurría en su nombre.

En la jornada del 7 de noviembre de 1990 saltó la sorpresa: el electorado, estimulado por una outsider que proyectaba una imagen laica, progresista y de rechazo a todo tipo de sectarismos, concedió la oportunidad a Robinson frente a los candidatos del FF, el ex ministro de Exteriores Brian Lenihan, y el FG, Austin Currie. El 9 de noviembre el segundo escrutinio proclamó la victoria de la abogada con el 52,8% de los sufragios y el 3 de diciembre Robinson tomó posesión de su mandato de siete años en sustitución de Patrick Hillery como el primer jefe de la República no salido del FF y la primera mujer en alcanzar uno de los dos supremos puestos ejecutivos del país. Robinson tomó posesión de una oficina de prestigio que hasta entonces se había otorgado a políticos retirados como premio a los servicios prestados. Carente de poder político, la Presidencia posee sólo funciones representativas, protocolarias y de armonización del juego de partidos con un espíritu neutral.

Muy popular en todo momento, Robinson revitalizó con su sugestiva personalidad el cargo de presidente de Irlanda (Uachtarán na hÉireann). Como su colega Vigdís Finnbogadóttir, presidenta de Islandia de 1980 a 1996 y de similar trayectoria independiente y progresista, su ejecutoria confirió lustre internacional al pequeño país atlántico. Siempre dispuesta a deshacer prejuicios, sus comentadas salidas del guión en la cuestión norirlandesa fueron a la postre instrumentales para el acercamiento de las partes implicadas y la conducción del inveterado conflicto a un arreglo constitucional.

Así, a principios de febrero de 1992 realizó una visita sin precedentes a Irlanda del Norte; el 27 de mayo de 1993 se desplazó a Londres, y con su recepción por la reina Isabel II en el palacio de Buckingham protagonizó el primer encuentro entre un presidente irlandés y un monarca británico; y, el 18 de junio siguiente retornó a Irlanda del Norte en una visita informal a las dos comunidades en Belfast, lo que aprovechó para estrecharle la mano a Gerry Adams, líder del partido republicano radical Sinn Féin, un gesto que desató duras críticas entre los partidos unionistas. En los años siguientes, la mandataria prestó otras varias visitas a la provincia para tomar el pulso de la calle y solidarizarse con las víctimas de la violencia sectaria. En añadidura, el 4 de junio de 1996 inició la primera visita oficial de un jefe de Estado irlandés a Gran Bretaña.

Fuera de este ámbito de interés prioritario para Irlanda, Robinson desplegó en la esfera internacional una agenda no menos activa. Fue el primer jefe de Estado extranjero en visitar Somalia en 1992, cuando el país africano estaba sumido en una hambruna masiva como consecuencia de la guerra civil, así como Rwanda poco después del genocidio de la primavera de 1994 y el Tribunal Penal Internacional de La Haya que juzgaba los crímenes de guerra en la antigua Yugoslavia. En 1993 el Consejo de Europa la nombró relatora especial de la Reunión Interregional que, bajo el título "Los derechos humanos al inicio del siglo XXI", organizó el Consejo de Europa dentro de los preparativos de la Conferencia Mundial de Derechos Humanos que se celebró en Viena del 14 al 25 de junio de aquel año. También participó en la reunión preparatoria del Consejo de Europa para la IV Conferencia Mundial de la ONU sobre la Mujer, celebrada en Beijing del 4 al 15 de septiembre de 1995.

El 12 de septiembre de 1997 Robinson remitió su renuncia al Consejo de Estado irlandés, pese a que su mandato no concluía hasta diciembre, en atención de los deseos del secretario general de la ONU, Kofi Annan, que quería verla encabezando ya la oficina para la que la había nombrado el 9 de junio anterior, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), instituido en febrero de 1994 -precisamente a raíz de la Conferencia de Viena de 1993- y con sede en Ginebra. El mismo 12 de septiembre la irlandesa tomó posesión del puesto, que permanecía sin titular desde la renuncia del ecuatoriano José Ayala Lasso el 15 de marzo de 1997 para convertirse en ministro de Exteriores de su país.

En cuanto a la Presidencia irlandesa, sus funciones fueron asumidas interinamente por una troika constitucional integrada por los presidentes del poder judicial, el Dáil y el Senado. En las elecciones presidenciales celebradas en diciembre, otra mujer, Mary McAleese, además también de abogada y antigua profesora en la cátedra Reid del Trinity College (empezó la labor docente el mismo año en que Robinson terminó la suya), si bien de pensamiento más conservador, salió elegida por cuenta del gobernante FF, protagonizando con Robinson el primer relevo en el mundo, aunque con discontinuidad, entre dos mujeres presidentes.

Considerando sus inquietudes e integridad, sobradamente mostradas a lo largo de su trayectoria, que no la ubicaban precisamente en la categoría de funcionaria internacional dócil a los intereses de las grandes potencias -las cuales, a fin de cuentas, son las que determinan los límites a la acción de la ONU-, el nombramiento de Robinson fue saludado por ONG implicadas en la causa de los Derechos Humanos, en la consideración de que sólo una personalidad fuerte podría sustantivar un capítulo fundamental en el elenco de responsabilidades y en la agenda de la ONU que se encontraba un tanto desdibujado dentro de su sistema organizativo.

Robinson no decepcionó estas expectativas, al menos sobre el discurso. Con vehemencia y tenacidad, repartió críticas a diestro y siniestro: a Rusia, por abusar contra la población civil y cometer crímenes de guerra en Chechenia; a China, por las múltiples violaciones de los Derechos Humanos de sus ciudadanos y en particular por la asimilación forzosa de la minoría uigur en Xinjiang y la población autóctona del Tíbet; a Estados Unidos, por los bombardeos de 1999 contra Serbia para obligarle a abandonar Kosovo, censurando el empleo del término "daños colaterales" para referirse a las bajas civiles, y por la aplicación en su territorio de la pena de muerte a menores de edad; y, al conjunto de los gobiernos europeos occidentales, por "demonizar" a los peticionarios de residencia provenientes de los países pobres y, en el caso de "ciertos políticos sin escrúpulos", por "manipular los miedos" y alimentar el fenómeno racista. En cierta ocasión declaró que su mandato requería que fuese "la voz de aquellos que no tienen voz".

A lo largo de 2001 la alta comisionada volvió a generar polémicas por sus públicas amonestaciones, en particular a Estados Unidos y a Israel. Al Gobierno de Ariel Sharon le criticó la ocupación militar de las áreas palestinas, con su cohorte de violaciones de los Derechos Humanos, pero también condenó los atentados terroristas palestinos contra Israel. A la administración de George W. Bush, saliéndose del tono general en las instancias internacionales a raíz de los atentados del 11 del septiembre, le demandó una pausa humanitaria en los bombardeos contra posiciones del régimen de los talibán y de la organización Al Qaeda, que tuviera en consideración las numerosas víctimas civiles que los ataques estaban causando, que no permitiera que afganos implicados en graves violaciones de los Derechos Humanos formaran parte del nuevo Gobierno postalibán, y que salvaguardara los derechos elementales de los enemigos capturados y trasladados a la base de Guantánamo.

El reguero de reprobaciones al Gobierno de Washington incluyó su actitud de abandonar, el 3 de septiembre de 2001, la Conferencia Mundial sobre el Racismo que se celebraba en Durban, Sudáfrica, como gesto de rechazo a que la declaración final del evento tildara a Israel de país "racista"; términos más virulentos aún se habían empleado en la declaración del foro paralelo de las ONG, los cuales Robinson, asistente al foro oficial, consideró absolutamente inaceptables. Cuando la Conferencia terminó, Robinson aseguró que no veía razones para valorarla de exitosa. Luego, en mayo de 2002, Robinson calificó de "señal muy peligrosa" la decisión del Gobierno norteamericano de no ratificar el Tratado constitutivo de la Corte Penal Internacional.

Con semejantes posturas, no podía extrañar que Estados Unidos, pero también Rusia o China (todos ellos con asiento permanente el Consejo de Seguridad de la ONU), dejaran filtrar su irritación y malestar por la actuación de Robinson, que, daba la sensación, intentaba compensar las escaseces operativas y, frente a los Gobiernos, la nula capacidad vinculante de su oficina con un discurso fustigador y moral, para suscitar debates en la opinión pública internacional. Un talante que contrastó, por ejemplo, con el del secretario general Annan, tímido a la hora de elevar censuras necesarias aunque alabado por su capacidad de persuasión y componenda en los tratos con los gobiernos, lo cual le otorgó el premio Nobel de la Paz en 2001.

Con toda seguridad, un sentimiento de frustración flotó sobre el anuncio por Robinson el 18 de marzo de 2002 de que en septiembre siguiente dejaría el puesto. Ya el año anterior había expresado su intención de no renovar su mandato cuatrienal cuando expirase, pero Annan la convenció para que permaneciera un año más, e incluso para que continuara hasta 2005; sin embargo, en 2002 Robinson decidió arrojar la toalla definitivamente. Los observadores indicaron que la oficial irlandesa, pese a que contaba con muchos apoyos en Europa Occidental, el mundo árabe y los países menos desarrollados, se rindió ante la evidencia de que enfrentarse a las principales potencias mundiales tenía su precio en forma de boicot encubierto: el ACNUDH no obtenía los fondos que su responsable demandaba y Estados Unidos se había retirado de la misma Comisión de Derechos Humanos, truncando una participación ininterrumpida desde la puesta en marcha del órgano en 1947.

El 12 de septiembre de 2002 Robinson traspasó su función en el ACNUDH al brasileño Sérgio Vieira de Mello, jefe hasta mayo de la Administración Transicional de la ONU en Timor Oriental. En los días y semanas previos, Robinson se declaró "más enfadada que nunca con las divisiones de nuestro mundo", expresó su preocupación por el "brusco aumento de la islamofobia, de los sentimientos antiárabes y del antisemitismo" después del fatídico 11 de septiembre y lamentó el estado "dañado o demolido" en que hallaba desde entonces a los pilares del sistema internacional.

Con acritud, volvió a acusar a los gobiernos de usar la guerra global contra el terrorismo para no respetar las libertades civiles y aplastar la oposición interna, y a Estados Unidos en particular le recriminó que no asumiera el liderazgo mundial en la causa de los Derechos Humanos. Sobre sus planes inmediatos de futuro, anunció que iba a emplear sus contactos con universidades, fundaciones y benefactores privados para obtener recursos destinados a promover los Derechos Humanos en los países en vías de desarrollo. En concreto, anunció la constitución el 1 de octubre de la Iniciativa por una Globalización Ética, con el objeto de forzar a los gobiernos ratificantes de convenciones internacionales, como la de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966), la de Derechos Civiles y Políticos (1966), la de Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres (1980) o la de Derechos del Niño (1989), a cumplir con las obligaciones contraídas.

Mary Robinson está en posesión, entre otros, del Premio Special CARE Humanitarian en reconocimiento a sus esfuerzos contra el hambre en Somalia, el William Fulbright al Entendimiento Internacional (1999), el Erasmus de la Comisión Europea (1999), el Félix Houphouët-Boigny de la UNESCO por la Paz (2001), el Laski de la Asociación de Estudios Políticos del Reino Unido a la Contribución Destacada en Política Internacional y Sociedad Civil (2000), el Indira Gandhi por la Paz, el Desarme y el Desarrollo (2001), el del Servicio Internacional para los Derechos Humanos (2002) y el de la Fundación por la Paz de Sydney (2002). Es miembro del Consejo InterAcción y del Club de Madrid.

(Cobertura informativa hasta 12/9/2002)