Mário Centeno

El 4 de diciembre de 2017 el portugués Mário Centeno fue elegido por sus 18 colegas del Eurogrupo presidente de este marco de reuniones informales, sin rango institucional pero llamado a adquirir más influencia, de los ministros de Finanzas del área del euro. La promoción de Centeno, un experto en economía del trabajo doctorado en Harvard capaz de conciliar demandas contrapuestas con calma y tenacidad, viene a reconocer sus logros como titular de Finanzas del Gobierno del primer ministro socialista António Costa, al que en 2015 se incorporó como especialista independiente, reclutado para resolver una complicada ecuación económica.

En estos dos años de ministerio, Centeno, manteniéndose firme ante los avisos y amenazas veladas del núcleo duro europeo, ahora rendido a su hoja de resultados, para que no se desviara de los objetivos de estabilidad presupuestaria y consolidación fiscal, ha aplicado un programa anticrisis "alternativo a la austeridad" pero respetuoso con las reglas de la UE, el cual compagina la disminución del gasto público, la reversión de algunos recortes sociales y la apuesta por la demanda interna para generar riqueza; como resultado, el déficit ha pasado del 4,4% que había en 2015 al 1,4% en 2017, mérito que en junio de 2016 permitió a Lisboa zafarse del procedimiento de déficit excesivo, clausurado tras siete años y con el crecimiento del PIB encarrilado, aunque sin olvidar el correlato negativo de la gigantesca deuda pública. Centeno es también es el padre intelectual de la política laboral acometida por el Gobierno Costa, que se ha distanciado del énfasis desregulador y que ha servido para generar empleo robusto.

Centeno, un político políglota, como suele ser habitual en las élites portuguesas, sucederá al holandés Jeroen Dijsselbloem el 13 de enero de 2018. Su mandato, de dos años y medio, va a discurrir paralelo al proceso de reforma que la Comisión Juncker ha ideado para apuntalar la arquitectura de la Unión Económica y Monetaria (UEM), cuyas propuestas pasan entre otros cambios por convertir al presidente del Eurogrupo en un "superministerio del euro", dotar de recursos presupuestarios propios a la Eurozona y transformar el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) en un Fondo Monetario Europeo (FME). El próximo cabeza del Eurogrupo desea contribuir a un consenso en torno a una UEM "más resiliente" que deberá adquirir su configuración reforzada hacia 2025.

Por lo demás, la elección de Centeno meses después de la llegada del ex primer ministro António Guterres a la Secretaría General de la ONU supone un nuevo éxito espectacular de la diplomacia lusa, una de las más eficientes de Europa. Portugal, país pequeño por el peso de su economía y por la cuota de voto de que dispone en el Consejo de la UE, ya colocó al también ex primer ministro José Manuel Durão Barroso al frente de la Comisión Europea en 2004 y a Vítor Constâncio en la Vicepresidencia del Banco Central Europeo en 2010.


(Texto actualizado hasta diciembre 2017)

1. Economista e investigador especializado en el campo laboral
2. Ministro de Finanzas del Gobierno socialista de Portugal con una gestión meritoria
3. Elección para presidir el Eurogrupo



1. Economista e investigador especializado en el campo laboral

Natural de Olhão, municipio costero de la región meridional del Algarve, se crió y asistió a la escuela en la cercana Vila Real de Santo António, junto a la frontera española, y posteriormente en Lisboa. Su licenciatura en Economía en 1990 por el Instituto Superior de Economía y Gestión (ISEG), centro hoy perteneciente a la Universidad de Lisboa pero en aquellas fechas adscrito a la Universidad Técnica de Lisboa (UTL, fusionada con la anterior en 2012), marcó el arranque de una eminente carrera académica y profesional que 25 años después iba a conducirle al Gobierno portugués no como político al uso, sino como economista perito.

Toda la década de los noventa la dedicó a la formación lectiva en el ISEG-UTL, donde obtuvo un máster en Matemáticas Aplicadas en 1993, y en la afamada Business School de la estadounidense Universidad de Harvard (HBS), que le otorgó un segundo máster en Economía en 1998, seguido del doctorado dos años después. El trabajo de su primera maestría versaba sobre métodos heurísticos para la programación del trabajo, mientras que su tesis doctoral llevaba por título Essays on Labor Economics. En su etapa de doctorando de Economía en Harvard fue asistente de investigación y docencia con los profesores Moshe Buschinsky y Caroline Hoxby. Fuera de las aulas y los despachos, Centeno complementaba su sesudo pensamiento numérico con la práctica deportiva del rugby.

En 2000, con este vistoso currículum bajo el brazo, Centeno, ya con 34 años, regresó a su país para entrar en la plantilla de investigadores economistas del Banco de Portugal, al que interesaba su especialidad en relaciones laborales, microeconomía del trabajo y econometría aplicada. En 2004 fue ascendido a director adjunto del Departamento de Estudios Económicos del banco central de la República Portuguesa, puesto que ocupó durante nueve años. Aquí, uno de sus principales cometidos era confeccionar los boletines trimestrales, cuatrimestrales y anuales de la entidad.

En ese tiempo, el funcionario bancario dirigió además el equipo de técnicos encargado de supervisar las estadísticas macroeconómicas del Consejo Superior de Estadística de Portugal (CSE), integró la comisión de expertos del Libro Blanco del Gobierno para la elaboración del nuevo código laboral, y se familiarizó con los análisis y metodologías comunitarios en tanto que miembro del Comité de Política Económica para el servicio consultivo de la Comisión Europea, entonces bajo la presidencia de su paisano, el ex primer ministro José Manuel Durão Barroso.

Desde mayo de 2011 la Comisión para la que trabajaba Centeno se incluyó en la Troika de acreedores internacionales de Portugal. Fue a raíz de que el Gobierno socialista de José Sócrates, para evitar el colapso financiero del Estado bajo la carga de unos títulos de deuda soberana que la escalada de la prima de riesgo obligaba a pagar a unos intereses desorbitados, se viera forzado a solicitar a la Eurozona y el FMI un salvavidas urgente de 78.000 millones de euros en créditos. Siguiendo las estelas de Grecia e Irlanda, la apurada Portugal quedó obligada a cumplir un draconiano programa de consolidación fiscal y ajuste estructural, el cual le tocó aplicar al nuevo Gobierno conservador de Pedro Passos Coelho, presidente del Partido Social Demócrata (PSD).

Ya en 2001 Centeno vio reconocida su valía por la Asociación Económica Europea (AEE), que le hizo merecedor de su Young Economist Award. Aquel mismo año pasó a figurar en el consejo editorial del Portuguese Economic Journal, medio que publicó varios artículos suyos, y entre 2003 y 2005 participó en el Comité Ejecutivo de la Asociación Europea de Economistas Laborales (EALE). Sus trabajos sobre escalas salariales, teoría contractual, movilidad laboral, búsqueda de empleo, seguros de paro e inequidad de los ingresos atrajeron la atención del think tank alemán Institute of Labor Economics (IZA), con sede en Bonn, al que en 2009 el autor luso se vinculó permanentemente en calidad de investigador asociado.

En 2013 Centeno dejó la dirección adjunta del Departamento de Estudios Económicos, pero siguió trabajando para el Banco de Portugal como asesor sénior en su área de especialidad. También, continuó publicando textos, dando conferencias y participando en seminarios internacionales, intensa actividad académica que completaban sendos profesorados en su alma máter, el ISEG, y en el también lisboeta Instituto Superior de Estadística y Gestión de Información (ISEGI) de la Universidad Nova (INL), donde daba clases de Econometría, Microeconomía y Economía del Trabajo. A estas alturas de su recorrido profesional, Centeno, además de su lengua vernácula, dominaba el español y hablaba con fluidez el inglés, el francés y el italiano.


2. Ministro de Finanzas del Gobierno socialista de Portugal con una gestión meritoria

En todos estos años de ejercicio funcionarial y académico, Centeno se había mantenido rigurosamente al margen de la actividad política y estaba considerado una figura independiente. Sin embargo, acabó relacionándose con el Partido Socialista (PS), que desde 2014 tenía de secretario general a António Costa, el popular alcalde de Lisboa. Dirigente izquierdista muy crítico con el Gobierno de coalición de Passos Coelho,

Costa basó su discurso opositor en la denuncia de la enorme "regresión social" que acarreaba la ejecución, nociva para el crecimiento y el empleo, del programa de ajuste prescrito por el Memorándum de Entendimiento con la Troika para doblegar el déficit público. El primer ministro del centro-derecha, en cambio, defendía la utilidad de los sacrificios que imponían la consolidación fiscal, la estabilidad presupuestaria y las reformas estructurales, y presentaba como éxitos innegables la salida oficial de la recesión en el segundo trimestre de 2013, al cabo de un trienio nefasto y, sobre todo, la conclusión del programa de rescate europeo en junio de 2014, que ahorró a Portugal la dependencia de más ayudas.

De cara a las elecciones generales de octubre de 2015, Centeno aceptó la invitación de Costa de coordinar el apartado económico de su plan de Gobierno y de paso ocupar un puesto en la lista de candidatos del PS por Lisboa. Para sentarse en la Asamblea de la República, el partido no le exigía la afiliación como militante. Los socialistas concebían su "programa de confianza" como una "alternativa a la austeridad", aunque, a diferencia de la SYRIZA griega, sin llegar a poner en cuestión las reglas del funcionamiento de la Eurozona. Costa propugnaba "recuperar la economía y el empleo", y lanzar una "estrategia nacional de combate a la pobreza". Con esos fines, el PS, asesorado por Centeno, prometía entre otras medidas aliviar la presión fiscal a las familias, afinar la progresividad del sistema tributario, revertir los recortes en las pensiones y los salarios de los funcionarios, y restituir las anteriores coberturas de las transferencias de renta a los colectivos vulnerables.

El pensamiento del profesor del ISEG asomaba claramente en la batería de mudanzas diseñadas para el sistema laboral, golpeado por la precariedad y una tasa de paro del 12%. Aquí, los socialistas querían elevar el salario mínimo nacional, relanzar la negociación colectiva con la participación de los sindicatos, penalizar las contrataciones temporales, recuperar la semana de las 35 horas para los funcionarios y, como política activa de creación de empleo, implementar el programa Contrato-Generación, destinado a los jóvenes desocupados o en busca de su primer trabajo. El programa del PS se fijó además unos objetivos de reducción de déficit y de volumen de deuda menos rigurosos -o más realistas- que los trazados por el Gobierno Passos y más en sintonía con las previsiones de la Comisión Europea.

El 4 de de octubre de 2015 el PS, pese a la ganancia de una docena de escaños, fue derrotado por el bloque conservador del PSD de Passos Coelho y su socio de la derecha liberal, el CDS-PP del viceprimer ministro Paulo Portas. Sin embargo, los 107 mandatos conservados por el oficialismo no eran más que una mayoría simple, dejando a Passos Coelho en una situación de máxima debilidad, sentenciado de hecho. El primer ministro, favorecido por el presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva, llegó a formar su segundo Gobierno, pero este no duró ni dos semanas: el 10 de noviembre el segundo Gabinete Passos sucumbió a la moción de censura presentada por el PS y secundada por el Bloque de Izquierda (BE) de Catarina Martins y la Coalición Democrática Unitaria (CDU), a su vez formada por el Partido Comunista Portugués (PCP) de Jerónimo de Sousa y una pequeña agrupación satélite, el Partido Ecologista Los Verdes.

A continuación, los socialistas y estos dos socios situados a su izquierda, el uno radical y anticapitalista y el otro marxista y verde, acometieron la segunda parte de su histórico acuerdo, que era la investidura de un Gobierno Costa monocolor y técnicamente de minoría, pero sostenido desde la Asamblea por bloquistas, comunistas y ecologistas, los cuales, empero, se negaron a expedirle al líder socialista un cheque en blanco por toda la legislatura.

Diputado electo por Lisboa, Centeno tomó posesión de su escaño al constituirse la Asamblea el 23 de octubre, una semana antes de la inauguración del fugaz Ejecutivo Passos 2. Se trató de un mandato parlamentario tan primerizo como breve, ya que el 26 de noviembre el experto economista prestó juramento como el ministro de Finanzas del XXI Gobierno Constitucional de Portugal, tras lo cual cesó como diputado.

Centeno, que junto con Manuel Caldeira Cabral en Economía, José Alberto Azeredo Lopes en Defensa, Francisca Van Dunem en Justicia, Constança Urbano de Sousa en Interior, Manuel Heitor en Ciencia y Tecnología, Tiago Brandão Rodrigues en Educación y Adalberto Campos Fernandes en Salud integraba la nutrida cuota de ministros independientes, tomó bajo su responsabilidad la ejecución del paquete de medidas económicas basadas en el programa electoral del PS y discutidas con los socios de la izquierda parlamentaria, cuyos ejes eran la progresividad fiscal, el presupuesto social, la generación de empleo estable y el final de las privatizaciones.

Según el ministro y su jefe, Costa, la persecución de las metas de rescate social, elevación de las rentas y creación de riqueza sería respetuosa con las reglas europeas de disciplina presupuestaria (en otra palabras, restricción del gasto) y estabilidad financiera, una aclaración pertinente por cuanto el BE y el PCP venían defendiendo con ahínco la reestructuración de la deuda, la desvinculación de los imperativos de la Eurozona y el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) y hasta el abandono del euro, escenarios todos que Costa descartó personalmente ante el presidente Cavaco.

Desplegando una personalidad que el público iba a apreciar tranquila y conciliadora pero a la vez perseverante, Centeno se puso manos a la obra para resolver la complicada ecuación económica planteada al Gobierno Costa, que aunque no estaba sometido al régimen de intervención de la Troika, que implicaba pérdida de soberanía, sí tenía la obligación de rendir cuentas periódicamente ante la Comisión Europea con arreglo al procedimiento de déficit excesivo (PDE), el cual se mantendría mientras Lisboa no consiguiera situar este desequilibrio financiero por debajo del 3% del PIB.

El PDE llevaba abierto desde diciembre de 2009, cuando Portugal preveía cerrar aquel año con un déficit del 5,9% (finalmente, este iba a rozar el 10%). Al cabo de un lustro, 2014 había terminado con un balance financiero para el Estado en extremo negativo, del 7,2%. Luego, el resultado del ejercicio de 2015, con un déficit del 4,4%, desbarató también los pronósticos excesivamente optimistas formulados anteriormente por Passos Coelho. Ahora bien, en el plazo de dos años, Centeno y Costa iban a poder ofrecer unos resultados de gestión positivos, merecedores de la alabanza de los mismos poderes, los ministros de Finanzas de la Eurozona y la Comisión Europea, que poco antes les habían urgido, amonestado y hasta amenazado de manera velada.

Para empezar, Centeno tuvo que enfrentar el acuciante problema de iliquidez, heredado del Gobierno anterior, de la banca portuguesa, enferma desde el desastre financiero de 2008-2009 y que los socios izquierdistas del PS querían atajar nacionalizando todas las entidades privadas, aquellas virtualmente quebradas e insolventes, que hiciera falta. De manera harto polémica, Passos había segmentado y recapitalizado el Banco Espírito Santo (BES), y reprivatizado, vendiéndolo a una entidad angoleña, el Banco Portugués de Negocios (BPN), en manos del Estado desde 2008.

Ahora, el Gobierno del PS, provocando su propio frente de controversia, que abrió grietas en la coalición parlamentaria de la izquierda, acudió al rescate del Banco Internacional de Funchal (Banif) con una inyección de 2.255 millones de euros como medida de saneamiento previa a la venta de la entidad al español Banco Santander por tan solo 150 millones, operación que fue cerrada en los últimos días de 2015. Luego, vinieron la reestructuración y cesión, sin precio de venta, al capital extranjero del 75% del Novo Banco, la institución que se había quedado con los activos supuestamente buenos del BES cuando su salvamento, seguida de su liquidación, por el Banco de Portugal en 2014, y la nueva recapitalización por el Estado de la Caixa Geral de Depósitos (CGD), el primer banco del país.

La estrategia del Ejecutivo luso de cancelar recortes en determinadas partidas del gasto social dentro, eso sí, de una estrategia global de reducción de inversiones públicas y al tiempo que destinaba dinero a los bancos con problemas alarmó al Eurogrupo, la suerte de consejo oficioso de los ministros de Finanzas de los 19 gobiernos de la Eurozona, entre ellos Centeno, y a la Comisión Europea, que estimaron "insuficiente" la respuesta de Lisboa para contener el déficit no obstante su tendencia positiva. A finales de junio de 2016 Centeno escuchó de su colega alemán en el Eurogrupo, el ortodoxo Wolfgang Schäuble, el aviso de que Portugal, "si no se atenía a los compromisos", no tendría más remedio que "solicitar un nuevo programa" de ayuda financiera. La réplica de Centeno fue templada: "En estos momentos que atraviesa Europa, el Gobierno seguirá trabajando con la serenidad y la responsabilidad que el proyecto europeo exige", respondió el Ministerio en un comunicado.

Días después, el 7 de julio, fue la Comisión la que mandó advertencias con la evocación implícita de una multa al constatar que el esfuerzo fiscal se había "quedado claramente corto". Entonces, Centeno volvió a reclamar a los socios europeos confianza en la capacidad de su Gobierno para podar el déficit sin necesidad de hacer nuevos ajustes. El ministro, basándose en las lecturas positivas de las marchas del crecimiento y el empleo, auguró para 2016 un déficit rebajado al 2,2%, mientras que Bruselas calculaba un 2,7% y el FMI, defensor de la adopción por Lisboa de "medidas adicionales" y más pesimista, barajaba el 2,9%. El 27 de julio la Comisión cambió completamente de tono y, tomando en consideración "los esfuerzo sustanciales" realizados hasta la fecha, descartó sancionar con la congelación de fondos estructurales a Portugal, que recibía tiempo adicional para situar su déficit en el 2,5%.

Para sorpresa general, Portugal fue capaz de recortar su déficit de 2016 hasta el 2%. Además, el Programa de Estabilidad 2017-2021 enviado por el Gobierno a Bruselas vislumbraba unos déficits del 1,5% en 2017 y del 1% en 2018. El Gobierno portugués había adoptado las "acciones efectivas" requeridas, así que en mayo de 2017 la Comisión Europea recomendó al Consejo de la UE que abrogara el PDE, el cual fue efectivamente levantado el 16 de junio tras casi ocho años de vigencia. En estos momentos, el paro estaba a punto de ser inferior al 9%, colocándose por debajo del promedio de la Eurozona, mientras que la economía crecía a un ritmo del 3% interanual. Eso sí, la deuda pública era gigantesca, equivalente al 130% del PIB. Sorprendido por los logros de su colega luso, Schaüble se desdijo de sus anteriores comentarios negativos y calificó a Centeno, según palabras recogidas por la revista Playbook del diario Politico, de "El Ronaldo del Ecofín".


3. Elección para presidir el Eurogrupo

El 27 de noviembre de 2017 la Asamblea de la República aprobó los presupuestos generales de 2018 sobre la base de unas previsiones para este 2017 de un déficit público del 1,4%, el más bajo en 43 años de democracia, y un crecimiento económico del 2,6%, el más brioso desde 2000. Tres días después, Centeno, invocando la "confianza" que le proporcionaba la "robustez" alcanzada por la economía de su país, presentó oficialmente su candidatura para suceder en la presidencia del Eurogrupo al laborista holandés Jeroen Dijsselbloem, un político modulado a las consignas alemanas de rigor fiscal y cuyo polémico comentario, realizado en marzo anterior, sobre que los países meridionales del euro socorridos por sus socios del norte se gastaban todo el dinero "en copas y mujeres" había hallado en su colega de Lisboa un censurador particularmente enérgico, llegando a reclamar Centeno su dimisión.

El hombre de confianza de António Costa decía afrontar "con espíritu constructivo" el "desafío" de presidir el Eurogrupo, lo que le parecía una oportunidad para que Portugal participase de forma más activa en la toma de decisiones que determinaran el futuro de la zona euro. A su entender, la gestión realizada por el Gobierno Costa mostraba "cómo en Europa es posible unir objetivos de consolidación presupuestaria y de crecimiento inclusivo que genera empleo de calidad".

Su candidatura representaba, añadió Centeno, una apuesta decidida por el fortalecimiento de la Unión Económica y Monetaria (UEM) tras una década de tormentas en cadena, complejísima empresa que según la hoja de la ruta ya ultimada por la Comisión de Jean-Claude Juncker (la cual iba a presentar este documento de propuestas, a implementar hasta 2025, el 6 de diciembre) pasaba por completar la unión bancaria, dotar a la Eurozona de nuevos instrumentos presupuestarios, integrar el Pacto Fiscal Europeo, por el momento solo un acuerdo intergubernamental, en el marco legal de la Unión, transformar el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) en un Fondo Monetario Europeo (FME) y poner de largo a un ministro europeo de Economía y Finanzas, informalmente, el "superministro del euro", persona que podría ser a la vez el presidente del Eurogrupo y uno de los vicepresidentes de la Comisión.

También candidateaban para presidir el Eurogrupo los ministros de Finanzas de Luxemburgo, Pierre Gramegna (liberal), Eslovaquia, Peter Kazimír (socialdemócrata), y Letonia, Dana Reizniece-Ozola (centroderechista). El conservador español Luis de Guindos, señalado como aspirante al puesto en los últimos años, renunció a sumarse a la competición; a cambio, mostró su respaldo a Centeno e implícitamente se postuló él mismo para la Vicepresidencia del Banco Central Europeo (BCE), que en mayo de 2018 iba a desocupar otro portugués, Vítor Constâncio. Centeno partía como el claro favorito y el 4 de diciembre se impuso en las votaciones realizadas por los 19 ministros del Eurogrupo, él entre ellos.

La elección de Centeno, quien sucedería efectivamente a Dijsselbloem el próximo 13 de enero con un mandato de dos años y medio, fue saludada por el primer ministro Costa como un "reconocimiento de la credibilidad internacional de Portugal". El presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, se congratuló en similares términos de contento y elogio. Según el jefe del Estado portugués, el ministro de Finanzas era hacía apenas dos años "el patito feo, para muchos muy feo", en la Eurozona, mientras que ahora era el "cisne resplandeciente". En su primer mensaje en Twitter, red social donde abrió una cuenta personal para la ocasión, Centeno manifestó: "Es un honor ser el próximo presidente del Eurogrupo. Mi compromiso es conducir una discusión para alcanzar el consenso necesario para construir una UEM con un cuadro institucional más resiliente, promoviendo la convergencia económica y yendo al encuentro de las expectativas de los ciudadanos".

Mário Centeno está casado con Maria Margarida Pereira Morgado, antigua compañera de estudios en el ISEG, con la que ha tenido tres hijos.

(Cobertura informativa hasta 11/12/2017)